Todas tenemos algo que contar
Cuatro amigas se reúnen luego de tres años de distanciamiento. En este reencuentro,aprovechan para compartir las experiencias sexuales que vivieron en estos años. En esta primera entrega, "Mar y su Diosa".
Hacía mucho tiempo que no veía a las chicas. Quizá demasiado. Tres años es bastante tiempo, por lo menos para mí. En tres años habían cambiado muchas cosas en mi vida, suponía que en las de ellas también.
Habíamos sido muy buenas amigas. Pero una vez que me gradué me ofrecieron una pasantía en el exterior y me ausenté de mi país por tres largos años. De todas formas, supe por ellas que el contacto entre sí también se “había cortado”. Trabajos, estudios, nuevas personas, las habían hecho alejarse. Hacía tiempo que no se veían entre ellas.
Nos íbamos a juntar a cenar en mi casa. Sentía nervios y ansiedad. No sabía exactamente cuánto habían cambiado.
Pero cuando llegaron, supe inmediatamente que nuestra amistad no se había deteriorado mucho. Apenas las vi, sentí que no había pasado el tiempo. En seguida estuvimos riendo, charlando y recordando viejas épocas.
Sin embargo, cuando terminamos el postre, la conversación decayó. Ya nos habíamos contado todo. El silencio empezó a hacerse presente… y yo me puse muy nerviosa.
-Bueno, parece que no tenemos nada más que contar…- dijo Clara, sincera como siempre.
- Al final, tres años no es tanto tiempo. Creo que tengo una vida aburrida- aportó Gabriela.
-¿Alguien más tiene algo para contar? Seguro hay algo más…- dije, tratando de remontar el clima.
- Ya sé, hablemos de sexo- dijo con su voz suave y aguda Maricel- Cuando estábamos en la escuela podíamos pasar horas hablando de sexo. Y supongo que ahora todas tenemos experiencias nuevas que contar… ¿Quién quiere empezar?
Todas parecimos buscar en nuestras memorias.
-¡Qué tristeza! ¡Pareciera que no tenemos nada!- se lamentó Gabi
-Seguro que sí tienen algo- sonrió Mar- Pero bueno, mientras recuerdan, yo sí tengo algo que contar…
-¡Buenísimo! Empezá vos-La animé.
-Perfecto-empezó con tono misterioso- Pasó hace dos años, cuando tuve que estar en esa residencia estudiantil…
Mar y su Diosa
“Saben que yo soy bastante desconfiada. Por eso cuando tuve que mudarme a una residencia estudiantil, no tenía el más mínimo entusiasmo de tener que convivir con desconocidos. Prefiero elegir yo la gente con la que me junto.
Temía que mi compañera fuera desordenada, sucia, rara, molesta, no sé, un montón de cosas. Lo único que no me imaginé, fue que fuera tan, pero tan hermosa.
Nunca vi a una chica tan hermosa. Y lo digo con la envidia de una mujer. Al principio la odié porque sentí que me opacaba. Yo, que soy bajita, con pelo negro y ojos oscuros, me sentía un renacuajo con ella, a pesar de que mi físico es muy bueno por todo el ejercicio que hago. Debo decir que estoy orgullosa de mi culo. En fin, ella era brasileña. Se llamaba (mejor dicho, se llama) Bruna. Y era… Puff… Bueno, era muy alta. Como un metro ochenta por lo menos. Tenía un cuerpazo de modelo, las piernas larguísimas y finas, la panza chata, y encima, a pesar de que era muy delgada, unas tetas impresionantes. La cara ovalada, con labios pequeños pero exuberantes y los ojos rasgados de color marrón muy claro, que contrastaban con la piel morena, de mulata, que tenía. Por último, un largo pelo negro y ondulado. Sí, una chica odiosa. Me quise matar cuando la conocí.
