Todo empezó con el hijastro de mi padreII
-Quiero que pares hija; pero necesito que sigas.
A pesar de todos los cambios surgidos en mi vida, la pelea con mi novio, el tener que irme a vivir a casa de mi padre y su mujer con la que no tenía buena relación y sobre todo la nueva y recién nacida relación con el hijastro de mi padre, lo que realmente cambio mi vida y dio un vuelco a mi existencia fue ver a mi padre masturbarse con mis braguitas.
Mi padre ese hombre de más de cincuenta años al que había adorado con todas mis fuerzas, hasta que a los once años nos abandonó; después de eso no es que dejara de quererle, simplemente me sentía abandonada y demasiado resentida como para admitir esa adoración.
Más tarde con casi dieciséis retome del todo el contacto con él y empecé a pasar más tiempo en su casa aunque entre nosotros siempre estuvo la barrera que creaba en cada visita su mujer, la cual me veía como un recordatorio de otra etapa en la vida de ese hombre que ahora consideraba suyo.
Pasaron unos años en los que volví a retomar la relación con mi padre al cien por cien. A medida que fui creciendo me di cuenta que la relación entre mis padres se terminó por culpa de ambos, los dos eran más felices por separado y poco a poco las dudas y la sensación de abandono desaparecieron.
Mi padre queriendo suplir las carencias del pasado y la falta de cariño de su ahora esposa se volcó completamente en mí y cada fin de semana que pasaba con ellos intentaba dármelo todo.
Pasaba el tiempo entre su casa y casa de mi madre, hasta que a los veinte años me fui a vivir con unas amigas y después con mi novio.
Hasta que un día la relación hizo aguas, me lancé del barco sin salvavidas y tuve que recurrir a mi progenitor para que me rescatara y lo hizo a pesar de no tener de su lado a su mujer.
Ahí empezó mi tormentosa relación puramente sexual con el hijastro de mi padre; descubrí que me excitaba el morbo que me producía que el fuera quien era y su manera burda de tratarme.
Todo esto me lleva a hoy, a esa ventana, a ese momento íntimo del que no debía ser participe pero lo era en todos los aspectos, porque no solo estaba en esa ventana, estaba en su mente.
Ese instante se grabaría a fuego en mi mente y ahora cada vez que viera a ese hombre lo recordaría.
Me sumergí en la piscina intentando calmar así la ebullición de mis pensamientos.
Durante un buen rato estuve sola, hasta que vi aparecer a Álvaro, se lanzó al agua y se acercó, me abrazó sin darse cuenta del torbellino que bullía en mi interior.
Pegué mi cuerpo al suyo buscando olvidar, abracé con mis piernas su cintura frotándome en su sexo al que note crecer al rozar el mío, a pesar de las telas de los bañadores.
-Esto ya es una locura chica
-Si lo es –dije sacando su sexo-
-Están a punto de llegar –dijo casi con rabia al no controlar su respuesta a mi ataque-
-Lo sé –dije apartando la braga de mi bikini-
Busqué su sexo con el mío y me clavé literalmente en este, él me agarró fuerte del culo mientras entraba hasta el fondo de mi vagina.
-Estás loca y me vuelves loco –dijo pellizcándome-
Me moví con su ayuda con fuerza, con rudeza y sin pausa mientras mi mente volaba a esa ventana, mi cuerpo respondía a las envestidas de esa polla mientras otra polla llenaba mi mente.
Oímos el coche entrar en el garaje, los dos jadeábamos sin posibilidad de marcha atrás, me aferré más a su cuello y miré sus ojos cerrados, recordando otros ojos, sintiendo esas manos aferrando mi carne trémula pensando en otra mano que se deslizaba sobre otro sexo que no era el que me penetraba y entonces me corrí, mientras él se tensaba y volvía a vaciarse dentro de mí.
Bajé al instante y perdí el equilibrio cayendo al agua, sintiéndome más vil que nunca.
-Esto no puede seguir, terminaremos destruyéndonos –le dije mientras hacían aparición su novia y su madre-
-Estoy de acuerdo –dijo él tristemente antes de nadar hacia la orilla-
Salí antes que él de la piscina, me sequé y entré en la casa.
