Todo en Familia (08)

Paloma interrumpe la historia de su primo para contarles su primera experiencia lésbica ¡con su propia madre!, algunos años atrás, debido a una apuesta escolar.

Antes que nada, gracias por todos los comentarios, me alegra que les guste la hsitoria, los personajes, o lo que sea que les guste jaja Espero poder cumplir con sus expectativas también.

Hoy interrumpiremos la programación habitual para traerles el primer Interludio de "Todo en Familia". Habrá alguno que otro de vez en cuando, protagonizado por alguna de las mujeres del harem familiar. En este caso, la narración la tomará Paloma, la prima mayor, y luego volveremos con la historia habitual. ¡Saludos a todo el mundo!

Capítulo 8: Interludio de Paloma: la apuesta

¡Hola a todos mis alumnos ricos! Soy Paloma, la prima y profesora sexual de Felipe. ¿Cómo están? Lamento interrumpir toda la secuencia de eventos, de cómo llegó mi primo al fin a seducir a la mojigata de mi prima Francisca durante el viaje a la playa y todo eso, pero me dieron ganas de contarles una experiencia mía, ¿les parece?

Como saben, soy muy experimentada a mis veinticinco añitos, y tengo muchísimas historias cachondas que contar, pero lo que les relataré ocurrió cuando tenía dieciséis… y lo haré porque me acordé de ello mientras íbamos a la cabaña después de nuestra orgía en la carretera, y yo era la única que no podía permitirse dormir, porque estaba manejando. ¿Por qué me acordé en ese entonces? Pues porque Felipe parecía haberse sorprendido mucho de ver a una madre follando con su hija, y como le dije a él en ese momento, mi mamá había sido mi primera vez lésbica. No hay nada como el amor puro y precioso entre una madre y una hija.

Lo que sucedió fue lo siguiente: era viernes, estaba en la escuela, en clase de historia, mi materia favorita y la que enseño en la actualidad, cuando mis amigas Leona y Cleo (que por cierto, siguen siendo mis amigas hasta ahora, una es profesora de matemáticas y la otra de arte) me enviaron una nota. Decía que era hora del desafío. Era más bien un recordatorio, pues hacíamos desafíos entre nosotras desde hacía mucho tiempo todos los viernes, solo por jugar. A veces eran desafíos inocentes, “di a la directora que crees que estás embarazada”, “juega un partido de fútbol con los chicos durante el descanso”, “besa al chico más feo de la clase en la mejilla”, y cosas así, pero también podíamos ser más traviesas, ja, ja. “Ven a la escuela sin ropa interior”, “chupa una banana en plena clase de arte”, “muéstranos en el lavabo cómo te tocas durante cinco minutos”, etc. Pero últimamente estábamos siendo muchísimo más atrevidas, y hasta putitas. La semana anterior, Cleo había desafiado a Leona a mostrarle los senos al profesor más sexy de la escuela, lo que en lugar de llevar a una expulsión, llevó a una maravillosa comida de tetas que Leona dijo había sido de ensueño. La semana anterior a esa, Leona me había desafiado a tomarme una foto con la cara llena de lefa de cualquiera de nuestros compañeros, y lo hice con gusto, con el chico más empollón de la clase, que estaba bastante bien dotado.

En esta ocasión, Leona desafió a Cleo a quitarse las bragas cuando nadie estuviese mirando y que las guardara en su bolso. Luego debía ir donde el profesor de historia, el señor Hernández, sin bragas, pedirle un boli, y masturbarse con este por diez minutos, antes de devolverlo al profesor con sus juguitos vaginales. Uff, yo ya estaba bien caliente, no solo por imaginar lo que mi amiga, con su bello cabello negro, sus maravillosos ojos verdes, sus senos bien grandes, y su culito bien empinado haría… sino porque ese profesor era del que mi mamá estaba enamorada aquel mes, ja, ja. Sí, siempre los iba cambiando, como teléfonos celulares.

En fin, el caso es que Cleo se negó una o dos veces, pero luego le ganó la lujuria, y un desafío era un desafío.

