Toda una dama (4)
Y Javi, por primera vez en nuestras vidas, bajó mis braguitas mientras yo le meneaba el culo delante de sus narices.
La siguiente noche Javi estaba más ansioso que nunca. Vamos que es tarde, dijo, hay que acostar a los niños para poder continuar con el tratamiento.
- Pero, mi amor, no hay apuro
- Que no hay apuro es relativo, el doctor ha dado las indicaciones que corresponden y nosotros debemos continuar con el proceso
- Si tú lo dices
- No lo digo yo, lo ha dicho el doctor
Cuando llegamos a la habitación Javi fue directamente a la mesita de luz en busca de la pomada y se abalanzó sobre mí con la intención de meter sus manos por donde jamás lo había intentado, al menos no de esa manera
- ¿Qué haces? ¿Estás loco?
- Cumplo ordenes, ya te lo he dicho
- Pero no puedes hacerlo de esa manera
- ¿No?
- No
- ¿Y de qué manera quieres que lo haga?
- Como primera medida sabes muy bien que
no quiero que lo hagas
pero como no me queda otra alternativa que tolerar esta situación, si es que quiero curarme, tendrás que hacerlo con delicadeza de manera que no lastimes ni mis partes ni mi orgullo de señora. * Está bien, discúlpame, no te enojes * ¿Y como quieres que no me enoje si te comportas como un verdadero sátiro? Te aprovechas de mí por que estoy grave
Me hubiera gustado mucho, en este punto, haber visto mis caras en una pantalla de la televisión. Yo misma estaba sorprendida de mis virtudes actorales, estaba demostrando angustia, enojo, timidez, pudor, vergüenza, ira, zozobra y todo indicaba que me estaría saliendo muy bien ya que yo misma me lo creía.
- Espera un poco que me cambiaré
- Bueno, pero apúrate
- No empecemos otra vez
Y lentamente comencé a desvestirme de una manera que se pareciera bastante a un streap tease con la enorme ventaja de contar con un "público" muy entusiasta que no veía la hora de poder verme completa. Indiferente a su mirada me desabroché la blusa botón por botón hasta que quedó abierta por adelante y con las mangas bien sueltas, luego la falda, que giré hasta dejar la cremallera a mano. Una vez suelta me incliné de manera que mi cola quedara a la vista de mi "cliente" y la deslicé hasta los zapatos. Sabía muy bien que el espectáculo de mis pompis bien redondeados por obra y gracia de mi inclinación resultaba muy excitante y en ese momento me indignó pensar que mi marido se lo había perdido por tantos años y que recién ahora lo descubriese. Decidí tomarme mi tiempo y hacerlo esperar un poco más. Terminé de sacarme por completo la blusa, la doblé prolijamente, luego prendí la falda de una percha, me quité los aros y las pulseras y caminé por la habitación vestida solamente con las bragas, el corpiño, las medias de lycra y los zapatos. Mi marido no me quitaba la vista de encima y cuanto más ansioso lo veía más quería hacerlo esperar
- ¿Por qué me miras de esa manera? Le tiré a boca de jarro
- Nunca te vi así, caminando por el cuarto casi desnuda
- Tampoco nunca me habías estado mirando el coñito
- Es verdad
- Siento que es como si en estos días hubiéramos derribado algunas barreras
- Si, a mí me pasa lo mismo
- No hay mal que por bien no venga, ¿verdad?
- Es cierto, ubícate que te haré el tratamiento
- Antes iré al baño
En el baño me quité las medias, alisé mi cabello que quedó soberbio sobre mis hombros y me perfumé con una fragancia exquisita. Al ingresar nuevamente al cuarto me desplacé como una gata, moviendo delicadamente la cintura, cubriendo mis pechos con los ante brazos a pesar de no haberme quitado el sostén y mirándolo a los ojos subí a la cama primero una pierna, luego la otra siguiendo en cuatro patas hasta llegar a las almohadas para apoyar mi cara contra ellas, arquear la cintura todo lo posible y elevar la cola a la altura de la cintura de mi marido que ya estaba ubicado a la espera de poder actuar.
