Tócame Sara

Sara y Manuel dejan el bar y sevan de fin de semana con otra pareja.

TÓCAME SARA

Por fin un respiro. Íbamos en nuestro todo terreno, mi marido Manuel, su amigote Pedro y su esposa Carmen, o Mamen, como la solíamos llamar los más allegados. Nosotros habíamos dejado el bar atrás y ellos sus oficinas. Desde que teníamos el bar que apenas habíamos salido en plan escapada y ya hacía bastante tiempo de la última vez. Por supuesto a mi y a Mamen no nos entusiasmaba ir de pesca con los maridos, pero era la excusa perfecta para salir unos días de acampada y hacer algo diferente.

Nuestros maridos se habían aliado para no confesar donde íbamos de pesca y acampada unos días. No sabía donde iríamos y aunque las intenciones eran de ir lejos, me daba igual. Tenía ganas de respirar naturaleza. Era bastante temprano cuando salimos y todo había sido planeado en poco más de un día, así que al rato paramos en una estación de servicio para que los hombres bajaran a por unos repuestos de comida, bebida y utensilios de última hora. Nosotras salimos a estirar las piernas.

  • "¿Al final habéis cerrado el bar?" – preguntó Mamen de forma amigable

  • "Bueno... ¿recuerdas que te comenté que habíamos encontrado a una chica japonesa que nos ayudaba bastante?..." – empecé mi respuesta que fue cortada

  • "Eiiii bombones!!" – gritaron unos chavales que pasaban con su coche por allí cerca, mientras hacían gestos obscenos.

Rápidamente, Mamen que era muy impulsiva les enseñó su tremendo escote y les dio un corte de mangas. Reímos a gusto. El coche de los chavales paró por allí cerca y nos miraban. En ese momento volvían Manuel y Pedro, y los chavales salidos se largaron apresuradamente. Reanudamos el viaje y subimos juntas detrás.

  • "¿Qué me dijiste de la chica esta que contratasteis?" – continuó Mamen

  • "Nada, que parecía muy de confianza y llegué a ofrecerle que abriera el bar ella misma, aunque fuera unos pocos ratos, pero prefirió no tener esa confianza" – expliqué

  • "Ah! Pues mejor, nunca se sabe, confías muy rápido en la gente" – me recriminó

  • "Ehhhh!!!" – le grité intentando darle un empujón a su brazo, pero ella se giró y le aplasté uno de sus pechos blanditos.

Por cosas del destino, el reloj se me enganchó en la tela de su escote y mi mano quedó al revés y pegada a uno de sus grandes pechos. Estiré y salió un hilillo – "Mierda, si estiro te deshilacharé todo" - reímos las dos por la situación – "Espera, pon la mano así" – dijo ella y ayudándome, mi mano se deslizó dentro de su escote sobre su teta. Pude sentir el calor de su pecho y el tacto de su pezón a través del fino sujetador. –"¿Que hacéis por ahí atrás? No hagáis nada sexy sin nosotros" – dijo Pedro simpático, mientras yo me sentía entre incomoda y excitada. Era algo extraño, una sensación muy erótica para mi ser. – "Cállate y sigue hablando de pesca" – le soltó Mamen a su marido con aire gracioso y dominante al mismo tiempo.

Mamen había conseguido soltar el hilo - "Ves… ya está" – y mi mano volvió sobre mi pierna, sintiéndose sola y necesitada de calor. Mamen me miró y siguió hablando de algo que no escuché. ¿Pero que me pasa? Soy una mujer casada, madura, tengo 37 años y un marido y soy feliz…. Y ella… ella tiene dos años menos que yo y está casada y… y… y se cuida más que yo y es muy guapa y sus enormes pechos… ¿Pero en que estaba yo pensando?

Se había hecho más de mediodía y aún quedaba un rato de camino. Nos detuvimos en u restaurante de carretera que tenía buena pinta. Nos sentamos a comer algo. Era un lugar bastante correcto y caro para ser de carretera, pero nos vendría bien un poco de lujo antes de cocinar en naturaleza. Y después del postre – "Tengo que ir al baño" – dije – "Espera, te acompaño" - dijo Mamen.

