Todo en Familia (07)
Al fin voy a la playa con mi tía, primas y hermanas... pero antes de llegar a nuestro destino, tendremos que hacer una detención en la carretera para calmar nuestras ansias más animales.
Capítulo 7: Mi familia - El viaje
Era ya verano. El sol brillaba por encima de nuestras cabezas, las arenas eran cálidas, el mar era bello, y las mujeres usaban menos ropa que nunca, un tiempo de ensueño para los lujuriosos, como en el que yo me estaba convirtiendo. ¡Había llegado el día en que iríamos a la playa! Tres hombres y cinco mujeres, en una cabaña grande que pertenecía al último novio/amante de mi tía Julia. No podía aguantar más, no solo porque vería mujeres preciosas en traje de baño, sino porque Francisca estaría allí. Ya había confirmado que se tomaría un descanso de la universidad y nos acompañaría, lo que significaría que podría estar tres o cuatro días con mi hermana mayor, la mujer que había sido dueña de mis sueños por gran parte de mi vida adolescente y adulta.
Sí, sé lo que están pensando… ¿y todas las otras? Me había acostado con mi otra hermana (Fernanda), ambas primas (Paloma y Rocío) y mi tía. Con la presencia de los otros dos tipos ahí sería incómodo, y temía que alguien hiciera una broma al respecto. Además, me preocupaba lo que pensara Francisca, cuya opinión, o siquiera conocimiento de lo que yo estaba haciendo con las demás, yo ignoraba. En cualquier caso, decidí que lo mejor sería divertirme.
Tomé con mi hermana menor un taxi hacia la casa de mi abuela, desde donde partiríamos en dos automóviles (el del novio de mi tía Julia, y el del novio de Paloma… el primero creo que se llamaba Ramiro, y era un maestro de taekwondo; el segundo se llamaba Eliseo, que era una masa de músculos sin cerebro). Durante todo el camino, la putita de mierda me estuvo susurrando lo mucho que me iba a gustar su nuevo traje de baño, y que se moría de ganas de que se lo quitara apenas llegásemos, todo mientras me manoseaba el bulto por encima de mis shorts. No sé qué tanto escuchó el taxista, pero si noté que nos echó miradas sospechosas por el espejo.
En fin, cuando llegamos, ya casi todo el mundo estaba listo, con las maletas en las cajuelas de los automóviles… pero el ambiente estaba tenso. Mi tía Julia ladraba órdenes y solo parecía ser cariñosa con el tal Ramiro, de quien estoy seguro de que intentó romperme la mano cuando me la estrechó al saludarme; por otro lado, Paloma parecía ignorar a Eliseo cada vez que podía. Ambos hombres me trataron con frialdad… Empecé a sospechar de que quizás ellos sabían más de lo que debían.
Por su parte, Francisca llegó allí por su cuenta. Saludó a Fernanda y Rocío con afecto, pero, para mi sorpresa, a Paloma y Eliseo fingió ni verlos. En cuanto a mí… bueno, decidí que las cosas no podían seguir como iban. Abracé acaloradamente a mi hermana mayor y le besé la mejilla, cerca de los labios. Sin quererlo, me sonrojé, pero no iba a detenerme…; quería de verdad disculparme por lo que había sucedido en mi cama hace años, y este era el primer paso. Al apartarme de ella, Francisca tenía la mirada baja, no me dijo nada…, pero conservó sus manos sobre mis hombros un rato más largo que el normal.
Sería un buen momento para recordar y describir el look de nuestras protagonistas aquí, para que se imaginen un poco mejor lo que acontecería.
Mi tía Julia, una MILF de libro, cuarenta y tantos de edad, estatura media, curvas peligrosas, enormes tetas, un culo irresistible, cabello castaño en una permanente como actriz porno ochentera, y experimentados y insinuantes ojos café. Llevaba un largo y sensual vestido blanco y floreado, tremendamente escotado, partido abajo para revelar sus piernas perfectas, terminadas por zapatos de tacón.
Su hija mayor, Paloma, profesora de profesión, veinticinco de edad, piel morena, tenía el cabello negro y rojo, los ojos oscuros, una casi eterna sonrisa seductora, las piernas larguísimas y un culo absolutamente perfecto. Había optado por una minifalda de jeans muy ajustada, corredoras, y una camiseta blanca con mangas cortas que dejaba al descubierto tanto sus hombros como su torneada cintura, y que decía “Yes, I Suck… and Swallow too”.
Su hija menor, Rocío, catorce, de piel blanca como la leche, lucía un mini-short de jeans muy ajustado y pequeño, que resaltaba su precioso culito, y una camiseta de tirantes rosa en que podía notarse que no llevaba sujetador. Se había atado el cabello castaño en una cola de caballo, y sus dulces, tímidos, pero sensuales ojos esmeralda destellaban más que nunca, así como sus preciosas pecas.
