Toby, mi perro querido (3)

Como mi perro Toby me inició en las delicias del sexo, que luego compartí con mi amiga Ana.

Cuando mis padres regresaron, lamentablemente, tuve menos oportunidades de practicar el sexo con Toby. No quería ni pensar que pasaría si me pillaban en plena faena, así que no me atrevía a hacer nada, a no ser que estuviera sola en casa. Con mi padre no tenía problema porque siempre regresaba tarde a casa, pero mi madre solía estar siempre allí, y cuando no estaba, yo estaba en el colegio.

La única solución que me quedó fue hacerlo por las noches. Como Toby dormía en mi cuarto no era difícil. Lo difícil era aguantarme las ganas hasta que mis padres se quedaban dormidos. Además, tenía que aguantarme los deseos de gritar y gemir, porque me habrían oído. seguro. Descubrí que lo mejor era meterme un calcetín en la boca, de forma que mis quejidos de placer quedaban ahogados.

Otra cosa que me preocupaba era que Toby tratara de chupármelo, o incluso de montarme delante de mis padres, pero pronto se acostumbró a nuestra rutina. El solito aprendió que sólo debía tratar de hacerme algo cuando estábamos solos, nunca cuando había alguien más en la casa. Claro que en cuanto notaba que estábamos solos se acercaba a mí y empezaba a olisquearme entre las piernas, gimiendo bajito, pidiéndome guerra. Lo hicimos tanto y tanto que nada más ver como empezaba a desnudarme, se le ponía tiesa, no tenía ni que tocarle. Yo también me ponía caliente al verle excitarse sólo por verme un poco los pechos, o por mostrarle mis pantaletas. Me encantaba ponerle caliente. A veces, estando solos, me quitaba los pantis e iba por la casa con el coño al aire, poniéndole a reventar, pero sin dejarle que me tocara. El me seguía por toda la casa, con la polla tiesa, gimiendo, suplicando que le dejara, y claro, yo no duraba mucho tampoco. Al poco rato ya estaba de rodillas en el suelo, en cualquier parte de la casa, con Toby encima dándome gusto.

Pronto, encontré otra postura para hacerlo con él. Como mi cama es bastante bajita, pensé que quizá podría montarme estando yo tumbada de espaldas en la cama, así que un día traté. Me senté en el borde de la cama, completamente desnuda, pero con las piernas juntas. Toby estaba ya desesperado tratando de alcanzar mi sexo. Abrí las piernas y él se acerco y, como siempre, empezó a darme gusto con su lengua maravillosa. Como esa era la postura que solíamos tomar para que me comiera, no trató de follarme, que era lo que yo quería probar. Así que, después de gozar un rato, le cogí por las patas delanteras, le aupé hacia mí, y me dejé caer sobre la cama. Él quedó encima de mí, entre mis piernas, con sus patas apoyadas en la cama junto a mis hombros. Al principio la postura le extrañó, y se quedó quieto sin saber qué hacer, pero yo ya sentía la puntita de su miembro rozando la parte interna de mis muslos, así que levanté las rodillas, le agarré por la espalda y jalé hacia mí, haciendo que se pegara a mi cuerpo. Su polla quedó justo en el sitio preciso, apretada contra mi ansioso conejito. Ummmm! Era riquísimo! Él no necesitó más: con aquel movimiento lento pero firme que me encantaba empujó con sus caderas hacia delante y me la entró hasta el mero fondo.

Aunque me había follado ya tantas veces, aquella primera clavada de su potente miembro siempre me daba una sensación de partirme por la mitad, y a la vez una calidez y plenitud que me hacían marearme de gusto. Con un poco de trabajo y mucha paciencia, le enseñé a quedarse quieto un ratito después que me la metía, para poder disfrutar bien de la sensación de tener su virilidad dilatándome el chichi. Estaba taaan duro! Y tan caliente... A veces me corría nada más que con eso. Sin movernos, solo con tenerla dentro. Cuando le decía “fóllame, Toby, fóllame” él empezaba su vaivén enloquecedor, me culeaba con fuerza y con un ritmo constante y parejo, y ya la cosa no paraba hasta que se corría dentro de mí, llenándome toda con su leche y, mientras tanto, haciendo que yo me viniera como loca varias veces.

A veces, cuando él buscaba mi agujerito con su miembro, me rozaba el ano, y un par de veces, sintiendo el hueco, trató de metérmelo por ahí. Pero aquello me daba un poco de miedo, porque pensaba que debía doler un montón, y nunca le dejé. Sin embargo la idea fue atrayéndome cada vez más, tenía curiosidad de sentir aquella nueva sensación, y un día me decidí a hacerlo.

Estábamos solos en la casa, por si acaso me dolía mucho, no fuera que mis gritos alertaran a mi madre. Me desnudé, lo que hizo que Toby se pusiera como una moto, y me unté un montón de vaselina en mi culito, metiéndome un poco el dedo por dentro. Luego, poco a poco, me metí dos dedos, para ensancharlo un poquito. También le unté una buena cantidad a él en su aparato, que ya estaba totalmente dispuesto a la faena. Me tumbé en la cama y abrí mis piernas, dispuesta a probar como, por primera vez, me la metían por el culo. Él, sin siquiera intentar chupármelo, se tiró encima de mí. Empezó a moverse buscando por donde empalarme, y yo le agarré la polla con la mano, la dirigí hacia mi culito y, sin soltársela, hice un poco de presión hacia dentro. La vaselina facilitó la entrada de su puntita en mi ano. Todavía no me dolía para nada, al contrario, se sentía muy rico. Él se apretaba contra mí, tratando de meterla toda, pero yo se lo impedía con la mano. Empujé un poco más y noté como la parte más gruesa de su cipote empezaba a penetrar. Ahora sí que me dolió bastante y se me escapó un quejido de dolor. Me detuve, traté de relajar mi ano lo más que pude, y el dolor fue disipándose lentamente. Cuando me sentí mejor solté su polla. Él, al sentirse libre, pegó un violento empujón y me metió todo lo que quedaba. Aquello me provocó de nuevo un fuerte dolor y no pude evitar gritar: “AAAU!” Toby se quedó quieto, como le había enseñado, y eso permitió que el dolor fuera pasando. Lentamente mi culo se fue acostumbrando a su anchura y poco a poco el dolor fue disipándose hasta que sólo quedó una tremenda sensación de placer, y de sentirme todavía más dilatada que cuando me lo hacía por delante.

Entonces le di la orden de siempre: “Fóllame!, Toby. Fóllame!”, y él cumplió como los buenos. Sus caderas empujaban sin parar y su pene parecía un pistón encajado en mi agujero. Me dio una enculada fantástica, provocándome varias tremendas corridas, hasta que, como siempre, sentí sus chorros inundándome por dentro. Mientras él se quedaba quieto, como siempre hacía al final, me empecé a acariciar el clítoris mientras contraía mi ano rítmicamente apretando su miembro en mi interior. Aquello me produjo otro orgasmo más que me dejó totalmente exhausta.

Cuando me la sacó me hizo también un poco de daño, pero había valido la pena. Desde entonces, según me apetece, cuando me la va a meter, muevo mis caderas de forma que hago que me penetre por delante o por detrás. No sabría decir cuál de las dos formas me da mas gusto...

Gracias a todos los que me han escrito diciéndome que les gustaron mis relatos. Sigan atentos que hay más...

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