Todo en Familia (02)

Necesitaba ganar experiencia para conseguir mi objetivo de seducir a mi hermana mayor... ¿y qué mejor profesora podía haber que una estudiante de pedagogía, mi prima Paloma?

Antes del capítulo, un par de cosas que debo mencionar. Primero, aprecio la recepción de esta nueva historia, me alegra que les guste ;)

Sí, cada vez los capítulos serán más largos, y probablemente serán menos confusos que los de "La Familia White", debido a que son menos personajes... al menos por ahora jaja

Finalmente, publicaré una vez por semana, quizás cada 5-6 días. Eso.. graciaaas.

Capítulo 2: Mi prima Paloma - Lecciones de Vida

Sentí una familiar sensación en mi ingle, la de la saliva haciendo contacto con mi hombría. Abrí los ojos después de una larga y maravillosa noche, y encontré el rostro y los ojos dorados de mi hermana mayor, con su boca rodeando mi polla. Como siempre, sonreía mientras me hacía sexo oral y se tocaba la entrepierna.

—¿Despertaste bien?

—¿Cómo no despertar bien así?

—Lo imaginaba, ja, ja… Por cierto, no he tomado desayuno. ¿Podrías darme mi lech...?

¡Momento, momento! Sí, ahora sería un buen momento para relatar lo que me sucede en el presente, después de aquel flashback relatando mi primera experiencia sexual con mi hermana mayor, hace varios años… pero aún no. Mi hermana mayor es especial, en el fondo sabía que era el premio mayor… pero para complacer a aquel premio mayor, necesitaba ganar toda la experiencia y sabiduría posible, y para eso tenía al resto de mi familia. Ahora que Francisca y yo disfrutamos tanto, sé que follármela fue un triunfo final, pero en aquel entonces pensaba que mi querida hermana estaba muy lejos de mi alcance, y el resto de mi familia me ayudó a entender que era todo lo contrario.

Aún falta relatar más cosas sobre el pasado, antes de encontrarnos en el presente; específicamente, les contaré algo ocurrido dos años atrás, cuando comencé mi proyecto de ganar la experiencia necesaria para mi objetivo.

Mi ángel de toda la vida, mi hermana mayor Francisca, vivía en la universidad, donde estudiaba para ser kinesióloga. Mamá y yo no la veíamos a menudo, y cuando venía de visita a casa, siempre había horribles silencios incómodos y momentos torpes. Ella me esquivaba continuamente. En aquel tiempo, yo estaba seguro de que había sido mi culpa. Yo había provocado que mi hermana me odiara, después de aquella noche de verano en que, por más cómico que suene, nos habíamos masturbado el uno al otro mientras se realizaba una orgía afuera organizada por nuestro padre. Francisca sí hablaba con mi otra hermana, Fernanda, pero ésta nunca me decía de qué hablaban. Fernanda era una muchacha muy complicada con la que yo no llevaba una relación muy amigable. Lucía casi idéntica a Francisca a su edad, con el mismo largo cabello castaño-dorado, la piel blanquecina, las curvas que ya comenzaban a destacarse, pero también tenía sus diferencias: sus ojos eran más oscuros, y su personalidad era impulsiva, rebelde, incluso molesta a ratos, muy distinta a su adorable hermana mayor.

Yo también había cambiado. Era cada vez menos tímido. Hasta tenía una novia, una compañera de la escuela con la que me gustaba pasar tiempo, con quien salía durante el día, y con quien hablaba por teléfono cada noche. Ni mi madre ni la suya eran lo suficientemente abiertas de mente como para permitirnos salir de noche juntos, o quedarnos en la casa del otro, pero teníamos nuestros momentos. Nos besábamos todos los días afuera de la escuela, así como en los descansos, y hasta habíamos comenzado a tocarnos mutuamente, a escondidas, presas de la lujuria juvenil. Me había venido en sus manos y ella en las mías, pero no había pasado demasiado más que eso.

Entonces fue que (recordatorio de nuevo, hace dos años) fui a ver a mi abuela paterna, que vivía a media hora de mi casa. Allí vivían 4 mujeres y una perrita llamada Dulce. Aparte de mi abuela, vivía allí mi tía Julia, que era la hermana melliza de mi padre. Con ellas también vivían las hijas de mi tía Julia, es decir mis primas: Paloma y Rocío. De vez en cuando me encontraba con mi padre allí, pero en esta ocasión, afortunadamente, él no estaba.

