Tiran más dos tetas...

La vida de una mujer cambia cuando decide operarse las tetas para darle una sorpresa a su marido.

A sus 36 años, María era una ama de casa normal y corriente. Vivía en un pequeño pueblo andaluz y llevaba quince años felizmente casada con Antonio, con quién tenía dos hijos, Antonio y Mario, de 14 y 8 años respectivamente. María amaba a su esposo y le encantaba realizar las labores del hogar. Su vida era feliz, estaban más o menos bien económicamente y en el plano sexual no podía quejarse, pues si bien habían bajado el ritmo de los primeros años, seguían haciendo el amor varias veces por semana siempre que podían. María y Antonio se conocían desde que ella tenía 13 años y él 17. Habían sido el primer amor el uno del otro y siempre se habían mantenido fieles. María medía 1,64, tenía media melena castaña, ojos marrones, tetas de tamaño medio y con los años se había puesto ligeramente rellenita. Según ella, era una mujer del montón, aunque su marido le decía una y otra vez que era la mujer más guapa del mundo. Ella se sentía muy afortunada de estar con un hombre tan bueno que se desvivía por ella, aunque reconocía que, como ella, su marido no era nada del otro mundo y con el paso del tiempo había sacado una fea barriga cervecera.

El único problema de esta feliz familia era que Antonio era marinero y pasaba muchos meses fuera de casa. La mayor parte del tiempo María tenía que criar a los niños ella sola y además ambos pasaban mucho tiempo sin sexo. Aunque quizás ésta fuera la causa de que no hubiesen perdido la pasión. A pesar de lo que siempre se dice de los marineros, Antonio siempre le había sido fiel a María y, aunque, por no quedarse solo, se veía obligado a acompañar a sus compañeros a los clubes de alterne que ellos frecuentaban cuando zarpaban en puerto, él siempre se quedaba en la barra rechazando las indecentes proposiciones de las prostitutas. María confiaba en él, pero no le gustaba que fuese a esos lugares y, como toda mujer en su situación, siempre le quedaba una pequeña duda al respecto.

  • Espero que esta vez no vayas a un puti-club de esos
  • Cariño, es que si no me quedo solo
  • ¿Pero es que todos van a esos sitios?
  • Pues sí. Yo soy un caso raro, pero todos mis compañeros...
  • ¡Son unos desgraciados! ¿Cómo se atreven a ponerles los cuernos a sus mujeres mientras las pobres están aquí cuidando de sus hijos? ¡Es que no tienen vergüenza ninguna!
  • Bueno, tampoco te pases. Ellos también trabajan y tienes que reconocer que pasamos mucho tiempo sin sexo y un hombre es un hombre
  • ¡Ah!, ¿es que a las mujeres no nos gusta el sexo y no sufrimos por no poder acostarnos con nuestros maridos? Estoy segura que la mayor parte de las mujeres de los sinvergüenzas de tus amigos les son fieles igual que yo a ti. ¡Joder, es que todos los hombres sois iguales! ¿Cómo sé que tu no follas con las putas cuando vas a esos sitios?
  • Pues porque te quiero y porque eres la mujer más guapa del mundo y no necesito estar con ninguna otra. Además, todas las putas de allí son negras calvas y...
  • ¡Ah, o sea que no te las tiras porque eres racista y no te gustan las negras!
  • No, no he dicho eso. Muchos de mis compañeros son tan racistas como yo y bien que se acuestan con ellas. No tergiverses mis palabras, María. Yo siempre te he sido fiel y seguirás siendo siempre la única mujer de mi vida. Y por eso me aguantó, igual que haces tú. ¡Todos las personas con pareja tenemos que reprimir nuestros deseos hacia otras personas, pero creo que es obvio que todos, tanto hombres como mujeres, sentimos esos deseos! Lo único que quería decir es que a mi las negras no me resultan atractivas, ni las chinas, ni las latinas, porque a mí me gustan las mujeres de mi misma raza...
  • Porque eres racista
  • No lo soy
  • Sí que lo eres
  • Bueno, lo que tu digas. Lo que quiero decir es que si en ese burdel estuviese Pamela Anderson me resultaría mucho más difícil no caer en la tentación, pero de todos modos me aguantaría porque sigo enamorado de ti hasta las trancas
  • Cariño, ya lo sé, pero... espera. ¿Pamela Anderson? ¿Pero qué clase de tentación es esa? Esa mujer está ya muy mayor y...
  • ¡Joder, pero tiene unas tetas tremendas!
  • ¿Perdona? ¿Desde cuando te gustan a ti las tetas grandes?
  • ¿A mí? Pues de toda la vida. Como a todos.
  • ¿Cómo a todos? Pues eso yo no lo sabía
  • ¡Venga ya! A los tíos nos vuelven locos las tetas y cuanto más grandes sean, pues mejor
  • Mira, no sabía yo que preferirías que yo tuviese las tetas gigantes
  • Cariño, tus tetas son normales, pero sí: yo las prefiero grandes
  • ¡Vete a la mierda!
  • ¡Joder, María! ¡Qué era broma!
  • ¿Broma?
  • Sí, vale que me gustan las tetas grandes, pero te quiero y...
  • Vale, no me pones los cuernos porque me quieres y te gustaría follar con mujeres de tetas enormes, pero como me conociste a mí y te enamoraste te tuviste que aguantar
  • ¡Oh, claro! ¿Es qué tú no piensas nunca en lo pronto que nos conocimos y...
  • ¡Vete a la mierda! Yo desde siempre he tenido claro que te quería y que eras el único con el que quería estar, pero tú hubieses preferido conocerme más tarde para follar con mujeres tetonas y también que yo las tuviese más grandes
  • Mira, vamos a dejarlo ya que me voy mañana y no tengo ganas de bronca. Me voy a la cama. Hasta mañana

