Todo en Familia (09)
Mi hermana y yo al fin rompemos algunas barreras entre nosotros, cuando atestiguamos un trío incestuoso-lésbico después de ver una peli erótica de mi prima menor.
Capítulo 9: Mi prima Rocío - Madre e hijas
Seguro que ya quieren saber qué pasará con Francisca y yo, y cómo llegamos al punto en que estamos ahora. Bueno, ya estamos llegando a la cabaña en la playa, después de una enorme sesión de sexo grupal en un bosque junto a la carretera, tengan paciencia, ¿desde cuánto los romances se apresuran? Así que… ¡Oh!, y disculpen la intervención narrativa de mi lujuriosa prima Paloma, le es difícil controlarse cuando está excitada. Me pregunto si me veré tan poco respetuosamente interrumpido otra vez por las demás integrantes de mi familia, más adelante… guiño, guiño.
La casa donde nos alojábamos era bastante linda. La cabaña tenía dos pisos y era muy amplia. Tenía dos limpios baños, tres habitaciones, cinco camas, una linda cocina y un enorme patio frontal donde Paloma pudo estacionar el vehículo que había robado a Eliseo. Se llamaba Eliseo, ¿verdad? ¿Siquiera importa cómo se llamaba el imbécil?
Lamentablemente llegamos un poco tarde, pues el viaje fue muy largo. No iríamos a la playa hasta el día siguiente, así que nos dedicaríamos a cenar algo ligero, y luego ver televisión, o salir a pasear, o lo que fuera. Pero había una pregunta adicional, muy complicada de contestar: ¿dónde dormiríamos todos? Seis personas para tres habitaciones no debería ser problema, a menos que uno se pusiera a pensar quién dormiría con quién. Y ese fue justamente el asunto.
Originalmente, en la habitación matrimonial dormirían mi tía Julia y su amante. En la habitación de al lado había una cama grande donde se quedarían Paloma y Eliseo. En el primer piso había una habitación con dos camas, donde se quedarían Francisca en una, y Fernanda y Rocío juntas en la otra. Finalmente, yo había accedido a dormir en el sofá de la sala. Los eventos recientes cambiaban las cosas, y al parecer, yo me había convertido en un compañero de cama requerido.
—Ufff, ¡qué rico fue todo! —exclamó mi tía Julia, mirándome de reojo mientras dejábamos las maletas en los respectivos cuartos.
—Sí, bueno, ja, ja —reí, sin saber qué tenía que decir. Honestamente, no tenía idea sobre cómo reaccionar después de haber hecho lo que hice por primera vez. Opté por preguntar sobre cómo íbamos a dormir—. En fin, somos dos personas menos… ¿Significa que podré dormir bajo sábanas? Ja, ja, ja.
—Por supuesto, sobrinito, mis sábanas te están esperando.
—¿Eh? Mamá, pensé que Felipe iba a dormir conmigo —intervino Paloma, tomándose de mi brazo—. Sabes que lo necesitaré de-ma-sia-do.
—Si hablamos de necesidades entonces yo debería ser prioridad, soy su hermana —dijo Fernanda, dejando en el suelo sus maletas mientras se inclinaba seductoramente, mostrándome al completo todo lo que había debajo de su cortísima falda. O, más bien, lo que no había.
—P-pero… —se atrevió a hablar Rocío, que ya había dejado sus cosas en su habitación—. Fer, ya te acostaste con Fel… E-es mi t…
—¿Qué cosa, hija?
—Que es mi turno —concluyó Rocío con un susurro casi inaudible.
—¿¡Pero qué les sucede!? —interrumpió Francisca, que acababa de entrar a la sala con algunos utensilios. Su rostro se estaba tornando progresivamente rojo—. No pueden simplemente estar hablando de quién duerme o no con Felipe.
—Si tú no lo aprovechaste en el auto no es nuestro problema —dijo Paloma, con cierta frialdad.
—¿¡Pero qué te crees con…!?
—Ok, ¡momento, momento! —interrumpí, tratando de calmar las aguas. ¿En qué mundo estaba viviendo ahora, donde yo, un simple idiota cualquiera, era motivo de discusión entre cinco mujeres?— La verdad es que me muevo mucho durante la noche. No duermo bien con otros. Les recomiendo usar las habitaciones y camas que les asignaron, y así todos podremos dormir bien.