Me topé de frente con mi padre y este con furia me espetó.
-Esto tiene que acabar, si no las entretengo os pillan en plena faena.
-¿Desde cuándo lo sabes?-le pedí con furia-
-Desde el principio –dijo apartando la mirada-
-¿Y porque ejerciendo como cualquier padre no lo paraste entonces? –le chillé cabreadísima por todo lo acontecido-
-No lo sé hija, no lo sé.
No bajé a comer y cuando Álvaro vino a despedirse le dije:
-Lo siento, esto no nos lleva a ninguna parte, ha estado bien pero es el momento de dejarlo correr
-Lo sé y también creo que es lo más sensato –dijo besando mis labios fugazmente-
Pasé el día en mi habitación fingiendo dolor de cabeza, antes de irse a la cama toco.
-Te he traído una hamburguesa de las que te gustan y una lata. Tienes que comer algo pequeña-dijo sin mirarme a los ojos-
-Gracias
Salió de mi habitación con el peso del mundo a sus espaldas, sin saber que decirme, sin saber cómo reaccionar, porque en el fondo sé que se sentía culpable.
Los siguientes días nos evitamos y una semana después tras una bronca monumental entre ellos por mi estancia en la casa, decidí irme de allí.
-Papa mañana me voy, ya tengo apartamento
-No tienes que irte si no quieres
-Si tengo que irme, porque aunque sé que no quieres que me vaya, necesitas que lo haga -le dije con sinceridad-
-¿Porque piensas eso hija?
-Déjalo papa, intentemos que todo esto se enfrié, pasemos página.
Fui a mi habitación a recoger mis cosas y estaba en ello cuando les oí discutir.
-Basta ya a lo mejor te llevas una alegría –le dijo mi padre gritando-
-Lo siento pero espero que así sea –dijo Aurora, su mujer-
Salió de la casa aun enfurruñada una hora después.
Yo seguía recogiendo cuando al abrir un cajón las vi de nuevo, las cogí y acaricié entre mis dedos. Eran las braguitas que mi padre había usado. En ese mismo instante entró en mi habitación.
-¿Cenas en casa?
-Si –le contesté ocultando la fina tela-
Durante la cena apenas hablamos, nos rehuimos como hacíamos últimamente. Comimos y bebimos en silencio. La cena que había preparado estaba deliciosa y el vino exquisito.
-¿Es una celebración? –le dije de repente ofendida-
-Sabes que no niña, pero me apetecía que fuera especial -también ligeramente enfadado- Nunca te pedí que te fueras
-No hizo falta
-Porque me culpas a mí de algo que solo tú provocaste –dijo saliendo de la cocina-
Me quedé sentada sola bullendo por dentro, tras el arranque de mi padre y algo dentro de mí se reveló. Le seguí y le adelante en el pasillo de las habitaciones:
-Quizás me pasé al liarme con su hijo, en tu casa. Pido perdón por eso, pero no por el resto, que es lo que realmente hace que no seas capaz de mirarme a los ojos –solté lanzada por el vino y la rabia-
-¿De qué hablas?-pidió mirándome por primera vez en días-
Me desinflé y tras mirarle me metí en la habitación, cuando iba a cerrar la puerta él puso el pie y al mirarle había algo extraño en su mirada.
-Dime a que te referías
-Lo sabes papa, solo tú sabes en que momento dejé de ser tu niña para convertirme en la dueña de esas braguitas con las que te masturbaste.
Se sentó en la cama y escondió la cara entre las manos. En ese momento sonó su móvil y al ver quien era contestó.
-Bien, quédate… claro que me importa…pero no voy a seguir peleando.
Me tumbé en la cama y me hice un ovillo mientras él hablaba con su mujer, sentía que estaba perdiéndole otra vez.
Su mano empezó a acariciar mi pelo cuando colgó el teléfono y entonces totalmente derrotado dijo:
-Lo siento mi niña, no es culpa tuya. Solo yo soy culpable por haber dejado que todo esto cambiara mis perspectivas. Me has pedido cuando cambio todo y eso ocurrió el primer día que te vi retozar con él.
