Toda una Vida y II
Y a mi mente retornaron las imágenes y las sensaciones que había vivido y experimentado. Su hermosa verga, el descubrir con placer la sedosa la piel de su glande en mis labios. Como se había derramado en mi boca y como yo henchido de placer lo había hecho en la suya. El sabor de su semen, su untuosa cremosidad, su sorprendente aroma y regusto metálico..
Continuación de Toda una Vida I
Juan permanecía acostado a mi lado acariciándome suavemente el pecho. Yo con los ojos cerrados meditaba sobre lo que había pasado. No me lo podía creer, me había acostado con un hombre, peor aún, con mi mejor amigo. No podía comprender por qué lo había hecho. Un hombre felizmente casado, con dos hijos maravillosos, y que nunca había tenido ese tipo de inclinaciones. Incluso a veces con ciertas actitudes homófobas como me reprochaba a veces mi hijo. Y lo había hecho, se la había chupado a Juan mientras dejaba que él me la chupara.
Y a mi mente retornaron las imágenes y las sensaciones que había vivido y experimentado. Su hermosa verga, el descubrir con placer la sedosa la piel de su glande en mis labios. Como se había derramado en mi boca y como yo henchido de placer lo había hecho en la suya. El sabor de su semen, su untuosa cremosidad, su sorprendente aroma y regusto metálico..
Y para mi vergüenza noté como la verga se me empinaba.
- Se te ha puesto dura de nuevo - dijo Juan agarrándome la polla.
Era una obviedad y quedó más que evidente cuando empezó a masturbarme lentamente con su mano y se me puso como una piedra. Abrí los ojos
- Has disfrutado - me preguntó mirándome fijamente.
Permanecí en silencio, pero ya se sabe quien calla otorga. Más me daba vergüenza decirle que sí, que había gozado como nunca lo había hecho o al menos como desde hacía mucho tiempo.
Empezó a besarme el pecho, acariciarme con sus manos y morderme levemente con sus dientes. Me estaba poniendo a mil de nuevo el muy cabrón. Bajó hacia mi sexo y cuando lo alcanzó su boca atrapó mi hinchado glande.
- Buffffffffffffffff - resoplé
Cuando pensé que me iba a hacer otra sensacional mamada, sorpresivamente se la sacó de la boca y se incorporó.
- Quiero que me folles - me dijo anhelante.
- ¿Qué te folle? - le contesté espantado.
- Si quiero ser tuyo. Quiero tenerte dentro.
- ¿Qué te dé por el culo? - le pregunté sin acabar de creérmelo.
- Eres un poco soez. Pero si eso. Que me des por el culo.
Me incorporé sobre mis codos y le miré. Una cosa era unos besos, unas mamadas, pero sodomizar a un tío era otra cosa. Menuda mariconada pensé en un principio. Más pronto el morbo de encular a un macho me empezó a tentar. De hecho siempre me había preguntado como los maricones podían gozar con una polla enterrada en el culo. Aquello tenía que doler. Pero ese no era mi problema. Quería comprobar si conseguiría verdaderamente que Juan se retorciera de placer mientras me lo follaba. Al fin al cabo de perdidos al río, además no iba a ser yo el que pusiera el culo.
Me abalancé sobre él y lo tiré de espaldas en la cama. Me coloqué sobre su cuerpo e introduje mi rabo que empezaba a chorrear entre sus muslos y le empecé a perrear. Su polla babeaba también mojándome la barriga. Por lo visto eso le gustaba.
Después de frotármela un buen rato entre sus piernas, le obligué a abrir las suyas y agarrándome la polla le tenté el ojete. Le di el primer puntazo y gritó de dolor.
- ¡Joder Luis no seas bestia!
- Te he hecho daño, si apenas te la he metido - le dije extrañado
- Si - me contestó cabreado.
- Bueno pues si quieres lo dejamos - le contesté ufano.
- Espera.
Me empujó quitándome de encima de su cuerpo y de un salto se levantó y se dirigió al baño. Oí como abría la ducha. Me levanté y me puse a fumar compulsivamente un cigarrillo.
No se que cojones estaba haciendo allí intentando encular a un hombre. Me empecé a arrepentir, por un momento pensé en vestirme y largarme con viento fresco.
