Todo en Familia (15)
Mi prima Paloma me invita a una cena donde ella es el plato principal para 8 hombres. Además, el capítulo incluye un pequeño cameo de un personaje de otra obra...
Capítulo 15: Mi prima Paloma - Festín en el colegio
Era un nuevo y hermoso día. Abrí los ojos, bostecé, me erguí y miré a la gran ventana por donde entraba la luz del nuevo día sobre la habitación de mi madre. Ella estaba acostada a mi derecha, era sábado y no debía ir a la oficina. A mi izquierda estaba Fernanda, que nunca parecía una diablita cuando dormía. Esa noche me había tocado dormir con ambas, además de que Francisca necesitaba estudiar para un exámen, aunque de igual manera se había quejado un poco. Tuve que follarla unos minutos antes de irnos a dormir, mientras leía unos libros, para que estuviera tranquila y satisfecha.
Dejé a Fernanda y mamá durmiendo mientras me dirigía a la cocina. Francisca ya se había ido a la universidad. Dejé agua en el hervidor eléctrico, saqué mi café favorito y me preparé unas tostadas. Después de tener todo listo me senté a la mesa de la cocina, y escuché unos pasos en el piso superior. Mi hermana menor bajó las escaleras y sin decir palabra alguna se puso de rodillas y gateó debajo de la mesa.
Yo tampoco dije nada. Sabía lo que iba a ocurrir, así que, para facilitarle el trabajo a Fernanda, me bajé los pantalones y seguí tomando mi café y comiendo mis tostadas. Mi hermana gateó hasta que se colocó entre mis piernas, me tomó la polla, la meneó un rato hasta que no se pudo aguantar y la introdujo al fondo de su garganta.
A esas alturas, yo ya sabía que era uno de los tipos más suertudos del mundo. No le pedía ni exigía a mi quinceañera hermana que me chupara la polla cada mañana, ella lo hacía sencillamente porque se le dificultaba empezar el día sin hacerlo, parecía obsesionada, incluso si después en la escuela se follaba a medio mundo.
—Feña, ¿no prefieres que me vaya a duchar primero? —le pregunté.
—¡Me encanta cómo sabe por las mañanas! Hermanote, tu gran pene es mi favorito, me fascina su olor y sabor en cualquier momento del día. ¿Cuándo lo vas a entender? —me dijo antes de retomar su faena, comiendo, lamiendo y chupando mi miembro como una puta viciosa.
Mamá bajó después. Me dio un beso en la mejilla, me lamió un rato el lóbulo de la oreja (lo que me ponía como una moto) y me entregó mi teléfono celular.
—Tienes un mensaje, cariño.
Luego se arrodilló bajo la mesa y compartió mi polla con su hija menor. Dos mujeres estaban tomando turnos para realizarme sexo oral mientras yo tomaba mi desayuno. Estaba en el cielo. Pensando en ello, revisé mi teléfono. Era un mensaje de Paloma:
—
Primo, cómo estás?
Le escribí para responderle mientras sentía mi excitación subir. Mamá y Fernanda estaban haciendo maravillas debajo de la mesa, completamente entregadas a mí. A darme placer.
—
Hola Paloma, bien y tú?
Me respondió en seguida, pues estaba en línea.
—
Muy bien, desperté muy cachonda hoy jaja, espero que tú también.
—
Sí, de hecho mamá y Fer me están chupando la polla ahora :O
—
Jajaja cuánto has crecido primo, me alegro. Oye te escribo para invitarte a la escuela hoy a la noche. Tengo una suerte de “fiesta”
—¿Fiesta? ¿En lascuela?
—Sí, me ascendieron a jefa del departamento de historia y quiero celebrarlo!! Habrá algunos profes ahí, un par de personas importantes también, y quiero que estés ahí apoyándome.
—Dame unsegndo Paloma voy a corrme.
—Jaja así veo por como escribes. Mándame una foto de tus putitas con la cara llena de leche!!!
Así lo hice. Sin poder aguantar más liberé toda mi lefa en la carita y la boquita de mi hermana menor, y un poco salpicó también en el rostro de mi madre, que me sonrió con lascivia, como si le hubiera dado un premio. Les dije que Paloma quería una foto, y ambas chicas posaron con sus gestos más viciosos, sonriendo y con la lengua afuera repleta de semen que goteaba hacia abajo, mientras yo la enviaba a mi prima.