Con mi abuela era difícil hablar de cualquier cosa sin que la conversación inevitablemente se fuera al tema de la relación entre mis padres. Que mi madre debería disculparse con mi padre por no ser una buena esposa, que él era un increíble hombre proveedor, que se parecía muchísimo a su difunto esposo, que mis hermanas y yo debíamos llamarlo por teléfono más seguida, bla, bla, bla. Pronto me aburrí y salí al patio trasero con la excusa de ir a jugar con Dulce. En su lugar, afuera estaba mi tía Julia colgando ropa en el tendero, un bomboncete sacado de una peli porno de los ochenta, detrás de quienes estaba un sinnúmero de tipos, dos de los cuales habían conseguido tener una hija con ella, pero no una relación estable. Tenía curvas de infarto, enormes tetas y un redondeado trasero, labios gruesos y rojos, y cabello castaño y ondulado que alcanzaba su cintura. Llevaba un ajustado pantalón de jeans que remarcaba sus curvas, y una camiseta sin sujetador debajo, por lo que sus gigantescas tetas botaban como locas cada vez que colgaba una prenda, o cuando se inclinaba y su generoso escote revelaba sus preciados tesoros gemelos.

Aunque yo tenía una novia (y antes había estado en otra corta relación) y sin contar lo que había ocurrido con mi hermana hacía años, la verdad era que yo era casto y aún inexperto. Todavía tenía mis hormonas desesperadamente alborotadas, y aún estaba en una edad en que necesitaba tener sexo pronto. ¡Si mi novia no lo permitía pronto iba a estallar! En fin, que ver a mi tía así hizo que me pasaran cosas, en especial cuando me saludó de un efusivo beso en la mejilla y me dio uno de sus típicos y apasionados abrazos apretados.

—Ay sobrinito, qué grandote estás.

—S-sí, ja, ja, gracias.

—¿Has estado haciendo ejercicio? No me negaría a que me tocaras entera con esas manotas que te gastas, je, je.

—¡Tía, qué cosas!

Olvidaba decirlo. Mi tía Julia es una calienta-pollas profesional, de esas que seducen a todo lo que se mueve, y que es perfectamente consciente del efecto que produce. Bromeaba siempre, con todo y con todos, con el solo objetivo de poner a medio mundo incómodo y a la otra mitad cachonda, fueran familia o no. Era, para todos los efectos conocidos, una más que apetecible MILF de 45 años.

Al mirar atrás, vi a mi prima Paloma mirándome por la ventana, sonriendo pícaramente. Me sonrojé, y recuerdo lo mucho que se me paró en ese momento, a pesar de cuánto deseaba que se me pasara.

—Usted se ve muy bien también, tía —me atreví a decir.

—Como siempre, tan galán. Un día espero que me faltes más el respeto, je, je.

Dicho eso, entré a la casa, a sabiendas de que mi prima tenía su pícara mirada puesta en mí, burlándose de mi vergüenza.

Paloma, mi prima mayor, tenía veintitrés años en ese entonces y estaba realizando su práctica profesional como profesora. Era bella, igual que Francisca o su madre, pero con una belleza más exótica. Su padre, un hombre dominicano que nadie sabía dónde andaba ahora, le había heredado una piel morena, cabello y ojos oscuros, y estaba dotada de un cuerpo delgado, alto y sensual. Tenía senos algo pequeños a diferencia de su madre, pero contaba con un maravilloso trasero para compensar, uno de los mejores que he visto (y tocado, y besado, y follado… pero ya llegaremos a eso) en mi vida. Paloma había tenido una juventud rebelde y alborotada, salió con todo hombre que se le puso por delante, hasta que conoció a un robusto futbolista llamado Eliseo con el que llevaban 3 años de relación, y que me sacaba al menos 2 cuerpos de anchura y altura. Paloma siempre había sido amorosa y dulce conmigo, era una mujer efusiva, idealista y alegre, pero cuando arqueaba sus labios en aquella sonrisa misteriosa, yo caía presa del pánico. Las últimas dos cosas que quedaban por decir de Paloma eran que a) parecía ser una excelente profesora, muy del estilo progresista y liberal; y b) se llevaba muy bien con Francisca.

En fin, que eventualmente mi abuela decidió echarse una siesta, mientras que mi tía Julia se iba con sus hijas a un salón de belleza al que le encantaba ir, me pasó las llaves de la casa, y como ya había pasado unas cuantas veces antes, quedé a cargo. Encendí el televisor y me puse a ver una película de acción que estaban pasando, una de esas ochenteras. Pasados quince minutos, la sexy actriz principal me empezó a recordar a mi tía Julia, me calenté, y pronto ya tenía mi mano derecha sobre mis pantalones. Como ya les dije, todavía estaba en aquella época en que me calentaba con cualquier cosa que tuviera tetas y culo. No pude controlarme.