Al poco Juan salió desnudo de la ducha con el pelo todavía húmedo. Traía un tarro en una mano y la otra oculta en su espalda. Me imaginé que estaba preparándose para mi. Se acercó y me besó en los labios. Luego empezó a embadurnarme el rabo con una crema olorosa.
Se dirigió hacia el lecho, se tumbó de espaldas y colocó la almohada bajo el trasero. Me tendió los brazos indicándome que me acercara.
Se abrió de piernas levantándolas levemente y me situé entre ellas. Viéndolo así espatarrado ofreciéndome el culo, mi excitación aumentó y mi polla que había perdido parte de su erección, saltó como un resorte. Juan con sus manos separó las cachas y pude ver su ano sonrosado brillando entre una maraña de negro y lacio pelaje. Se veía como un pequeño coñito que boqueaba excitado y ansioso aguardándome.
Me recliné sobre él y empecé a darle puntazos buscando su entrada. Pero no acababa de dar en la diana. Juan agarró entonces mi polla con la mano y me colocó en posición de ataque.
- Ve despacio te lo ruego - me advirtió.
Luego puso sus manos en mis posaderas y me empujó muy suavemente para darme el pistoletazo de salida. Mi mota se encontró con una carne que se resistía, un agujero estrechito que muy poco a poco se ensanchaba mientras mi glande entraba. Por un momento perdí el equilibrio y le espeté un buen trozo. Juan gimió dolorido.
- Por Dios Luis ve despacio. La tienes muy gorda. - me suplicó
Me apoyé en mis brazos recolocándome y le fui penetrando. Por un momento pensé que un marica cincuentón tendría que estar mas echo a estas lides. Pero su esfínter indicaba lo contrario. Milímetro a milímetro fui entrando. Era como desflorar a una doncella. Juan continuaba lastimero mientras lo perforaba.
Al fin noté como si se rompiese una barrera y la cabeza de mi polla acabó entrando de sopetón. Tras penetrarle su ano me apretó entre espasmos el comienzo de mi tronco ya con el glande dentro.
- Espera, no te muevas. Deja que me acostumbre a ti - me indicó Juan.
Vi como gotas de sudor resbalaban por su frente mientras el rictus de su semblante delataba su padecer en aquel momento.
- Te he hecho daño - le pregunté acariciándole el rostro.
- No te preocupes es normal. Es dolor pero es placer - me tranquilizó.
Le besé en los labios mientras le dejaba que se amoldase lentamente a mi verga. Seguía estrujándome el rabo, cosa que me causaba infinito placer, pero ahora cuando distendía el esfínter notaba que estaba menos prieto. Era algo distinto a follarse un coño, más estrecho y apretado, menos flexible por lo que te aprieta el rabo con más intensidad cuando se contrae, lo que te causa un goce extremo.
Volvió a poner sus manos en mi trasero y empujándome dijo
- Fóllame Luis, fóllame.
Elevó sus pies apoyándolos en mis hombros para facilitarme la penetración, lo cual aproveché y empecé a empitonarle. En la primera estocada le metí un buen trozo de carne, con la segunda ya tenía enterrada media polla y a la tercera fue la vencida. Le clavé el estoque hasta la empuñadura y mis huevos golpearon con un aplauso su trasero.
Fue entonces cuando empecé a montarle con trapío. Mi verga ahora se deslizaba por aquel ardiente túnel de amor con ligereza, entrando y saliendo como un pistón bien engrasado. Estaba super caliente, no solo por el gusto que me causaba tener mi polla clavada en el agujero de su cárcava, además era el morbo de lo prohibido y la expresión de gozo que se dibujaba en la cara de mi amigo que suspiraba traspuesto. Creo que estaba consiguiendo que se retorciera de placer. Y así lo dejó patente cuando jadeante me dijo
- Sigue así. Que placer me estas dando mi amor, que placer.
Cuando oí que me llamaba mi amor comprendí que para él era algo más que un acto mecánico, había sublimado el dolor y lo transfiguraba en una pasión que sobrepasaba lo carnal. Era su acto de entrega lo que verdaderamente le enardecía. Con mi placer alcanzaba el suyo y eso me enfervoreció aún más, al verle entregado, sumiso, abandonado a mi. Me sentía poderoso. Y comencé a follarle con ansia.
