Timidez vencida
Jovencita de 18 años seduce a su profesor, un hombre maduro de 50 años para tener sexo apasionado y subir la nota.
Un día como cualquier otro. Primera hora de la mañana. Sentada en el bar de la universidad, moviendo mi café con una cucharilla para conseguir que éste se enfriase. Llega mi mejor amiga, pide otro café y se sienta delante de mí. Nos saludamos, me sonríe y nos ponemos a hablar. Comentamos los estudios, los próximos exámenes y los trabajos entregados y los que quedan por entregar. Empezásemos a hablar de lo que fuera, siempre terminábamos manteniendo una conversación sobre lo mismo. Sexo. Mi amiga es una alta y atractiva chica de pelo por el hombro y pelirrojo, ojos oscuros y cuerpo espectacular, con un pecho no demasiado grande pero firme y bonito. Yo al contrario, no soy demasiado alta, se puede decir que tengo curvas, pero la verdad es que tengo un cuerpo bonito. Mi pelo es largo y negro, mis ojos color miel y tengo el pecho bastante grande, cosa que me tiene acomplejada. Siempre comenta conmigo sus últimas experiencias sexuales durante sus salidas de fin de semana. Siempre caía uno u otro ante sus encantos. Tampoco se cortaba un pelo en usar sus dotes de seducción con algún que otro profesor para conseguir la nota que desea. Esto último es de lo que más hablaba.
-Tía, deberías dejar de hacer eso. Hay profesores que están felizmente casados y eso no está bien.- le dije.
-Pareces una señora mayor hablando así. Eso lo dices por qué no lo has probado.
-Ni ganas.
-Sabes de sobras que podrías hacerlo. Tienes un cuerpazo, mira que tetas. En el fondo lo estás deseando…
-¿Cuerpazo yo? No me saques el tema de mis pechos que sabes que me acompleja. Aunque lo esté deseando no tengo el valor para hacerlo.
-Si no lo haces es porque no te da la gana. Empiezo a creer que eres una amargada. No vives la vida, siempre renuncias a todo. Por eso te cuesta tanto echar un polvo.
-No seas vulgar hablando, y no me provoques que es muy temprano.
-¿Lo ves? Ya estás esquivando el tema…
-Alba, esta conversación no lleva a ninguna parte. Me voy, que tengo clase.
Me levanté de mi silla y me marché algo furiosa. Llegué a clase y me llevé una gran sorpresa. El profesor decidió poner un ejercicio evaluable allí mismo, sin a penas haber estudiado nada. Estaba perdida. No entendía nada de aquella materia, y tampoco me sentía con humor como para ponerme a hacer aquello. El resultado fue un desastre, pues estaba convencida de que no aprobaría. Fruto de mi desesperación, decidí pedir tutoría al profesor. Esperé a que terminase la clase, y me dirigí a él para pedirle hora. Me citó aquella misma tarde a las 5 en su despacho. Seguí con mis clases con normalidad y esperé a que llegase la hora. Durante un momento, las palabras de mi amiga Alba pasaron por mi cabeza. Era una locura.
Llegaron las 5 de la tarde y me dirigí al despacho. Llamé a la puerta con cierta vergüenza.
-Adelante- me dijo él.
Entré y cerré la puerta. Me indicó que me sentase delate de él, y así comentaríamos el ejercicio de la clase de la mañana. Como ya esperaba, me dijo que había hecho una prueba muy por debajo de mi nivel, y que debía aplicarme más en la materia si quería aprobar, pero que ese ejercicio me lo iba a suspender, por lo que mi nota en el examen final debería ser igual o superior a 7. Lo vi imposible. No sabía que hacer, la desesperación se apoderaba de mí lentamente. Entonces, recordé las palabras de Alba. Una locura. Una locura que podría dar resultado…
De repente, me dejé llevar, y por un impulso incontrolado poco propio de mí, me arrodillé, me puse debajo de la mesa y delante de mi profesor.
-Señorita, ¿Se puede saber que está usted haciendo?
