Todo empezó en el chat

María había descubierto el gran mundo de la Red. Le parecía un mundo mágico, podía encontrar gran cantidad de personas afines a ella sin salir de casa. Ahora se daba cuenta que no debería haber tardado tanto en dar el paso.

María había descubierto el gran mundo de la Red. Le parecía un mundo mágico, podía encontrar gran cantidad de personas afines a ella sin salir de casa. Ahora se daba cuenta que no debería haber tardado tanto en dar el paso. Sentía curiosidad por las páginas de chats. Siempre creyó que era una tontería hablar con personas a las que no conocía. Qué tontería pensar en que tras esa pantalla podía encontrar al amor de su vida. No, ella no buscaría el amor tras esa pequeña pantalla. Sólo quería divertirse, pasar el rato, sólo eso.

Buscó un apodo apropiado, uno con el que se sintiera identificada pero al mismo tiempo que nadie de sus allegados pudiera descubrir. La Red debería ser un mundo aparte del real. Un mundo mágico que nunca debería mezclarse con la realidad. Por fin dio con el adecuado, sí, ese era, nunca nadie sabría quién era ella. Ahí comenzó el principio de algo que no imaginó nunca.

Nada más abrir el chat, un gran número de ventanitas le salían al encuentro. La mayoría de ellas de chicos que con saludos obscenos pretendían captar su atención. La mayoría de ellos no hacían más que aburrirla con lo que cansada de esperar la palabra mágica que le diera a entender que era alguien especial, diferente, cerraba el chat sin ni tan solo haber escrito una palabra. Un día, cuando menos lo esperaba apareció él. Fue como si lo conociese de toda la vida; su forma de expresarse era diferente a lo conocido hasta ese momento en los chats. Gerard nunca le pedía las cosas típicas de… qué talla de sujetador usas, quieres que nos veamos… Sus conversaciones eran más profundas más amenas. El tiempo se les quedaba corto hablando de todo y nada.

Al principio sólo fueron unas palabras, luego la sorprendió al decirle que le daba su teléfono para que lo llamara cuando ella considerara que le apetecía hacerlo. Nunca la forzó a hacer nada que ella no deseara. Ese paso le daba algo de pánico, nunca antes lo había hecho. No era lo mismo esconderse tras una pantalla que oír una voz al otro lado del teléfono, una voz a la que sin conocer su tono le había contado parte de su vida. No era lo mismo chatear que hablar con esa persona, escuchar su voz, para ella era muy personal, no sabía si  lo podría hacer, ya que estaba casada.

No paraba de pensar en él. Tentada estuvo en más de una ocasión de marcar aquel número que había apuntado precipitadamente en un papel. Marcó el último número y casi sin tener tiempo a escuchar los tonos, apareció una voz profunda, clara, varonil. Una de esas voces que se te quedan grabadas en el cerebro. Un simple “Hola” le sirvió a él para reconocerla. El corazón le palpitaba, las palabras no le salían de la garganta.

Cada día se hacía más eterno esperando la noche para encontrarse por el chat, cada día la pasión entre ellos era más notable. Las llamadas telefónicas se alargaban. La pasión empezaba a desbocarse.

Un día Gerard le dice a María que va a ir a verla, que desea sentir su olor, ver sus movimientos, acariciar su pelo. Se presentará donde vive, pasará por donde ella esté y sin que sepa que es él. No se conocían, sólo ella le había dado alguna pista de donde iba a estar y de cómo era físicamente. Ella sólo conocía su voz.

Los nervios empiezan a manifestarse en el cuerpo de María. No quería problemas en su matrimonio, pero le apetecía tanto sentirlo cerca, sentir un roce de su mano. Ahí estaba, seguro que era él no le cabía la menor duda. Ahora pasaría junto a ella y le rozaría su piel…el corazón iba a 1000 por hora, la cara no sabía de cuantos colores ponerse, su cuerpo estremecía como si esa mirada la estuviera desnudando para él y la acariciara suavemente por todo su cuerpo.

