Todo en Familia (12)

Hermana mayor y menor estaban en el bolsillo. Solo me quedaba convencer a mamá de unirse a nuestra relación incestuosa... Lo que Fernanda, Francisca y yo no esperábamos es que mi mamá estaba más que preparada para nosotros.

Capítulo 12: Mi madre y mis hermanas - Diversión en Casa

El regreso a la ciudad no tuvo contratiempos. Paloma invitó a Rocío a salir con los trillizos de la escuela, pues quería practicar algo con ella, así que los fuimos a dejar a casa de ellos para que se divirtieran. Mi tía Julia nos llevó a casa de la abuela, y me prestó la camioneta para que volviéramos a nuestro propio hogar, con nuestra madre. Yo y mis amantes, mis hermanas Francisca y Fernanda.

Habíamos hablado durante el camino sobre qué hacer. Les relaté que había tenido sexo con mamá antes de irme a la playa. Tuve la reacción esperada de ambas, aunque no fue la reacción que una persona normal esperaría de una familia normal. Obviamente, nosotros no pertenecíamos a una familia normal ya.

—¿Te follaste a mamá? —preguntó Francisca, en el asiento de copiloto, con el rostro repleto de sorpresa y la incredulidad. Sin embargo, no parecía molesta… Era quizás… ¿admiración?

—¿Es en serio, hermanote? —Fernanda me abrazó el cuello desde el asiento de atrás—. ¿Por qué no nos dijiste? Pensé que estaba furiosa con nosotros desde que nos vio follando… Mmm, ahora me gustaría que me diera amor también, hmmmm, me está subiendo la temperatura.

—Feña, por favor cuidado, estoy conduciendo —le pedí, mientras ella comenzaba a acariciarme el pecho por debajo de la camisa.

—¿Mamá los vio teniendo sexo? —El rostro de Francisca se contorsionó aún más, pero seguía sin mostrar un solo indicio de enfado.

—Sí, cuando mi hermanote nos lo hizo a Chio y a mí. Mamá dejó de hablarme, ¿quién diría que todo lo que necesitaba era acostarme con ella para que se le pasara?

—¡Pero es nuestra mamá! Una cosa es que nosotros estemos haciendo cosas, ¿pero crees que ella aceptaría algo así?

—La verdad, Fran, creo que no se negaría. Feña, ese día ella te vio bailando en el club nocturno, y por lo que me dijo después, ella ha pensado en ustedes dos… más allá de lo maternal, creo.

—¿Estás de broma, Fel? —Los colores se subieron al rostro de mi hermana mayor. Noté cómo cerró las piernas una contra la otra y comenzó a frotarlas.

—¿Mamá me vio bailando también? Oh… mmmm. —Fernanda se llevó una mano bajo el ajustado pantalón deportivo que llevaba puesto, y comentó a tocarse en su zona íntima—. Estoy muy mojada… Hermanote, ¿podrías parar? Necesito sexo.

—¡Pero aún tenemos que llegar a casa, Fer! —le dijo Francisca, que estaba coloradísima y respiraba con dificultades.

—¿Tú cómo estás? —le pregunté, esperando que ella entendiera a qué me refería.

—Yo… bueno, es normal que a ciertas horas las mujeres nos mojemos un poco con…

—¡No te hagas la tonta, hermana! Puedo hasta oler lo cachonda que estás también. —Fernanda comenzó a masturbarse rápidamente mientras me ponía una cara de puchero en el espejo retrovisor—. Vamos, hermanote, para la camioneta, ¿sí? ¿Un rapidín para mi hermana y para mí?

Francisca no dijo nada, pero parecía esperar que dijera que sí también, dada su cara silenciosa de súplica, sin negar lo que estaba diciendo nuestra hermanita.

—Está bien. ¿Cómo podría negarme a mis dos hermosas hermanas? El problema es que ya estamos en la ciudad, no podemos simplemente parar a…

—¡Solo será un rapidín! ¡Porfis!

—El supermercado podría servir… ¿Creo? —dijo Francisca, ganándose una sonrisa pícara de tanto Fernanda como yo. Podía negarse todo lo que quisiera, pero la verdad era que era tan lujuriosa como nosotros.

Me desvié del camino a casa y me dirigí a un supermercado cerca de nuestra casa. Bajé al estacionamiento y detuve la camioneta en un rincón. Miré alrededor para cerciorarme de que no había nadie alrededor, pero no había ni empezar a verificar cuando Fernanda me empezó a lamer el cuello desde el asiento de atrás.

—Mmmmmm, hueles bien, hermanote… Amo tu olor, me gusta muchísimo, me vuelve algo loca, aaaahhhh, slurp—Mientras me lamía, Fernanda comenzó a tocarse los senos por encima de la camiseta. Luego miró a Francisca, a mi lado—. ¿No vas a hacerle nada?

—¿Eh? E-está bien… pero tiene que ser rápido. —Francisca verificó que no había nadie en ninguno de los automóviles cercanos, me desabrochó el pantalón y se inclinó hacia mi regazo. Sentí los maravillosos labios de mi hermana abrazar mi polla con dulzura y pasión.

—Ohhhhhh… F-Fran, qué bien…

—¿Te gusta? —me preguntó mientras daba lengüetazos circulares alrededor de la punta de mi pene, mirándome a los ojos—. Para ser sincera, ya estaba extrañándolo.

—Se ven muy bien así, mmmmm, sigan —dijo Fernanda, masturbándose sensualmente en la parte de atrás.

—¿Te gusta lo que ves, marrana?

—¡S-sí, mucho! —Fernanda se inclinó hacia atrás, flexionó y se abrió de piernas y me mostró su coñito, donde empezó a meterse dos dedos—. Ohhhh, mmmm, ay, sí, necesito peneee.

—¿Sabe bien, Fran? —le pregunté a mi otra hermana, que había aumentado la velocidad de su chupada; tenía una técnica increíble, parecía saber muy bien lo que hacía y cómo me gustaba, usando los labios y la lengua de una manera muy erótica.

