Todo en Familia (13)
La joven Rocío interrumpe la historia de Felipe para relatar algunas de sus más calientes aventuras con su hermana, su profesor y sus compañeros de escuela
Capítulo 13: Interludio de Rocío: la colegiala
¿Me toca? ¿Sí? Sé que mi primo iba a contarles algo de su papá, pero me muero por contarles algo. La última vez mi hermana interrumpió la historia de Felipe, ¿puedo yo ahora? ¡Tengo algo muy rico que contar, se los prometo!
Descubrí el sexo con mi primo, que me hizo gozar como jamás pensé que sería posible. Muchas chicas en la escuela me habían dicho que se sentía espectacular, que no había nada mejor que tener un pene metido en el conejito, pero jamás imaginé algo así. Tener sexo con Felipe se convirtió en un deseo poderoso, no podía dejar de pensar en él y lo que tenía colgando abajo… No sé si eso es normal, pero me gustaba. Sí, yo sé que él está requetecontra enamorado de Francisca, y también sé que Fernanda lo quiere para ella sola, me lo confesó una vez… ¿Pero qué queda para mí? No quería ser siendo la niña inocente y empollona que no sabía lo rico que era experimentar un orgasmo con un hombre. O con una mujer. O con quien fuera, ¡se sentía muuuuy rico!
El problema era que en el colegio yo seguía siendo tímida. Desde que Felipe le dio una golpiza a Jorge (Jorge se llamaba ese chico con el que yo me estaba viendo en ese momento), ni él ni sus amigos y amigas me ponían mucha atención, y se apartaban de mí. Era cierto que no quería ir con ellos a participar de los juegos que hacían en la “Casa Secreta”, pero yo me divertía con ellos en todo lo demás. Era injusto que me dejaran de lado solo por eso. Quería buscar nuevos amigos, y no me importaría desde ahora ir a la Casa Secreta. De hecho, creo que tenía muchas ganas de ir... Oh, por cierto, la Casa Secreta es una casucha abandonada a unas manzanas de la escuela, donde Juan y sus amigos llevan a las chicas, y se dan besitos y se tocan y cositas así.
Decidí pedirle consejos a mi buena hermana. Aunque somos hijas de distinto padre, ella siempre me ha tratado como una hermana completa, me ha ayudado con todo lo que he necesitado, ha sido buena conmigo, y jamás me ha dejado de lado. Además, me ha enseñado algunas cositas muy ricas desde que fuimos a la playa, jiji.
Entré a su habitación un día para saber cómo se podía hacer más fácil conseguir que los chicos me miraran más. No me importaba quien fuera. ¿Compañeros? ¿Profesores? Había algunos que me parecían muy lindos, se me hacía muy buena la idea de verlos desnudos y que me tocaran. Cuando abrí la puerta de la habitación de mi hermana, la encontré con esos trillizos que son alumnos de ella. Se estaban grabando.
Paloma estaba montada sobre uno de los chicos, deslizándose desde adelante hacia atrás para que el pene de ese chico le tocara entero el conejito. Detrás de ella estaba el otro hermano, que parecía estar penetrando su culito y le daba de nalgadas muy fuertes, que parecían darle mucho gustito a mi hermana, pues ella gemía muy rico. Yo todavía no lo hacía por atrás, pero me moría de ganas.
La hermana de los dos chicos estaba de pie junto a la cama, solo en ropa interior, grabando la escena con su teléfono mientras se masturbaba. Los trillizos eran un año mayores que yo, pero parecían mucho más experimentados. Se me subieron los colores al rostro y sentí cómo mi conejito se humedecía…
—¡Oh, hola, hermanita! —me saludó Paloma, sonriendo gustosa y transpirando con la doble penetración—. Mmmm, ¿en qué mmmm te ayudo?
Ninguno de los trillizos dejó de hacer lo que estaba haciendo. El que la enculaba me miró con cierta picardía.
—Oiga, profe, ¿podemos invitarla? Es muy bonita su hermanita.
