Toda una dama (2)
Me propuse saber cuan puta era y vaya si lo averigüé.
Si bien las horas se me hicieron eternas esperando que llegara el tan ansiado día de tener a dos machos a mi disposición, me sirvieron mucho para esclarecer algunas ideas en mi cabeza. Desde el primer día que comencé con mis cambios supe que el camino que emprendía no tenía retorno, tampoco deseaba que lo tuviera, por el contrario a esta altura tenia muy en claro que lo que deseaba con todas mis ansias era poder seguir liberándome para llegar a ser yo misma de una vez por todas.
Esto me llevó a preguntarme quien era yo realmente y quien era mi marido y desde el mismo instante en que me lo pregunté me di cuenta de que no tendría la respuesta inmediatamente sino que la debería ir elaborando al ritmo vertiginoso de los acontecimientos. Como primera medida decidí disfrutar de cada una de las situaciones que mi nueva vida me proporcionaba que eran muchas más que las que me podría imaginar en una etapa tan temprana. Empecé por reconocer ciertos impensados placeres como aceptar que hacer cornudo a mi marido a conciencia lo era, porque una cosa es hacerlo accidentalmente, sin querer, como consecuencia de determinadas circunstancias y otra muy distinta es hacerlo conscientemente, a sabiendas y disfrutarlo como una parte indispensable del juego perverso. Por eso en la segunda ocasión en que tuve sexo con el camionero no disimulé nada al llegar a casa y me mostré cínicamente como si nada, y lo miré a la cara mientras cenábamos y le dije desde mi interior, no con palabras pero con la mirada y con gestos, cornudo, eres un cornudo por que yo lo decido así, eres un cornudo porque disfruto cuando una verga que no es la tuya se abre camino entre mis pliegues hasta hacerme estallar.
Con respecto a mi persona pensé que debía decidir cuan puta o cuan señora era. A esta altura no tenía para nada claro si era apenas puta, puta o muy puta o si era, o no, una dama en el mejor sentido de la palabra. No lo sabía realmente pero me sentía muy segura de querer averiguarlo y la ocasión la tenía al alcance de la mano, solamente debía esperar el siguiente encuentro con el camionero y su amigo. Finalmente el día llegó.
Era lunes. Salí de casa vestida con la misma ropa que usara el día anterior para ir a misa con Javi y los niños. Un pantalón negro bien holgado sujeto a la cintura con un cinturón de la misma tela y por lo tanto del mismo color, camisa de seda gris abotonada hasta el cuello y un sacón de un color marfil muy pálido largo hasta mis rodillas, zapatos de taco bajo y una boina muy simpática que hacía juego con el sacón. Al no llevar nada de maquillaje cubrí mis ojos con unas gafas de sol que me dieron un aspecto interesante, parecía una actriz madura huyendo de cronistas del espectáculo. Para hacerlo más emocionante salí al mismo tiempo que mi marido y cuando me preguntó adonde iba no le respondí, le di un cálido beso en la mejilla, subí a mi coche y me alejé. Si pensó o sospechó algo no lo sé, tampoco me importó, pero reconozco que disfruté la sensación de plenitud que me provocó hacer lo que me daba la gana.
Treinta kilómetros afuera de la ciudad detuve el coche en una gasolinera y portando una bolsa que tenía preparada me dirigí a los lavabos. Estaba muy emocionada, comprendía hacia donde me dirigía y quería disfrutar cada momento desde antes del encuentro con los hombres de la misma manera que tenía previstas algunas cosillas para después. Apoyé la bolsa sobre la mesada, saqué la ropa que me pondría y la colgué de un perchero, luego, lentamente, me fui desnudando quitando de mi cuerpo prenda por prenda, comenzando por el sacón y al terminar por las bragas quedé totalmente desnuda y dispuesta a maquillarme sin importarme cuanto tiempo demoraría o si alguien entraba y me encontraba como dios me trajo al mundo. Sentirme sin ropas en territorio público me excitó especialmente y cuando me agachaba para acercar la cara al espejo notaba que los músculos de mis piernas se tensaban y que mis nalgas se abrían, exponiendo especialmente mi coño depilado a cualquiera que se ubicara a observar por detrás.