Durante toda la noche, María no dejo de pensar en ello. De joven siempre le habían molestado los piropos y las miradas de desconocidos y ahora lo que le molestaba es que fuese prácticamente invisible para los hombres. Sin embargo, siempre se había sentido atractiva para su marido y eso era lo que le importaba, pero esa noche se había enterado de que a Antonio le gustaban las mujeres de tetas gigantes cuando ella las tenías más bien normalitas. Le molestaba enormemente el hecho de no ser la mujer ideal de su esposo. Pensó que era una estúpida y que no debía pensar más en el tema, pero mientras dormía soñó que su marido la abandonaba por una chica con unos pechos que le tapaban la cara.

  • Buenos días, cariño. ¿Sigues enfadada?
  • ¿Yo? ¿Por qué? ¿Por lo de qué te gustan las tetas grandes? ¿Y qué? A mí me gustan los tíos con pollas gigantes y me tengo que conformar con tu pene de 14 centímetros
  • Me mide 15
  • Sí, claro
  • María
  • ¿Sí?
  • Te quiero. Ya lo sabes, ¿verdad?
  • Yo también te quiero

Se dieron un tierno beso y decidieron olvidarse del tema. Antonio se despidió de los niños y cogieron un autobús para ir al aeropuerto. En el vehículo, había una chica a la que todos los hombres, incluido su marido, miraban. A María le parecía feilla, pero tenía unos enormes pechos naturales que resaltaba con un gran escote. Mientras se despedía de su marido en el aeropuerto no dejaba de pensar en ello y, tras varias semanas, se decidió a operarse las tetas. María quería que su marido la deseara y no oyó los consejos de su familia que le decían que no necesitaba operarse porque estaba perfecta así, ni la opinión del médico que le dijo que una talla 100 era suficiente para su cuerpo. Finalmente, se aumentó hasta una 120. Tras el tiempo de espera habitual, María ya podía mirarse desnuda en el espejo y ver sus enormes melones. ¡Menuda sorpresa se iba a llevar Antonio cuando la viese!

Tenía que renovar el vestuario. Decidió comprarse ropa sexy que resaltara sus bellos pechos. En la tienda, se fue probando todo tipo de vestidos con escotazos, blusas muy ceñidas y bikinis que dejaban casi todas sus tetas al descubierto, y se mostraba así pidiendo opinión al dependiente. El hombrecillo pelirrojo y con barbita, tenía una visible y enorme erección después de toda una tarde viendo los modelitos de la señora. María salió con una enorme sonrisa a la calle. Vestida con una minifalda y un top, era el centro de las miradas de los adolescentes, los viejos, los barrenderos, los policías, los empresarios, los vagabundos... Se sentía enormemente deseaba, sobre todo cuando, al pasar delante de una obra, recibía multitud de piropos por parte de los albañiles como si de una veinteañera se tratase:

  • <<¡Guapa! ¡Seguro que los que se hacen pajas pensando en ti, mueren de sobredosis!>> <<¡Niña! ¡Estás más apretada que los tornillos de un submarino!>> <<¡Bueno, qué! ¡Digo alguna tontería o me la chupas aquí mismo!>> <<¡Ay, tú con tantas curvas y yo sin frenos!>> <<¡Ay, si supieras donde cuelgo la toalla y el albornoz cada vez que pienso en tu cuerpo>> <> <<¡Si tú fueras mi madre, mi padre dormiría en la escalera!>> <<¡Te voy a meter más rabo que cuello tiene un pavo!>> <<¡Qué tetas! Tú si que tienes dos razones pá convencerme de lo que quieras, guapa>>

A María le encantaba sentirse tan deseada por los hombres. Cuando fue al colegio a recoger a su hijo menor, se encontró con unos cuantos padres que no le quitaban ojo. Uno de ellos, bastante mono, se acercó a ella y le dijo sin dejar de mirarle las tetas:

