To Protect, To Serve

Este relato es pura ficción, producto de un maratón de cine policiaco en un canal de pago. Su título hace referencia al lema que figura en los coches del L.A.P.D., y es la narración de las experiencias de una oficial de ese departamento durante una noche de patrulla en dicha ciudad. Espero que os guste.

(Este relato es pura ficción, producto de un maratón de cine policiaco en un canal de pago. Su título hace referencia al lema que figura en los coches del L.A.P.D. (Los Ángeles Police Department o Departamento de Policía de Los Ángeles), y es la narración de las experiencias de una oficial de ese departamento durante una noche de patrulla en dicha ciudad. Espero que os guste…)

TO PROTECT, TO SERVE

Desde que tengo uso de razón siempre había querido ser policía. No es que fuese por tradición ni mucho menos, ya que no hay nadie en la familia que lo haya sido, sino que mi anhelo estaba motivado por las películas que veía y, sobre todo, por cómo les veía actuar en mi barrio contra las bandas callejeras que se movían en él, casi siempre implicadas en temas de drogas, etc. Después de muchos intentos al fin pude conseguirlo, y su lema ha guiado siempre mi forma de trabajar, aunque la noche que os voy a contar fue distinta a todas las anteriores.

Antes de nada creo que debería describirme, y os diré que tengo 26 años, soy alta, rubia de ojos verdes, y un cuerpo bastante fibrado (como no puede ser menos para mi trabajo) aunque bastante femenina, con unos pechos redondos y firmes (una talla 100) y un culo redondo y respingón aunque sin nada de grasa innecesaria. La verdad es que me gusta cuidarme, y suelo irme a correr o a entrenar al gimnasio de la comisaría para mantenerme en forma. No es raro que cuando ando por la calle o me bajo del coche patrulla sea objeto de miradas de deseo tanto de hombres como mujeres.

La historia que os voy a contar ocurrió una cálida y tranquila noche de principios de verano, cuando me encontraba de patrulla por las calles del lujoso barrio de Bel Air (sí, ese mismo, el del famoso “Príncipe”). Iba pensando en mis cosas ya que no estaba atravesando mi mejor momento personal. Hacía pocos días que había roto con mi chica (sí, soy lesbiana, por si no lo había dicho antes) después de tener la total certeza de que me era infiel con bastante frecuencia, e intentaba olvidar la discusión que habíamos tenido cumpliendo a rajatabla con mi trabajo. La noche había sido un poco movida al principio, ya que habíamos montado un dispositivo para intentar atrapar a unos chicanos que nos traían de cabeza con el tema de la prostitución y la trata de blancas debido al asesinato de un par de chicas de buena familia durante el mes anterior. La cosa había salido bien y habíamos hecho varias detenciones, por lo que se puede decir que había sido una buena noche. Para el operativo había tenido que camuflarme entre las chicas sin llamar la atención, por lo que me había tenido que vestir acorde con la situación: short de vinilo que se ajustaba perfectamente a mi trasero, un top que parecía la parte de arriba de un bikini, una cazadora corta y botas por encima de la rodilla con las medias asomando, todo ello de color negro, y mi pelo alborotado salvajemente para no desentonar y parecer una puta más. He de decir que no puedo negar que durante la operación sentí verdadero deseo por algunas de ellas, ya que algunas eran realmente espectaculares, e incluso inicié amistad con algunas. Ya tendría oportunidad de conocerlas mejor…

Había regresado a la comisaría, donde me habían dejado los compañeros, y había cogido un coche camuflado para seguir con la ronda. Andaba absorta en mis pensamientos cuando sonó la radio del coche. El aviso era para otra patrulla, aunque presté atención por si les era necesario apoyo...

- Central para 1-Lincoln-19....

- 1-L-19, adelante Central...

- Tenemos un aviso de un posible 10-14 (posible prostitución callejera) en la zona de Bel Air. Desplácense a la zona e informen...

- 10.4, Central, nos dirigimos a la dirección indicada...

Aquella zona me pillaba mucho más cerca que a ellos, así que cogí el micro y llamé a la Central....

- Central de 2-Baker-3....

- Adelante, 2-B-3....

- Central, yo estoy mucho más cerca que el 1-L-19 y ellos tardarán un poco en llegar. Si quiere me puedo desplazar a la zona....

- 10.4, 2-B-3, acérquese e informe. 1-L-19, deje sin efecto el comunicado anterior. 2-B-3 está mucho más cerca. No obstante permanezcan en las proximidades por si fuese necesaria su intervención...