—Sí, es delicioso, mmmm, el mejor pene que he probado.

—¿...Has probado muchos?

—No seas bobo, amor, esas cosas no se preguntan, ja, ja. He probado menos que la golfa de nuestra hermanita, desde luego, pero desde ahora solo quiero una, hmmmmmm, slurp, slurp, ¡qué pene más sabroso!

Comencé a gemir mientras disfrutaba del sexo oral y miraba a mi otra hermana penetrarse a sí misma con los dedos a través del espejo retrovisor. Extendí mi brazo por la espalda arqueada de Francisca y metí mi mano en sus pantalones, acariciando su culo.

—F-Fel… —me rogó Francisca, aún con mi polla en su boca.

Sin anunciarlo, introduje un dedo en el coño de mi hermana. Estaba empapadísima, y ella me agradeció el gesto con una deliciosa serie de gemidos.

—¿Puedo follarte, Fran?

—Te dije que no tenías ni que preguntármelo, cielo, estaré mojada y lista para ti cada vez que quieras. —Francisca se irguió, se cercioró de nuevo de que no había nadie cerca (una familia pasó caminando por allí, pero no notaron nuestra presencia), y se quitó tanto los pantalones como las bragas—. Dios, estoy echando humos.

Francisca se abrazó a mí y se sentó encima mío, con las piernas a los lados del asiento. Era muy bueno que la camioneta fuera tan espaciosa, porque también gracias a su cuerpo esbelto, no tuvo muchos problemas para acomodarse.

Se dejó caer sobre mi polla erecta y húmeda de salivas, por lo que necesitó de lubricación. Gimió en mi oído y comenzó a montarme con eróticos movimientos de adelante hacia atrás, acariciándose el cabello y los senos intercaladamente. Sacó la lengua, presa del placer.

—Ahhh, ahhh, ahhhh, el sexo, m-me encantaa el sexo contigo, ahh, ahhhh, ahhhhhh.

—¿Te enciende hacerlo en un lugar así?

—S-sí, es uno de mis f-fetiches… c-creo… Ahhh, ahhhh, ¡q-qué rico!

—Mmmmm, oigan, no me ignoren, esto fue mi idea, mmmmm. —Fernanda se hizo hacia adelante y tomó mi rostro y el de nuestra hermana.

—Oh, hermana, perdónanos… Ahh, ahhh, ahhhhh, v-ven, deja que te demos amor.

Sabiendo lo que ella deseaba, los tres sacamos la lengua y las unimos en un beso húmedo, salivoso, extremadamente sensual. Fernanda se levantó la corta camiseta que llevaba, y Francisca le acarició los senos a su hermana menor, sin dejar de montarme.

—Las amo, hermanas, son increíbles, uffff.

—Ahhh, ahh, ahh, acaba rápido, Fel, acaba adentro mío, amor, dame tu semilla…

—¡No, espera! ¡Yo también quiero pene!

—Está un poco incómodo hacerlo los tres aquí adentro, Feña, lo siento —le dije, deseando que a ella se le ocurriera lo que yo estaba pensando. Con lo salida que era, no me sorprendió que así lo hiciera, sugiriéndolo enseguida:

—¡Vamos afuera! ¡Porfa! ¿Sí? —Fernanda se quitó la ropa rápidamente, quedándose solo en ropa interior. Comprobó que no había nadie cerca y se bajó del auto. Luego abrió la puerta del piloto y me besó efusivamente.

—¿Afuera? Pero ¿y si nos ve ahhhh, ahhh, alguien…?

—¿De verdad te importa ahora, con lo cachondas que estamos?

—Hmmm… está bien. De todos modos es un rapidito, ¿no? Ahh, ahhh, ahhh —Francisca se retorció de placer sobre mí, y me dio un rápido pero profundo beso en los labios—. ¿Estás cerca de correrte, Fel?

—Sí, bastante —admití.

—Está bien. Siendo la mayor, ¿cómo podría negarle a mi hermanita menor un poco de diversión?

Francisca se sentó de vuelta en su asiento. Fernanda me guio hacia afuera y se recostó de espaldas en el capó, abriéndose los labios mayores, invitándome. Me puse entre medio de sus piernas y penetré a mi hermanita de un tirón. Antes de que se pusiera a gemir a gritos, le puse una mano en la boca.

—Hmmmmmmm, hmmmmmmmmmmmmm, mmmmmmmm, mmm, mmmmm, hmmmm.

—Me encanta follarte el coñito, Feña —le susurré al oído, lamiéndole el lóbulo de la oreja. Miré hacia adentro de la camioneta, donde pude ver a nuestra hermana mayor masturbándose como Fernanda antes.

—Mmmmmmm, peneeeeee, peneeeeeeeeee, pene grandeeeee —gimió Fernanda en voz baja cuando le saqué la mano de la boca. Sus tetas se movían como locas mientras la penetraba.

Llamé a Francisca con la mirada, y ella al fin se atrevió a salir del vehículo. Semidesnuda, se dirigió hacia nosotros, tomó a Fernanda de la cintura y la ayudó a voltearse, dándome la espalda, apoyando sus senos en el capó.

Penetré a Fernanda en posición de perrito esta vez, mientras Francisca me acariciaba el cuerpo y me besaba el cuello, lo que ella sabía que me volvía loco.

—Mmmmmmmm, máaaaas, más fuerteeeeee, más rápidoooo.

—¿Te gusta follar a esa guarrilla, Fel?

—Sí, me gusta mucho.

—¿Te gustaría follar también con mamá, cariño? —La sonrisa de Francisca era radiante. Era un ángel y una diablita sexy a la vez, sabía lo que me gustaba escuchar.

—Sí. ¡Sí!

—Córrete, hermano —me susurró Francisca, acariciándome el pecho y los hombros con una mano, y las nalgas de Fernanda con la otra.

—Ahhh, no queda mucho…

—Córrete en nuestra hermanita, dale tu semilla.

—¿Estará bien? ¿Q-que me venga adentro de ella?

—Sí, amor, dale a la guarrilla tu esperma.