Fernanda, un año mayor que Rocío, había optado por un conjunto que gritaba “soy una niñita adorable e inocente que no sabe que es sexy”, a pesar de que era una endiablada ninfómana en entrenamiento. Llevaba una minifalda plisada blanca, cortísima, que no cubría básicamente nada, y un crop top del mismo color, sin sujetador debajo, que resaltaba los increíbles senos que tenía para su edad. La hija de puta se había atado el cabello dorado en dos coletas y se había pintado los labios de rosa. Ok, sí, lo admito, lo que estaba haciendo era sumamente cachondo, ¡pero de igual manera era molesto!
Finalmente… Francisca no había sido tan atrevida con su atuendo como las demás, y aún así se las había ingeniado para lucir atractiva. Veintitrés años. Lucía pantalones de jeans negros súper ajustados y una camisa verde de seda, medio transparentada, que resaltaban sus impresionantes curvas. Sus ojos avellana eran preciosos, así como su lacio cabello castaño-rubio; era alta, esbelta, perfecta… con excepción de la falta de su sonrisa.
Mi tía Julia decidió quién iría con quién. En el automóvil del pesado del karateka (o lo que fuera) iban él, mi tía Julia, Rocío y Fernanda. En la camioneta, con Eliseo, íbamos Paloma, Francisca y yo, en lo que supuse que sería el viaje más incómodo de mi vida.
Y así lo estaba siendo. Yo iba en el asiento de atrás, junto al que se suponía que era el amor de mi vida; ella y yo en perfecta sincronía para ignorarnos mutuamente y mirar afuera de la ventana contraria. Adelante, Paloma y Eliseo solo cruzaban palabras para darse alguna que otra instrucción vial. Temía que el viaje sería así hasta que a algún idiota se le ocurriera abrir la boca. El idiota fui yo.
—¿Y cuál les parece una buena playa para visita hoy?
—No sé, tal vez Eliseo sabe. ¿En cuál playa están las tipas que querías ver, amor?
—Ay, mujer, no te pongas así… —dijo Eliseo, y yo quedé perplejo. ¿Paloma estaba celosa? ¿No que tenían una relación abierta?
—¿Que no me ponga “así”? ¿Así cómo? Te apuesto a que ni Felipe sería así conmigo.
—Y tú primito ¿qué carajos tiene que ver con esto? ¿Por qué siempre traes a colación al chiquillo este? ¿Te gusta, acaso?
Para ser honesto, yo me preguntaba lo mismo. Sin embargo, aunque me estaban involucrando, algo me decía que en realidad yo no tenía nada que ver, y por eso ni siquiera intenté responderle al cerdo ese. Habría sido absolutamente innecesario…
—Él es un poco más hombre que tú. Al menos él no rompe ciertas promesas.
—¿Promesas de qué, so puta? —Eliseo comenzó a aumentar la velocidad. Noté que, detrás de nosotros, el novio de mi tía hacía lo mismo para seguirnos el paso por la autopista. De paso, también noté que mi hermana mayor movía la pierna nerviosa y aceleradamente, aún mirando hacia el exterior.
—¡Famila no, bruto! ¡Eso fue todo lo que te dije, con mi familia no!
—¡Ya te dije que la muy puta fue la que se me insinuó!
—¡Es mentira, cabrón! —exclamó mi hermana, dejándome petrificado en mi asiento.
—¡Tú cállate, bien puerca que te veías de rodillas llevándote la polla de este cerdo a la boca!
—¡Hey, Paloma, no le hables así a Fran! —grité, y tras pensarlo un poco—… Momento, ¿qué?
Lo sucedido fue lo siguiente. Paloma había dado permiso a Eliseo de acostarse con quien quisiera, cada vez que quisiera, y ella haría lo mismo… pero la familia, en especial Francisca, estaba fuera de los límites para él.
Al parecer, en una borrachera, una Francisca muy depresiva (y muy borracha) por algo que yo no llegué a saber hasta muchas horas después, se fue a llorar en el hombro de Eliseo. Éste aprovechó la situación, se la llevó detrás de un árbol, y le dijo que si se la chupaba “todo se arreglaría”. Mi hermana se negó, pero él la forzó, diciéndole que le diría a nuestra abuela de todas las guarradas que Francisca decía cuando estaba ebria, o que ella quería quedar embarazada de él a espaldas de Paloma. Daba igual lo que dijera, mi abuela, tan tradicional, le creía de todo a los hombres, incluso por sobre sus nietas, pues éstas estaban “alejadas de Dios” en estos días. En fin, que al parecer Eliseo quería follarse a mi hermana desde hacía mucho, a espaldas de Paloma, y ésta los atrapó en el acto. Yo no podía creerlo… ¡Estaba furioso y celoso! De un momento a otro le deseaba la muerte a ese hijo de puta.