Le di polla durante un buen rato a toda marcha. Ahora sí que literalmente se retorcía de placer con mi rabo desguazándole el culo. Gemía enloquecido, movía el trasero y ponía los ojos en blanco con cada puntazo que le propinaba con fuerza.
En una de estas retrocedí con tal ímpetu que se me salió la polla del culo. Le miré el ano que ahora estaba hinchado, enrojecido y ensanchado como una vulva.
- Ayy, ayyy, ayyyy - gemía mi amigo con los ojos cerrados intentando recuperarse.
Me agarré la tranca con una mano y se la clavé de una hasta el fondo. Pensé que iba a ser dificultoso como la primera vez que se la metí. Pero no, ahora entró fácilmente por su culo ya trajinado.
- Huuummm qué gusto - gruñó al recibir la tremenda estocada.
Como vi cuánto le había gustado me dediqué a sacársela y clavársela, empuñándola como una daga.
- Cabrón me estás matando de gusto. Sigue así. Sigue así .
Tenía ya la polla despellejada de tanto trajín, ardía en mi mano y rezumaba su esencia sin cesar. Había llegado el momento.
- Voy a preñarte - le avisé.
- Si préñame. Quiero llevarte dentro - me animó babeando.
Le bajé sus piernas de mis hombros y me recosté sobre su cuerpo. Luis con las piernas flexionadas, dobló la almohada alzando el trasero y quedando más accesible a mi monta.
Y entonces se desató el apocalipsis. Lo empecé a encular frenético. En sus entrañas ardía el infierno y mi polla era puro fuego. Yo relinchaba como un semental y él gemía como una jaca en celo. Y me lo folle, me lo folle, y me lo folle.
En pleno éxtasis me abrazó con fuerza y comenzó a convulsionar. Sentí como su polla se derramaba entre nuestros cuerpos. Su ano trepidaba con su orgasmo, apretándome con fuerza el rabo. Tras tres potentes puntazos empecé a eyacular en lo más hondo de sus entrañas. Mis huevos se habían recargado, y de qué manera. Le inundé con oleadas incontables de mi ardiente simiente. El seguía estrujándome el rabo para sacarme hasta la última gota de leche. Exhausto, tembloroso me desmadejé entre sus brazos y caí en un delicioso letargo mientras Juan acariciaba tiernamente mi cuerpo.
Abrí los ojos cuando mi amigo me empujó apartándome. Se levantó de la cama y mientras caminaba hacía el baño vi como mi semen resbalaba entre sus piernas.
Me quedé meditando, tendido boca arriba sobre el lecho. Me toqué la polla todavía mojada por mis fluidos. Como había llegado a esto. Me había follado a un tío. Vamos que le había dado con gusto por el culo. Y había disfrutado como un enano. ¿Acaso yo también era maricón?
Estaba con esos pensamientos en la cabeza, mientras mi polla se ponía morcillona, cuando Juan salió del baño. Se acercó sonriente y se sentó en la cama a mi lado.
- Has gozado - me preguntó mientras me acariciaba la cara.
- Sí. ¿Y tú? - le contesté escuetamente.
- Si mucho.
- ¿Te he hecho daño? ¿Por qué tiene que doler, no?
- Bueno un poco, sobre todo al principio.
- Ya claro después de tantos años poniendo el culo ya estarás acostumbrado. - sonreí capcioso.
- Pues no. De hecho hace años que no me follan el culo
- ¿A sí?
- Normalmente soy yo el que se los folla. Soy mas bien activo, bueno, versátil. -me aclaró
- ¿Activo? ¿Versátil? - le pregunté intrigado.
- Ya veo que no has practicado mucho sexo homosexual - se rio divertido
- Bueno yo….
- Mira en el sexo anal, hay quien solo le gusta dar, los activos; hay quien solo le gusta recibir, los pasivos, y los hay que son versátiles tanto pueden dar como recibir. Además en el sexo entre hombres no solo hay sexo anal.