Se quitó las bragas poco a poco, para que nadie más que nosotras lo notara. Leona y yo estábamos muy excitadas ante la situación. Cleo se puso de pie con su faldita corta (era cosa de inclinarse un poco para que se le viera todo, uffff) y se dirigió al profesor que mi mamá deseaba antes de regresar con un boli azul, una sonrisa de oreja a oreja, y la sonrisa pervertida del profesor Hernández, que la seguía con la mirada puesta en el culo.

Cleo nos miró a cada una, sonriendo y sonrojada, y con sutileza bajó la mano. Pronto ya se estaba metiendo el boli en el coñito, haciendo todos los esfuerzos posibles para no gemir como la putita que era. ¿Qué tan adentro estaría?, me pregunté. Necesitaba una polla pronto… Casi me meto yo misma un dedo cuando vi a Cleo mostrarnos los líquidos semitransparentes en el boli con una sonrisa pícara, antes de devolvérselo al profesor, que lo primero que hizo fue olerlo…

Era mi turno. Nos juntamos las tres en el gimnasio, y yo quería hacer algo más entretenido. Desafié a Leona a que eligiera a tres chicos que estuvieran jugando baloncesto allí, y que los invitara al baño del gimnasio con la promesa de que iban a recibir “un premio por jugar tan bien”. Mi rubia y salvaje amiga no titubeó ni medio segundo, se atrevía literalmente a cualquier cosa. Corrió hacia tres muchachos apuestos, y aunque no pudimos oír lo que hablaron, las sonrisas tontas de los tres chicos nos indicaron a Cleo y a mí que íbamos en buen camino. El desafío a Leona era simplemente invitarlos… lo que sucediera después era un premio para las tres, y vaya que yo lo necesitaba. Se lo dije así a Cleo: “vamos a tener polla hoy, ¡prepara la boca!”.

Los tres muchachos se excusaron del entrenamiento por distintas razones y se encontraron con nosotras en las duchas del gimnasio. Teníamos unos veinte minutos hasta que volvieran los demás, pero para nosotras no iba a ser problema.

A mí me tocó un pene corto, pero súper grueso y duro, que me metí gustosa a la boca apenas me senté en el banquillo que tenía más cerca. Ufff, qué cosa más rica, no había nada como comer polla cada día, que la punta te golpee la campanilla mientras la llenas de saliva y poder sentir la textura de sus venas en tus dedos. Le dije al chico que me tomara la cabeza y tratara mi boca como un coño hasta que se corriera dentro, sin pena.

En el banquillo a mi derecha, Cleo devoraba una verga larguísima de un moreno muy alto y musculoso, aunque dos o tres años menor que nosotras, y lo estaba pasando de maravillas. Caía muchísima saliva en la camisa de Cleo, demostrando cuánto le encantaba hacer sexo oral, metiendo las vergas completas en su garganta.

En tanto, a mi izquierda, Leona no pudo aguantarse más, sacó una preservativo del bolsillo de su falda, se lo puso al chico que le tocó a ella (el más guapo de todos, que eligió personalmente), se puso en posición de perrito y permitió que éste lo penetrara. Ufff, aún recuerdo cómo gemía mi amiga, ¡qué golfa que era!

Al final hicimos que los tres penes se corrieran como en diez minutos… Leona recogió semen en el preservativo, Cleo se tragó completamente el suyo, y yo dejé el mío en mi cara para que el muchacho me admirara, como una medalla de honor. A mis dieciséis años ya era una fanática completa y obsesa del olor, el sabor y la textura del semen que salía de un buen pene…

Pero seguía excitada. Y ahora se venía mi desafío. Lamentablemente tuve que esperar cachonda el resto del día, pues Cleo recién me desafió al final de la jornada.

—Paloma, el desafío es que tendrás que tomarte una foto guarra con una pareja sexual…

—Pfff, ¿eso es todo? Es cosa de que agarre a cualquier chico aquí, me lo llevo a un baño y…

—No tan deprisa, Palomita, que no he terminado. La foto tiene que ser con una tía.

—¿Qué? Cleo, yo no soy lesbiana, ¿qué te crees?

—¿Vas a rechazar el desafío, amiga? —preguntó Leona, muy interesada.

—Pero…

—Serás fan de las tortillas por un día, Paloma, nada más. Tienes desde esta tarde hasta la mañana del lunes para sacarte una foto de esas bien guarras que nos gustan, con una chica. ¡Y ni siquiera intentes seducirnos a una de nosotras, que no cuenta!