- Roger, Central. No creemos que sea necesaria nuestra ayuda. Hemos reconocido por la voz a la agente y sabemos de sobra que lo hará bien. No obstante, permaneceremos a la escucha...

- 10.4....

Aquel comentario no pudo por menos que hacerme sentir orgullosa de mi misma. No era sólo una cara bonita en el Distrito 21, sino que me había labrado aquella fama a pulso. Llamé a la Central por teléfono para que me concretase la dirección y me dirigí al lugar, una de las avenidas de la urbanización iluminada tenuemente por la luz de las farolas. Sin embargo no me costó distinguirla a lo lejos cuando mis ojos se acostumbraron a la iluminación. Era una mujer de unos 35 años, rubia, aparentemente buen cuerpo y un poquito más baja que yo (mido aprox. 1’70), ataviada con una minifalda y una blusa anudada por encima del ombligo. Aparqué el coche y me acerqué a ella por detrás...

- Hola, guapa...

- Hola, buenas noches... – me contestó un tanto sobresaltada…

- ¿Qué haces paseando solita a estas horas?

- Nada, me aburría en casa y decidí salir a dar un paseo...

- ¿Aburrida...? ¿O en realidad estás buscando compañía....?

- No, de verdad, no busco compañía. Simplemente estaba paseando a ver si me despejaba un poco…

La verdad es que no me estaba convenciendo en absoluto su forma de hablar, a lo que había que añadir su aspecto, por lo que decidí pasar de las palabras a los hechos y actuar, aunque en un tono bastante más autoritario de lo que yo misma imaginaba.

- Mira, monada, vamos a dejarnos de tonterías – dije sacando mi arma de la parte posterior del short y mi placa de un bolsillo de la cazadora – Soy policía, así que pon las manos donde pueda verlas y date la vuelta…

- Yo, yo....

- He dicho que las manos donde pueda verlas, putilla....

- Pero si yo no... No estoy haciendo nada malo... ¿Acaso hay alguna ley que prohíba pasear a las 3 de la mañana...?

- Pasear no, prostituirse sí... Venga, date la vuelta y apóyate en ese muro...

Me acerqué a ella para registrarla y descubrí que no llevaba ropa interior, lo que me hizo sentir un espasmo en mi sexo. La verdad es que tenía buen cuerpo, pero no quise propasarme con ella y le practiqué un cacheo por encima, pasándole con disimulo la mano por su rajita que encontré un tanto húmeda. Sólo encontré un paquete de tabaco, un mechero y unas llaves de una casa y un coche. Tiré de sus brazos hacia atrás y la esposé...

- ¿Dónde vives y dónde está tu documentación? ¿Cómo te llamas?

- Me llamo Amanda, Amanda Richards. Vivo un poco más adelante en esta misma calle. No salgo con documentación por miedo a que me roben. Si quiere la puedo llevar a mi casa y allí le enseñaré mis documentos...

- De acuerdo, andando, pero no me intentes ninguna jugada...

Había algo en la chica que me hizo empezar a pensar que realmente podía no ser una putilla callejera, algo sus modales, en sus manos, que parecían darle la razón. Las prostitutas que identificábamos habitualmente no eran tan educadas, dedicándose a decirnos lindezas e insultos que no voy a reproducir aquí, así que decidí darle un poco de tregua y le quité un grillete que ajusté a mi muñeca. No se trataba de dar el cante y así, si alguien nos veía, pareceríamos dos chicas paseando. Llegamos a la puerta de una lujosa mansión. A la luz del portal pude verla bien y confirmé que estaba francamente buena: piel bronceada, piernas largas y torneadas, unos pechos firmes, y una boca que invitaba al pecado. No pude evitar empezar a sentirme excitada. Me sacaron de mis pensamientos sus palabras...

- ...llave, por favor?

- ¿Cómo...?

- Que si me das la llave para que pueda abrir, la has cogido tú…

- Esto, sí, perdona, no había caído...

Abrió la puerta y pasamos al interior de la casa, lujosamente decorada. Le pregunté dónde tenía los documentos y la esposé a una columna cercana para poder buscar con tranquilidad. Me quité la cazadora que dejé en una silla cercana junto con mi arma y mi placa que dejé encima de la mesa. Cogí el bolso de mano del cajón que me indicó y pude comprobar que no mentía. Vi varias fotos de ella por todo el mueble: fotos en la playa, esquiando, con un tipo de uniforme... Había algo que no cuadraba. No era el tipo de mujer que suele prostituirse, por lo menos la casa no indicaba eso, por lo que cogí una silla y me senté frente a ella apoyándome en el respaldo...

