Tío carlos descubrió mi secreto y tuvo su premio
Con su hermosa verga de casi 22 centímetros me hizo gozar como nunca en la vida. Estoy muy dichosa por haberle entregado mi virginidad y porque precisamente él haya estrenado mu culito
TÍO CARLOS DESCUBRIÓ MI SECRETO Y LE DI SU PREMIO
Su hermosa verga de casi 22 centímetros me hizo gozar como nunca en la vida. Estoy muy dichosa por haberle entregado mi virginidad y porque precisamente él haya estrenado mi culito
Hola, queridos. Estoy feliz por la aceptación a mi primera historia y agradezco sus comentarios. Espero tener muchos más lectores, en este portal y en mi e-mail.
En mi relato anterior les conté cómo mi querido tío Carlos descubrió que me encanta la verga y me dejó disfrutar de su hermoso pene de 22 centímetros de largo además de buen grosor.
Después de nuestro primer encuentro pasó casi una semana antes de que con un guiño de ojo, como habíamos acordado, le indicara yo que tenía deseos de estar con él.
La verga me ha fascinado desde siempre, pero después de sentir en mis manos y sobre todo en mi boca la bellísima herramienta de tío Carlos, era una necesidad que no me dejaba en paz en ningún momento. Casi todas las noches soñaba con ella, e imaginaba nuevas formas de hacer sexo oral para agradecerle lo dichoso que me hacía.
Aunque desde el día siguiente pensé en hacer saber a mi macho mi anhelo de darle placer con una buena chupada, en mi mente nacían sentimientos encontrados.
Por un lado imaginaba mi boca llena con su exquisita leche caliente, pero tenía plena seguridad de que en la próxima ocasión tío Carlos por lo menos intentaría penetrarme, y dudaba que mi culito virgen pudiera soportar esa verga poderosa.
Al fin decidí correr el riesgo y esperar que tío Carlos, con su experiencia, se compadeciera de mí y me cogiera con el menor daño posible. Porque una cosa sí les digo: ansiaba disfrutarla completamente, que me la metiera hasta el fondo, hasta que sus huevos chocaran en mis nalguitas y no quedara ni un milímetro afuera,
La tarde del día convenido fuimos a un baño de vapor. Era el sitio que tío Carlos eligió para que yo le regalara mi virginidad.
Pidió dos boletos para un cuarto privado. Apenas entramos, nos abrazamos y nos besamos con desesperación, dando rienda suelta al deseo contenido por tanto tiempo. Desesperado llevé mi mano al bulto donde reposaba, según yo, el enorme trozo de carne que ya era mi preciado tesoro.
Con alegría comprobé mi equivocación, La verga de tío Carlos ya estaba más que despierta, en su mayor poderío igual que cuando me enamoré de ella.
Bajé el zíper de la bragueta. Con delicadeza introduje mi mano y sentí que mi amada estaba bien erguida, retadora, en plena forma para el combate amoroso.
La acaricié unos segundos. Enseguida la saqué para admirarla y -casi con veneración- rogarle que fuera buenita al estrenar mi agujerito, pues jamás había sufrido una invasión.
Hasta ese momento tío Carlos y yo habíamos permanecido en silencio. Después de todo las palabras sobraban. Estábamos hambrientos de acariciarnos, besarnos, tocarnos y disfrutar al tope nuestra intimidad,
-¿Me extrañaste, mi reina? -quiso saber tío Carlos.
-A ti no -contesté con picardía-. A quien extraño, y muchísimo, es a tu hermosa verga. Creo que ya no podré vivir sin ella -añadí mientras la acariciaba gozando de su tersura y su dureza.
Un poco tarde caí en la cuenta de que tío Carlos me había llamado «mi reina». El hecho de que me tratara como a una mujercita me halagó. Significaba que eso era para él y era lo que yo más anhelaba: ser su mujer, su puta, su perra, a la que dominaba con su enorme caramelo.
Sin embargo quise tener plena seguridad de que había escuchado bien y le pregunté;
-¿Me dijiste «mi reina»?
-¡Claro! Mi reina, mi bebita, mi mujer... -confirmó mi amado-. Hace mucho tiempo que no tengo sexo con tu tía Chole y estaba yo desesperado porque no recibía tu señal para vernos de nuevo. Desde la vez anterior no he cogido, estoy bien cargado de leche para dártela en la boca o venirme dentro de tu hoyito, si te animas a regalármelo.
La revelación de tío Carlos me llenó de alegría. Sabiéndome su hembra le rodeé el cuello con mis brazos y le planté un prolongado beso en la boca, con el cual le entegué para siempre mi amor incondicional. Sería solamente suya, su esclava fiel, y podría follarme cuando y como él quisiera.