—¡Pero quiero dormir contigo! —exclamaron Fernanda, Paloma y mi tía, al unísono.
—Nada de eso, Felipe tiene razón —intervino Francisca, con una expresión facial tan sorpresivamente severa e inesperadamente autoritaria que las otras cuatro se quedaron calladas, y hasta sumisas—. Necesita descansar después de todo lo que… emm… lo que le hicieron hacer, ¿me entienden? Así que mi hermana y yo compartiremos la cama matrimonial; Felipe usará la de la habitación de junto; y mi tía, Paloma y Rocío usarán las dos camas de aquí abajo. Y me importa un pito cómo se organicen allí, pero dejarán a Felipe descansar tranquilo y en paz.
—Sobrina, no tienes ninguna autoridad para…
—Disculpe, tía, pero ¿acaso le pedí su opinión? —dijo mi hermana, dejándonos de piedra—. Es algo como esto: Felipe, ¿qué te parece la idea?
—Me… me parece bien. Necesito ese descanso esta noche.
—Que no se hable más, entonces.
Y así fue. Seguimos dejando las cosas en nuestras habitaciones asignadas y no se habló más del tema, aquella noche.
Volvimos a reunirnos, casi como una familia normal y tradicional, para ver una película en la sala. Ni siquiera Paloma o Fernanda tenían energías como para salir de marcha. De antemano habíamos quedado en que todos pondríamos nuestras pelis en la nube, así que nos tocaba elegir qué ver entre todos los films disponibles, y decidimos echarlo a la suerte con unas pajillas. Yo, por ejemplo, había elegido algunas de ciencia ficción y fantasía, pero ya podía imaginar qué habrían elegido mi tía o Paloma, especialmente con sus parejas presentes.
Al final, ganó Rocío. Había elegido una película llamada “El Hombre de mis Sueños”, un filme noventero e independiente, que todos asumimos sería una peli romántica de esas que a Rocío debía gustarle. Mi primita, que se sentó junto a mí en uno de los sillones, estaba tímida, pero muy entusiasmada de ver el filme, que parecía ser uno de sus favoritos. Creo que todos decidimos, sin decirnos nada, sentarnos, apagar la líbido, y simplemente disfrutar de una película melosa para relajarnos. No podíamos estar pensando en sexo 24-7, ¿no es así?
Sin embargo, uno nunca debe estar seguro de nada, en especial después de que la primera escena de la película es una muchacha espectacular quitándole la ropa lentamente, con música de jazz, frente a un hombre apuesto en una cama rodeada por cortinas semitransparentes, velas, y mostrando a la cámara unas tetas enormes. Los dos se fundieron en un abrazo y un beso apasionado; luego ella se montó sobre él, con las sábanas ocultando la penetración. ¿Quizás era una peli romántica de esas que tenían una que otra escena subidita de tono, de una época en que no había tanta censura? Creo que todos pensamos en ello mientras Rocío se cubría con una manta desde el cuello para abajo, con una enorme y brillante sonrisa en la cara. Creo que todos nos equivocamos.
Era una peli erótica. Soft-clore, claro, pero erótica al fin y al cabo. Hubo escenas de todo tipo, que generaron reacciones distintas en la audiencia, especialmente porque parecía que mi tía, Paloma y Fernanda no estaban acostumbradas al porno suave… pero era porno de todos modos. Una escena de un blowjob entre el protagonista y una colegiala, en el baño de la escuela, filmada con un montón de sombras, hizo que a mi hermana menor se le subieran los colores al rostro y se pusiera a respirar entrecortadamente. Una escena lésbica muy sexy entre dos amigas que se habían reunido para hablar del protagonista, antes de acabar besándose y tocándose en la habitación, hizo que mi tía comenzara a frotar sus piernas una contra la otra, en completo silencio, sin apartar nunca la vista del televisor. Hubo una escena sutil e implícita, pero muy intensa y sensual, entre la protagonista y su hermana mayor, mientras se probaban ropa, que hizo que Paloma nos mirara con picardía, relamiéndose los labios, a Francisca y a mí. Mi hermana mayor se puso de pie después de media hora de película, en silencio, con el rostro escarlata, y se largó a su habitación.
