¡Tienes que cogerte a mamá! (1/2)

Después de que mi hermana y yo nos convertimos en “hermanos con derechos”, pensamos que era tiempo de extender el beneficio a ella.

Capítulo 1

La fiesta de año nuevo estaba siendo tan fastidiosa como siempre, allá estaba Mamá, las tías y tíos y docenas de primos de todas las edades. Yo había venido solo, pues había terminado con mi novia un par de meses antes y como estaba metido hasta el cogote en la parte final de mis estudios para el doctorado, pensé que mejor estaba sin novia por este último esfuerzo. Así pues, toda la primera parte de la fiesta había sido un ladrillo, conversando con los tíos o cuidando a los primos más pequeños.

Después de la cena, que estuvo deliciosa hay que decirlo, salimos al patio de atrás de la casa y recibimos el año, con el sonido del televisor anunciando los minutos finales. Menos mal que no hacía demasiado frío.

Después, volvimos a entrar y Paula, mi hermana, puso música bailable para que moviéramos un poco el esqueleto. Así pues, me tocó bailar con cada una de las tías, todas las cuales me preguntaron lo mismo: que si no tenía novia, que cuándo me pensaba casar. No sabía cuál era la prisa, apenas tengo 23 años, pensaba, pero igual les respondía lo mismo, que no, que había terminado hacía poco y que me casaría cuando consiguiera una mujer buena. Jajaja. La respuesta estándar que cada tía quiere oir.

Pronto empezaron a irse los invitados. Primero los más viejitos y luego los que tenían niños pequeños. Algunos primos de mi edad se fueron a otras fiestas más divertidas que ésta.

Cuando no quedaba mucha gente, Paula me sacó a bailar. No la había visto bailando con su marido, el buenote de Juan, que había pasado toda la noche pendiente de los dos hijos pequeños de la pareja.

-Hola Alberto- me dijo Paula, comenzando a bailar conmigo.

-Feliz año, hermana- le contesté abrazándola con fuerza por unos momentos antes de empezar a bailar.

Mi hermana es 4 años mayor que yo y siempre nos hemos llevado bien. Se había casado con Juan hacía 6 años y tenían dos bellos muchachos. Ambos eran contadores, él en una firma grande y ella trabajaba a destajo desde su casa. Así podía ocuparse de los niños aunque si mal no recuerdo, creo que ella ganaba más que él pero era un ingreso muy variable, a veces mucho y otras poco.

De pronto, mientras estábamos abrazados, fui consciente del cuerpo de Paula. Es decir, me dí cuenta que sus tetas estaban deliciosamente pegadas a mí, al igual que sus caderas. Nunca me había pasado y supongo que ahora se debía al tiempo que llevaba sin coger.

Esa sensación hizo que mi güevo reaccionara y empezara a ponerse duro, lo que fue una señal para que inmediatamente aflojara el abrazo, pero ella no quiso soltarme, así que por unos momentos más seguimos muy juntos.

Por fin, ella me soltó pero sólo para comenzar a bailar. Estaba sonando un pasodoble, música que adoraban los mayorcitos de la familia, así que empezamos a dar vueltas por toda la sala, sin poder hablar mucho porque la música estaba muy alta.

Ahora que estábamos separados, güevo pudo acomodarse en mi interior, a medio tamaño, por decirlo de alguna forma.

Luego alguien cambió la música y empezaron a sonar bachatas y merengues dominicanos, que mi hermana adoraba, así que seguimos bailando.

Después de dos o tres merengues vino una canción lenta y yo quise parar para descansar, pero ella no me dejó.

-Ven, regálame un par de bailes más- me pidió, pegando su cara a mi mejilla y abrazándome.

-Claro, hermana- le respondí y seguimos bailando, pero ahora más juntos.

Otra vez fui consciente de sus tetas contra mi pecho, pero mucho más de su vientre contra el mío. Mi güevo se me había puesto completamente duro y ahora formaba en mi pantalón un bulto evidente… y contra el que ella se apretaba.

Yo miré nervioso alrededor, a ver si alguien nos estaba viendo, pero cada quien estaba en los suyo, bien bailando o conversando. Nosotros estábamos del lado más oscuro de la sala y simplemente nadie miraba hacia acá. A Juan no se le veía por ninguna parte.

Pero yo estaba tan nervioso por el estado de excitación que tenía, que decidí pedirle excusas a Paula.

-Paula, perdóname por…- le dije.

-¿Perdonarte por qué?- preguntó separando su cara de la mía y mirándome con una sonrisa encantadora.

-Bueno… ya sabes… tengo muchos días que no… estoy con nadie y bueno, no debería tener esta reacción contigo-

-¿Esta reacción?... - preguntó ella y de pronto comenzó a reirse- Ahhh… ya entiendo, jajaja. Está bien, hermanito, en realidad me siento muy halagada-

Me sorprendí con su respuesta.

-¿Cómo que te sientes muy halagada?- le pregunté.

-Claro. Estoy bailando con el hombre más buen mozo de la fiesta y éste se excita conmigo, ¿qué más podría pedir?- y sin dudar un instante, volvió a restregar su vientre contra mi miembro.