A mi lado, Francisca comenzó a sollozar mientras Paloma y Eliseo discutían. Le tomé la mano a mi hermana. Ella la apartó… pero yo volví a tomársela. Esta vez, ella me devolvió el gesto, envolviendo mi mano con intensidad y calor.
Eliseo detuvo la camioneta en un terreno baldío que había cerca, junto a la carretera. Detrás de nosotros, el auto de Ramiro hizo lo mismo. Todos nos bajamos para estirar las piernas y darnos un merecido descanso. Rocío apareció a mi lado y me abrazó el brazo con una carita de inocencia, y Fernanda hizo lo propio con la misma cara, pero en versión falsa, cuidando de pegar bien sus tetas a mi cuerpo. De hecho, ambas sonreían, como si compartieran un secreto que no querían contarme. Mi tía Julia, sonriente y coqueta, besaba efusivamente el cuello de su novio, que le dijo algo al oído. Ella le contestó en seguida, en voz más alta:
—Hmmm, esperaba que me dijeras eso. Hagamos esa guarrada que querías hacer el otro día.
—¿Estás de broma, Julia? ¿Aquí?
—Sí, no sería una guarrada si no fuera en un lugar como éste, con mi familia viendo. Bájate los pantalones, cierra los ojos, y espera cinco minutos a que me quite la ropa aquí mismo. Si abres los ojos pierdes; si no se te para completamente también pierdes.
—¿Es en serio? ...Sí es en serio, madre mía.
—Sí, lo es. Me vas a follar aquí mismo en la calle.
—Ay, qué sexy… —musitó mi hermanita con una sonrisa perversa, mientras el tipo no tardaba en cerrar los ojos y comenzar a desnudarse.
—¿Sabes qué? Haremos lo mismo que mi mamá, amor —dijo Paloma, junto a la camioneta, dejando a Eliseo tan perplejo como todos nosotros—. Haz lo mismo y te demostraré que soy mejor que mi prima y cualquier otra puerca con quien te hayas acostado.
—¡A la mierda, está bien! —Eliseo cerró los ojos y se bajó la cremallera—. Más te vale que lo hagas bien, zorra, o te juro que me follaré a ti y a la santurrona de tu prima frente al chiquillo, quieran o no.
—Hmmm, ya me estoy poniendo cachonda. Si en cinco minutos no tienes tu polla lista, ni hablar.
Paloma terminó de decir eso, me hizo un gesto de silencio, me tomó la mano, me arrastró unos metros, y poco menos me arrojó adentro de la camioneta de su novio, en el asiento del copiloto. Mi hermana menor se sentó sobre mis piernas de un salto y cerró silenciosamente la puerta. Rocío y Fran se sentaron atrás, mientras, afuera, Paloma y mi tía Julia les seguían susurrando guarradas a sus parejas… al mismo tiempo que retrocedían hacia nosotros. Los dos tipos se bajaron los pantalones, completamente erectos. Mi tía Julia se sentó junto a su hija menor, mientras Paloma corría a tomar el volante.
Eliseo y Ramiro tardaron mucho en darse cuenta de lo que ocurría, y al intentar correr, tropezaron con sus pantalones y cayeron. Los seis estábamos en la camioneta de Eliseo. Paloma encendió el motor y nos marchamos a toda velocidad por la carretera, mientras los dos gritaban detrás.
—¿¡Pero qué acaban de hacer!? —les grité.
—¿Qué cosa, primo? ¿Preguntas por qué tomé el enorme vehículo del puerco de mierda de mi ex pareja? —preguntó Paloma, casualmente.
—¿O preguntas por qué nos vamos a quedar en la casa que me dejó ese tipo del que no me aprendí nunca ni el apellido?
—secundó mi tía Julia.
—Pero… les dejamos el otro auto, nos van a…
—No harán nada. Tomamos sus teléfonos, llaves, carteras, todo… Y antes que digas algo, primito, se lo merecían. Eliseo intentó follarse a Fran a mis espaldas y casi abusa de ella. Y el karate kid puso una cámara oculta en la habitación de Rocío. Se lo merecían. Y ahora que saben que sabemos todo, no harán nada.
Una treta… todo había sido un plan para joderles la vida a esos dos miserables. Y, de paso, yo me estaba dirigiendo a la playa con cinco espectaculares, fogosas y sensuales mujeres. ¿Tenía que estar soñando, verdad? Habría pensado eso de no ser porque mi hermanita, en mis piernas, tenía planes para hacerme ver que todo era cierto.
—Uffff, me hubiera encantado verlas chupárselas a esos dos, qué decepción.
—¡Fernanda! —le reprendió Francisca, desde la parte de atrás—. ¿Qué cosas estás diciendo?
—Lo que oíste, hermana. A ti también, ¿no, hermanote? —me preguntó, comenzando a restregarse y dar pequeños saltitos sobre mis pantalones ya abultados con una erección—. ¿No te hubiera gustado ver cositas?