Se suponía que nadie estaba en casa. Se suponía que estaba solo y podía hacer lo que quisiese hasta que mi tía y primas llegaran, o hasta que mi abuela despertara de su larga siesta. Era exquisito, era prohibido, y se suponía que tenía que salir impune. Estaba con la polla en mi mano cuando escuché una voz detrás mío, y al voltearme en el sofá, me encontré con mi prima allí, mirándome con sereno enfado.

—¿Está bueno, Felipe? —preguntó ella. Me quedé de piedra.

—¡Paloma! —Por supuesto que yo tenía que hacer una estupidez así. Vi a mi tía salir con mi prima menor, Rocío, y simplemente asumí que Paloma había ido con ellas al salón de belleza. Lo asumí por ninguna razón en particular, más allá de mi habitual torpeza.

—¿Masturbándote en la casa de tu abuela con una tipa de la TV que también podría ser tu abuela? ¡Típico de los pendejos de tu edad! Te pregunto de nuevo, primo, ¿está buena la paja?

—Perdón, Paloma, perdona, es que pensé… pensé… —Bajé la mirada a mi pene, que perdió fuerzas. Me sentía horrible, humillado, quizás hasta habría llorado si hubiera seguido viendo la mirada juiciosa y enfadada de Paloma, en lugar de aquella alegre y cariñosa que siempre me dedicaba. Decidí atreverme y mirarla otra vez.

En esta ocasión, Paloma sí me sonreía. Su sonrisa iba de oreja a oreja, y tenía sus ojos café brillantes, como quien acababa de hacer una maravilla. Una broma maravillosa, sin duda.

—¡Ay primo, no seas bobo, ja ja! ¿Cómo voy a regañarte por hacerte una paja? —preguntó ella con su picardía y efusividad de siempre, acariciándome el rostro para calmarme—. Es completamente normal, en especial a tu edad, tranquilo.

—¿No estás enfadada por hacer esto aquí? —Iba a guardarme la polla en mis pantalones otra vez, pero ella me detuvo agarrándome el brazo.

—¿A dónde vas con eso? Vamos, continúa con confianza. Pfff, si supieras en qué lugares me he hecho un dedo yo, no tendrías tanta vergüenza.

—¿Tú? ¿Tú también? —Me sonrojé. Solo la breve imagen en mi imaginación de mi sexy prima masturbándose en lugares prohibidos me encendió nuevamente. Sentí la sangre acumulándose otra vez allí abajo.

—¿Qué, te crees que solo los tíos lo hacen? Las chicas lo hacemos todo el tiempo, solo que en general no lo dicen. Yo sí, me da igual quién lo sepa. Y hasta le diré lo mismo a mis alumnos y alumnas, es una práctica sana.

Solo en ese momento puse más atención a Paloma. Llevaba puesta una faldita blanca de pliegues que cubría hasta un poco por arriba de las rodillas, y que combinaba muy bien con su piel morena. Llevaba zapatos de tacón que la elevaban varios centímetros y levantaban muy bien su torneado culo. Lucía una camiseta roja, muy sensual y escotada, con una camisa blanca abierta encima.

—¿Segura?

—¡Claro que sí! ¿No recuerdas cuando Fran lo hizo contigo? Y estoy segura de que hasta la noviecita esa que tienes también lo hace, aunque se muere de ganas de que tú la toquetees.

—Espera… ¿qué Fran qué?

¿Acababa de decirme que mi hermana le había contado lo de nosotros cuando éramos más jóvenes? Sí, eso acababa de decirme. Yo estaba confundido, inquieto y excitado. ¿Se lo habría confesado en alguna borrachera? ¿Y a mi prima no le molestaba que mi hermana y yo hubiéramos hecho esas cosas? Ninguna de esas preguntas las contestó, limitándose a tomarme de la mano.

—Pregunta: ¿has follado con tu novia o todavía no?

—¿Eh? No, pero ¿qué tiene eso que…?

—Ya veo, excelente. En fin, bájate los pantalones y sígueme a mi habitación, vamos.

Sin pensarlo, tras unos segundos, ya estaba en la amplia habitación de mi prima, sin pantalones ni calzoncillos, mostrándole mi duro pene erecto a Paloma, que estaba sentada sobre su cama sin dejar de observarme de arriba a abajo.

—Muy bien, muy bien… Me gusta.

—¿Qué está sucediendo? Paloma, si viniera mi abuela o…

—Nah, nada pasará. O más les vale que nadie se aparezca aquí.