—Mmmmm que ricoooo, ya quiero yo tambieeeen. Voy a estar muy cachonda a la noche.
—Prima, qué clase de fiesta es? jaja
—Un festín donde yo soy el plato principal. No llegues tarde.
Francisca no se tomó muy bien que pasara la noche afuera con mi prima y quién sabe quién más, pero mamá la convenció de que no me pusiera trabas pues “un hombre joven como tu hermano necesita todo el sexo que pueda recibir y tú tienes que estudiar esta noche”. Me gusta mucho que mi mamá me apoyara así, pero me fascinaba aún más ver a mi amada hermana mayor celosa por mí. Era absolutamente fiel y pensaba premiarle eso apenas pudiera. Fernanda, por su parte, tampoco iba a llegar esa noche pues le tocaba bailar en el club nocturno, donde ganaba tanta pasta que ya no sabía en qué gastarla.
Llegué al colegio donde enseñaba Paloma (uno diferente y más lejano que las escuelas de Rocío y de Fernanda), pasadas las siete y media, aunque el “festín” comenzaba media hora después. El guardia me preguntó si venía a la fiesta, y si era así, que mencionara “el plato de hoy” como santo y seña. “Paloma Ochoa”, contesté sin pensarlo demasiado, y con una sonrisa cómplice, el guardia me dejó entrar y me indicó donde estaba el salón donde debía dirigirme, pues yo nunca había ido a esa escuela.
El salón en cuestión estaba en el segundo piso, que tenía algunas farolas encendidas. Entré a la sala que rezaba “Administración”, y me encontré con siete hombres más en su interior, sentados alrededor de una gran mesa rectangular llena de aperitivos de todo tipo.
—¿Sí? —preguntó el que estaba a la cabeza, un hombre voluminoso con bigote profuso, vestido de traje, que parecía muy importante, dada la calidad de su ropa, su reloj y sus anillos. De hecho, me daba la extraña impresión de haberlo visto en la televisión alguna vez.
—¿Hola? Vengo… eh… —¿A qué diablos venía? ¿A ver mi a prima para quizás follarla? ¿Tal vez me había equivocado de salón?
—No te pongas pesado, Alonso, es obvio que viene a “comer” jaja, sino no habría pasado al guardia jajaja —dijo un hombre a la derecha, vestido también de traje, más menudo y delgado, pero que emanaba carisma y confianza por sus poros.
—Sí, lo conozco, dejen que pase —dijo otro a la izquierda, sonriente y de voz grave. Era maduro, de piel morena, cabello negro y ojos cafés. Él decía conocerme. ¿De dónde diablos lo conocía? Me sonaba de alguna parte, pero no lograba entender de dónde.
—Bienvenido, joven —me saludó un hombre con apariencia vikinga a la derecha del Juez, cuarentón, voluminoso, e profusa barba, risueño y con voz como trueno, muy bien vestido—. ¿Cómo se llama?
—Felipe Alvez. Un gusto.
En cualquier caso, entré, sentándome en la única silla vacía, junto al hombre menudo. Éste me dijo que comiera con confianza mientras esperaba el “plato principal”, y me presentó a las personas alrededor, que en general fueron bastante cordiales conmigo. Al parecer, todos habían llegado hace poco.
El que estaba a la cabecera era don Alonso Benítez, un jodido Juez del Tribunal local, por eso debo haberlo visto alguna vez en la televisión. A su derecha, el “vikingo de voz gruesa” era don Samuel Erikson, el director de la escuela. A la izquierda del juez estaba el Orientador del colegio, don Vicente Valverde, un viejito simpático como de unos setenta por cuya salud cardíaca yo temí, si iba a pasar lo que creí que iba a pasar.
A la derecha del director estaba el que me presentaba a todo el mundo; su nombre era Javier Araya y era profesor de anatomía. En frente de nosotros estaba el moreno que decía conocerme, y cuando me dijeron su nombre se me cayó el mundo. Era Pablo Ochoa, ¡el padre de Paloma y primer esposo de mi tía Julia! No lo veía hace más de una década, y nunca había sido un padre muy presente ni responsable con su hija, ¿qué rayos hacía ahí?
