Tío Carlos me folló en una silla tántrica

¡Qué dicha ser dueña de la verga que tía Chole rechaza por su gran tamaño!

Amiguis y cómplices, estoy muy contenta por sus lindos comentarios a mis relatos anteriores. Les considero mis cómplices ya que aquí puedo contarles con detalle, en la intimidad, las tremendas cogidas que me da tío Carlos.

No es porque yo lo ame, pero se trata de un hombre con mucha experiencia en cuestiones de sexo; me folla y me hace el amor de forma tan especial que estoy enculada con él.

Por acá se dice que una mujer está «enculada» cuando se enamora perdidamente de su macho, principalmente porque él se asegura de tenerla siempre bien cogida y de darle plena satisfacción en la cama.

Pues así estoy yo, y no me avergüenza decirlo. Quiero estar siempre con él, sintiendo sus besos apasionados; sueño con acariciar, besar y chupar su miembro hasta que se pone bien duro. Sentir cómo me empala con sus 22 centímetros de largo, y al final cómo descarga en mi culito o en mi boca.

Estoy segura de que tío Carlos también me ama porque es muy detallista y me hace pequeños obsequios, que le agradezco con el alma.

Les cuento que recientemente me sorprendió con una pregunta, que me sacó de balance:

-Mi niña, ¿qué te animó a regalarme tu culito virgen?, porque me di cuenta de que nunca antes había sido penetrado.

-¡Ay amor! -contesté-. Es cierto. Nunca nadie me había cogido. Pero aunque hubiera sido virgen, con tu pene tan grande lo habrías roto completamente.

-Sí, cariño, y te lo agradezco, pero no has respondido. ¿Por qué fui tu elegido?

Tomé un poco de aire y le expliqué:

-Siempre soñé con una verga color rosita, larga, gruesa, con la cabeza roja como ciruela y huevos llenos de semen. En una ocasión te vi orinar y me percaté de que así era la tuya. Aunque no miré el tamaño, te juro que me gustó muchísimo.

-Una madrugada, al regresar de una reunión con amigos, entré a la casa sigilosamente para evitar que tía Chole se diera cuenta y me regañara. Al pasar frente a su recámara les oí discutir en voz baja. Como nunca peleaban me pareció extraño y pegué el oído a la puerta para saber el motivo. Recuerdo muy bien el diálogo.

-Chole -decías tú-, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvimos relaciones sexuales. Cuando veo tu cuerpo desnudo, tus hermosas piernas y tus senos... en fin, lo bella que eres, me hago ilusiones de que por fin cese tu frigidez y termine el ayuno, pero nada... Comprende que tengo necesidad de «estar» contigo, si no todos los días o al menos tres o cuatro veces por semana y sólo son una o dos o tres ¡al mes! ¿Es que acaso ya no te atraigo? ¿Qué está pasando? Creo que tengo derecho a saber por qué te niegas a que hagamos el amor.

-Lo que pasa... -quiso explicar tía Chole.

Hizo una pausa que supuse agotó tu paciencia porque la urgiste a continuar:

-¿Qué ocurre? ¡Contesta! ¿Qué sucede? ¿Estás enferma? ¡Dime!

-No, nada de eso... -respondió-. Es que tu verga es muy grande y muy gruesa... Me lastima cuando me penetras...

-Pero si nunca has dejado que la meta toda, aunque es lo que más deseo pero me contengo. Además, siempre lo hago con precaución para no lastimarte...

-Sí, lo sé, lo sé, cariño. Por favor, perdóname por no complacerte como mereces; es el dolor que me produce tu pene tan grande... Sin embargo, te amo y quiero complacerte. Ahora te lo demostraré. Pero te ruego que no la metas toda, sólo un poco más de la mitad.

-Al parecer estuviste de acuerdo porque instantes después comenzaron a jadear y tía Chole insistía en que tuvieras cuidado. Duraron muy poco. Cuando cesó el ruido me fui a mi recámara, no quería que me sorprendieran espiando.