- Empieza a hablar, Amanda...

- ¿Qué empiece a hablar?

- Sí, Amanda, cuéntame algo. Cuéntame porqué una chica como tú se dedica a prostituirse... Aparentemente eres una chica rica o acomodada...

- No soy puta, ...

- Tania, me llamo Tania...

- Te lo repito, Erica, no soy una puta callejera. Ni siquiera lo soy de lujo...

- ¿Entonces...? Venga, olvídate de que soy policía y cuéntame...

- ¿Cómo quieres que me olvide si me tienes esposada a una columna y tu arma está encima de la mesa?

- De ti depende cuánto tarde en soltarte...

Echó la cabeza atrás y suspiró. Podía ver todas sus intimidades cuando se movía. Su sexo depilado, sus pezones marcándose en la blusa.... Me estaba calentando por momentos, pero tenía que intentar mantener la calma...

- Tania....

- ¿Sí...?

- Te lo contaré todo... Pero, por favor, intenta guardarme el secreto...

- Comienza...

- Verás... – dijo mirándome a los ojos que un instante antes miraban al suelo – Tienes razón. Soy rica, inmensamente rica. Soy la única heredera de una inmensa fortuna que labró mi padre con los vinos y las bodegas...

- ¿Entonces...?

- No me interrumpas, por favor. Creo que no voy a tener en mi vida otra oportunidad como esta de sincerarme con alguien... Ya ves cómo y dónde vivo. Tengo una casita en Santa Mónica, un pequeño apartamento en Malibú. Un Aston Martin y un BMW en el garaje, me voy en invierno a esquiar a Aspen, pero... – en ese momento lanzó un sollozo...

- ¿Pero qué?

- No tengo nada más, Tania. Absolutamente nada. No tengo amigas, sólo esas pijas de mierda de los clubs a los que pertenezco. Salgo sola a comer o a cenar sin nadie a mi lado. Nadie en quien pueda confiar. Me desahogo comprando ropa, complementos... Cosas que no sé si necesito en realidad...

- Pero.... ¿Y tu marido? Supongo que será ese tipo de las fotos, ¿no?

- ¿Mi marido...? ¡¡¡Ja!!! Eso es todo menos un marido...

- ¿Por qué?

- Mi marido es capitán del Cuerpo de Marines. Concretamente del Escuadrón de los “Caballeros Negros” de El Toro... Ahora está destacado en Afganistán...

- Conozco a esos tipos. Antes que policía serví en la Armada y los vi actuar muchas veces durante la invasión de Irak. Son realmente buenos…

- No pareces soldado...

- A ver si te crees que todas somos unas machorras musculosas... Me gusta ir al gimnasio, hago fitness, cuando puedo me gusta correr mis 15 kilómetros diarios... En fin, que me gusta cuidarme, pero sigue, por favor...

- Mi marido ni se preocupa de mí. No hacemos vida marital en ningún sentido. Hace unos años me fue infiel con una jovencita. Les pillé en el garaje, sobre mi coche. Lógicamente discutimos, pero le hice jurar que nunca lo volvería a hacer. Me lo juró y perjuró, pero hace 2 años le volví a pillar con las manos en la masa... Te estarás preguntando por qué no me divorcio. Te contestaré antes de que lo digas: puedo hacerlo cuando quiera, mi abogado lo sabe todo, pero perdería más que ganaría. Sería condenarme en vida...

- ¿Por qué? ¿Tanto merece ese patán como para que dependas de él de esa manera?

- Erica, es más complicado de lo que parece… Tendría que dar muchas cuentas, rendirme ante las imbéciles del club que lo saben todo de todo el mundo, tendría que partir el fruto del trabajo de mi padre, etc., y lo que menos me importa, le fastidiaría su carrera a él…

- ¿Ahora te preocupas de su carrera…? ¿La carrera de un tipo que te hace una desgraciada…? Creo que necesitas más ayuda de la que parece...

Diciendo esto me desabroché y me quité el top quedando mis tetas libres ante ella. Si notaba un gesto, una mirada de reproche me pondría el top otra vez, pero no creía que fuese así. Durante la conversación había notado su mirada fija en varias partes de mi cuerpo, así que pensé que porqué no intentarlo.

- Tania… ¿qué haces?

- A ver, Amanda, no te hagas la tonta ni me lo hagas a mí. He notado como me miras y creo que te gusto. Tú a mí me gustas y mucho, así que no disimulemos más, ¿vale?