—Pero…

—¡Pero nada! Un desafío es un desafío, amiga. Esperamos la foto el lunes, ji, ji.

¿Qué iba a hacer? La verdad era que sí, se me había ocurrido robarle un beso o un agarrón a una de las dos, tomarme una foto y ya, antes de que me detuvieran. Tenía algunas otras amigas, ¿pero qué iba a hacer? ¿Ir directamente a su casa y pedirles un revolcón rápido por una apuesta? Las chicas no somos tan fáciles como piensan los chicos, además… yo no tenía experiencia alguna en ello. Con los tíos soy directa cuando estoy ligando y cuando quiero polla, sin sutilezas. Voy, les pido follar, y si quieren, pues me quito las bragas y que empiece la fiesta; y si no quieren… bueno, no es algo muy común que digamos. Pero con tías solo había tenido experiencia con besos tontos jugando a la botella, nada más. No le hacía asco a la idea, las mujeres tienen un cuerpo precioso, pero eso no me hacía lesbiana o bi. Desconocía cómo seducir a una mujer. ¿Qué otra opción tenía? ¿Ir donde mi prima Francisca y pedirle que me comiera el coño mientras le tomaba una foto? ¡Ella era aún más inexperta que yo!

Así que llegué a casa y me puse a pensar en qué hacer… pero no se me ocurrió nada. Esperaría al día siguiente. Le dije a mi mamá que saldría al centro comercial, y que volvería a la tarde. Mi mamá parecía muy feliz al respecto y me deseó suerte.

El problema fue que no alcancé a llegar. No sabía qué hacer realmente allí. Podía ser puta, pero los hombres y las mujeres eran distintos. Incluso si llegaba a resultar que si le preguntara a una chica si era lesbiana, no necesariemente iba a querer tener un revolcón con una extraña. E incluso si me dijera que sí a eso, no sabía exactamente qué hacer, nadie me había enseñado. En palabras simples, no tenía la menor idea de comerme un coño…

Así que me devolví a casa y entré en silencio, decaída. Y entonces fue cuando escuché cosas…

—Oh, señor Fernández…

—Soy Hernández, señora Julia.

—Como sea, tienes una polla descomunal, ¿te lo habían dicho?

Me acerqué a la sala y encontré a ambos en el sofá. El profesor Hernández estaba sentado cómodamente mientras mi querida madre estaba de rodillas a su lado, usando un sexy conjunto de lencería blanco, con el cuerpo doblado para poder chuparle la polla. Ambos me estaban dando la espalda, pero desde mi posición podía ver lo hinchada que tenía la polla mi profesor de historia.

—¿Te gusta, zorrita?

—Me gusta muchísimo. ¿Puedo comerla entera?

—¡Claro que sí, adelante!

No pude evitar excitarme ante la escena. Me desabroché el mini short de jeans que llevaba y comencé a tocarme por encima de las bragas, descubriendo lo húmeda que estaba la zona ya. ¿Preguntan que si me daba asco ver a mi madre teniendo relaciones sexuales? No era primera vez, la verdad, mi madre era una mujer muy abierta, ya la había escuchado follando en su habitación, y era asidua a relatar sus experiencias cuando se embriagaba. Siempre me había enseñado a ser muy liberal en relación al tema, así que me excitaba ver a un hombre como mi profesor metiéndole la verga a mi madre hasta el fondo de su garganta… pero debo admitir que, esta vez, mi cabeza estaba en otra parte, y me estaba dando gustillo también ver a mi mamá mover su cabeza de arriba a abajo mientras lucía ese corpiño y esas bragas con encaje… Hmm.

Noté que mi mamá movía su brazo y hombro, por lo que probablemente le estaba haciendo una paja. En silencio, yo me bajé un poquito las bragas y también empecé a hacerme dedo. Ufff, estaba súper mojada, podría fácilmente haberme metido tres dedos de haber estado en mi cama, por ejemplo, o en cualquier posición más cómoda en lugar de estar de pie, escondida tras un muro conectado a la sala.

—Lo haces como una profesional, eres muy buena en esto.

