Todo en Familia (16) - ¡La primera cita!

Los hermanos Felipe y Francisca, después de todo lo que han pasado, al fin tienen su primera cita! Por supuesto, siendo la familia que es, no será una cita a la manera tradicional... Enjoy!

Capítulo 16: Mi hermana Francisca - La cita

Nadie estaba en casa aparte de nosotros dos, pues mamá estaba en el trabajo y Francisca aún no llegaba de la universidad. Tenía a Fernanda, mi hermana menor, inclinada en 90 grados, ella apoyaba sus manos contra uno de los muros de su habitación mientras yo le penetraba ese culo apetitoso y maravilloso que tenía. Sus piernas temblaban, y no paraba de gemir de placer a medida que me hacía paso entre sus entrañas.

—Mmmmmm, mmmm, hermanote, me encanta cuando me penetras tú, ya me has hecho correr tres veces por el ano, hmmmmmmm.

—¿Cuántas veces lo hiciste antes de volver a casa, golfa?

—Mmmmm, me follé a dos compañeros en la escuelaaahhh, también una amiga me comió el chochito, ahhhh, y le chupé la polla a un señor muy bien dotado en el bus, pero ninguno es como tú, hermanoteeeeee…

—Feña, te hemos dicho que no hables con extraños en la calle.

—¡Pero no hablamos, te lo prometo! Me estuvo sobando el culo en el viaje, y no me pude aguantar, así que me lo llevé a la parte de atrás, aahhhh, y se la maméeee hmmmmm… ¡Oh, hermanote, me corro otra veeeez!

—¿Hermana? —dijo una voz— ¿De casualidad tú tomaste mi labial ros…?

La puerta se abrió y Francisca apareció en la habitación, deteniéndose allí mientras yo enculaba a nuestra hermana. Yo disminuí mi velocidad, quedándome mirando a Francisca, pero Fernanda siguió moviéndose de adelante hacia atrás.

—¿Oh? ¡Sí, hermana, disculpa! El labial está allí en la mesita, hmmmmmm.

—Hola, Fran, ¿cómo volviste? —le pregunté, con algo de culpa, no sé por qué.

Francisca se sentó en la cama, se quitó los pantalones de jeans y se metió la mano debajo de las bragas azules que llevaba.

—¿Les molesta si me toco mientras los veo? —preguntó, aunque su tono de voz indicaba algo de seriedad. ¿Acaso estaba molesta y yo culpable? ¿Por qué diablos nos sentíamos así si era claro que teníamos una relación poligámica todos ahí?

—C-creo que mi hermanote ya pronto se va a correr en mi culo, así que date prisa tocándote, hermanaaaa, hmmmmmmm…

Proseguí con mi faena enculando a mi hermana menor mientras de reojo miraba a mi hermana mayor masturbándose ante la escena, suspirando fuertemente, poniendo los ojos en blanco, pero sin la misma energía lujuriosa que solía tener.

Decidí olvidarme un poco de eso. Volví a caracterizarme como lo que le gustaba a Fernanda y aumenté la velocidad de la penetración. Ella, como siempre, había predicho que yo estaba cerca de correrme. A pesar de su edad, era muy experimentada en toda materia sexual.

—Voy a correrme dentro tuyo, golfa, puerca… ¡zorra!

—Sí, aprovéchate de esta hembra que está siempre abierta para ti, hermanote, lléname con tu lefa caliente, márcame como de tu propiedad otra veeeeez para que no me acueste con otros, hmmmmmm, síiiii

—Ambos sabemos que no eres capaz, golfilla, pero te voy a dar mucha leche para que siempre vengas a mí a que te alimente como la cerda que eres… ahhhh, ¡me corro!

—Sí, eso es, ¡dámela toda, hermanote, lléname el ano completo de tu lefa!

Mientras lanzaba chorros de semen al interior del culo de mi hermana menor, miré a Francisca de reojo otra vez, notando cómo se contraía mientras se masturbaba viéndonos, sudando copiosamente, mirándome con deseo.

Después de acabar, y que Fernanda cayera al suelo, rendida, Francisca me preguntó si podía llevarla a la pastelería a comprar unos dulces para la tarde, y así lo hice. ¿Quizás debíamos hablar algo?