—¡Sí, sí, estoy de acuerdo! —asintió el otro hermano, y yo me ruboricé y calenté un poquito más.
—Aún no son capaces de complacer a la profesora completamente ¿y quieren intentarlo con ella y su hermana a la vez? —intervino la hermana, divertida mientras se tocaba por debajo de las braguitas—. No pidan más de lo que pueden tomar.
—Mmmmm, mmmm, yaaaa, no peleen chicos, sigan follándome… Hermanita, dame un segundito para que se corran en mis hoyitos y te atiendo, ¿sí? Si quieres puedes mirarnos y tocarte mientras tanto… Mmmm, eso, eso, más, más duroooo.
Hice como mi hermana mi pidió. Me senté en un sillón acolchado que tenía mi hermana en su habitación, me quité las bragas, me abrí de piernas, y comencé a tocarme el coñito mojado mientras observaba a mi hermana ser ensartada por los dos penes de los hermanos. Los dos eran casi iguales físicamente y se movían al mismo ritmo. ¿Quizás Paloma les había enseñado eso? De hecho, la hermana de ellos se tocaba a la misma velocidad… ¡Qué rico!
Después de unos cinco minutos, los dos chicos pusieron su semen en los hoyitos de mi hermana. ¡No se imaginan lo mucho que gritaron cuando acabaron! Yo me mojé mucho escuchándolos derramar su semen en el coñito y el culito de Paloma, y creo que la hermana también se corrió porque se retorció entera.
Paloma los felicitó a los dos y le pidió a la chica que le enviara una copia del video. Les advirtió que no debían mostrársela a nadie más, o de lo contrario no les daría más sexo. Ellos lo prometieron, parecían muy ganosos de seguir aprendiendo de su profesora. Se vistieron, me dieron un beso en la mejilla cada uno, y se fueron.
—Ufff, qué pollas más buenas, no me canso de esos dos chicos —dijo Paloma, recogiendo semen de su chumino y llevándoselo a la boca para saborearlo—. Y la nena tiene unas tetas de infarto también, no me sorprende que sus hermanos se las coman todas las noches.
—S-se veía muy rico, ayyyy —gemí mientras me metía los deditos. Ver a otros tener sexo era delicioso, especialmente cuando terminaban y compartían o se echaban encima todos sus juguitos y fluidos sabrosos.
—Me alegra que te complaciera el espectáculo, Rocío —me dijo, sentándose a mi lado y besándome en la frente—. ¿Qué querías preguntarme, hermanita?
Le conté sobre mis preocupaciones mientras ella se ponía su ropita. Mi hermana lo pensó un rato, se rio, y comenzó con sus consejos fraternales:
—Así que quieres que te miren más los tíos en la escuela, ¿eh?
—Sí.
—¿Solo que te miren?
—¡No! T-también… —No sabía por qué me daba vergüenza decir lo que quería. ¿Acaso estaba mal?—. También quiero que me f-foll… fo…
—¿Quieres sus vergas, Rocío? —me preguntó Paloma, con una sonrisa traviesa.
—Sí. Todas.
—¡Esa es mi hermanita! Bueno, con el uniforme que tienes no lograrás mucho. Ya te he dicho lo buena idea que es recortar tu faldita. ¡Y más te vale no ponerte calzas debajo!
—¿Recortar más la falda? Se me vería todo…
—Exacto. Esa es la idea. Y si usas unas braguitas delgaditas, que sean fáciles de deslizar a un lado para que te den polla, mucho mejor. Es la mejor manera de tener un rapidín en la escuela, ¡no lo sabré yo!
—Pero… no quiero que se rompan. No sé muy bien cómo recortar más la faldita sin dañarla, y no sé qué más ponerme.
—Madre mía, ¿y para qué crees que tienes hermana? Y yo que quería darte esto para tu cumpleaños, pero ni modo, tendrá que ser ahora. Mientras más tiempo disfrutes mejor.