  • Perdona, guapa. ¿Tienes hora?
  • Son las dos. Ya deberían de salir los niños
  • ¿Quién es tu hijo?
  • Mario, está en 3º
  • ¡Igual que mi hija! Soy el padre de Marina. Me llamo Pablo. Encantada
  • Lo mismo digo. Yo soy María. ¿Cómo está Paula?
  • Pues ni idea. Nos divorciamos hace unos meses
  • ¡Oh, no lo sabía! Lo siento mucho
  • No lo sientas, preciosa. Oye, podíamos quedar un día de estos a comer y...
  • Lo siento, estoy casada
  • A mí no me importa
  • Pero a mi marido sí
  • Bueno, él no tiene por qué enterarse
  • Sé que le encantaría comerme las tetas, pero estas dos solo quieren a un hombre. Adiós. ¡Mira, ya salen los niños! Ha sido un placer
  • Lo mismo digo. Ya tengo nueva musa de mis pajas, bombón
  • Mejor que mi marido no le oiga decir esas cosas
  • No te preocupes, princesa. Será nuestro pequeño secreto. Una pena que seas fiel. Puede decirle usted a su esposo que es un hombre muy afortunado. Adiós
  • Él ya lo sabe. Hasta luego

María llegó a casa colorada. Fue entonces cuando se percató de que su hijo estaba algo triste.

  • ¿Qué te pasa cariño?
  • Nada
  • ¿De verdad?
  • Bueno, es qué..
  • ¿Sí?
  • Prométeme que no te vas a enfadar
  • Mario, ¿has hecho algo malo?
  • No
  • ¿Te has metido en alguna pelea?
  • No, son las notas
  • ¿Pero si tus notas son excelentes?
  • Voy a suspender Gimnasia
  • ¿Qué?
  • Me lo ha dicho ya el maestro
  • Bueno, cariño. No sufras. Tampoco es una asignatura muy importante. Además, no creo que tu maestra deje que el de Gimnasia te suspenda y estropee tu boletín de notas
  • Mi maestra y el de Gimnasia se van a casar, así que creo que...
  • Bueno, cariño. No te preocupes. Yo mañana voy a hablar con él. Seguro que te da una segunda oportunidad. ¡Hola Antonio! ¡Qué pronto has vuelto hoy del instituto!
  • Sí, la de Lengua no ha venido. Creo que se va a dar de baja
  • ¿Otra vez? ¡Santo cielo! ¿Por qué no me podré dar yo de baja?
  • Mamá
  • Dime, cariño.
  • Mañana tenemos que entregar el trabajo de Tecnología y hoy toca hacerlo aquí. Los chicos vendrán a las 5. ¿No te importa, no?
  • Claro que no. Mientras que no arméis ruido y me dejéis ver la novela

Los cuatro amigos de su hijo, unos quinceañeros salidos con la cara repleta de acné fueron llegando de uno en uno y todos, antes de subir al cuarto, se quedaban embobados con el nuevo aspecto de la madre de su amigo. A la hora de la merienda, María subió a llevarles unos zumos a los chicos. Mientras se agachaba para servirlos, los cinco virginales chicos, incluido su hijo, tuvieron una monumental erección. Al día siguiente, María se percató de que su hijo se había olvidado el trabajo en casa y fue al instituto a llevárselo. Al entrar en la clase, el calvo y barrigudo profesor se quedó con cara de tonto ante los encantos de la madre de su alumno. María salió del instituto convertida en la nueva MILF de la clase de su hijo. Se dirigió al colegio de su hijo menor para conseguir que el profesor de Gimnasia le aprobase. Lo haría del mismo modo en el que una semana atrás había convencido al director del banco de que le diese el préstamo. Se recolocó las tetas y llamó a la puerta del gimnasio del colegio.

  • Hola, soy la madre de Mario
  • Hola. Yo soy Abel

El profesor tendría un par de años menos que ella. Llevaba la cabeza rapada y estaba en buena forma. Se le podría consideras medianamente atractivo, aunque nada extraordinario. Eso sí, era un chico simpático y con mucha labia.

  • Lo siento, María. Pero su hijo, aunque se esfuerza...
  • Pero saca muy buenas notas en el resto de asignaturas. No es justo que usted le suspenda. Hágalo por mí.

Se acercó a Abel y apretó sus tetas contra el pecho del maestro para acercarse a su oído y susurrarle:

  • Por favor, apruébele

María pudo sentir como la polla de Abel crecía y parecía querer atravesar su falda.

  • Señora, yo...

María cogió las manos de Abel y la colocó sobre sus tetas. Después, dejó que le tocase las tetas por encima de la blusa durante unos minutos

  • ¿Qué me dice, ahora?
  • Lo siento, María. No voy a aprobar a su hijo
  • ¿Y si folláramos lo haría?
  • ¿Qué? Claro que...