Por cierto, no se los dije, pero tanto Francisca como yo teníamos automóviles propios y nuevos. No los compramos nosotros mismos, claro, sino que papá nos los dio como parte de nuestro “acuerdo”. Se sentía genial tener tanto poder sobre ese malnacido.

En fin. En mi auto, de camino a la pastelería, noté cómo mi silenciosa hermana mayor se frotaba las piernas una contra la otra… pero también estaba callada. A esas alturas, yo ya sabía que lo mejor para una relación era discutir las cosas en lugar de guardárselo para uno.

—¿Qué pasa, Fran?

—¿Hm? ¿A qué te refieres?

—Vamos, que incluso mientras te tocabas mirándonos estabas seria. Y siempre has sido algo introvertida, como yo, pero nunca a ese nivel. ¿Pasa algo? ¿Acaso papá hizo alguna…?

—¡No! No tiene que ver con él.

—¿Entonces?

—Bueno… —Francisca miró hacia abajo, se puso colorada y frotó las piernas más fuertemente.

—¿Sí?

—Hmmm… Hablemos de eso en otro momento. Ahora… n-no puedo…

—¿No puedes hablar?

—Estoy muy cachonda, Fel.

—Lo sé…

—¡Aunque debería estar molesta contigo! ¡Te la follaste en casa!

—Sip.

—¡Y sin mi permiso! Tú sabes que me gusta participar y ver a nuestra hermanita enculada…

—¿Cuán cachonda estás, Fran?

—Lo suficiente para que me arrojes a ese callejón y me folles por todos lados, hermano.

—Amor, estamos a plena luz del día. ¡Es un lugar público!

A diferencia de Fernanda, Francisca nunca había sido propensa a “ese tipo” de manifestaciones de “afecto” en público. Siempre se ponía nerviosa al respecto, aunque yo sabía que le encantaba, en secreto.

—Lo sé, pero no me puedo aguantar… Por favor.

No era lo que buscaba (discutir lo que sucedía), pero de todas lo apreciaba. Tener sexo con mi hermana mayor, y más aún en un lugar así de público y sucio, me ponía a mil. De todos modos, era un callejón bastante angosto, oscuro y repleto de contenedores, cajas y demás, por lo que no sería tan difícil intentar hacer un “rapidito”.

Estacionamos el auto allí mismo, nos bajamos, y comenzamos a morrearnos, sin podernos aguantar más, contra una de las murallas de uno de los edificios que había ahí. Pasé mi mano derecha por sus muslos, aprovechando que llevaba shorts, y su piel blanca y tersa me enloqueció. Con la izquierda acariciaba su torneada y curvilínea cintura mientras mi lengua recorría los rincones más recónditos de su boca.

Por su parte, ella me acarició el cabello con su mano derecha, me sobó la polla por encima del pantalón con la izquierda, y realizó movimientos rápidos y sexys con su lengua en mi boca. Mi hermana mayor no solo era muy sensual, sino que apasionada, fogosa y erótica. Estábamos ambos muy calientes

—¡Tómame!

—¿Qué? ¿Tan pronto?

—Tenemos que ser rápidos, ¿no? —me dijo ella antes de mirar a todos lados. Cuando comprobó que no había nadie cerca, y que el auto nos protegía de la avenida principal, se bajó un poco los shorts y las bragas, sin que llegaran a sus rodillas, y me dio la espalda. Se inclinó sobre el muro y levantó el culo—. Anda, no pierdas tiempo, fóllame.

Me eché saliva en la mano y la pasé por sobre mi polla, luego de liberarla de mis pantalones. Como no podía ser de otra manera estaba completamente empinada, y quizás la entrepierna de mi hermana no necesitaba lubricación, pero preferí hacerlo para evitar cualquier problema.

Deslicé mi miembro al interior de aquella diosa que era Francisca Alvez, y comencé a mecerme de adelante hacia atrás.

Honestamente, solo estuve nervioso durante los primeros minutos, mirando arriba, abajo y a los lados en caso de que algún mirón o inocente anduviera cerca, pero después de eso, me harté de preocuparme y me dejé llevar.

—¡Qué bien se siente!

—Ahhhh, ahhhh, sí hermano, síiiii.

—¿Te gusta, Fran?

—¡Tú sabes que sí! Mi chochete te necesitaba, no aguantaba más en poder hacerlo contigo, ahhhh, estoy chorrerandooo hmmmm.

—¿En serio? Hmmm.