—Feña, para, por favor… —le rogué, con cierta satisfacción que no pude evitar dado lo que la chiquilla hacía, moviéndose de arriba hacia abajo y de adelante hacia atrás, cubriéndose con la mini faldita que nada cubría. Esa apariencia de niña pequeña e inocente estaba logrando su efecto conmigo.
—Siento algo durito aquí, hermanote… ¿Qué tienes? Se siente rico, ahh…
—Fernanda, deja de hacer esto en este instante, ¡es nuestro hermano! Paloma, ¿puedes detener la camioneta y…?
—No —fue la rotunda respuesta de la conductora, mitad pendiente del camino y mitad pendiente de nosotros a su lado—. Francisca, aún no te perdono por nada. Además, me está calentando lo que veo…
—Ay, sobrinita, ya acepta de una vez que tu hermanita es una putita, igual que yo —le dijo mi tía Julia a mi hermana, golpeándole suavemente la pierna, dejándola atónita—. Todas somos medio putas, la verdad.
—¿Para qué mentir? —intervino Paloma otra vez—. Todas vinimos aquí a deshacernos del par de pestes y para acostarnos toda una semana con Felipe, que nos ha tratado bien. Así que, prima, si quieres puedo dejarte en el camino también, o te callas y miras.
—Felipe, ¿qué opinas de esto? —la pregunta de Francisca iba cargada de confusión y duda, y para mí también lo era. Me pregunté desde hacía cuándo que no se dirigía directamente a mí. Quizás esperaba una respuesta negativa, pero no la que obtuvo. Mi líbido estaba por las nubes.
—Fran… yo ya he hecho esto con… Ay, Feña, cuidado, por favor…
—Es que está muy rico y durito, hermanote, ¿me dices qué es? —me preguntó, continuando la charada mientras se frotaba contra mi erección con una sonrisa cargada de lujuria.
—¡Para ya con eso, mierda! —le regañé, y entonces escuché un suave y erótico gemido viniendo desde atrás. Todos miramos a la puerta opuesta a la de Francisca, y pudimos ver por qué Rocío había estado tan silenciosa.
Mi primita tenía las manos bajo su camiseta, y estaba tocándose y pellizcándose los pezones sin parar. Frotaba lentamente sus piernas una contra la otra, al parecer gimiendo del roce con la textura entre su mini-short y su entrepierna.
—¡Hija! —exclamó su madre, a su lado, que parecía acabar de notar lo que estaba sucediendo. En lugar de enfadarse, mi tía sonrió.
—Mami… no lo puedo evitar, Fernanda saltando sobre Felipe… hmmm… los penes de… hmmm… el pene de Felipe debe estar, ayyy…
—Felipe… ¿Acaso también tú y Rocío…? —Francisca no culminó la pregunta. Ella ya debía saber la respuesta. Yo no podía imaginar lo que estaba pasando por la cabeza de mi hermana, pero mi culpa estaba siendo ampliamente derrotada por mi lujuria.
—Sí, hermana, nuestro hermano nos lo hizo a mí y a Rocío a la vez, de hecho le quitó la virginidad, ¡fue lo más rico del mundo! —explicó Fernanda.
—Ok, parece que no podemos parar esto ya. ¡No saben cuánto necesito pene! Veo un bosquecito más allá… creo que me detendré allí. Hasta mi dulce hermanita está cachonda.
—¿Es eso cierto, hijita? ¿Quieres compartir el pene de Felipe con tu mami, con tu hermana y con tu prima?
—S-sí… lo quierooo… ayyy… —musitó Rocío, frotándose las piernas más rápidamente, tocándose aún los pezones bajo la camiseta rosa, y girándose hacia su madre. Ésta la observó con pasión y comenzó a acercar su rostro al de ella. Él máximo tabú entre madre e hija estaba por romperse, y yo podía ver todo por el espejo retrovisor mientras mi hermana menor me hacía un lapdance. No podía creer lo que estaba sucediendo, y tampoco podía Francisca.
En el momento en que los labios de mi tía Julia y Rocío se tocaron, Paloma salió de la carretera, se orilló entre medio de unos árboles frondosos de hojas bajas, y el espectáculo comenzó.
Sí, yo había follado con varias de mi familia, pero esta era primera vez en mi vida que veía incesto ente madre e hija en vivo en frente de mí. ¡Incesto lésbico entre mi tía y Rocio! Es un recuerdo que quedará siempre en mi cabeza. Pocas veces había visto algo tan morboso y prohibido. Mi tía Julia se había abierto el vestido mientras le daba un sensual beso francés a su hijita, y ésta le masajeaba a su madre los enormes senos que tenía.
—¿Quieres comérmelos, hijita? ¿Cómo cuando eras chiquita?
—Sí…, sí quiero, mami.