María no pensó que tuviese que llegar más lejos. Al viejo director del banco le había bastado que le susurrase al oído para ceder. Pensó en su marido. No debía seguir, pero entonces se le ocurrió un plan. Besó a Abel. Él, pensando en su novia, intentó apartarla, pero María colocó de nuevo sus manos sobre sus tetas. Abel se desató. Cogió en brazos a María y le dio un morreo larguísimo mientras introdujo sus manos por debajo de la blusa de ella. Mientras él le manoseaba las tetas y le comía la boca, María sacó su teléfono móvil y fotografió la escena.

  • ¿Pero qué coño haces?
  • Asegurarme el aprobado de mi hijo
  • ¡Serás puta!

María salió de allí contentísima. Conociendo el poder de sus tetas, podría conseguir muchas cosas. Pero, ¿a qué precio? A su marido no le gustaría nada lo que había hecho. Si lo supiera... pero no tenía por qué enterarse. Y al fin y al cabo, no había hecho nada malo. No había follado con nadie. Solo utilizaba sus armas de seducción para conseguir sus propósitos. Lo que acababa de hacer no se podían considerar cuernos propiamente dichos. ¿O sí?

Una semana después...

Mientras cocinaba, María no dejaba de pensar en todas las proposiciones indecentes que había tenido que rechazar desde la operación. Sus tetas eran el centro de las habladurías del pueblo. Los habitantes eran muy conservadores y no veían con buenos ojos ni las nuevas tetas de María, ni las ropas tan sexys que utilizaba, ni mucho menos la forma de utilizar sus armas de seducción para provecho propio. De pronto, sonó el teléfono. Su hijo mayor había tenido una pelea en el instituto.

  • ¡Joder, Toni! ¿Por qué lo has hecho? Tú siempre has sido un buen chico.
  • ¡Mamá, déjame en paz!
  • ¡No te dejo! ¡No te dejo porque no me trago lo de que la pelea la comenzases tú!
  • ¡Pues lo hice mamá! Yo le pegué primero
  • Pero él te tuvo que decir algo para provocarte, ¿no es así?
  • ¡Mamá, cállate! ¡Todo ha sido culpa tuya!
  • ¿Qué?
  • Le pegué para defenderte
  • ¿Para defenderme? ¿A mí?
  • No paraba de insultarte. De decir que te iba a follar y...
  • ¡Ah, es eso! Cariño, tienes que aceptar que tu madre es una mujer atractiva. Sé que tú no me ves así, pero tienes que entender que otros chicos se sientan atraídos por mí.
  • ¡Es por esas putas tetas! ¡Desde que te operaste, te has convertido en una puta!
  • ¡Antonio, no me hables así!
  • Perdoname, mamá. Es que desde que fuiste el otro día a clase el imbécil de Dani no ha parado de meterse conmigo. A todos los de mi clase les gustas tú y, créeme, me encanta que mi madre esté tan buena...
  • ¡Hijo, por favor!
  • Es la verdad. Estás como un queso y me encanta que sea así. Lo prefiero a que seas un callo. Pero Dani es un golfo y un chulo y ya se está pasando. Dice que vistes como una puta, que te la va a meter por el culo y que le pones los cuernos a mi padre con todo el mundo
  • ¿Dónde vive ese chico, Dani?

El joven le dio la dirección a su madre y luego le dijo que para que quería saberlo.

  • Voy a ir a hablar con sus padres
  • Su padre les abandonó y su madre se pasa todo el día trabajando y no le hace caso. Por eso él es así. Es un macarra, un delincuente juvenil. No tiene solución
  • Está bien, pero prométeme que no te volverás a pelear con él diga lo que diga.
  • Vale

María decidió ir a casa de Dani y convencerle con sus dos buenas razones de que no volviera a meterse con su hijo. Llamó y le abrió la puerta un chaval unos cuantos años mayor que su hijo, de piel morena, con el pelo tenido de rubio platino y peinado en una horrible cresta, de rostro duro y ligeramente atractivo y vestido con una camiseta sin mangas. Tenía aspecto de chulo y lucía un pendiente en la oreja izquierda

  • ¡Pero mira a quien tenemos aquí! ¿Has venido a hacerme una limpieza de sable, putita?
  • ¡Vete a la mierda, niñato! ¡Vengo a ordenarte que dejes de molestar a mi hijo! Puedes hacerte todas las pajas que quieras pensando en mí, pero no molestes a mi chico más
  • ¡Mira, zorra, a mí nadie me da órdenes! ¡Y yo digo la verdad, porque tú vas provocando y...
  • ¿Qué quieres a cambio de no volver a meterte con mi hijo?
  • Tu hijo me importa una mierda, así que...
  • Hagamos un trato. Yo te enseño las tetas y tú no vuelves a molestar a Toni, ¿vale?
  • Vale, pero además déjame tocártelas y jugar un poquito con ellas, ¿no seas mala, no?
  • Mira, si te las voy a enseñar es porque adoro a mi hijo, pero hasta ahora el único que las ha visto es mi marido y...
  • O juego con tus peras o no hay trato.
  • Está bien

Dani se sentó en el sofá y María se solocó sobre él y le besó en los labios. Se quitó la camiseta y dejó sus enormes tetas al aire. El chico se quedó embobado mirándolas. Eran las más grandes que había visto nunca y tenía unos enormes pezones rosados que debían de estar riquísimos.

