Todo en Familia (17)

Fernanda despierta una mañana con un nuevo desafío: convertirse en la mejor recolectora de lefa de todas usando a varios hombres de su familia.

Capítulo 17: Interludio de Fernanda - Colección de Leche

¡Hola! Vaya, hace mucho que mi hermanote no les escribe, creo que es por trabajo, así que decidí tomar la oportunidad para contarles algo que he estado haciendo estos días y que me parece espectacular. Además, les aviso que mi familia y yo nos estamos preparando para celebrar el cumpleaños de Felipe, y queremos hacerlo a lo grande, como se merece nuestro hombre. Sí, mi hermana Francisca dirá que es SU hombre y de nadie más, mi mamá creo que opinará similar, pero la verdad es que pertenece a todas nosotras.

Aaaaaunque también es cierto que yo pertenezco no solo a él, sino que a muchos. Sí, cada mañana me despierto y voy a su habitación para que mi hermanote me folle el culito (si es que no me tocó dormir con él) o me de lechita, pero en ocasiones (y con eso quiero decir, siempre) necesito mucho más para quedar satisfecha.

El asunto es que un día, hace una semana, desperté particularmente cachonda, y todavía no se me pasa. Sentía que necesitaría mucho sexo, pero en especial, MUCHÍSIMA leche. Quería darme baños de lefa múltiples y diarios, y me puse ese objetivo. Lamentablemente fue un fin de semana, no tenía escuela, por lo que no podía follarme a mis compañeros. Decidí, entonces, ser una bolsa de semen para algunos de los hombres de mi familia. ¡No me culpen! Creo que Felipe ha sido bastante claro en sus historias para que ustedes sepan que no soy como la santurrona de nuestra hermana. Soy una ninfómana sin remedio, y estoy sumamente orgullosa de ello.

Esa noche había dormido con mamá, nos quedamos dormidas de agotamiento después de comernos el coño una a la otra, pero cuando desperté, como dije, estaba muy salida. Completamente desnuda y sudorosa corrí a la habitación de mi hermanote. Como supuse, estaba durmiendo con Francisca, y bajo las sábanas podía ver su enorme erección, estaba montando una tienda de campaña en la cama. Se me mojaron tanto los labios de arriba como los de abajo, si entienden a lo que me refiero. Si no, (aunque dudo que los lectores sean unos lerdos, que por algo mi hermano les habla tanto) se me hizo agua la boca por devorarle la polla, pero también se me empapó mi hambrienta vagina que quería algo adentro.

Me deslicé debajo de las sábanas y ubiqué la cabeza a la altura del pollón de mi hermanote. Grande, venoso, grueso, apetitoso. Me metí aquel pedazo de carne a la boca en un santiamén, y casi me corro de gusto al hacerlo, como cada vez que le hago sexo oral. Sí, lo sé, soy muy ninfómana, pero ¿acaso no les gusto así?

Felipe se puso a gemir en sueños, y eso despertó a Francisca, que levantó las sábanas y me miró con su chistosa cara de hastío.

—¿En serio, Fer? ¿Ni siquiera te vas a molestar en despertarlo?

—Nah, déjalo dormir al pobrecito, que debe estar cansado de alimentarnos a diario —le dije con la polla en la boca, que luego me metí al fondo, hasta que mi labio inferior tocó sus bolas. No se si mi hermana entendió lo que le dije, pero vaya que me encantaba tener rabos ahogándome la garganta, haciéndome babear como una puerca.

—No quiero que se haga costumbre, recuerda que oficialmente es…

—Sí, tu novio, ya lo sé, pero tanto que dices eso e igual te estás tocando ahora —le espeté, notando cómo se frotaba el chochito con la mano entre los muslos, mirándonos.

—Bueno, ¡no puedo evitarlo! ¿Sabes si mamá está despierta?

—Aún no, pero puedes ir y despertarla con tu coño en su boca. Esta mañana mi hermanote es mío, Fran.

—Ok, ok, pero no lo vacíes, ¿bueno?

Francisca se levantó y se dirigió a la habitación de mamá. Para ser completamente honesta, me pone muy cachonda ver a mamá follar con mi hermana. No necesito ocultarlo, pero veo mucho porno. ¡Muchísimo porno! Todos los días, a toda hora, incluso en público, en mi teléfono. Siempre me ha molestado un poco que haya tanto porno lésbico, tanto porno entre padre e hija, tanto entre madre e hijo, ¡pero tan poquísimo porno lésbico entre madre e hija! A mí me fascina, lo encuentro muy sucio y casi prohibido. Me mojo cada vez que lo imagino, y cuando las veo follar (o a Rocío y Paloma con mi tía Julia) me puedo correr con muchísima facilidad. Si a eso se suma una buena verga, es un squirt definitivo de mi parte en los primeros minutos.

