Todo el tiempo del mundo: Hermione Granger
Hermione ha encontrado un libro antiguo donde aprende hechizos muy interesantes. Pronto aprende cómo sacarles partido.
Hermione Granger es una alumna muy aplicada. Estudiosa como ninguna, siempre sabe todas las respuestas, nunca ha faltado a ninguna clase. Si alguna vez quieres dar con ella, prueba en primer lugar a buscarla en la biblioteca. Incluso hay quien dice que en los cuatro años que lleva en Hogwarts ya se ha leído todos y cada uno de los libros del lugar, incluso que se los lleva a escondidas a su habitación para seguir leyendo antes de dormir. Sus ansias de conocimiento siempre han causado cierta incomodidad al resto de sus compañeros, quienes se sienten diminutos cada vez que ella levanta la mano en clase para dar la respuesta correcta al profesor.
Pero esa noche Hermione no estaba leyendo en su cama, de hecho ni siquiera estaba en ella. Había encontrado una nueva forma de practicar nuevos hechizos.
Cerca del patio principal de Hogwarts, bañado por la luz de la noche, una joven figura estaba sentada en una barandilla. Una de sus piernas desnudas colgaba por uno de los bordes, la otra pierna reposaba en la fría piedra, manteniéndose abierta para facilitar a su dueña el acceso a lo que había entre ellas. Hermione se masturbaba bajo la luz de la luna.
En una de sus muchas visitas a la biblioteca, Hermione a veces se colaba en la sección prohibida, gracias a la capa de invisibilidad de Harry que alguna vez le pedía prestada a cambio de compartir con él información que pudiese ser útil para sus clases. Una de esas veces Hermione encontró un libro muy viejo, escondido en el fondo de una estantería tras una enorme capa de otros libros poco interesantes. Gracias a ese hallazgo, Hermione aprendió un nuevo hechizo que sería crucial en su día a día, un hechizo que le permitía detener el tiempo durante dos horas.
Al principio Hermione lo usaba para lo que se esperaría de ella. Pasaba horas y horas estudiando y leyendo todos los libros que encontraba en la biblioteca, y además le permitía llegar siempre puntual a cualquier clase o actividad extraescolar. Pero ella era joven, y pronto empezó a notar cambios y sensaciones que hasta ahora le eran desconocidas.
Cuando se masturbaba durante las noches en su cama debía tener mucho cuidado, pues algún ruido inesperado de su cama al moverse o sus jadeos de placer al disfrutar de sus dedos podían despertar a sus compañeras y descubrirla en pleno acto. Hasta que recordó que ahora ella dominaba el tiempo, y comenzó a utilizar aquel útil hechizo para poder hacer todo el ruido que quisiese, y gemir a pleno pulmón al llegar al ansiado momento del clímax.
Poco a poco Hermione ha ido aficionándose a este nuevo arte de masturbarse, pero las personas curiosas como ella siempre quieren más. No tardó en aprovechar sus habilidades para correrse en lugares diferentes a su cama. Más de una vez aprovechó el tiempo entre clases para hacerlo en el baño, o tumbada en el sofá de su sala común mientras todos dormían. Siempre procuraba hacerlo en lugares y horas donde nadie pudiese descubrirla por accidente si alguna vez se agotaba el efecto del hechizo mientras ella seguía tocándose desnuda.
Una noche quiso dar un paso más. Esperó en su cama a que sus compañeras se quedasen dormidas, y entonces puso en marcha su plan. Salió de la sala común cubierta con su capa escolar, pero bajo ella iba totalmente desnuda, y entonces empezó a caminar por los oscuros pasillos. Le gustaba sentir el frío tacto de la piedra en sus pies descalzos, y a pesar de la seguridad que le proporcionaba el hechizo del tiempo, le excitaba sobremanera la situación de pasearse tan ligera por aquel enorme castillo, repleto de alumnos y profesores, que dormían tranquilos sin imaginar que en esos momentos la alumna más aplicada del colegio iba a masturbarse en el patio.