-Así supe que tu verga era extraordinaria, como yo deseaba, y me hice la ilusión de que algún día la tendría clavada en mi agujerito. Aunque me causara todo el dolor del mundo, lo soportaría gustosa y sería muy feliz de dejar que me la metieras toda... toda. Así que cuando me propusiste que fuera tuya me dio mucha alegría y acepté de inmediato.

-Eres una putilla mañosa... -dijo sonriente tío Carlos. Tomó mi carita con sus manos y me besó con pasión. Yo cerré los ojos, agradecí al cielo que pusiera en mi camino a ese hombre singular y me prometí ser suya para siempre.

Luego me entregó una cajita color rosa, envuelta en papel aluminio con adornos femeninos.

-Ten, amorcito. Lo compré especialmente para ti.

Curiosa, como somos las mujeres, quise ver el contenido en ese momento pero me detuvo.

-Míralo cuando estés a solas -me ordenó-. Creo que te gustará y no batallarás para saber cómo utilizarlo. Cuando lo uses piensa en mí... Otra cosa: me hará muy feliz que lo lleves puesto esta tarde, no aguanto las ganas de cogerte...

-Será cómo quiera mi macho -respondí mientras agarraba su miembro y lo apretaba golosa. Lo tenía durísimo e incrementó mi insaciable necesidad sexual.

Obedeciendo las instrucciones de mi amante, apenas estuve en mi cuarto abrí la caja. Había en ella un plug anal adornado con una colita de conejo, además de un tubo de lubricante.

Desinfecté el consolador, le puse un poco de gel y lo introduje en mi ano. Tenía la punta delgada y eso facilitó la inserción. Mientras lo metía le daba vueltas lentamente y movía las nalgas, para no sentir molestias.

Medía casi 15 centímetros de largo y era un poco menos grueso que la verga de mi hombre, pero ¡me encantó!

Ya que entró la parte más abultada comencé a menear el trasero en forma voluptuosa. De igual forma contoneaba la cintura y el torso, me acariciaba los brazos, la cara, el cuello y las tetillas.

Imaginaba estar poseída por mi macho. Mi pequeño pene reaccionó ante la calentura por el goce que recibía mi agujero, y sin que yo lo tocara comenzó a eyacular un caudal de leche. Acumulé el esperma en la palma de mi mano y lo bebí con deleite.

Caí agotada con el plug en mi culito y lo dejé en su nuevo «estuche» hasta que llegó la hora de la cita.

Apenas entrada la noche llegamos al motel y seguimos el mismo ritual de la vez anterior. Tío Carlos me llevó en sus brazos a la habitación pero no me depositó en la cama sino en una silla tántrica, de casi dos metros de largo y forma un tanto caprichosa. Era como una letra «M» pero alargada, ahondada en el centro y con un extremo más alto que el otro.

Inocente, pensé que se trataba de un diván común y corriente pero con tío Carlos descubrí lo sublime que es coger ahí. Se los recomiendo ampliamente.

Nos acariciamos y besamos con lujuria mientras nos desvestíamos. Enseguida comprobó que llevaba yo el plug en el ano.

-¡Muy bien! -aprobó- ¡Tienes que obedecer a tu macho! Ahora quiero que te pongas a gatas y vengas hacia mí como una perrita, moviendo la lengua pidiéndome que te deje chuparme la verga.

No esperé que repitiera el mandato. Balanceando el culo provocativa, fui hacia mi amo. Saqué la lengua y la movía hacia todos lados con ritmo sensual, cachondo, y dirigía la vista hacia el pene ya en su máxima erección.

-¡Quieres verga, puta? ¿Quieres chupar la verga de tu macho, verdad? -dijo tío Carlos con tomo dominante y dulce a la vez.

-¡Mmmmjjjjj! ¡Mmmmmjjjj! -murmuré apuntando a la herramienta que anhelaba chupar.

-Voy a complacerte, putita, sólo tienes que obedecerme como mi esclava que eres. Voy a llenarte la boca de verga pero harás únicamente lo que te diga.

-¡Mmmmjjjj! ¡Mmmmjjjj! -respondí.