Pensé en ello mientras subía y bajaba la cabeza con el rabo de mi hermano metido en mi garganta, babeando sobre sus bolas y los pelos de su pubis. Me encantaba sentirme sin aire, completamente llena hasta tener arcadas. ¡No había pene más delicioso que el de Felipe! Por eso, hice lo que cualquier putita haría en mi lugar. Retiré las sábanas, me abrí de piernas, acomodé su pollón en mi hambriento coño, y me dejé caer. Fue en ese momento cuando Felipe despertó, gimió con fuerza, y mis ojos se pusieron blancos de placer.

—¿Fer? Mmmm, ¿q-qué haces?

—Buenos días, hermanote, ahhhh, ¿te molesta si te monto como vaquerita? hmmmm

—Claro que no, adelante —me dijo, sonriendo galantemente. Mi hermano me encantaba. Siempre me había encantado, desde que mis instintos sexuales despertaron.

—G-graciaaaaas, aahhhhh, tu polla está muy rica, hermanote, me encanta montarlaaaa —dije, con mi placer al máximo, saltando rápidamente con mis entrañas llenas de pene, y a veces moviéndome hacia adelante y atrás, como al montar un caballo—. Ahhhh, ahhhhhh.

—Eres una puta, ¡una tremenda guarra! —me gritó. Sabía que me ponía a mil que me dijera guarradas y me recalcara lo puta que soy.

—Síiii, síiiii, Fel, ahhhhhhhh, ¿te molesta si me corro en tu pene delicioso?

—Adelante, hazlo, córrete como la puerca que eres.

—Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh —Sabía que no aguantaría mucho de todos modos. Sentí que mi pelvis se contraía como loca, y yo moría momentáneamente mientras liberaba mis jugos, era como un cubo de agua caliente que te recorre todita.

Tuve que apartarme temporalmente de la verga de mi hermano para mojarlo con mis juguitos de hembra, y luego volví a insertármela, lo que casi me hace acabar otra vez. No, no estoy exagerando, follar con mi hermano me provocaba eso todos los días… Aunque también ayuda el que mi mamá me haya dado genes ninfomaníacos. Por cierto, hablando de mamá, la escuchaba gemir en su habitación, así que asumí que mi hermana le estaba devorando el chocho. Me froté el clítoris imaginando eso hasta que me corrí de nuevo, esta vez sobre la boca de mi hermano. Luego me volví a insertar su pene.

Estuvimos así unos quince minutos más. Cambié de posición solo una vez, dándole a mi hermano la espalda para hacer una vaquerita invertida, y abrirme las nalgas para deleitar su vista con mi ano. Él quiso hacer otras cosas, más activas, pero no se lo permití. “Yo haré todo hoy, hermano mayor, tú déjate llevar y relájate”, le dije. Ni siquiera me importaba que se corriera pronto, solo quería placer, mucho placer. Mi hermano se puso las manos detrás de la cabeza y yo tomé el control completo, a pesar de que, irónicamente, no tenía control alguno sobre mis movimientos pélvicos, o sobre el hambre que tenía mi chumino.

—Fer, ahhh, c-creo que ya acabo…

—Oh, hermanote, eso es, hazlo en…

En ese momento me detuve. Me encontré en una bifurcación de lujuria. ¿Qué era lo que quería? ¿Que me llenara el coño de lefa? Es riquísimo sentir cómo se hincha mientras se derrama en mi interior. Esa era la opción 1. La opción 2 era apartarme de él y tragármela, pues era un manjar de los dioses. Pero, como les he estado diciendo, estaba muy salida.

Deseaba (y necesitaba) sentirme sucia. Usada. Como una hembra que puede usarse libremente para liberar tensiones, que solo existe para ser utilizada para el sexo. No quería que el semen de mi macho cabrío desapareciera en mis entrañas o en mi garganta, quería quedar marcada como su hembra, y que se notara, y lo mismo quería hacer con todos los hombres que me follara durante ese día. Lo que necesitaba era un buen baño de semen. Un baño que solo una putita en desarrollo, una marrana come-pollas, como yo se merecía.

Pensé rápidamente. Mi hermano siempre se lleva un vaso con agua para dormir, que deja en la mesita de noche. Aún tenía algo. Estiré el brazo, tomé la fuente, me bebí todo el agua que quedaba (y así me refrescaba un poco, que era un día caluroso), y cuando noté que la polla de mi delicioso hermano se hinchaba, me aparté.

Con el vaso en mi mano izquierda, le jalé el cipote con la derecha, ordenándolo como si fuera una ubre de vaca.

—¿Fer?

—Córrete aquí, libera la lefa de tus bolas aquí, Felipe.