Lo que más me llamó la atención fue lo que estaba haciendo Rocío junto a mí. Solo yo tenía la posición y perspectiva apropiada para ver debajo de las mantas de mi prima, con tan solo mirar algo de reojo a un lado. Rocío, ruborizada, estaba tocándose los senos por encima del top rosa con una mano, mientras la otra estaba cerca de sus ajustados shorts. Mi primita estaba tocándose frente a la película, y la única razón por la cual las otras no hicieron hincapié en ello, fue porque estaban igual de pegadas a la acción triple X de la peli. Claramente les estaba gustando el softcore, y quizás ni lo sabían… o tal vez era el hecho de verlo en grupo, no lo sé.
En un punto de la película, Rocío emitió un gemido casi inaudible, que yo alcancé a captar. Cruzamos nuestras miradas, y sus ojazos de esmeralda me dijeron todo lo que necesitaba saber. Con mi mano izquierda debajo del cobertor, deslicé suavemente la cremallera del short de mi primita hacia abajo, y lentamente metí mi mano al interior de sus braguitas mojadas. Su gemido no se hizo esperar, pero Rocío era lo suficientemente lista como para saber de que debía ser silenciosa, y no dejar de ver la película, que ahora estaba en una espectacular escena de un baile tropical, muy sensual. Varias parejas bailaban en la escena, casi todos semi-desnudos, pero ambos protagonistas se habían ido detrás de un muro para poder follar. Ella estaba apoyada contra la pared, levantando el culito, y él le estaba dando desde atrás de ella.
Rocío estaba muy excitada. Su clítoris estaba hinchado, y cada vez que lo rozaba mi primita era presa de un intenso y orgásmico escalofrío. Estaba sumamente húmeda, y un par de veces saqué la mano para probar los jugos de mi prima, lo que ella me agradeció con una erótica sonrisa que parecía haber dominado, porque mi erección estaba como nunca. Utilicé el largo cobertor de mi prima para cubrirme el bulto también.
Cuando la protagonista le pidió a su novio, con la misma sonrisa de Rocío, que si él podía penetrarle “por el otro lado”, metí un dedo en el coñito empapado de Rocío. No sabía cuál era su posición respecto al sexo anal, pero dada su serie de eróticos gemiditos durante mi dedeo y la enculada en la pantalla, parecía gustarle. Rocío se vino entre espasmos en mi mano un par de minutos después, pero yo continué. Mi primita aprovechó la oportunidad de bajarme la cremallera también, y comenzar a tocarme el miembro.
El héroe se vino al interior del culo de la protagonista, y luego se largó sin decir nada. Ella, semidesnuda, lo vio alejarse de la casa, justo cuando su hermana mayor aparecía en escena. Ellas se miraron significativamente, y esta vez, la escena entre ellas no fue para nada sutil. Ambas hermanas se besaron apasionadamente, y luego la mayor comenzó a meterle dedo a la protagonista. Paloma saltó de su sillón en medio de la escena, y Rocío y yo detuvimos lo que estábamos haciendo.
—¡Ok, ya no puedo más! Necesito irme a la cama… Mamá, hermanita, ¿me acompañan?
—¿Qué? P-pero la película aún no…
—Te voy a mostrar la película en serio, hermanita —dijo Paloma, tomándola de la mano—. Vamos, ya es hora de que actuemos como buenas hermanas de una buena vez. Mamá, ¿qué dices tú?
—Claro que sí, hija —contestó ella, con una sonrisa pícara—. Elegiste muy buena película, mi niña…, me tiene echando humos.
Rocío sonrió, al parecer comprendiendo lo que iba a ocurrir. Tomó la mano de su hermana, y se fue con ella a la habitación. Mi tía Julia nos pidió a Fernanda y a mí que apagáramos las luces cuando terminásemos.
—Ja, ja, parece que nuestras primitas van al fin a hacerlo… —dijo Fernanda, sentándose a mi lado. Pude notar lo erectos que tenía los pezones bajo su top blanco—. Qué envidia.
—Que no se te ocurran ideas bobas, Feña…
—Nah, claramente entre Francisca y yo las cosas no funcionan así. Tampoco con mamá. Pero yo prefiero las pollas, en todo caso —me dijo la pequeña putita, sobándome la erección por encima de los pantalones.