Me quedé quieta dejando que se desahogara. El seguía hablando casi con rabia y con desprecio hacia el mismo, mientras acariciaba mi pelo con ternura.
-Cuando aquella noche me acerqué al garaje para echaros una mano y os vi semidesnudos retozando, me quedé helado, pero permanecí mudo clavado en mi sitio, la rabia bullía en mi interior cuando le oía decirte palabras soeces, cuando le veía arremeter con fuerza dentro del cuerpo de mi hija mientras su novia y su madre le esperaban en el salón; en ese momento te oí gemir, miré tu cuerpo arquearse de placer. Creo que en ese instante como me has pedido antes dejé de verte como mi niña.
Suspiré ante su descarnada sinceridad y quise darme la vuelta para abrazarle, pero me paró.
-Espera, necesito acabar con esto, necesito contarte todas mis miserias para intentar recomponerme.
-Bien, le dije relajando mi cuerpo -su mano seguía en mi pelo-
-Entonces el sacó tus tetas del sujetador y mientras sus dedos las acariciaban, el padre de esa chica fue escondiéndose y el hombre emergió excitado por la escena, rendido a tus orgasmos.
Volví a la casa llamándome de todo, llamándoos de todo y me dormí en plena efervescencia.
Pero no acabó todo ahí, al día siguiente me despertó el ruido de la puerta, miré por la ventana y las vi irse, en ese momento te oí por el pasillo y vi que entrabas en su habitación. Desde fuera oí como te insultaba y cuando te exigió que te desnudaras vi por primera vez tu cuerpo al completo.
Tu padre se había quedado en la cama y mi nuevo yo miraba a esa chica desnudarse, espié tu cuerpo a hurtadillas, tus torneadas piernas, tus muslos llenos y prietos y tu culo redondo, alto y precioso, tu espalda… en ese momento seguí mirando tu reflejo en el espejo y vi bien tus exquisitos pechos coronados con ese esplendidos pezones rosas, erguidos.
Paró unos segundos, antes de continuar:
-Mi escrutinio siguió por tu vientre, miré entre tus piernas y vi tu sexo completamente depilado y me excité como nunca. (bajó más la cabeza avergonzado)
Vi cómo te metías en su cama y cumplías todos sus deseos y bajezas disfrutando de cada cometido, de cada insulto, de cada postura y de cada roce –dijo molesto de nuevo- Hui de allí y me refugie en el baño intentando borrar de mi mente las imágenes de la mujer en la que te habías convertido; entonces vi tus braguitas, sentí mi sexo inflamado y para culminar la obscenidad, las cogí me metí en mi habitación… no sé como pero sé que ya sabes el resto.
Suspiré cuando acabó de relatar lo sucedido, nunca había estado tan excitada como en ese instante, nunca había tenido esa necesidad que crecía en mi interior.
-Cuando acabó todo aquella mañana salí al patio y al oír un extraño quejido, me asomé a la ventana y el resto tú también lo sabes ya –le dije sin moverme, sintiendo mi cuerpo caliente mientras mi padre sentado seguía acariciando mi cabeza-
Quería que siguiera tocándome, necesitaba más, mucho más. Como si hubiera oído mis palabras no formuladas, su mano bajó a mi nuca y de esta a mi espalda.
-Ahora debo parecerte un monstruo, pero soy tu padre y necesito que me ayudes a vencer esto –dijo levantándose de mi cama-
-No te vayas aun –le suplique y volvió a sentarse-
-¿No me odias?-dijo girándose un poco y apoyando su mano en mi hombro sacudiéndome débilmente-
-No te odio papa… te deseo –esperé quieta su reacción-
Tras unos segundos su mano estuvo quieta, luego bajó por mi espalda hasta mis riñones por encima de la fina camiseta sentía el calor que desprendía.
-Estas confundida, pequeña
-No lo estoy papa, ya no soy tu niña pequeña, soy una mujer que sabe lo que quiere
Conseguí con esa firme aclaración que su mano traspasara la línea y se posara en mi culito, cerró la mano apretándomelo.