—Ya, ya va… aahhh… ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Apunté la cabeza de su miembro hacia el vaso, y disparó tres intensos y lechosos chorros blancos al interior del vaso. No podía dejar mirar aquel apetitoso líquido, se me hacía agua la boca. Quería restregármelo por todo el cuerpo, bañarme en semen… pero no iba a ser suficiente. Necesitaba mucho más para quedar saciada por el día.

Besé los labios de mi hermano, que reposaba tras el orgasmo, para agradecerle por su semen, y corrí con el vaso a la cocina. Vertí aquel líquido maravilloso en una jarra un poco más grande, y llené casi un cuarto de la misma con la esperma de Felipe. Tapé la jarra, la deposité en un bolso, tomé una ducha rápida, me vestí con las primeras prendas lascivas que encontré (un top azul cortísimo que dejaba al descubierto tanto mi cintura como la curvatura inferior de mis tetas, un mini-short blanco que marcaba mucho mi culito, y tan solo una tanguita blanca debajo), y salí con el bolso hacia mi primera víctima. Era un desafío para mí misma, quería ser rápida y efectiva, pues deseaba que la leche estuviera fresca para lo que yo buscaba).

Le escribí por teléfono a Paloma para saber si su papá, mi “tío” Pablo, estaba en su casa. Me dijo que no, pero que lo podía encontrar en el mercado a esa hora. El papá de Paloma y mi primer marido de mi tía Julia era un morenazo maduro espectacular que me ponía a mil, no había sido el padre más presente ni responsable que digamos, pero era tan guapo que no hallaba hora para follármelo como lo hacía su hija, a escondidas de mi tía Julia. Quizás recuerden al tío Pablo de aquella orgía de la que Felipe les contó, donde Paloma se dejó follar en la escuela por todos sus agujeros, por múltiples penes, incluyendo el de su papá.

Precisamente lo hallé en el mercado de la ciudad, fue imposible no identificarlo con ese cuerpazo enorme que tenía, su piel oscura que había heredado a mi prima profesora, esa espalda ancha, su barba oscura, y sus brazos como robles. Me acerqué con descaro hacia él, jugando coquetamente con mi cabello, mirándolo de arriba a abajo y relamiéndome los labios. Bueno, debo admitir que fue en parte para seducirlo, y en parte porque realmente me provocaba esas sensaciones. ¡Qué macho que era!

—¿Tío Pablo?

—¿Hm? ¿Sí? —Me miró con curiosidad. Era un familiar distante, la única relación que tenía con la familia era ahora se follaba a su hija, pero nada más.

—¿No me reconoce, tío? —le dije con cierto tono cantor, para simular ser inocente y traviesa, a pesar de que solo pensaba en pollas. Él me miró desconcertado un poco, hasta que pareció recordar de pronto.

—¡Oh! Eres la hija de Fausto, ¿no? La menor.

—Sí, tío, soy Fernanda, jiji.

—Bueno, Fernanda, ¿cómo te va, dulzura? ¿Qué haces por estos lados?

Lo miré de arriba a abajo, buscando una reacción. Quería ver si una jovencita de mi edad le incomodaba, no todos son como Felipe que sin ningún tapujo se folla a su hermana quinceañera. En su lugar, noté un bulto crecer en sus pantalones. “¡Bingo!”, pensé, y decidí hablar con toda la frescura y soltura del mundo.

—Es solo que lo vi y me dieron ganas de jugar con usted, tío. ¿Le apetece usarme?

—¿Q-qué cosa? ¿Usarte? Es que… Ehh….

—¿Sí?

—¿...A-acaso mi hija te dijo algo…? —me preguntó susurrando, preocupado de que la gente nos oyera. Pero yo no soy boba, no voy a llamar la atención de la gente y arriesgarme a que llamaran a las autoridades, y perder una buena polla.

—Solo me dijo que su miembro se acomodaría muy bien a mi boca. ¿Le apetece usar mis agujeros o no? Puede hacérmelo donde le… Oh.

Recién en ese momento comprendí la verdadera razón detrás de su nerviosismo. Ustedes los lectores no lo saben, pero podrán imaginar que un Adonis como el que les estoy describiendo reharía su vida con cierta facilidad después de separarse de mi tía Julia. Detrás de él apareció un muchacho guapísimo como de mi edad, muy similar físicamente tanto a Paloma como al tío Pablo. Había olvidado completamente que había tenido otro hijo con otra mujer.

—...

—Papá, ¿quién es ella?

—Ella es Fernanda, Alan, es hija de un conocido.

“¿De un conocido?”, pensé, con cierta gracia. Decidí seguirle el juego del desconocido. El muy hijoeputa no le había contado a su segunda familia que existía una primera. Bueno, yo no tenía relación sanguínea con ninguno de los dos, pero ver a un maduro delicioso como mi tío, y a un joven tan alto y apuesto como ese chico, me hizo pensar en él como un primo distante, lo que mojó aún más mi chumino.