—¿Pero y si viene Eliseo a buscarte?

—¿Qué más da? Tenemos una relación abierta, follamos con otros todo el tiempo. Mira, Felipe, quiero que te calles y pienses en esta oportunidad. No hay nadie aquí más que nosotros. Eres un adolescente cachondo a quien claramente no le dan lo que necesitan. Te pusiste caliente conmigo y con mi mamá. Tienes un gran pene, que debería usarse como corresponde. Y yo… —Paloma se puso de pie y se acercó a mí con sensualidad, contoneándose, enfatizando el movimiento de su fenomenal culito—, y yo tambien estoy cachondísima. Aprovecha. Soy una profesora que puede enseñarte muchísimo para que estés preparado para el futuro.

Sin decir nada más, Paloma me abrazó el cuello con los brazos y me plantó un efusivo beso en los labios. Fogoso, ardiente, casi me quemó de deseo en un instante, algo que no me había ocurrido ni una sola vez con mis dos novias anteriores. Introdujo su lengua en mi boca sin tardanza, jugueteando con la mía al interior de mi boca, masajeando su largo y su ancho mientras restregaba sus senos contra mi pecho.

—Vamos, puedes hacer más que eso. Muestra que me deseas, primo.

Decidí hacer justamente eso, y con algo de timidez al principio y más fuerza después, le agarré ese objeto maravilloso de mi deseo, su redondo, grande y apetitoso culo, cosa que ella me agradeció tomando mi pene con su mano, procediendo a hacerme una paja con una increíble destreza. No se comparaba ni siquiera con las pajas que yo mismo me hacía, menos con las que me había hecho mi novia.

—¿Te gusta, primo? —me susurró al oído.

—Sí, mucho —le contesté, con la respiración entrecortada. Paloma masajeaba mi polla con habilidad, agarrándola lo suficientemente fuerte para que no fuera incómodo, y para que yo me sintiera en el cielo, moviendo la piel de adelante hacia atrás a un ritmo vertiginoso y sensual.

—La primera lección fue el “Beso Francés”, y diría que pasaste con una buena calificación. Se nota que tienes algo de experiencia en ello, pero fue solo el comienzo. Yo, tu profesora sexy, procederé a enseñarte la segunda lección, que sé que será nueva para ti: la “Mamada de Polla”.

Paloma me atrajo nuevamente hacia la cama, se sentó al borde de ella, y sin esperar nada más se introdujo mi pene a su boca de una sola vez, en su enteridad. Por un par de segundos usó la lengua para masajear alrededor del tallo, a un lado y al otro. Y luego, lentamente, comenzó a sacar mi polla de su boca, derramando saliva sobre cada centímetro de mi miembro, con los labios rodeando mi hombría como si fuera un delicioso dulce.

—Ummm, sí, ¿te gusta, primo? Me encanta chuparlo, es lo mejor.

—¿Sí? —inquirí con los ojos semi-cerrados.

—Sí, me fascina lamer penes. En la escuela lo hago cada vez que puedo, con quien pueda. En particular me encantan los penes jóvenes, ya soy la profesora favorita de muchos a pesar de que todavía no me gradúo, ja, ja.

Paloma usó la mano derecha para masajearme los testículos mientras se quitaba la camisa y luego se llevaba la mano izquierda a su entrepierna, debajo de la faldita. Chupó todo el largo de mi pene, una sensación espectacular, nunca imaginé que sería tan así. Era una experta, y muy dedicada, se sacaba la polla de su boca solo para lamer el glande o mis bolas, o para decirme sus sensuales guarradas.

—Ohh… Oh, Paloma.

—Ya me imagino con todos esos penes jóvenes a mi disposición, la profesora más cachonda de la escuela que tiene a todos sus estudiantes locos por ella. Duros, grandes penes ricos solo para mí, hmmmm, sí… —Paloma se estaba masturbando rápidamente, pero yo estaba más cerca.

—Paloma… ¡ya! —le avisé que iba a correrme, pero ella se detuvo bruscamente.

—¡No! Deseo tu leche, primo, pero para después. Ven. —Paloma se recostó sobre la cama, se quitó las bragas, y tras tirarlas al suelo se abrió de piernas—. Mira, primo, esto es una concha. Ahora tendrás tu lección número 3 —dijo, abriéndose los labios y apuntando con un dedo a su clítoris—: “Comida de Concha”. Adelante, primo, tienes que… ¡Ay, primo!