Recordar eso hizo que Hermione arquease la espalda, apoyada en el pilar de aquella barandilla, mientras sus dedos entraban y salían de su sexo a un ritmo acelerado. Nunca imaginó que el exhibicionismo la excitase de aquella manera. Alternaba entre penetrarse con sus dedos y frotar su clítoris, y con la otra mano acariciaba sus pechos, en los que debido al sudor comenzaban a pegarse sus rizos castaños. Entonces su respiración se aceleró, y no tardó en soltar un fuerte gemino y correrse, mojando parte de la piedra donde se sentaba. Y allí permaneció unos minutos, con una pierna colgando a cada lado de la barandilla, desnuda, exhausta, sudada, brillando a la luz de la luna. Era feliz.
Cuando quiso incorporarse, aún le temblaban las piernas. Bajó al suelo de un salto y se agachó a recoger su capa, que con delicadeza volvió a ponérsela para cubrir su cuerpo desnudo, y procedió a volver de nuevo a su habitación, descalza y satisfecha.
Al volver a la sala común, Hermione tomaba los atajos que tan bien conocía, gracias a sus aventuras junto a Harry y Ron. Al girar una de las esquinas, de pronto le dio un vuelco el corazón. Se encontró de frente con un alumno de Ravenclaw, y Hermione tardó unos segundos en recordar que estaba congelado en el tiempo, no podía verla. Sabía que algunos alumnos aprovechaban las noches para encontrarse a escondidas, para hacer travesuras, investigar el castillo, tener encuentros amorosos, o incluso follar. Recordaba a aquel chico, solía verlo de vez en cuando en la biblioteca, y más de una vez le sorprendió mirándola a escondidas, y a decir verdad a ella también le llamaba la atención. Era un chico guapo, y más importante para ella, era un aficionado a los libros.
Estar en esa situación, medio desnuda ante un chico que la miraba sin mirar, empezó a provocar de nuevo calores en su cuerpo, y las ideas pronto surgieron en su cabeza. Aún podía entretenerse media hora más antes de que se deshaga el hechizo...
Sin pensarlo demasiado, se arrodilló ante el chico, y tímidamente llevó una de sus manos a su entrepierna, palpando aquel pene escondido debajo de su ropa. Con su otra mano abrió su túnica para poder acariciar su sexo, que ya empezaba a mojarse. No tardó en notar cómo la polla del alumno crecía en reacción a las caricias de Hermione, y esta se dispuso a liberarla de su prisión. Cuando le bajó los pantalones al chico, su polla quedó apuntando a la cara de Hermione, recta y amenazante, y ella la cogió entre sus manos, salivando, imaginando todas las cosas que podría hacer con aquella herramienta si tuviese más tiempo. Empezó a masturbar y lamer el pene de aquel chico a un ritmo rápido, no podía demorarse mucho. Hermione miraba de vez en cuando hacia arriba, para ver cómo el chico, totalmente inmóvil y con la mirada perdida, no reaccionaba en absoluto a la paja que ella le estaba haciendo, y aquello la excitaba aún más.
Disfrutando con aquella polla en la boca mientras sus dedos la penetran bajo la capa, Hermione deseaba que aquel momento durase horas, pero ella sabía que no podía ser así. Entonces detuvo su mamada y, con su mano empezó a masturbarlo a un ritmo rápido, y no tardó en ocurrir lo que ella buscaba. Unos chorros de semen comenzaron a surgir del pene del chico, salpicando la cara de Hermione, y algunos entrando en su boca, y cuando acabó de disparar Hermione se dedicó a lamer con cuidado los rastros de la corrida del chico que aún quedaban en la punta.
Se acababa el tiempo. Hermione se incorporó rápido y volvió a vestir al chico, y se dirigió andando rápido hacia su sala común, pero antes de llegar notó como las paredes de pronto ondulaban, y ella se apoyó en el suelo para no perder el equilibrio. El tiempo había empezado a correr de nuevo.
Tardó 5 minutos más en llegar a la sala común, y entro con cuidado en su habitación, moviendo los pies con cuidado para no hacer ruido ni despertar a sus compañeras. Antes de meterse en la cama levantó el colchón, donde ocultaba su preciado y nuevo libro, para intentar averiguar si había alguna forma de alargar el efecto del hechizo, pero..... de pronto sintió un enorme peso en su corazón. El libro no estaba.
Se incorporó y miró a sus compañeras, dormidas. Ha tenido que ser una de ellas, pero... ¿Cómo averiguar quién lo ha robado sin ponerse ella misma en evidencia? Se encontraba entre la espada y la pared, no podía hacer nada. Aquella noche nuestra aplicada alumna no pudo dormir tranquila.