El tal Alan me ofreció darme un apretón de manos, pero yo quería dejar bien claras mis intenciones, así que le estampé un jugoso beso en los labios. Luego me quedé mirando a ambos, esperando una respuesta de mi tío.

—¿Y bien?

—¿Te podemos usar entonces?

—Tengo más de un agujero, “don Pablo”.

—Ya veo. Alan, ¿te acuerdes lo que te dije que quería que hicieras?

—¿Eh? —El chico tragó saliva ruidosamente, entre nervioso y curioso—. ¿Hablas de…?

—Sí. Ahora mismo, con esta putita.

—¡Claro!

—¡Ese es el espíritu! Vamos a algún callejón, que me muero de ganas por probar ese sabor rico del que Paloma me habla tanto, y su hijo no debe ser muy diferente. ¡Venga, deprisa!

Detrás de un callejón, dejé que mi tío me abrazara por la espalda, y Alan por delante. Ambos tenían brazos durísimos, y sus pollas no se quedaban atrás, golpeándome respectivamente el culo y el vientre. Quería sentirme usada, quería que fuera rápido, agresivo… Me bajé los mini-shorts hasta las rodillas mientras metía mi lengua al interior de la garganta de mi inexperto “primo”, y mi tío se encargó de bajarme también las empapadas bragas.

—¿Ha tenido sexo su hijo, don Pablo?

—No, así que trátalo bien —me susurró al oído mientras me acariciaba el chumino con los dedos. Mi “primo” no sabía muy bien qué hacer, pero le hice saber que no necesitaba saber demasiado.

—Venga, estoy excitadísimo, no es necesario nada de previa. Ensártenme en sus vergas por mis dos agujeros, fóllenme cómo me merezco, ¡pero no se corran adentro! ¿Está claro?

Había sacado dos preservativos del bolsillo del short previamente. Le di uno a mi tío y le puse el otro a Alan. Me había bastante hábil en ello, antes la desesperación me ganaba y los colocaba mal. Ahora sabía que había que hacerlo con cierta paciencia, y después dejarse llevar por la lujuria y la pasión.

El tío Pablo me separó las nalgas, se mojó la polla envuelta en el preservativo con saliva (era una cosa durísima, negra y enorme, pocas veces había visto una como esa), y pronto me penetró el culito, que estaba muy bien entrenado y flexible a pesar de mi edad, y se hizo paso entre mis entrañas con facilidad.

Alan buscó torpemente con su verga, muy bien dotada también, mi agujerito mojado delantero, así que lo ayudé con mi mano y la arrastré al fondo de mi vagina. Mis lectoras de seguro comprenderán la sensación, ¿verdad? No hay nada mejor que ser penetrada por dos pollas gruesas a la vez. Es como si a una la dejaran llena, como si le devolvieran algo que a una le hacía falta. Mis hoyos se adaptaron perfectamente a la forma de sus vergas, y me moví de adelante hacia atrás mientras los dos hombres me usaban.

—Ahhhh, ahhhhh, ahhhhhhhh —gemí, sin mucha fuerza para no llamar la atención de nadie. Era un callejón relativamente oscuro, pero no quería arriesgarme de más. Casi literalmente vivía de las vergas.

—Ohh, esto está muy bueno, papáaaaa

—Eh, más lento, concéntrate hijo, no vayas a acabar tan rápido.

—¿Eh? ¿De qué está hablando? Me da igual que sea pronto o tarde, ¡lo que quiero es leche!

—Eres una puerca igual que mi hija —me volvió a susurrar mientras me lamía el lóbulo de la oreja, me masajeaba agresivamente las tetas por debajo del top, y me daba durísimo por culo.

—Síiii, síii, más, más duro, ¡más duro!

Padre e hijo pronto lograron acompasarse. A veces, cuando uno entraba en mi cuerpo, el otro iba en retirada, dándome placer por turnos. Pero luego les pedí que lo hicieran a la vez, y así lo hicieron, dándome un orgasmo increíble cuando penetraron mi coño y mi culo al mismo tiempo, casi hasta sentí que sus puntas se tocaban en mi interior. No, no soy boba, sé que no tiene sentido, pero cuando una está cachonda y tiene tanta imaginación como yo… bueno, lo que quiero decir es que no me culpen por pensar guarradas sin sentido.

Mientras mi tío me amasaba enfermizamente las tetas y me hacía gritar de placer con sus embestidas en mi ojete; y mi primo me lamía la boca como un animal, inexperto pero salvaje, me corrí fuertemente otra vez. Lo mejor de ser una chica es poder acabar repetidamente, y cada orgasmo es mejor que el anterior. Estaba en el cielo.