- ¿A no? - le pregunté curioso.
- Ya veo que no tienes ni puta idea de como nos lo montamos. A algunos les gusta el folleteo anal, pero hay muchísimos que no lo practican. Se frotan entre sus cuerpos, se masturban mutuamente, se hacen felaciones y cosas más escatológicas que mejor no te cuento.
Cavilé un momento sobre lo que me dijo.
- Pero a ti te gusta que te enculen, verdad.
No te creas, en muy pocas ocasiones he dejado que me penetren y nunca que me preñen. Tiene que ser alguien muy especial para que me entregue de esa forma.
- ¿Y qué se siente?
- Las primeras veces dolor al principio. Sobre todo si el pene de tu amante es gordo, como el tuyo - se rio
- Pero luego es un placer especial, distinto, es físico pero también es el sentirte el objeto de deseo, el cáliz del placer. De echo se pueden tener orgasmos secos, vamos que alcanzas el clímax sin eyacular, o eyaculas sin tocarte, o te derramas sin estar siquiera empalmado. No se puede contar hay que vivirlo.
Permanecí en silencio mientras asimilaba lo que me había contado.
- ¿Te gustaría probarlo? - me preguntó con sonrisa pícara
Me sonrojé como un adolescente.
- Hummmm, no se….. - balbuceé.
- A mi me encantaría - me animó mientras metía la mano entre mis muslos y me acariciaba.
Cerré las piernas asustado. Pero cuando pasó un dedo por la raja y me rozó levemente el ojete, me estremecí
- Tengo miedo - le confesé
- No lo tengas, yo estoy contigo. Sé cómo prepararte y hacerte gozar. Por que créeme, gozaras.
Me cogió de la mano y me obligó a levantarme. Le seguí sumiso hacia el baño. Sudaba, nervioso, estaba abriendo una puerta que no sabía hasta dónde me conduciría. Tenía miedo, tenía miedo de mí mismo.
Cuando salimos del baño mi recto estaba limpio como una patena. Fue un poco humillante mientras me lavaba bien adentro, pero a la vez excitante y morboso. Me arrastró hacia el tálamo llevándome agarrado por la polla que estaba de nuevo como un hierro.
- Échate boca abajo - me ordenó.
Obediente me tendí en el lecho. Él se subió y se colocó a horcajadas sobre mis pantorrillas. Luego sus manos acariciaron mis nalgas, las estrujaba a la vez que las separaba y juntaba. Sentía como mi ano se estiraba y comprimía cuando lo hacía. Empecé a disfrutar con sus masajes.
- Alza un poco el culo - me dijo mientras me dirigía con sus manos en mis caderas.
Quedé con el culo en pompa y la cara mordiendo la almohada. Me apartó las cachas y empecé a temblar sabiendo que ahora vendría lo peor. Pero para mi sorpresa lo que sentí me hizo estremecerme de gusto. Algo húmedo y suave recorrió todo mi canal. Era su lengua.
Varias veces me lamió la cárcava para luego detenerse en mi ojete. Lo besó, lo lamió y con la punta de su lengua me penetraba suavemente. Y yo disfrutando como una perra mientras un macho me comía el culo. Sustituyó su boca por sus dedos, sus yemas acariciaron delicadamente todos los pliegues de mi ano.
- Hummm - suspiré muerto de gusto.
- ¿Te gusta lo que te hago? - me preguntó solícito.
- Siiiiiii. - exclamé.
Aprovecho aquel momento en que me vio relajado y me metió un dedo en el culo.
- Ayyyyyyyyy.- Me quejé, más por la sorpresa que por el dolor.
- Aguarda - me dijo sacándome el dedo.
Cogió el tarro de crema y me extendió una buena porción por toda la raja. Ahora su dedo encremado entró sin dificultad. Empecé a estrujárselo con mi esfínter cosa que me dio un gustillo que desconocía podía experimentar en aquel agujero. Comenzó entonces a follarme con él mientras aprovechaba para lubricar bien mi entrada. Luego fueron dos los que me follaban. Cuando me clavó el tercero protesté dolorido.
- Me haces daño
- Tranquilo tengo que dilatarte bien para encularte sin daño - me contestó.
