Todo en Familia (10) - ¡Al fin!

Vamos a la playa y... ¡al fin logro mi objetivo con mi hermana mayor! ¡Fue el mejor día de mi vida!

La espera al fin se terminó...

Relato extra largo, con mucha participación de todas las protagonistas, y un final desesperado y esperanzador. Enjoy!

Capítulo 10: Mi hermana Francisca - Amor, deseo y pasión

—Preciosa, estoy cerca de correrme.

—Oh, hermano, mi vida, ¡¡qué rico!! ¡¡¡Quiero tu semilla en mi coño!!!

—Ahhhhh, espera, estoy muy… Fran…

—Adentro, mi cielo, quiero toda tu rica lechita adentro de m…

Yo me pregunto, lectores… ¿para qué seguirnos adelantando? De hecho, lo que ven arriba lo verán otra vez abajo también. Porque fue en esta ocasión cuando obtuve mi preciado tesoro, y mucho más que eso también. Así que ¿por qué no comenzamos?

La playa estaba a diez minutos de la casa donde nos estábamos quedando con la familia. Se llamaba “Playa del Delfín”. Habíamos oído que sus arenas eran suaves y no quemaban los pies; el agua era cálida, perfecta temperatura para la época; no había demasiadas piedrecillas, había muchos roqueríos para explorar y era lo suficientemente espaciosa para que la gente no estuviera pegada los unos con los otros. La Playa del Delfín fue, de hecho, la razón principal por la cual mi tía Julia eligió llevarnos hasta esta zona por unos días.

Me puse una playera verde y unos shorts de traje de baño de color blanco con palmeras. Nos dirigimos allí a pie, y yo tuve que cargar con la mayor parte de las cosas. Era una de esas ocasiones donde uno podría quejarse de que uno, por ser hombre, se le ordena llevar todo… Sí, yo me ofrecí a hacerlo, ¡pero ese no es el punto! Además, no podía quejarme. Caminando más lento que mis compañeras, pude apreciar sus cuerpos y atuendos desde atrás, en todo su sensual y maravilloso esplendor.

Diría que mi tía Julia, por ejemplo, iba con la específica intención de seducir hombres en la playa, sin ninguna vergüenza. Fiel a su estilo, llevaba un conjunto color chocolate con una tanga tipo halter triangular, unida por anillos, y dos triángulos diminutos protegían sus enormes senos. Se había puesto una falda blanca semitransparente alrededor de la cintura, llevaba su largo cabello suelto cayendo en bucles sobre su espalda, y se había puesto un tropical y coqueto sombrero, además de gafas de sol.

Paloma lucía un trikini negro adornado por pequeñas estrellas blancas, que simulaba ser un vestido rasgado a la altura de su sensual cintura, y que potenciaba especialmente su impresionante culo, con una tanga alta y delgada tipo hilo dental. La playa entera la estaba mirando por atrás y no parecía importarle.

Rocío se había puesto un coqueto bikini rosa que tanto a la altura de sus senos como su cintura estaba adornado por angelicales vuelitos. La parte de arriba tenía tirantes delgados decorados con un par de flores blancas. Sin embargo, se las ingenió para no lucir infantil, sino que muy sensual, gracias al carisma y la confianza que estaba desarrollando, caminando siempre como si estuviera en una pasarela.

Fernanda, como era de esperarse, llevaba un atuendo de infarto. Mi putita hermanita se había puesto un diminuto bikini blanco con líneas rojas que con tan solo un poco de agua iba a transparentarse. Tenía un escote en V pronunciado para destacar sus senos, y la parte inferior era unida por delgados lazos que parecía haberse atado de mala manera solo para que se le soltara pronto. Se había arreglado el cabello en dos coletas como colegiala nuevamente… ¿Otra vez quería jugar a su bobería de chiquilla inocente, pero sexy?

Finalmente, Francisca… ufff, Fran se veía espectacular. Su bañador era de color verde aguamarina, mi color favorito, y me pregunté si lo había hecho a propósito. La parte superior, atada detrás de su cuello, tenía una “boob window” en el centro, es decir, un corte circular en medio donde podían verse la curvatura interna de sus senos. La parte inferior era pequeña, sexy, sin ser exagerada ni explícita. Lucía sumamente sensual con sus largas piernas, cubiertas por un sexy pareo azul transparente. Además, se había atado el cabello en una cola de caballo que le hacía lucir muy atractiva. Por cierto, ninguno de los dos hizo mención alguna a lo que habíamos experimentado la noche anterior, cuando nos masturbábamos mientras veíamos a nuestras familiares tener un trío lésbico en la habitación… pero sí cruzamos miradas significativas que incrementaron mi esperanza.

En fin. Coloqué las sombrillas mientras mi tía, primas y hermanas colocaban las toallas en la arena, así como las sillas de playa. No había mucha gente, pero los que estaban, en especial los hombres, no dejaban de mirarlas como animales hambrientos de carne, y a mí con envidia. Yo no tenía idea cómo me había encontrado en ese punto, o si estaba soñando, pero en cualquier caso era muy, MUY afortunado.