- Pero… Yo… Yo nunca he hecho nada con otra mujer…

- ¿No…? Mmm… Eso suena bien. Hoy vas a descubrir algo que ni sabías que estaba ahí…

Y me acerqué a ella con mi mejor movimiento de caderas, felinamente, pero mis ojos verdes fijos en los suyos, y podía notar cómo me miraba casi hipnotizada. Cogí su cabeza con mis manos y deposité un beso en sus labios carnosos, notando cierta resistencia al principio. Al instante era su boca la que buscaba la mía y su lengua la que entraba en mi boca jugando con mi lengua. Acariciaba todo su cuerpo con mis manos, indefenso a causa de las esposas, y con un movimiento de mi mano desabroché el cierre de su falda que cayó al suelo y desanudé su blusa, quedando prácticamente desnuda delante de mí. Mis besos terminaron en sus pechos y lamí sus pezones duros como piedras mientras mi mano acariciaba su sexo que a esas horas ya estaba muy húmedo. Separé mi cabeza y la volví a mirar a los ojos mientras le preguntaba…

- Amanda…, seamos claras….

- Dime, Tania…

- ¿Quieres hacer el amor conmigo? ¿Quieres que follemos? Tal vez ahora estés influenciada por mi condición, pero si no quieres me marcharé….

- Tania, cielo, es lo que más deseo ahora mismo….

- Mmm…

No hacían falta más palabras, estaba todo dicho. Desabroché mi short y me lo quité, dejándome las botas y las medias, desnuda y luciéndome delante de ella, notando como sus ojos repasaban ahora abiertamente mi cuerpo… Volví a acercar mi cara a la suya para volver a besarla esta vez sin reticencias, con mi mano acariciando su depilado sexo y mis dedos jugando en la entrada de su vagina, en la que se introducían un poco en ocasiones. Su lengua se movía en mi boca, entrelazándose con la mía, ahogándose sus gemidos en mi boca y su cuerpo moviéndose por los espasmos de placer que le proporcionaban mis caricias.

Así, esposada a la columna, la tenía totalmente a mi merced y podía acariciar su cuerpo libremente, recreándome y disfrutando del momento. Mientras mi mano acariciaba su sexo mi otra mano acariciaba sus pechos, entreteniéndome en sus pezones que atrapaba con mis dedos y tirando suavemente de ellos. Mi boca fue bajando por su cuello, lamiéndolo con mi lengua, hasta que llegué a sus pechos que empecé a besar ocupando el lugar de mi mano. Sus suspiros de placer se habían convertido en auténticos gemidos gracias a mi lengua y mis labios que habían atrapado sus pezones, llegando a morderlos suavemente con mis dientes, aunque evitando hacerle daño. Dejé de besarlos y la miré a los ojos…

- ¿Te gusta, cielo…?

- Síiiii, me encanta – dijo casi en un gemido – Pero sigue, por favor, no pares ahora…

- ¿Quieres que siga…? ¿De verdad…?

- Sí, por favor, pero…

- Pero, ¿qué…?

- Vamos a la cama, por favor, quiero que me hagas disfrutar plenamente…

- Vamos, nena...

No hicieron falta más palabras, así que cesé mis caricias y me dirigí hacia la silla en la que había dejado mi cazadora para sacar las llaves de las esposas y liberarla. Me sorprendió su reacción cuando la solté, ya que se lanzó hacia mí y atrapó mi cara con sus manos para volver a besarme. Esta vez era su lengua la que entraba en mi boca, mientras sus manos habían bajado hasta mi culo, que apretaba para que nuestros sexos estuviesen más juntos todavía. Así abrazadas, sin dejar de besarnos, subimos las escaleras hasta la planta superior, aunque estuvimos a punto de caernos un par de veces a causa de lo fogosas que estábamos las dos. ¿Fogosas he dicho? Creo que no es la palabra correcta, sino que debería decir que ambas estábamos más calientes que una fundición a esas alturas.

Llegamos hasta el dormitorio y caímos sobre la inmensa cama ya totalmente desnudas las dos, acariciándonos y besándonos con verdadero frenesí. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, nuestras lenguas jugaban en nuestras bocas, entrelazándose, pudiendo sentir como ahora era su mano la que jugaba con mi sexo, que a esas alturas ya parecía una fuente, y acariciaba mi clítoris. Me sorprendió su forma de acariciarme para no haberlo hecho antes con otra chica como me había asegurado momentos antes.