- Cuando quieras, le dije
- No te has quitado la prenda interior
- Muévela hacia un costado
Y Javi lo intentó. Corría la tela hacia un costado y cuando se preparaba para pasar la pomada la tela ya había regresado a su lugar, la corría para el otro y sucedía lo mismo. Intentaba con una mano y no podía, lo intentaba con las dos y era peor, hasta que dijo
- Así no se puede
- Lo que pasa es que tu quieres verme, argumenté con mi falso reproche
- No es que quiera verte, es que así, con ropa, no se puede
- Entonces ¿No quieres verme?
- Si quiero verte
- ¿Has visto que lo único que querías era mirarme ahí?
- Mi amor, ¿Toda esta escena montarás cuando venga el doctor?
- Ya te he dicho que con él es diferente
- Bueno, veamos, te bajaré yo mismo la braguita, ¿me permites?
- Está bien, pero hazlo muy despacito, y no me mires
Y Javi por primera vez en nuestras vidas bajó mis braguitas mientras yo le meneaba el culo delante de sus narices. En seguida untó un par de dedos en la pomada y comenzó a extenderla a lo largo y ancho de mi coño mientras yo acompañaba los movimientos de sus dedos con delicados desplazamientos de mi cadera y de verdad que lo estaba disfrutando, en su afán por no lastimarme era tan delicado que en ese momento sus dedos se asemejaban bastante a una lengua, la pomada suplía, en este caso, a la saliva.
- ¿Te duele? Preguntó sinceramente
- No, me alivia, eres muy delicado
- ¿Sientes alivio?
- Si, lo haces muy bien, sigue por favor
Siguió embadurnándome toda la concha con esmero, se lo veía muy colorado, transpirando, respirando agitadamente con la boca entreabierta, de una de sus comisuras caía baba. Con el dedo medio se dedicó especialmente a la zona clitoriana, creo yo que más por intuición que por conocimientos, dibujando círculos en su alrededor, rozándolo levemente mientras que al pulgar lo desplazaba ligeramente por la entrada del canal que ya estaba por abrirse a la espera de ser llenado como en los últimos días.
- Esto es muy placentero, me hace sentir muy bien, dije con vos melosa
- ¿Te gusta lo que te hago?
- Me vuelve a la normalidad, quita las molestias, corregí
- Entonces ¿sigo?
- Si cariño, sigue
Al cabo de un rato de los masajes vaginales de pronto se acordó de las indicaciones y comenzó a extenderse a la zona anal
- El doctor dijo que deberíamos extendernos a estas regiones
- Si, lo dijo
- Y también dijo
- Ya sé lo que dijo el doctor, hazlo y ya
Y Javi agregó más crema y desplazó su dedo medio en dirección a mi orificio anal tan concentrado como si estuviera a punto de apretar el botón de la bomba nuclear, como si fuera a enhebrar una aguja, con los ojos apuntados al centro del universo, sin parpadear. Igual que en el clítoris dibujó redondeles durante unos cuantos segundos hasta que se decidió y empujó la falange de su dedo medio que sin ninguna dificultad se metió adentro y tuvo que frenarse para que no siguiera entrando.
- ¿Duele?
- No querido, sigue
- ¿Entra fácil verdad?
- Mejor, así no sufro
- Claro, es que yo hubiera creído que costaría más trabajo
- Recuerda que el doctor dijo que vayas a fondo, bien profundo
- ¿Así?
- Si, así, qué bien, me alivia mucho
Y sucedió lo inevitable, mi cuerpo ya liberado de antiguas represiones comenzó a expresarse por si mismo, desoyendo mis órdenes, que ignoró por completo. Así fue como luego de un rato de tener el dedo medio de Javi metido bien profundo adentro del culo, mis articulaciones arrancaron una serie de movimientos pélvicos que dieron una completa idea de que ya no era mi marido que introducía su dedo sino que mi culo se estaba follando al dedo de mi marido. Intentando disimular abandoné la postura de cuatro patas y me estiré boca abajo a lo largo de la cama y fue peor porque mis sensaciones se incrementaron, mi piel se erizó y al juntarse mis nalgas Javi tuvo que abrirlas jalando de una de ellas con lo que a la penetración se agregaron los toqueteos. Lo peor fue que no pude evitar expresarme y por más que intenté por todos los medios reprimir mis sonidos para que no se pareciesen a jadeos de placer sexual, dudo mucho que haya podido lograrlo. No sé si Javi se dio cuenta de lo que me pasaba pero lo que es seguro es que cuando estiré mi mano por entre sus piernas tenía una importante erección, superior a la del día anterior. Ya está bien cariño, gracias, lo has hecho maravillosamente le dije intentando recomponerme, mientras lo acercaba hasta mí y lo acariciaba y al llegar a su zona genital tomé su miembro en mi mano y le pregunté ¿y esto? ¿Qué ha pasado? ¿Otra vez? ¡Dios! ¿Qué haré con este hombre ? Acto seguido, con mucho menos recaudos que ayer sujeté sus huevos con una mano y con la otra le hice una paja como no creo que él mismo se la haya hecho jamás. Su cara expresó tanto gozo que solo contribuyó a que me calentara más, eyaculó en mi mano y se tendió boca arriba en clara demostración de su gran satisfacción, yo me aparté y me dispuse a ir al baño
- Espera, me pidió
- No querrás más ¿verdad?