—Feña, vete a dormir…
—¿Acaso no quieres algo de acción, hermanote? ¿O es que tengo que empezar a actuar como nuestra hermana?
—¿De qué diablos estás hablando?
—¡No lo sé, tú dime! —me dijo, intentando tomar mi polla entre sus manos con una expresión de disgusto, o de frustración, en el rostro—. Siempre piensas en Fran, ¿no? Fran esto, Fran esto otro. Lo mismo mamá. ¿Tengo que ser como ella, entonces? ¿Igual de mojigata?
—¡Ya basta! —exclamé, y sin mediar más palabra, me fui al segundo piso, cerrando por dentro la habitación. Poco después oí la puerta de al lado, y supe que Fernanda se había ido a acostar también. Claramente, nuestro lado de la familia no había tenido para nada una buena primera noche. ¿Lo había arruinado?
En cualquier caso, probablemente no era lo mismo para el otro lado. Ni mi molestia generada por las palabras de Fernanda, ni tampoco mi cansancio tras el viaje, impidieron que mi erección creciera más y más. Estaba muy cachondo. ¿Cómo no iba a estarlo, rodeado de todas ellas?
Intenté masturbarme un rato, pero sabía que me estaba perdiendo de otra cosa. Treinta minutos después de encerrarme, salí de mi habitación y bajé al primer piso. Decidí que les haría a mi tía y mis primas una visita nocturna, y entonces…
Me encontré con Francisca a medio camino. Ambos nos quedamos de piedra, mirándonos el uno al otro. Yo estaba con mi evidente erección en mis shorts de pijama, y ella, aparte de llevar un vaso de agua, estaba descalza, lucía unos shorts grises y una remera verde corta y algo escotada de pijama, que dejaba al descubierto su maravillosa cintura. ¡Se veía muy, muy sexy!
—¿Fran…?
—¡Sht! —musitó ella, con expresión de advertencia, poniendo un dedo en sus labios. Indicó a la puerta de la habitación, pidiéndome en silencio que no hiciera ruido. Fue entonces cuando pude escuchar las voces en su interior.
—¿Amas mucho a tu hermana mayor, bebé?
—Hmmmm, síiiii, mucho.
—¿Te gusta cómo te come el conejito?
—M-me encanta… s-sí…
—Y tú, hija, ¿te gusta comerle el conejito a tu hermanita?
—Hmmmm, está riquísimoooohhh, hmmmm, slurp, slurp, es increíble lo mucho que se parece al mío a su edad, slurp, hmmmmmm.
—Sus padres son distintos, pero yo les heredé mi buen coño a ambas… hmmm, se ven deliciosas las dos. Niñas, ¿por qué no le dan a su madre algo de amor también?
De puntillas me acerqué a la puerta, y mi hermana no me detuvo de abrirla. Ambos siempre habíamos sido curiosos cuando niños, y eso no parecía haber cambiado. Lo que sí cambió fue lo que veíamos. Antes era un perrito robándose un pedazo de cerdo asado; ahora una madre de rodillas sobre la cama, con dos hijas desnudas acostadas frente a ella. Una, la mayor, tenía la cabeza entre las piernas de la menor, pero ahora ambas estaban siendo llamadas por su madre.
Paloma y Rocío gatearon a su mamá como si fueran perritas, moviendo aquellos maravillosos culos que tenían, de lo cual Francisca y yo teníamos una vista privilegiada. Susurramos:
—¿Qué están…? Oh por dios…
—¡No puedo creer lo que están haciendo estas tres!
La pequeña Rocío tomó la teta derecha de su madre, que era casi del mismo tamaño que su cabeza. Paloma hizo lo propio con el seno izquierdo. Como cuando eran niñas, ambas hermanas comenzaron a lamer los pezones de mi tía Julia, que suspiró profundamente de placer.
—Hmmmmmm, síiii, qué rico.
—¿Te gusta cómo te lamen tus hijas, mamá?
—¡Me gusta mucho, Paloma! Eso, sigan, como cuando se bebían mi lechita… —mi tía Julia se llevó una mano a la entrepierna y comenzó a tocarse. Desde mi posición pude ver perfectamente cómo chorreaba sobre la cama.
—Hmmmm, sí, m-me siento c-como una bebita —susurró Rocío, dándole tiernos lametones al seno que le habían asignado, a la vez que lo masajeaba con sus manitos.