Luego con mal disimulada ansiedad lo ayudé a despojarse de la ropa. Cuando estuvo desnudo él hizo lo mismo conmigo. Comprobé que su verga estaba como me gusta, rosadita, con las venas alteradas por la sangre que le daba extraordinaria firmeza.
Enseguida mi amante sacó una coqueta pantaleta probablemente de mi tía Chole, y me la entregó.
-Póntela -me indicó-, me muero quiero verte con ella. Lucirás muy bonita y me pondrás más caliente.
Cumplida su orden me paseé ante él, mirándolo con sensualidad y lanzándole besos simulados a él y a su apetitoso caramelo.
Sus ojos brillaron de emoción y lujuria, Sin duda disfrutaba que su putita lo provocara a ese grado, pero ya le daría su merecido. Al momento percibí que su pene se movía vigorosamente hacia arriba y hacia abajo. Era un espectáculo incomparable que me excitaba aún más.
En el clímax de la calentura me arrodillé frente a tío Carlos, tomé su verga con las dos manos y comencé a besarla. Primero lentamente, disfrutando al pasarle la lengua por la rosada cabeza y el glande. Era una bella emoción sentir en mis húmedos labios los latidos de aquel poderoso instrumento.
Eso me impulsó a chuparlo no obstante que era muy grueso, Al cabo de unos minutos mis caricias excitaincitaron a tío Carlos, a tal grado que me tomó por la cabeza e introdujo más de la mitad del pene, con lo que casi me ahogó pero me repuse de inmediato.
Mientras yo chupaba y chupaba como un cachorro, mi macho cerraba los ojos y dejaba que su putita se esmerara en darle todo el placer del mundo.
Luego lo masturbé con suavidad un poco. Noté entonces que su ardor se elevaba al máximo y estaba a punto de eyacular; su verga dejaba escapar las gotitas cristalinas y saladas que anteceden al orgasmo, y yo las saboreaba con deleite, pero él tenía una extraordinaria capacidad para controlarse y retardar la descarga. Seguro ya tenía en su mente cómo sería nuestro gran final de fiesta.
El tiempo pasó sin darnos cuenta, como nos sucede a todos cuando nos encontramos en una situación muy agradable. Nos olvidamos de todo menos de lo realmente importante.
Llegó entonces el momento que yo más deseaba y temía a la vez.
-¿Estás contenta, mi reina? -me preguntó tío Carlos.
-Me tienes encantada, papito -respondí mientras lo abrazaba y le daba otro fogoso beso en los carnosos labios.
-¿Me quieres mucho, como yo a ti? -continuó.
-Muchísimo. Eres el primer hombre en mi vida y el único -contesté-. Me has hecho conocer el amor, la pasión y el sexo al mismo tiempo. Eso nunca lo olvidaré ni tengo con qué pagártelo.
Me tomó por los hombros, me miró a los ojos y dijo:
-Yo también te agradezco y te amo, porque me hiciste recuperar algo que creía perdido para siempre: la virilidad, el deseo y el ímpetu del macho que desespera por poseer a su hembra, meterle la verga y saciarnos de placer.
Se puso pensativo unos segundos antes de preguntarme:
-¿En verdad quieres recompensarme?
-Desde luego que sí, papito -le dije-, pero no se me ocurre cómo hacerlo.
-Quiero que seas realmente mía, que me dejes cogerte, Quiero obtener el botón de la inocencia de tu lindo culito, sentir mi verga aprisionada por tu hoyuelo y follarte hasta descargar en él toda mi leche.
-Yo ansío también ser tuya -contesté-, Sueño con tener toda tu preciosa verga dentro de mí, pero nunca me han cogido y es demasiado grande y gruesa; dudo mucho que pueda entrar aunque sea la mitad.
-No temas -respondió tío Carlos, y me hizo una promesa-. Cuidaré de no lastimarte, usaré lubricante anestésico para que entre sin dificultad y sin causarte daño. Además, te la meteré hasta donde me digas. Meteré únicamente lo que soportes, aunque prometo hacerte sentir muy bonito y me rogarás que la meta toda,
-Pues que pase lo que tenga que pasar -dije para mis adentros, dispuesta al sacrificio anhelado y voluntario que mostraría a mi macho cuánto lo amo.
Enseguida me acomodó sobre un camastro y me puso en posición de «cucharita». Tío Carlos me explicó que de esa manera su miembro, suficientemente lubricado, entraría con facilidad sin causarme rasgaduras.
Hizo a un lado la pantaleta, puso lubricante en la entrada de mi hoyito con los dedos índice y medio de su mano izquierda, y poco a poco los introdujo para dilatarlo y prepararlo para el ataque.