Rocío se lanzó desesperada a los pechos de su madre, y después de mirarlos con curiosidad por un rato, se puso a besarlos y lamerlos.
—¿Cómo están? ¿Te gustan las tetas de mami, hijita?
—Sí, hmmmmm, muchooo, slurp, slurp, ¡son muy, muy grandes!
Mi tía le acarició a su hija el cabello con una evidente expresión de placer y cariño mezclados, y me puse a imaginar cómo sería si mi mamá hiciera algo así con Fernanda o Francisca. O con ambas. Asumí que de ocurrir eso yo explotaría con veinte orgasmos o algo así, sería demasiado para mí. Claramente el tema del incesto era mi debilidad, mi fetiche… pero lo estaba viviendo en la vida real, y no sabía si podría sobrevivir a eso.
Hablando de mis hermanas, Francisca salió del auto y se alejó a grandes zancadas hacia lo profundo del bosque. Me vi tentado a seguirla, pero Fernanda, montada encima mío, me detuvo con su habitual guarrería.
—Uffff, quiero saber qué tienes tan duro, hermanote… hmmm, me están pasando cosas, ¿sabes? Tengo todo mojadito allí abajo, ¿sabes qué puedes ser? Hmmm.
—Primita, siempre supe que serías una zorrita sin remedio —dijo Paloma, abriendo la puerta del copiloto, guiándonos para que nos pusiéramos de lado mirándola a ella. Paloma me hizo un pequeño show, contoneando su sensual figura frente a mí, especialmente su culito, a la vez que poco a poco iba desabrochándose la minifalda y luego se la iba bajando por sus larguísimas y sexys piernas, elevando mi temperatura y el tamaño de mi polla.
—Te ves súper sexy… —le dije.
—Eso me gusta escuchar, primo. Y tú… —Ya desnuda para abajo, Paloma se puso de rodillas frente a Fernanda—. Mira que actuar como una dulce princesita para poner cachondo a tu hermano. Ya sepáralas, guarrilla.
—¿Actuar? No sé de qué hablas, prima-profesora —dijo Fernanda, perversa y obediente, abriéndose de piernas—. ¿Qué me harás? ¿Me darás un besito? ¿Me enseñarás cositas?
—Ok, Fer, tengo que admitir que este jueguito me está poniendo súper cachonda… a ti también, ¿no, primo? —me preguntó Paloma, mirándome y notando que sí, yo estaba hirviendo ya, desesperado por que mi polla saliera de su prisión—. Sí, primita, te voy a dar un besito, espero que te guste. ¡Y mira qué putita eres, no llevas bragas!
—No, no me las puse… debió habérseme olvidado, ¿fui una niña malaaaaahhhhhhh? Hmmmm.
Paloma metió la cabeza bajo la minifalda de mi hermana y comenzó a hacer algo que yo no podía ver, pero debía sentirse espectacular, considerando lo mucho que se puso a gemir Fernanda. Yo no me aguanté y con algunas dificultades me abrí la cremallera y puse mi polla hinchada contra el culito de mi hermanita.
—Ahhh, sí, se siente ricooooo, prima-profesoraaaa, hmmmmm.
—Tu conchita está deliciosa, Fer, slurp, slurp, no soy muy asidua a hacerlo con otras mujeres pero contigo no me puedo aguantar, ¡qué rica concha, sluuurp, sluuuurp!
—¿Haces esto también con… tus alumnas? —me atreví a preguntar.
—Por ahora solo con los chicos, pero estoy segura de que no falta mucho para que alguna de las chicas termine seduciéndome… hmmmm, Felipe, tu profesora extrañaba tu buen pene, ¿por qué no lo metes en esta alumna putita mientras yo le chupo el clítoris rico que tiene?
Levanté a mi hermanita y ella empezó a mecer el culo buscando desesperada que la penetrara. Cuando lo hice, le agarré las tetas y mi prima siguió lamiéndole el clítoris, logrando que Fernanda se pusiera a babear y gemir como una perra en celo. Estaba muy apretada y caliente en su interior, como siempre.
—Síiiiii, síiiiii, eso, sigan, máaaaas, qué ricooooooooooooooo.
—¿Te gusta, putita?
—Sí, me encanta, ¡me fascina! Tu cosa está muy adentro mío, hermanote y siente muy rico.
—¿Y mi lengüita no te gusta, primita?
—Ahhhh, tú lengua en mi botoncito lindo también me… hmmmm, me gusta… ahhhh, parece que me viene algoooo… ¡¡¡ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! —grito mi hermana cuando se corrió tanto en la boca de mi prima, como en mi pene en su interior. Pude sentir cómo las paredes del interior de Fernanda se retorcían de gusto mientras ella acababa.
—Mami, yo también quiero… —susurró Rocío, devorándose los enormes senos de su madre.
—¿También quieres juguito vaginal, hijita?
—Síiii, ¿puedo?