- ¿Te has preguntado alguna vez que gusto tendrá esa cosa?
- ¿Qué cosa? ¿Tú semen?
- Si, me pregunto si su sabor será agradable. Sabes que en el lenguaje popular le dicen leche
- ¿Quieres que lo pruebe?
- ¿Lo harías?
- Si tú me lo pides Después de todo tu te sacrificas untando la pomada por mis desagradables partes y no te quejas
- Es mi responsabilidad
- Claro
Me senté a su lado y apoyé la punta de un dedo sobre mi lengua, cerrando los ojos lo lamí, luego metí el dedo en mi boca hasta la segunda falange y seguí lamiendo, luego otro dedo, el mismo procedimiento y otro dedo más y de esa manera lamí mi mano completa hasta dejarla bien limpia. Al mismo tiempo de la degustación apoyé mi otra mano sobre su miembro que de solo mirarme beber su "cosa" otra vez había crecido a su máxima expresión. Tragué su almíbar sin expresar ni placer ni asco, me levanté porque temí excederme y no poder contenerme y follármelo como hubiera hecho si se tratara de un hombre más y al dirigirme al baño le miré y dije ¿Sabes? Tú "leche" es deliciosa. Me quedé en el baño un largo rato masturbándome pero no me alcanzaba, necesitaba alguna emoción que hiciera circular mi adrenalina así que me metí el dilatador anal y con él ensartado a más no poder, arriesgándome a quedar en evidencia, me acosté al lado de mi marido que ya dormía plácidamente y así si pude dormir a su lado pero con el culo bien lleno y abierto.
De más está decir que al día siguiente no dudé ni por un instante conducir los cincuenta kilómetros para encontrar al camionero o a su amigo y fue a este al que encontré, el otro estaba de viaje, pero había un inconveniente, no estaba solo, lo acompañaba una prostituta llamada Lucía.
- Ven con nosotros, me dijo, puedo con ambas
- No lo dudo, pero no sé, nunca estuve con una mujer
- No tienes por qué estar con ella, tú estarás conmigo y ella también
- Anda, anímate, dijo Lucía que me comía con la mirada, no creo que te arrepientas
- Vale, bien dicen que hay que probar de todo antes de morir, vamos
Al llegar al hotel una vez más me tocó pagar la cuenta, a la puta porque era puta y al amigo del camionero por que se desentendió del asunto dando claras muestras de que no volvería a meter la mano en su billetera. Lo que no supe hasta el final fue que también me tocaría pagar los servicios de Lucía pero lo hice con ganas, créanme que se ganó con creces cada uno de los billetes que se llevó.
Adentro de la habitación, donde todo vale, el hombre se apoyó contra la cama y cada una de nosotras se acomodó a su lado aplicándole un tratamiento felino sumamente cariñoso pero de alto contenido sexual. Mientras Lucia se dedicó sin dar vueltas a agacharse, agarrar su polla y metérsela en la boca sin dudar yo me prendí a la boca del macho y le besé y lamí el cuello y el pecho deteniéndome especialmente en las tetillas en una especie de preámbulo de lo que pasaría más tarde con la chica. Descendí y apenas un minuto después estábamos las dos lamiendo el falo completo, una a cada lado, hasta que en uno de esos magreos nuestras lenguas se tocaron, nos miramos con la vista encendida, los ojos brillantes, seguimos lamiendo al hombre culpable de que nos conociéramos y nuestras lenguas volvieron a encontrarse, esta vez más decididas y entusiasmadas hasta que nos alejamos de la verga y, sincerándonos, chupamos nuestras lenguas una a la otra por un tiempo que no podría precisar cuanto duró.