A la izquierda de él se encontraba un profesor de economía que había llegado de Inglaterra recientemente, llamado Andrew White, un tipo con apariencia perfecta de académico inglés culto y respetable, con gafas redondas, silencioso, y un reloj de bolsillo que miraba constantemente. Finalmente, opuesto a don Alonso se encontraba un hombretón gigantesco, calvo y de brazos como robles llamado Miguel Hernández, profesor de gimnasia, y hermano de uno de los profesores de Rocío de quien, como los lectores recordarán, nos hablaron tanto ella como Paloma cuando interrumpieron mi historia con sus memorias.
Con la mayoría de ellos hablé, y me sentí cómodo mientras comía y bebía. Decidí no mentir y les dije que era el primo de Paloma, y a nadie pareció sorprenderle, como esperaba. Solo el profesor White se mantenía silencioso, y el Juez Benítez no me dirigía mucho la palabra. En eso, llegaron las ocho de la noche y el director Erikson se puso de pie para abrir la puerta.
—Uno, dos, tres… ¡ocho! Digno de Ochoa, jaja. Bienvenidos, chicos hermosos —nos saludó una voz desde la puerta. El profesor Javier silbó cuando el director le dio el pase a mi prima Paloma, que entró a la sala pavoneando sus curvas.
Tenía el largo cabello completamente rojo ahora, y del mismo color eran sus labios de rubíes. Lucía zapatos de tacón muy alto de color negro, medias café de encaje que alcanzaban sus muslos, una ajustadísima minifalda negra que apenas dejaba algo a la imaginación, y un corpiño de tipo bralette del mismo tono oscuro. Mi prima entró meneándose y repartió besos con la mano a todos los presentes mientras sonreía, sumamente feliz.
—Vaya, vaya, ¿esta es la golfa nueva que contrataste, Samuel?
—Sí, Alonso. Es una excelente profesora de historia, aunque perfectamente podría enseñar anatomía también —dijo el director, dándole una fuerte nalgada a mi prima con su enorme mano que la hizo saltar de júbilo y excitación.
—¡Eh, que esa es mi área! —exclamó risueño el profesor Araya, empalmadísimo, tocándose por encima del pantalón mientras veía a mi prima pavonearse ante todos, destacando sus increíbles curvas con cada movimiento.
—Por favor, Javier, tú solo enseñas eso para poner cachondas a tus alumnas —le dijo el profesor Hernández, y se río junto con el aludido, que le respondió apropiadamente:
—Lo mismo que tú y tu hermano llevan haciendo por años, a lo largo y ancho de todas las escuelas del país, jaja.
—Señor juez, señor director, señor orientador, señores profesores y mis dos invitados especiales. ¡Bienvenidos a mi fiesta! —anunció Paloma, con la cara llena de lujuria—. Durante esta noche quiero celebrar mi ascenso a lo grande, y por lo tanto, quiero que me folléis todos cuánto quieran, cómo quieran, todas las veces que deseen por cualquiera de mis agujeros. Estoy completamente limpia, abierta y preparada para que me hagáis todo, absolutamente todo lo que imaginen por hacer a una guarra como yo. ¡Espero que estéis preparados para follarme como me merezco!
Paloma subió a la mesa y gateó a lo largo de la misma, acercándose al Juez del Tribunal. En su camino, me guiñó un ojo y yo me puse a mil. En realidad, estábamos todos babeando por ella. Era primera vez que yo participaba de un evento como este. Había escuchado de ellos, claro, pero jamás pensé que sería parte.
Paloma se sentó en la mesa, frente al juez, y se abrió de piernas. Dado cómo el juez Benítez se lanzó a comerle el chocho, ante los vítores de los presentes, comprendí que, por supuesto, mi prima no llevaba ropa interior.
—Mmmmm, mmmm, su lengua es tan habilidosa como me dijeron, señor, mmmmm, ay su bigote en mi vulva me encantaaaaaaa —gimió Paloma, arqueándose hacia atrás, dejándose llevar por el placer. Yo no sabía si mentía o no, pero quizás la verdad no importaba mucho en ese momento.
—Me dijeron que eres la nueva jefa de Historia, ¡te voy a premiar con mi verga! —exclamó el juez, irguiéndose y bajándose la bragueta para penetrar a mi prima en la posición que estaba.
—¡Claro que sí! ¡Venga, penétreme! ¡Hmmmmmmmmmm, oh síiiiiii, señor jueeeeeez! —gritó Paloma, mientras le juez le follaba rápidamente, como un conejo, sobándole las tetas por sobre el corpiño, sudando copiosamente.