Me incorporé en la cama para poder observarla a placer, sus piernas entreabiertas, su sexo depilado que brillaba a causa de la humedad de los fluidos que salían de él. No pude aguantarme y me lancé a devorar con ansia sus erectos pezones mientras mis dedos ya entraban libremente en su vagina, uno al principio, aunque llegaron a ser tres dedos los que entraban y salían como si la estuviese follando con mi mano mientras mi pulgar acariciaba su clítoris, La sentía retorcerse bajo mi cuerpo, disfrutando de de mis dedos, hasta que mi boca empezó a bajar por su vientre, entreteniéndome en su ombligo, hasta que llegó a su delicioso coñito, embriagándome el aroma que salía de él.

Mis labios ocuparon el lugar de mi mano y empecé a besarlo mientras sus manos presionaban mi cabeza, entre mi pelo, para que no la pudiese separar. Mi lengua empezó a recorrer su vulva hasta que llegó a su clítoris para lamerlo mientras mis dedos seguían en su interior. Levanté mi mirada y me encontré con sus ojos fijos en los míos, aunque de vez en cuando los tenía que cerrar por el placer, mientras mordía un pico de la almohada para no gritar. Poco a poco noté como su cuerpo giraba sobre la cama para intentar quedar debajo de mí. Cuando lo consiguió pude notar como su lengua repetía en mi conejito las caricias que recibía el suyo, empezando a sentir un placer increíble cuando noté su lengua en mi clítoris y sus dedos que intentaban entrar en mi vagina hasta que lo consiguieron, empezando a entrar y salir de mi interior. Ambas nos movíamos presas del placer, hasta que finalmente se corrió derramándose en mi boca, aunque no dejé de lamer y chupar, vaciándome en su boca cuando finalmente sentí el orgasmo que invadía mis entrañas recorriendo mi espalda como una descarga eléctrica hasta llegar a mi coñito. Todavía sentía los espasmos del placer cuando noté su lengua que volvía a la carga sobre mi clítoris sin que yo dejase de lamerla a ella, volviendo a sentir de nuevo su orgasmo, con su coñito llenándome otra vez mi boca. La verdad es que perdí la cuenta de los orgasmos que tuvimos ambas. Tan sólo sé que finalmente caímos las dos desfallecidas, acurrucada ella entre mis brazos, dejando que un dulce sopor nos invadiese del que me sacó el sonido de mi teléfono móvil.

Era de la comisaría, ya que no había comunicado con ellos para decirles nada del aviso y tenían la lógica inquietud por si me hubiese podido ocurrir algo. Les dije que no ocurría nada, que era una falsa alarma y que simplemente había olvidado llamar. Ya más tranquila volví a acariciar su cabello mientras la besaba, aunque con más dulzura esta vez. Así estuvimos hasta que miré el reloj que había sobre la mesita de noche y me levanté para vestirme y volver a la comisaría para dejar el coche.

- Tania…

- ¿Sí, cielo?

- ¿Volverás…? – me dijo casi en un susurro con sus mirada fija en mis ojos.

- Sí, preciosa, volveré. Tengo que volver a comisaría...

- No te preocupes, te entiendo. Ten cuidado…

- Lo tendré, tranquila…

Me miré en el espejo del baño mientras me vestía y la imagen que me devolvía era la de una verdadera zorra después de una agotadora sesión de sexo, así que me di una ducha rápida, me limpié el maquillaje y salí de la casa para montarme en el coche. Cuando arranqué pude vislumbrarla ante una ventana de la planta alta, cubierta únicamente con una sábana mientras levantaba la mano en un silencioso adiós.

Tras dejar el coche en el aparcamiento y rellenar el parte de novedades y entregarlo cogí mi pequeño Golf para volver a mi casa. Me desnudé y volví a darme una ducha, más tranquila y pausada esta vez, tumbándome a continuación en la cama. No pude evitar recordar lo ocurrido en casa de Amanda, sus besos, sus caricias, hasta que tuve que volver a masturbarme. No sé qué me pasaba, pero no podía quitármela de la cabeza, hasta que me levanté, me puse lo primero que pillé (unos vaqueros y una camiseta) sin darme cuenta de que no me había puesto ropa interior hasta que no me puse los zapatos, cogiendo mi coche y dirigiéndome como una exhalación hacia la casa de Amanda.

Cuando llegué creo que me estaba esperando, ya que no tardó en abrir la puerta desnuda como la dejé. Nos fundimos en un apasionado beso y volvimos a hacer el amor sobre su cama hasta que nos quedamos dormidas las dos. Nuestros encuentros volvieron a repetirse muchas veces hasta el día de hoy. Ahora soy yo la que conduzco ese BMW ya que, aunque me gustan los súper deportivos, prefiero dejarle el Aston Martin a ella…

Besos a tod@s de vuestra amiga.