Durante la media hora que estuve en el baño entraron varias mujeres que me miraron escandalizadas y yo, lejos de amedrentarme, continué indiferente con mi tarea disfrutando por saberme contemplada pero por sobre todas las cosas por sentirme juzgada por quienes intuía que jamás se atreverían a dar los pasos que yo estaba dando. Luego de un rato entró un hombre, seguramente advertido por la esposa que seguramente le habrá dicho no sabes la loca que hay en el baño, completamente desnuda la muy desfachatada y con un cuerpazo que no lo podrás creer, y el tío haciéndose el distraído le habrá dicho que iba al baño y por equivocación se metió al de mujeres, me encontró y casi se desmaya al ver que en lugar de cubrirme me paré frente a él y con una sonrisa le dije me parece que te has equivocado, guapo. Luego de este episodio que me divirtió muchísimo me calcé la tanga más breve que pude comprar, por detrás era tan solo un hilo que dejaba mi culo completamente expuesto, y un vestido bien escotado y muy breve, no me llegaba a la mitad de los muslos, sin sostén, iba desnudita como quien dice, apenas si cubrí mis hombros con una chalina transparente ya que estaba algo fresco. Veinte kilómetros adelante llegué a mi meta pudiendo comprobar desde unos metros antes que mi camionero me esperaba y a su lado un hombre maduro, mayor que él pero con una presencia que hubiera hecho derretir a más de una, no dejaba dudas de que se trataba de su amigo. No me dejaron entrar al comedor, mientras cien ojos nos seguían sin perder ningún detalle me llevaron directamente al camión y ambos me ayudaron a subir contemplando desde abajo el panorama de mi culo desnudo y la tela del tanga, que bien observado se vería ya muy mojado.
Una vez adentro de la cabina del camión me llenaron de elogios y piropos resaltando especialmente lo insinuante y provocativa que se me veía, lo que me hizo sentir más que bien agregando un poco más de calentura a mi creciente excitación. Quedé sentada al medio, entre ambos machos, con las piernas completamente descubiertas, los pechos que parecían salirse del escote y los brazos apretados entre las piernas ya que por el momento no tenía otro lugar adonde ubicarlos. El amigo, que no sabía muy bien como actuar, intentó comenzar una conversación demostrando alguna educación y buenos modales pero yo no lo dejé continuar, tomé con ambas manos su cara y le acerqué mi boca para que me besara porque yo alucinaba con este señor desde el mismo instante en que se apareció en la nebulosa de mi fantasía y lo deseaba aún antes de conocerlo, por suerte el hombre no se amilanó y prendiéndose a mis labios metió su lengua tan adentro de mi boca como pudo, moviéndola de un lado a otro y chocándola contra mi lengua lo que me produjo tanto placer que debí ubicarme mejor, algo de costado, para poder cruzar mis brazos alrededor de su cuello para besarlo mejor y chupar su lengua mientras el otro al encontrar mi culo ladeado me metía mano a los cachetes y los dedos bien adentro como para que me fuera enterando de lo que me tenían preparado. Antes de llegar al hotel todavía tuve tiempo para reflexionar que esta situación era muy parecida a la que vivía desde hacía un par de años con mis consoladores que los necesitaba a diario y supe entonces que esa tarde disfrutaría muchísimo pero que al día siguiente necesitaría más, mucho más.
Al ingresar a la habitación del hotel me sentí toda una mujer experimentada y me dije pensar que hace solo quince días ni se me hubiera ocurrido que podría juntar tanto coraje, pero había seguido un impulso y hasta este momento estaba encantada con el paso dado. En cuanto entramos los dos hombres me abrazaron, el camionero por delante y su amigo por detrás apoyando su paquete entre mis nalgas y haciéndome sentir que lo que tenía ahí guardado era algo importante por tamaño y por su manera de funcionar porque ya a esta altura inicial de nuestro encuentro estaba completamente erecto ostentando una dureza comparable a la de un garrote de piedra. Me apoyaba y al mismo tiempo me besaba el cuello y metía sus manos adentro del pequeño vestidito y agarraba mis tetas, que le cabían adentro de sus manazas, las apretaba completas y luego en un efecto de pinzas pellizcaba mis pezones haciéndome gemir de dolor y por lo tanto de placer. El camionero mientras tanto me besaba profundamente en la boca, cosa que no había intentado hasta ese día pero como me había visto recibir de buena gana a su amigo se animó y lo hizo, muy bien por cierto, tenía una boca fresca y deliciosa con sabor a café, y simultáneamente pasaba sus hábiles dedos por la cara interna de los labios mayores de mi vagina, se acercaba al clítoris efectuando un movimiento circular que me volvía loca.