Nada más entrar a los baños ella me dijo – "¿Qué te pasaba antes en el coche?" – aquello me cortó mentalmente – "¿Qué dices? Nada" – fue lo único que acerté a decir y me metí en una de las puertas a mear. Al terminar salí con un – "¿Seguro que nada?" – de Mamen – "Seguro" – dije yo incapaz de afrontar la verdad. Me cogió la mano y la movió acariciando su teta – "¿No fue esto?" – me soltó con su habitual desparpajo. Aparté mi mano rápidamente como si tuviera miedo de que pasara algo. Nos miramos en silencio durante unos segundos las dos y sentí como sus ojos negros azabache me atravesaban.

Decidí salir del baño y al salir salió ella también cogiéndome del brazo y deteniendo nuestras miradas de nuevo – "Para mi es importante saberlo" – dijo sujetándome fuerte – "¿Pero como va a ser importante saber…?" – Huí de mi verdad sin éxito, pero me salvaron – "¿Saber que? Venga chicas que aún nos quedan unas horitas" – dijo mi marido Manuel. Ya habían pagado la cuenta y salimos al coche los cuatro. El siguiente tramo del camino se volvió un poco más silencioso, aunque poco a poco fue mejorando. Nos adentramos por un camino de piedras –"Llegamos tarde pero llegamos" – anunció Pedro.

El paraje era precioso, un bosque bastante cubierto y sombrío, pero muy verde. Un río de agua clara cerca y un lago un poco más lejos con vistas a montañas. Al lago es donde pretendían ir ellos a su pesca. Se veían cabañas a lo lejos en las montañas. Ya empezaba a oscurecer, así que montamos rápidamente tres tiendas de campaña. Una para ellos, otra para nosotros y otra para dejar los trastos de todos. Mamen y yo cocinamos con el hornillo de lo que trajimos, porque aún no teníamos esos superpeces que nos iban a pescar. Nos pasamos la noche riéndonos de ellos de nuevo juntas. Después de cenar nos echamos todos un rato a observar las estrellas y la media luna rojiza antes de dormir. Era una noche fabulosa.

Nos fuimos pronto a dormir por ellos que querían levantarse temprano para ir al lago a despertar a los peces. Aunque me cuesta dormir fuera de casa, esa noche dormía bastante a gusto. Antes de las cinco de la mañana oí a mi marido Manuel que se había levantado. Hablaba con Pedro, se iban realmente temprano y yo que apenas pude abrir los ojos me di media vuelta y a dormir de nuevo.

El sol se empieza a percibir a través de la tienda ¿Será tarde?... Me pesa la cara… ah es la mano de Manuel… ¿Manuel no se había ido?... Entreabro un ojo rápidamente ¿Qué hace Mamen aquí? Parece bastante dormida. Me levanto sigilosa y voy a preparar algo de café para desayunar, aunque son casi las once. Preparo de más por si se despierta ella ¿pero que hacía en mi tienda? Empiezo a tomármelo cuando Mamen asoma la cabeza desde mi tienda.

  • "¿Estas son horas de despertar a la gente?" – dice ella con un ojo entrecerrado

  • "Son más de las once dormilona" – informo con serenidad mientras ella sale

  • "Sara, estoy cacho perra" – dice mientras se mira una teta que casi se le ha salido de la camisa de pijama

  • "¿Cómo dices?" – dije malpensando un poco lo que había oído

  • "Que no tenía ganas de levantarme" – dice ya de pie, mientras sonríe con pereza

  • "Venga, que hay café para ti también" – le acerco un vaso de plástico – "…y por cierto, ¿Cómo es que estabas en mi tienda? No recuerdo haberte oído"

  • "Ah, es que no me gusta dormir sola, y menos en un lugar como este, así que cuando Pedro se levantó me trasladé y tú estabas dormida, así que no te dije nada. Espero que no te haya molestado, yo es que me muevo mucho…" – ya no paraba de hablar, así era ella cuando se animaba

Pronto sería la hora de la comida y no sabíamos si ellos se habrían llevado algún bocadillo, así que preparamos unos sándwiches y algo de picar, y fuimos a dar un paseo las dos, a ver si llegábamos al lago para verles pescar y comer todos juntos. Cogimos un atajo diferente al día anterior, por ver más paisaje y lo vimos. Al otro lado del riachuelo había un estanque de agua clara precioso y a Mamen le dieron ganas de nadar.