Se paró junto a la parte alta de la silla y me indicó que subiera en ella a gatas.

Quedé frente a él mientras se manoseaba la verga hinchada. Sensual y para incitarlo todavía más sacudía las nalgas voluptuosamente. Abrí la boca y atrapé la cabeza. Tío Carlos me dio una cariñosa bofetada.

-¡Quieta, putita! Recuerda que eres mi esclava; harás únicamente lo que te permita y cuando te lo ordene.

-Mmmmjjjj! ¡Mmmmjjj! -intenté disculparme.

-Primero besa la cabeza... ¡sólo la cabeza!

Agradecida obedecí al instante. ¡Cómo no!, si me moría por acariciarla con mis labios.

-Ahora saca la lengua -indicó- Se agarró el pene y lo pasó varias veces sobre la húmeda superficie.

Era una increíble combinación de placer y martirio sentir la dureza de aquel bello trozo de carne, y contener el anhelo de chuparlo.

Al cabo de unos minutos tío Carlos se compadeció:

-Ahora agárrala, putita. Chúpamela toda, llénala de saliva de la cabeza hasta los huevos.

No esperé que repitiera la orden. Eran tantas mis ganas reprimidas, que tomé la verga y empecé a chuparla como poseída.

-¡Mmmmmm! ¡Mmmmmm! ¡Mmmmmm! -bufaba mientras la engullía casi por completo.

Golosa, con lengua y labios recorría el tronco que tenía las venas alteradas por el cúmulo sanguíneo que le daban la firmeza de un palo.

Qué orgullo sentía al mirar a Tío Carlos cerrar los ojos y retorcerse como si estuviera a punto de desfallecer, pero seguía entregada a mi placentera y deliciosa tarea.

-¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Qué rica tu lengua! ¡Así, perrita, así! ¡Qué sabrosa mamada! ¡Ahhhhhh! ¡Goza, putita, goza la verga de tu macho!

Tras unos minutos en que alcanzamos el cielo y la gloria hicimos una brevísima pausa. Luego mi amado me quitó el plug.

-Ahora me toca a mí darte placer, perra. Voy a besarte el culo y a dilatarlo para cogerte sabroso, como te gusta.

-¡Sí papito! Soy tu mujer, tu esclava, tu zorra, tu perra, ¡lo que tú quieras, papacito! ¡Pero por favor ya cógeme! ¡Ardo ansiosa de tenerla hasta adentro! ¡MÉTEMELA TODA, YO NO SOY TÍA CHOLE! ¡MÉTEMELA TODA!

-Todavía no, putita, antes quiero chuparte el culo, este culito que fue mío primero, y luego te cogeré hasta que grites y me pidas que te coja más.

Con ambas manos separó mis nalgas y hundió su lengua en el agujero. Recorría diestramente los bordes y con un movimiento de mete y saca que me hacían gemir.

-¡Mmmmm! ¡Mmmmm! ¡Qué rico, papito! ¡Qué rico me coges con tu lengua! ¡Chúpame el culo, es sólo tuyo! ¡Así, así! ¡Mmmmm! ¡Mmmmm! ¡Sigue, sigue! ¡Así papito! ¡Así!

Cuando consideró que me tenía totalmente a su merced, deseosa de ser penetrada, tío Carlos se sentó en la parte honda de la silla, a horcajadas. Se recostó con la espalda apoyada en el lado más alto.

Me ordenó imitarlo y quedamos frente a frente, con mis piernas sobre las suyas.

Mientras nos poníamos cómodos sentí su pene erecto golpear mis nalgas y la rajada.

Mi marido no tuvo que decirme lo que debía yo hacer. Mis manos tomaron la verga y con destreza la encaminaron hacia el ano dilatado y lubricado por el plug.

Ya que la cabeza entró con facilidad, puso sus brazos en mi espalda y comenzó a acariciarme con gran ternura. Yo apoyé las manos en la silla, por encima de sus hombros, y nos abandonamos en una comunión plena de amor, pasión, deseo y lujuria.