Y dado que les había dado permiso para darse prisa y acabar conmigo, Alan fue el primero en anunciar su corrida, derramando su semilla en su preservativo al interior de mi chumino. Su grito fue impresionante, y tuve que callarlo con un beso jugoso de lengua para que los vecinos no advirtieran lo que hacíamos. Poco después, mi tío Pablo repitió la jugada en mi culo, agarrándome las nalgas con fuerza mientras vertía su lefa en mis entrañas.

Me separé de ellos y les quité suavemente los condones, cargados de su líquido lechoso, abundante y espeso. Mi conejito pedía más, mi lengua pedía beberlos, pero mi fuerza de voluntad pudo más. Ya tendría mi premio. Vertí el contenido de los preservativos en la jarra,que llevaba en mi mochila (ahora tenía poco más de la mitad llena), y después de darle a cada uno de ellos un beso en la mejilla, me arreglé la ropa y me dirigí a mi siguiente destino. Para ello, llamé por teléfono a mi otra prima: Rocío.

—Hmmmm, ayyy, ayyy…

—¿Alo? ¿Rocío, me escuchas?

—S-sí, ayyyy, mmmmm, sí Fer, te oigo, mmmmmmm, aaay, ay, ay… —gemía intensamente por teléfono. Con todos los jugos que estaba derramando, mis bragas se hicieron inservibles. La próxima vez que me las quitara, no me las iba a volver a dejar.

—Madre mía, cariño, ¿acaso te estás divirtiendo sin mí?

—S-sí, e-estoy… f-foll…

—Follando, cari.

—¡Follando, sí! Ahh, ahhh.

—¿Con quién estás, golfa?

—C-con mi papi… ¿Eh? N-no, no te preocupes, papi, es Fer, no dirá nada —le escuché decir a Rocío. Estaba con el tío Ricardo, el segundo esposo de mi tía Julia, y un padre mucho más presente de lo que había sido el tío Pablo con Paloma. Además, era también muy guapo, con los ojos verdes preciosos de Rocío, aunque no tenía muchas luces que digamos.

—¡Justo a quien necesitaba! ¿Sabes, Rocío? Sé que empezaste a follar con tu papi hace una semana solamente…

—Sí, a-aunque antes me mandaba muchas fotitos de su pene, aay, paaaaapi, aaaaay, ¡qué rico!

—Necesito un favor, prima, quiero que me prestes el pene de tu papi. Asumo que están en la Casa Secreta. —Como quizás recordarán, lectores, es una casucha abandonada que usan Rocío y sus amigos para follar.

—S-síiiii

—Ponlo en altavoz. ¿Hola, tío Ricardo? ¿Le apetecería darme polla? Estoy muy cachonda y hambrienta. ¿Me daría algo de ese-e-eme-e-ene?

—Siiiiiiiiiiiiii —escuché a mi tío decir con un gemido gutural. La verdad siempre me miraba con lujuria y bastante descaro el culo y las tetas en las reuniones familiares. No iba a necesitar seducirlo ni un poco.

Llegué a la Casa Secreta diez minutos después. Entré por la entrada oculta, me desnudé completamente (con excepción de la mochila donde llevaba mi colección de lefa), me dirigí a la habitación donde escuchaba los gritos de placer, y me lancé sin decir una sola palabra a la cama, introduciendo mi lengua a la garganta del tío Ricardo. Era un hombre precioso, de muy bellas facciones. Simple de mente, pero precioso de cuerpo. No tardó en comenzar a jugar con su lengua con la mía. Al menos de eso sabía mucho.

—Hola Fer —me saludó Rocío, que tenía la verga de su papi en la lengua, y lo lamía como una piruleta. Rocío se había cortado el cabello y ahora lucía una melena castaña que le alcanzaba poco más del cuello y la hacía ver muy sexy.

—Hola, prima, disculpa por entrar así. ¡Ah! Y hola, tío Ricardo.

—Hola, Fernanda… ¿así que quieres que te de polla?

—Sí, por favor, úseme como desee, tío.

—¿Es eso cierto? —me preguntó con la voz jovial que tenía—. ¿Ya has tenido sexo hoy?

—¡Desde luego! —exclamé, lamiéndole ahora el cuello mientras Rocío me acariciaba el culo—. Me follé a mi hermano en la mañana, luego al papá de Paloma y su hijo, y más tarde pienso ir donde papá. Tengo un nuevo hobby.

—¿Hobby?

—Estoy recolectando semen. ¿Me ayudaría con mi misión, tío? —le pregunté, divertida.

—Claro. ¿Harías algo por mí? Siempre he querido ver a mi bebé tocándose con otra niña. ¿Me mostrarías un poco de toqueteo entre ustedes?

—¡Por supuesto, y haremos mucho más que solo tocarnos! Cariño, recuéstate en la cama.