Me agarró entonces la polla y sacándola entre mis piernas me comenzó a masturbar lentamente mientras me trajinaba el culo. Por último su lengua recorrió todo el tronco para acabar chupándome el glande. Casi estuve a punto de derramarme en su boca. Juan intuyéndolo abandonó la felación.
Torcí la cabeza y le miré expectante . Se arrodilló tras mi grupa y vi como se untaba el rabo. Cuando la punta se apoyó en mi ojete me estremecí. Empujó pero yo instintivamente me cerraba. Volvió a intentarlo pero la cancela seguía cerrada.
- Haz fuerza como cuando vas al baño. Verás como entra mejor.
Le hice caso y seguí su consejo. Noté como entraba un trocito de su glande.
- Ayyyy - grité sintiéndome desgarrado.
- Tienes que aguantar hasta que te entre el capullo. Es lo más duro.
Volvió a empujar y me clavó otro trozo de aquella verga dura y caliente. Grité de nuevo. Una vez encabezado, el balano empezó a entrar lentamente. Sentía como poco a poco mi esfínter se estiraba dejándole paso. El dolor era desgarrador. Yo gemía mientras las lágrimas se escapaban de mis ojos. Cuando casi su mota estaba dentro le grité acalorado
- ¡Clávamla de una puta vez! ¡Joder!
Y mordí con furia la almohada. De un puntazo acabó de desflorarme. Cuando tuve el glande dentro el dolor se convirtió en tormento. Mi culo latía desaforado estrujando la polla del macho que me había desvirgado.
Me masajeó el rabo que a causa del padecimiento que sentía en mi ojete desflorado colgaba flácido entre mis piernas. Pero no había mano que lo pudiera enderezar. Yo intentaba reprimir mis lagrimas y lamentos ,pero cuando su verga latía hinchándose dentro de mi no podía evitarlo y me quejaba.
- Tranquilo, tranquilo. Es tu primera vez. Ya habrás desflorado a alguien pienso y ahora comprenderás por lo que se pasa. Pero pasa.
Con sus palabras y sus caricias me fui calmando. Juan notando que estaba menos tenso continuó penetrando lentamente. No me lo podía creer pero en con mi culo percibía cada pliegue de su polla , cada vena que se iban dilatando en su tranca. Cuando ya estaba tranquilo, de repente, me clavo media polla de un puntazo. Otra vez el martirio en mis entrañas me hizo gritar.
- Mas no, mas no. Sácala, sácala.
- Si la saco ahora te voy a doler mucho. Será mejor que te dilates mas antes.
- ¡Tu sácala ostia! - le ordene iracundo.
Reculó poco a poco, pero cuando su glande empezó a salir por mi esfínter casi me muero de dolor. Pensé que me destripaba.
- ¡Ostia no! Para no la saques.
- En qué quedamos cojones. Aguanta y no te portes como un puto maricón.
Y enfurecido me dio tal pollazo que me la hincó entera de un golpe. Así lo entendí cuando sus huevos se pegaron los míos. La tenía totalmente enterrada en el culo. Resoplé varias veces para recuperarme de tan tremenda estocada.
Sin darme tregua empezó a follarme. Sacaba y metía la polla que rozándome el ojete en sus acometidas me hacía trepidar. Tenía tal ardor en mis entrañas y tal escozor en la entrada que me imaginé que me había roto el culo.
- Me estás matando hijo de puta - protesté.
Pero no solo no se detuvo si no que incrementó el ritmo. Me enculó a todo tren durante un buen rato. Ahora no era ardor era fuego. Pero aquello que me quemaba por dentro me enardecía de tal manera que empecé a gemir quedamente de gusto. De repente se detuvo y me la sacó.
- ¿A que ahora no te ha dolido? - me preguntó acariciándome la cabeza.
- No - tuve que confesar.
- Bueno, si quieres lo dejamos.
Había sido mucho el tormento pero ahora que empezaba a cogerle el gusto…
Lo medité unos instantes. Se me ponían los pelos como escarpias de tan solo pensar volver a tener que pasar por la tortura que me había infligido cuando me había penetrado por primera vez. Pero tenía que apagar aquel fuego que había prendido en mi interior.
