Toda una Señora
Ya pagadas mis deudas, es tiempo de portarme como una buena anfitriona. Infidelidad, Fantasías realizadas, incluso Interracial.
Para quienes quieren contextualizarse, lo que aquí cuento sucede después de mi relato “Pagando deudas”. Después de una hora de buen sexo con mi cuñado, me encontré acostada a su lado en mi cama matrimonial. Mi esposo escondido en el closet y tenía una cámara de video grabándonos.
- Macami, esto fue delicioso - comentó Darío aún respirando agitado.
- Fue un placer maravilloso – le comenté con voz casi ronroneada – pero esto fue una excepción. No volverá a suceder. No me gusta la infidelidad. Soy toda una Señora.-
- ¡Vaya! ¡Hoy es la segunda vez que oigo el término “Toda una Señora”, aunque la anterior vez fue en Noruego! – me dijo sorprendido – imagínate que antes de venir, recogí en el aeropuerto a un ejecutivo de Noruega. Lo llevé al hotel recomendándole cosas básicas a su alrededor como droguerías, restaurantes e incluso sitios de diversión para adultos, a lo que me contó que de tener una relación le gustaría complacer su fantasía de hacerlo en la casa de una mujer correcta, culta, y usó la expresión “Toda una Señora”.-
- ¿Vaya, y por qué no contrata a una prostituta y le dice lo que desea? –
- Lo mismo le dije y me contestó que no le gustaría tener que explicarle todo lo que deseaba, ni a una ramera fingiendo lo que no sabía – me contó Darío mientras se levantaba de la cama y empezaba a vestirse. – me dijo que tenía suficiente dinero para pagar algo que una señora no se negaría a aceptar, pero que le asustaba meterse en problemas por hacerlo.-
- ¿Ah sí? ¿Y por cuánto cree el Noruego ese que se vendería una señora decente?-
- Diez mil dólares –
- ¿Qué? Con eso pagaría incluso a alguna modelo o actriz de la TV –
- Pero el quiere una mujer común ¿Te le mides cuñadita? – dijo Darío riéndose y esperando mi protesta.
Mi mente trabajó muy rápido. Teniendo sexo con mi cuñado había saldado las deudas que teníamos hasta ese día, pero eso no sumaba ni siquiera mil dólares, y saldar para empezar a deber de nuevo no es progresar.
- Dile que por 12.000 lo hago –
- ¡Vaya zorra con la que se casó mi hermano! – opinó Darío con un gesto que aún no sé si era divertido o enojado – ahora te venderás a cualquiera.
- Le daré tu dirección, tu ve vistiéndote tan conservadoramente como sea posible. –
- ¿Y no necesita verme antes o algo? –
- Ya te vio. Como entramos en el tema le mostré una foto familiar que tengo en mi teléfono móvil y le dije que eras la esposa de mi hermano y que venía a visitarte. De hecho dijo que por ti daría 15.000 –
- 15.000 es mejor que 12.000, tráelo –
- No, Camilita. Estás entrando en el mundo de la prostitución y debes entender que yo soy tu chulo. Los otros 3.000 dólares son mi comisión por hacerte el contacto. Tu ve disfrazándote de señora decente, zorra.-
El último comentario me hirió y me calentó a la vez. Acto seguido, llamó al Noruego y hablaron un poco en inglés. La charla fue tan corta que supe que no había duda. En seguida me explicó el rol que esperaba que yo asumiera.
Pasada una hora sonó el timbre de mi casa y salí a la puerta con mi traje más elegante, de falda hasta la rodilla, bien perfumada y peinada. La charla con el noruego se desarrolló en inglés, obviamente.
- Buenas noches, Bienvenido – le saludé mirando hacia arriba ya que si bien yo mido 1.70m. él mide casi dos metros. –
- Un gusto conocerla señora.-
- Hola Knut – saludó Darío acercándose con una sonrisa amable. –
- Darío, gracias por invitarme a conocer tu familia. La esposa de tu hermano es una mujer muy elegante y muy bella.-
Entonces se sentaron en la sala mientras yo les llevaba Whiskey. Cuando me acerqué a Knut para acercarle su vaso, él posó su mano en mi rodilla y subió con la yema de sus dedos bajo mi falda hasta la mitad del muslo en donde jugó un poco con el borde de mis medias de liguero. Yo reaccioné delicadamente como si me sorprendiera. Darío me explicó después que mi actuación había sido tan buena que él juraría que me alcancé a sonrojar. Entonces Darío se excusó diciendo que debía atender unos asuntos pendientes, se despidió y en un instante ya estaba yo sola con el extranjero a quien ofrecí enseñarle mi casa.
Recorrimos cada habitación hasta llegar a la matrimonial y recordé que mi esposo para entonces debía llevar más de 3 horas encerrado en el closet y ahora estaría preparándose para la segunda función de la noche. En ese momento Knut me giró para ponerme de frente a él y de espaldas a mi cama. Yo estaba esperando algo como un beso pero para mi sorpresa me empujó suavemente haciéndome caer sentada en la cama. En seguida abrió el cierre de su pantalón y una verga proporcional a su estatura se proyectó hacia mi cara. Con sus piernas separó mis rodillas para acercarme la cabeza de ese pene enorme a la boca.
- Señora, hágame sentir bienvenido en su casa, por favor – me dijo con un tono muy respetuoso.
Sin dudarlo le dejé penetrar mi boca y empecé a hacerle una mamada muy lenta a la que le fui aumentando el ritmo poco a poco.
Tras un par de minutos Knut me agarró del pelo y con un poco de violencia dirigió mi movimiento entrando hasta mi garganta, en seguida sacó su polla de mi boca y aún halándome del cabello me obligó a ponerme en pie. Sus manos enormes soltaron fácilmente mi vestido que escurrió por mi cuerpo hasta el piso y quedé en sólo ropa interior y tacones. Entonces me tomó de los hombros para girarme de nuevo me empujó hacia la cama sobre la cual quedé en cuatro patas.
- Señora, creo que hay otra habitación aquí que quiero conocer – dijo de nuevo con un tono muy respetuoso.
Sus dedos corrieron hacia un lado mi panty y entonces sentí como me penetraba muy despacio. Si al comenzar a entrar gemí suavemente, a cada centímetro adicional yo aumentaba mis ruidos hasta terminar gritando cuando por fin sentí sus huevos chocando contra mi clítoris. Entonces el Noruego tomó un ritmo rápido que me hizo llegar al orgasmo en segundos.
- Señora, es usted una magnífica anfitriona – me dijo un par de minutos después de mi cuando su leche me inundó por completo. Entonces puso un fajo de billetes sobre mi espalda y salió de mi casa sin decir más.
Mi esposo salió entonces de su escondite con la verga enrojecida de tanto masturbarse y con una sonrisa de placidez. Yo me dejé caer sobre la cama agotada mientras el contaba los billetes.
- No sueñes con nada – le dije, ese dinero es mío, ganado con el sudor de mi concha.