-Tengo que irme ahora, esto es antinatural –dijo con poca convicción-
Me di la vuelta y me tumbé. Su mirada recorrió mi cuerpo desde los tobillos fue subiendo y yo recordé la descripción anterior y sentí endurecerse mis pezones desnudos bajo la camiseta. Sus ojos estaban justo ahí y de su garganta salió un gemido al notar que se habían endurecido.
-Tócalos papa –le pedí arqueándome ligeramente-
Cerró unos segundos los ojos al rozarlos con dos dedos, los abrió y los pellizcó friccionándolos. Mi sexo se mojó ante la imagen de mi padre tocándome las tetas.
Era lo más morboso que había vivido.
Su mirada bajó y yo separé ligeramente los muslos sabiendo que la humedad de mi sexo había mojado la tela del pantalón rosa.
-Madre mia cariño, estas mojada
-Si papa
Con la otra mano acarició primero la húmeda tela y después la apretó contra mi sexo provocándome un escalofrió.
-Iré al infierno por esto hija y te juro que he intentado reprimirlo con todas mis fuerzas.
-Ya estamos en el infierno papa, yo estoy ardiendo –ronronee cuando apretó mi pezón y su mano presionó más entre mis piernas-
Gemí ante sus caricias, vi como perdía el control y arrodillándose en la cama tiró de mi camiseta y mis pechos aparecieron por el escote, él se lanzó a amasarlos con ambas manos. Miré hacia abajo y vi la tirantez que su sexo hinchado provocaba en la tela del pantalón.
Bajó la cabeza y sentí su boca en mis pechos mientras sus dedos seguían amasando mi carne caliente. Anhelaba tanto sus caricias…
Lamió con devoción, succionó con ganas y hasta mordisqueó mis pezones yo jadeaba disfrutando de cada instante que me alejaba de mi padre y me acercaba al que se estaba convirtiendo en mi amante.
Su mano bajó por mi torso, seguida de su boca. Llegó al elástico de mis pantaloncitos y tímidamente los fue bajando. Descubrió justo el triángulo que formaba mi sexo y con un ronco jadeo paso su lengua. No podía abrir las piernas, solo podía desear que profundizara con su lengua, pero él no tenía prisa.
-¡Papa!-le regañé pidiendo más-
-Tranquila, quiero disfrutar cada segundo que pueda
Se levantó de la cama y poniéndose en los pies de esta tiró lentamente del pantalón y agarrando un pie lo llevó a su boca, lo besó y lamió antes de succionar mis deditos.
Era increíble como sentir su lengua en mis pies mojaba mi sexo. Me estaba volviendo loca.
Cuando acabó con mis pies subió por mis pantorrillas y arrodillándose en la cama siguió por mis muslos, los abrió aún más y enterró sus labios entre los pliegues de mi sexo.
Grité y tiré de su pelo moviendo las caderas para buscar mayor contacto con su boca hambrienta. Ese hombre sabía cómo se hacía eso y ponía todo su ser en hacerlo.
Me corrí enseguida y lejos de dejarlo siguió lamiendo primero más despacio mientras me corría y después poco a poco incrementó de nuevo sus caricias bucales para terminar casi mordisqueándome y de nuevo volví a estremecerme en su boca.
-Eres adictiva pequeña –dijo incorporándose-
Conseguí ponerme de rodillas en la cama y me abracé a su cintura, subí su camiseta sembrando su tripa algo abultada de besos húmedos, el terminó de quitársela cuando pasaba mi lengua por sus pezones.
Él intentaba quedarse impertérrito, pero mis besos le gustaban demasiado y su respiración entrecortada le delataba.
Sin dejar de besar cada rincón de su torso, agarré la cinturilla de su pantalón y lo bajé solo un poco, lo justo para liberar su gran polla. La agarré y la noté palpitar caliente en mi mano.
-Nena por favor-suplicó agónicamente-
-Por favor que papa, ¿quieres que siga o quieres que pare?-le pedí juguetona mientras él miraba mi cuerpo desnudo-
-Quiero que pares hija; pero necesito que sigas.