—¡Por supuesto! Deja que me abra más el vestido, acomodémonos un poco… —Mi tía Julia se recostó a lo largo del asiento de atrás mientras Rocío se ubicaba, doblada, entre sus piernas y se inclinaba para acercar los labios al coño de su madre—. Eso hijita, un poquito más… eso. Ahora, saca la lengüita y empieza a comerte el coñito de donde naciste, ¿sí?
—Ay, snif, snif, huele bien… —dijo la pequeña Rocío antes de sacar la lengua como le pedían, y comenzar a pasarla con lentos y deliciosos movimientos a lo largo de la rajita de mi tía. Por lo que yo sabía, Rocío solo había tenido sexo conmigo y con Fernanda, pero también era una rápida aprendiz, y un par de minutos después ya estaba haciendo gemir a su madre.
—Ohhhh, sí, hija, síiiiii. Cómeme más, mete la lengüita ahí, mi vidaaaa, síiiii… eso, más arribita, más arrib… ahíiiii, ahhhh, hmmmm, qué delicia, ¡qué buena hijita tengoooo!
—¿Te lo hace bien mi hermanita, mamá? —preguntó Paloma, sin dejar de lamer el clítoris y la cara interior de los muslos de Fernanda, que no cesaba de gritar mientras me montaba la verga.
—Ahhhhh, qué ricooooo, mi hermano me está metiendo su cosa grande y duuuuuura, no sé qué será pero le están dando mucho amor a mi florcitaaaaaa, hmmmmmmmm —seguía gimiendo Fernanda antes de correrse otra vez, momento en que mi tía le respondió a Paloma su duda.
—¡Tu hermana lo hace muy bien, hija! Es igualita a ti cuando me lo hacías a su edad.
Momento, momento, pensé, mientras mi lujuria alcanzaba niveles estratosféricos… ¿Paloma ya lo hacía con su madre desde hacía tiempo? ¿Qué tan putas eran las dos y por qué me venía a enterar ahora? Paloma, que parecía haber leído mi mente, se apresuró a comentar:
—Uff, mira la casa que puso mi primito, mamá, parece que no sabía. Sí, Felipe, de hecho mi mamá fue mi primera experiencia lésbica, ya te contaré un día cómo fue.
—Ahhhh, Rocío, mi niña hermosa, qué bien lo haces… ahora, acerca un dedito a mi rajita y no dejes de lamer… eso, mételo… hmmmmm, un poco más adentro, esooooooo.
—Está muy mojadito dentro tuyo, mami —susurró Rocío en plena faena.
—Lo sé, hija, ja, ja. Paloma, ¿qué tal si le das a Fernanda algo más de acción, como se lo merece la muy zorrita?
—Ohh, ¡claro! ¿Dónde tienes a Don Juan?
—En el bolso negro, hija, ahhhhh…
¿Don Juan? ¿Quién diablos era Don Juan? ¿Otro amante de mi tía Julia? Paloma se apartó de Fernanda y de mí, y le pidió a mi hermanita que se diera vuelta y me cabalgara como vaquerita a su caballo, que se pegara bien a mí y levantara bien el culito. Fernanda así lo hizo, sentándose de frente hacia mí sobre mi polla, cubriendo la penetración poniendo la mano sobre la faldita, sin dejar su performance de “niñita inocente”.
—¿Hm? ¿Qué me vas a enseñar, prima-profesora? —preguntó Fernanda mientras yo comenzaba a trabajar en su cuello, lamiéndolo de arriba y abajo.
—Esto —contestó Paloma, regresando con un arnés que se colocó alrededor de su cintura, adornada por un largo dildo negro y venoso que al parecer se llamaba “Don Juan”—. Levanta bien el culo, Fer.
—¿Eh? Pero… n-nunca lo he hecho por… —empezó a mascullar mi hermana. Para mí sorpresa, dada su expresión de curiosidad y miedo, parecía que no era parte del acto: Fernandita realmente era virgen por atrás.
—Bueno, ya que soy tu profesora también, ¿quién mejor que yo para enseñarte a que te den por culo, putita? Relájate y abre bien las nalgas, confía en mí. Felipe, no dejes de penetrarla, hazlo muy fuerte para que se lubrique mucho. ¿Lista, primita?
—S-sí, creo que… AHHHHHHHHHHH, mi culooooooooooo.
—Está entrando muy bien, primita, ya la cabeza está adentro.
—Ahhhhhhh, me están… me están follando el culitoooo, y mi coñitooooooo, ahhhhhhh, los dos penes son muy grandesssss, hmmmmmmmmmm, ahhh —Fernanda se quitó el crop top y sus tetas quedaron al fin a la vista, por lo que Paloma no tardó en cogerlas con ambas manos mientras la penetraba con el dildo de goma—. ¡Qué ricooooooooooooo, ahhhhhh, nunca me había sentido así! ¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhh!!!!!