Luego de este inolvidable primer beso lésbico nos desnudamos y entre ambas terminamos de desvestir a nuestro hombre que una vez desnudo se tendió boca arriba en el centro de la cama esperando a que una de nosotras se ubicara encima suyo y yo no me hice rogar, lo monté separando bien mis piernas, sujeté su polla con una mano y me la incrusté en el coño mientras me recostaba sobre su pecho apoyándole las tetas bien fuerte. Lucía se ubicó por detrás para lamer con esmero las tensas bolas del hombre que me cogía al tiempo que descansaba sus manos sobre mi culo y lo masajeaba delicadamente. Cada tanto, agarrando la verga con firmeza la quitaba de mi interior para meterla en su boca, ensalivarla muy bien, volver a meterla y sin pérdida de tiempo, uniendo ambas acciones, continuaba ofreciendo generosamente su lengua depositándola ardiente sobre mi culo, lo empapaba abundantemente con su saliva y me metía un par de dedos llevándome a la cima de la excitación.
Cansada ya de cogerme el culo con los dedos se desplazó hacia un costado y buscando mi boca con su boca logró que me separara del pecho del hombre y la abrazara, haciendo que sintiera por primera vez el contacto de sus tetas contra las mías, acariciándome con toda la sabiduría que sólo una mujer puede ofrecer hasta hacerme estremecer. El hombre me seguía cogiendo, ella me seguía acariciando y besando y yo me estaba volviendo loca. Le propuse que me reemplazara. Me saqué la polla pero la seguí sujetando con mi mano, salí de encima y me moví hacia un costado, se subió ella y yo se la incrusté pero sin soltarla, de manera que mientras él la follaba yo lo pajeaba sujetando muy fuerte la pija por su base, tanto que terminó pidiéndome que aflojara porque le estaba causando dolor. Lo solté y me fui con Lucia y me dediqué a lamer sus tetas especialmente los pezones y a agarrarlas con ambas manos para apretarlas muy fuertes, juntarlas, separarlas y masajearlas hasta dejárselas irritadas.
Las tetas de lucía eran hermosas, abundantes, firmes y naturales, por ser algo regordeta pero fundamentalmente por su edad, que seguro que no llegaba a los treinta, estaban muy bien conservadas y no caían en absoluto pero lo más importante es que pertenecían a un cuerpo muy bello, armonioso y muy femenino. El conjunto completo de su humanidad era muy agradable incluida su cara de niña-mujer y su cabello colorado corto con un corte muy moderno de esos que le hacen parecer a una que está despeinada pero que realmente no lo está. Ella fue la primera en tener su orgasmo y lo expresó tan libre y sensualmente que me llenó de placer. Se quedó por un pequeño tiempo sobre el hombre, hasta dejar de convulsionarse, se quitó la polla de la vagina y me la ofreció para que la lamiera y de esa manera conocer el sabor de su interior, lo hice y me gustó, era un sabor muy distinto al de los hombres, menos agresivo muy afrodisiaco. Le dije
- Umm! Parece que eres deliciosa, quisiera probar tu sabor de manera directa
- Y yo quisiera que lo pruebes, ven
Se tendió boca arriba, abrió muy bien las piernas y yo ubiqué mi cara entre ellas y la saboreé por largo rato ya que su perfume y sabor me embriagaron de tal manera que no la podía dejar, el hombre mientras tanto nos observaba, dando claras muestras de que el solo hecho de vernos en acción ya era por si misma una importante fuente de placer, y le ofrecía su polla para que la chupara y ella la aceptaba gustosa dando claras muestras de que si bien cobraría por sus servicios los estaba disfrutando y mucho. Y lo chupó hasta que lo hizo acabar en su boca y como la única que no había tenido su orgasmo era yo, el amigo del camionero me comió el coño refregando su barba de dos días contra mi delicada piel dejándola muy irritada, perfecta para mis propósitos, ideal para que Javi más tarde la inspeccionara.
Una vez que nos despedimos, antes de partir rumbo a casa, cogí el móvil y llamé a mi acompañante, taxi boy, del hotel del otro día para pedirle una cita para el día siguiente y me la concedió encantado. Además de follar necesito hablar contigo para pedirte un servicio muy especial. Vale, respondió, mañana nos vemos y me lo cuentas todo.