Rocío era siempre muy obediente. Desnuda y hermosa, se recostó y abrió las piernas, mostrándome su delicioso y mojado chumino. Estaba ruborizada como una virgen, aunque ya se había follado a casi tantos chicos de la escuela como yo. Me acosté encima de ella y nuestros pezones erectos se tocaron entre sí, como si se besaran. Estaban durísimos, como correspondía a cualquier mujer guarrilla de nuestra especial familia. Mi prima me sonrió sabiendo lo que se avecinaba, abrió la boca y sacó la lengua hacia afuera. Yo acerqué el rostro hacia ella mientras acariciaba sus muslos, pero no miré a sus ojos verdes, sino a los de mi tío, que se masturbaba lentamente ante la escena.

Toqué la lengua de mi prima con la mía, y nos encontramos en un sabroso morreo incestuoso-lésbico, que como les dije, es uno de mis fetiches favoritos. Jugamos morbosamente una con la otra, pronunciando el abecedario con nuestras lenguas y saliva a la vez que nos tocábamos mutuamente la entrepierna (diooooooooses, no se imaginan lo empapado que estaba ese chochito, mis dedos se derretían a la vez que se metían fácilmente en el único orificio que había estrenado, y el sonido mojado que realizaban me volvía loca). Las dos observamos al tío Ricardo, cuya polla estaba empalmada al máximo. No era como el miembro de Felipe, pero a mí poco me importaba el tamaño mientras un pene me tratara como la puta que soy, y me diera el premio que era mi obsesión.

—¿A qué espera, tío Ricardo? Elija uno de mis agujeros y fólleme.

—O también puedes metérmelo en el coñito, papi, si quieres.

—O mejor aún, penetre a Rocío y luego a mí, y luego a Rocío, y a mí, y así sucesivamente. Quiero que su polla esté tan rebosante de la mezcla de nuestros jugos que no se pueda saber a quién pertenece.

—Síiiii, buena idea, Fer. Papi, danos pene, ¿sí?

—Son muy buenas niñas ambas —nos dijo mientras se colocaba detrás de nosotras. Primero penetró a su hija, que gritó de placer.

—AAAAAAAAAAAAAYYYYYY, QUÉ RICOOOOOOOOOOOO

—Eso es, golfilla, gime fuerte de placer mientras me muerdo esos pezones duros de marrana que tienes, y no dejes de penetrarme mi coño de mierda con tus dedos, ¿ok, zorrita?

—Síiiii, síiiiiiiiiiiiiiiii, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Poco después, tal como se lo habíamos solicitado mi prima y yo, mi tío Ricardo me penetró. No por mi coñito, sino que por mi ojete. A los hombres les obsesionaba penetrarme el recto, y a decir verdad, no me molestaba para nada. Al contrario, me excitaba mucho que las partes más sucias de mi cuerpo hicieran perder a los hombres su uso de razón. Me ponía cachondísima que me usaran por donde les placiera.

Además, llevaba como veinte minutos sin polla y ya la necesitaba de nuevo. ¿No les dije que era una ninfómana?

—Tu culo es increíble, ohhhhhhhhhhhhh, sobrina, tu culo es tremendoooooo.

—Lo sé, tío, porfis siga penetrando el ojete de su sobrina sexy, deme muy duro, úseme todo el tiempo que desee.

Así lo hizo, mientras yo follaba el coño de Rocío con mis dedos, y su garganta con mi lengua. Después volvimos a intercambiar lugares (los gritos de placer de Rocío la hacían parecer muy distinta a la adolescente inocente que usualmente era), y una vez más cambiamos, cuando esta vez el tío me folló el coño. Quizás debí ser más precavida esa mañana con el asunto de la limpieza, pero la verdad es que en ese momento me importó un rábano, ¡solo quería más polla!

Mi tío me tomó de los brazos, me apoyó de frente contra uno de los viejos muros de el casucha, y volvió a penetrarme el ojete. Mmmmmm, qué delicia el solo recordarlo. Me dio de nalgadas fuertemente, me agarró del cabello como una bestia, y mi sonriente prima Rocío, junto a mí, me lamió riquísimamente el lóbulo de la oreja y el cuello, y me pellizcó delicadamente los pezones. Pasión salvaje y dulce lascivia, una mezcla que me hizo correrme con muchísima fuerza (de hecho, diría que fue uno de los squirts más abundantes que he tenido) sobre el piso de la habitación. Mis piernas temblaban, mi líbido estaba en su límite máximo con tanto sexo.

—Ahhhh, voy a acabar, voy a acabar.

—¡Yo lo recibo papi!

—Eso es, mi niña, tome la leche de su papá, no desperdicie ni una gota.