Durante la maniobra, con la mano derecha me besaba las mejillas y el cuello, acariciaba mi pecho, y me susurraba al oído palabras amorosas llenas de pasión y deseo.
-Te amo, reina. Desde hoy serás mi mujer y yo tu hombtr. Haré que nunca olvides este día en que me regalas tu virginidad, te cogeré muy rico para que siempre desees tener mi verga dentro de tu culito.
Entre tanto la estrujaba con mi trasero o la deslizaba en mi rajada y me nalgueaba. Cuando percibió que estaba yo desesperada porque me penetrara, colocó la cabeza de su verga en la entrada del recto y comenzó a empujar lentamente.
No obstante que me mimaba y seguía besándome y apretándome contra su pecho, el ataque me provocó una justificada reacción de rechazo pero él se apresuró a serenarme.
-Tranquila, cariño, no pasa nada. Sólo relájate, déjate llevar; verás qué fácil es. Recuerda que prometiste ser mía y yo cuidaré de no lastimarte.
A la primera embestida no pude evitar un gritito de dolor. La punta del ariete que chupaba yo con ansias me estaba haciendo sufrir. Si así era el comienzo, el panorama no era muy tranquilizador.
-¡Papito, me duele! -le dije con una mezcla de dolor y placer en la voz.
-No te preocupes, amorcito; lo haré con más cuidado y sólo hasta donde tú quieras -expresó tío Carlos, con lo que logró tranquilizarme para reanudar la penetración.
Su verga entraba poco a poco pero incesante. Mientras atacaba, acariciaba mi cuerpo con pasión, y al percatarse de que me hacía enloquecer mientras me follaba profundizó el ataque.
Sentí que la poderosa herramienta penetró hasta la mitad y me causó más dolor, así que supliqué que se detuviera.
Accedió e hizo una pausa, me besó aún más apasionado pero obviamente no sacó su miembro. Después de todo la fiera no dejaría escapar la indefensa presa que ya tenía en sus garras.
-Es natural que te duela porque eres virgen, es la primera vez y tu hoyito está muy apretado... Si quieres podemos dejarlo para otra ocasión -propuso tío Carlos.
Sin embargo yo estaba dispuesta a dejar que hiciera conmigo lo que le viniera en gana. Suspiraba al imaginar alojado dentro de mí todo el amado instrumento del hombre que descubrió mi verdadera sexualidad.
-De ninguna manera, cariño -me disculpé-. Te prometí que sería tuya y estoy decidida a cumplir mi palabra.
Pese a tener mi consentimiento él fingió suspender la operación.
-Comprendo que mi verga es muy grande y no quiero lastimarte, así que por ahora es suficiente. Mejor chúpala hasta que eyacule, el otro día lo hiciste muy bien y creo que tú también lo disfrutaste.
Mientras él hablaba yo no quitaba la vista ni la mano de aquel precioso caramelo. Estaba duro como un palo y con sólo tocarlo me gustaba y me incitaba aún más.
-De ninguna manera, papito -le imploré-. por favor no me dejes así. Estoy muy caliente; la molestia ya pasó y podemos continuar, quiero que me cojas como nunca antes has cogido a nadie.
-No, no, no -se aferró tío Carlos-. Perdóname. Sabes que nada deseo más que cogerte, hacerte mía, pero no quiero dañarte ni dejarte un mal recuerdo...
Con el fin de vencer su aparente renuencia me arrodillé para chuparle la verga y rogué que me la metiera, hasta que logré mi propósito.
Volvimos a la posición de «cucharita», tío Carlos puso más lubricante en mi ano y en su miembro, y lo introdujo con mayor precaución.
Claro que le costó trabajo y a mí alguna molestia pero soporté con valentía.
Cuando la verga entró por completo él hizo una expresión de triunfo. Por fin había conquistado la fortaleza; entonces me aprisionó con toda su fuerza y me besó con mayor furor la boca y las mejillas.
-¡Gracias, mi reina! ¡Ahora sí eres completa y verdaderamente mía, por fin pude reventar con mi verga tu culito que me enloquece.
Tío Carlos pareció compadecerse de mi voluntario sacrificio y por varios segundos permanecimos quietos pero sin dejar de besarme. Ese gesto que yo agradecía y la anestesia del gel ayudaron a que se desvaneciera el delicioso dolor que me provocaba el tremendo invasor.
Ambos disfrutábamos a más no poder. Su miembro vigoroso palpitaba dentro de mí y yo contraía el esfínter para aprisionarlo, con la ilusión de quedar empalada para siempre por esa verga que me hacía tan dichosa.