Tras unos intentos más, Fernanda quedó doblemente enculada, por mí adelante y Paloma atrás. Yo nunca había follado a una mujer por el culo y ya estaba deseando hacerlo pronto. Sin planificarlo, Paloma ya me estaba enseñando cosas otra vez.
—Este es tu regalito por ser una niña buena, Fer.
—Síiiiiii, soy una niña buena, ¡me siento tan bieeeeeeen!
Fernanda me abrazó fuertemente y me devoró el cuello mientras Paloma y yo intentábamos acoplarnos al mismo ritmo para darle buen placer. No tardamos mucho en acostumbrarnos al ritmo del otro.
Mientras tanto, en el asiento de atrás, mi tía Julia y su hija menor habían cambiado de posición. Ahora Rocío ya se había quitado los mini-shorts y las empapadas braguitas, y estaba sentada sobre el rostro de su madre, que le lamía ruidosa y húmedamente el chumino. Rocío no cesaba de gemir, moviéndose de adelante hacia atrás sensualmente mientras se acariciaba la cola de caballo por sobre su hombro.
—Qué rico está tu conejito, hija, está delicioso, ¿te gusta como le paso la lengüita, bebé?
—Sí, mamiiiii, ayyyyy, está muy bueno, pero… —Rocío bajó la cabeza, nerviosa, sin dejar de montar la boca de su madre. Parecía más tímida de lo acostumbrado.
—¿Pero?
—Quiero… tengo que ir a hacer pipí —confesó Rocío, sonrojándose.
—Oh, bueno, hija, ¡qué importa! Esto solo quedará aquí. Hazlo ahí mismo, sobre mí.
—¿Qué? ¿Quieres que te haga pipí, mami? —preguntó Rocío. Yo quedé de piedra igual que ella.
—¡Sí, hija! Cuando los hombres me lo hacen me corro de puro gusto. Vamos, bebé…
—No puedo creer lo que voy a ver —dije, extremadamente excitado. No sabía cuánto más duraría si esto seguía así.
—Ahhhh, qué guarro, ¡qué morbo! —exclamó mi hermanita, meneándose más rápido en ambas pollas que tenía en su interior—. Nunca he hecho algo así, ¿podría hacértelo algún día, prima-profesora?
—Zorra de mierda, me estás poniendo a mil… ufff, ya me imagino haciendo algo así con mis alumnos cuando los acompañe al baño para que hagan sus necesidades… ahhhh, no voy a poder evitarlo, tendré que ser su bolsa de fluidos, que me usen como su propio baño pers… ahhhhhh, síiii, ahhhhhh —gritó Paloma, corriéndose a la vez que enculaba a mi hermana.
Rocío, roja de vergüenza y excitación, empezó a derramar su líquido dorado en la boca y el rostro de su madre, que no dejaba de masturbarse, y se corrió tal como prometió, al contacto con aquel chorro caliente en su cuerpo, bañándola.
—Ahhhhhhhhhhhh, eso es, bebé, ¡¡¡mea a la puta de tu madreeee!!!
Yo no pude seguir viendo sin actuar. Me aparté de Paloma y Fernanda, abrí la puerta lateral, me subí a la camioneta otra vez, ubicándome entre las piernas desnudas de mi tía, y le penetré bruscamente el coño al mismo tiempo que se corría de gusto. El vehículo se empezó a mover intensamente al ritmo de mi follada a mi tía.
En ese momento, miré a la parte trasera de la camioneta… Francisca estaba allí, sin perder detalle de la orgía. Dejándome impactado, vi que mi hermana mayor tenía los jeans a la altura de sus rodillas, estaba con la camisa medio abierta, y tenía sus dos manos ocupadas: una en uno de sus senos, sobre el brasier; y la otra en su entrepierna, acariciándose su intimidad. ¡Francisca se estaba masturbando, tal como lo recordaba! Por un momento, cuando cruzamos miradas, el tiempo se congeló, mi anhelo se convirtió en pasión… Mi hermana me sonrió dulcemente y yo le devolví el gesto. Desde ese momento, creo que ambos supimos que finalmente algo más ocurriría entre nosotros muy pronto. Por ahora, ella parecía solo querer ver, pero su mirada de placer me indicaba que habíamos roto la primera barrera que habíamos puesto entre nosotros.
—¿Me comerías el coño, mamá? —preguntó Paloma, ocupando sin esperar respuesta el lugar que había ocupado antes Rocío, sentándose sobre el rostro de su madre.
—¡No faltaba nada más, hijaaaaahhhhhh, ahhhhhhhhh! Deja que te devore tu conejo mientras Felipe me folla. Ohhh, Paloma, slurp, slurp, tienes el mejor conejo del mundo, slurp, slurp —le dijo mi tía mientras empezaba a lamerle.