Yo le recordé que me había dejado el bikini en la tienda de campaña, pero ella lo llevaba puesto y se volvió insistente. En poco segundos había caído al suelo su pantalón corto y su camiseta mostrando un bikini amarillo aprisionando sus voluptuosos pechos y su terso trasero. Volví a insistir en que se bañara ella si le apetecía y ella me hizo caso y se metió en el agua. Se dio un par de chapuzones y yo me quedé mirando unas pocas nubes que había en todo el cielo.

De repente me llegaron a los pies sus dos partes de bikini mojadas que ella había lanzado – "¿Ves? Yo tampoco tengo bikini" – sonrió de forma pícara – "Venga, métete que aquí no viene ni Dios que nos vea" – el agua clara dejaba ver sus pechos apenas sumergidos y las ondas enturbiaban su sexo, al que prefería no mirar. Me sentí con una presión interna que no entendía cuando ella se acercó a la orilla de nuevo y me cogió los pies para quitarme las zapatillas.

Al final me convenció para sentarme en la orilla y meter las piernas en el agua y así hacerle compañía. No sé porque me dejé llevar, me sentía incomoda negando mi propia excitación. Se acercó más y sus senos desnudos rozaban mis rodillas al nivel del agua. Me recosté hacia atrás observando el buen día escaso de nubes mientras ella me hablaba de no sé que historia sobre una vecina suya, que apenas escuché. Sus manos se deslizaron suavemente desde mis rodillas hasta mis muslos, llegando al borde del pantalón corto.

Me llené de una sensación relajante y se me erizó la piel cuando sus manos acariciaron mis muslos de forma más interna. Sentí una terrible excitación de nuevo y pánico por lo que podría pasar si me dejaba llevar. Me levanté de repente y seguimos hablando como si nada. Continuamos el camino y encontramos a Manuel y a Pedro charlando de sus cosas mientras seguían con la caña de pescar floja y pocos peces. El resto del día transcurrió animado con una sesión de chistes y juegos de cartas.

Estábamos todos un poco cansados y nos acostamos pronto. La noche era calurosa y no podía conciliar el sueño. De buena mañana Manuel se vistió y salió de la tienda para irse con Pedro como el día anterior y a los pocos minutos se abrió la tienda de nuevo. Entró Mamen – "Estás despierta" – dijo en voz baja. Asentí con mi cabeza recostada sin decir palabra. Se dejó caer a mi lado, muy cerca y nos quedamos mirándonos con una media sonrisa y cara de felicidad. ¿Yo era tan feliz estando a su lado? Aquello me gustaba.

Sin poder evitarlo la miré de los pies a la cabeza y ella hizo lo mismo. Las dos estábamos con camiseta corta y fina de pijama, y en bragas. El color azul pastel le sentaba estupendo. Acarició mi mejilla y cerré los ojos atrapando su mano sobre mi cara. Su mano se poso sobre mi cintura dejando caer poco a poco sus dedos entre mi espalda y mi trasero. Me sentí invadida de un sopor de amor, como hacía mucho que no recibía –"Abrázame" – dije sin pensar. Y ella se acercó más a mí y me abrazó.

Sentí su respiración a escasos milímetros de mi boca. Quería besarla pero en mi interior algo me decía que no debía hacerlo, que sería una confusión. Me abrazó aún más fuerte y nuestros pechos quedaron separándonos y aprisionándonos al mismo tiempo. Mis labios estaban rozando su mejilla. Le di un beso muy suave – "Buenas noches" – fue lo único que me atreví a decir – "Buenas noches Sara" – dijo ella en voz baja respondiendo a mi susurro.

Tuve calor esa noche, pero ninguna de las dos nos despegamos y dormimos abrazadas hasta muy tarde. No habíamos hecho nada demasiado sexual que yo recordara, pero me desperté mojada. El sol ya empezaba a molestar dentro de la tienda y salí a que me diera el aire. Ella seguía dormida, parecía que había dormido más que yo. Llegamos más tarde a la comida en el lago con ellos.

  • "¿Que hacían estas preciosas monadas a estas horas para llegar tan tarde a alimentar a unos pobres pescadores?" – dijo Manuel que era muy galán siempre con las mujeres. Creo que por eso me casé con él.