Llegué a casa algo alterada, la experiencia con la mujer nunca había formado parte de mis fantasías, en los más de cinco años de masturbaciones y penetraciones simples y dobles y en estos últimos tiempos con amantes verdaderos nunca, repito, se me había ocurrido cruzarme con una mujer, ahora inesperadamente lo había hecho y lo había disfrutado de verdad, es más, tan poco tiempo después yo ya sabía que deseaba repetirlo.
Este día fui yo quien esperó con ansiedad la inspección ocular de mi marido así que inmediatamente después de cenar y de acostar a los niños me dirigí a la habitación y vestida apenas con un camisón de tela muy fina, casi transparente, que antes lo había usado encima de mis más recatadas prendas interiores, jamás completamente desnuda como estaba ahora, lo esperé no en la cama sino que de pie inclinada en noventa grados apoyando mis brazos sobre un mueble que remataba contra la pared con un enorme espejo, con mi coño y culo expuestos y preparados y con las tetas colgando libremente, muy fácilmente visibles. Desde esa posición podía ver muy bien a través del espejo la curvatura de mi espalda y la elevación de mi culo detrás el cual se ubicaría mi marido. Al lado de mis brazos deposité un nuevo pote de crema antiinflamatoria y un frasco de aceite muy fino de esos que se usan para untar la piel de los bebés.
Cuando Javi llegó y me vio esperándolo en esa posición y en ese estado no solo se sorprendió sino que acusó el impacto quedándose muy quieto y sin emitir sonido, observándome como si yo fuera una valiosa pieza de arte y esta vez tuvo el tino de callarse la boca y así en silencio se acercó tomó la pomada y comenzó a expandirla delicadamente y a conciencia sobre mis partes. Los dos sabíamos que las cosas estaban cambiando mucho más rápido de lo que jamás nos hubiéramos imaginado y los dos lo estábamos aceptando. Claro que él no sabía de mi doble vida pera a esta altura yo estaba convencida que debía intuir o imaginar que algo en mi se había modificado. Yo también lo veía distinto, mejor, con más apetito sexual del que jamás tuvo y con más madurez como para salir a conseguirlo dejando de lado todas las excusas que históricamente se había impuesto.
Mientras expandía la pomada desde atrás me sujetó por delante apoyando su mano sobre mi monte de Venus para inmovilizarme y poder accionar con mayor firmeza y al penetrar mi ano para expandir la pomada en su interior simultáneamente apoyó su dedo índice directamente a la entrada de mi canal vaginal de manera que ayudado por mis movimientos pélvicos ambos se fueron introduciendo y al quedar penetrada dactilarmente por ambos orificios no aguanté más y para evitar hacer cualquier barbaridad que me hubiera descalificado definitivamente, me puse a llorar. Nuestras miradas se encontraron en el espejo y no me preguntó por qué lloraba, tan solo me dijo necesito hacerte el amor. Le expliqué que aunque no correspondía que dijera esas cosas subidas de tono, propias de una mujerzuela, yo también necesitaba que lo hiciéramos, que esperara un día más que ya vendría el doctor y le pedí si no tomaría a mal pasarme el aceite sobre mi cuerpo. Lo hizo y me volvió loca al untar cada centímetro de mis piernas haciéndome llegar al clímax cuando apoyándome desde atrás y mirándome por el espejo metió sus manos embadurnadas de aceite por debajo del camisón y masajeó con mucho amor y maestría mi abdomen y el pecho tomando mis senos en sus manos haciéndome retorcer de placer.
Yo también usé el aceite. Tras dejarlo acariciarme a su gusto durante un buen tiempo giré, me arrodillé delante de él, derramé algo de aceite sobre mis manos y lo acaricié hasta llegar a su miembro y testículos que agarré con decisión y una vez más lo pajeé pero esta vez, al estar bien aceitadas, mis manos se deslizaron fluidamente haciéndolo gozar mucho más. Lo hice eyacular sobre mis tetas que seguían cubiertas por el camisón hasta la altura de los pezones, lo dejé relajar por completo y cuando lo noté sereno mirándolo a los ojos le pregunté si quería que lo bebiera. Me dijo que si, que lo deseaba con pasión. Entonces junté con parsimonia hasta la última gota de su semen y lo bebí, saboreándolo y expresando con mis gestos el deleite supremo que su sabor me causaba.
Mañana vendrá el doctor y veremos de ahí en más como continuaremos, dije, y no hablé más.