—Es que eso eres, cari, ¡ambas son mis bebitas! Ufff, me encantaría cubrirlas en leche, me estoy excitando mucho de solo pensarlo. ¿Están calientes ustedes, niñas?
—Estoy echando humos, mamáaaahhhh…
—Sí, mami…
—Ay, Rocío, yo te culpo a ti por ponernos a todas cachondas, ¡qué buena peli elegiste! No sabía que tenías eso en ti, cariño.
—S-sí, siempre la veo en mi habitación… —contestó ella, tímida pero sonriente.
—Y no creas que no me di cuenta de que Felipe te estaba acariciando el gatito, hermanita —dijo Paloma, dándole una nalgada a Rocío, que sonrió de placer.
—¿Felipe? Ufff, no me lo recuerdes que me van a dar ganas de ir a follármelo ahora mismo y mandar a la mierda las reglas de mi sobrina.
—No, mamá, esto es tiempo de madre e hija, lo prometiste. Además, lo que diga Francisca no me va ni me viene. Si mi primo y yo queremos follar, pues lo hacemos y ya.
—Está bien, está bien…
—¿Mami? ¿Podré tenerlos como los tuyos alguna vez? —preguntó Rocío, tocándose sus propios senos, comparándolos con los enormes globos que tenía mi tía.
—Por supuesto que sí, mi niña, pero si no…
—Como yo —intervino con gracia Paloma, sin dejar de chupar el pezón izquierdo de su madre.
—Si no, no importa. Tienes un cuerpo delicioso, hijita mía, ¿no es cierto, Palomita?
—Hmmmm, sí, mi hermana está espectacular, se volverá toda una modelo, hmmmmm —Paloma se acercó a su hermana y le plantó un efusivo beso en los labios. Rocío no pudo evitar tocarse la entrepierna a medida que se besaba con su hermana.
Luego, Rocío se irguió y alcanzó los labios de su madre, que la recibió con un morboso morreo de lengua, tal como habían practicado en la camioneta. Yo estaba en las nubes, y mi pene apuntaba hacia el cielo. Mi tía y Paloma se unieron en un beso esta vez, mostrando la experiencia que tenían con los labios y la lengua.
Finalmente, para completar mi suplicio, las tres mujeres se pusieron de rodillas con los rostros a la misma altura. Las tres sacaron la lengua hacia afuera, sonrientes y lujuriosas, y se fundieron en un perfecto morreo triple que me puso a mil, a la vez que se tocaban mutuamente los senos unos de la otra. Maldita era mi suerte, pensé. No podía masturbarme si mi querida hermana estaba también allí…
O eso pensé. Cuando miré de reojo hacia un lado mío, noté que Francisca estaba frotando sus piernas una contra la otra, y no paraba de gemir en silencio. Pude ver sus pezones erectos contra la delgada tela de su pijama.
El rostro de mi hermana mayor estaba sumamente encendido, igual que cuando nos masturbamos mutuamente por primera vez, hace tantos años. Estaba tan excitada como yo, ¡no podía creerlo! ¿Qué me quedaba por hacer ante algo así?
Metí mi mano bajo mis shorts de pijama y, sin tapujos, pero lentamente para no llamar la atención de mi tía y sus hijas, comencé a hacerme la paja. ¡Cuánto necesitaba frotarme la polla, caramba! Estaba desesperado por darle atención. Sí, intenté hacer lo mismo en mi habitación un rato antes, y no funcionó, pero esta vez Francisca estaba allí mismo. Justo allí, a mi lado, cachonda, frotando sus muslos para darse algo de placer.
—Fran…
—¿Fel? —El rostro de mi hermana estaba en shock cuando la miré. Estaba muy perturbada y preocupada ante lo que veía.
—No te preocupes, Fran —le susurré—, no diré nada.
—Pero… ¿Seguro que no te…?
—¿Hm? —¿Seguro que… no me molestaría? ¿Eso iba a preguntarme? ¿Por qué lo haría?