—¡Sí, dame tu leche, hermanote! ¡Lléname de leche caliente, rápido!

Me vine al interior de mi hermanita rápidamente, procurando penetrarla muy profundamente cuando lo hice. Esperaba no dejarla embarazada, pero no podía negarme a llenar de semen el cuerpecito de una adolescente tan sexy y cachonda.

Los tres nos metimos rápidamente a la camioneta, nos vestimos, y salimos de allí. Noté en el rostro de mis hermanas que seguían calientes. Si bien lo habían disfrutado, no se habían corrido como correspondía, y además, debían estar pensando todavía en lo de mamá. Yo también sentía ganas aún. ¿Qué podía hacer con mamá ahora? ¿Realmente nos atreveríamos a romper el útlimo de los tabúes entre nosotros?

Francisca nos dijo, casualmente, que había decidido regresar a vivir a la casa, en lugar del departamento en la universidad. Quería pasar más tiempo con nosotros, y ya no tenía una excusa para evitarnos. Todo lo contrario, y no podíamos estar más felices.

—¡Mamá, llegamos! —anunciamos al abrir la puerta. Nadie nos respondió, así que dejamos nuestras maletas y mochilas en la sala. Le di un beso en los labios y una nalgada a mis dos hermanas, y ellas me sonrieron traviesamente.

—¿Mamá? —llamó Francisca otra vez.

—¿Estará durmiendo? ¿O en el trabajo?

—No, a esta hora debería estar desayunando, aún no es hora de irse a trabajar.

Nos dirigimos a la habitación de ella, como por casualidad. Abrimos la puerta, miramos en su interior, y la cerramos de inmediato. Sin decirnos ni una palabra, y con los ojos como platos, nos dirigimos de regreso a la sala, y nos sentamos en diferentes sillones. Pasaron cinco minutos hasta que alguno de nosotros habló, y fue la hija mayor.

—¿Acabamos de ver lo que acabamos de ver?

—¿A mamá durmiendo con dos hombres súper jóvenes a cada lado?

—Sí…

—¿Todos durmiendo desnudos?

—Sí.

—Sí, eso fue lo que vimos.

—...Siempre hemos tenido la misma mamá, ¿no?

—Que yo sepa, sí. Tradicional, conservadora, religiosa, todo eso…

—Ya veo. ¿Y quién es la que estaba ahí?

—Mamá… Creo.

Francisca y Fernanda me miraron con ojos serios y juiciosos, a mí, el único que no había dicho ni una sola palabra. Les sonreí nerviosamente, sin saber muy bien qué decir.

—Eh… bueno, cuando mamá y yo… ehhh…

—...Follaron…

—Sí, eso… b-bueno, sí dijo que quería… ¿Cómo fue? ¿Disfrutar más de la vida? ¿Disfrutar como se merecía ahora que no estaba con papá? A-algo así…

—¿Y eso de alguna manera lo debemos traducir como “actuar como nuestra tía y acostarse con extraños en casa”?

—…¿Sí?

Los dos tipos salieron de la habitación, semi-vestidos, y llegaron a la sala, donde se quedaron paralizados como si se hubieran congelado en el Ártico. Cruzaron miradas con nosotros, y ninguno supo qué decir. Fue uno de los momentos más incómodos que recuerdo, nadie decía una palabra, y hasta Fernanda parecía desinteresada en observar los cuerpos de esos hombres, con toda la sorpresa que tenía. ¡Hasta ella tenía límites!

—Por allá está la salida, chicos, gracias por venir —dijo mi mamá, apareciendo también en la sala con una bata de baño rosa, corta, escotada y semi-transparente, atada a la altura de la cintura. Revelaba completamente las sensuales piernas de mi mamá, y debajo solo llevaba su ropa interior negra de encaje, muy sexy y provocadora. Nos miró con una sonrisa despreocupada mientras despedía a los hombres.

—Eh… s-sí, señora.

—¡Llámenos!

—Ya veremos, ya veremos —dijo mi madre, cerrando la puerta de la casa detrás de ellos. Luego se volteó hacia nosotros y nos dedicó un efusivo saludo—. Ay, estos chicos… ¡Oh, hijos míos! Qué bueno que llegaran juntos, ¿tuvieron un buen viaje? ¿Lo pasaron bien?

—Eh… ¿n-no tan bien como tú? —intentó bromear Fernanda, incrédula, con el mentón todavía en el suelo. Hasta ella parecía haber perdido la sensación de control, y miraba de arriba a abajo a nuestra madre sin poder creerlo.

—Hm, viendo lo felices que llegaron los tres, eso lo dudo, ja, ja. ¡Venga, que todavía no le dan un beso a su madre! —dijo ella, abriendo los brazos—. ¿Qué están esperando? Los extrañé.

Los tres nos pusimos de pie, incrédulos. Fui el primero en acercarme a ella, pero en vez del maternal beso en la frente de siempre, me plantó un efusivo beso en los labios. No estaba ebria como la vez anterior. ¿En serio estaba dispuesta a hacer eso frente a sus dos hijas? Mi madre introdujo su lengua en mi boca y comenzó a jugar con la mía, que estaba casi paralizada.

—Te extrañé mucho, hijo de mi corazón. ¡Hija, qué bueno verte! —dijo, dirigiéndose ahora a Francisca, pero todavía mirándome de reojo—. Te veo muy feliz, no sabes cuánto me alegra verte tan radiante, dime que vas a volver a quedarte en casa, aunque sea por un largo tiempo.

—B-bueno, sí, d-de hecho les dije a Fel y Feña que, ¡mmmm! —gimió Francisca, que puso los ojos como platos cuando mi mamá la abrazó de la cintura y le besó en los labios también. Dados los movimientos en las mejillas de mi hermana, al parecer también estaba jugando con su lengua allí adentro. Francisca me miró, completamente en shock, buscando ayuda. Yo me encogí de hombros, tampoco tenía idea de lo que estaba ocurriendo.

—Eso me hace muy feliz, cielo —dijo mamá, apartándose de Francisca, y buscando a su hija menor—. Y ahora, ¿dónde está mi niña, en lugar de en mis brazos?