  • Son toda tuyas. Disfruta

Dani acercó las manos a los pezones de la mujer y ella sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Cerró los ojos. No pensaba que le fuese a gustar, pero le encantaba sentir las jóvenes manos del macarrilla adolescente recorriendo sus enormes tetas. Él era la primera vez que sobaba unas operadas y disfrutó como nunca. Cuando le dolían las manos de tanto tocarlas, besó dulcemente los pezones. Deslizó su lengua por las aureolas y comenzó a comerse las tetas más ricas que había probado en su vida. Se volvió completamente loco. Las chupaba, las lamía, las besaba y las mordía. Primero suavemente y con dulzura y luego de una manera brusca y salvaje. María le acariciaba los cabellos y guiaba al joven por sus gigantes berzas. Una hora después, le interrumpió y le dijo que ya era suficiente. Se puso la blusa.

  • ¡Joder, Mari! ¡Qué estoy a mil!
  • No hace falta que lo digas. Si no te paro te hubieses llevado todo el día chupándome las tetas.
  • ¿En serio no quieres follar?

El chico abrió la cremallera de sus vaqueros y se sacó una pequeña polla en estado de erección. María no pudo contener la risa y soltó una carcajada

  • No, gracias. La tienes más pequeña que mi marido. ¡Qué ya es difícil, eh!
  • ¡Serás zorra!
  • Hasta luego
  • ¡Ah, Mari! Qué sepas que después de la pelea, mi madre ha decidido que nos mudemos. Me cambio de instituto, así que ya no me iba a meter con tu hijo de todos modos
  • ¡Serás cabrón! ¡Qué sepas que pensaba follar contigo y ahora por malo no lo voy a hacer!
  • ¡Venga ya!
  • Piensa lo que quieras. Adiós, gilipollas
  • Espera, ¿en serio tenías pensado follarme o es un farol?
  • Nunca lo sabrás

María fue directa a apuntarse al gimnasio. Antonio volvería en unas semanas y quería estar perfecta para él. Aparte de la sorpresa de sus nuevas tetas, quería perder los kilitos de más que le sobreban para que su marido la follase como nunca, ya que de tanto calentar al personal ella cada vez estaba más caliente y con ganas de echar de nuevo un buen polvo. Al día siguiente, comenzó a ejercitarse en el gimnasio. Sentía las miradas de todos aquellos deportistas buenorros que se morían al ver como le botaban las tetas cuando corría por la cinta andadora. Hombres de ensueño derritiéndose por ella, una ama de casa madura y casada. En concreto, María estaba prendada de un chico altísimo, rubio, de ojos azules y cuerpo perfecto: musculoso, con tableta de chocolate ¡y un culo! Según le contaron, se llamaba Marcos, tenía 29 años, estaba soltero y se había tirado a la mayoría de las chicas del gimnasio.

  • ¿En serio? Bueno, es guapísimo y tiene un cuerpazo, ¿pero en serio es para tanto? ¿no es exagerado que a todas les guste tanto?
  • Desde luego que lo es
  • ¿Pero es qué tu también te has acostado con él?
  • Muchas veces. Es un bombón. Tiene carita de ángel y cuerpo de demonio. Y folla, mmmmmmmmmmmmm. ¡Cómo folla! Te hace correrte varias veces antes de que él termine. Es un dios en la cama. ¡El amante perfecto diría yo! Y, bueno, ¿sabes cómo le llaman?
  • No
  • El elefante
  • ¿El elefante? ¿Y eso?
  • ¿Tú por qué crees, hija mía?
  • ¡Ah! ¡Joder! ¿Pero seguro que no es gay o está casado?
  • Que no, tonta. Yo he follado varias veces con él. Deberías probarlo
  • Marisa, no creo que debamos hablar del muchacho como si fuese un objeto
  • ¡Uy, pero si a él le encanta!
  • ¿Pero en serio te has acostado con él? ¿Y tú marido?
  • Mi marido, ¿qué pasa con él?
  • ¿Lo sabe?
  • ¡Claro qué no!
  • Pero pobrecito...
  • ¡Qué le den! Yo le quiero mucho, pero en el sexo es muy rutinario. Follar dos o tres veces por semana con la luz apagada, con las sábanas hasta el cuello y sin hacer ruido para no despertar a los niños no me satisface por mucho que intentemos innovar

María se quedó estupefacta al caer en la cuenta de que aquella descripción encajaba perfectamente con su vida sexual. ¿Estaba su matrimonio tan bien en el plano sexual como había creído hasta hace poco?