—¡Por supuesto! Yo no soy como nuestra hermana que se puede follar a todo el mundo, yo solo te deseo a ti, hermano hermosoooo, ahhhhhh, ahhhh, especialmente hoyyy, mmmmm, ahhh.

—¿Hoy? —pregunté, aunque no dejé de follarla ni por un segundo. De hecho, aceleré mi velocidad para que ella dejara de pensar y me hablara. Incluso sis shorts y bragas se le cayeron hasta los tobillos, pero esta vez no miró a ningún lado, estaba tan excitada que no le importó—. ¿Qué sucede hoy?

—Mmmmm, qué rápido, qué ricoo mi amor, ahhhhh, p-pero es que me da vergüenzaaaa…

—Solo dime… o no seguiré follándote hoy.

—¡No! ¡No me digas eso, por favor, sabes que necesito tu cuerpo, Fel! Es que… ha sido un mes, ahhhh, ahhhhhh.

—¿Un mes?

—Sé que no somos nada formal ni nada, y que tú te acuestas con otras, pero hemos estado haciendo ahhhh, hhhhhmmmmmm, estas cosas, por un mes ya… y… ahhh, me g-gustaría… me gustaría p-poder… ahhhh…

¿Un mes? ¿Había pasado un mes ya desde que fuimos a la playa y confesamos nuestros sentimientos uno por el otro? Sí, Fran tenía razón en que técnicamente no habíamos comenzado algo formal, pero todo el resto de nuestra familia simplemente nos consideraba una pareja. Eso significaba que, siendo un mes, debíamos celebrarlo de alguna manera.

—¿Quieres que salgamos, Fran?

—Ahhh, ahhh, sé que es una tontería, pero sí, Fel… quiero una citaaaa, hhhhmmmmmm.

—Que así sea. Ok, voy a derramar mi semen en tu interior ahora, luego vamos a la pastelería, y a la noche, aahhh, mmm, a la noche salimos —le sugerí, aumentando aún más la velocidad de mis embestidas—. ¿A dónde quieres ir, amor?

—¿Cin..a? ¿Ceniahhhh? Ahhh, ahhh, ahhh, ahhh.

—¿Cine y cena?

—S-síiiii, síiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhh, ahhhh.

—Haremos ambas. Ahora, prepárate, porque lo voy a echar todo adentro.

—¡Hazlo! ¡Dame todo tu semen, échalo en…! ¡Oh, no!

—¿Eh?

—¡Oigan, ustedes dos! ¡Esas son cosas del diablo, pervertidos! ¡Vulgares! ¿Qué mierda hacen haciendo esas cosas de Satán cerca de mi casa? —gritó una mujer de unos cuarenta que estaba al otro lado del callejón, mostrándonos con la mano en alto un crucifijo.

Clásico, una fanática religiosa, ¿qué mejor podíamos pedir? Francisca y yo detuvimos nuestra faena justo cuanto estábamos cerca de corrernos. Frustrados, nos arreglamos la ropa, nos subimos al auto, y salimos echando humos de allí.

Vieja ridícula, me hubiera encantado gritarle que la chica que me estaba follando en público era además mi hermana, pero eso solo hubiera hecho sentir a Fran más avergonzada de lo que estaba. Ambos estábamos muy frustrados, y aunque consideramos la opción de acabar nuestra sesión en el auto, en realidad no estábamos muy de ánimos. Consideramos que nuestra mejor opción era relajarnos, hacer durante el resto del día lo que haríamos normalmente, y que a la noche disfrutáramos de nuestro primer cumplemés.

Así pues, compré por internet unas entradas para ver una película de ciencia ficción no muy conocida, y además reservé un restaurant cercano, de tipo casual para la noche. Ni Francisca ni yo éramos de gustos caros, preferíamos lo casual, y nos habíamos decidido por ligera comida japonesa, o sushi, un clásico para primeras citas. Ella dijo que quería ir a casa de mi abuela para que nuestra prima Paloma le devolviera algunas prendas de ropa que le había prestado hace unos meses, así que yo debía esperarla en el cine. Yo compré algo más, como sorpresa… porque ella se lo merecía.

No me puse nada muy diferente a lo usual, y para los hombres no es algo difícil. Jeans, zapatos, mi camisa negra favorita, y un reloj de pulsera que mi abuelo me había regalado cuando terminé hacía años. Me apoyé en un muro del cine, con las entradas en el bolsillo, palomitas y refrescos en las manos, y esperé. Mi hermana mayor llegó 10 minutos antes de que empezara la función, y me importó una mierda.