—Pensé que… que tú me… —Francisca abrió grande la boca, por sorpresa. Luego, pude notar la sombra nostálgica de la sonrisa de la que me había enamorado tantos años atrás. Segundos después, ya no fue una sombra…
Mi hermana metió una mano al interior de su ajustado short de pijama también, y comenzó a acariciarse la entrepierna sensual y lentamente, al mismo tiempo que yo hacía lo mismo para calmar mi erección. No estaba seguro de qué estaba ocurriendo, pero no iba a cuestionarlo. Estaba masturbándome con mi hermana otra vez, mientras veíamos a nuestras primas morreándose, tocándose y follándose con nuestra tía. Definitivamente estaba en el paraíso. Pensando en ello, volví a poner atención en el trío lésbico-incestuoso en la habitación.
Ahora, las tres mujeres estaban lamiendo y cubriendo de saliva a Don Juan, el enorme dildo negro de mi tía Julia. Ésta se estaba ocupando de la cabeza, usando rápidos movimientos de lengua como si fuera una verdadera polla. Paloma se ocupaba de la base, utilizando sus labios para besar aquel monstruo como una experta. En tanto, Rocío desarrollaba más y más sus habilidades orales, siguiendo las instrucciones de su media hermana y su madre, pasando la lengua por el largo del tronco de aquella verga de goma.
—Bien, vamos a hacer un ciclo, ¿listas, mis niñas?
—¿Un ciclo?
—Ay, hermana, ¡te encantará! Venga, ábrete de piernas y siéntate sobre mamá para que te coma el conejito.
Rocío así lo hizo, sentándose sobre el rostro de su madre, que le penetró el coñito con la lengua. Luego, Paloma puso el culo a la altura de su hermana y, con bastante flexibilidad y destreza, se inclinó para poder poner la cabeza de las piernas abiertas de su madre. Con ayuda de Don Juan, el enorme dildo negro de la familia, Paloma folló el coño de mi tía Julia. En tanto, Rocío, ni tonta ni perezosa, entendió las reglas y empezó una deliciosa comida de concha hacia su hermana mayor.
—Ayyyyy, mamiiiiii, tu lengüita está muy adentroohhh —gimió Rocío, dando pequeños saltitos sobre la cara de su mamá.
—Hmmmmmm, hmmmmmm, sí mi amoooooor, hmmmmmmm, slurp, slurp, ¡ohhhh, Paloma, gracias por meterme ese pollón, hmmmmmm, ahhhhhhh!
—Es un placer, mamá, ummmm.. ahhhhh, ohhhhhh, vaya que aprendes rápido, hermanita, si sigues moviendo así la lengua vas a hacer que me venga sobre tu hermosa carita.
—Sí, sí, ¡sí, quiero tus juguitos en mi carita, Paloma!
—Eres una putita salida, ¡me encanta!
Francisca y yo seguíamos masturbándonos ante la escena, solo que estaba siendo tan intensa que las prisiones de nuestros shorts se habían convertido en estorbos, por los que ambos nos los bajamos a la altura de las rodillas. Ella podía ver perfectamente cómo me hacía la paja rápidamente, con la polla apuntando al trío lésbico. Yo podía ver con toda claridad, a pesar de la oscuridad, los dedos de mi hermana acariciando su tentador clítoris… Si me acercaba a tocarlo… No. No sabía si me rechazaría, o si arruinaríamos el momento. Ella tampoco estaba haciendo ningún tipo de intento por tocarme a mí. Además, lo estábamos disfrutando y yo no quería parar, ¡¡¡estábamos juntos por primera vez en años, compartiendo algo tan morboso, erótico y prohibido!!! Sentía que estaba más cerca que nunca de obtener el premio mayor.
—Ayyyyyy, m-me v-veng… ahhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó Rocío, corriéndose sobre el rostro de su madre, que agradeció el gesto con una nalgada para su hija.
—Oh, hermanita, ¿te viniste en la cara de mamá? ¿Y nos calentaste a todas con tu peli de sexo? ¿Y además querías follarte a nuestro primo? ¡Te mereces un castigo por ser tan putita!
Mi tía y Paloma recostaron a Rocío de espaldas, y luego se ubicaron de rodillas una a cada lado de su rostro. Después, ambas adultas usaron una mano y procedieron a introducir juntas a Don Juan entre las piernas húmedas de la chica de catorce, que se retorció de placer.
—Ahhhhh, ayyyy, ¡qué gustooooooo! Ayyyy, qué ri… qué ricooo…
—¿Querías le leche de Felipe, mi niña? —preguntó mi tía Julia, masturbándose frenéticamente con su mano libre, “apuntando” con su coño al cuerpo de su hijita.
