Todo en Familia (14)
Mis hermanas y yo llevamos a cabo un plan para arruinar la vida del malnacido de nuestra padre, y su sexy secretaria.
Capítulo 14: Mi padre Fausto - La Venganza contra Papá
Sentí una familiar sensación en mi ingle, la de la saliva haciendo contacto con mi hombría. Abrí los ojos después de una larga y maravillosa noche, y encontré el rostro y los ojos dorados de mi hermana mayor, con su boca rodeando mi polla. Como siempre, sonreía mientras me hacía sexo oral y se tocaba la entrepierna.
—¿Despertaste bien?
—¿Cómo no despertar bien así?
—Lo imaginaba, ja, ja… Por cierto, no he tomado desayuno. ¿Podrías darme mi leche?
—Es toda tuya, mi amor.
Siguió chupándome la polla como si fuera una piruleta, recostada de lado junto a mí sobre mi cama. Noté que estaba completamente desnuda, su pijama estaba tirado sobre las sábanas, y parecía muy metida en su tarea. Chupaba, lamía, besaba sin parar, no se aburría, y diría que la calentaba más que cualquier otra cosa. Quise confirmar…
—¿Te gusta hacerme esto, hermana?
—Me encanta, me encanta mucho.
—Pero… aún no tomo una ducha. ¿No te molesta?
—¿Y qué? Me encanta el olor, el sabor, la textura y la forma de tu polla, Fel; me mojo entera cada vez que la veo, se me hizo agua la boca cuando desperté y la vi… De hecho, hermano, ¿me penetrarías, porfa? Ya me toca.
Sin esperar mi respuesta se acostó de lado, dándome la espalda y levantando el culito. En posición de cucharita apoyé mi falo en la entrada de su coño y lo deslicé en su interior. Entró fácilmente. Le agarré las tetas y comencé a follarla rápidamente.
—Ohhhh, hermana, ¿no lo habíamos hecho ayer antes de dormirnos?
—Sí, síiii, ¡necesito sexo a cada momento! Tu peneee, ahhh, ahhh, ahhhh, necesito tu pene en la mañana, en la tarde, ahhhh, en la noche, a toda horaaahhhhhh.
—Eres increíble, Fran. —Suavicé sus gemidos con un beso que ella me devolvió con amor, dulzura y pasión, como siempre. Tener sexo con mi hermana mayor era mejor que cualquier otra cosa. Estaba loco por ella.
La recosté de estómago y me monté encima de ella para continuar.
—Esto se siente taaaan bieeeen, ahhh… s-sigue así, no pares, dame duro, ahhh, ahhh… —Mi hermana sonreía, estaba ruborizada y babeaba sobre la almohada. Realmente le fascinaba tener sexo así.
—Goza, hermana… hmm…
Estuvimos así unos diez minutos más, hasta que sentí que mi corrida era inminente. Todas las mañanas, mi hermana me pedía semen para comenzar el día; según ella, era como su desayuno. Pero Francisca tenía un problema, y era que también le gustaba mucho cuando me corría en su interior, y eso generalmente la llevaba al orgasmo también.
—¡Adentro, adentro, aaaaaaahdentroooooohhhhhh!
Grité como un animal cuando me vacié en su interior, y ella gimió con fuerza, su cuerpo se retorció entero y su rostro solo indicaba felicidad.
—¿Estás bien?
—S-síii, ahhhh… adoro… No, AMO cuando me rellenas así, hermano. Espera, espera, no te salgas todavía de mi coño, déjame sentirlo un ratito más… ahhh, sí.
—¿Así está bien? —le pregunté, sonriente, tras un minuto. Yo también me sentía increíble al interior de Francisca, al tiempo que mi polla perdía fuerzas.
—Sí, sí, ahora sí… Eso, lento, ahhh… Y ahora acuéstate para que pueda beber mi desayuno y dejarte bien limpio.
Así lo hice. Me acosté de espaldas, puse mis manos detrás de mi cabeza, y ella se abrió los labios mayores sobre mi polla, que ya estaba más que cubierta de fluidos y semen. Dejó caer los chorros de leche más superficiales, y luego se inclinó para comenzar a saborear, lamer, chupar y beber todo el semen que había sobre mi polla, que seguía palpitante, y también los restos que habían caído sobre mi estómago.
—Delicioso, hmmm, suuuuurp, es sabroso, slurp, ahh… —Francisca no paraba de beber hasta que se hubiera tragado todo lo que hubiera salido de mis testículos. Solo en ese momento se sentía satisfecha.
Primero la cabeza, luego el tallo, luego volvía a lamer y succionar mi glande, preocupada de que no quedara gota alguna. Después saboreaba mis bolas recogiendo cualquier rastro que le hubiera quedado sin pasar por su garganta. A veces me hacía una paja mientras me realizaba sexo oral, intentando comer todo lo que pudiera.
—F-Fran, creo que ya está bien, jaja, no me queda.
—Yo diré cuando no te quede nada, amor. Quiero dejar a mi hermano amado muy limpio, ¿ves?
Cuando lo estuvo, después de varios minutos más, Francisca se puso de pie, me dedicó una sonrisa perfecta, y se dirigió a la ducha. Hoy era un día importante y quería verse bien. Sí. Íbamos a visitar a nuestro padre a la oficina.
No les dije antes, pero nuestra sesión de sexo nocturno del día anterior había comenzado después de lo habitual. Resulta que Fernanda, mamá y yo habíamos presionado a Francisca a que por fin nos dijera qué diablos quería papá con ella.