Paloma tomó una de las botellas de protector solar y comenzó a untarla por sus piernas y sus brazos, cuidando de hacerlo lento y sensualmente, logrando que la atención de algunos de los presentes se enfocaran en sus movimientos. Paloma ni siquiera evitó sonreírles sutilmente a algunos de los mirones.

Fernanda utilizó una botellita de bronceador para pigmentar su piel de dorado, y por supuesto no encontró nada mejor que aplicarla sobre sus pecho, pasando las manos por sus senos, buscando la mirada de un muchacho de como mi edad, que estaba babeando mientras la observaba desde cierta distancia. Vaya que era una calientapollas mi hermanita.

A su vez, mi tía se acercó a su hija menor con la segunda botella de protector solar.

—Recuéstate, hija —dijo mi tía Julia, y Rocío, obediente, se recostó de estómago sobre una de las toallas, con una gran sonrisa en el rostro.

—Sí, mami.

Mi tía Julia, muy sensualmente, abrió las piernas y se sentó sobre el culito de Rocío. Le desató el bikini, untó la crema en sus palmas, y comenzó a masajear la espalda de su niña, esparciendo la crema por su cuerpo adolescente a la vez que se movía hacia adelante y hacia atrás, casi como si la estuviese montando.

—¿Te gusta, mi niña?

—Hmmmmm… sí, mami, hmmmm.

Yo no podía dejar de mirar a madre e hija, a pesar de lo bello que estaba el mar, y las muchísimas hermosas mujeres que había en toda la playa, en sensuales bañadores. Como era de esperar, ya tenía una erección, que estuve intentando cubrir con mis manos, hasta que noté como otro par de manos las apartaba de mi bulto.

—Oh, qué sexys se ven, ¿cierto, hermanote? —preguntó Fernanda, que apareció delante de mí. Estaba de rodillas, en cuatro patas, con las manos sobre mis muslos ahora, mirándome con deseo—. ¿Te está poniendo caliente?

—Feña, no empieces con tu…

—¿Quieres que te ayude con la erección mientras miras a mi tía y mi prima? —Fernanda sacó la lengua y la acercó peligrosamente a mis shorts abultados, tentándome, a la vez que movía el culo para los varios ya que se habían volteado a mirar a la candente adolescente—. No me importaría que lo hagas, siempre y cuando me des lechita, hermano.

—Aish, ¿por qué tienes que siempre ser tan puerca, hermana? —se indignó Francisca, poniéndose de pie.

—Bueno, discúlpame por no ser una mojigata como tú —se defendió Fernanda.

Francisca se quitó el pareo, le informó a mi tía que iba a ir al mar a bañarse, y que volvería después. Estaba ofuscadísima, y esta vez mi mirada terminó en el cuerpo de sirena de mi hermana mayor, a la vez que ella se alejaba hacia el mar.

Yo iba a ponerme de pie para seguirla, no soportaba verla de mal humor, ya demasiadas cosas habían pasado entre nosotros para que siguiera ignorándola, pero Fernanda me detuvo, dejándose caer “accidentalmente” sobre mis piernas, con las tetas específicamente sobre mi hombría. Me miró con unos ojos desesperados de lujuria.

—¿A dónde vas, hermanote? Vamos, olvida a la reina del drama, ¿por qué no montamos una tienda y me das por culito?

—¿Qué? Feña, soy tu hermano, y nunca he…

—¡Vamoooooos! ¿Porfis? Desde que Paloma me lo hizo con el dildo ayer no he podido dejar de pensar en ello, pero quiero el de verdad, ¡el tuyo! —Miré hacia Francisca, intentando ignorar a Fernanda, pero ésta me tomó el rostro e intentó fijarlo en ella—. ¡Mírame a mí! ¡Solo a mí! Por favor, hermanote, fóllame, fóllame mucho…

No sé muy bien por qué, pero me hastió la actitud de mi hermana menor, la aparté hacia un lado mientras Rocío se llevaba las manos a la boca, sorprendida ante nuestra discusión, y me puse de pie con la intención de ir por Francisca. Noté que estaba completamente empalmado en medio de la playa, pero no me importó.

Sin embargo, mi tía Julia me tomó de la mano, me miró profundamente a los ojos y me llevó hacia un puesto de comida a un costado de la playa. Parecía algo seria, aunque yo no pude dejar de mirar el cuerpazo de MILF que tenía, era una figura espectacular que hizo voltearse a medio mundo, incluyendo a varias mujeres.

—Felipe, tienes que dejar de pensar en ella —me dijo mientras caminábamos. Al parecer quería comprar

—¿Hm? ¿De qué me habla?

—Tú sabes de qué hablo, sobrino. Con cualquiera de nosotras podrías hacer cosas impensadas, cosas que solo viven en tus más salvajes fantasías. Tríos, orgías, harem, incesto con todo el mundo, cualquier guarrada que pienses la vamos a hacer para ti cada vez que quieras. Y sí, eso incluye a tu mami también, que hace rato te tiene echado el ojo. ¿O ya lo hicieron?