  • "Vete tú a saber que clase de cochinadas" – contestó Pedro rápidamente riendo

  • "Que sabréis los hombres de nuestras cochinadas" – dije yo muy femenina cogiendo a Mamen de la cintura que estaba sorprendida.

  • "Uuuuuh… yo pagaría por ver eso" – dijo Pedro, siempre en tono picante

  • "Saca la pasta" – respondí, asombrando aún más a Mamen y haciendo que todos riéramos. Inocentes ellos

-"¿Había hecho esto antes?" – dijo Mamen en voz baja para que no la oyeran

-"¿Esto? ¿El que?" – pregunté intrigada por su tono silencioso

  • "Dormir así con otra mujer" – dijo muy despacio

  • "¿Y tú?" – pregunté mientras aún negaba con la cabeza

  • "Cuando era más joven. Ya te contaré un día con más… tranquilidad" – confesó después de afirmarlo.

Aquel día nos lo pasamos muy bien y la complicidad entre Mamen y yo fue tal, que creo que las dos esperábamos ansiosas la siguiente noche juntas. Al menos yo así lo sentía. Y llegó. Llegó la hora de la madrugada en que los maridos se iban y nos quedábamos solas. Pero esta vez esperé y Mamen no aparecía. Me había sentido por un momento preparada para llegar a más con ella, pero mi mente empezó a dar vueltas al asunto. ¿No le apetecería dormir hoy conmigo?. No venía y me sentía frustrada al tiempo que excitada. Quizá se había dormido esta vez, estaría muy cansada.

Después de unos veinte minutos, decidí asomar mi cabeza por su tienda de campaña –"Estaba esperándote" – dijo para mi sorpresa. Sonreí y me acerqué a gatas para darle un beso de buenas noches antes de acostarme, pero mi beso rozó ¿erróneamente? la comisura de sus labios y ella no desaprovechó el momento. Nuestros labios se abrieron dando paso a nuestras lenguas y fundiéndonos en un beso realmente húmedo. Yo que aún seguía a gatas, sentí sus manos colarse por la anchura de la camiseta para atrapar mis pechos.

Me recosté a su lado sin dejar de besarnos. La abracé por la cintura y me desplacé con mis manos hasta su espalda. Los besos se volvieron fuertes y apasionados. Ya no nos besábamos, nos comíamos. Respiramos y nos miramos a los ojos – "Me gustas. Me gustas mucho. Tócame Sara." – sonreí excitada – "Es la primera vez que te lo digo fuera de mis sueños" – y atrapé su boca de nuevo. Mis manos se adentraron en su camiseta forzosamente en busca de sus enormes pechos.

Ella se despojó rápidamente de la camiseta y sus grandes aureolas de pezones erectos fueron victimas de mi lengua. Ella agarró mi mano y la llevó entre sus piernas. Sus bragas estaban realmente mojadas. Apretó fuerte sus muslos moviéndose al tiempo que tocaba mi culo. Mi mano aprisionada solo movía un par dedos que introducían la fina tela mojada de sus bragas en su rajita. Se movió más fuerte y suspiraba – "Tócame Sara. Tócame Sara.". Yo estaba muy caliente.

Liberé mi mano, bajé sus bragas y froté su vulva de terciopelo sin parar. Soltó un gemido ahogado y mi mano se vio empapada. Me lamió la mano, y se dio la vuelta. Su vagina mojada cubría ahora mis labios y se dejaba abrir fácilmente por mi lengua inquieta. Sentí mis bragas deslizarse y aquello me puso a mil. Su lengua recorría mi sexo arriba y abajo mientras sus manos lo abrían. Aquel fruto era suyo, quería entregárselo y se lo di entero. Jugó con mi sexo como quiso, me dejé llevar por la locura que me empujaba desde mi interior. Su lengua, sus dedos, mi humedad, todo se confundía. Y seguí lamiendo entre sus piernas con los ojos cerrados. Mi respiración entrecortada desvelaba que estaba apunto de salir de mi propio cuerpo. Y como un ángel liberado, un torrente de placer invadió mi ser durante unos segundos preciosos en interminables. Nunca olvidaré aquella acampada irrepetible.