—¡Ohhh, que buen coño, es maravilosooooo!
—¡Lo es, lo es! Ahhhh, síiii, su verga es enorme, como corresponde a alguien de su valor, señor juez, aaaaaaamo esta vergaaaaaaa…
—¡Toma, toma, toma!
—¡Espere, espere, no se corra aún que la noche es larga! —advirtió ella, que siendo una experta, debió haber presentido que el juez bigotón estaba cerca—. ¿Dónde está mi director favorito?
Paloma se bajó de la mesa y puso las manos sobre ésta, levantándose la minifalda a la altura de la cintura y poniendo el culo en pompa. El director Erikson, que había estado todavía mirando todo desde la puerta, corrió como el vikingo que era y se puso detrás de ella. Pude ver su enorme sonrisa de excitación detrás de su animalesca barba.
—Dijiste cualquier agujero, ¿no, marrana?
—¡Desde luego, como me lo hace cada mañana, señor Director! —dijo ella, sonriéndole con complicidad. Samuel Erikson era su jefe, quien la había ascendido a jefa del departamento cuando ella no llevaba ni medio año enseñando, era obvio que tenían una “buena relación”—. ¡Venga, elija un agujero y pa’ dentro!
—Como quieras, puerca. ¡Oh, qué apretado está tu ano hoy, qué ricooo!
—Ahhh, lo está metiendo en mis entrañas, señor Director, qué buenooooo, hhhhhmmmmm.
—¡Eres una cerda! ¡Puerca! ¡Furcia! —gritó Samuel Erikson, dándole de nalgadas a su profesora estrella, mientras mi prima gemía de gusto y los demás presentes nos masturbábamos ante la escena. Yo no podría haber aguantado más, de todos modos.
Paloma podía vernos perfectamente a todos desde su posición, enculada por el director de su escuela. Nos dedicaba miradas furtivas, apasionadas, lascivas a cada uno de nosotros, incluyéndome, deleitándonos y poniéndonos calientes incluso cuando no la estábamos ni tocando. Miré de reojo y vi que su padre, Pablo Ochoa, también se la estaba cascando. ¿Sería que la capacidad incestuosa de mi prima no solo alcanzaba a su madre y su media-hermana? Mi cara de asombro llamó la atención del profesor Javier, a mi lado.
—Dime que te la follas también a diario, jaja
—¿A diario? No… pero, eh, ¿frecuentemente?
—Ya veo. Acá es la favorita de nosotros los profesores, y entre nos, gran parte del alumnado también jaja. Miguel siempre le da caña durante las mañanas en las duchas, yo me la llevo a mi salón durante los descansos, y que el británico no te engañe, que por lo que sé, se pone como bestia cuando coge.
El aludido profesor de gimnasia se subió a la mesa y avanzó hacia Paloma, que lo esperó con la boca abierta y la lengua afuera, sabiendo lo que ocurriría. El gigantón profesor Miguel se arrodilló sobre la mesa e introdujo su verga (que era, como yo supuse, un verdadero atentado contra la naturaleza de lo grande que era) en la garganta de mi prima. Le puso las manos sobre la cabeza y comenzó a literalmente follarle la boca.
—Agh, aghhghha, ahhh —era todo lo que conseguía gemir mi prima.
—¿Te gusta esto, Palomita? ¿Una polla en la boca y otra en el culo?
Paloma dejó de mamarle solo lo suficiente para responderle:
—Oh, síiii, Migueeel, lo mismo que tu hermano me hacía cuando yo era adolescente, su polla no tiene nada que envidiarle a la tuyaaaa, ahhgg, aggag, ahh
—Lo sé, Palomita, y por cierto, él y yo te invitamos este sábado, ¿ok? Te vamos a dar caña los dos todo el fin de semana.
—S-sí, me encantaríaaaaaa.
—¡Qué ojete más apretado tienes, furcia! Y no te olvides de mi invitación tampoco, ¿eh, cerda? Tú, Leona y Cleo tienen que ir a mi casa la noche del martes, ¿¡oíste, puerca!? —le gritó el director, siguiendo con la enculada, refiriéndose a las dos sensuales amigas de la infancia de Paloma que también eran profesoras en esa escuela, una de las cuales yo me follé una vez, como probablemente recordarán.