—Por todos los cielos… —dije, con la boca abierta y los ojos desorbitados. A ver, entiendan algo, si van a una primera cita con la chica de sus sueños, siempre tienen que mostrar con palabras y expresiones faciales lo hermosa que se ve. ¿Está bien? Pero había ocasiones en que la reacción era natural, porque realmente se ve despampanante, como era el caso esta vez.

—Hola, Fel —me saludó Francisca, coquetamente, mientras caminaba hacia mí con pasos elegantes y sensuales.

Llevaba zapatos de tacón que la levantaron hasta ser cerca de mi altura. Se había arreglado el cabello de tal forma que caía en hermosos rizos tras su espalda, pero dejaba un flequillo muy sexy por delante. Lucía una minifalda plisada de color rojo, muy coqueta, que descataba sus bellas y largas piernas; así como un crop top se seda blanca con tirantes, que se extendía hasta sus antebrazos pero dejaba al descubierto tanto los hombros como la cintura.

—Wow…

—¿Qué tal luzco? Paloma las tenía limpias y todo, es mi atuendo favorito para este tipo de cosas. Además, Rocío me ayudó a peinarme y...

Por toda respuesta, prácticamente salté hacia ella, la tomé de la cintura y la besé tiernamente. Después de unos segundos, el beso se hizo un poco más apasionado, y compartimos algo de saliva mientras la gente nos miraba con envidia. O, al menos a mí, que estaba con semejante mujer. Menos mal que no éramos tan físicamente parecidos como para que se dieran cuenta de que éramos hermanos.

—Ay, Fel, hmm, qué buen beso, hmmm —dijo, después de que la solté. Estaba ruborizada. ¡Mi hermana mayor estaba ruborizada!

—Imposible no hacerlo cuando me provocas así, te ves hermosísima.

—Oh, Fel… ¡oh, lamento llegar tarde! Deberíamos entrar.

—Espera, antes de eso, date la vuelta.

Cuando lo hizo, despejé su cabello claro y le até el colgante que le había comprado, adornado por una medalla con la figura de una sirena. Nos habíamos amado por primera vez ante el mar, y ella era mi musa de las aguas.

Nos sentamos en una de las butacas en la parte trasera; no en la última fila, pero cerca. Mientras esperábamos que la película comenzara, nos besamos nuevamente, y casi de inmediato se hizo sumamente efusivo. Comprendimos que seguíamos cachondos desde nuestra sesión interrumpida en el callejón.

—Fel…

—Fran, te ves sencillamente espectacular.

—Oh, amor… Ok, disfrutemos de la película —me dijo sonriendo, cómplice, mirando a su alrededor, como se llenaba la sala de cine.

—Sí, tienes razón —respondí, no muy convencido, y pronto comenzó la película.

No era de muy alto presupuesto, y era obvio que no era popular tampoco, pues solo había unas quince otras personas en toda la sala, todos lejos entre sí, y nadie en las filas traseras a nosotros. Al principio, yo me había interesado en la trama, pero pronto me perdí, distraído constantemente por las piernas y la minifalda de mi hermana, a mi lado. Ella sí veía el filme, al parecer muy concentradamente, hasta que… no pude aguantarme.

La película llevaba 20 minutos cuando comencé a tocar los muslos de mi hermana mayor, suave y delicadamente. Ella me miró, me sonrió con picardía, y me dijo que me detuviera un par de veces, no muy convencida.

—Vamos, Fel, hay mucha gente, jijiji —me susurró Francisca al oído, al tiempo que me lamía el lóbulo de la oreja.

—¿Y qué me importa? ¿Te viste al espejo hoy, Fran?

—Sí, antes de venir aquí. ¿Crees que me veo sexy? —me insinuó.

—¡Demasiado! Apenas me puedo concentrar en la peli viéndote así. —Acerqué mi mano a su entrepierna, y ella separó los muslos ligeramente, jugando conmigo, permitiéndome avanzar, pero no llegar a su punto más secreto—. ¡Eres una diabla!

—Jaja, no me confundas con Fer. Es que no creo que estés tan excitado, ni que yo me vea tan sexy… ¿o sí? —Francisca llevó una mano al bulto que yo tenía, y me lo acarició por encima de los jeans—. Oh, tal vez sí. ¡Qué pene!, ¿estás feliz de verme?