Tomé el rol activo. Apoyada en el piso, lentamente comencé a subir y a bajar, sintiendo la verga de tío Carlos penetrar hasta lo más profundo y rozar las paredes de mi intestino.

Como teníamos las manos libres, nos acariciábamos y besábamos sin obstáculos... Era un ambiente de calma, de quietud, ideal para la entrega mutua... En ese momento nada importaba más que nosotros...

Tomé entre mis manos su rostro de varonil hermosura; besé la boca tierna y húmeda y sus mejillas sonrosadas.

-Me haces muy feliz, papi. Me gusta que me poseas, ser totalmente tuya. Y así como me estás cogiendo ahora, con tanta ternura, siento que tú también me amas y que estaremos unidos para siempre.

Aunque yo podía permanecer en esa posición por el resto de mi vida, tío Carlos quería darme otra lección de sexualidad.

Me indicó que apoyara las manos en la parte superior del sillón. Le obedecí y sacudí mi trasero unas veces con frenesí y otras cadenciosamente. Ansiaba que me poseyera y sentirlo acariciar todo mi cuerpo.

Se echó más saliva en el pene. Yo lo puse en la entrada de mi culito hambriento de verga y él empezó a empujar con una lentitud que me permitía disfrutarlo en toda su longitud y su grosor.

Me tuvo bien empalada durante unos instantes dichosos. Mi esfínter apretaba al preciado invasor, quería aprisionarlo eternamente.

De pie, Tío Carlos empezó a bombear despacio, lento, lento. Me atenazó con sus fuertes brazos y yo me abandoné, dejando que gozara más al cogerme.

Mientras su verga entraba y salía, mi amado me asió por el cuello y nuestros cuerpos se pegaron como estampillas.

En el máximo de la lujuria y sin miedo a que alguien más me escuchara, grité:

-¡Delicioso, papito, delicioso! ¡Mmmmmm! ¡Mmmmmm! ¡Qué lindo! ¡Cójeme rico! ¡Siento toda tu verga adentro! ¡Es enorme pero quiero tenerla siempre así! ¡Qué felicidad ser dominada y ensartada por mi macho!

Mis gritos lo exacerbaron y aumentó el ritmo. Sacaba casi todo el pene y luego lo introducía hasta el fondo. Permanecía quieto un instante y repetía la operación.

-¡Ahhhgggg! ¡Ahhhgggg! ¡Adoro tu culito, nena! ¡Es muy estrecho y se ajusta a mi verga como un guante! ¿Quieres que termine ya, putita? ¡Estoy bien cargado de leche y quiero vaciarme en tu culo!

-¡Acaba, mi amor, acaba! -grité desaforada- ¡Dame tu lechita caliente! ¡Toda, toda, papito hermoso! ¡Lléname el culo, quiero que me dejes preñada! ¡Préñame! ¡Préñame!

-¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Ahhhhgggg! ¡Ahhhhgggg! ¡Ahhhhgggg! -exclamó al tiempo que su cuerpo se agitaba para liberar toda la energía.

Sentí que la vibrante verga de mi macho se sacudió y comenzó a escupir potentes chorros de esperma. Fueron siete u ocho disparos abundantes. Me sentí orgullosa de que tío Carlos hubiera guardado para mí esa gran cantidad de néctar.

Exhaustos por la vigorosa cogida permanecimos unos minutos sin movernos. Me apoyé en el sillón con él sobre mi espalda y esperamos a que terminara la descarga.

Después tomó el plug y me lo introdujo en el culo, por el que escurría ya un hilillo de esperma.

-Ahora, mi nena, quiero que lo conserves ahí unas horas, para que te impregnes de mi leche y sientas que te he preñado.

Desde luego obedecí dócilmente la orden de mi amo. Tío Carlos es mi señor absoluto. Domina mi cuerpo, mi mente, mi voluntad... Mi recompensa es la seguridad de que ¡su preciosa verga es toda para mí!

Amiguis, espero que hayan disfrutado esta historia, y agradeceré todos sus comentarios en esta página o en mi correo electrónico p

owellcolin66@gmail.com