Solté una carcajada mientras deslice mi mano por su sexo, con la otra ahuecada sujete sus huevos y el gimió cuando los apreté, jadeo apoyándose en mis hombros cuando baje la cabeza y sacando mucho la lengua lo lamí, seguí recorriendo toda la extensión de esa barra caliente.
Masajee los testículos mientras ahora succionaba la cabeza venosa de la gorda polla de mi padre totalmente entregada tras mis dos orgasmos.
Sus gemidos me instaban a continuar, pero sus manos me apartaron suavemente.
Me tumbó nuevamente en la cama y abrí bien mis piernas para tentarle con mi húmedo sexo muriéndome de ganas de tener esa polla surcándolo.
-¿Estas segura?-pidió arrodillándose entre mis piernas-
-Más que segura papa, quiero sentirte dentro.
No necesitó más, tiró de mi como si no le costara nada moverme y subió mi culo sobre sus muslos, agarró su sexo y lo paseo por mi rajita. Sentir el calor de su glande frotar mi clítoris me enloqueció por completo y tres pasadas después me corrí de nuevo por tercera vez completamente alucinada por la respuesta de mi cuerpo que parecía no saciarse nunca.
Mientras me corría apoyó la cabezota en mi entrada y lentamente fue abriendo mi vagina, oleadas de un intenso placer recorrieron mi cuerpo, me arquee en la cama gimoteando mientras su polla me llenaba.
Él jadeaba mientras se acoplaba, subió mis brazos sobre mi cabeza y las sujetó juntos con una mano mientras empezaba a bombear dilatando mi vagina. Solo había metido la mitad y me sentía más llena que nunca.
-Qué bueno es esto pequeña
Subía el culo en cada arremetida reclamando más, gimoteaba cada vez que conseguía un poco más, una nueva arremetida que me acercaba al cielo de nuevo. Con la mano que agarraba mis manos se apoyaba y con la otra acariciaba mis costillas haciéndome cosquillas, estas me hacían retorcerme y entonces arremetía de nuevo.
Tan solo cinco minutos después de mi último orgasmo estallé de nuevo, él se quedó quieto unos segundos hasta que me relajé y salió enseguida jadeando intentando controlar el suyo.
Se tumbó a mi lado con la respiración entrecortada y con voz suplicante me dijo:
-Unos segundos cariño
No obedecí y trepé sobre su cuerpo, me tumbé extendida sobre su cuerpo grande y robusto. Atrapé su polla entre mis muslos quería sentir el roce de esta.
Verle ahí tumbado desnudo y respirando con dificultad me estimuló, apreté los muslos y me moví rozándome con su piel más áspera que la mía, rocé mis pezones con los suyos mientras sentía el vello de su pecho.
Posó ambas manos en los cachetes de mi culo y me apretaba aún más contra él, sentía su vello púbico rozar mi sexo sensibilizado.
Lamí sus labios y besé su boca que tanto placer me había dado y lo que era un momento para que se relajara se convirtió en una lucha de titanes en las que nos pudo de nuevo el hambre y la necesidad de poseernos.
Metí mi mano entre ambos y liberé su polla de entre mis muslos para subirla a mi sexo, la coloqué en la entrada y apoyando las rodillas a ambos lados de su cuerpo dejé que esta penetrara de nuevo en mi interior.
-Despacio pequeña, no bajes del todo. No quiero hacerte daño
Conseguí que entrara como antes, él llevó sus manos a mis pechos y los estrujó unos minutos mientras yo cabalgaba.
El volvía a estar al límite de su aguante y entonces de un solo empujón me clave su polla hasta el fondo, sentí una punzada de dolor pero su aullido de placer hizo que lo olvidara, sentí sus huevos golpear mi entrada y empecé a mover las caderas sin subir, hice círculos, me apoyé en su pecho e incrementé el movimiento.
-¡Pará, no puedo más, pequeña para!
-No papa, no quiero
-Pero si no paras me correré
-Es lo que quiero
Me apretó fuerte de la cintura y miró mis pechos bambolearse cada vez que me movía y con un fuerte quejido sentí el calor de su semen en mi vagina, miré sus ojos vidriosos mientras se corría y me corrí apropiándome hasta la última gota de su semen con mis espasmos.