—¿Me estás provocando, hermana?

—¿Tal vez?

Decidí aplicar presión y le abrí las piernas a la fuerza, logrando mi objetivo de tocar sus mojadas braguitas. Acaricié su zona por encima un buen rato mientras notaba que sus piernas temblaban. También comenzó a mordisquearse los labios y respirar entrecortadamente, intentando no gemir en voz alta.

—Fel, por favor…

—¿De verdad quieres que pare, hermana? —le pregunté, corriendo sus braguitas a un lado e introduciendo uno de mis dedos en su coño, lentamente al principio.

—Mmmmm… Fel…

Seguimos viendo la película casualmente, pero no paré de masturbarla, y ella de gemir en silencio. Nos habíamos convertido en actores tan buenos como los del filme, al parecer, pues nadie se había percatado de lo que estábamos haciendo.

Francisca puso su mano sobre mi bulto, me abrió hábilmente la cremallera, metió la mano en mis jeans, y comenzó a sacudirme la polla. Sus dedos eran expertos, sus caricias gentiles, su toque apasionado. ¿Cómo no iba a estar enamorado de mi hermana?

—La tienes muy dura, Fel, mmmm.

—Sí, lo haces genial, uff… y tú, ¿cómo lo llevas?

—Ah… ah…, se siente riquísimo.

—¿Sí? ¿Quieres hacer algo más?

—¿Qué? Fel, por dios, ¿no ves qué hay gente aquí?, Jijiji, una cosa es esto, pero…

—¿Acaso no quieres?

—… Eres malo, hermano.

Francisca se mordió los labios pícaramente mientras contemplaba qué decisión qué tomar, qué hacer para calmar su calentura. Finalmente, después de unos segundos, decidió ponerse de pie lentamente, y sin mediar palabra, se quitó las bragas, las guardó en bolso, y su se movió hacia mi asiento. Saqué mi polla de mis pantalones y la levanté firmemente a la altura del coño de mi hermana, que se dejó caer poco a poco mientras se levantaba la faldita.

Debíamos ser silenciosos, lentos, pero eso también ayudaba a poder penetrarla profundamente. Cada vez que ella se dejaba caer durante su montada, procuraba que mi verga llegara hasta el fondo de su vagina, y ella se retorcía de placer cada vez que ocurría, así como cuando subía, expectante hasta el próximo movimiento. El hecho de que no se hubiera quitado la minifalda le daba un aire muy erótico al asunto.

—Oh, Fel, está llegando a mi útero, mmmmm…

—Te amo, Fran, estás deliciosa, te amo…

—Y yo a ti, y a tu cara, y a tus manos, y a tu polla, ahhh.

—¿Dirías que te pone loquita?

—Me enloquece, hmmmm, más adentro, más adentro, mmmm, está tocando todo… Felipe… ¿Quieres hacer una locura más?

La película comenzó a pasar una serie de escenas de acción muy épicas, y sobretodo, muy ruidosas, que tenían a todo el mundo atento a la pantalla. Además, dado que ocurrían en el espacio, la sala estaba más oscura de lo acostumbrado. Francisca me miró con ojos suplicantes y una sonrisa lujuriosa que me encantó.

Nos pusimos de y nos dirigimos detrás de la última fila de asientos. Mi hermana se apoyó en cuatro patas sobre el respaldo de una de las sillas y yo me ubiqué detrás de ella. Le levanté la falda y apunté el cipote en su entrada, nuevamente. Ella tiró de mi camisa para que me apresurase, y cuando la penetré, no solo noté lo fácil que se deslizó hacia adentro, sino el coño de mi hermana estaba chorreando como un grifo.

—Ahhhhh, Feeeeeeel, dios mío, me estoy muriendoooooo —me susurró gimiendo, gritando en voz muy baja mientras las explosiones llenaban la pantalla.

—Me fascina hacértelo en esta posición, eres toda mía.

—Siiii, ahhhh, en esta posición me entrego toda a ti, mi coño es todo tuyo, bebé…

—¿Aún puedo hacértelo cada vez que quiera, cariño? —le pregunté, aumentando la velocidad de mis embestidas, a pesar de que éstas habían comenzado a causar su característico y húmedo sonido—. ¿Eres mía para todo lo que quiera?