Un rato después, cuando decidí que ya eran bastantes los preparativos, comencé a descender por entre sus piernas y mientras lo hacía ellos iban jalando mi vestido hacia arriba de manera que cuando llegué a ponerme en cuclillas ya estaba completamente desnuda, exceptuando los zapatos y el pequeño hilo dental. Aflojé sus cintos, bajé sus cremalleras y liberé, primero uno y luego el otro, sus miembros y me quedé maravillada cuando comprobé que el del amigo era enorme y se veía delicioso. No perdí ni un segundo, cogiendo ambas vergas una en cada mano las fui metiendo alternativamente en mi boca lamiéndolas, chupándolas, acariciándolas, pajeándolas hasta lograr hacerlos jadear y al ver que sus respiraciones se aceleraban descendí un poco más para lamer sus huevos y me deslicé un poco más hacia atrás hasta pasar mi lengua por sus culos lo que provocó que ambos emitieran sonidos guturales que no evidenciaban otra cosa que un profundo placer.
Cuando se hartaron de que los lamiera y chupara me tumbaron sobre la cama boca arriba, abrieron muy bien mis piernas y el mayor de ellos acercó su cara a mi coño, olfateó por un instante, como cualquier animal haría antes de penetrar a su hembra y hundió su boca contra mi raja haciéndome sentir una sensación jamás antes sentida (nunca me habían lamido el coño), en el momento que comenzó a pasar su ardiente lengua por mis paredes provocando un estremecimiento que me llevó a gritar y suplicar ¡basta, basta por favor!, más, por favor sigue, sigue así, no, detente que no aguanto, para por favor, no, sigue, sigue, ay, ay. Entusiasmado, su amigo el camionero, se ubicó por detrás empujándome para que quedara de costado de manera que me dejaron ladeada con las piernas muy bien abiertas, una de ellas muy estirada hacia arriba, y mientras uno me lamía la concha el otro se deleitaba y me enloquecía pasándome la lengua por el ano. Juro que jamás podré describir correctamente la enorme sensación que la doble mamada me provocó pero puedo asegurar que unos minutos después estaba completamente dispuesta a follarme brutalmente a cada uno de ellos y a ambos al mismo tiempo tal como hacía con mis consoladores y como lo había soñado durante mis fabulosas pajas.
Inmediatamente después de llegar a mi tercer orgasmo, les iba ganando tres a cero, les pedí que se ubicaran boca arriba sobre la cama y entonces colocándome a horcajadas, en cuclillas, me subí primero al camionero y ayudada por mi mano froté por unos segundos la cabeza de su verga varias veces por la abertura de mi coño lo que hizo que penetrara hasta el fondo con extrema facilidad ayudada por la gran inundación que provocaban mis flujos. Una vez adentro contraje mis músculos lo más que pude y comencé un sube y baja rítmico y acompasado, sin prisa pero sin pausa mientras él se aferraba con fiereza a mis melones y el otro, tirándome del cabello elevaba mi cara hasta poder meter su pija en mi boca, hasta hacerlo eyacular. No fue casualidad que eligiera primero al camionero, lo que sucede es que su miembro era considerablemente más pequeño que el del otro. Una vez terminada la primera parte de mi faena me paré con las piernas bien abiertas, una a cada lado del amigo del caminero y mientras me miraba, descaradamente, con su bóxer y sin ningún tipo de pudor sequé los líquidos que inundaban mi vagina y entonces lentamente bajé hasta ensartarme la enorme pija que a pesar del entrenamiento previo y de la abundante lubricación costó bastante hacerlo entrar provocándome un dolor intenso que me llevó al máximo placer de la jornada, aunque luego descubriría que se trataba solamente del comienzo. Cuando sentí que había entrado toda no me hizo falta apretar los músculos ya que así como estaba, relajada, se sentía plenamente que ocupaba completamente mi vagina. El hombre debió haber sentido algo parecido, me refiero a su aparato bien apretado, ya que con pocos movimientos de sube y baja explotó en un orgasmo que me hizo sentir que su chorro de leche muy caliente me llegaba muy adentro, dejándome absolutamente complacida.
Luego de un breve descanso les pedí, y esto de decir las cosas claramente sin rodeos es otro de los placeres descubiertos, que me penetraran los dos al mismo tiempo, uno por adelante y el otro por detrás. El amigo del camionero me preguntó si estaba segura de querer meter su polla en mi culo y le respondí que no se preocupara por mí ya que estaba dispuesta a todo. Se las estuve chupando un rato hasta lograr que nuevamente estuvieran listas para la acción y enseguida me tendí sobre el camionero apoyando las tetas sobre su pecho y me metí su pija en el coño que entró completa hasta los huevos. Quedé con el culo bien parado, expuesto e indefenso, listo como para que mi preferido lo perforara, cosa que no tardó en ocurrir ya que enseguida apoyó su cabezota contra mi esfínter que, debo decirlo, ya estaba bien acostumbrado a las dilataciones, empujando hasta colocarlo todo de un solo empujón, dejándome sin aliento y arrancándome luego de los primeros instantes en los que reinó un silencio total un grito tan desgarrador que temimos que vinieran de conserjería para ver si en ese cuarto no estaban asesinando a alguien. Les supliqué que no se movieran por unos minutos tras los cuales empezamos sin darnos cuenta un movimiento rítmico tan bien llevado que parecía que lo hiciéramos siempre o que lo hubiéramos estado practicando y fue maravilloso porque tras unos largos minutos de movimientos de mete y saca muy bien acompasados los tres llegamos simultáneamente a un orgasmo tan intenso que jamás olvidaré.