—Hm, hola, mamá. —Fernanda dio un paso adelante. Jamás la había visto tan tímida y sumisa como en ese momento, estaba sonrosada, con la voz muy baja, y miraba al suelo—. Quería disculparme por lo de…

Ocurrió lo mismo que con Francisca y yo. Mamá tomó del rostro a su hija menor, abrió la boca, sacó la lengua, y se abrió camino ente los labios de Fernanda. Tras el impacto inicial, mi hermanita cerró los ojos, sonrió, y le devolvió el morreo a mi madre. Yo estaba excitadísimo ante la escena, por supuesto que sí, pero también estaba muy confundido. A mi lado, Francisca parecía estar igual de cachonda y aturdida que yo.

—Hmmmm, qué bien besas, cari. ¡Oh, no puedo creer que sea esa hora! Se me pasó el tiempo con esos dos chicos… ¿Quieren que les haga desayuno? Estoy con muchas energías hoy.

Nos sentamos a la mesa de la cocina. Nuestros rostros estaban rojos y se nos dificultaba abrir la boca. Cada vez que nos mirábamos entre sí, sentía que nos subía la temperatura. Había muchísimo calor en el aire, a pesar de que no era una casa especialmente cálida.

Vistiendo aún su bata de baño y su sexy lencería, mamá nos preparó un gran desayuno con tostadas, jugo de duraznos, unos waffles y café con leche. Cada vez que se movía o se inclinaba, los tres nos quedábamos embobados mirándola de arriba a abajo. Sus senos eran increíbles, su culo era un espectáculo, su cintura no aparentaba haber parido tres personas en el pasado…

—Oh, no… hmm, no queda leche para todos.

—¿Quieres que vaya a comprar, mamá? —se ofreció Francisca.

—No hace falta, cariño. Les serviré a ustedes y yo sacaré de otro lado.

Nos dejó las tazas con nuestro desayuno frente a cada uno de nosotros, siempre inclinándose para mostrar su impresionante escote. Después de servirme, dejó su propia taza sobre la mesa, se arrodilló ante mí, se colocó entre mis piernas, y ante la estupefacción de mis hermanas, me sacó la polla, la tomó con ambas manos y comenzó a chuparla al mismo tiempo.

Mis dos hermanas quedaron de piedra mientras yo no sabía a donde poner los ojos: ¿en mis hermanas para intentar explicarles la situación? ¿En mi madre que no paraba de observarme mientras me hacía sexo oral con una técnica impresionante? Decidí que lo mejor era hacer la cabeza hacia atrás, mirar el techo y relajarme.

—¿Te gusta, mi niño?

—Sí, mamá…

—Fran, ¿estoy viendo lo que estoy viendo? —escuché susurrar a Fernanda.

—Sí —contestó la aludida—. ¿Creo que sí?

—¿Entonces es normal que esté cachonda mirándolos?

—...Sí. Es normal.

Mamá chupaba rápidamente, sin dejar de pajear mi verga con las manos. Tenía una gran coordinación, y me pregunté si siempre había sabido hacer eso. ¿Tanto podía haber cambiado tras unos días en que no estuve?

—Mamá… ¿y esos…?

—¿Los chicos? No sé, los conocí por ahí y pensé en traérmelos. Follaban bastante bien, tenían mucho aguante. —Mamá miró a sus hijas y les dedicó una sonrisa—. Si quieres se los presento, creo que podrán con las dos.

—¿Q-qué? —tartamudeó Francisca—. ¡N-no! Para mí solo Felipe es… solo él es…

—Ohhh, ya veo. Así que de verdad se solucionaron las cosas entre ustedes, ¿eh? Me alegra mucho, hija.

—Yo sí quisiera el contacto de ellos —aventuró Fernanda—. A diferencia de mi hermana, estoy casi soltera.

—Lo sé, mi niña, lo sé.

Mamá volvió a la faena. Era increíble su habilidad para chupármela. Su lengua tenía vida propia y se movía como si supiera exactamente qué parte de mi polla tocar. Miré a un lado tras unos minutos, y me tope con la imagen de mis dos hermanas, una joven increíble y sensual de veintitrés años, y una golfa adolescente de quince, masturbándose frente a la escena, sentadas ante la mesa. Las dos tenían las manos dentro de sus pantalones y las movían frenéticamente, mientras estaban ruborizadas y sus ojos brillaban de deseo.

—Hmmm… oh, mamá… ¿me enseñarías a hacerlo así?

—¡Por supuesto que sí, cielo! Para eso somos las madres.

—Mmmm, ahh… Fel, ¿t-te gusta lo que hace mamá?

—Sí, mucho. D-de hecho estoy a punto de correrme. Mmmmmm.

Mamá apuntó mi polla hacia su taza de café y me masturbó rápidamente. Liberé un espeso chorro blanco al cabo de un rato después, que cayó como crema hacia el café, mezclándose con éste. Sentí que mis energías se liberaban, mi líbido no paraba de subir y bajar como loca, y mi confusión se enfrentaba en batalla campal con mi lujuria, par ver quien sobresalía más.

Mamá se puso de pie, probó el café con semen, los saboreó, se relamió los labios, y se sentó con nosotros para seguir bebiendo, como si nada. Francisca y Fernanda siguieron masturbándose a pesar de que la escena ya había terminado.

—Niñas, ¿por qué me miran así? ¿No están buenos los waffles?

—N-no… mmmm…

—Están buenos, m-mamá… ah…

—Ya veo. ¿Quizás quieren comer otra cosa?

Mamá se desató la bata de baño y nos deleitó con sus maravillosas tetas, protegidas por su sensual brasier de encaje. Con ambos dedos índices llamó a sus hijas, y éstas, como los marinos a las sirenas, caminaron hacia su madre llevabas por la lascivia.

Se bajó el brasier y sus senos saltaron afuera, como de felicidad. Francisca y Fernanda se ubicaron una frente a cada teta, y después de unos segundos, como si las hubieran estado estudiando, sacaron la lengua y comenzaron a lamer tímidamente los pezones de mi mamá.