—¡Todo! Me mojo con que solo me toques, no necesito nada más que polla de tí, bebé. Tú y tu pene son todo para mí, ahhh, puedes hacerme todas las guarradas que se te ocurran cada vez que se te ponga dura, ahhhhhhh, ah… m-me corro, me… me corro, Fel… ¡Fel, me corro!

Me aparté de ella solo lo suficiente para que ella pudiera disparar sus chorros de fluidos con ganas al suelo de la sala de cine, y después volví a penetrarla, lo que causó un nuevo gemido gutural de mi hermana.

La escena no duraría mucho más, y tampoco sabíamos si lograríamos controlarnos más tiempo de no gritar. Decidí que debía terminar rápido, así que pasé por mi cabeza todas las imágenes de la jornada. Encular a Fernanda ante Francisca; follar a esta en un sucio callejón, a pesar de que podían descubrirnos. Ella con la faldita arriba, sentada sobre mi pene, montándome profundamente. Todas las guarradas que me estaba diciendo mientras le daba caña desde atrás. Con eso sería suficiente, y ya llevaba demasiadas horas aguantándome.

Cuando me corrí al interior de mi hermana mayor, ni siquiera se lo hice saber. Sus piernas temblaron y sus ojos quedaron en blanco mientras le regalaba mi semilla. No sé cuántos chorros lancé al interior de su vagina, pero fue extraordinario.

Disfrutamos del resto de la película tranquilamente, tomados de la mano, mientras un chorrito de lefa bajaba por uno de sus muslos…

Se preguntarán, quizás, si ella o yo estábamos preocupados por algún potencial embarazo no deseado, que podría o no llevar a algún problema mayor, dado que somos hermanos. La verdad, no. El estar juntos era ya un riesgo mayor, por lo que vivíamos con el peligro a diario, y nos encantaba. Además, las píldoras anticonceptivas que ella usaba eran sumamente efectivas, y ella llevaba buen conteo de su calendario. En fin, quería dejar eso en claro, pues pensaba en ello mientras conducía al restaurant japonés mientras ella me miraba como en una ensoñación, como si no existiera nadie más que yo para ella. Y honestamente, era lo mismo en mi caso. Si bien follaba con Fernanda, Paloma o mamá, mis ojos, mi corazón y mi mente se dirigían siempre hacia mi hermana mayor. Así había sido siempre, y no tenía intenciones de cambiar.

Nuestra aventura no había terminado, aún teníamos líbido en exceso, y deseábamos que nuestra primera cita, celebrando nuestro cumplemés, fuera inolvidable. Y nada era mejor para nosotros para celebrar, que devorarnos mutuamente con la mirada cada dos por tres. Nuestra mesa estaba en un rincón del elegante y bien decorado restaurante japonés, pero poco tiempo tuvimos para apreciar su diseño y estructura, cuando estábamos tan ocupados buscando alguna manera de seguir compartiendo fluidos de la manera más animal posible, sin ser descubiertos. No necesitábamos decirlo con palabras, pues nuestros ojos lo gritaban.

Pedimos sushi, claro. Distintas piezas con distintos sabores, así como dos refrescos de fruta. Mientras esperábamos nuestro pedido, Francisca decidió que lo mejor para encender los motores era tocarme la polla con su pie por debajo de la mesa, aprovechando el largo mantel con el que ésta contaba. Me cubrí también con la tela y fui más allá, bajándome la cremallera y sacando a mi pene, nuevamente erecto, de su prisión, para facilitarle la tarea. Descubrí que Francisca era una muy buena y rápida aprendiz. Velozmente estaba mejorando su eficiencia sexual, ¡masturbándome con los dedos de ambos pies! De más está decir que yo estaba en el paraíso.

—Dioses, Fran… de haber sabido, mejor hubiera sido reservar una habitación de hotel. Tengo muchísimas ganas de follarte.

—En condiciones normales te diría que es cierto, que debimos ir a un hotel, pero la comida aquí es buenísima, y honestamente, me has convertido en tal grado de ninfómana, que no me importaría que me levantaras la faldita aquí mismo y me follaras el ojete —confesó Francisca, ruborizada, pero salida como nunca la había visto.

Justo en ese momento llegó la comida, e intentamos disfrutar de los platos. Ciertamente eran muy buenos, y comimos casualmente, dedicándonos palabras románticas y diciéndonos cuánto nos deseábamos el uno al otro.