Cada uno sigue una calle diferente, y en cada esquina se vuelven a encontrar, sigue el juego y puede resultar peligroso, ella no estaba sola, y ya a punto de la despedida, Gerard le pide por sms un beso, y a escondidas Marta se lo manda en la distancia.

Un gracias y un quiero volver a verte hacen que a la mañana siguiente se vean de nuevo, esta vez con un café por medio, los ojos penetrantes de Gerard hacían que María se pusiera nerviosa y que ahogara su timidez en el café, pero no quería que acabara, un simple roce en sus dedos al coger el azúcar denotaba sensualidad y excitación de los dos, así que deciden pasear por la playa. Gerard es bastante alto y María bromeaba con la altura, algo estúpido pero entre broma y broma lograba soltarse un poco más y liberarse de los nervios, hasta que le pone sus manos encima. El sentir que otro hombre la tocaba y que no fuera su marido le extrañaba, pero le gustaba, Gerard lo notaba en ella y buscó un sitio para sentarse y la asió y atrajo hacia él, pegándola contra su cuerpo, su olor la embriagaba, que bien olía, siempre le había atraído que un hombre oliera bien y éste lo era y quien se resiste a eso.

Las manos de Gerard acariciaban su espalda, su nuca, su cuello, María excitada notaba también alguna respuesta de excitación en él, pero no podía seguir a más, y aunque su cuerpo pedía más, quiso marcharse de allí.

La despedida quiso ella que fuera rápida, no controlaba con este chico, Lucas le pide un beso, pero ella no suele besar y por alguna extraña razón lo hace y se marcha, dejándolo atrás.

Ya en casa siente que tiene que ducharse, el olor de él la embriaga por todo su cuerpo, pero no quiere hacerlo por mantener esos momentos solo para ella, y un sms vuelve a sonar en su móvil, en el cual Lucas la invita al día siguiente a su casa, qué hacer? Lo deseaba, pero no estaba bien, no debía hacerlo, pero por otra extraña razón le dice que si.

Al día siguiente Gerard la recoge en un lugar apartado y marchan hacia el piso de él, no se sabe si porque era temprano ó por los nervios, la conversación no era muy amena, sobre todo en la mente de María los sentimientos fluían en cómo sería estar con otro hombre, el exponer su cuerpo a él, sus vergüenza al desnudarse, si le gustaría, cómo debía de comportarse con él... y entre tanto llegan a su destino.

Una vez en el piso, Gerard le enseña todas las habitaciones, dejándose el dormitorio para lo último, y una vez en él y apoyados en el balcón, la agarra por la cintura y la tumba en la cama besándola apasionadamente, la ropa empieza a estorbar, y las piezas salen de dos en dos o de tres en tres.

La boca de Lucas recorre todo el cuerpo de María, igual estaba en su boca que en sus pechos como en su clítoris, ella no puede contenerse y sin mucho esfuerzo se corre por primera vez con él, éste momento es tan fuerte para ella que casi se le escapa un “te qu...” algo que asombra a Gerard, no sabía que podía despertar ese pensamiento en ella, ahora se pensaba en si se trataba de atracción o algo más.

Gerard sigue en su empeño de hacerla disfrutar y la penetra, cómo sentía su pene dentro de ella, así una y otra vez, cuánto placer y cuanto dolor a la vez hace que ella se corra de nuevo, sorprendente ya que en su vida amorosa, sus orgasmos eran contados. Gerarg decide no aguantar más y dejarse llevar, y cuando se corre María se asusta un poco, las convulsiones de placer de él la dejan atónita, jamás había sentido a nadie así al estar con ella, le gusta y quiere más.

Las horas pasan entre caricias, nata montada en los pezones y en el pene saboreándola en todos sus sentidos, chocolate para subir el nivel de azúcar, y sobretodo sentimientos que iban cambiando.

Llega la hora de la despedida, un beso ligero y cada uno por su camino y un pensamiento en la cabeza, había sido solo sexo ó algo más, quizás no se debiera de repetir, pero quien sabe todas las respuestas....