—Hmmmmm… sí, lo sé, slurp, slurp.

—Sigue, sigue, no pares de chupar.

—Oiga, señor Henríquez…

—Hernández.

—Si lo hago bien, le va a seguir subiendo las calificaciones a mi hija, ¿no?

—Oh, sí, sí, claro que sí… Le está dando un futuro espectacular a su niña, señora Julia.

Había muchas cosas que yo no permitía, y esa era una de las cosas. Valoraba mucho la educación ya en esos tiempos, y si bien nunca había sido mala en la escuela, sí me sorprendía que desde hacía un mes o algo así, mis calificaciones habían subido bastante. ¿Ahora resultaba que se debía a la zorra de mi madre que me estuviera yendo bien? ¿Qué, quería que le agradeciera que estaba cambiando mis calificaciones por su coño? ¡Ni hablar!

Salí de mi escondite con los shorts y las bragas a la altura de las rodillas para gener un mejor efecto. Me puse los puños en la cintura e intenté mi mejor expresión severa:

—¡Madre!

—¡Hija! —exclamó mi mamá, apartándose del profesor con cara de terror.

—Oh, hola Palomita —preguntó mi profesor, que no se molestó en cubrirse la hombría. Al contrario, estaba absorto en seguirse masturbando mientras me miraba de arriba a abajo.

—Qué puta que eres, mamá… Así que ¿por eso subieron mis calificaciones? ¿Porque se la estabas mamando al señor Hernández?

—Hija, no es lo que piensas… —dijo mi madre, poniéndose de pie. Todavía recuerdo lo sexy que se veía con ese conjunto, a pesar de que intentaba cubrirse. Eso que les dice Felipe de que mi madre parece una actriz porno, yo también lo creo. No tiene nada que envidiarle a ninguna.

—¡Eres una prostituta, mamá! Me preguntó qué pensará mi abuela.

—Vamos, hija, no me hables así… mira, no haré más esto, y…

—¡Y usted, profesor Hernández! Dígame, ¿es mi mamá buena en lo que hace?

—Bastante buena para una madurita…, pequeña —dijo el profesor, y noté cómo me follaba con la mirada. Mi chumino estaba echando humo, yo no tenía remedio.

—Mamá, ¿tiene el profesor Hernández una buena polla?

—Hija, deja de decir esas cosas, vamos…

—Ya no eres tan liberal y moderna, ¿eh, mamá? No como me enseñaste. Creo que ahora yo te daré a ti una lección, mamá. Profesor Hernández, ¿es bueno usted en la cama?

—Nunca se han quejado conmigo —contestó él, seguro de sí mismo, masajeándose la enorme y venosa polla.

—Por lo que noté mi mamá tampoco tenía quejas, ¿no mamá? Profesor, ¿le importaría seguirme a mi cuarto? —Me acerqué a ellos y me puse de rodillas frente al sofá, con mi rostro muy cerca de la verga del profesor—. Necesito clases particulares, ¿me puede ayudar?

—Claro que sí, Palomita, claro que sí.

—¡Paloma! Hija, ¿a dónde van? ¡¡¡Paloma!!!

Lo llevé a mi cuarto, y no me molesté en cerrar la puerta. Quería darle a mi madre una lección y sabía que iba, o a escucharme, o a verme follar. Además, mi abuela estaba donde unos familiares y Rocío se había quedado donde una amiga por el fin de semana. Ella pensaba estar libre para follar todo lo que quisiese, pero en realidad era yo quien tenía esa libertad.

Me quité la ropa, y le chupé la polla por cinco minutos solamente, pues ni él ni yo necesitábamos más lubricación que esa. Me acosté en mi cama, me abrí de piernas, y él entró en mi sin esperarse un instante más. Ufff, qué duro que estaba, ¡ufffff, qué grande que era! Me masajeó y lamió mis tetas mientras me penetraba con pasión.

—Qué buena verga… siga, señor profesor… ahhhhhh, fólleme más, más, tal como se folla a mi mamá —le decía, cachonda perdida.

—Tienes el mismo coño que tu madre, Palomita, ¡te voy a subir mucho las calificaciones!