Finalmente nos lo reveló entre lágrimas. Papá, cuyo nombre es Fausto, pertenecía a una red que compartía videos sexuales caseros con cámaras escondidas, mismo grupo al que pertenecía el anterior amante de mi tía Julia. La diferencia era que papá era uno de los principales contribuidores. Tenía cámaras por toda la casa cuando aún vivía con nosotros. Había grabado a Fernanda masturbándose y teniendo sexo con sus compañeros de escuela en su habitación. Había grabado a mamá tomando una ducha, o follando con él. Y peor aún, nos había grabado a Francisca y a mí aquella noche hacía años, cuando nos tocamos por primera vez durante la orgía organizada por él.
El muy hijo de puta chantajeaba a Francisca con que ella hiciera cosas con él con tal de no compartir los videos más secretos que tenía de mamá, de Fernanda y de mí. El muy miserable era un fetichista de cuidado, así que cada vez que convocaba a Francisca a su oficina, se encerraba con ella y le obligaba a usar algún disfraz para complacerlo. Cada vez que los vi hablando en secreto era porque mi querida hermana estaba protegiéndonos a mí y al resto de nuestra familia.
Mamá estaba furiosa, pero no sorprendida. No se esperaba otra cosa del tipo con el que se había casado. Fernanda no supo cómo reaccionar, pero yo sabía que su cabeza perversa funcionaba más rápido que el promedio. Yo abracé a Francisca, y pronto ya estábamos follando. Esto había ocurrido la noche anterior, cuando todavía estaba algo nervioso.
Ahora estaba completamente decidido. Iba hacer caer al malnacido que quería meterse con mis hermanas y mi madre. Le haría pagar y dejaría de temerle.
Mientras mi hermana tomaba una ducha salí a prepararme desayuno, y me encontré a mis otras dos mujeres amadas en la sala. Mamá estaba completamente desnuda, sentada en el sofá con las piernas abiertas. Mi otra hermana, luciendo solo sus shorts de pijama, estaba de rodillas lamiéndole la entrepierna a nuestra madre.
—¡Hmmmm, buenos días, hijo! —me saludó mamá, casualmente. Yo no podía creer en qué mundo estaba viviendo, en que era completamente normal ver a mi hermana y mamá teniendo sexo lésbico en la sala, como si nada… pero me encantaba—. ¿Cómo durmieron?
—Bien, mamá, gracias. Fran está más tranquila, está tomando una ducha. —Aunque acababa de correrme y estaba algo flácido, me puse de rodillas detrás de Fernanda, le abrí las nalgas, y le metí mi polla en el coñito. Sabía que mi pene cobraría fuerzas en su interior—. Y tú, golfilla, ¿dormiste bien?
—Hmmmm, hermanoooote, ahhhhh, síiiii —gimió ella, al sentir el contacto con mi pene. A ella no le importaba quién o qué fuera lo que la penetrara. Mientras estuviera llena, estaba feliz.
—Mi niña, no dejes de lamerme, ¿sí?
—Ahh, hmmm, p-perdón, mamá, ahora sigo… slurp, slurp, slurp, me encanta tu chuminoooh.
—¿Pensaste en algo, Feña? —le pregunté, notando cómo mi polla se endurecía al interior de su vagina. Le di una fuerte nalgada a mi hermanita, pues sabía que le gustaba.
—¡Ahhh! ¡Sí! S-se me ocurrió algo, pero tengo que ir con ustedes…
—¿A ver a vuestro papá? Ni de coña, no les permitiré ir s-sol… solos… ohh, hija, qué bien me comes el coño.
—No, mamá, solo iremos mis hermanas y yo.
—Síiii, esooooh… n-no queremos que tengas más contacto con nuestro papáaaahhh.
—¿Y tú por qué vas a ir, putita? —No tenía mucho semen acumulado, pero mi pene estaba muy sensible. Aunque no iba a poder correrme aún, era sensacional el conejo de mi hermana menor.
—P-pasaremos primero a la casa de un comp...ahhh, compañero, slurp, slurrrrrp, hmmmm, tírame tus juguitos, mamá.
—Mmmm, concéntrate en responderle a tu hermano, hija, y así te daré de beber de mis fluidos.
—¡Sí, mamá! Mmmm, un compañero me debe un favooorr, mmm, ustedes me esperan en el auto mientras le chupo la polla, y me dará un aparatoooo para ahhhhhackear la laptop de papáaaahhh.
—¿Y cómo harás eso, golfilla de mierda?
—Mmmm, ohhh, aaah, yo me ocuparé de su puta secretariahhhh, borraré todo lo que tiene, hmmmm, y ustedes graben a papá haciendo coooosaaaahhh… Será nuestra mmmmm, nuestra venganza y mmmm, haremos lo que queramos con él, ohhh.
—¿Grabar a papá? Y amenazarlo con mostrarlo a toda la empresa, buena idea…
—Mmmmm, sí, eso arruinaría la vida de Fausto al fin.
—Pero, para eso tendríamos que…
—Haré lo que diga papá, Fel, no te preocupes —dijo Francisca, apareciendo desnuda en la sala, preciosa y absolutamente sexy, solo con una toalla detrás de su cuello, chorreando sobre el piso. Su mirada era pura decisión—. Tú encárgate de que no se pase de la raya. Lo grabaremos y acabaremos con él. Si es por eso, no me importa que juegue conmigo una vez más, porque después y para siempre será lo opuesto.
—Oh, mis hijas e hijo… mmmm, son tan valientessss, mmmmmm, Fernandita, mi vida, mi cielooohhh, me corro en tu boquitaaaahh.
—Eso es, mamá, córrete, ¡dale a beber a la putita de tu hijita! —gritó Fernanda, salida, y pronto comenzó a saborear los jugos vaginales que le dio a beber nuestra madre. También sentí cómo se corría alrededor de mi polla.
No éramos una familia normal, definitivamente. Pero no había nada de malo con ello.