—Eh… yo… Mi mamá…

—¡Ajá, lo sabía! ¿Ves? Tu mamá, tus primas, Fernanda, yo, y todas las que quieras que invitamos estaremos disponibles para ti, siempre que quieras follar, y haremos todas las guarradas que quieras. Fernanda no es capaz de nada de eso.

—¿Qué? Pero…

—Mírame. —Mi tía se apoyó en el dintel del puesto de comida y el dependiente, un hombretón con cuerpo de modelo, sin camiseta, moreno de piel y con brazos como robles, pareció enamorarse al instante de la mujer que tenía delante.

—Dios mío… ¿en qué le puedo ayudar, dama?

—Hola, guapo, me preguntaba si tenías helados.

—¿Para usted? ¡Desde luego! ¿De qué sabor?

—Hmmm, no lo sé, cari… ¿Tienes de banana con coco? Es mi sabor favorito —sugirió mi tía, relamiéndose los labios.

El hombre entendió la indirecta y avisó a su ayudante, una muchacha regordeta, que se encargara de la atención por un rato mientras él iba a “atender unos asuntos” en la parte de atrás de la caseta. Mi tía le detuvo, diciéndole que solo aceptaría ir si su sobrino (o sea yo) podía ir. Él aceptó sin ningún problema.

Nos encerramos en una habitación pequeña donde guardaban algunas cajas. No había mucho espacio, pero sí el suficiente para que mi tía se pusiera de rodillas frente al tipo y comenzara a mamarle la polla de inmediato. Además, con una mano libre, también me empezó a hacer una deliciosa paja.

—Ohhhh, madre mía, qué guarra, qué rico… ¡qué bien lo chupa la puta!

—Hmmmmm, slurp, slurp, slurp.

—Oye, ¿es tuya la putita? —me preguntó.

—¿Eh? No, es… —¿qué le iba a decir? ¿Que era mi tía? No parecía una buena idea si es que llegaba a escandalizarse—. Ella es… eh…

—No preguntes estupideces, bobo, solo soy una ninfómana y él me quiere ver follar con otro, nada más. ¿Por qué no haces más esfuerzo y me follas bien? —preguntó mi tía después de dejar la polla del muchacho bien húmeda y empalmada, quitándose además la parte inferior del bañador. El tipo la tomó en brazos, le abrió las piernas, con éstas ella lo abrazó, él ocultó la cabeza en las enormes tetas que ella tenía, y finalmente la penetró con fuerza.

—¡¡Ohhhh, pero qué coño que tienes, perra!!

—Ahhhhhhhh, qué ricooooooooooooooo, ¡cómo necesitaba una buena polla en mi interior!

El tipo la folló un buen rato y yo me hice una paja ante la escena. Era la primera vez que veía a cualquiera de mis amantes follada por otro hombre, y el hecho de que fuera mi tía Julia me hizo sentir muy excitado, en lugar de celoso. La penetraba muy rápidamente, con los brazos sujetándola de los muslos mientras ella gemía y gritaba de placer.

—Ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh.

—No grites tan fuerte, puta, o nos van a oír.

—Es que… ¡qué pollón que tienes, bruto!

—Un bombón como tú quizás ha tenido muchas vergas, pero ninguna como la mía.

—Ahhhhh, quiero otra, otra… vamos, ponme en cuatro para que yo pueda chuparle la polla a Felipe, ¡vamos, fóllame!

El hombre así lo hizo, apoyándola contra mi cuerpo mientras ella se ponía de puntillas para que el hombre pudiera alcanzar a penetrarla. Ella me besó por un rato mientras él la follaba desde atrás, y la lengua de mi tía y la mía estaban jugosas y entrelazadas. Mi tía Julia luego empezó a bajar dándole lametones a mi pecho, hasta que llegó a mi polla empalmada. En esa posición, mientras me la chupaba como una aspiradora, y recibía al vendedor por el coño, mi tía comenzó a gemir como una perversa lujuriosa. Pude notar sus jugos vaginales cayendo al piso, a pesar de la oscuridad de la habitación… y yo, en tanto, solo podía pensar en Francisca. Sí, a esas alturas podía darme el lujo de pensar en otra mujer mientras me hacían sexo oral durante un trío. ¿Debía sentirme orgulloso? ...Quizás, sí.

—Ahhhhh, no hay nada mejor que dos pollas para una solaaaaaahhhhh, me siento tan bieeeen.

—Tía, no debería hacer tanto ruido…

—Oh, qué buen coño tienes, hija de… Momento. ¿Tía?

—No pienses, hombre, solo sigue follándome… ¡No pienseeeeees!

—¿En qué clase de locura me metí? —dijo el tipo, que siguió bombeando en su coño. Sí, tenía razón en cierta forma. Era una locura… yo no debía estar ahí. Me aparté de la boca de mi tía Julia, que me miró confundida.