Francisca dejó caer uno de sus palillos, que evidentemente, no hizo ruido. Luego, esperó a que todo el mundo estuviera mirando a otro lado para agacharse y meterse debajo de la mesa.

—Como dije, la comida aquí es deliciosa —me susurró, desde abajo. Por quince de los segundos más fantásticos de mi vida, mi hermana mayor me mamó la polla con destreza, una habilidad impropia de alguien que no fuera una MILF, saboreando cada milímetro de mi verga, lamiendo y chupando con hambre lo que yo tenía por ofrecerme.

—Fran… hmmm.

—Es lo más rico que existe, tu pene es un elixir divino para mí, bebé.

Cuando salió de debajo de la mesa, me susurró al oído que no podía aguantarse. Me dijo que se dirigía al lavabo, y que me avisaría por mensaje al teléfono cuando estuviera libre el camino al baño de damas. Para que no fuera sospechoso, no íbamos a poder tener mucho tiempo, pero ciertamente no podía aguantar más, y ni ella ni yo resistiríamos mucho antes de tener un orgasmo monumental. Acepté con gusto.

Seguí comiendo hasta que recibí un mensaje de ella, cinco minutos después. Me puse de pie fingiendo que debía ir al lavabo también, con todo y los gestos faciales y corporales requeridos para anunciarlo. Tal vez fue innecesario, toda la gente estaba en su propio mundo, pero era mejor prevenir que lamentar.

Confiando en mi hermana, entré a los baños y ella estaba justo allí esperándome de pie, tocándose el coño. Me tomó de la camisa y me arrastró a uno de los cubículos. Me bajé los pantalones y me senté en el lavabo, mientras ella me abrazaba, me besaba con furia animal, y se dejaba caer sobre mí.

—¡Fóllame con fuerza, Fel!

—Te voy a dar caña hasta que no puedas ni ponerte de pie.

Fue rápido, potente, y lleno de fluidos por todos lados. No podría describir el evento en sí, más allá de que ella me montaba rápidamente, completamente pegada a mí, hasta que yo me puse de pie y la follé contra uno de los muros del cubículo. No estuvimos más que un par de minutos, pero fue el tiempo suficiente para que, primero ella, se corriera con fuerza, aunque esta vez yo no dejé de penetrarla ni un segundo.

—Ahhh, ahhhh, ahhhh, F-Fran… mmmmm.

—¿Acabas, cielo? Ahhhh, ahhhh.

—Sí.

—¿Qué parte de mí quieres usar para depositar tu lefa, cariño? —me preguntó, completamente sumisa, feliz de complacerme con su cuerpo, mientras se separaba de mí y se arrodillaba ante mi polla con la lengua afuera y sus dorados ojos soñadores.

—Tu cara y tu boca.

—Tus deseos son órdenes —me dijo, y luego miró cómo me masturbaba, expectante, casi como si también estuviera enamorada de mi verga—. ¡Venga, dame tu lefa, bebé! Alimenta a tu hembra, mi amor, dale toda tu leche caliente, rica, abundante, espesa, blanca y deliciosa.

—Ahhhh, ya vieneeeee…

—¡Dámela toda, cariño! ¡Córrete en mi carita de putita y deja que me beba todo lo que tienen tus bolas, que me muero por tragar tu lefa! ¡Soy toda tuya, márcame como tu hembra con tu semen! ¡Alimenta a tu perrita cachonda!

Tanta guarrería dio sus frutos. A pesar de haber eyaculado una hora antes, no fue poco lo que arrojé a la lengua, la garganta, y el rostro de mi hermana mayor, sino que todo lo contrario.

Ella lo saboreó y recogió lo que tenía en la cara para también comérselo todo. La cita había culminado con un broche de oro, tal como un par de cachondos como nosotros merecíamos.

Primero volví yo a la mesa. Cinco minutos después, ella hizo lo propio. Sentimos algunas risas por lo bajo, miradas perversas, pero a ella no pareció importarle, y a mí se me hinchó el pecho de orgullo. Esa mujer era completamente mía.

Volvimos a follar esa noche, al llegar a casa, esta vez entre las sábanas. Fue mucho menos lujurioso y animal, sino que fue romántico, dulce.

—Te amo, Fel.

—Y yo a ti, Fran.