Llegamos los tres a la oficina de papá pasadas las 4:00 PM, después de recoger a Fernanda, que se había follado a su compañero de clases hasta dejarlo seco. Ella estaba feliz, siempre le encantaba follar con quien fuese, cuando fuese, donde fuese y cómo fuese, pero dijo que no se había corrido ni una vez, así que iba a necesitar como 10 orgasmos en el día para compensar.
Entramos al edificio, subimos al piso 13, y entramos a la antesala. Allí nos encontramos con Melissa, la puta ninfómana que papá tenía por secretaria.
—Oh, chicos, ¡bienvenidos! —saludó la sexy asistenta con una sonrisa, como siempre iba vestida con sus zapatos de tacón alto, sus gafas sensuales, su camisa escotada, sus panties y su minifalda ajustada—. ¿Vienen a ver a don Fausto?
—¿Está en la oficina? —preguntó Francisca, que siendo la mayor, tomó la palabra. Fernanda y yo nos mantuvimos detrás, pensando cómo íbamos a hacer lo que queríamos hacer. Una cosa era pensar en arruinar la vida de papá y salvar nuestra dignidad, pero otra era llevar las locas ideas de tres hermanos a la práctica. Al menos yo estaba muy nervioso.
—Sí, por supuesto. Veo aquí a tu linda hermanita y tu apuesto hermano también, Fran. Generalmente vienes sola, ¿qué pasó? —La sonrisa tranquila de Melissa se transformó en una pícara y maliciosa.
—Soy Francisca, no Fran, Melissa. No veo qué tiene de malo traer a mis hermanos a ver a nuestro padre. ¿O prefería que trajera a mi mamá a hablar con usted también?
Melissa no respondió, y su sonrisa se apagó. Su mirada se dirigió a su computador, intentando no mostrarnos su ofuscación.
Miré a mi lado, a mi sensual hermana menor, y me pareció ver una pizca de orgullo por Francisca en su rostro que nunca le había visto. Me hizo sonreír.
—En fin. No necesito que le avise a papá, voy a entrar —dijo Francisca, caminando a la puerta que daba a la oficina personal de papá, sin esperar la instrucción de Melissa.
—¿Y ustedes? —nos preguntó la secretaria, mientras Fernanda y yo veíamos a nuestra hermana entrar—. ¿No van a visitar a su maravilloso padre?
—Después. Mi hermana quiere hablar un rato con él a solas, no sé por qué —dijo Fernanda, haciéndose la tonta, mientras se sentaba en el escritorio de Melissa. Llevaba un short muy corto y negro, sandalias, y un top de tirantes muy delgado también de color negro. Enfocó su traviesa mirada en la secretaria—. ¿Puedo hacerte una pregunta, Melissa?
—Claro, niña.
—¿Cuándo fue la última vez que te follaste a papá?
La pregunta dejó descolocada a Melissa por unos instantes, hasta que de pronto soltó una risita y se relajó. Eso me ayudó también, aunque, desde luego, ya sabía que tenía que prepararme para hacer “mi parte”. Noté mi pene crecer poco a poco.
—Vaya, así que era verdad lo que decía Julia sobre su sobrina favorita. Si quieres saberlo, don Fausto me lo hace todos los días; la última vez fue esta mañana en…
—No, no, disculpa que te interrumpa, Melissa, pero no es así. No me subestimes por mi edad, soy una putita y puedo reconocer perfectamente a otra. ¿Cuándo fue la última vez que te folló?
—¿De qué hablas, niña? Ya te dije que fue esta mañana.
—El mes pasado tuve una gripe fuerte y estuve dos semanas sin que me penetrara un buen pedazo de carne, por lo que puedo reconocer el rostro de una golfa necesitada de polla. Así que dime… —Mi hermana menor se inclinó hacia adelante, mostrándole a Melissa su generoso escote—. ¿Cuándo fue?
—¿Eso importa? —dijo Melissa, derrotada y ofuscada—. Soy la favorita de tu papá, así que este tiempo es solo la previa para algo extraordinario.
—De seguro que sí, pero por qué no te muestro yo algo extraordinario. —Fernanda me tomó de la camisa y me atrajo hacia el escritorio; después, me comenzó a sobar el falo por encima de los pantalones—. ¿Quieres que te preste a mi hermanote para que te diviertas un rato?
—Oh, mi niña, ¿eso es todo? Ya follé con tu hermano hace unos años. Estuvo bien, pero no comparado con su progenitor.
—Eso fue cuando Fel todavía no ganaba la experiencia que tiene ahora. Estoy seguro de que te dará una muy rica follada con este gran pene.
—Eh… saben que estoy aquí, ¿verdad? —les pregunté, pero me ignoraron. Ambas estaban mirando hacia mi zona inferior.
—Hmmm, quizás… pero estamos en la oficina, así que no hay opción.
—Cuando se requiere, mi hermanote es buenísimo en los rapiditos, él se adapta a las necesidades de sus putas.
—Hmm, ok, ok, veamos de qué eres capaz ahora, muchacho.
Melissa se dirigió a la puerta de la sala y la cerró con llave. Luego regresó a su escritorio, apoyó las manos en éste, se inclinó hacia adelante y me miró traviesamente de reojo. Se veía muy sexy con su minifalda ajustada, que revelaba parte de sus nalgas, con sus panties de encaje que tenía a la altura de los muslos, y su mirada de pura lujuria.
Yo sabía lo que tenía que hacer. No había tiempo para previas. Mis hermanas me habían dado instrucciones muy específicas: ser rápido y potente, lo suficiente como para que quedara rendida y sin fuerzas. Le subí la minifalda y le bajé las coquetas bragas blancas de algodón que llevaba. Saqué un preservativo de mi bolsillo y me lo coloqué rápidamente (uno nunca podía estar seguro, menos con una secretaria que trabajaba para mi padre, que ya tenía cierta mala fama). Mi polla ya estaba lista, pero en lugar de introducirla en su coño, lo pensé un momento... la empapé con algo de saliva y la metí en su apretadísimo culo de un solo tirón.