  • ...y casi nos pilla el pequeño. Vamos, ¡qué no! Que el matrimonio y el buen sexo no son compatibles. Para echar un buen polvo lo mejor es tener un amante. Yo tengo un montón. Con el elefante, como es tan bueno en la cama, pues he repetido un par de veces, pero lo mejor es echar un polvete y después si te he visto no me acuerdo. ¿Tú nunca le has puesto los cuernos a tu marido?
  • No, claro que no.
  • ¿Y eso? Creía que con esas tetas serías el objeto de deseo de los hombres del pueblo
  • Bueno, no me gusta presumir, pero, si te soy sincera, desde que me las puse no todos los tíos babean por mí. Nunca pensé que me pondría tanto ser deseada por los hombres.
  • ¿Y no te has tirado a ninguno?
  • No
  • ¿Por?
  • Quiero a mi marido
  • Y yo
  • Pero, para mí, el amor y la mentira están tan reñidos como para ti el matrimonio y el buen sexo
  • Pues no le mientas. Cuéntale que con él no te basta, que desde que te operaste las tetas has descubierto que te gusta que otros hombres que te deseen y que te gustaría follar con otros tíos.
  • ¿Pero cómo le voy a decir eso?
  • Yo he pensado en hacerlo con mi marido, pero él es tan soso. Yo creo que es un homosexual reprimido
  • ¡Marisa, por Dios!
  • Es broma, pero ahora en serio. Díselo. Si él también puede follar con otras a lo mejor acepta que tú te tires a Marcos
  • ¿A Marcos?
  • Venga ya, si se nota que le tienes ganas y no creo que él le haga asco a tus dos amiguitas
  • Primero, no tengo ninguna intención de ponerle los cuernos a mi marido, y segundo, no creo que yo le interese a Marcos
  • ¿Segura?

Sin embargo, María comenzó a notar que Marcos le miraba las tetas tanto como el resto de chicos del gimnasio y, un día, se acercó a ella. Comenzaron a hablar y, poco a poco, fueron cogiendo confianza.

  • Supongo que debe ser difícil estar tanto tiempo sola
  • Pues sí
  • Si yo fuera tu marido no dejaría tanto tiempo sola a una preciosidad como tú
  • ¡Calla, tonto! Yo soy muy normal. Antes de operarme las tetas nadie me miraba.
  • Si yo te hubiese conocido antes, me hubiese propuesto llevarte a mi cama igual que lo he hecho ahora
  • ¡Claro, por eso no dejas de mirarme las tetas!
  • Es que son perfectas. Unas tetas perfectas para una mujer perfecta
  • Tú si que eres perfecto.
  • La verdad es que sí
  • ¡No tienes abuela, eh!
  • Soy sincero. Y con sinceridad te digo que estoy seguro de que podré follar contigo
  • No podrás seducirme
  • Ya lo he hecho
  • Dime una cosa, ¿le decías las mismas cosas a las otras para seducirla?
  • Pero si eres la primera del gimnasio a quien seduzco. Las demás me sedujeron ellas a mí. Algunas me violaron, literalmente hablando
  • Y si no caigo en tus redes, ¿tú me violarías?
  • No creo que haga falta

Marcos se acercó a María y le dio un tierno beso en los labios mientras posaba sus manos sobre sus tetas. Ella le apartó

  • No, lo siento
  • ¿Por qué?
  • Quiero a mi marido y...
  • ¿Y? Me da igual tu marido. Sé que serías capaz de dejar a tu marido por un solo polvo conmigo
  • No seas presuntuoso
  • No lo soy. Es que es la primera vez que me rechazan y justo ha tenido que ser la mujer con las tetas que más he deseado probar en mi vida
  • Marcos, lo siento mucho. Mañana no creo que venga. Vuelve mi marido y...
  • Sí, si, lo entiendo. Pero si cambias de opinión, ya sabes que siempre estaré disponible para que pasemos un buen rato.
  • Lo recordaré, elefante

¿Había hecho bien o mal? María no dejó de pensar en Marcos en ningún momento, ni siquiera cuando abrazaba a un recién llegado Antonio, ni cuando su marido le chupaba sus nuevas tetas como si le fuera la vida en ello

  • Por fin me las estrenas, cariño

Una sensación de culpa y a la vez de morbo la invadía mientras engañaba a su marido. Porque aquellas tetas ya habían sido manoseadas y comidas por otro hombre. Y, aunque había intentado autoconvencerse de lo contrario, eso eran cuernos. Después, mientras follaba con su marido a oscuras, tapados hasta arriba con las sábanas y en silencio para no despertar a los niños, se encontró imaginándose que quien estaba sobre ella era Marcos, ese portento de la naturaleza que le había ofrecido amablemente su trompa para pasar un buen rato. Y cuando su marido se corrió dentro de ella (tomaba la píldora), se dio cuenta de que su vida sexual no era tan placentera como en los primeros años. Ni de lejos.