—Sí, sí, síiiiiii, para la siguiente fiesta vendré con ambaaaas. ¡¡¡Ohhh, me he corrido!!!
Paloma recuperó el aliento y se separó del director y el profesor de gimnasia, que parecían satisfechos con haber causado un orgasmo en la profesora. Ahora, ésta se dirigió al anciano don Vicente, se arrodilló entre sus piernas y le bajó la cremallera. Todos nos pusimos de pie y nos acercamos, polla en mano, para ver mejor la escena… y quizás para prevenir que al viejo le diera algo con tanta aceleración.
Sin embargo, el orientador del colegio tenía una polla vigorosa, de buen tamaño y todavía algo venosa, a pesar de lo que su edad, su sonrisa calma y su sabio indicaban.
—Es su turno. ¡Pero qué pollón, señor orientador! ¿Puedo metérmelo a mi boquita?
—Sí, señorita Ochoa, por favor.
—¡Me lo voy a comer todo! —exclamó Paloma, antes de meterse el rabo del orientador al fondo de su garganta y comenzar a chuparlo. El viejo empezó en seguida a gemir, casi en silencio, acariciando el cabello de mi prima, que parecía deleitada y no paraba de mamar.
El juez Benítez acercó la polla de nuevo a Paloma y comenzó darle “bofetadas” con ésta a sus mejillas. Al otro lado, el profesor Javier hizo lo mismo, siempre riendo. Paloma estaba complacida con ello, dado lo ruborizada que estaba y su maravillosa sonrisa.
—Mmmm, ¡qué ganosos están! ¡Sus cipotes huelen tan bien! ¿Quieren que se los coma?
—Desde luego, eres una golfa de primera, digna de alguien de mi rango.
—Jajaja, obvio que sí, además que, si no lo haces, a don Vicente le va a dar un no-sé-qué.
—Nada de eso, aquí deben aprender a compartir, que para eso estamos en una escuela —dijo Paloma, sonriente, y se puso de pie, poniendo las piernas a ambos lados de las de don Vicente—. ¿Le apetece alguno de mis agujeros, señor orientador?
—Sí, señorita Ochoa…, su vagina.
—Mi almeja es toda suya, don Vicente —dijo Paloma, acomodándose el pene del orientador y deslizándolo al interior de su chocho. Luego le sonrió a los otros dos que le abofeteaban con sus miembros—. Ahora sí, denmelas para que las pueda complacer. ¡Uno a la vez, chicos!
Paloma se veía excepcionalmente sexy así. Montaba la verga de un vejestorio sin ningún pudor, dando saltos rápidos y perversos mientras el orientador se dejaba llevar. El Juez Alonso Benítez y el profesor Javier Araya recibían lametones y chupadas de parte de Paloma, que se turnaba para menear una y la otra mientras chupaba la que no tenía en la mano. Era una verdadera experta, tal como cuando me enseñaba a mí a follar. Por cierto, yo no sabía cuánto aguantaría.
—Siento como se le hincha la polla, don Vicente… ¿Quiere correrse?
—Sí, señorita Ochoa, sí…
—¿Quiere echar su esperma al interior de mi chochito?
—Sí…
—Venga, hágalo, lléneme entera de su esperma. ¡Hmmmmmmmmm, oh síiiiiiiii! —gimió ella, al mismo tiempo que él suspiraba y vaciaba sus bolas dentro de ella—. Está muy caliente, muy espesa, ¡es muchísima, me fascina! Mmmmmmm… ¿Ahora de quién es el turno?
Paloma clavó su mirada en mis ojos. Sus ojazos de chocolate que tanto me habían enseñado. Me sonrió perversamente, subió de un salto a la mesa, se quitó el corpiño, lo arrojó al piso, se sentó con las piernas abiertas y me llamó con un dedo.
—¿Sabes, primo? No me molesta que estés con Francisca… ¡pero me has dejado mucho tiempo de lado! Si no te invitaba, ¿qué iba a hacer sin tu polla? —me preguntó, mientras los demás cuchicheaban entre sí, divertidos.
—Sí, lo sé. Perdona.
—¿Y si me das algo para que te perdone?
Comprendí. Quería que le demostrara que había aprendido bien de ella. Me subí a la mesa, la agarré del cuello (lo que ella me devolvió con una sonrisa erótica y súper picante) y le besé con toda mi pasión. Esa había sido mi primera lección, hacía varios años.