Volví en mis sentidos cuando vi a Rocío recibiendo en la lengua los chorros de semen de mi tío Ricardo, mientras me miraba con sensual complicidad. Era una muy buena chica, y tan sumamente sexy que me toqué muchísimo mientras la veía recoger semen con su lengua en una posición tan sumisa, de rodillas y los ojos soñadores.

Abrí mi mochila, saqué la jarra, y Rocío abrió la boca encima de mi objeto preciado. Dejó caer toda la lefa (y un poco de su abundante, espesa y deliciosa saliva) en la jarra, que cerré un momento después. Ahora estaba básicamente llena, y hasta algo pesada.

—Prima, recuerda el cumpleaños de Felipe.

—Síiii, por supuesto, ya Paloma y yo compramos nuestros… jiji, “atuendos” para hacerlo muy feliz.

—Así me gusta. ¿Sabes si irá tu mamá?

—¡Claro que sí! Mami también quiere hacer sentir muy bien a Fel.

Rocío y yo nos morreamos un minuto más, me vestí, me despedí, y salí de la habitación. Más le convenía al bruto de mi padre que no se corriera tanto, o no podría depositarlo todo ahí.

Quedé con mi padre en un restaurant cercano. Como recordarán, él estaba bajo mis completas órdenes, y hacía todo lo que yo le decía, o se metería en problemas con la justicia. Fausto Alvez era un hombre poderoso de la élite… que estaba en la palma de mi mano. Le pedí que me comprara un teléfono nuevo que yo quería, y fue lo primero que me pasó, en silencio, cuando nos sentamos a comer. Era un imbécil, pero era apuesto, y tan solo verlo me causó una lujuria tremenda. Después de todo, su polla no era muy distinta a la de Felipe.

—¿Vas a ordenar algo o qué, hija? —me preguntó, inquieto e impaciente.

—Sí. Pero voy a hacer mi pedido en el baño.

—¿Qué?

—Voy a pedir leche. Leche muy caliente, blanca, espesa, deliciosa…

—...¿Qué? Fernanda, no puedes estar diciendo que…

—Silencio. ¿De verdad vas a negarte a lo que te diga tu hijita de quince? ¿Quieres que haga un espectáculo aquí y te pida más fuerte que quiero tu polla?

—¡Está bien, está bien, más bajo! —exclamó, moviendo los brazos a todos lados—. Jesús…

—¿Has tenido sexo con Melissa hoy?

—No, aunque la secretaria de un compadre me hizo una paja por comprarle un vestido que quería la muy zorra. —Le permitía (a veces) habla así de otras mujeres. No podía evitarlo, es un hijo de puta de nacimiento. Mientras me diera lo que deseaba, y tratara bien a mi hermana y mi hermano, estaba todo bien.

—¿Te corriste mucho?

—Me corrí nada, porque mientras ocurría me llamaste.

—Así me gusta. ¿Estás empalmado?

—Es difícil estar empalmado en una situación así, hija, no necesito recordarte que tú y tus hermanos me están chantajeando.

—Ni yo necesito recordarte que lo llevas más que merecido. Además, no es como si fuera difícil seducirte —Me subí un poco el top, asegurándome de que nadie estaba mirando en nuestra dirección, y los ojos de papá se clavaron en el pezón erecto que le revelé. Para cautivarlo aún más, saqué la lengua y me lamí sensualmente la teta, sin dejar de observarlo con lascivia—. ¿Y ahora ya estás empalmado? —le pregunté con voz se golfa.

—Sí.

—Quiero que metas tu rabo al fondo de la garganta de tu hijita querida, ¿bien? Quiero que me dejes sin aire, pues por unos minutos seré tu banco de semen personal, podrás usarme como desees. Serás mi amo y yo tu esclava de lefa, papá. Córrete en mi lengua cuantas veces quieras.

Le repetí lo mismo cuando nos metimos a un cubículo del baño de las chicas, después de asegurarme de que estaba vacío. Me volví a bajar el mini-short, muy lenta y sensualmente ante mi papá, y le mostré que como buena guarrilla no llevaba ya ropa interior. Ni siquiera recuerdo dónde la dejé, pero ya le pediría al imbécil que me comprara un par de prendas más. Y un nuevo bikini muy sexy que de hecho ayer mismo usé para seducir a mi hermanote.

En fin, volviendo a la historia. Me senté en el retrete, le bajé la cremallera a mi papá, abrí la boca y saqué la lengua, expectante. Tenía la venosa polla que me había dado vida frente a mí, dura, grandiosa, apetitosa, se me hizo agua la boca, pero no me acerqué a ella. Le había dicho a papá que era toda suya para lo que ÉL quisiera, así que ÉL tenía que tomar la iniciativa como le placiera. Me tomó la cabeza con las manos, e hizo mi boca algo suyo.

