Tío carlos me hizo su putita amante
Tío Carlos descubrió que me obsesiona la verga, y la suya es taaaan hermosa, que al probarla por primera vez me convertí en su putita amante.
klisklas
TÍO CARLOS ME HIZO SU PUTITA AMANTE
Mi gusto por la verga siempre estuvo en mí pero se fue incrementando con el tiempo, de tal forma que hoy me es imposible controlarlo.
Todo el día mi mente está llena de pensamientos eróticos. Me imagino estar chupando un pene blanco, grande y grueso, que es como más me fascinan, aunque en el momento de la acción el color es lo de menos. Lo importante es que sea una verga en su máximo esplendor, bien dura, potente y retadora para comérmela a besos, acariciarla y chuparla hasta sentir en mi boca los chorros de esperma.
Con enorme placer recuerdo a mi tío Carlos, un macho alfa blanco, de edad mediana, quien con mucha picardía y al mismo tiempo con delicadeza descubrió la atracción que despertaba en mí. Fue él, con su riquísima verga, me inició en los placeres del sexo pasivo, una experiencia por la que toda mi vida le estaré agradecido.
La desahogada posición económica de mi familia permitió que en la adolescencia, me mudara yo a la ciudad de Guadalajara, para continuar ahí mi educación hasta la universidad.
Para mayor confianza me alojé en la casa de mi tío Carlos y de su esposa Soledad. Chole, como le gustaba que le llamáramos, tendría unos 40 años, la edad en que las mujeres son más atractivas. Era morena clara, poseía un rostro hermoso y cuerpo muy bien formado. En general era muy atractiva pero aparentemente frígida, poco afecta al sexo.
Al no encontrar en el matrimonio el desfogue para su insaciable apetito sexual, tío Carlos con mucho tacto fue creando entre él y yo un ambiente de confianza. Platicábamos mucho y al cabo de unos meses, cuando estábamos a solas llevaba la charla al terreno de las cosas íntimas.
Empezó por preguntarme si había yo tenido alguna experiencia sexual. Lejos de incomodarme su atrevimiento me agradó, sin imaginr sus ocultas intenciones.
Le conté que en dos o tres ocasiones le había yo chupado el pene a compañeros del colegio.
Enseguida me preguntó si me había gustado hacerlo, y tras de contestarle afirmativamente quiso saber de qué tamaños eran.
Sin nada de timidez, mostrando un espacio entre mis dedos pulgar e índice le di a entender que eran muy pequeños.
-¿Y te gustó chuparlos? -me preguntó con curiosidad.
-Con toda franqueza, no. Sus vergas eran demasiado chicas, no lo que yo esperaba -respondí.
Sorpresivamente mi tío bajó el cierre de la bragueta del pantalón y ante mis ojos saltó su verga rosada, con venas delgadas y gruesas, azules y rojas, llenas de sangre que le daban máxima firmeza. Parecía estar a punto de estallar y hacía una leve curva hacia la izquierda.
Era muy grande y gruesa, tiempo después satisfice mi curiosidad de medírsela. Tenía 22 centímetros de largo y 16 de grosor. Sobresalía la cabeza, lisa y brillante. Estaba erguida y retadora. Nunca he visto otra igual.
Ante aquella hermosura no pude disimular mi sorpresa. Abrí la boca y me llevé las manos a las mejillas, en un gesto realmente femenino.
Al notar mi rubor, tío Carlos me preguntó con su encantadora sonrisa:
-¿Eran «pequeñitas», así como la mía?
-¡Ay, claro que no! -contesté con emoción y con voz apenas audible, aunque hubiera querido gritar-. ¡Esta sí que es una auténtica verga!
-Si te gusta puedes tocarla -me invitó, mientras la sacudía levemente con sus dos manos.
Al escuchar la sugerencia no pude contener mis ansias, me lancé sobre aquella preciosidad y comencé a besarla con desesperación, como si tuviera temor de que tío Carlos se arrepintiera o de que alguien quisiera quitármela.
Luego procedí a chuparla con deleite pero un tanto bruscamente. Tío Carlos se percató entonces de que no tenía yo experiencia en hacer el sexo oral, pero también de que era yo material virgen ideal para moldearme a su gusto y voluntad, hasta convertirme en una experta mamadora.
Durante varios minutos estuve gozando aquel grueso caramelo que apenas me cabía en la boca. Sobra decir que yo gozaba muchísimo al hacerlo pero mi anhelo era que él sintiera lo mismo, y que no fuera solamente una vez.
Con cada chupada la enorme verga de tío Carlos parecía adquirir mayor tamaño y se ponía más dura, con lo que el placer de ambos iba también en aumento.
Al principio él entrecerraba los ojos, abandonándose al goce de sentir mis labios recorriéndola suave y amorosamente en toda su magnitud, su belleza y su poderío.
Por momentos me detenía para contemplar aquella magnífica verga, la tomaba con mis manos y la besaba con ansia, sobre todo en la cabeza tersa y a la vez brillante, no exagero al decir que deseaba comérmela a besos.
Mi excitación aumentaba al mirar el rostro extasiado de tío Carlos disfrutando mi mamada, y con frases amorosas me animaba a seguir chupando, chupando...
-¡Así, así, cariño! ¡Chúpame más, putita! ¡Qué rico me haces sentir! ¡Tienes unos labios y una lengua que hacen maravillas! ¡Desde ahora mi verga será solamente para ti; siempre la tendré llena de leche para dártela por donde quieras!
Al cabo de unos minutos mi tío comenzó a gemir y a retorcerse. Comprendí que estaba por llegar al orgasmo y no me equivoqué. Enseguida dio unos gritos ahogados y su hermosa verga soltó siete chorros de semen caliente, que con ansia loca recibí en mi boca.
Eran tan fuertes y tan abundantes, que me atraganté. Estuve a punto de ahogarme con la enorme descarga de leche, pero pude controlarme y empecé a saborearla aunque unos hilillos escapaban por la comisura de mis labios. Luego, durante unos instantes mostré a mi amado tío cómo su rico semen rebosaba mi boca, y lo tragué como si se tratara de un néctar celestial.
Como recompensa por el enorme placer que le había yo proporcionado, mi tío también chupó mi «pipí» y me masturbó hasta que eyaculé.
Cuando terminamos me llenó la cara de besos y caricias, y me preguntó si me había gustado.
-No me gustó... ¡me encantó! -le respondí mientras le daba un abrazo para demostrarle todo mi carño por dejarme saborear su linda verga y por esa mi primera real experiencia en hacer sexo oral.
Él me agradeció por proporcionarle tanta felicidad, como hacía mucho tiempo no sentía por la frigidez de tía Chole. También me advirtió que ese sería nuestro íntimo secreto.
Pero lo que más me fascinó fue su promesa de que podríamos repetirlo cuando yo lo deseara. Sólo con que yo le guiñara un ojo, él buscaría la oportunidad para vernos a solas y tener otro encuentro amoroso, que desde ese momento yo ya estaba deseando.
El primer paso estaba dado. Así tío Carlos me había convertido en su putita amante, que estaría ansiosa y feliz de recibir su verga y su semen siempre que se le antojara.
Espero que les haya gustado esta historia. Si tienen algún comentario, por favor envíenmelo por e-mail. Lo agradeceré muchísimo.
En próximos relatos les contaré cómo mi amado tío Carlos logró que yo aceptara entregarle la virginidad de mi culito y también cómo se las ingenió para que tuviéramos nuestra luna de miel, que con su preciosa verga y su potencia varonil fue para los dos una experiencia de esas que no se olvidan. ¡Chao!