—Mmmmm, hijas, qué hermosas se ven —dijo mamá, acariciándoles el cabello. Desde mi posición, no solo podía ver a mi madre siendo complacida por sus hijas, sino que a éstas inclinadas hacia adelante, permitiéndome una fantástica visión de sus traseros de infarto.

—Oh, dios, se ven… —De no ser porque me acababa de correr, ya las habría estado follando. Sin embargo, aún tenía que recuperarme, así que me dediqué a observar y rezar que esto no fuera un sueño o un delirio. Literalmente estaba viendo, en vivo y en directo, el sueño más morboso de toda mi vida.

Francisca y Fernanda comenzaron a usar sus labios además de sus lenguas. Besaban los pezones de mamá y masejeaban sus senos con los rostros llenos de placer, mientras movían sus culos de lado a lado, como perritas contentas, deleitándome.

—Mis niñas, ¿no sienten calor? El día ha estado caluroso y ustedes llevan mucha ropa.

—Oh, ¡perdón, mamá! —dijeron las dos chicas a la vez, bajándose lenta, erótica y dificultosamente, los ajustadísimos pantalones que llevaban frente a mí. Las bragas de Francisca eran celestes, las de Fernanda eran blancas, y ambas mostraban manchas de humedad y lujuria.

—Qué buenas niñas son, me recuerdan a cuando eran bebés. ¿Les gustan mis pechos?

—¡Mucho, mamá!

—¡Sí, mamá, son deliciosos!

Mamá comenzó a acariciar las nalgas de sus hijas, cálida, maternal y placenteramente. Pude escuchar los sexys gemidos que emitían mis hermanas mientras chupaban las tetas de nuestra madre. De un momento a otro, mamá me dedicó una mirada muy pícara, traviesa y cómplice. Bajó más sus manos y las metió debajo de las delgadas bragas de Francisca y Fernanda. Cuando comenzó a introducir los dedos en sus coñitos juveniles, y mis hermanas empezaron a gemir y salivar como locas, fue cuando mi polla recuperó toda su fuerza.

—Ohhhhhhh, mamáaaaaa, tus dedoooooooooooos.

—Ah, mamá, ahhh, ahhhh, q-qué rico…

—Síiiii, muy ricooooo, mamá nos está dando mucho amorrrr, hmmmmmmm

—Sí, Feña, mamá está siendo… ah, ¡ah, ah, AH, AH, AH! mmm, muy buena con nosotras.

—¿Cómo no voy a darle amor a mis únicas niñas? ¿Cómo no voy a demostrarles cuánto las amo? Mi primogénita y mi niñita especial, ustedes y Felipe son todo para mí.

Los brazos, manos y dedos de mamá se movieron rápidamente en la entrepierna de las dos chicas. Morbosamente ambas comenzaron a gemir más intensamente, moviendo rápidamente los culitos a todos lados, sin dejar nunca de comer las tetas de mamá.

—Está muy bueeeenoooooooooo, ¡mamáaaahhhhh! Tus dedooooooos, n-nunca más me peleo contigo si me vas a dar tanto amoooooor

—Mamá, ¡te amo! Te amo, mamá, mamá, ahh, ahhhh, ahhhh, nunca voy a dejarte de nuevo, ahhh, ahh, ahhh.

—Eso es, hijas mías. No dejen de beber de mis pechos, como antes… Eso es, relájense, déjense llevar —les instruyó mamá, sonriéndoles maternalmente, como si realmente les estuviera haciendo caricias en la cabecita en lugar de llevarlas al orgasmo con sus dedos.

—¡Mmmmmmmeeeeee… corrooooooooooohhhhhhhhh! —Mamá sacó los dedos de la entrepierna de Fernanda y un chorro de líquido semi-transparente salió disparado hacia afuera. Mi hermana menor cayó de rodillas junto a mamá con las piernas temblorosas.

—¡Ah, aah, ah, ah, ahhhh, aaaahhhhh! —Esta vez le tocó a mi hermana mayor, que acabó en medo de un intenso orgasmo, dejando la mano derecha de nuestra madre húmeda y brillante. Francisca solo logró chupar el seno de mi mamá por un rato más hasta que también cayó rendida.

Mamá se puso de pie, volvió a atarse la bata, y dijo que iba a ir a vestirse para salir al trabajo, y que cuidáramos la casa mientras tanto. Nosotros tres quedamos rendidos, aún pensando que estábamos soñando o delirando.

El resto del día transcurrió de manera normal. Dejé la camioneta de vuelta con Paloma, volví a casa, avancé con algunos documentos que necesitaba para mis clases la próxima semana, y lo mismo hicieron mis hermanas. Aunque no lo parezca, podemos llevar una vida normal, no estamos siempre follando… Lo que pasa es que no suele durar mucho eso de la vida normal.

Sí sucedió que Francisca recibió una extraña llamada por teléfono de nuestro padre. No me dijo de qué se trató… pero esta vez yo no lo iba a dejar pasar, como hacía antaño. Si ese imbécil le estaba diciendo cosas que la dejaban triste, entonces sería mi deber proteger a mi hermana. Hablaría con ella a la noche.

Entrada la tarde, mamá volvió del trabajo llevando un elegante uniforme. Zapatos de tacón, pantimedias oscuras, una falda gris extremadamente ajustada, y que marcaba su torneada cintura y su culo, una camisa blanca y elegante, y una chaqueta gris… con una mancha blanca cerca de uno de los hombros.

Un hombre robusto, calvo, pero bien uniformado, la había pasado a dejar y Fernanda fue la primera en preguntarle quien era, con su particular estilo:

—¿Y el pelado de mierda quién es?

—Oh, es un compañero de trabajo —respondió mamá, sacándose los caros zapatos de tacón y dejándolos a un lado mientras entraba—. Estoy trabajando de recepcionista en una empresa ahora, hoy era mi primer día. Raúl me vino a dejar después de que le ofrecí algunas cositas, ja, ja.