—¡Nada de eso, profe! Mamá, ¿estás viendo, verdaaaaahhhhhh? —pregunté, a sabiendas de que estaba al otro lado del muro de mi habitación, escuchando, o quizás mirándome a escondidas—. ¿Oyes cómo me folla también el profesor Hernández? Él no va a subirme ahhhhh, las calificaciones porque ahhhhhh, yo puedo obtenerlas solaaaahhhhhh, hmmmmm, esto es por placer puroohhhhh, así que siga follándome, profe.

Me gustaban mis senos, sí, pero no eran tan grandes como los de mi prima, o los de Leona, o los de mi mamá. Sin embargo, había algo de lo que me enorgullecía mucho, pues estaba segura que era mejor que el de la mayoría, y era mi culo. Redondo, grande, curvo, súper sexy, todo el mundo me lo miraba. Era una experta moviéndome mientras me lo follaban, y siempre enloquecían de pasión pronto. No le daba mi culo a cualquiera, pero para darle una buena lección a mi mamá, valía la pena.

Saqué un preservativo de mi mesita de noche y le dije al profesor que se lo pusiera. Luego, me puse en cuatro, apoyando mi rostro sobre la almohada, abriéndome las nalgas con las manos. Él, ni tonto ni perezoso, entendió en seguida, se lo colocó, y apoyó su verga en mi entradita.

—¡Paloma! —escuché que exclamó mi madre, más cerca. Debía estar en la puerta ya, aunque yo no podía verla. No importaba, quería que me escuchara. Imaginar que estaba allí, mi propia madre viéndome follar por culo mientras usaba ese espectacular conjunto de lencería…

Hmmmm, tal vez estaba tocándose. Tal vez se había bajado las bragas de encaje para meterse los dedos, y luego, llenos de jugos, llevárselos a la boca para chuparlos. Yo estaba muy cachonda y estaba pensando sin racionalidad. Me imaginé que luego mi mamá me daba un beso a mí, directo en la entrepierna.

—¡Deme por culo, señor profesor! ¡Enséñeme lo que sabe hacer!

—¡Como tú digas, Palomita! ¡Ohhh, alumnita querida, qué apretada que estás, hija de perra!

—Ahhhhhhhh, métalo todo, profesor Hernández, puedo aguantarlo, ahhhhhhhhhhhhh. —La verdad era que el profesor había sido bastante cuidadoso conmigo. Me penetró lenta, pero duramente. Mi ano estaba completamente lleno con su polla, y sentía que estaba tocando todo mi interior. Le pedí a gritos que me partiera en dos mientras me daba pene como a una perra en celo que no pensaba nada más que en follar… follar… follar… follar con… mamá.

El profesor acabó al interior de mi culo tras diez minutos. Fue fantástico, sensacional, pero yo todavía estaba súper cachonda. El señor Hernández cayó rendido y dormido en la cama, junto a mí, pero yo todavía necesitaba más. Ahí fue cuando vi a mi madre, de pie al borde de la cama, con un dedo metido en el coño tras haberse quitado las bragas. Su brasier de encaje hacía destacar muchísimo sus enormes tetas. Habría sido una visión perfecta de no ser porque tenía los ojos lacrimosos.

—Ay, mamá…

—Perdóname, hija, no lo pude evitar. Solo quería lo mejor para ti.

—Lo sé, mamá, pero no lo necesito. —Me senté en la cama y la invité a hacer lo mismo—. Puedo valerme por mí misma, así que si quieres hacer estas cosas, que sea solo por placer, ¿sí?

—Hija, eres muy buena conmigo.

—Es porque te amo, mamá —le dije, y la abracé como una buena hija. Ella me devolvió el abrazo, acariciando la curvatura de mi espalda y mi cintura. Ufff, su calor, qué bien se sentía su calor contra mi cuerpo desnudo.

—Y yo a ti, mi niña. Por cierto… mmm, qué bien hueles, ¿eh?

—Y tú tienes un cuerpo increíble. Ja, ja, creo que envidio un poco tus tetas.

—Con ese trasero que desarrollaste, hija, no tienes nada que envidiar.

—Gracias, mamá…, el profesor me hizo un riquísimo sexo anal.

—Sí, hija, lo sé.

—Pero todavía estoy muy, muy cachonda.

—También estoy al tanto de ello, mi niña.