Caí sobre su cuerpo vencida sin ser capaz de recordar con cuantos orgasmos me había deleitado.
Ambos dormitamos un rato así abrazados, yo de vez en cuando besaba su pecho y él seguía acariciándome distraídamente.
Más de una hora después noté medio adormilada que me había dejado en un lado, miré la hora y vi que solo eran las dos de la madrugada.
No quería que esa noche terminara y ya más relajada sentí las energías renovadas.
-¿Te he despertado?-pidió mi padre al oír que me movía-
-No estaba dormida del todo
-No puedo dormir, estoy demasiado acelerado para dormirme.
Pues ya dormiremos mañana; ven vamos -le dije saltando de la cama-
Le cogí de la mano y fuimos a la cocina, tenía hambre después del ejercicio y la tórrida primera parte de la noche.
Cogí un bote de helado, una botella de champán que yo misma había puesto en frio días antes y salimos a la terraza.
-¿Así?-preguntó mi padre mirándonos a ambos-
Él se había puesto el calzoncillo, pero yo iba completamente desnuda.
-¿Te molesta o incomoda? –dije andando felinamente ante él-
-¿Cómo va a molestarme la maravillosa visión de tu cuerpo desnudo?
-Entonces sobra algo, aguanta –le pasé el helado y las copas-
Solté la botella en el suelo y agarrando el elástico de sus calzoncillos los deslicé por sus muslos y el terminó de deshacerse de ellos.
-Tu padre nunca había hecho estas locuras chiquilla –dijo con una sonrisa-
-Pues ya va siendo hora
Salimos al fresquito de la noche, bordeamos la casa y dejamos las cosas en una mesa de terraza.
Estiré una toalla en una de las tumbonas mientras el cerraba por dentro la barrera de la calle, para que si venia alguien tuviera que tocar aunque llevara llave y al volver hice que se sentara en ella, este se sentó como si fuera a caballo y yo me senté igual frente a él. Nuestras rodillas se tocaban y ambos miramos nuestros sexos desnudos.
-Nunca había visto de cerca un coñito depilado como el tuyo
-¿Te gusta papa?
-Toda tú me pareces enloquecedoramente sensual.
-A mí me encanta tu polla, es la más grande y gorda que había visto –le dije viendo cómo se hinchaba como un pavo-
-Me ha dado casi más problemas que alegrías ese tamaño
Le pasé la botella que él destapó y llenó las copas que estaban en la mesa, mientras yo destapaba el helado.
Llené la cuchara y la llevé a su boca, él la relamió con ganas mientras yo miraba su boca.
Sentía que tenía ante mí al hombre de mi vida, él había marcado cada paso de mi existencia y esa noche había marcado a fuego una de las partes a las que nunca debería haber tenido acceso por el hecho de ser mi padre.
-Si sigues mirándola como si fuera la mejor de las golosinas, va ser muy difícil que me relaje -dijo divertido y encantado-
Le pasé la cuchara llena y un poco de helado cayó en su pecho, seguí el descenso de este hacia su curvita de la felicidad y sin darle tiempo a nada, me incliné y pasé la lengua limpiando el helado de su piel.
Él dejó de beber de su copa y gimió levemente al sentir mi lengua.
-Esto no debería pasar -a pesar de disfrutar de mis caricias seguía sintiéndose culpable-
-Papa soy adulta, no te estas aprovechando ni tomando nada que no quiera darte. Esta noche solo ha pasado lo que ambos queríamos y deseábamos que pasara en igualdad de condiciones.
-Soy tu padre, en este mundo esto no es aceptable
-Pues olvida ese mundo cuando estemos juntos, arañemos estos momentos y creemos un mundo en el que nuestras caricias no sean penadas.
-Eso sería maravilloso criatura, porque no voy a ser capaz de renunciar a ello
-No tienes que hacerlo, démosle al mundo lo que espera de nosotros, en él se solo un padre que adora a su hija y yo seré una hija modelo a ojos de todos esos que jamás entenderían esto. Pero luego, saquemos estos momentos en los que dejemos ese mundo fuera.
Con una sonrisa acercó la copa a mí y la vacío lentamente sobre mis pechos mientras bajaba su boca y lamia el champan de mis pezones.