-Sí, pero nosotros somos hermanos- le dije todavía dudando.

-Eso no me preocupa- me respondió -Lo más importante es que me haces sentir deseada y…. mmmm… me encanta-

-Pero tú tienes tu marido…-

-Jajaja. Para lo que me sirve- y otra vez volvió a rozar su vientre contra mí.

Era difícil no sentirme muy excitado, así que también la abracé con fuerza. Sentía sus tetas contra mi pecho y era evidente que sus pezones estaban duros.

-Pero no quiero hablar de eso, ¿te importa si seguimos bailando así un poco más?. Estoy tan excitada, que... ¡podría tener un orgasmo ahora mismo!-

-¡Pero qué dices, Paula!-

-Jajaja… no jodas Alberto, apuesto que tú también estás a punto de acabar-

-No… bueno sí- reconocí -pero no podemos...-

-Claro que podemos, pero no quisiera que te ensuciaras todo, jajaja. Aunque si por mi fuera… mmm- me dijo mientras deslizaba su lengua por mi cuello.

-¡Coño Paula! Déjate de esas vainas-

-Mmmm… sabes rico, hermanito. Si estuviéramos solos…-

De pronto cambió de tema:

-¿Desde cuándo no tienes novia?- me preguntó, con sus labios muy cerca. Sentía su aliento en la oreja y casi me estremecía de placer.

-Mmmm… ¿seis meses?-

-¿Seis meses? ¡Wow! ¿y cómo haces?-

-¿Que cómo hago? ¿a qué te refieres?-

-Con el sexo, tonto. Tienes seis meses sin coger ¿no?. ¿o te la pasas haciéndote la paja?- dijo recostándose otra vez contra mi miembro, como para enfatizar lo de la paja.

-¡Pero Paula, qué cosas dices!-

-Ah, vamos hermanito. Tú llevabas tiempo viviendo con tu novia, así que era obvio que cogían regularmente y ahora no tienes a nadie, así que tienes que estar desesperado...-

-Pues no. No me hago la paja- le contesté interrumpiéndola.

-¿Nunca? Jajaja, te va a crecer la nariz como a Pinocho-

-Bueno, a veces, cuando la vaina aprieta mucho- reconocí -Pero esa no es mi única fuente de sexo-

-¿Ah no?-

-Tengo varias amigas con derechos-

-¿Amigas con derechos? ¿Y qué es eso?-

-Son amigas que están sin pareja, como yo, y que están dispuestas a… ya sabes-

-No, no sé. Tienes que contármelo como es- me dijo Paula, otra vez deslizando su lengua por mi cuello.

-¡Paula!- protesté, aunque cada vez que lo hacía, lo disfrutado mucho.

-Vamos explícate ¿Cómo es lo de las amigas con derechos?-

-Eso. Son amigas que tienen sexo conmigo sin ningún compromiso-

-¿O sea que se acuestan contigo y ya?-

-Exacto. Pasamos la noche juntos y después se van. O yo voy a su casa, cogemos por unas horas y aquí no ha pasado nada. Cada cual en lo suyo-

-¡Wow! ¿Y cuántas amigas de esas tienes?-

-Ah, son dos o tres. Una de ellas es Carmen, aquella que fue mi novia, ¿te acuerdas?-

-Si, claro, una morena pequeñita con la que peleabas mucho-

-Exacto. No podíamos estar juntos mucho tiempo sin empezar a pelear por cualquier cosa, pero en el sexo era otra cosa. Éramos insaciables. Así pues, un tiempo después de que termináramos, ella me llamó y me propuso que fuera a su casa sólo a coger y yo acepté-

-¡Wow!-

-Pasamos la tarde tirando y luego no nos vimos por un mes o algo así-

-¿Y las otras?-

-Las otras son amigas con las que nunca tuve nada, es decir, salimos alguna vez y no congeniábamos, pero sentíamos que había una atracción sexual ¿Me explico?. Así que la siguiente vez, simplemente cogíamos y ya-

-Otra amiga con derecho es una amiga de Carmen, que sabía por ella que yo cogía rico y ella quería probar, ya que su novio no era muy experto. Así pues, “probamos” y se convirtió en otra de mis amigas con derecho-

-Jajaja… ¿así que tú tiras rico?, es muy interesante saberlo. Pero sígueme contando: ¿Y cómo lo hacen? ¿Simplemente las llamas por teléfono?-

-Básicamente.  O ellas me llaman a mí. Como no hay ningún compromiso, a veces yo no puedo o no tengo ganas y no pasa nada-

-Jajaja. ¡Si tu me llamaras para coger, yo saldría corriendo y me metería en tu cama!-

-¡Pero hermana, qué cosas dices!- la regañaba, pero en realidad me sentía cada vez más excitado.

-Jajaja. Sólo digo la verdad- dijo Paula, siguiendo con su “tortura”.

Finalmente, un poco más tarde, pararon la música porque alguien se estaba despidiendo y yo aproveché para separarme de ella y serenarme un poco. Realmente estaba muy cerca de acabar en mis pantalones. Y ella no parecía tampoco muy lejos, pues respiraba agitadamente y tenía la cara sonrojada.