—Espera… —dije, acercándome a ellas—. Nos fuimos a la playa por tres días ¿y cambiaste el trabajo en el mercado por el de una multi-nacional empresa?

—No, hermanote, la pregunta correcta es: “¿te estás follando a tus compañeros el primer día?”

Mamá rio ante la ocurrencia de su hija menor, y se dirigió tranquilamente a la cocina. Fernanda y yo nos miramos perplejos. ¿Cómo carajos había cambiado tanto nuestra madre en un par de días? ¿Tan solo había bastado ver a Fernanda bailando en un club nocturno, y follar conmigo, para que cambiara tan radicalmente?

—¿Dónde está su hermana? —preguntó mamá, quitándose lentamente la chaqueta de la empresa mientras nos miraba. Vio la mancha blanca sobre la tela—. Ups, ja, ja, vaya, no me fijé en esto. Le diré que a la próxima ocasión apunte bien su lefa.

Francisca entró a la sala también y quedó con la misma cara de piedra que nosotros observando a mamá, que ahora se quitaba los primeros dos botones de la camisa, permitiéndonos ver su maravilloso escote.

—¿M-mamá?

—Ahí estás hija, me alegra verte. ¿Saben? Esto de ser recepcionista me da bastante dinero, me gusta el ambiente, aunque es algo estresante a ratos. —Mamá caminó por el corredor que llevaba a su habitación, se volteó hacia nosotros sensualmente, y dejó caer su ajustada falda gris hasta sus tobillos, regalándonos una fantástica visión de su culito, su falta de bragas y sus sexys ligueros—. ¿Me ayudarían a relajarme?

Poco después estábamos los cuatro en la habitación de mamá, nosotros de pie en la entrada, y ella de rodillas sobre la cama, mirándonos perversamente mientras se pasaba las manos por el uniforme, poniendo especial atención en sus senos, su cuello y su cintura.

—¿Les gusta mi cuerpo?

—Sí, muchísimo —le respondí, notando cómo mi erección crecía.

—Pero ya tengo cuarenta, ¿de verdad no creen que me vea mal?

—Mamá, eres muy hermosa… —dijo Francisca, mordisqueándose un labio y rozando una de sus piernas contra la otra, claramente excitada.

—La edad no importa si te ves así, mamá —dijo Fernanda, que tuvo menos pudor que nosotros y se acercó a nuestra madre mientras se desnudaba rápidamente.

Solo con su ropa interior, mi hermanita se subió la cama, gateó hacia mamá, y la abrazó por la cintura. Mamá le sonrió y se acercó a su rostro, enfrascándose con su hija menor en una morboso morreo de lengua que nos dejó a Francisca y a mí echando humos.

—Oh, cielo, qué cariñosa estás hoy, ja, ja. Vamos, chicos, ¿qué hacen ahí de pie? —nos preguntó a los dos, que seguíamos petrificados—. Ya es momento de que se relajen. En familia todo es aceptable, ustedes me enseñaron eso. Hija, hazte cargo de tu hermano, ¿sí?

—¡Sí, mamá! Amor… ¡ven a mí!

Francisca me agarró, me jaló hacia ella y me plantó un efusivo, apasionado y hasta agresivo beso mientras me quitaba las prendas, una por una. Yo hice lo mismo con ella, rápido y llevado solo por el deseo más primitivo, nos estábamos tocando como animales.

Mamá metió los dedos bajo las braguitas blancas de Fernanda.

—Qué húmeda estás hija, ¡mira todos estos juguitos! —exclamó, mientras le lamía el cuello.

—S-sí, generalmente tengo que c-cambiarme bragas como tres veces por día porque me mojo con todoooohhhhh, pero lo olvidé hoy, perdóooon.

—Mi cielo, no te disculpes, me encanta la textura, tu olor… —Mamá se llevó los dedos a la boca y los chupó como si fueran dulces—, y tu sabor.

Creo que ninguno de los cuatro estábamos de ánimos para preámbulos, queríamos ir directo a la acción. Me coloqué detrás de Francisca y le bajé de un tirón los pantalones y la ropa interior. Ella me miró sensualmente de reojo mientras buscaba mi polla con su mano, y cuando la encontró, la guio hacia la entrada de su vagina.

Le agarré las tetas fuertemente y le besé el cuello mientras la comenzaba a penetrar. Ella suspiró de deseo y expectación mientras me introducía en su cuerpo. Soltó mi verga para que pudiera entrar completamente en ella, y empezó a gemir en seguida, pegándose a mí como si estuviera atraída por feromonas.

—Ahhh, Feeeeel, ¿te g-gusta follarme? Ahhh, ahh, ahh, ahhhh, ahhhh.

—Sí, muchísimo, Fran, me moría de ganas de penetrarte de nuevo.

—Yo también… c-creo que tengo un problemaaahh, ahhh, ahhh.

—¿Cuál? —le pregunté. Ella pegó su espalda aún más a mi pecho, aumentando la profundidad de mi penetración.

—P-porque me estoy haciendo adicta a ti, aaaahhhmor… Me estoy haciendo adicta a tu pene, ah, ahhh, ahhhh, ¡me vuelve loca!

Desde mi posición, más allá de mi hermana mayor, podía ver también a mi hermana menor de espaldas sobre la cama. Estaba completamente abierta de piernas, con los pies sujetados por sus manos, mientras mi mamá sumergía el rostro entre sus piernas, penetrando a la golfa con su juguetona y experta lengua.

—Ohhhhh, mamiiiiiiiiiii, qué adentro estás llegandooooohhhh

—Slurp, slurp, tu sabor es maravilloso, cielo.

—S-siempre quise hacer esto contigo, mamáaahhhh, ohhhh, me atraen las mujeres como tú, ohhhh, me he hecho pajas mirándote desnuda, mmmmmmm.

—¿En serio, hija? ¿Te gusta muchísimo mi cuerpo desnudo? —Mamá premió el cumplido de la menor introduciendo un dedo en su húmedo chumino.