—Felipe, no hagas lo que creo que vas a…

—Mi tía necesita algo de anal también, amigo, no la dejes ir y continúa hasta que quedes seco, ¿ok? —le dije, dándole una palmada en la espalda. Luego, salí de allí y me dirigí a donde se suponía que estaba Francisca, en el mar.

No estaba por ninguna parte. Sí, era cierto que estaba repleto de mujeres extremadamente sexys por todos lados, de hecho yo todavía tenía una erección de campeonato, pero estaba seguro de que podría haber encontrado a la sirena con bikini celeste y cabellos dorados que ocupaba mis habituales sueños. No estaba…

En ese momento, capté a mi primita Rocío con los pies en el agua, disfrutando de la tranquilidad del mar mientras se robaba las miradas de medio mundo debido a su ternura y sensualidad. Me acerqué a ella para preguntarle sobre Francisca, y cuando me vio, se abrazó a mí como una lapa a una roca. El hecho de que aquel cuerpo juvenil tan atractivo estuviera tan junto a mí, con sus piernas delicadas y suaves apoyadas contra las mías, sus tetitas en desarrollo contra mi estómago, su mirada inocente, curiosa y medianamente lujuriosa clavada en mis ojos… no estaba ayudando con mi erección.

—Hola, Felipe. ¿Y mi mami?

—Está… comprando unas cosas. ¿Angelita?

—¿Sí? —me preguntó, poniéndose de puntillas, buscando mis labios. Yo me pregunté fugazmente si la gente se haría una idea equivocada por la diferencia de edad, pero al final me dio igual y la besé. Le acaricié la cintura, la atraje un poco más hacia mí para ocular un poco más el bulto en mis shorts, y me sentí tan bien… ¿Por qué no podía ser mi hermana menor como Rocío? ¿Por qué tenía que estar tan loca y ser tan salida? De hecho, con el cuerpazo que tenía, ¿por qué diablos Fernanda se había obsesionado tanto conmigo, su propio hermano?

—Tus labios son maravillosos, como siempre, angelita.

—Ji, ji, lo sé… Me gusta mucho, muchísimo, darte besitos. ¿Qué ibas a preguntarme?

—¿Sabes dónde está Francisca? La viste como yo, no estaba muy bien…

—Sí, creo que sería bueno que hablara contigo, puede que te necesite. Está en…

—Así que ahí están dos de mis personas favoritas en el mundo —dijo alguien, a mi espalda, abrazándonos. La piel oscura de sus brazos, la pasión con la que nos abrazaba, los mechones de cabello rojo cayendo por mi hombro y su voz erótica, no podía ser más que mi otra prima—. ¿Mi hermanita y mi primo vienen a jugar al mar sin mí? Voy a tener que ponerles un castigo.

—¿Paloma? Espera, ¿quién está cuidando las cosas entonces?

—Fer. ¿Recuerdas al chico que le hacía ojitos? Bueno, armé la tienda y se lo llevó adentro. Fer le prometió que le chuparía la polla si cuidaba nuestras cosas incluso si ninguna de nosotras estaba.

—Ajá. Entiendo.

Los tres nos metimos más adentro en el agua, guiados por Paloma. Al parecer quería divertirse, pero yo seguía pensando en otra persona. Ninguno de los tres sentía mucho frío en el mar, estaba claro que nuestra temperatura corporal estaba alta.

—Y ahora… ¿por qué no te complacemos entre nosotras también, primo? O quizás, ¿prefieres que nosotros le comamos el conejito a mi hermanita? O ustedes dos a mí. —Paloma comenzó a acariciar sutilmente el culito de su hermana, buscando meter un dedito bajo su bikini; al mismo tiempo, me empezó a frotar la verga repetidamente, ocultos por el agua.

—Mmmmmm, hermana… hmmmmmmmm —gimió Rocío cuando su hermana mayor corrió un poco su bikini a un lado para acariciar su entradita—. ¡Ay! Ahhh…

—Paloma, no creo que podamos hacer “cosas” aquí —le dije.

—Tienes que tener imaginación, primo, podría hacerte unas clases de ello —me explicó antes de besarme el lóbulo de la oreja, sin dejar de sobarme el pene por sobre los shorts—. Estoy muy cachonda, no aceptaré un no por respuesta de ninguno de ustedes dos.

—Hmmmm, hermanaaaahhhh, c-creo… creo que Felipe quiere ir a ver a… aaahhh… a Francisca.

—¿Qué? ¿Es eso cierto, primo?

—Sí. Vamos, ya volveré y…

—¡Ni hablar! ¿Por qué querrías hacer eso cuando nos tienes aquí? —Paloma metió la mano al interior de mis shorts, en medio del mar. Nadie se había dado cuenta de nada aún, ni siquiera cuando comenzó a hacerme una paja—. Estamos abiertas y listas para ti en todo momento. ¿Para qué quieres ir a ver a Francisca?