Mamá y yo nos miramos la una a la otra, en silencio. Pronto, ella se acercó a mí, pero casi un segundo después se apartó y me tomó la mano, maternalmente.

¡Pero yo no estaba para cosas maternas! ¡¡¡Estaba cachonda por mi madre!!! Le tomé el rostro y le planté mi beso más efusivo, el más de golfa, buscando su lengua con la mía al instante. Ella no se molestó en resistirse y pronto madre e hija estaban en el más intenso, sexy, cachondo y morboso morreo que se hubiera visto en esa casa. Yo no tenía idea de que haría eso con mi propia madre, y no sabía muy bien cómo complacer a una dama como ella, pero decidí apagar el cerebro y dejar que mi cuerpo se llevara por la pasión y el instinto más animal.

Jugamos un buen rato con nuestras respectivas lenguas. En eso sí que no importaba demasiado si era un chico o una chica, y yo era muy buena en ello. Siempre he encontrado cierto atractivo en el morreo húmedo, y hasta juzgo si acostarme con un hombre o no en base a ello. Si no sabe besar, incluso si es un bombón, no voy a darle mi coño… bueno, quizás sí, un rato, y mi boca, ¡pero nada más! Las tías tenemos que poner límites…

Mi mamá me comenzó a lamer el cuello, qué rico se sentía. Con algo de timidez, yo me puse a acariciar sus pechos, los primeros que tocaba aparte de los míos. Se veían muy sexys bajo aquel corpiño blanco, pero sentía la necesidad imperiosa de quitárselos pronto. La lengua de mi madre en mi cuello y mi oreja estaba haciendo estragos en mi chumino, sentía que hervía.

—Mamá, ¿qué puedo…?

—Recuéstate, hija, yo te voy a enseñar.

Mi madre siempre ha sido una de mis mejores profesoras, y ella me dio las primeras lecciones teóricas sobre educación sexual y de género desde que tuve mi primera menstruación, pero nunca esperé que se convirtiera en mi instructora, en la práctica. Me recosté junto al profesor, que seguía como un leño, y ella se inclinó sobre mi entrepierna… Ahhhhhh, me excito de solo recordarlo, hmmmm. Su lengua se movió rápidamente en contacto con mi clítoris, al mismo tiempo que me acariciaba los muslos con sus expertas manos. Así fue como comprendí que, incluso en prácticas sexuales que podían hacer tanto los hombres como las mujeres, ellos eran distintos.

—¿Te gusta cómo te toco, hija? —me susurró, antes de soplar en la cara interna de mis piernas. Me volví loca.

—¡Sí! ¡Sí, mamá, me encanta! Es como… como si mi cuerpo entero…

—Tu cuerpo entero es una zona erógena, hija, no solo estos —dijo mi mamá, acariciándome lenta, sensualmente los senos—, o esto…

Esta vez, mi mamá me metió un dedo maravilloso en la vagina, pero en lugar de meterlo y sacarlo rápidamente como hace un pene, comenzó a acariciar, a recorrer y a explorar sobre los rincones de mi feminidad. Hmmmm… qué rico se sentía.

—¡Mamá, me encantaaaaaahhhhhhh! ¡Enséñame más, por favor!

—Claro que sí, hija, así podrás hacer esto con tus amigas.

—¡Me encantaría!

—Esa es mi niña. Ahora, ¿por qué no usas lo que has aprendido, y le comes el chumino a tu madre? —Mi mamá se abrió de piernas, y yo me lancé como una perra hambrienta a devorarlo. Nunca había hecho algo así, pero traté de imitar lo que ella me hizo, metiéndole un par de dedos a la vez que lamía su clítoris.

—Slurrrp, slurp, slurp, hmmmmm, mamá, qué bien hueles, hmmmmmm.

—Hija, qué ricooooo, no puedo creer que esté haciendo con mi propia hijaaaahhhh.

—¿Lo hago bien, mamá? Slurp, slurp, ahhhhhh.

—Muy bien, hija… un poco más lento allí, eso. Eso es, cariño. ¡Ohhh, qué rápido aprendes!

—Vaya, vaya, cual madre cual hija, ¿eh? —dijo el profesor, despertando de su letargo. Noté que su polla estaba empalmada y comenzó a meneársela, pero mamá y yo nos miramos y supimos qué debíamos hacer. ¡Era nuestro momento!