- Sigue Juan. Fóllame no te detengas - le supliqué.
Apoyó la punta de su miembro en mi entrada y empujó. Para mi sorpresa se deslizó sin apenas molestia dentro de mi. Y sin detenerse lentamente fue penetrándome hasta que de nuevo sentí su vello púbico cosquilleándome en el trasero. Cuando empezó a encularme no fue dolor lo que sentí fue placer, un placer como nunca pude imaginar, desde mi culo subía por mi espina dorsal y estallaba en una sinfonía de ardiente deleite en mi cabeza.
- Ay que gusto Juan, que gusto. Fóllame, fóllame bien follado.
- No pensé que te iba a gustar tanto que te diesen por el culo - me dijo guasón mientras no paraba de serrucharme.
- Ni yo tampoco. Pero si, me encanta que me des por el culo cabrón - le confesé desvergonzado.
Era una delicia, el golpeteo de sus huevos con los míos sonando como un rítmico compás, sentirlo jadear tras mis ancas, el gozoso roce de su polla en mis entrañas. Mi rabo flácido se balanceaba goteando entre mis piernas.
Por un momento giré la cabeza y nos vi reflejados en el espejo de la pared. Joder que escena tan viciosa, erótica, morbosa. El ver como aquel macho hermoso me zarandeaba mientras su polla me enculaba sin cesar. Y por último, cuando me centré en mi rostro y lo vi transfigurado por el placer, creí que me corría. Me convulsioné como en un extraño orgasmo pero no notaba que mi semen manase de mi picha.
- Que bien follas Juan. Dame mas fuerte encúlame con brío - le animé.
Se desató entonces y me empitonó como un toro bravo.
- Uf que culo cabrón. Ha merecido esperarlo toda una vida - Me espetó nalgueándome con una mano.
Aquella monta que ya duraba un buen rato me estaba volviendo loco de pasión. No era solo mi placer, que era infinito, sobre todo era saber que estaba al fin complaciendo a aquel amigo que durante tantos años me había amado en secreto. Era su objeto de deseo, me había convertido en su cáliz de placer.
Cuando sus pollazos se hicieron más intensos y sentí su vergajo hinchándose en mi interior, de repente estallé. Y de mi verga morcillona empezó a manar lento y continuo el semen que caía lentamente sobre la cama.
Fue tan intenso, tan prolongado, tan profundo, mi orgasmo que, aunque con la polla adormecida, creo que fue el más apasionante de mi vida. Mi esfínter trepidaba desbocado lo que causó que mientras apretaba, el pollón que me había enculado, me empezase a preñar. El primer trallazo lo sentí golpear en mis entrañas, luego incesante, salva tras salva, fue inundándome con su caliente y espesa savia.
Yo me desplomé y Juan encima de mi. Tras un rato para liberarme del peso de su cuerpo, se salió de mi acostándose a mi lado
Entonces tuve el último deleite al sentir manar de mi culo la leche de mi macho que resbaló por mis testículos erizándome la piel.
Me volví encarándole y mirándole sonriente a lo ojos le dije;
- Juan creo que también soy maricón. Perdón. Quiero decir gay - corregí al final
Se rio.
- Mira Luis serás hetero-curioso o tal vez bisexual. Pero para mi desgracia maricón no. Siempre te han gustado demasiado las mujeres. Bien sé que esto ha sido para ti una aventura que pronto olvidarás. Siempre supe que nunca dejarías a Mónica. Y créeme que lo siento.
Me levanté de la cama y comencé a vestirme.
- Se me ha hecho muy tarde Juan, Debo irme.
- Lo sé - me contestó con una triste sonrisa.
Me acompañó a la puerta y ya en el quicio le pregunté
- ¿Nos volveremos a ver?
- Mañana salgo para Angola - me respondió con una sonrisa de medio lado.
- Cuídate.
Le di un tierno beso en los labios y girándome me marché.
En el taxi de camino a casa, con el culo ardiente, los calzoncillos empapándose con su leche y el olor de su piel en mi piel; pensé si volvería otra vez y si así fuera si yo correría a su encuentro.
- Creo que sí - me contesté a mi mismo.