—¡O-oye, qué haces!
—Silencio, puta —le dijo Fernanda, sentada sobre el escritorio mientras nos observaba—. Vamos, disfruta de una buena enculada, ¿quieres? Sé que la necesitas.
Tomé a Melissa de la cintura con ambas manos y comencé a bombear al interior de su culo con todas mis fuerzas. Gracias a sus zapatos de tacón que la levantaban varios centímetros, no tuve que agacharme nada, y así no perdí fuerza en mis piernas. Se sentía fenomenal, el sexo anal era todo un mundo distinto a follar un coño, pero se sentía igual de bien. A veces, incluso mejor. Era apretado, todos sus músculos masajeaban varios sectores de mi polla, y estaba también todo el morbo de darle a alguien por culo sin ninguna previa. Rápido. Intenso.
Fernanda miraba todo con cara de salida, pero sin que Melissa lo notara, se sacó un pequeño aparato del bolsillo trasero de su shortcito. Lentamente fue acercando la mano al computador de la sexy secretaria.
—¿Y bien? ¿No tiene mi hermanote una súper polla? —preguntó mi hermanita.
—Ahhhhh, ahhhhhh, qué ricoooooo, me encantaaaaaa, síiiii, es mejor que hace añossss —gimió la secretaria, con los ojos en blanco. Sus tetas se balanceaban hacia todos lados detrás de su camisa escotada, debido a lo rápido que la estaba penetrando.
—¿“Mejor”? Vamos, el gran pene de mi hermano merece algo mejor que un simple “mejor”.
—Sí, es muchísimo mejor, es increíble, hace muuuucho que no me follaban tan bien el culooo, ahhhh, ahhhh, más rápido, más fuerteeeee.
—Voy a correrme pronto, Melissa, ¿está bien?
—Sí, dale con todas sus fuerzas. Luego dame ese coso que te pusisteeee, quiero beberme todoooo, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhh.
Metí uno de mis dedos en su boca, y con la otra mano tiré de ella hacia mí, para profundizar la penetración. Melissa comenzó a lamer mi dedo como si fuera otro pene, presa de la completa lujuria. Cerró los ojos y comenzó a tener su maravilloso orgasmo. Mi segunda corrida del día estaba ya llegando también…
En ese momento, miré de reojo a mi hermanita y noté cómo insertaba el aparato de hackeo en el computador de la secretaria. Me guiñó un ojo y yo continué mi faena, aumentando el ritmo y la velocidad de la enculada.
—M-me he corrido, me he corridooooo, mmmmm, ¡cuánto lo necesitaba!
—¿Mi papá no te ha tratado bien? —preguntó Fernanda, acariciando el rostro de la secretaria mientras su compañero de clase hacía lo suyo a distancia.
—Noooo, don Fausto tiene más putas ahoraaaa, yo quiero ser su única zorraaaahhhhhh… Córrete, córrete Felipe, tíralo todo en mi ojete, déjame beber tu lecheeee, y luego hazme tu putaaaa, por favoooor.
—No, lo siento, Melissa. Mi hermanote es solo mío y de mi hermana, solo lo compartimos en ciertos casos. Así que disfruta bien de esta lechada, ¿sí?
Lancé dos intensos y largos chorros de semen al interior del preservativo, dentro del culo de la secretaria. Sus piernas temblaron y casi cae de rodillas si no es porque mi hermana la sostuvo. Estaba tan cansada que parecía haber perdido la consciencia. Fernanda me guiñó otra vez el ojo, diciéndome que se encargaría ahora de ella, y yo me subí los pantalones para continuar a la siguiente fase del plan, que iba de maravillas. Le entregué el preservativo a mi hermanita para que se divirtiera, o para que se lo diera de beber a la secretaria.
La puerta rezaba el nombre completo de papá, “Fausto Alvez”. Contemplar mi propio apellido (que, por cierto, lamento no haberlo mencionado antes: mis hermanas y yo nos apellidamos Alvez) me dio algo de asco y frustración. No me identificaba con lo que hacía papá.
Entré a la oficina personal de papá con cierto sigilo. No sabía lo que iba a encontrarme, aunque me había preparado para varias cosas. Me sorprendí, de igual manera.
Francisca nos había relatado que papá la obligaba a ponerse disfraces sexys para que él le tomara sesiones de fotografías, y que incluso en alguna que otra ocasión le había obligado a hacerle una paja. Una vez, dos meses atrás, ella le chupó la polla también, aunque él no se corrió en su boca.
En fin. Yo sabía que a mi papá le gustaban las pelis del viejo oeste, pero no pensé que vería algo como eso. Mi hermana llevaba largas botas de cuero marrón. Minifalda plisada de jeans, de color azul, muy corta, junto a un grueso cinturón vaquero. Una chaqueta de cuero sin mangas, sumamente escotada, que dejaba al descubierto su cintura. Sombrero vaquero. Todo el conjunto la hacía lucir sumamente sexy, y hubiera sido maravilloso de no ser porque estaba posando en distintas poses para la cámara de mi padre.
Mi padre era rubio, de ojos avellana, rasgos que mis dos hermanas habían heredado. Era alto, de cuerpo algo grueso, pero muy bien en forma, como un toro. Lucía gafas que generalmente impedía que uno pudiera ver y descifrar bien lo que estaba pensando a través de su mirada, aunque dada la erección en sus pantalones, era fácil deducir en qué estaba pensando mientras mi hermana giraba y bailaba alrededor de un caño, sobre un pequeño estrado detrás de una cortina que ahora estaba abierta. Francisca tenía una expresión severa y ofuscada, solo deteniéndose cuando nuestro padre se lo indicaba, para poder fotografiarla.