—Fuera —ordenó mi mamá, abrazándome.

—Oh, vamos, no sean así…

—Profesor, ¿me dejaría este momento para mamá y yo? Le prometo que se lo recompensaré en la escuela, y mi mamá hará lo mismo cada vez que pueda. ¿Verdad, mamá?

—Sí, supongo…

—Ok, ok, pero el lunes mismo me lo chupas en el descanso, ¿ok? Diviértanse, par de golfillas.

Y claro que íbamos a divertirnos. Cuando el profesor se fue con toda su ropa, mi mamá abrió el cajón de su mesita de noche y sacó un enorme dildo, negro y venoso, conectado a un arnés. Sí, ya lo conocen, queridos alumnitos y lectores, se llama “Don Juan”. Aquella noche fue la primera vez que mamá me penetró con Don Juan, en cuatro patas como me gustaba, adecuándonos a una follada más similar a las que yo estaba acostumbrada, aunque aún así era distinto. Más sensual que agresiva, supongo.

—Ahhhhh, ahhhh, ahhhhhhh, mamáaaaahhhhhh.

—¡Toma hija, duro, córrete en mi polla, mi amor!

—¡Sí, mamá, dame duro, dame muy fuerte en mi coño!

—¿Me prometes que te correrás?

—Sí, ya estoy muy cerca… —le dije mientras mi madre me nalgueaba, y era la verdad. Su polla de goma estaba muy adentro de mi vagina, y jamás perdía fuerzas o resistencia. Solo seguía follando, seguía, seguía, follaba, follaba, follaba sin parar. Y junto con las nalgadas que me estaba dando mi mamá, ¿cómo no iba a correrme? ¡Me sentía súper puta!

—¡Espera, mamá, olvidaba algo!

—¿Hm? ¿Qué sucede, hija?

—Tengo que mostrarles una foto de esto a Leona y Cleoooohhhh, hmmmmm, síiiii. Es primera vez que follo con una tíaaaahhhhh, ah, ah, ahhhh.

—Hm, ok, hija, tómate una foto así, en cuatro, dominada por tu perra madre… pero que no salga mi rostro. De mis tetas para abajo, o nos podremos meter en problemas.

—¡Está bien, mamá, eso haré… ahhhhh! ¡¡¡¡AHHHHH, ME CORRO!!!! —grité, y con mi teléfono tomé una foto (lo que un par de años después la gente se empeñaría en llamar “selfie”) de mí, teniendo un orgasmo, follada intensamente por una mujer de tetas espectaculares. Luego me tomé otra, en la cama con ella, lamiéndole las tetas.

Cleo y Leona no se lo podían creer… Se calentaron tanto las dos perras que hicimos un trío en el baño después de gimnasia. Pero eso es cuento para otro día.

Y bueno, eso es básicamente lo que les quería contar. Follar con mi madre, como hicimos en la camioneta del tarado de Eliseo, no es cosa inusual para mí desde que tenía dieciséis años, y es una de las mejores mujeres con las que me he acostado. Es de las mejores instructoras que he tenido, y en parte me inspiró también para dedicarme a la enseñanza… de historia, y de la anatomía humana, en mis ratos libres, ja, ja.

No se equivoquen, sigo prefiriendo a los hombres, como a Felipe, por ejemplo… pero comerse un coño de vez en cuando nunca está mal. De hecho, ya obtuve el sabor del conejo apretado de mi primita Fernanda, y ya le eché el ojo a mi inocente hermanita, que parece que no es tan inocente ahora, ja, ja. Digo, si ya me he acostado con mi madre, ¿qué más da hacerlo también con mi propia hermana, con lo sensual que es para su edad? ¿Y quién sabe? Francisca también podría ser, si hacemos las paces, o hasta mi tía Andrea. Hmmm… se me está empapando el chumino de solo pensar en ello. ¡No tengo remedio!

En fin. Los dejo ahora con Felipe, para qué él continue su historia. Intentaré no interrumpirlo tantas veces para contar mis experiencias más sexys, pero si sigue acercando ese pollón que tiene a mí, no sé cuánto podré evitarlo.