Paloma se dirigió a su armario, abrió una puerta, rebuscó entre abrigos y cosas más gruesas, buscando algo detrás, y al fin sacó lo que quería. Era una caja de tienda, de una marca que yo desconocía, pero que asumí por el tamaño que era algo como… ¿ropa?
Y efectivamente, eso era. Cuando mi hermana la abrió, fue como si un brillo dorado me iluminara. Era un uniforme de mi escuela, con faldita azul marino, medias blancas, corbata negra, una camisa muy bien planchada… pero era todo mucho más pequeño de lo que yo usaba. Mientras lo contemplaba, mi hermana me dejó en el suelo unos zapatitos muy coquetos, con algo de tacón, que me quedarían maravillosos. Para finalizar, me presentó unas braguitas blancas sumamente pequeñas, tipo tanga, que me dejaron embobada.
—Esto es… ¿para mí?
—Por supuesto, es mi regalo de cumpleaños adelantado, Rocío. Pruébatelo. Cuando estés lista, te daré algunos tips para que cuando camines, todo el mundo se voltee. Para que cuando necesites algo, te inclines de la forma apropiada para ser sensual, sin ser demasiado puta para que te metas en problemas.
—¿Me harás… una clase? —le pregunté, emocionada, mientras me quitaba la ropa que llevaba para al fin lucir como una golfilla, tal como deseaba.
—Es literalmente mi trabajo. Y cerraremos la clase con todas las guarrerías que puedes decir para que todos queden empalmados ante ti (o mojadas, si se da la ocasión), sin importar lo que opinaran de ti antes. Serás la putita más hermosa y requerida de la escuela, Rocío.
—Está bien… —Me quité la ropa interior, quedando completamente desnuda ante Paloma. Iba ya a ponerme las braguitas blancas tan sexys que me había regalado, cuando ella me detuvo—. ¿Eh? ¿Qué pasa?
—¿Cómo que qué pasa? ¿Crees que puedes simplemente quedarte desnuda frente a mí sin que se me moje el chumino? ¡A la cama, golfa, que quiero comerte el conejito ese rico que tienes!
La obedecí en seguida. Me encantaba que mi hermana me hiciera sexo oral. Sabía donde tocar, donde besar, donde, cuándo y qué tan rápido meter sus deditos en mi interior. Me abrí de piernas para que ella pusiera su rostro entre mis muslos.
—Ay… ayyyy, hermana, aaay… —gemí, completamente caliente.
—¡Qué delicia de conejo tienes, golfilla! Me voy a saciar todas las ganas que tengo contigo, así que prepárate para correrte en toda mi boca.
—S-sí… Ay, aaaay… ¡¡¡AHHHHHH!!!
Zapatitos de tacón. Medias delicadas que llegaban hasta mis rodillas. Una falda azul que apenas cubría mis nalguitas. Una camisa blanca y corta que dejaba al descubierto parte de mi cintura. Una corbata negra no muy bien atada, revelando un moderado escote. Debajo no llevaba brasier. Mis braguitas eran pequeñas, aunque las sentía muy cómodas. Cuando llegué al colegio y percibí las primeras miradas, sentí que se me humedecía todo. Imaginé a Felipe llevándome a un rincón y penetrarme con fuerza…
La primera clase la tenía con el profesor Hernández, que había sido profesor de Paloma y hasta había salido con mamá un tiempo. Me gustaba mucho ese profesor, era atractivo. Cuando me vio llegar, se me quedó mirando como un bobito, ji, ji. También mis compañeros, pero me dieron ganas de jugar primero con el profesor.
Me acerqué a él para hacerle algunas preguntas sobre la tarea. Paso, pasito, moviendo el culito, tal como me había enseñado mi hermana. Noté cómo varios trataban de mirarme debajo de la falda, lo que no era difícil. Cuando llegué con el profesor, me incliné un poquito para que se me viera el escote. Él apenas pudo responderme, casi se pone a babear, jiji.