—Oh. Hijo, qué bueno verte, nunca visitas a tu viejo padre —me saludó, casualmente.
—Hola, papá.
—Tampoco es que yo deseara tanto que vinieras. Estos conjuntos no te quedarían tan bien como a tu hermana, ha, ha. ¿Pero quizás eso es lo que pone a tono a los jovencitos como tú ahora?
Yo ya había empezado a cabrearme, y él a insultarme, diez segundos después de intercambiar palabras con él. Lo usual era como medio minuto, estábamos rompiendo un récord.
Pero tampoco era como si yo no hubiera estado preparado para ello. Sabía lo que debía hacer. Me senté cómodamente en una de las sillas, miré a mi papá, preparé mi más controlada y calma voz y comencé:
—No lo sé, papá. Aunque sí sé lo que pone a tono a mamá.
Francisca soltó una risita y bailó con más gracia y sensualidad. Pero esta vez, ella ponía sus ojos dorados en mí incluso cuando posaba para la cámara, no en nuestro padre. Mi papá no dejó de tomar fotografías, pero se mantuvo callado un buen rato. El ambiente estaba tenso.
—¿Me veo bien, Fel? —me preguntó mi hermana, danzando con cada vez más sensualidad, moviendo el culito apenas protegido por la minifalda, resaltando sus hermosas piernas, y desabotonándose poco a poco su chaqueta vaquera. La conocía de toda la vida, pero nunca la había visto así, tan expresiva y extrovertida. Aunque me acababa de correr en Melissa ya estaba erecto de nuevo.
—Te ves preciosa, Fran.
—Claro, claro, se ven adorables los dos. Muy bien, cariño, detente —ordenó papá. Me miró de reojo y me sonrió con malicia mientras le hablaba a mi hermana—: Ven, vaquerita.
—¿Qué quieres q…?
—No te dije que me preguntaras nada, vaquerita. Te dije que vinieras. Y lo harás, a menos que quieras que tengamos problemas.
Me dieron unas tremendas ganas de darle un puñetazo a mi padre, pero mi deber en ese momento era otro. Por algo teníamos un plan.
Metí mi mano en el bolsillo y activé la grabadora. Esta era la parte donde Fran iba a quejarse de lo que papá le estaba forzando, haciendo hincapié en que eran padre e hija. No me quedaría otra opción más que mirar.
—¡No, papá, no quiero!
—Haz lo que te digo, dulzura. Ven, inclínate ante a tu buen padre.
—Nooo, ¡papá!
Papá obligó a Francisca a ponerse de rodillas frente a él. Fran y yo sabíamos lo que ocurriría ahora. Papá no dejaba de atacarme con la mirada.
—¿Por qué haces esto? —me atreví a preguntarle.
—Porque no harás nada para evitarlo. Siempre has sido débil, hijo —me dijo tranquilamente, bajándose la cremallera y colocando su larga polla frente al rostro de mi hermana. Ésta intentó esquivar lo que tenía en frente,alejando el rostro de la hombría de su padre.
—Soy tu hijo. Si soy débil, ¿no sería culpa de tus genes?
—Supongo, si fueras mi progenie. Siempre lo he dudado, imagino que tu mamá se folló a alguien más, porque de otra forma no serías tan niña.
Francisca tomó el pene de nuestro padre con su mano, apenas logrando rodearlo con sus dedos, dado su groso, presionando con mucha fuerza alrededor del tallo.
—No voy a permitir que le hables así a mi hermano.
—Y si tú sigues intentando hacerme daño, todo lo que tengo de ti, de este debilucho, de la golfa incestuosa de tu mamá, y de la putilla de vuestra hermana saldrá a la luz. —Los ojos severos de mi padre parecieron convencer a Francisca, que soltó un poco la fuerza del agarre—. Eso es, un poco menos. Mucho mejor. Y ahora, haz lo que sabes hacer, hija, complace a tu padre.
—Te odio, papá.
—Eres un monstruo.
—Simplemente soy mejor que tú, hijo. —Papá volvió a tomar fotografías a mi hermana a medida que ella le hacía una paja. Se veía horrible, como un verdadero hijo de puta—. Mmmm, muy bien hija, sigue moviendo tu mano así, lo haces muy bien. Ábrete la chaqueta, vaquerita, y muéstrame esas tetas que heredaste de tu madre
Me estaba poniendo muy celoso de ver a mi hermana así, de rodillas frente a otro hombre, masturbándolo mientras sus tetas se movían de arriba hacia abajo. Era sexy, sumamente atractiva, no se merecía estar así, a su merced.
Por eso fue que me sorprendió tanto lo que susurró. No estaba en el plan.
—¿Mejor que Fel? Este pene dice lo contrario.
—…¿Qué dijiste, hija?
—Mi mamá opina lo mismo. Hueles horrible y tu cosa está medio torcida, y no es tan grande. Felipe está muchísimo mejor dotado, más limpio, y sabe más rico.
Papá puso la mano en la nuca de Francisca y le obligó a meterse su polla en la boca. Mi hermana, sin muchas opciones, comenzó a chupar rápidamente, derramando saliva sobre sus tetas mientras su cabeza iba de adelante hacia atrás.
—¿Cómo te atreves a hablarme así, chiquilla tonta? ¿Compararme con esta princesita que es tu hermano? Por favor… ¿y qué ganan los dos diciéndome todo eso de su mamá? ¿Creen que no sé que se folla a su hijito bello y adorado? Ninguno de los dos tiene opción para obtener nada mejor, no me sorprende.