Cuando estaba con ella, me sentía inquieta, incómoda, sentía que no pegábamos. Que ella era demasiado perfecta. Y encima, como estudiante de Bellas Artes, me maravillaban sus proporciones, el color y textura de su piel brillante, la forma en que se movía su pelo. Yo no podía parar de mirarla. Me imaginaba dibujándola como una diosa egipcia, como una guerrera griega, como una orgullosa princesa… Al principio. Después, en mi imaginación, pensaba en dibujarla con cada vez menos ropa. Quería dibujarla y resaltar todos y cada uno de sus magníficos centímetros.
Un día, la oportunidad vino sola, de repente. Tenía que entregar un trabajo. Uno muy estúpido. Tenía que ver a algún actor o actriz “feo” y tratar de hacerlos bellos, sin cambiarle los rasgos, reflejando su noble arte. ¿Qué estupidez y pérdida de tiempo, no?
Pero bueno, Bruna me vio dibujando y mostró curiosidad. Le expliqué lo que estaba haciendo y me dijo que me estaba saliendo bien, porque de alguna manera, ese tipo grotesco me estaba saliendo “bello”. Me dijo que tenía talento. Recibir un halago de tremenda criatura me hizo sentir algo que nunca había sentido. Pero no fue todo. Me pidió que la retratara. Primero dudé, pero en seguida acepté, se me estaba haciendo realidad el sueño…artístico.
El día elegido, ella entró a mi habitación con el largo y brillante pelo suelto. Tenía un vestido color amarillo que le iba muy bien, por el color. Me sobresalté al descubrir que no tenía corpiño. Los pezones redondos se resaltaban en la tela.
Le pregunté dónde quería posar. Le parecía bien en la cama. La felicité por la elección del vestido, ya que cromáticamente iba muy bien por el tono de su piel… Y mientras decía esto, ella sonrió y mirándome a los ojos, se sacó el vestido rápidamente.
Casi me ahogo de asombro y adoración…artística. Con los ojos como platos, no podía decir nada, excepto mirar la piel tostada y perfecta, los pechos como dos semi esferas con los pezones redondos y pequeños justo en el centro sobresaliendo del cuerpo delgado, el ombligo en el vientre plano y el pubis con vello fino y negro.
Se acostó en mi cama, como una diosa y yo recuperé el habla.
-No sabía…Perdón, no sabía que iba a ser… al natural.
-Lo prefiero así. Pintas tan bien que no quiero dejar pasar la oportunidad de que me retraten así. ¿Es un inconveniente?
-Eh… No, no, p-por supuesto que no, no.
Me sentía como en una parodia de Titanic.
Traté de recomponerme y actuar profesionalmente. No sé si van a entenderlo, pero sentía una realización personal, una felicidad, enorme.
Pero me empezó a pasar algo. Tener ahí a esa… esa diosa , desnuda, mirándome directamente a los ojos, acostada en mi cama, con la luz de la tarde dibujando sombras deliciosas en su piel, con el pelo suelto alrededor del cuerpo y la cara… Mi cuerpo empezó a reaccionar de otra manera, no les voy a mentir. Mientras trazaba las curvas de sus tetas grandes y suaves… Sentí como mis propios pezones empezaban a endurecerse. Me di cuenta y rogué que ella no lo hiciera.
Al rato, empecé a humedecerme. Casi me sobresalté al percibirlo. Pero no había duda, mi vagina empezaba a humedecerse y casi podía sentir mi clítoris hinchándose. No podía más…
-Bueno… por hoy ya está.
- ¿Ya?
-Sí… Estas cosas no se pueden hacer en un día… Además, se va la luz.
Ella pareció reflexionar. Y se levantó… No les puedo explicar, el deseo que sentía. Caminó hacia mí e instintivamente di un paso atrás.
-¿Es por esto?- me miró a los ojos mientras se pasaba una mano en una caricia que fue del pecho a la cadera- ¿Te incomoda verme así?
- Claro que no, no. En la escuela de arte te acostumbrás a ver gente desnuda.
-Pero es distinto si es alguien que conoces, ¿No?