Al día siguiente, mientras su marido descansaba del largo viaje de vuelta, María fue al gimnasio. Solo quería hacer ejercicio, pero cuando llegó y vio a Marcos sin camiseta haciendo abdominales, se dio cuenta de que si no follaba con él se estaría arrepintiendo toda su vida. Se acercó a él.

  • ¿Hacemos un trato? Vamos a tu casa. Yo te enseño las tetas y tú tu trompa. ¿Te gusta el plan?
  • ¿Ya no te acuerdas de tu maridito?
  • Mi marido está descansando en casa después de haberme echado un buen polvo anoche
  • ¿Un buen polvo? Yo te haré sentir cien veces más placer que ese cornudo
  • Menos ladras y más morder

Se fueron juntos al apartamento de Marcos y entraron besándose apasionadamente hasta llegar a la habitación. Se tumbaron en la cama y ella se colocó sobre él. Se quitó la blusa y dejó al descubierto sus enormes tetas. Marcos, que había estado con unas cien mujeres a lo largo de su vida, hizo como que alucinaba aunque de esas operadas había visto unas cuantas. No sabía por qué se había obsesionado tanto con esa mujer. Había estado con casi todas las mujeres del gimnasio. Había estado con mujeres de enormes tetas asiliconadas. Había estado con amas de casa, casadas y madres. Pero nunca había estado con una mujer que reuniese todas esas cualidades. Se lo pasó enormemente bien chupándole las tetas y ella pudo comprobar su destreza con la lengua, que le vaticinó los orgasmos que iba a recibir en breves instantes.

María desnudó a su amante. Fue acariciando sus musculosos brazos y su duro torso. Era un sueño poder disfrutar con un cuerpo tan perfecto. Luego le desabrochó el pantalón y le sacó la polla para descubrir que el título de elefante se quedaba corto. La tenía como mínimo el doble de larga que su marido y decir que era muy gruesa se quedaba corto. Le dio un poco de miedo pensar en la penetración, pero por el momento decidió disfrutar de el sabor de ese enorme miembro. Aunque le resultó imposible metérsela entera en la boca, le hizo una mamada espectacular. Se volvió loca. Le besaba la puntita y la lamía entera incluido los huevos que succionaba con total entrega. Los gemidos de Marcos podían oírse en todo el barrio. María había desatado a la puta que tenía dentro de sí.

Luego, se volvieron las tornas y Marcos le realizó una gran comida de coño a la casada más tetona del pueblo. Tenía el coño sin depilar, aunque la mata de pelo tampoco era muy abundante. Tenía los labios vaginales muy gordos y a Marcos le pareció sin lugar a dudas un coño delicioso. María se corrió dos veces durante la media hora en la que el joven le follaba con la lengua

  • ¡Penétrame!
  • ¿Qué dices, nena?
  • ¡Qué me la metas de una vez!

Cuando Marcos introdujo de golpe su descomunal miembro viril, María entendió a su marido: por mucho que digan, ¡el tamaño SÍ importa! Tras al menos una hora de follada intensiva y brutal en la que María se corrió dos veces, Marcos sacó su polla y fue a ponerse un condón

  • No hace falta. Tomo la píldora
  • Por seguridad, prefiero...
  • ¡Quiero sentir la piel de tu polla en mi coño! O lo hacemos a pelo o me voy y te dejo a medias

Marcos se tumbó en la cama y María se sentó sobre su polla. Al enterrar el enorme falo entre sus piernas, no pudo reprimir un enorme gemido. Estuvo un tiempo cabalgando hasta que se le llenó el coñito de leche. María vio que tenía en el móvil tres llamadas perdidas de su marido. Fue desnuda al baño y se sentó en el váter. Llamó a Antonio

  • ¿Qué querías, mi amor?
  • Saber donde estás
  • En el gimnasio
  • ¿Vas a tardar mucho?
  • Un ratito

Marcos entró en el baño con su polla en estado de semi-erección

  • ¿No estarás cansada? ¡Quiero follarte otra vez!

María tapó un momento el auricular

  • Espera, estoy hablando con mi marido. ¡Cállate!
  • ¿Con el cornudo?
  • ¿Qué me decías cariño?

Marcos se acercó a María y le tocó las tetas

  • ¿Puedes ir tú a buscar al niño?
  • Sí, yo voy

Marcos comenzó a chuparle las tetas a María mientras ésta seguía hablando con Antonio, su marido.