Me moría de darle una golpiza. Me ardían los nudillos solo de pensarlo. Lo peor era que nuestro plan también se estaba arruinando. La idea era que quedara claro ante la grabadora en mi bolsillo que papá estaba obligando a su hija a hacerle sexo oral frente a su hermano, y que quedara como un abusador psicópata…, pero, si además salía a relucir que Francisca y yo teníamos sexo, o que mamá y mi otra hermana también estaban involucradas, entonces de nada serviría lo que estábamos haciendo.
—Fran, no digas cosas así, no…
—¡No voy a permitir que hables así de Fel! —dijo Francisca, sacándose el falo de nuestro padre de la boca, y desafiándolo con la mirada—. ¡Es mucho mejor que tú!
Había pensado que era parte de alguna nueva estrategia, pero pronto me di cuenta de que era solo que Francisca era sobreprotectora conmigo, como siempre había sido. No soportaba que papá hablara mal de mí.
—¿Este debilucho mejor que yo? ¿Mejor sabor? Vamos, princesa, no digas tonterías, mira lo que tienes en la boca, ni siquiera te lo puedes meter entero.
—Sí. Él nos satisface a mamá, Fer y yo mucho mejor. También a mi tía Julia, por cierto.
—¿A mi hermana? Deja de bromear…
—Y eso que ni siquiera te he dicho lo que hacen ella y tu secretaria a tus espaldas.
—¡Suficiente! ¡Oye, niño! ¡Bájate los pantalones y ven para que la vaquerita pueda decir quién es mejor entre nosotros!
Francisca y yo cruzamos miradas. ¿Qué diablos íbamos a hacer en ese caso? Hasta que no recibiéramos información de Fernanda estábamos a merced de Fausto. Así que no me quedó de otra que ir hacia ellos, bajarme la cremallera frente a la vaquera (pero no bajármelos, pues la grabadora seguía ahí) y mostrarle mi miembro. Pude notar cómo brillaban los ojos de mi hermana, como siempre que lo contemplaba. Sabía que se le hacía agua la boca.
En ese momento, creo que tanto Francisca como yo nos dimos cuenta de algo. Si ella se ponía a chuparme como a ella le gustaba, lascivamente, dejando a papá de lado, entonces él sabría por seguro que era mejor y todo acabaría rápido. Papá inmediatamente pensaría que no era verdad que mi hermana me prefería a mí, y que todo era parte de una rabieta.
Estaba más que claro que, por la razón que fuese, papá estaba celoso de mí, y de lo que yo tenía con las integrantes femeninas de nuestra familia. Eso significaba que, para ser más convincentes, Francisca tenía que ser igual de lujuriosa conmigo que con nuestro padre. Deleitarse con ambas pollas hasta que, poco a poco, fuera obvio que prefería la mía. Dada la mirada de Francisca, ella pensaba lo mismo que yo. Asentimos sutilmente el uno al otro, y ella tomó ambos miembros erectos con sus manos.
El problema seguiría siendo que nuestro plan original se iría al trasto de la basura.
—Huh. Está bien de tamaño, supongo, pero ahora sí que será obvio que nadie compite conmigo, y menos un chiquillo como tú. ¡Chúpame, hija!
—Oh, papá, mmmmmm, no sabe tan mal… mmmmmm, Fel, sabes muy bien…, mmmmm —gimió ella mientras iba intercambiando chupadas a ambos falos, sin dejar nunca de masturbarnos—. Dos penes… mmmmmm, dos penes, ahhhh, ahhhh, slurp, slurp.
—Lo haces muy bien, Fran, ufff.
—Vaquerita, ábrete de piernas, estoy seguro de que estás chorreando. Anda, tócate.
—N-no me das órdenes… ¿Fel?
—Fran, puedes tocarte, sé que quieres.
—Sí, hermano.
A pesar de lo ajustada que era la minifalda, Francisca logró subírsela lo suficiente, abrirse de piernas, y comenzar a masturbarse con una mano por encima de sus delgadas bragas. Aún llevaba las botas y la chaqueta, y el sombrero colgaba de su espalda. Con su mano libre nos la cascaba a uno de nosotros, mientras al otro se la chupeteaba como a un caramelo. La verdad era que se veía sumamente sexy.
—Y bien, ¿cuál prefieres?
—Mmmmm, ahhh, ambas saben bien, ambas me gustan… hmmm, dos penes para mí, qué rico.
—Pfff, con esto no vas a decidir nada —dijo papá después de un rato, al ver que Francisca no se decidía por ninguno de los dos—. Ya está bueno de esta tontería, hace tiempo que deberíamos hacer esto. Vas a montar a un toro de verdad, vaquerita.
Nuestro padre se sentó en la silla de su escritorio, se abrió de piernas, e indicó a mi hermana que se acercara a él, con su gran sonrisa de empresario arrogante que yo tanto odiaba. No se los había dicho, pero papá triunfaba bastante en los negocios. Su nombre y apellido eran famosos en ese mundo. Siempre había tenido lo que quisiese.
—¿Qué? N-no, no, papá… una cosa es mi boca, pero otra es…
—No te lo pregunté. Ven y monta a tu toro, como una buena y obediente vaquerita, y más te vale que lo disfrutes. Cuando lo hagas será más que obvio que soy mejor que ese mequetrefe.
—¡Pero eres mi padre! Me niego a…
—¡Por favor, no seas ridícula! Te follas a tu hermano, y estoy seguro de que también le comes el coño a tu mamá, y le besas el culo a tu hermana, que pronto también me voy a follar. Venga, caramba, ven de una buena vez, ¡no seas hipócrita!
—Está bien…, pero con protección, por favor.