—Ahhhh, ahhhhhhh, ja, ja, lo heredé de ti, mamáaaaahhhhhhhh.
—Me están volviendo loco ustedes dos —confesé, aumentando la velocidad de mis embestidas al interior de mi tía.
En tanto, Fernanda llevó a Rocío afuera de la camioneta y comenzaron a jugar con Don Juan, después de lavarlo con una botella de agua. La primera solo llevaba su minifalda y la segunda solo el top, pero a ninguna parecía molestarle estar casi desnuda al aire libre. Ambas besaron, lamieron e hicieron una paja al largo dildo negro como si fuera una verdadera verga, a la vez que veían el trío de Paloma, mi tía y yo.
—Chio, méteme tus deditos en mi coñito, porfaaaa.
—¿Hm? Está bien, Feña… ay, ay… tú también me los estás metiendo a mí, aaayyyy, síiiii —gimió Rocío, apoyada contra la camioneta mientras Fernanda y ella se masturbaban mutuamente, sin dejar de lamer el juguete de goma.
—¿Te gusta, Chio?
—Muuuuuuucho, se siente muy bieeeeeeen…
—Estás súper mojada. ¿Crees que podrás correrte para mí?
—¡Sí! Me voy a… me voy a…
—Eso, prima. Báñame los dedos… hmmmmmm, creo que yo también me correré en los tuyos, Chio… lo haces muy bien, más rápido, ¡rápido!, ¡¡¡RÁPIDO!!!
Y entonces… llegó el momento del final.
—¡SÍ, CHIO, QUÉ RICO! ¡¡¡AHHHHHHH, PUTA, CÓRRAMONOS JUNTAAAAAS!!
—¡AY, AY, ACABO, FEÑA, ACABO!, ¡¡¡ACABOOOOOOOOOOO, AAAAAAAAY!!!
Paloma y mi tía Julia estaban en las mismas condiciones que las chicas, y no tardaron en anunciar su orgasmo.
—¡MAMÁ, ME VOY A CORRER EN TU BOCA, TÓMATELO TODO!
—¡SÍ, DAME TODA TU CORRIDA, HIJA! ¡¡¡FELIPE, ME VAS A HACER ACABAR!!!
—¡Y LUEGO NOS TIENES QUE DAR TU LECHITA, PRIMO! ¡¡¡AHHH, ESTAREMOS LLENAS DE SEMEN CALIENTE!!!
—De solo imaginarme tanta leche para tanta puta me… me… ¡SOBRINO, ME CORRO, ME CORROOOO, HIJO DE PUTAAAAAH!
—¡¡¡BEBÉTE TODOS MIS JUGOS MAMÁ, ME CORROOOOOH!!!
Me aparté de Julia y comencé a masturbarme frente a Francisca, semidesnuda, que también se estaba haciendo dedo junto a la caja de la camioneta mientras observaba toda la escena. Las otras cuatro llegaron y se pusieron de rodillas frente a mis piernas, mientras yo me hacía frenéticamente la paja. Fernanda y Rocío al medio, mi tía y Paloma a los extremos, todas con las bocas abiertas y los rostros de ruego.
—¿Quieren? —pregunté, sin dejar de mirar a los ojos de Francisca.
—Sí, porfis… —respondió Rocío, observando mi polla con sus ojazos verdes.
—Dános toda la leche que tengas, hermanote, ¡empápanos de leche! —gritó Fernanda.
—No te guardes nada, somos tus bolsas de fluidos, márcanos como tus perras —dijo mi tía.
—¡Dale tu leche a estas putas hambrientas, primo! —exclamó Paloma.
Mi eyaculación se convirtió en interminables chorros de líquido blanquecino, espeso, caliente y pegajoso que se derramó por todos lados, cayendo en las bocas y lenguas de Rocío y Fernanda, en las tetas de mi tía Julia, y en el rostro sonriente de Paloma. También cayó un poco en el cabello y las mejillas de todas. Rocío y Fernanda compartieron su ración con un beso, tal como cuando hicimos el trío. Paloma lamió el semen en las tetas de su madre con pasión, mientras ésta le acariciaba el cabello a su hija mayor. Fue un orgasmo épico del que me costaría tanto recuperarme como olvidarme…
—¡Ah, Fel! —alcancé a oír que dijo Francisca, que parecía también vivir su orgasmo, a la distancia. Yo sonreí, estaba más cerca que nunca de mi objetivo, y lo hice mientras bañaba de leche a otras cuatro mujeres que iban a pasar casi una semana conmigo.
Subimos todos nuevamente a la camioneta, sin molestarse en ponerse la ropa de vuelta. El viaje a la cabaña fue relativamente silencioso, pero no incómodo. No dejábamos de sonreír como idiotas, incluso Francisca, que intentaba disfrazarlo, mirando por la ventana. Sencillamente estábamos más que satisfechos… al menos mientras durara el viaje a la cabaña.