—¡Sí! —Los ojos de Fernanda se desorbitaron, su lengua quedó fuera de sus labios como si estuviera poseída—. Tus tetaaaas, tu culooo, tu lenguaa, mmmmmm, tienes un cuerpo de zorra, mamá, me fascinaaassssss.

—Dios mío, hija, pero qué cosas dices, jaja… ¿Sabes que me he masturbado muchas veces mirando fotos de ti y tus hermanos?

—¿Q-qué? N-no… S-si me dices esas guarradas me voy a correr… me voy a hacer pipí en tu cara, mamáaaahh, hmmmmm, mmmmm, qué cachonda estooooy.

—¿Y qué estás esperando? —Mamá aumentó la velocidad de sus lengüetazos en el clítoris de Fernanda, y también metió dos dedos más en su coño—. Vamos, dale un premio a tu madre, que te ha amado siempre, mi cielo.

—Ahhohhhhammmmmmm, n-no puedoo máaaaaas, mamáaaaa, toma mis jugooooooos.

El rostro de mi madre quedó empapada de los fluidos vaginales disparados por mi hermanita, la líbido de Francisca y yo alcanzaba sus límites mientras yo la follaba y nos deleitábamos de una escena tan morbosa. Parte del squirt cayó sobre el cuerpo de la propia Fernanda, que no tuvo reparos en saborear su propia corrida vaginal.

—Ay, hijita, mira cómo dejaste a tu madre, ja, ja, ja. Uff, hueles y sabes muy bien, tal como siempre lo imaginé. —Mamá se relamió los labios, restregándose los jugos por sus tetas mientras nos miraba follar a Francisca y yo. Se quitó los ligueros y me llamó con un dedo—. Hijo, ¿por qué no atiendes a tu madre ahora, cariño? Y Fernandita, ¿le irías a dar un besito a tu hermana?

Tal como mamá nos pidió indirectamente, cambiamos de posición. Fernanda bajó de la cama y gateó hacia Francisca con una lujuriosa y picante sonrisa. Me aparté de Francisca, y Fernanda ocupó el lugar de mi pene con su lengua.

Como una perrita, mi hermana menor comenzó a lamer la cara interna de los muslos de mi hermana mayor, y cuando notó que estaba suficientemente lubricada, procedió a meter su lengua en la entrepierna de Francisca, que resopló de placer mientras acariciaba el cabello dorado de nuestra hermanita.

—Slurp, slurp, slurp, sabes delicioso, hermana, hueles rico… huele al pene de Fel también, slurp.

—Ahhh, ahhh, qué bien que te guste, Fer… e-eso, mete más tu lengüita más adentro, ¡más adent…! Sí, eso es, golfita…

—Sí, soy una golfa, putita, salida, ninfómana bisexual que no puede pensar más que en tetas, culos, pollas y semen… hmmmmm, mmmmm, slurp, slurp, ¡y en coños! Coños como el tuyo que me pueden dar un faciaaaaal.

—Te daré todo lo que quieras, cari.

—Se ven iguales, ¿eh? —comenté a mamá, mientras ella se recostaba de lado, poniendo una pierna sobre mi hombro, y yo la penetraba con mi verga lubricada.

—Si, es como si fueran la misma persona a distinta edad… mmmm, me da morbo pensar en ello, mmmmmm, como si… ohhhhh, hijoooooo, tu peneeeee.

—Tienes el coño muy apretado, mamáaaa, ufff.

—¡Extrañaba mucho tu bella verga, hijo! Sigue, no vayas a parar, ¡dale más duro a tu madre! ¡Folla a la puta de tu madre con fuerza, hijo!

—S-sí, mamá, síiiii.

Le agarré las tetas y escupí sobre sus pezones. Ella hizo lo mismo, y después se los llevó a los labios para comérselos, con una admirable habilidad, mientras yo embestía repetidamente al interior de su húmedo y hambriento coño.

A nuestro lado, Francisca se corrió intensamente en el rostro de Fernanda, dándole un facial impresionante que ella no quiso limpiarse. “Se ve súper sexy”, dijo. Pero eso no detuvo a ninguna de las dos. Ahora estaban aún más cachondas que antes, masturbándose mutuamente, metiéndose dedos en el culo mientras se besaban y observaban la escena de mamá y yo.

—Ohhhh, hijo… m-me he corrido de nuevo, no pares.

—No lo haré, mamá… Te daré otro orgasmo, ¡quiero que te corras de nuevo!

—Mmmmmm, me gusta esa actitud confiada tuya, ¿por qué no nos das órdenes, hijo?

—¿Órdenes?

—Sí… Felipe, hijo de mi corazón, desde ahora en adelante soy toda tuya, igual que tus hermanas. Puedes hacer mmmmmmmmahhhhhhh, puedes hacer conmigo lo que quieras, puedes follarme como quieras, por el agujero que quieras, donde quieras, cada vez que tengas ganas.

—También yo, hermanote —dijo Fernanda, apareciendo a mi lado, lamiéndome el pecho—, seré tu putita personal. Me vestiré como una golfa barata todos los días solo para tí, te lo prometo. No me importa si me coges en la calle mientras lo hagas. A cambio, solo te pido lefa todos los días, porque soy adicta.

—No me molesta compartirte con mamá y Fer mientras yo sea tu principal chica, mi amor —dijo Francisca, al otro lado, masajeándome los testículos mientras me clavaba sus espectaculares ojos color avellana—. ¿Sí? ¿Podrías? Fueron muchos años deseándote desde lejos, hermano… masturbándome a diario por ti, en todos lados. Cumpliré todas tus fantasías y nunca me apartaré de ti. Soy completamente tuya, mis labios, mi cara, mi lengua, mis senos, mi vagina y mi ano son todo tuyos. Cualquier cosa que me pidas la haré por ti, porque nada me hace más feliz que hacer a mi hermano feliz.

—Ok… esto es demasiado. Oh, por dios… ¡Quiero que las tres se pongan de perrito frente a mí, con los culos en pompa! Voy a darles de una en una, putas.