—S-sí… leche…
—¿Qué te parece si te alimentamos nosotras, cariño? —inquirió Paloma, haciendo lo mismo que su madre, desde el otro lado de Rocío.
—Sí, denme… d-denme juguitoooos…
Yo estaba que estallaba. No sabía si debía hacerlo con Francisca presente allí o no, mi uso de razón estaba bloqueado, pero ella me tocó un hombro y me hizo mirarla.
—¿Fran?
—Ve. Ve con ellas, hermano.
Entré a la habitación con la polla entre las manos. Mi tía y Paloma estaban demasiado ocupadas masturbándose como para reaccionar con miedo, así que solo pudieron sonreír como putas cuando me vieron llegar. Rocío sí pareció asustarse por la interrupción, pero callé cualquier protesta cuando le abrí la boquita, en aquella posición de espaldas en que ella estaba, e introduje mi falo en su garganta.
—¿Estabas mirándonos, sobrinito?
—¿No te pudiste aguantar y quieres correrte con nosotras en la carita de mi hermanita?
—Sí… sí, Rocío va a…. ohhhhh, lo está chupando, oh, qué bien lo haces angelita… hmmm.
—Gulp, gulp, guuuulp —era todo lo que podía decir Rocío, esperando su premio.
—¡Me voy a correr, bebé! ¡Toma todos mis jugos! ¡OHHHHHHHH!
—¡Yo también! Rocío, toma mi corrida en tu cara de putitaaaahhhhhhhhhh.
Yo también me aparté de la boca de Rocío y me masturbé frente a su rostro, que tenía una expresión de éxtasis celestial que nunca había visto en ella ni nadie más. Estaba en el completo y total clímax.
Paloma y mi tía Julia lanzaron un chorro de líquido semitransparente cada una a las tetas y la pancita esbelta de Rocío, sin dejar de masturbar a la muchacha con el dildo negro. Yo me corrí en su boca, derramando tres chorros de semen espeso en sus labios, que ella procedió a relamerse con gusto. Con tres corridas encima, Rocío parecía una obra de arte, digna del Louvre.
—¿Felipe?
—Ufff, d-dime, Rocío…
—Me gusta mucho tu lechita —me dijo, relamiéndose los restos blancos.
—¿Ah, sí? —No podía creerlo, ¿me estaba sonrojando por lo que mi angelical primita me estaba diciendo? Era una sensación satisfactoria—. Me alegro, angelita.
—¿Me darías a beber leche más a menudo? Sabe muy rico, se siente bien en mi piel, y me gusta mucho su olor…
—Oh, qué putita se está volviendo mi hermanita, ¿a que sí, mamá?
—Así parece… pero qué cosas, ¿acaso no te gustó nuestra corrida, mi niña?
—¡T-también me gustó muchísimo, mami! —exclamó la niña, restregándose los orgasmos femeninos por sus perfectos senos en desarrollo.
—¡Es broma, Rocío! Ufff… pero qué sexy te ves.
—Creo que estamos listas para darle otro round, mamá. Mi hermanita se ha graduado hoy como parte íntegra de nuestra relación.
Tomando un respiro, di unos pasos hacia atrás y permití que las tres mujeres se acostaran y descansaran, o continuaran si querían, mientras yo me iba a dormir a mi habitación. Ninguna me lo negó, sabían que estaba agotado. Salí de la habitación, pero no pude encontrar a Francisca… ¿Acaso había soñado todo el asunto? ¿Me había vuelto loco?
Encendí la luz del corredor para no estamparme contra nada a esas horas de la noche, y solo así pude notar las pequeñas gotas de líquido que había en el suelo, junto a la puerta de la habitación. Tal vez no estaba delirando, después de todo… quizás sí había logrado romper la pared que había entre mi hermana mayor y yo.
Pero ya pensaría después en ello. Al día siguiente sería largo e íbamos a ir por primera vez a la playa todos juntos. ¿Qué cosas podían suceder con cinco espectaculares mujeres en traje de baño, bajo la luz del sol y mojadas por el mar?
Bueno… descúbranlo en el siguiente episodio… cuando al fin lograré mi objetivo.