—Es mi hermana… a-ahhh… —no podía evitar gemir. Paloma era realmente una profesional sexual, su habilidad para masturbarme en un espacio estrecho era tremendo, y ni siquiera había dejado de meterle el dedo a su hermana menor.

—Yo te puedo enseñar mucho más que ella, primo. No la necesitas.

—E-es lo mismo que me dijo tu mamá, prima… —Aparté su mano de mi. Sí, claro que me encantaba lo que hacíamos, así como con mi tía o con Rocío, pero mi hermana mayor era… especial. No quería dejarla de lado nunca.

—No te atrevas a irte, primo. —Paloma estaba claramente contrariada por mi negativa—. Ni siquiera lo intentes o…

—¡Profe!

No podía creer que tres adolescentes me habían salvado de la ira de mi prima. Dos muchachos y una muchacha, todos muy similares entre sí y un poco mayores que Fernanda, corrieron por la playa para saludar a mi prima. Ésta les recibió con una sonrisa gigantesca, parecía haberse olvidado instantáneamente de nuestra discusión.

—¡Mis trillizos favoritos! ¿Cómo están, chicos? Miren qué casualidad.

—Estamos bien —dijo uno de ellos, mirando de reojo a Rocío de arriba a abajo.

—No sabía que venía a estas playas —dijo el otro hermano, pegado a mi prima, lo que nos permitió a Rocío y a mí alejarnos.

—¡Qué bien se ve, profe! —le felicitó la hermana, con los ojos clavados en el trasero de Paloma. Ésta al pareció notarlo. Pude hasta oler en el aire el hambre sexual que despertó en mi prima.

—Felipe, creo que mi hermana estará bien —me susurró Rocío, divertida ante la situación—. Francisca está en esos roqueríos de allá, se fue allí después de que te vio irte con mi mamá.

—Ya veo. Gracias, angelita —le dije, dándole un jugoso beso en los labios que ella recibió sonrojada y feliz. Después, corrí a los roqueríos.

En las rocas solo vi a un par de amigas que iban por allí, y un tipo que se tomaba fotos. Sin embargo, vi a Francisca mucho más adentro en los roqueríos que ellos. Estaba sola, sentada sobre una gran piedra, con su pelo castaño-rubio siendo acariciado por el viento. Fernanda, Paloma y mi tía Julia se equivocaban. Gracias a su inocencia natural, Rocío parecía sí comprenderlo perfectamente. También mi mamá.

Francisca no era una pérdida de tiempo… Al contrario, era un ser fantástico, una mujer maravillosa, cuya relación fraterna conmigo yo había arruinado cuando actué como un adolescente cachondo tantos años atrás. Sin embargo, podía recuperarla. Podía pedirle perdón. Podía mostrarle cuánto la había amado todos esos años.

—¿Fran?

Francisca se limpió rápidamente las lágrimas, me miró sorprendida con esos bellos ojazos avellana que tenía.

—¿Felipe? —No pudo evitarlo, y volvió a sollozar—. Perdóname, nuestra familia está llena de locas y tontas.

—Nah, eso me incluye también. Simplemente son mujeres eh… ¿alegres? —Mi broma no funcionó, y ella bajó la mirada—. ¿Y por qué te disculpas?

—¿Cómo que por qué? Mi hermana es una caliente enfermiza. Mi tía es aún peor y no te deja en paz. Me peleé con Paloma por un imbécil, y ella también está detrás de ti. Rocío está aprendiendo cosas que no debería aún.

—Vamos, no seas así, ellas y yo somos capaces de tomar nuestras propias decisiones.

—¡Pero yo soy tu hermana mayor! —Volvió a mirarme. Dios, qué hermosos ojos tenía. Sí, yo con mi erección tras haber follado o casi follado con cuatro otras mujeres, sin poder correrme todavía, podía no indicarlo, pero la verdad es que corazón era lo más enorme que tenía en ese momento—. Se supone que yo debo estar ahí para ti…

—No te culpo. No fui el mejor hermano contigo. No cuando papá comenzó sus tonterías y tú tenías que hablar con él para que nos dejara en paz a mamá y a mí. Menos cuando… bueno, cuando… —¿Qué iba a decirle? ¿Cuando nos masturbamos juntos y todo se fue al diablo? No podía hacer eso, era muy difícil de admitir—. Cuando hice cosas que no debía.

—¿Qué? —Mi hermana me miró con evidente confusión, parecía honestamente perdida—. ¿De qué estás hablando?

—De qué… ¿cómo que de qué? Fran, yo hice cosas… ¿No te acuerdas? ¿Esa… eh, noche?

—…

—Perdóname por eso. —Al diablo, me dije. Era el momento—. No hemos hablado en todos estos años porque yo hice algo contigo esa noche que no debía. Eras mi hermana y yo te traté como otra cosa. Y nunca te defendí con papá. Perdóname por todo, lamento mucho todo lo que hice.