Pasado el trance tío Carlos inició el mete y saca. Unas veces lo hacía con lentitud, extasiándose con el roce de mi ano, y otras con toda energía, para que sintiera yo su poder dominador. Como por arte de magia mi dolor desapareció y comencé a gozar la cogida.
Era una sensación divina. Al entrar y salir los 22 centímetros de carne firme y palpitante lo besaba y lo animaba para que acelerara sus movimientos.
Posteriormente levantó mi pierna izquierda y clavó más su miembro, causándome una hermosa sensación.
-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Así, así, así, papito!, qué rico sabes cogerme. Folla a tu puta como quieras, no importa que me lastimes, Adoro tu vergota y siento que me llega hasta la garganta.
Pasados unos minutos, ya con mi culito acostumbrado a la follada, mi macho sacó su verga reluciente, retadora. y me echó de espaldas en el camastro. Levantó mis piernas, las puso sobre sus hombros y arremetió de nuevo.
Su pene estaba muy hinchado y por eso lo sentí más grande aún, pero ya no me causaba dolor sino un placer que sólo entenderá quien ha gozado con una verga de ese tamaño.
Luego Tío Carlos se acomodó en la posición del «misionero» y quedamos cara a cara, yo con las piernas al aire, bien abiertas. Me cogió así por cerca de veinte minutos y me hizo viajar al cielo de ida y vuelta.
Me encantó esa posición -se las recomiendo- pues me hacía sentirme al mismo tiempo amada y dominada por mi macho que parecía toro en brama, y yo podía besarlo, abrazarlo y clavarle las uñas en la espalda para que empujara más.
La frenética acción y el íntimo contacto físico lo excitaron tanto e inevitablemente llegó al clímax.
Se puso rígido y comenzó a eyacular dentro de mí al tiempo que lanzaba exclamaciones cubriéndose la boca con una toalla para evitar que alguien lo escuchara,
-¡Ahhhggg! ¡Ahhhggg! ¡Ahhhggg! ¡Me vengo, me vengo, mi reina! ¡Toma toda mi leche! ¡Ya eres sólo mía! ¡Eres mi mujer y quiero dejarte preñada!
Yo lo abracé más fuerte para quedar pegados así eternamente, y entre beso y beso le decía al oído:
-¡Sí, papito! ¡Soy tuya y lo seré por siempre! ¡Dame tu leche! ¡Quiero que me dejes embarazada con tu hermosa verga! ¡Soy tu mujer, tu putita, tu perra, hazme gozar siempre esa enorme verga!
Tío Carlos se impulsó para penetrarme al máximo. Al punto, entre estertores, con la respiración silbante, eyaculó unas diez veces en mi culito desflorado, lo inundó al vaciar en él la copiosa carga de semen acumulada durante su prolongada abstinencia.
Así permanecimos un buen rato en el que yo contraía el esfínter para extraerle hasta la última gota de esperma.
Él se veía un tanto cansado por el esfuerzo y la deslechada, pero muy satisfecho de haber cumplido como un garañón al montar a su yegua,
Yo, por mi parte, estaba feliz y contenta por la estupenda cogida, y por haber «derrotado» a esa verga que parecía invencible.Pero sin duda me había proporcionado el mayor placer de mi vida, así que merecía mi gratitud.
Cuando tió Carlos la sacó me abalancé sobre ella, Aún conservaba buena parte de su poderío. Con cariño la tomé entre mis manos y le di un lenguetazo. Al sentir el rico sabor del semen de mi amante la chupe y la chupé para dejarlo vacía por completo.
-Te amo, papito -le dije-. Me encanta también tu enorme verga y me gustó mucho sentirla toda adentro.
-También yo te amo y te agradezco el regalo de tu virginidad. No me equivoqué al advertirte que me rogarías que te cogiera, y ahora que eres mi mujer tengo planes para gozar nuestra luna de miel.
Nos fundimos en un abrazo y así permanecimos largo rato. Mientras acariciaba el pecho y las tetillas de mi amado disfrutaba al repasar en mi mente cada instante de lo acontecido y me sentía muy feliz de que fuera el elegido para desvirgarme.
¡Ay, amiguis!, desde ese día me parece que el tiempo pasa con desesperante lentitud. Sólo recordarlo me provoca comezón en el culito, así que improvisè un consolador para calmarla pero nada se compara con la herramienta de tío Carlos.
Ya les contaré todo lo que hagamos en la luna de miel. Creo que yo la pasaré súper, porque para el sexo tiene ¡una imaginación bárbara!
Espero que les haya gustado este relato y agradeceré que me hagan llegar sus comentarios en cualquier sentido. ¡Chao!