Yo ya sabía lo que tenía que hacer. Era la primera vez, sí, pero parecía que lo hacía bien. Sabía dónde tenía que enfocarme, y que el buen sexo oral dependía de hacer un buen servicio a la pareja, de hacerla sentir especial y dedicar tiempo para ella. Así que me lancé a comerle el coñito a mi prima, estaba riquísimo y sus jugos vaginales desbordaban. Usé mi lengua para lamer rápidamente su clítoris, haciendo círculos y alguna que otra figura más. Después de un rato, también introduje mis dedos, y dados los fuertes gemidos de Paloma, parecía que lo estaba haciendo bien.

Por un fugaz momento, tuve un deseo efímero: pronto, muy pronto, le haría lo mismo a Fran. Costara lo que costase, lo haría.

—¿Lo hago bien?

—¡Lo haces delicioooooooso, primo! ¡Qué rico, qué rico! ¡Ah! ¿Quién habría pensado esto de ti, tan dulce y tímido? Uffff, qué lengua más rica, tus dedos están muy adentro, qué delicia, más, más, más, cómete la concha de tu prima… Ahhhhhh, voy a correrme, primo, un poco más, esoo, esoooooo, ahhhhhhhhhhhh.

Por instinto, di un salto hacia adelante después de sentir el fuerte estremecimiento que recorrió el cuerpo de Paloma, me lancé encima de ella, y ubiqué mi pene cerca de su mojado coño. Sabía que esto ocurriría. Esto finalmente pasaría, por fin penetraría a una mujer, y jamás pensé que sería mi propia prima, mi adorada Paloma que tanto me estaba enseñando.

—¿P-puedo?

—¿Quieres metérmela, primo? —preguntó ella, con un rostro en éxtasis.

—Sí… —No duraría mucho, estaba seguro, pero quería hacerlo de todos modos. Mi primera vez sería con aquella mujer impresionante.

—¿Quieres que te enseñe esto y más cosas?

—Sí.

—¿Tal vez alguna vez usarás lo que te enseñe con ya-sabes-quién?

—¿Puedo? —repetí, intentando ignorar las implicancias de lo que Paloma estaba diciendo.

—Lección número 4, primo: “¡Follada de Coño!”

Introduje mi polla sin dificultad en el empapado chumino de mi prima, a la vez que agarraba sus tetas por encima de su camiseta. Había sido movido por un impulso invisible, y este impulso también me llevó a mover de atrás hacia adelante, una y otra vez, teniendo sexo por primera vez.

—¡Ah, sí! ¡Se siente bien!

—¡Se siente genial, primo, qué delicia! Ufff, parece que voy a tener que aprobarteeee. Eso es, masajea mis tetas, muévete más fuerte, más rápido, ¡más duro!

—¡No creo que…!

—Sigue, no pares, no te preocupes de nada… Ahhhh, sí, estás teniendo tu primera vez, así que hazlo rico y duro, primo. Daleeeee pene a tu profesora Paloma, a tu profesora le encanta tu peneee, mete, saca, mete, saca…

—¡Ahh…! Ya no…

—¿Vas a correrte? Está bien, apártate, córrete en mi boca.

No había estado ni cinco minutos, pero no me importaba. Solo quería correrme. Bombée con fuerza en el interior de Paloma, agarrándola de la cintura, y cuando realmente no pude más, me aparté de ella. Sería como en las porno, donde la chica se bebe con deleite el semen del tipo.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para mi torpe, pero satisfactoria primera vez. No alcancé a llegar a su boca, eyaculé apenas me aparté de Paloma, y todo mi semen fue a parar al estómago de mi prima, que seguía gimiendo de gusto.

Paloma recogió algunos rastros y se los llevó a la boca, probando mi sabor. Sonrió, parecía haberme aprobado en eso también.

—Ufff, primo, sabe delicioso. Necesitas practicar más tu resistencia, y muchas otras técnicas más que por supuesto que te enseñaré, siempre y cuando me des a beber más de esto, hmmm.

—¿Lo hice bien? —¿Qué me miran? Era mi primera vez, es obvio que iba a preguntar algo así.

—Claro que sí, tu profesora te ha aprobado. Pero no cantes victoria, esto es solo el curso inicial.

Escuchamos unas llaves y supimos que la tía Julia estaba de regreso, así que ambos nos vestimos e hicimos como si nada hubiera pasado. Sin embargo, volví a la semana siguiente, y Paloma me dio otra lección. Y luego otra. Y otra. Paloma fue mi primera profesora sexual, y eventualmente se convertiría en una de mis parejas favoritas… Muchas de las cosas que me enseñó las utilizaría con otras, en la escalera que me llevaría a cumplir mi deseo: necesitaba estar con Francisca una vez más.