—Felipe, lo que no entiendo es por qué te estás tú… Espera. ¿Por qué diantres te estás disculpando por eso?

—Porque… eh… —Ahora yo era el confundido. ¿Por qué no me disculparía?

—¡Soy yo la que te inició en todo esto! Eras muy joven aún, y yo hice que tú me hicieras todo eso. No podía perdonarme, estaba tan avergonzada que no pude mirarte a la cara otra vez. Era claro que me odiabas, y aún así me dolía muchísimo cada vez que te miraba.

—¿Tú? —Oficialmente estaba en el mundo de la confusión total—. ¿Estabas avergonzada TÚ? ¡YO estaba avergonzado, Fran! ¡YO pensé que TÚ me odiabas!

—¿Qué? ¿Cómo siquiera podría odiarte, tonto? ¡Eres mi hermano amado!

Nos miramos por un rato, el uno al otro, sin cruzar ni una palabra. Apenas pestañeamos. Ninguno de los dos podía creer lo que había ocurrido. Era una estupidez gigantesca y sin sentido. Ambos habíamos dejado de hablarnos porque ambos pensamos exactamente la misma tontería, y ambos asumimos que el otro nos odiaba, y que por eso nos evitábamos. ¿Qué clase de mala broma era esta? ¿De verdad no había habido ninguna razón?

Ambos abrimos la boca para decir algo, pero nos callamos. Luego, como un par de chiquillos idiotas, ambos empezamos a reír a carcajadas, acompañados en nuestra risa por los choques de las olas contra las rocas que ahora solo nos resguardaban a nosotros. Francisca y Felipe. Mi hermana y yo.

Volví a mirarla. Estaba roja como tomate. Noté que a mí también se me habían subido los rubores a la cara. Éramos un par de perfectos idiotas.

—No puedo creerlo…

—Yo tampoco.

—¿Cómo podría odiarte?

—Al contrario. Todo lo que siempre he sentido por ti es lo contrario.

Me acerqué a ella e hice que se pusiera de pie. Estábamos frente a frente el uno con el otro. Sonreímos como adolescentes enamorados. La tomé de la cintura, aquella perfecta y entrenada cintura, la atraje hacía mí, y la besé en la mejilla. Luego en la otra.

Ella se puso de puntillas y me clavó un efímero beso en los labios. Tierno. Dulce. Sabía delicioso. Sus ojos brillaban dorados como el sol. Esta vez yo me dirigí hacia el beso, y permanecimos así un rato, sintiendo los labios del otro. Nos separamos, pero como si estuviéramos unidos por una absurda fuerza magnética, mi hermana me tomó del rostro y volvió a besarme. En esta ocasión, ella y yo abrimos un poco los labios y dejamos que nuestras lenguas se conocieran. Parecieron caerse bien y comenzaron a jugar juntas mientras yo acariciaba la cintura de Francisca, y ella hacía lo mismo con mi rostro, con una de sus manos, y con mi pecho, con la otra mano.

Ella retrocedió un par de pasos hasta que hizo contacto con una roca muy alta. Yo me pegué a ella. Mi hermana levantó una pierna y yo la tomé para acariciar su muslo, su piel tan tersa, blanca y suave. El beso era muchísimo más apasionado ahora, muy lejos del amor fraterno que debíamos proferirnos el uno al otro. El bulto en mis pantalones estaba apoyado justo entre sus piernas, pero no parecía que le molestaba. Al contrario, de un momento a otro ya estaba rozándose contra mí, frotando su intimidad con la mía. Nuestras caderas se movieron rítmicamente, prácticamente estábamos follando con ropa.

—¡Ahhh! F-Felipe… —me dijo, deteniéndose solo por un momento antes de volver a tomarme el rostro y besándome otra vez.

—Fran… Disculpa, es que estar así contigo es…

—No, no te disculpes. —Las mejillas de mi hermana estaban al rojo vivo, su rostro y ojos se veían preciosos bajo la luz del sol—. Sigue. Por favor.

Volví a pegarme a ella, esta vez mucho más estrechamente. Me atreví a llevar mi mano, que estaba en su espalda, más abajo… hasta que pude acariciar su maravilloso trasero que tanto me tentaba. Al mismo tiempo, bajé mi rostro a la altura de sus senos y puse mi boca en el “boob window” de su bikini. Allí, me dediqué un rato a besuquear y lamer su piel mientras ella me acariciaba el cabello.

Fue entonces cuando mi hermana me bajó los pantalones y mi erección quedó al aire libre. Ella lo tomó con delicadeza, sensualidad y calor. La miré a los ojos, ella me sonreía lascivamente. Sin dejar de acariciarle el trasero, aparté la tela un poco a un lado y comencé a acariciar su entradita. Estaba sumamente mojada, y ella recompensó mis caricias en la superficie de su coñito con deliciosos y eróticos gemidos, así como una maravillosa paja. Por un segundo nos detuvimos al mismo tiempo, ambos miramos alrededor… No había nadie más. Podíamos seguir.