Él así lo hizo, colocándose un preservativo a regañadientes. Francisca se sentó encima de papá, con el rostro afligido. Se acomodó la verga de papá en su entrada y poco a poco comenzó a bajar. El rostro de papá indicaba triunfo, como si hubiera ganado una competencia, en especial cuando ella terminó de introducirse la polla del viejo en su vagina. Francisca dejó caer un poco su chaqueta, revelando sus sensuales hombros, y poco a poco comenzó a montar a nuestro padre. Éste aulló como un animal en celo cuando al fin pudo penetrar a su primogénita, y cerró los ojos de puro placer…
Ese momento lo aproveché para acercarme a ellos. Yo también tenía mi orgullo. Al diablo con el plan, no iba a permitir que ese imbécil creyera que era mejor que yo, o que podía satisfacer más a mi hermana (o cualquier otra de mi familia) que yo. Por supuesto, tampoco tenía ningún interés por permitir que se acostara también con Fernanda, ahora que también era parte de mi… eh… ¿de mi harem?
Me ubiqué detrás de Francisca y le besé el cuello. Le subí la minifalda de jeans, apunté mi verga a su entrada trasera, la tomé de la cintura, y lentamente la penetré por atrás mientras ella saltaba sobre mi padre.
—Ahh, ahhhh, ahhhhhhhhhhh, Feeeeeeeeeeeeeeeeeel.
—¿Eh? ¿Y tú qué haces ahí?
—¿Quieres competir conmigo, papá? ¡Que así sea!
—Oh, Fel, ahhhh, ahhhhhhhh… ábreme el ojete, mi amor, síiiiii, dame por culo ahhhh, ahhhh, ¡rómpeme en dos, hermano!
—¡Sal de mi vaquerita en este instante, capullo! —me gritó, mordisqueando las tetas de mi hermana—. Hazme espacio, yo le voy a dar por culo a la putita y verás que…
Francisca le dio un empujón a su pecho y le estampó contra la parte trasera de la silla. Mi hermana no dejó de follarlo, pero tampoco le permitió moverse como quería.
—Lo siento, “papi”, pero mi culito es solo de mi hermano. A ver si aguantas siquiera mi coño.
Fausto Alvez y yo competimos uno contra el otro usando a Francisca como intermediaria. La follamos rápido y fuertemente, intentando adaptarnos a un ritmo similar. Papá y yo sudábamos copiosamente, introduciendo nuestras vergas al interior del cuerpo de mi hermana, casi con ira. Él estaba celoso de mí. Yo lo odiaba. Si quería una competencia la tendría, y yo saldría triunfador. A diferencia de él, yo sí me preocupaba de mi familia, y cuidaría de ellas pasara lo que pasase.
En tanto, Francisca era la que más disfrutaba, dejándose llevar por el placer. Ya no gemía, sino que gritaba, tenía la lengua afuera, los ojos fuera de las órbitas y los pezones erectos que ella misma se pellizcaba.
—¿Se siente bien, Fran?
—Ahhh, ahhhh, n-nunca había tenidoooohhh dos pollaaaahhh, aahhhh, al mismo tiempo mmmm.
—Y menos una como la mía, ¿verdad, hija?
—Y-ya te dije que ahhhhh la de Felipe es ahhhhhh mucho mejoooohhhhhhh, ahhhhhh
—¡Puta de mierda, ya verás! ¡Nadie puede superarme en esto!
La agarró de la cintura para profundizar la penetración. Yo hice lo mismo, inclinándome más hacia adelante, y le besé los labios a mi hermana, que me introdujo la lengua en la garganta. Sentí cómo se estremecía, y supe que se había corrido poco después.
—¡¡¡¡¡AHHHHHHHHH!!!!! ¡MÁS, MÁS, MÁAAAS!
—Mamá también me prefiere a mí, papá, no a ti.
—¡Silencio, perdedor!
—¡MÁS, DENME SUS DOS PENES GRANDES, AHHHH!
—Y mis hermanas, y mis primas, y mi tía…
—¡Que te calles, capullo! Ahhhh, mierda… m-mierda…
—¡SEMEN, SEMEN, AHHHH, QUIERO SU SEMEN, DENME TODO LO QUE TIENEN!
—Y a Melissa, y a quien sea. Cada vez que quieras enfrentar a esta familia te las verás conmigo. Con nosotros. Ya estás a punto de correrme dentro de Fran, ¿verdad? ¿No tienes más energía? ¿Quién es el perdedor aquí?
—M-mierda, mierda, mierda —repetía mi padre, sudoroso, anunciando que pronto acabaría. Mi hermana no parecía haberse dado cuenta, estaba en completo éxtasis…
—Te lo advierto, papá. Si vuelves a meterse con mi familia, lo pagarás caro.
—Estoy de acuerdo —dijo una voz, desde la sala. La puerta se abrió y Fernanda entró sudorosa, semi-desnuda, solo vistiendo su minifalda y sus zapatos. Junto a ella entró gateando la secretaria de papá, sin nada de ropa, y con el rostro repleto de distintos fluidos.
—Perdona, Fausto, ella…
—Melissa, no te dije que hablaras —le ordenó Fernanda, dándole una bofetada en la cara.
—Fer, princesita —dijo papá, distrayéndose por un momento—, oh, ¿acaso también quieres la verga de tu padre? Venga, puedo con las dos si quiero, deja que tu buen toro te…
—Déjate de tonterías, papi. Si quiero follarte lo haré, y será solo si yo lo deseo. De hecho, harás desde ahora en adelante solo lo que mi hermana, mi hermanote o yo te digan.
—¿Q-qué? Oh, mierda, mierda, hijaaaa, voy a…
Nuestro padre vació sus testículos en el coño de Francisca. Ésta se separó de él, poniéndose de pie mientras yo seguía dándole por culo, y miró el inflado preservativo que el viejo se había puesto.. Le agarré a mi hermana las tetas con una mano, tiré de su cabello con la otra, y ella mantuvo el equilibrio. Francisca me miró hacia atrás y sonrió.