—Oye, ¿Rocío? —me susurró cuando ya iba a volver a mi lugar. ¡Sabía que me iba a decir algo!
—¿Sí?
—Hmm… He notado que has crecido bastante. Te pareces mucho a tu hermana ahora.
—Me alegra oírlo, es muy bonita, la admiro mucho.
—¿Está bien ella? ¿Y tú mamá?
—Muy bien ambas, aún se acuerdan a veces de usted —mentí, tal como me dijo Paloma. No me gustaba hacerlo, pero si lograba lo que quería, valía la pena.
—¿Ah, sí? Mi hermano trabaja con ella en su escuela, ¿sabías?
—¡Nop!
—Pues, sí, él es profesor de gimnasia allí… Oh, bueno, ¿te gustaría quizás hablar un poco más después? ¿Y de cuánto admiras a tu hermana? Se parecen mucho, mucho, claramente has crecido —me dijo, mirándome directo al escote, descaradamente. Me gustaba—. Me gusta hablar con las niñas lindas.
—No quiero hablar.
—¿Eh? Ohhh… Espera, fue solo una idea, no quería… —noté el miedo en la voz del profesor. Le sonreí para calmarlo. Lo tenía en mi mano.
—No necesito hablar con los profesores lindos. —Realicé un gesto que me enseñó mi hermana. Muy sutil, solo para que él lo notara si me ponía atención. Mi lengua al interior de una de mis mejillas, simulando una felación, todo sazonado con un breve guiño—. ¿Le veo en su oficina durante el descanso?
Un minuto después de que dieron la hora de descanso estaba en la oficina del profesor, debajo de su mesa. Le desabroché el pantalón mientras él miraba a todos lados para cerciorarse de que no venía nadie. Tenía un pene muy grueso, tal como me gustaba. La sensación de que me llenen la boca entera me encanta, no sé por qué.
Derramé mi saliva sobre el pene del profesor Hernández, lo tomé con ambas manos, y comencé a chupar y acariciar su miembro. Yo estaba de rodillas debajo de la mesa, oculta, y eso me gustaba. Sentía que se me estaban humedeciendo todavía más las braguitas, no sabía si durarían toda la jornada. Me había traído unas cuantas de repuesto, pero la idea de andar sin nada también me cautivaba. ¿Y si me penetraban sin avisarme? Mmmm, me mojé mucho de imaginarlo.
—Uhhh, no sabía que eras igual de guarrilla que tu madre y hermana, ¡vaya que sabes hacerlo!
—Mmmm, mmmmm, slurp, me gusta…
—Si sigues así quizás te necesite a diario, golfilla. Mi hermano usa a tu hermana todos los días.
—¡Claro, me encantaría! —le dije, justo cuando escuché a alguien entrar a la oficina. Vi al profesor poniéndose blanco. Yo podría haberme detenido, pero la verdad era que me gustaba mucho el sabor de su pene, ¡no podía parar! ¡Así que le seguí realizando sexo oral debajo del escritorio.
—Señor Hernández, ¿podría quedarse un minutito después de la jornada? Vamos a discutir el tema de los exámenes previos —dijo una voz grave.
—C-claro, jefe, n-no hay problema…
—¿Se siente bien, señor?
Comencé a lamer los testículos de mi profesor. Sabían riquísimos, como bolas de carne. Comencé a jugar con ellos con mi lengua, e intenté averiguar si eran del mismo tamaño, a pesar de que sabía que mi profesor podía meterse en problemas si el Coordinador de la escuela lo veía con su polla en mi boca.
¡A mí me excitó la idea! No pude evitar empezar a tocarme debajo…
—S-sí, m-muy bien, ja, ja, con estos alumnos cualquiera se marea un poco.
—Bueno, eso es cierto. Nos vemos a la tarde, señor.