-Bueno, sí…
- No tengas miedo, no te incomodes. Solamente soy una mujer, como tú. Esto- se tomó el pecho derecho- Es igual a esto- Y posó su mano sedosa sobre mi teta, seguro sintió mi pezón erecto. Fue raro, aunque no era una situación cómoda, no quería apartarme de ella. Hubiese dado mi vida porque me frotara el pezón y que ese instante fuera eterno.
Sentí que mi cara se ponía carmesí.
-N-no, la verdad que no… Vos sos demasiado bella… eso tuyo es totalmente perfecto, mientras yo…
Y de repente me abrazó. Casi me sofoco de calor. Tenía la cara a la altura de su pecho y podía sentir su piel tersa bajo mi mejilla y su pezón rozando mis labios.
-Sé que te sientes así. Sé que sientes que eres inferior a mí, que te infravaloras. Por eso hice esto, para mostrarte que somos igual de bellas. Diferentes, pero bellas. Eres hermosa con ese cuerpo pequeño y duro, esos ojos profundos, esos labios gruesos, esa piel blanca.
- Claro que no-dije, sin poder apartarme de su cuerpo tibio- Vos sos… Una diosa.
Me soltó, con gran pesar de mi parte y me sonrió, con las manos en mi cintura. Acercó su cara… Yo sabía lo que iba a pasar, pero me dejé ir.
Posó sus labios suaves en los míos, los acarició. Yo estaba paralizada. Sacó la lengua y lamió mis labios con suavidad. Me estremecí, abrí un poco la boca. Su lengua paseó por el interior, reconociendo y acariciando cada rincón. Me animé, y de a poco, acerqué mi lengua a la suya. Y me aflojé, enredé mi lengua con la suya y la besé con pasión. Ella empezó a recorrer mi cuerpo con las manos, desabrochando mi delantal con manchas de pintura y tinta y su palma alcanzó mi pecho, tomándolo todo, presionándolo un poco, amasándolo. Solté mi primer gemido cuando tomó el pezón y lo presionó un poco. Comenzó a frotarlo con más entusiasmo y yo sentía que mi ropa interior se estaba empapando.
Bruna adivinó mi pensamiento y metió la mano por adentro de mi pantalón. A esa altura yo me “atreví” y agarré su teta, que mi mano no podía abarcar toda. Qué suave era, recorrí toda esa piel magnífica con mis dedos y luego me centré en el pezón, duro y redondo. Me moría por metérmelo en la boca, pero ella me distrajo acariciándome el centro húmedo de mi existencia, hasta que finalmente encontró el hinchado y deseoso clítoris y casi me derrumbo, casi era tanta la excitación que sentí mis piernas debilitadas. Con gran profesionalismo, frotó suave pero persistentemente ese botón mágico que me estaba haciendo gemir tremendamente, profundamente.
Cuando estaba punto de desmayarme de placer, ella sacó la mano. La miré con sorpresa y seguramente tristeza.
Terminó de desvestirme despacio, y abrazándome (yo ya no tenía voluntad propia) me condujo a mi cama, me acostó en ella y se sentó a mi lado. Me besó el cuello de piel erizada y deseosa y agarró firmemente mi pezón izquierdo. Se lo metió en la boca y comenzó a saborearlo de manera lenta y precisa. Luego sus dientes entraron en acción y empezó mordisquear mi pecho. A esa altura, yo casi esta gritando de ansias, quería que me devorara entera. Nuevamente ella supo lo que pensaba y su cabeza fue descendiendo por mi cuerpo.
-No, por favor-le dije jadeando- Me da verguen…
-Shh- me silenció ella al desaparecer entre mis piernas. Pareció examinarme unos segundos.-Eres realmente hermosa.
Y empezó… Les puedo asegurar que es distinto a como lo hace un hombre. Le puso una delicadeza, una dedicación...