Introdujo violentamente su vergota enorme en mi garganta, y creo que perdí la conciencia por un momento, de puro placer que sentía. Su cipote golpeaba ruidosa y agresivamente mi campanilla mientras papá se movía de adelante hacia atrás, prácticamente follándome la boca, con sus bolas golpeando mi mentón. ¡Me encanta esa sensación, me fascina ahogarme en una fuente de lefa, y no podía esperar para sentir su textura en mi lengua cuando se corriera!

Yo ya estaba mojadísima. En aquel baño sucio y maloliente me toqué violentamente el coño, masturbándome con rapidez, metiéndome tres dedos con una mano, y frotándome el clítoris con dos dedos de la otra. Estaba en el cielo… o más bien en el infierno, pues todo lo que estaba haciendo con mi propio padre estaba prohibido y lo disfrutaba como la puerca golfa que era.

—¿Te gusta como te follo la garganta, so puta?

—Síiiii, mmmmmmmuchoooooo —dije, con la boca llena y los ojos fuera de las órbitas, derramando saliva sobre mis muslos. Creo que entendió perfectamente lo que dije.

—¡Quiero tus tetas ahora hija de puta!

—¡Sí, papi! —grité, fuera de sí.

Papá se apartó de mí y se inclinó para besarme. Yo se lo devolví con pasión. Me encantaba la idea de esta besando a mi propio papá, era completamente antinatural y lo amaba. Papá me levantó el top, mis tetas quedaron al aire, y colocó su pollón entre medio de ambas. Había hecho mi primera rusa dos años atrás a un compañero de clases, sabía perfectamente cómo hacerlo.

Tener aquel pedazo de carne entre mis tetas, acercándose y alejándose de mis labios y mi lengua, tentándome, me estaba volviendo loca. Me masturbé con más velocidad hasta que me corrí sobre las piernas de papá, pero no pude parar. Quería… necesitaba… ¡Deseaba mi premio!

—¿Soy una buena niña, papá?

—Sí, lo eres, ahhhh

—¿Cómo vas a premiarme, papá?

—Te voy a dar mi leche

—¡Sí, leche! ¡¡Papá, quiero tu leche!! ¡Pronto, todaaaa!

Abrí mi mochila y saqué mi precioso caliz. “Mierda”, pensé. Estaba casi lleno, y con todo lo acumulado que estaba papá se desbordaría y se perdería todo. Decidí que lo mejor que podía hacer era acelerar mis planes.

Un baño de lefa. Estar completamente manchada en semen espeso, blanco y oloroso. Estar marcada como hembra, como una puta sin remedio que solo sirve para entregar placer a los hombres. Mostrarle al mundo de que podían usarme cómo quisieran, cuándo quisieran, por los agujeros que quisieran, cuantas veces quisieran.

Papá volvió a meterme el rabo al interior de mi garganta y yo volví a correrme cuando mi campanilla me dio arcadas. Yo era una buena niña y quería demostrarlo, y tenía el semen de mi hermano y dos de mis tíos políticos en mis manos, además de una lechada a punto de despegar. “Dioses”, pensé ”el cumpleaños de Feli será fantástico, nos marcará a todas como sus hembras y golfas personales, no puedo esperar”.

—Ya me corro, putillaaaa

—Sí, ¡leche! ¡LECHEEEEEEE!

Me aparté de papá y él se masturbó hasta estallar sobre mi rostro. Mis ojos, mi boca, mi nariz, mis mejillas, todo quedó blanco y lechoso gracias a la lefa que papá había acumulado. Al mismo tiempo, abrí la jarra y lentamente dejé caer su contenido sobre mi cabeza, dejando mi cabello, y luego mi cuello, mis tetas, mi cintura, mis piernas, todo pintado de blanco. Ahora sí que estaba en el paraíso.

Yo era solo una bolsa de fluidos para los hombres, y estaba orgullosa de ello. Y era muy joven, tenía toda la vida por delante para practicar nuevas técnicas y recibir más jugos. De hecho estábamos en el baño, así que decidí que papá podía lanzar todos sus demás fluidos sobre mí también, y él así lo hizo, haciéndome gritar de placer. ¿Qué más daba? Me encantaba ser usada así. Ni siquiera me limpié cuando salí del baño y volví a casa, embadurnada de lefa en todo el cuerpo, mientras me ganaba todo tipos de mirada en el camino, desde piropos hasta desaprobación. Solo lo primero me importaba. Me encantaba ser una guarra salida.

Decidí que haría eso todos los días, con distintos o los mismos hombres, hasta que fuera el cumpleaños de Felipe.

Y de ese cumpleaños, que puede decir libremente que fue el mejor día de la vida de mi hermanote, les hablará él en la próxima ocasión. ¡Gracias por leerme y hacerse pajas con mi historia, chicos!