—Nadie es mejor que tu para darme placer, Fel, te amo… anda, sé que quieres llenarme entera, dame toda tu semilla.
—Sí, mi amor…
—Papá no es nada en comparación contigo… ¿Escuchaste, papá? —le preguntó Francisca, mirándolo a los ojos mientras volvía a correrse—. No. Eres. Nada.
—¿Escuchaste, viejo? Soy mejor que tú y siempre lo seré. Ahhhh, ¡aquí viene!
—Ahhhh, ahhhh, Fel, ¡córrete en mi culoooo! ¡Echa todo lo de tu hermoso pene en mí, que soy toda tuya para siempreeeee! ¡Ahhhhhh, me corro otra vez!
Disparé muchísimo semen al interior de las entrañas de Francisca. En mi corrida no solo hubo placer sexual, sino que también mucha liberación mental, mucho desahogo. Francisca era mía, y se lo acababa de dejar claro a ese animal que solo se había limitado a dar algo de su código genético para crearnos.
Nos apartamos de nuestro padre y caminamos hacia Fernanda. Ésta tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero nosotros teníamos malas noticias.
—Lo siento, Feña, lo arruinamos —le dije.
—Me sacó de mis casillas, hablé de más —se disculpó Francisca.
—¿Así que querían atraparme en algo? ¿Con qué? Ha, ha, ha, ¿acaso ese bulto en tus pantalones es solo una grabadora o algo así? No sean tarados…
—No te preocupes, papi, que como te prometí te las verás con nosotros tres de igual manera. Y, por cierto, deberías cambiar tus claves de la nube, que las descubrimos bastante fácil. Es la peli western esa de la que siempre hablas, uno, dos, tres… Fácil.
—¿...Qué?
—Un amiguito mío borró todo lo que tenías de mamá, mi hermana y yo. Pero vimos varias cositas más, sobre las esposas e hijas de tus clientes y compañeros. Algunas eran como de mi edad. Muchas cámaras, mucho dinero gastado, mucho tiempo en prisión. —Fernanda le dio otra bofetada a Melissa, que estaba más sumisa que nunca—. Y esta perrita era cómplice, así que la castigué con mis juguitos. Si nos haces algo a Fran, Felipe o a mí, o a mamá, ambos se irán sin nada a la más profunda jaula, que tenemos material de sobra.
—...Niñata de mierda, ¿qué te has creído? ¿Vas a venir a amenazarme a mí, tu padre y uno de los más grandes…?
Me acerqué a grandes zancadas a papá y le di un puñetazo en el rostro. Jamás me habría atrevido a hacer algo así cuando era más joven, pero se sintió bien… Muy bien. Fue como desahogarme y él no se atrevió a hacer nada para responderme. Se quedó mirándome embobado, como si no pudiera creerlo.
—Nunca más le hablarás así a alguna de mis hermanas, viejo.
—Es cosa de que llame a mi amigo y te caerá la noche, papi —dijo Fernanda—. Nos harás caso en muchas cosas. Nos mantendrás como princesitas, y a mi hermanote como un rey. Y solo hablarás cuando te lo diga. La próxima veas que te vea, que sea solo cuando me den ganitas de que me comas el coñito, o de que lo haga esta perrita, ¿sí?
Luego, yo volví a darle un puñetazo. Él hizo el atisbo de defenderse, pero Fernanda volvió a mostrarle los datos que tenía, con ua sonrisa perversa, y desistió.
Francisca estaba atónica. Por un lado, nada de lo que habíamos hecho había valido técnicamente la pena, pero por otro lado ella estaba impactada ante el descaro de nuestra diablita hermana, y el puñetazo que yo le di. Estábamos orgullosos de Fer a pesar de ser tan endemoniada y despiadada. Era bueno que estuviera de nuestro lado ahora. Y la verdad, me alegraba un poco que al fin fuera protectora con su familia. Desde luego, también me enorgullecí de mí mismo.
Lo cierto era que también había sido útil para mí y Francisca. Ambos habíamos sido capaces de desahogarnos con nuestro padre y decirle nuestras verdades. En cierta manera, estábamos libres de él, y yo lo había vencido en su propio juego. Había demostrado ser mejor.
Francisca y yo tomamos de la mano a nuestra hermanita y salimos de la oficina, nos vestimos, y luego nos alejamos del edificio hacia el automóvil. En ningún momento escuchamos ninguna sola respuesta, insulto o comentario idiota de papá. Había sido vencido.
Ahora sí que podíamos vivir una vida mejor, para disfrutar de sexo familiar una y otra vez.
—¿Qué les pareció? —nos preguntó Fernanda, ya en camino a casa, muy sonriente, por el espejo retrovisor del auto.
—Para ser nuestra diablita fuiste la heroína hoy.
—Estuviste grandiosa, Feña.
—Lo sé, lo sé, me gusta que me lo digan. —Fernanda se abrió de piernas y nos mostró su conejito, sin las bragas—. ¿Pero no olvidan algo? Les dije que no me corrí hoy, y creo que me comporté como una muy buena niña. ¿No me darán mi premio? ¿El pene de mi hermanote? ¿El coño de la vaquerita hot?
Francisca y yo nos miramos el uno al otro. Reímos, casi con orgullo otra vez. Mi hermana me puso la mano sobre mi bulto, que crecía por enésima vez en el día.
—Fel, detente en alguna parte, voy a darle un premio a nuestra hermanita con la lengüita y mis deditos. ¿Crees que puedas darle algo de lefa también?
—Haré lo que pueda, Fran. Creo que se lo merece, ja, ja.
—Eso me gusta escuchar. Venga, ¡háganme suya!