Primero, con toda la lengua, rozó mi vagina entera, por afuera, recorriendo los labios. Mi cuerpo estaba en tensión. Después, despacio, muy despacio, fue abriendo con la lengua misma los labios menores, rodeando, no chupando, el clítoris, casi ignorándolo. Aventuró la punta un poco al interior y pareció saborear, dispuesta a limpiar mis fluidos. Metió un poco más y empezó a hacer un movimiento casi de vibrador. Sin duda tenía práctica. Largué un gemido que casi me avergonzó y clavé las uñas en el cubrecama. Por fin le prestó atención a mi pobre clítoris y lo empezó a lamer, succionar, presionar, ya con la punta rígida de la lengua, ya con todo el músculo blando, mimandolo de arriba abajo, de un lado a otro. Mis gemidos devinieron en gritos y empecé a mover mis caderas embistiendo su boca… Y de repente… El mundo quedó atrás, mi garganta se expandió a los gritos, mi vagina de comprimió y luego se relajó estallando varias veces, con violencia, casi con furia. Mi cuerpo entero tembló, gozando.
Cuando el terremoto comenzó a disminuir, ella emergió del centro de mi placer y acostada a mi lado me miró, lamiéndose los labios. Yo no dejaba de estremecerme.
-Eso fue, increíble-logré decir recuperando la voz.
-Gracias Mar, me alegro que te haya gustado.
- Yo… Tengo que… devolverte esto.
Me sonrió.
-No es necesario.
-Por favor, tengo que hacerlo. Sé que estás muy excitada y lo merecés, necesito devolvértelo. No puedo chupártela, porque creo que lo haría mal, pero sí puedo acariciarte, eso lo experimenté conmigo misma, por lo menos.
- Bien, si insistes… La verdad, estoy verdaderamente caliente.
Esta vez, yo me acosté a su lado. Lo que primero hice, fue comerme sus pechos. Tenía en la piel un olor dulce, delicioso. Y la textura era como la había imaginado, tersa, sin ninguna imperfección. ¡Era solamente piel, pero era exquisita! Su sabor era indescriptible.
Lentamente, medio insegura, alargué mi mano hacia allá , Bruna separó las piernas. Traté de hacerlo como me lo hacía a mi misma, prestando atención a sus reacciones. Primero, con la palma, acaricié todo el pubis, haciendo un poco de presión, intentando conocer cómo era eso . Después, con la punta de los dedos acaricié los labios mayores, conociendo la forma, la textura. Apreté con los dedos el lugar donde debía estar escondido, entre los labios menores, el clítoris, y sentí su cuerpo tensarse. Le sonreí. Masajeé un poco la zona. Ella me había hecho sufrir al principio, yo haría lo mismo. De su boca húmeda y brillante escapaba la respiración agitada, entre los dientes, la legua danzaba enloquecida. ‘Bien’, pensé. Entonces abrí los labios menores y posé mis dedos en el clítoris redondo y deseoso. Los dejé unos segundos… Y comencé a acariciarlo con movimientos circulares, por encima, luego presionando un poco. Ella dejó escapar su primer gemido y eso me animó. Empecé a mover mi mano hacia arriba, hacia abajo, recorriendo toda esa limitada y maravillosa piel. Me decidí, y con la otra mano, metí un dedo en el interior cálido y húmedo. Ella, mi diosa, echó la cabeza hacia atrás exponiendo su suave garganta y sus gemidos fueron más sostenidos y constantes. Sus pechos bajaban y subían al ritmo de una respiración fuera de control.
Su interior se estrechó alrededor de mi índice travieso que comenzó a moverse menos delicadamente, porque sentía que venía el desenlace. Mis otros dos dedos no descuidaban los suyo y tenían apresado al clítoris frotándolo persistentemente. Me las arreeglé para que mi lengua alcanzara su moreno pezón y ese cuerpo hermoso se contorsionó, alzó las caderas y lanzó un grito estremecedor de placer. Su vagina apresó mis dedos. Suspiró feliz.
-Eso fue delicioso, increíble para alguien sin experiencia.
Y con los labios temblorosos, los ojos brillantes, me dio un último dulce beso”.