Francisca se puso de rodillas, me tomó las nalgas con las manos, y se introdujo mi pene al interior de su garganta. Yo le acaricié la cabeza, sus cabellos dorados, y me sentí en el Nirvana sexual. ¡Qué delicia! Jamás me habían hecho una felación con tanto cariño, dulzura, lujuria y sensualidad al mismo tiempo. Utilizaba muy bien su lengua, acolchando mi polla y luego acariciándola con movimientos circulares, moviendo la cabeza de adelante hacia atrás.

—Qué rico, Fran… ahhh, me encanta.

—Me alegro que te guste —me dijo, dedicándose a lamer la punta de mi polla mientras me hablaba y me miraba directamente a los ojos como una salida—. A mí me encanta hacerte esto, tu pene es maravilloso… Siempre lo he querido, hermano.

Volvió a trabajar en mi verga un rato más. Francisca se metió mi falo lo más profundamente en su garganta, solo soltándome para recuperar el aire. Me estaba haciendo un “deep throat” y me fascinaba. Lagrimeó un par de veces pero pronto se recuperó y continuó su faena.

—Ohhhh, F-Fran… ahhhh.

—Gulp, gulp, guuuuulp.

Al mismo tiempo, se llevó la mano libre a la parte superior de su bikini, mojado por mis lamidas, y se lo subió para mostrarme sus preciosas tetas. Eran preciosas. Eran perfectas, jamás había visto nada igual. Acerqué mis manos a ellas y acaricié sus pezones, que estaban durísimos. Ella comenzó a gemir agresivamente a medida que los pellizcaba…

De pronto, se puso de pie y volvió a besarme. Cada beso era mejor que el anterior. Volví a tomarle de la cintura, pero ella llevó mis manos hacia sus nalgas, que agarré con fuerza. Luego, usó sus manos para tomarme la cabeza, haciendo un poco de presión. Comprendí al instante lo que quería. Un par de segundos después, esta vez estaba yo de rodillas, levanté una de sus piernas, apoyándola sobre mi hombro, corrí la braguita de su bikini a un lado y me lancé a devorarle el coño y el clítoris como un poseso.

—Ahhh… a-aahhhhh, ahhhhhhhhhhh… aaaaaaahhhhhhhhh, Feeeeeeel… aa-aaaah.

—Slurp, slurp, qué rico sabes, Fran…, slurrrrp —Era verdad, mi hermana sabía delicioso, un sabor erótico, irresistible, que me hacía querer lamerlo todo. Su clítoris estaba muy hinchado, cada vez que lo tocaba mi hermana se retorcía de placer, y yo recibía más de sus fluidos vaginales. Metí entonces mi lengua al interior de su coño e intenté lamer todo lo que pudiera, acariciando las paredes de su vagina.

—Aaaaaahhhh, más, máaaas… ah, ah, ah, ah, Fel… ah, ah, ah, ¡ah, ah, ah!, ¡¡¡AH, AH, AH, AH!!!

Sentí un líquido maravilloso en mi boca que no tardé en hacer pasar por mi garganta. No sabía si era por mi excitación creciente, pero se me hizo sabroso. Me volví loco.

Me puse de pie y apunté la punta de mi pene a su entrada. La miré, pidiéndole permiso para continuar, no sabía si ella estaba dispuesta a llegar tan lejos con su propio hermano. Francisca miró a todos lados otra vez, cerciorándose de que no había nadie más. Estábamos de suerte.

Me sonrió, me guiñó un ojo libidinosamente, y sin decir nada se volteó, dándome la espalda. Luego, se inclinó en 90 grados y apoyó las manos en la enorme roca que tenía cerca. Finalmente, se corrió más a un lado la braguita de su bikini aguamarina, lo suficiente para que yo pudiera penetrarla sin problemas.

—¿Segura?

—Por favor, házmelo, hermano… ¡Por favor!

Así lo hice. De un empujón la penetré y ella suspiró de puro placer. Al fin lo había logrado. ¡Había obtenido el tesoro que tanto había deseado por tantísimos años! Era uno de los mejores días de mi vida, sino el mejor. Cada vez que bombeaba en su interior, me sentía más y más en el cielo. Su coño estaba húmedo, acomodaba perfectamente mi polla, y liberaba fluidos sin parar.

—Ahh, ahhh, ahhhhh, ahhhhh, síii, qué buenooohhh…

—Al fin estoy adentro tuyo… d-digo… —Me ruboricé por la tontería que había dicho. Era nuestra primera vez juntos y ya estaba diciendo guarradas de adolescente cachondo—. Quiero decir que me gusta poder…

—Fel, ahhh, d-dímelo porfa… dime que me deseabas hace mucho. D-dime que me deseabas follar tanto como yo quería tu p-peneee ahhhhhhh en mi coño…. ah, ah, ah, ah.

—Te deseaba… ¡Te deseaba muchísimo! —le susurré con fuerza en el oído. Tomé su bailarina cola de caballo con una mano y jalé hacia mí.