Las tres, como perritas obedientes y contentas, hicieron lo que les pedí, con mamá al centro y mis hermanas a sus lados. Sus culos y vaginas eran bastante distintos, me detuve un rato a observarlos y estudiarlos. Luego me dirigí con la polla empalmada hacia mi primera víctima, que decidí que sería Fernanda. Le penetré el coño con fuerza, introduciéndome violentamente en el interior de mi hermanita, que como una perra en celo comenzó a gritar.

—Ahhhhh, mmmmmmmmmmmm, hermanoooo grandeeeeeeeeeeeeeeeeee, ¡qué polla, qué fuerza! ¡¡Ahhh!! ¡PENE! !PENEEE! Dame más pene, no puedo cansarme de esa cosa tan grande y dura y... ahhhh, MÁS PENEEEE PORFAVOOOOOOOR.

Le di algunas nalgadas mientras la follaba agresivamente, esperando que se corriera. Cuando lo hizo, en medio de gritos, espasmos y palabras guarras, me dirigí hacia Francisca después de pasar a darle un beso a las nalgas de mi mamá.

Penetré a mi hermana mayor con delicadeza, suavidad, dulzura, procurando que mi polla tocara todos los rincones de su intimidad. Ella suspiró de deseo, de lascivia animal, y se llevó un dedo a los labios, que empezó a meter y sacar de su boca. Cerró los ojos, sumergiéndose en una fantasía que parecía muy buena, dado lo mojada que se estaba poniendo.

—¿Qué haces, amor?

—Imagino que, ahh, ahhh, hay dos Felipes, ahhhh, imagino que un Felipe me mete la polla en la garganta y el otro me penetra el conejo, ahhhh

—Eres una pervertida, hija —comentó mi mamá mientras se morreaba con Fernanda. Las dos esperaban obediente y pacientemente, en cuatro patas, a que yo tomara turno de nuevo con ellas. Que las hiciera mías.

—Hahhhh, ahh, Fel… cariño, mi amor, me estoy… c-creo que… ahhh. ¡AHHHH, AHHH! Felipe, nunca había estado tan… Ahhhh, ¡¡¡AHHHHHHHH, AHHHHHHHHHHHH, AHHHHHHHHH, ME CORRO, FEL!!! ¡¡¡¡AHHHHH!!!!

Le tocó el turno a mamá. No sabía de donde estaba sacando tantas energías, pero no me estaba cansando todavía. Penetré a mi madre con pasión, agarrándole las tetas, tomándome del cabello mientras mis hermanas se besaban entre sí, por encima de la espalda de nuestra madre, como buenas hermanitas. Sus lascivas y traviesas lenguas derramaban litros de saliva en el cuerpo de mamá, que parecía encantada con tanto fluido en su cuerpo.

—Ohhhhh, hijas, las amoooo, hijo te amooooo, qué cosa más ricaaaaaa tienes entre las piernas, no puedo vivir sin tu polla en mi coñoooh, ayyyy.

—¿N-no?

—Te apartaste por diez minutos y ya me estaba volviendo locaaaaa, ufff, todas esas niñas que tienes para ti, compartirte será una tragediaaaaa…

—Pero tienes otros hombres aparte de mí, ¿no, zorra? —me atreví a decirle, dándole un fuerte par de nalgadas.

—Solo me sirven para cuando no estás, no se comparan a tiiiiiii, ohhhhhhhhhh, ¡voy a venirme, hijo de mi corazón! ¡¡Tu madre se va a correr en tu verga, hijoooooo!!

Tomé turno con las tres otra vez, en el mismo orden. Fernanda gritó como loca que me deseaba más que a nadie, que yo la había convertido en una ninfómana que solo pensaba en lefa, y que no servía para nada más que para “complacer a su hermanote”. Francisca me declaró amor eterno, y me juró que haría todo lo que yo le pidiera. Mamá se corrió dos veces más mientras compartía babas con sus dos hijas a la vez, en el beso triple más espectacular que hubiera visto.

—Acabo… a-acabo, ahhhhhh.

Derramé mi semilla en el interior de la vagina de mi mamá, tal como la primera vez. No supe cuánto fue, pero mi polla sufrió cinco relampagueantes y eléctricos espasmos mientras vaciaba mis testículos. Sin embargo, yo aún seguía un control.

Le pedí a mi mamá que permaneciera en cuatro, y les pedí a Francisca y Fernanda que lamieran el coño de mamá desde esa posición.

—¿Lamer el coño de mamá? Mmmmmm, creo que me voy a correr de solo pensarlo… —dijo Francisca, arrodillándose entre las piernas de su madre—. De aquí nací… qué morbo. Qué placer. Me estoy volviendo loca.

—¿Quieres que recojamos tu lefa del conejito de mamá, hermanote? —me pregunto Fernanda, guiñandome un ojo, sabiendo mi respuesta.

—Obedezcan, hermanas, y no desperdicien ni una gota.

Mamá liberó el semen de su vagina y lo dejó caer en las lenguas afuera de mis sonrientes hermanas, que parecían estar en el Paraíso. A medida que recogían semen se lo iban tragando, para poder hacer más espacio. Parecía que el sabor les encantaba, pues comenzaron a lamer y succionar el espeso líquido blanco desde su fuente.

—Lefa… leche del pene de mi hermanote… mmmmmmm, ¡está delicioso! ¡Está caliente y espesa, como me gusta!

—Me encanta, slurp, slurp, sabe riquísimo, gracias amor. Y gracias, mamá.

—Oh, hijas.. qué buenas son. No puedo creer que me perdiera tantos años de esto. Los amo a los tres, son lo mejor de mi vida.

A la noche, el teléfono de Francisca sonó. Ella, que compartía conmigo su cama, se dirigió a éste, y leyó el mensaje que le había mandado mi padre en voz alta: “ven, si quieres cuidar a los otros dos, tienes que hacer lo que diga. No puedes demorar esto más. Trae ese culo para acá”.

Ella me miró con tristeza… y yo decidí que eso no podía pasar. ¿De eso se trataba todo? ¿Nuestro padre estaba chantajeando a mi hermana mayor? Ahora sí que me las vería con él.