Al mismo tiempo, le agarré agresivamente las tetas y las meneé de un lado a otro, de arriba a abajo, con fuerza, pellizcando sus pezones mientras le introducía mi lengua hasta su garganta. Ella tenía los ojos fuera de sus órbitas, y me apartó para poder tomar aire.
—Ay, mi alumnito preferido, hmmmmm, tu beso me dejó toda cachonda, ya eres todo un hombre, ¿eh, primo? Mira, prueba lo mojada que me tienes —me dijo, abriéndose más de piernas.
Yo entendí, me incliné y metí mi lengua esta vez en su coño, intercambio lametones y chupadas tanto en su orificio vaginal como en su clítoris, tal como ella me había enseñado también. Los hombres a mi alrededor vitoreaban. “Haz que se corra la puerca”. “Mira la muy golfa cómo saca la lengua de placer”. “Esta zorrita solo vive de pollas, ¡qué puta!”. Yo nunca había follado con hombres alrededor, y menos que me estuvieran animando, pero eso me puso un poco más animal con mi lengua.
—Ohhhhh, ohm, mmmmmm, mmmmmmmmmm, ay primo, eres maravilloso, voy a echar mis jugos en toda tu boca.
—Hazlo, córrete como la puta que eres —me atreví a decirle.
—Te eduqué muy bien, cariño… ¡Oiga, profesor White! ¡Aún no prueba la mercancía, venga, use mi lengua como guste!
El profesor extranjero se puso de pie y, en completo silencio, se bajó la bragueta. Su pene era larguísimo, tanto que a Paloma solo le bastó contorsionarse hacia atrás para poder tomarlo con su boca y meterlo en su garganta, sin dejar de recibir su comida de coño de mi parte.
De pronto, Paloma liberó un gran chorro de fluidos directamente en mi cara, e hice todo lo posible para tragarme todo. Honestamente, sabía delicioso.
Sin embargo, eso pareció afectar también al profesor Andrew White, no sé como, pero comenzó a babear… a gruñir. ¡Era como un animal que penetraba la boca de mi prima!
—Ahhhh, ghhhh, profesor Whiteahhhhh
—Grrr, grrrrrr, mmm, grrr.
Ella no dejaba de gemir y liberar fluidos ante la follada craneal. El profesor de economía se movía como un perro en celo, con las piernas dobladas y la espalda arqueada mientras gemía y se follaba la garganta de mi prima, que parecía estar en el cielo.
—¡Úsenme, úsenme más! —gritaba Paloma, mientras babeaba como loca.
Me coloqué entre sus piernas y al fin pude penetrarla, lo hice de un tirón, como sabía que le gustaba. Dioses, ¡qué bien se sentía! Todos los coños eran distintos, pero este era especial para mí, pues había sido el primero que yo me había follado.
Al mismo tiempo, el director Erikson se subió a la mesa y se sentó en el estómago de mi prima, colocando su vergota entre sus senos.
—¿Te puedo usar las tetas, marrana?
—¡¡Úselas todo lo que quiera, señor Director!! No soy muy grandes, pero puede hacerles lo que quiera… ¡Oh, profesor White!, ¿está…? Ohhhhhh —De la comisura de los labios de mi prima comenzó a surgir un líquido espeso y blanco, y comprendimos que el británico se estaba corriendo en la garganta de Paloma.
—Arrrghhhhhhh, aghhhhh.
—¡Profesor White, me ahogo con su esperma, mmmmmmmm, qué delicia!
A pesar de que lo que yo tenía en frente era la espalda vikinga del director que le hacía una rusa a mi prima, igual estaba disfrutando muchísimo follarle el coño. Como siempre, se sentía espectacular, pero me excitaba mucho más el hecho de que ella se estaba entregando completamente a una multitud de hombres.
—¡Eres toda una puta, prima! —le grité.
—Sí, lo soy, lo sooooy… Mmmmm, necesito una más. No, ¡dos más! Quiero una en la boca, y mi culo necesita otra pene también por favooooor. ¡Penes! ¡Denme los penes que necesitoooo!
—Ya probé su coño, creo que me toca probar su culo, ¡a un lado todos! —ordenó el juez Benítez.
—N-no, nada de eso, señor Juez, soy una puta para todos, como dijo mi primo… ¡cómpartanme entre todos, úsenme como quieras! ¡No estaré completa si no usan todos mis agujeros!