  • Esta noche repetiremos, ¿no?
  • Claro
  • Me muero por chuparte las tetas otra vez
  • ¿Sabes mi amor? Desde que me operé las tetas los tíos no paran de piropearme por la calle
  • ¿No tendré que ponerme celoso, no?
  • Claro que no. Yo solo te quiero a ti
  • Ya lo sé. Confío en ti
  • ¿Sabes? Hay un tío en el gimnasio que no para de mirarme ahora mismo. Se llama Marcos, está buenísimo y se ha tirado a la mitad de las tías del gimnasio. Me ha propuesto ir a su apartamento a follar, pero yo le he dicho que no, claro
  • Seguro que ese gilipollas se muere por tocar y chupar tus tetorras. Pero son solo mías

Marcos sonrió con la boca llena con la teta de María dentro, mientras ella le hacía una paja lentamente

  • Hasta luego, cariño
  • Te quiero
  • Adiós

Marcos cogió en brazos a María y fueron a la cama a hacer el 69. Después, Marcos dijo que se la quería meter por el culo

  • Pero la tienes muy grande y mi culo tiene poca experiencia
  • Tú no te preocupes que por ahora ninguna se ha quejado

La puso a cuatro patas y le escupió varias veces en el agujero. Se lo lubricó con mucha saliva hasta que pudo meterle el puño con facilidad. Luego le introdujo poco a poco su enorme miembro hasta que tuvo su polla completamente introducida en el culo de María. Aunque al principio le dolió un poco, acabó corriéndose de placer. Marcos le daba unas embestidas brutales mientras le agarraba las tetas. Finalmente, le metió la mano por el coño y la mastubó al mismo tiempo que la enculaba. Con una mano entre sus piernas y con la otra dándole cachetadas en las nalgas, Marcos estaba sudando completamente debido a la enorme fuerza con la que enculaba a María, aunque sacaba fuerzas al ver sus dos enormes tetas bamboleándose en el aire al ritmo de las embestidas. Ambos gemían y gritaban de placer. Él sacó la mano empapada del coño chorreando y le dejó que ella le chupara sus dedos.

  • ¡Sí, fóllame cabrón!
  • ¡Para cabrón tu maridito! Cuando esta noche vaya a chuparte las tetas, ya te las habré dejado yo secas de tanto que te las habré chupado
  • ¡Cállate y jódeme más fuerte, Marquitos!
  • ¡Qué puta eres!

Y siguieron jodiendo sin percatarse del móvil de María tirado sobre el suelo del baño. El móvil que había olvidado colgar y por el que, al otro lado, Antonio oía anonadado como su fiel y recatada esposa era jodida por un chulo del gimnasio mientras ambos se burlaban de él. Sus ojos se pusieron llorosos. Colgó el móvil y se quedó un rato pensativo. ¿Divorciarse? La quería demasiado, pero los dos siempre habían estado de acuerdo en que una infidelidad era algo imperdonable. Estuvo un rato con la mirada perdida hasta que decidió enviar un SMS al teléfono de su esposa: E OIDO KOMO FOYABAS CON MARKITOS NO SABIA K ERS TAN PUTA

Mientras tanto, ajena a esto, María gemía al sentir como Marcos se corría sobre sus tetas y el semen caliente caía por sus pezones. Luego, Marcos le volvió a chupar sus tetas lamiendo su propio semen y dándoselo a probar a ella en apasionados besos. Después llenaron la bañera de espuma y se bañaron juntos entre besos, abrazos y caricias. Se besaron en la puerta con la promesa de que repetirían otro día. Mientras bajaba las escaleras, María reflexionó sobre lo que había hecho: se sentía culpable, pero nunca había disfrutado tanto en la cama como aquel día. Decidió que Antonio no tenía por qué enterarse de nada y ella podría llevar una doble vida como Marisa: en casa, ama de casa y esposa fiel, fuera, una puta. ¿Pero cómo miraría a los ojos a su marido sin derrumbarse? Suspiró y miró su móvil. Vio el mensaje de Antonio. Todo su mundo, su matrimonio y su familia comenzó a hacerse pedazos a la velocidad de la luz. Con lágrimas en los ojos, corrió hacía casa. Se enzarzaron en una discusión en la que ella terminó llorando y pidiéndole perdón a su marido, Viéndose doblegada y arrodillada ante su esposo, se dio cuenta de que no debía hacerlo

  • Está bien. Te perdono siempre que no se vuelva a repetir
  • Pues lo siento, pero se va a volver a repetir
  • ¿Qué?
  • Que ahora que sé lo que es disfrutar del sexo con un hombre de verdad no pienso volver a nuestra aburrida vida sexual
  • ¿Cómo puedes tener tan poca vergüenza? ¿Qué te ha pasado en este tiempo?
  • Tú también podrás follar con quien quieras. Que nos queramos no implica...
  • ¡No! ¡No quiero follar con ninguna mujer que nos seas tú! ¡Te quiero y...
  • ¡Pues muy bien! ¡Folla solo conmigo, pero déjame que yo disfrute!
  • ¡No puedes pedirme eso!
  • ¡Sí puedo! ¡O me dejas follar con otros tíos o nos divorciamos y no vuelves a disfrutar de mis tetas! ¡Decide!
  • No sé que hacer. Te quiero y no quiero compartirte, pero adoro tus tetas. ¡No sé que hacer! Querido lector, ¿qué harías tú en mi lugar?