Pronto estos estuvieron tan duros como su sexo, que ya volvía a estar en pie de guerra solo una hora después.
-Cómo puedes ver vamos a tener que sacar muchos de esos momentos, porque despiertas una parte de mí que creía ya enterrada.
Sin cambiar de postura empujó mis hombros tumbándome en mi parte de la tumbona, se apeó de esta y arrodillándose ante mí, separó mis muslos y cogiendo la botella echó champán directamente sobre el triángulo que formaba mi vulva desde arriba.
Las burbujitas del champan me hacían cosquillas, pero al momento sentí su lengua y olvidé con ella las cosquillas.
Mi padre volvió a llevarme al paraíso en esa tumbona, con su lengua ávida.
Gemí retorciéndome otro maravilloso orgasmo.
Volvió a sentarse en la tumbona cogiendo el helado y tras comer una cucharada me pasó otra cuando mi respiración se relajó.
-Tu estas más rica que este helado y que el champán –dijo enardecido-
Miré su polla que apuntaba al cielo y tras cogerle la cuchara la llené de helado y dejé caer este sobre el glande, el dio un respingo y yo echando el culo hacia atrás bajé a lamer el helado de su polla.
Él miraba sentado y con las piernas muy abiertas como lamia golosa y jadeaba encantado, cuando me acabé el helado, me sorprendió echándose más esta vez dejando que resbalara por sus huevos. De nuevo lamí todo el helado que él seguía dejando caer a su antojo en cada rincón que quería que lamiera.
-Ya chiquilla, vas a acabar conmigo -se puso en pie-
Me cogió de la mano y descalzos andamos por el césped, me llevó donde todo había empezado y sonriendo con picardía me dijo:
-Apoya las manos en el alfeizar, quiero follarte.
Obedecí sumisa e inclinándome un poco hice lo que me pedía, la ventana estaba abierta y pude ver su cama, tenía la misma visión que aquel día, solo que ahora mi padre estaba detrás de mí sembrando mil besos en mi espalda.
Fue bajando con su lengua hasta mi culo y entonces alternó lamidas con ligeros mordiscos que hicieron que mi entrepierna chorreada. Lo que más me excitaba era la pasión con la que mi padre me devoraba literalmente disfrutando de mi cuerpo, disfrutando dándome placer.
Pasó la lengua por la rajita de mi culo y abriéndolo hizo círculos alrededor de mi ano antes de meter su lengua. La sensación era tan placentera que me doblaba y me temblaban las piernas.
Cuando me consumía la pasión, se levantó y llevó su polla a la entrada de mi vagina, me agarró de las ingles y me penetró de un solo movimiento.
Grité por la brusquedad con la que lo hizo, pero lejos de parar me dijo:
-Chiquilla lo siento mi cielo –decía arremetiendo con una inusual violencia que contrastaba con sus dulces palabras-
Precisamente eso me estaba volviendo majara y sentía la humedad correr por mis muslos, cada arremetida hacia que oleadas de calor recorrieran mi cuerpo. Entonces sentí que retrocedía, puso entonces la yema de uno de sus dedos en mi ano y empujó.
Me puse rígida al sentir el dolorcillo de esa invasión, entonces volvió a empujar su polla y olvidé hasta mi nombre cuando empezó a alternar ambas penetraciones mientras me decía al oído.
-La próxima vez que engañemos al mundo y desista momentáneamente de ser tu padre para ser tu amante voy a follarme ese culito mi niña.
Su polla, su dedo, sus labios rozando mi oído mientras me hacía promesas de más sexo libertino, todo eso hizo que de nuevo olvidara el mundo y hasta mi nombre.
Mientras me corría sentí la rigidez de su cuerpo que anticipaba su propio orgasmo.
Un buen rato después volvimos abrazados a recoger todo y me acompañó a la cama, donde el mejor de los amantes me besó en la boca y ese apasionado beso escondía mil promesas de placer.
Después volvimos a ese mundo algo más triste y corriente y me arropó, beso mi frente como lo que era:
El mejor de los padres.
Como siempre espero vuestros comentarios.