Quedé muy satisfecha, plena, con una felicidad muy difícil de comparar con ninguna otra. Otra vez me quedé sin las bragas que pasaron a engrosar la colección de mi amigo camionero y apenas cubierta con el mini vestidito emprendí el regreso a casa. A mitad de camino detuve el coche, ingresé nuevamente a los lavabos, me desnudé sin preocuparme de nada como si estuviera en el baño de mi casa y me dispuse a quitar el maquillaje de mi cara con las cremas que había previsto llevar. En eso estaba cuando entró al baño un joven de unos veinte pico de años. Enseguida me di cuenta de que este no venía haciéndose el confundido como el de la tarde, su mirada perdida en mis carnes no me dejaban dudas que me tenía en la mira y no me dejaría escapar. Sin decir agua va se acercó por detrás, tironeando de mi cabello logró que arqueara la cintura, sacó de entre sus ropas una verga extremadamente dura y me la metió de una vez moviéndose alocadamente motivado por su locura del momento y por mis palabras que lo alentaban a seguir fallándome sin contemplaciones por todo el tiempo que quisiera. Terminó de follarme, pasó su lengua por mi mejilla derecha dejándola empapada de saliva me pegó una fuerte palmada en el culo y se marchó acomodándose la ropa mientras caminaba hacia afuera. Quedé rebasada por la situación, venía de coger por casi tres horas con dos buenos amantes y ahora un completo desconocido me follaba en menos de tres minutos saciándose solamente él, sin importarle lo que yo pudiera sentir, entonces mirándome al espejo me dije, eres muy puta, no lo dudes, y lo seguirás siendo.
Llegué a casa vestida como había salido, besé a mis hijos y a mi marido, preparé la cena y comimos amorosamente en familia tratando temas del día y de interés común como todos los días. Antes de terminar le pedí a Javi que no se durmiera, que quería mostrarle algo en el dormitorio, allí fuimos y cuando estuvimos solos cerré la puerta y le dije:
- Cariño, siento una molestia por ahí abajo,
- ¿abajo?
- Sí, abajo, en el coñito, y ruborizada bajé la vista demostrando mi vergüenza
- ¿Te duele?
- Algo, y en la colita también, ¿podrías mirarme para ver si encuentras algo anormal?
- Bueno querida, yo no soy médico ¿Cómo me daría cuenta de que algo no es normal?
- No sé, tal vez esté un poco irritado dije con voz melosa apenas audible
- Bueno, si tu quieres
Acto seguido me bajé el pantalón y me agaché para que me mirara desde atrás, resultaba muy evidente que no llevaba mis bragas.
- Te has depilado toda, me dijo sorprendido
- Es que me lo ha pedido el médico
- ¿Por qué te ha pedido que te depiles?
- ¿Recuerdas lo de los flujos?
- Cierto, tienes razón
- Fíjate por favor, a ver si encuentras algo
Y mi marido se fijó responsablemente, a conciencia como él hacía las cosas y al hacerlo desde atrás no solo pudo examinar mi chochito sino que también vio el agujero de mi colita y sus alrededores.
- Mira, lo tienes un poco coloradito
- ¿El coñito?
- El coñito y la colita también
- Ay dios, ¿tendré algo malo?
- También está toda la zona mojada, como si hubiera exudados
- No me asustes, mi vida
- No debes preocuparte mi amor, lo que debes hacer es ver al doctor
- Si mi cielo, mañana mismo iré pero ahora ¿me pasarías una cremita anti inflamatoria?
- Si, enseguida
Y disfruté como loca viendo de la manera que humillaba a este novel cornudo, que no se enteraba que estaba siendo humillado así como no sabía nada acerca de la hembra que tenía por esposa.
Al día siguiente dije que iba al médico y comencé a disfrutar una nueva historia
Gracias por los comentarios, me han ayudado mucho. Esperaré con ansiedad los referidos a esta nueva entrega.