Nos ordenamos como pudimos para que tuvieramos cada uno nuestra chance. Los cinco que ya la habíamos follado y no nos habíamos corrido ocupamos nuestros lugares. Me senté en una silla y Paloma se sentó sobre mí, introduciéndose mi pene en su vagina, hasta el fondo, lo que causó que se corriera casi de inmediato. De rodillas sobre la mesa, con la polla a la altura de sus senos, el vikingo Director Erikson le pidió que continuara con su rusa, lo que ella aprobó con gusto, moviendo ambos senos a la vez para abrazar su vergota.
Detrás de Paloma se ubicó el juez del Tribunal, que la penetró sin piedad por el ojete. Junto al director, pero de pie, estaba el profesor Hernández, a quien Paloma no tardo en comerle el rabo, como si hubiera sido atraída hacia él por arte de magia. El profesor de gimnasia la tomó de la cabeza y comenzó a follarle duramente la garganta, lo que parecía encantarle.
—¡Tengo una polla en la boca, mmmmmmmmmmmmmmm! —dijo, con el pene de Hernández en la garganta, a duras penas—. El de mi primito en mi conejo, la verga grande y dura del juez en mi culito, y el pedazo de polla de mi jefe entre mis tetas, ¡es el mejor día de mi vida!
—Oye, ¿no te olvidas de mí? Jaja —rio Javier Araya, tratando de buscar un lugar.
—Mmmmm, oh, profesor no me olvido de usteeeeed, mmmmm, no puedo masturbarlo, porque mis manos están en mis tetas para hacer una rusaaaa, mmmmm. P-pero le apetece usar mi cabello para hacerse una paja? —dijo mi prima, completamente salida.
—¡No faltaba más, jaja!
El profesor Javier tomó el largo cabello rojo de Paloma con la mano y lo ató a su propia polla, y así empezó a masturbarse mientras ella era atravesada por cinco penes. Cerca de nosotros, como un animal, el profesor White volvía a masturbarse salvajemente ante la escena, y el viejo profesor Vicente también se estaba tocando ante nosotros, recuperando vigor.
—¡Jajaj, eres una puta muy sucia, estás loca!
—¡Sí, lo soy, profesor Araya, siga masturbándose, hasta el último de mis cabellos es para su uso personal! ¡Eche su leche en todo mi cabello!
—¡Puerca, marrana, zorra, tus tetas no sirven para nada más que complacer hombres!
—¡Síiii, señor Director, soy una cerda que solo sirve para complacer pollas, y me fascinaaaaa!
—¿Qué te parece mi pollón en tu culo, chica? Apuesto que nunca habías tenido nada igual.
—¡Es un honor tener el pene de un juez como usted en mi ano, me siento muy complacida de que mi ojete le pueda servir, mi señooooooor! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡Me corro!
—Nosotros también estamos cerca de corrernos, Palomita, quiero que te atragantes con mi lefa, sigue lamiendo la cabeza de mi pene, ohhhh.
—Así será, profesor Hernández, quiero ahogarme con su leche, de seguro es tan sabrosa como la de su hermano, ¡quiero toda la esperma de todos ustedes en mi cuerpo y al fondo de mi garganta!
—¿Haces esto con todos tus alumnos también, prima?
—Sí, el director me dio una sala especial para llevarme a mis alumnos que se lo mereceeeen, ahhhh, ¡los chicos me follan a diario y me encanta! ¡¡¡Mmmmm, me corro otra veeeeez!!!
Nosotros también, y se lo hicimos notar. Pero había un evento especial. El padre de Paloma, el señor Pablo Ochoa, tomó una gran copa que no se había usado, de una esquina de la mesa. Por primera vez se acercó a nosotros, sin dejar de cascársela, y se la entregó al juez. Éste comprendió de inmediato, y apartándose del culo de Paloma, se masturbó hasta lanzar un potente chorro de esperma al interior de la copa. Cuando quedó satisfecho, se la pasó al que estaba más cerca, el profesor Araya, que junto con el director derramaron su semen juntos en la copa.
El siguiente en llenar el cáliz fue el profesor Miguel Hernández, pero mientras se masturbaba y yo seguía follándola por el coño, el padre de Paloma se acercó por atrás, ocupando la posición que antes había tenido el juez.
—Ohhh, papá, ¿vas a encular a tu hijita adorada? —preguntó Paloma, traviesamente, mientras se inclinaba para besarme el cuello.