Lo miré con una cara inocente, y puse mi mano en su paquete. Noté como aumentaba su tamaño. Acaricié su miembro por encima de su pantalón durante un par de minutos, mientras le miraba inocentemente y me mordía el labio. No se porqué, pero estaba deseando llevármelo a la boca. Lentamente, bajé su bragueta, aparté su ropa interior y se la saqué. Aquello ya tenía un tamaño considerable. Me excité, no podía creerlo, se la iba a chupar al profe. Aquel hombre alto, de unos 50 años, serio pero con algo que me ponía un montón. Ahí comprendí, que en el fondo llevaba tiempo queriendo hacerlo. Sujeté su pene por la parte de abajo, y pasé mi lengua hasta arriba, lamiéndolo. Él gimió. Seguí lamiendo solo con mi lengua, como si se tratase de un caramelo. Finalmente, procedía a introducirlo en mi boca. Comencé mamando solo la punta, y cada vez lo fui introduciendo más, con cierta dificultad debido a su tamaño. Quería meterlo entero. Me producía algunas arcadas, pero me daba igual, me gustaba. Lo mamaba y lamía con ansia mientras él gemía y suspiraba. Me sujetaba el pelo con su mano, y en ocasiones me acercaba hacía él para meterlo más al fondo. Soltó mi pelo, y empezó a masajear y apretar mis pechos por encima de la ropa. Entonces tuve una idea. Paré, me quité mi camiseta y mi sujetador, dejando mis dos grandes pechos al descubierto. Por una vez, me sentía orgullosa de ellos. Mi talla 100 de sujetador lo enloquecía. Lo miré, le sonreí, y rodeé su pene con mis pechos para hacerle una cubana. Puse cara de niña inocente, y mientras deslizaba aquella deliciosa verga en mi canalillo, alcancé a chuparle la punta. Su cara ya era de placer máximo.
-Sigue… Sí…Así…
Él gemía sin parar, y esto me excitaba aún más. Sentí que iba a terminar, y entonces paré. No quería que aquello acabase todavía. Quería sentirlo dentro de mí. Me quité mi falda y zapatos, quedando solo con unas braguitas de encaje verdes. Él seguía sentado en su silla, frente a la mesa. Me coloqué encima de él, rodeé su cabeza con mis manos, me acerqué lentamente y comencé a besarlo. Le besé como nunca antes había besado a nadie. Metí mi lengua en su boca, y él hizo lo mismo. Nos lamíamos el uno al otro, aquello me encantaba. Dejó de besarme, y de repente se abalanzó a comerme las tetas. Las lamió enteras, las besó y mordisqueó suavemente mis pezones. Aquello me hizo gemir suavemente, y agarré de nuevo su pene y comencé a hacerle una paja. Entonces, me quitó mis bragas y en la misma posición, fui introduciendo lentamente su pene dentro de mí. Pude sentir como cada milímetro de aquella verga se adentraba en mi vagina, causando un indescriptible placer. Una vez estuvo dentro empecé a moverme lentamente, sintiendo su calor. Suspiraba cada vez más fuerte, para terminar gimiendo, igual que él. Puse mi cara delante de la suya, rozándose. Le miré fijamente con cara de placer. Lo besé mientras seguía moviéndome, ahora más rápido. Aumenté el ritmo de mis movimientos, ahora eran ya muy veloces. Puso su cara entre mis tetas, mientras con sus manos apretaba mis nalgas con fuerza acercándome hacia él. Yo gemía y gritaba, me daba igual que pudieran oírme. Ya no podía más. Entonces, sentí como un increíble orgasmo recorría todo mi cuerpo y me hacía temblar. Casi lloro del placer.
Nos besamos con nuestras lenguas, y acto seguido me levantó un poco y me sentó en la mesa que había a mis espaldas. Creí que iba a metérmela otra vez, pero no fue así. Para mi sorpresa, separó mis piernas, se acercó a mí y empezó a lamer mi vagina. Primero solo con su lengua, y terminó chupándola con toda su boca. Me besaba mi sexo con ansia, e introducía su lengua allí donde podía. Mientras, me manoseaba las tetas y las apretaba. Pronto mis gemidos fueron más que evidentes, y no tardé demasiado en alcanzar de nuevo el éxtasis. Esta vez, no pude evitarlo y terminé en su boca, de modo que saboreó mis fluidos hasta la última gota.
Aquello no había acabado. Me giró, me puso apoyada en la mesa y él detrás de mí y me la metió toda de golpe otra vez, sin miramientos. Ahora era él quien tenía el control. Comenzó a penetrarme con fuerza y velocidad, sin parar, sintiendo el roce de su cuerpo contra mi culo. Me lo estaba haciendo de forma salvaje. Jamás pude imaginar que aquel hombre tan serio y formal fuera capaz de llevarme hasta semejante éxtasis. Yo estaba apoyada en la mesa, gimiendo, gritando, pidiéndole que no parase. Otra vez me agarró las tetas, que se movían a ritmo de sus embestidas, con sus manos.
-¿Te gusta que te folle? Claro que sí, puta tetona…
-Soy tuya, hazme lo que quieras… Ahhh
Tuve otro increíble orgasmo que me hizo gritar sin parar. Entonces supe que él iba a terminar. Retiró su pene rápido, y me arrodille delante de él. Comencé a hacerle una paja rápido. Gimió, y sus fluido comenzaron a resbalar por mis grandes tetas, dejándolas totalmente mojadas y lubricadas. Introduje su pene en mi boca y lamí las últimas gotas, para después tragármelas.
Después nos limpiamos, me vestí, y llegué a un acuerdo con él para pasar la asignatura. Nos dimos un último y cálido beso, acordamos otro día para vernos, y me marché.