Cuando el coordinador de la escuela salió, comencé a masturbar más rápido a mi profesor. Además, el descanso ya iba a acabar, y yo no quería perderme las clases, ¡soy una buena alumna! Mientras le complacía el miembro miré a mi profesor a los ojos, expectante…
Dos potentes chorros blancos fueron a parar a mi garganta, y luego dos más. Ay, qué gustito cuando le tocan a una la campanilla con la punta del pene o con chorritos de semen. Él me puso sus manos en la cabeza para que yo no me apartara hasta beber todo, y así lo hice.
—Eres una alumna aplicada, cariño, hmmmm, igual que tu hermana.
—Así es, profesor. ¿Podemos repetirlo a menudo?
—¿No debería preguntar yo eso? ¡Dios, de verdad eres una putita como Paloma!
—Ji, ji —reí, mientras me relamía los restos de semen en mi boquita.
No le digan a nadie, es un secreto, pero creo que ahora entiendo cuando Fer o mi hermana me dicen que el semen es adictivo. No sé por qué, pero no me canso de beberlo. Creo que soy una adicta también. Cuando salí de la oficina del profesor, de inmediato me puse a buscar algún otro chico con quien jugar, para que me diera a beber de sus juguitos.
Treinta minutos después le hice una paja a un compañero de clases, en la parte trasera del salón, cada vez que no teníamos miradas encima. Quise que se corriera en mi boca, pero no pudimos, era difícil ser completamente invisibles, así que tanto él como yo tuvimos que quedarnos con la excitación. Quise que me penetrara, en el baño por ejemplo, pero no lo hizo.
Quien sí lo hizo fue uno de los de limpieza. Me tocó el culito cuado nadie estaba mirando, levantándome la minifalda, y cuando me volteé, en lugar de echarle la bronca al pervertido, la verdad es que yo estaba tan calientita que no pude evitar llevármelo a donde guardaba los artículos de aseo. Me senté sobre una mesa, me abrí de piernas mientras él se ponía un preservativo, y me folló muy muy rico… pero solo por cinco minutos. Terminé masturbándome en el baño para calmar un poco mis ansias y poder concentrarme en la siguiente clase.
Me daba algo de vergüenza pensarlo, pero no lo podía evitar: quería sexo. No podía dejar de pensar en ello. Quería que me llenaran el conejito como Felipe lo hacía. Tres penes no era suficiente, y eso era lo normal, ¿no? Según mamá, las chicas necesitamos muchos penes y mucho semen a diario.
Puse mis ojos en unos chicos de mi clase que jugaban fútbol en una esquina, durante el segundo descanso. Eran cuatro. ¿Sería suficiente con elegir uno? ¿O dos? Saqué mi teléfono y le escribí un mensaje a uno de ellos, usando los términos que mi hermana me enseñó. Lo vi leerlo y mostrárselo a sus amigos. Los cuatro me miraron y cuchichearon entre ellos, riéndose.
Yo les sonreí de regreso de la manera más traviesa que encontré. Me estaba gustando eso de provocar, se sentía muy bien. Decidí que no tenía por qué elegir. Ya había aprendido con mi familia que divertirse de a muchos era mucho más genial.
Al terminar la jornada los llevé a la Casa Secreta. Era mi primera vez allí. Era un lugar sucio, sí, pero excitante, con una sola habitación disponible y un comedor, porque todo lo demás estaba bloqueado. Había una colchoneta en la habitación. Allí era donde mis compañeras follaban con los chicos del colegio.
Nos metimos los cinco por la puerta trasera de la casucha, y dos de ellos aún parecían creer que era una broma. Para demostrarles que no lo era, los besé apasionadamente. Tenían lenguas inexpertas, pero yo también era inexperta hasta hace poco cuando mi primo me enseñó, así que decidí educarles. Besé a uno con los labios, saboreando los de él; y al otro le masajeé la lengua con la mía. Mientras tanto, los otros dos me tocaron los senos. ¡Me moría de ganas de que me los tocaran, ya era tiempo! ¿Qué dicen? ¿Que mi hermana ya lo había hecho el día anterior cuando me hizo sexo oral? Sí, pero eso fue el día anterior, hoy era hoy. Es diferente, ¿no?