—¡¡Ahhh!!

—¡Tantos años deseándote! —Acerqué mi rostro al de ella mientras tiraba de su cabello, y ella sacó la lengua, que yo empecé a masajear con la mía.

—Yo t-también… ah, ah, ah, ah, ahhhh. M-más fuerte, más fuer..ah, ah, ah, ¡más, más, más! Fel, con f-fuerzaaahhhhh, ah, ah, ahhh, ahhhhh, ahhhhhhhhhhhhh, mássssmecorroooohhhhhhh, AHHHMECORROOOOOO.

Me salí de ella para que su corrida pudiera caer con más facilidad a la arena y el agua que ya nos alcanzaba. Incluso empapó mis piernas. Ella sudaba de manera muy sexy y respiraba entrecortadamente. Se volteó hacia mí y se desató el cabello, movió la cabeza de un lado al otro, y su melena dorada quedó desordenada y salvaje, mientras me miraba con amor, deseo y pasión desenfrenados. Ni siquiera sabía que se podían mezclar esos sentimientos así.

—Me encantas, Fran. Todo lo tuyo es precioso.

—Fel… sigue, por favor —me rogó, quitándose la parte inferior del bikini, dejándola sobre una roca. Tenía un pubis de pelitos cortos depilados de manera triangular, como un diamante.

Levanté una de sus piernas, apoyándola en mi hombro, y luego la otra en mi brazo, ayudándome de la roca que ella tenía detrás de sí. Volví a penetrarla, esta vez con mucha más fuerza que antes. Había luchado mucho por eso momento, había recorrido un gran camino para obtener mi tesoro, quería que fuera una jornada imposible de olvidar.

La manera en que Francisca movía las caderas a la vez que la follaba era grácil, sensual y delicada. Su cuerpo revelaba su buen físico de gimnasio, el de casi una atleta, y su feminidad era absolutamente sexy.

—Eres exquisita, Fran —le dije, aproximándome a sus tetas para poder comerlas de nuevo. No me iba a cansar nunca de ellas.

—Y tú eres delicioso, tu pene es delicioso, hacerlo contigo es delic… ooooohhhhh, ah, ah, ah.

—Eres preciosa, eres maravillosa, me encanta follarte así… ¡Quiero hacerlo todos los días! —me atreví a decir mientras la abrazaba, aumentando la velocidad de mis embestidas. No sabía cómo reaccionaría mi hermana a ello, si ella lo consideraba algo solo de una vez o…

—¡Sí, sí! ¡Cada vez que desees, Fel! ¡Cada vez que quieras sexo me entregaré a ti! —me susurró al oído mientras se abrazaba completamente a mí con los brazos y las piernas—. ¡Soy tuya!

—Ahhhhhh, me encanta tu coñoooo, qué rico —ya estaba descontrolado, me atrevía a decir cualquier cosa. Estaba claro que ya no era necesario pensar demasiado. Mi hermana mayor era al fin mía, y ella se dejó llevar también.

—Sí, a mí me encantaahhh tu pollaaaaaa, ah, ahhhh, ahhh, ahhhhhh. Es perfectaaaahhhhhhh.

Le sobé las tetas y le pellizqué y lamí los pezones con fuerza. Ella me mordió el cuello con suavidad y pasión. Mi hermana y yo estábamos completamente unidos a la vez que nos acercábamos al clímax

—Preciosa, estoy cerca de correrme.

—Oh, hermano, mi vida, ¡¡qué rico!! ¡¡¡Quiero tu semilla en mi coño!!!

—Ahhhhh, espera, estoy muy… Fran… —¿Hablaba en serio?

—Adentro, mi cielo, quiero toda tu rica lechita adentro de mí —me dijo, y pronto noté cómo se retorcía de nuevo, sus piernas parecían de gelatina a la vez que un intenso orgasmo recorría su cuerpo entero.

—M-mi… ¡mi amorahhhhhhhhh! —grité mientras me descargaba en su interior. Sufrí varios espasmos, y según mis cuentas, lancé tres chorros al interior del chocho de mi hermana.

Nos abrazamos, agotados, conmigo aún al interior de ella a pesar de que había bajado las piernas. Le tomé los senos y los besé con cariño, me fascinaban. Miré a sus ojos, ella me sonreía con dulzura, con pasión.

—¿Estás bien, Fran?

—Muy bien, Fel, muy, muy bien… ¡fue hermoso! —me contestó, mirándome con sus ojos dorados.

Le había dicho algo durante nuestra intensa sesión, y no sabía si había estado bien. Era nuestra primera vez, y me sentí algo avergonzado. Sin embargo, ella me miró con exactamente la misma expresión en el rostro. Ella no era un ángel como Rocío, o una diabla como Fernanda. Ella era mi todo. Estaba seguro de lo que sentía, pues así había sido por años.

Dos palabras salieron de nuestros labios al mismo tiempo, dando por cerrado nuestro primer, hermoso momento íntimo:

—Te amo.