—Ya era hora, ¿no? ¿Hace cuánto que no te uso? —preguntó él a su vez.
—Mmm, como hace tres semanas, cuando me usaste el coño en el bus.
—Ah, cierto, sí… Aquí voy, hija.
—Primo, no pongas esa cara, jiji —me dijo, notando mi rostro de desconcierto—. Es cierto que este hombre no ha sido el padre más presente, pero como amante no hay nada igual, y nos reconciliamos hace un par de meses… ¡Lo primero que hicimos fue follar como conejos! Pero mamá y Rocío no saben nada, ¿eh? ¡No les digas nadaaaa!
—¡Eh, pásenle la copa a don Vicente, que se va a correr otra vez, jaja! —gritó alguien, mientras el papá de Paloma y yo la seguimos follando. Al parecer, don Vicente y el profesor White iban a lanzar su esperma también a la mezcla del cáliz.
—¡Y no despercie ni una gota, don Vicente, que me lo que quiero beber todo cuando mi papá y mi primo acaben también! Mmmmmm, ohhhhh, primo, tu profesora está notando cómo se hincha tu verga, ¿tan cachondo te pone ver a tu prima profesora ser enculada por su padre?
—Ahhhh, s-sí… sí, es muy hot.
—¡Venga! ¡Lanza tu leche espesa, blanca y caliente para que me lo pueda beber todoooo!
Me aparté de Paloma mientras ésta seguía enculada por su padre, gritando de placer. El profesor Javier me entregó el gran copón y noté que casi rebalsaba de semen. Era muchísimo. Lo tomé con la mano izquierda mientras me masturbaba con la derecha, hasta que al fin acabé en medio de unos gritos, haciendo todo lo posible por apuntar bien.
Lo conseguí, y la copa estaba completamente llena. Me acerqué con ella a Paloma, que mientras seguía follando en cuatro, sacó la lengua y me miró con ojos de ensoñación.
—¡Dame a beber, primo, soy una profesora hambrienta de lefa, no me aguanto más! ¡¡¡Ahhhhh!!!
—¡Eso guarra, bebételo todo!
—¡No desperdicies ni una gota, cerda!
—No lo haré, no podría desperdiciar este líquido de los dioses… Vamos, Fel, dámela, ¿qué esperas? ¡Y papá, tú hazlo en mi culo, quiero que me lo llenes de la misma esperma que me dio vida! —gritó Paloma, fuera de sí, mientras abría la boca, sacaba la lengua y decía “aaa”.
Derramé el contenido del copón en la lengua y la garganta de mi prima, que a los pocos segundos tembló, y se empezó a correr otra vez sobre la mesa, lanzando tres chorros de squirt como la ninfómana que era. Tragaba rápidamente, parecía presa de un sueño, quería beberlo todo aunque se ahogara.
—Yo también me corro, Paloma, ¡toma el semen de tu padre!
—Aghhhh, ahhhh, ¡mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmi culooooooooooooooo!
Después de que hubo bebido todo, Paloma cayó rendida sobre la mesa, y nosotros en nuestras respectivas sillas, sobre la mesa, o incluso en el suelo. Paloma se arrastró hacia mí con algunas dificultades y me susurró al oído mientras los demás recuperaban el aliento.
—¿Qué te pareció, primito? ¿No soy la mejor profesora del mundo?
—Sí… sí, lo eres. Y me alegro que tengas una relación con tu papá, apenas lo conocía.
—No es una relación, es puro sexo, aunque creo que Rocío tiene algo similar con su propio papá, ¿no sabías?
—N-no, no tenía idea —Pero la verdad, tampoco me sorprendía nada de las mujeres de mi familia a esas alturas. Mis hermanas también se habían follado a nuestro padre, después de todo—. Oye, lamento que lo de la playa saliera tan mal…
—No te disculpes, yo actué mal y debí aceptar lo tuyo y lo de mi prima. Ya iré a pedirle perdón un día de estos también, de la única forma que conozco, jiji. Pero sí te pido que no me dejes de lado, ¿ok? Como ves, necesito esperma constante.
Paloma se puso de pie y alzó su voz:
—Bueno, coman un poco, descansen, recuperen fuerzas, que esto no ha acabado. ¡La noche es muy larga, y quiero mucha verga, mucho sexo, y mucha leche! ¡No me defrauden!