Mis cuatro compañeros se quitaron rápidamente la boca mientras me tocaban las nalgas, el chochito, los senos, la cintura, o me besaban el cuello y buscaban mi lengua. Me sentía muy bien, estaba a punto de recibir muuuucho amor. ¿Qué podía ser mejor? Decidí sacarme las braguitas que me regaló Paloma para facilitarles el trabajo.
—Aaaaaay, toquen ahí, síii.
—¿Es esta la misma Rocío?
—No sé, viejo, creo que la reemplazaron por una clon, jaja.
—Sí, la anterior era una empollona tipo “cute”, pero esta es un pivón. ¿Qué le hicieron? He, he.
—Qué más da, tarados, lo importante es que es una golfa toda nuestra, dejen de quejarse.
—Síii, no peleen, tóquenme, manoséenme, penétrenme…
No necesitaba ningún tipo de previa, a decir verdad. Solo quería pene. ¡Muchos penes! ¿Y todos para mí solita? Mi chumino ya estaba chorreando. Me abrí la camisa y les mostré que no llevaba sujetador. Caí de espaldas en la colchoneta que tenía la habitación de la casona. Dos se pusieron a devorarme los pezones como perritos con hambre, jijiji, se sentía muy rico. Otro me puso su pene en mi boca y lo devoré con la misma hambre, como una perrita. El último se colocó entre mis piernas y me corrió las braguitas a un lado.
—¿Puedo? —dijo.
—Ya te dijimos que sí, viejo, tú metiste más goles así que tú vas primero.
—¡Le pregunto a Rocío!
—¿Eh? —dije, sorprendida ante su gentileza—. AAhhh, sí, por supuesto, penétrame con tu pene porfis. Y gracias por preguntarme, pero no es necesario, todos pueden hacérmelo cuando guuuuuuuhsten, mmmmm, ayyyyy, ay, ay, ay, ay.
Gemí con fuerza mientras el chico me penetraba. ¡Lo necesitaba mucho! Es diferente a la lengüita de una chica, es más duro y entra todo en mi conejito, se siente sensacional. No sé cuántas de las lectoras follan, pero si no, ¡se los recomiendo, jiji!
Sexo oral a un pene; dos lenguas en mis pezones, una verga en mi conejito. Estaba en el cielo. ¿Por qué no era un deporte nacional? ¿Por qué las chicas evitaban tanto hablar de sexo cuando era tan rico?
—Oye, tarado ya me toca, jaja.
El que habló se acostó de espaldas con su polla empalmada y me sentí encima de él. El que me había estado follando me puso la polla en la boca, y en lugar de dejar que yo se la chupara, parecía muy apresurado, me tomó de la cabeza e hizo como que mi boca era un conejito. Al principio me sorprendí, pero la sensación fue exquisita.
Los otros dos, que me habían comido los pechos, sacaron sus vergas y las tomé con mis manos mientras montaba al primer chico. Los masturbé con muchas ganitas, e imaginé que los dos se corrían en mi cara a la vez. Ahora me doy cuenta que no recordaba o sabía sus nombres, ¿pero importaba eso? Yo creo que a ellos tampoco les importaba lo que yo supiera, mientras los complaciera bien.
—Ayyyyy, ayyyyy, aaahh, ah, m-me va a salir… me voy aaaaayyyyyy…
Hablando de complacer, creo que le encontré mucho gustito a eso de montar penes. Me gusta cuando Felipe me da con fuerza y me… ¿”domina” es la palabra? Pero cuando yo tomo el control también se siente muy bien. Acabé y lancé un chorrito de mis juguitos sobre la barriguita de mi compañero de clases.
—Se corrió la muy puerca, jaja
—¡Enhorabuena, Rocío!
—Ayyy, síii… ¿ahora a quién le toca? —les pregunté sudando mientras los besaba uno por uno. Me encantaban sus labios y sus lenguas y la forma en que me agarraban los pechos cuando lo hacía. Me estaba muriendo de placer y mi chochito chorreaba.
—Nosotros —dijeron los que quedaban.
Me pusieron en cuatro patas, me levantaron la mini, me sentaron sobre uno de ellos, que me penetró hasta el fondo de mi conejito, y el restante apuntó a mi culito. Lo detuve. Aún no era momento, además tenía que limpiarme y todo eso, ¿no? Me tentaba mucho la idea de hacerlo como mi hermana con los trillizos, pero no quería arruinarlo con nada. Así que se me ocurrió una alternativa muy divertida.
Invité al otro chico, que estaba detrás mío, a que me penetrara también, por el mismo hoyito. El chico asintió encantado, y cuando el que yo montaba se quejó de algo que yo no entendí (¿un “cruce de espadas” puede ser?) le di un beso de lengua para callarlo.
Fue algo difícil, pero logré tener dos pollas dentro de mi chumino. Fue una sensación maravillosa, estaba completamente llena. ¿Dos penes para mí solita? Estoy segura de que mis compañeras me habrían envidiado, a pesar de cuantas miradas asesinas me habían echado durante el día. ¿Qué importaba si podía divertirme con quien quisiera?
Le comí la polla a uno de los restantes, mientras al otro le hacía una pajita. Después fui alternando, metiendo uno al fondo de mi garganta y al otro lo acariciaba con mis dedos. Recogí el líquido preseminal de ambos con mi lengua.
—Ahhhhhhh, me encantaaaaaaaa, qué ricoo sabeeeeeen.
—¿Y nosotros? ¿No tienes que decir nada de nuestras pollas en tu coño, golfa?
—Síiii, también me fascina, está riquísimoooooo.
Quería probar el sabor de todos. Me quedé en la misma posición mientras los otros cuatro se turnaban para penetrarme el coñito o la boquita. De a poco, también se fueron corriendo uno por uno. El primero lo hizo en mi conejito, dejándome llenita. Después otro lo hizo en mi boca, me lo tragué todo como si fuera mi sabor preferido (y quizás así lo era); el tercero estalló en mi faldita escolar, ensuciándomela toda, y hasta cayeron algunos chorritos en mi cabello.
—Ayyy, está en mi pelito, me veo muy sucia… oyeeeee —le pregunté al primero que se había corrido en mi chumino, mientras uno solo ahora me follaba.
—¿Sí?
—¿Me puedes tomar unas fotos? Quiero ver qué tan sexy me veo, jiji.
Sí, eso era cierto, quería saber si me veía sexy. Pero también quería mandarle copias a Felipe, y a mi hermana, y a mi mami… y tambien a mi papi. No les he hablado de él, se llama Ricardo Navarro, y es muy lindo también. Muy atractivo, por eso mami se fijó en él. Cada vez que lo veo me dice lo bonita que luzco, y me mira de arriba a abajo con deseo. ¡Estoy segura de que le iban a gustar mis fotitos con mi cuerpito cubierto en lechita de pene!
Me fotografiaron en varias posiciones, y cuando el último muchacho se corrió le pedí que lo echara en mi cara. Lo llamaban “facial”, creo. La textura, el olor, la sensación del semen en mi cara francamente era extremadamente placentero para mí.
Siete penes había tenido en mis manos, boca o coñito en lo que iba del día. No sé cuánto sería lo normal para una chica, le iba a preguntar a Paloma o Fer, pero esperaba que fueran muchos más porque me estaban encantando. Cuando me despedí de mis compañeros, recibí una notificación en mi teléfono. Mi papi había contestado a mis fotos con un video… en el que se estaba masturbando. “Ay, hmmm”, pensé, excitándome de nuevo, como ahora que les relato esto. ¿Un video contaba como octavo pene?
Esperaba que sí. Sea como sea, voy a llamar a mi primo ahora. Creo que su pene vale por dos o tres, así que haré trampa hoy cuando me acueste con él, jiji. Espero que Fran no se enoje.