Entonces oímos a Juan acercándose:

-Paula, los niños se están durmiendo- a él se le veía cansado también -¿Será que nos vamos?-

-Claro, mi amor. Vamos a despedirnos- le dijo Paula, separándose finalmente de mi.

Como era ya tarde, el resto de los invitados aprovecharon también para despedirse y la fiesta se terminó.

En la puerta, Paula me abrazó de nuevo, un abrazo de hermano esta vez, y me preguntó:

-¿Qué vas a hacer mañana Alberto? ¿Quieres venir a almorzar a la casa?-

-Claro hermana- le respondí -No tengo nada especial mañana-

-Te espero a las dos-

Capítulo 2

Me desperté como al mediodía. Había llegado a mi apartamento a eso de las 3:30 am, pero después de la repasada que me había dado ella, estaba demasiado excitado para dormir.

No podía dejar de pensar en la sensación de su cuerpo pegado al mío. Sus tetas duras en mi pecho y sobre todo cómo movía sus caderas contra mi y especialmente contra mi güevo. Mmmm. Realmente no tuve que hacer mucho. Dos o tres minutos y listo.

Después dormí tranquilo, hasta que un ruido en el apartamento de abajo me despertó y menos mal, porque apenas tendría tiempo de llegar a casa de Paula.

Llegué al apartamento de ella unos minutos antes de las 2 de la tarde. Tenía la costumbre de ser puntual y me molestaba con las personas que llegaban tarde.

-¡Hola hermano!- me dijo ella cuando me abrió la puerta, dándome un normalísimo beso en la mejilla, lo que me indicaba que quizás lo de la noche anterior había sido sólo un juego.

-¿Cómo dormiste?- le pregunté.

-Bien. Tenía un problema que me tenía un poco angustiada, pero creo que ya tengo la solución, pero pasa a la sala ¿Quieres tomarte algo?-

-No sé ¿vamos a comer pronto?-

-No sé. Cuando tu quieras. Tengo unos espaguetis casi listos y así que sólo hay que calentarlos y ya-

-¿Tú estás tomando algo?- le pregunté pues me dí cuenta que tenía olorcito a alcohol en el aliento.

-Oh sí-

-¿Y qué estás tomando?- le pregunté.

-Whisky-

-¡Wow! ¿Estás tomando whisky? ¿A esta hora?-

-Son las dos de la tarde y es el 1ro de enero, así que… ya me dirás-

-Bueno, está bien. Dame un whisky a mi tambien-

-Perfecto-

-¿Y Juan y las niñas?- mientras servía los tragos le pregunté por las niñas, extrañado que no hubieran venido a saludarme como hacen siempre.

-En casa de la abuela con Juan-

-¿Y eso? ¿Por qué no fuiste tú? Me hubieses dicho y vengo otro día-

-No, todo está bien- me aseguró Paula viniendo con dos vasos de whisky, uno para ella y otro para mí.

-Salud- me dijo dándome mi vaso y chocándolo  con el suyo.

-Salud- respondí tomando un sorbo. Estaba delicioso, aunque con el estómago vacío, temía por su posible efecto.

Entonces, Paula se sentó en el sofá y señalándome el puesto a lado de ella, me dijo:

-Ven siéntate aquí que tenemos que hablar-

Ese “tenemos que hablar” me asustó. Pues es la típica frase que usan las mujeres para reclamarte algo. ¿Estaría arrepentida de lo de anoche? ¿Me iría a regañar?

-Ok. Aquí estoy- le respondí preparándome para lo que viniera.

Ella tomó un nuevo sorbo de su vaso y luego empezó.

-Voy a contarte algo que sólo lo saben Juan, nuestro médico y ahora tú-

-Mmm- gruñí preocupado. Obviamente no tenía nada que ver con lo de anoche.

-A ver, cuando conocí a Juan, me enamoré perdidamente de él. Era todo lo que una mujer puede desear: buenmozo, educado, inteligente, un buen cuerpo…-

-Ok-

-Empezamos el noviazgo y yo estaba en las nubes, pero… había un pero-

-Ajá-

-La parte sexual. En la parte sexual él era medio frío-

-¿Medio frío?- pregunté para animarla a seguir.

-Eso. Nos besábamos y me acariciaba y eso, pero… no parecía demasiado interesado en ir más allá. Yo ya tenía experiencia. Yo me había acostado con todos mis novios anteriores y alguno que otro compañero de colegio… bueno, tu sabes-

-Si, si. Está bien, no tienes que darme detalles. ¿Qué edad tenías en ese momento?-

-23. Yo ya tenía ¿qué? cinco años “ejerciendo”. Jajaja-

-Nunca lo había oído llamar así, pero vale. Cinco años ejerciendo de “mujer”, jajaja. Aunque alguien podría pensar que era ejerciendo de puta, jajaja-

-Bueno, medio puta si era, jajaja ¡pero no cobraba! jajaja. En cualquier caso, cuando él llegó ya yo sabía qué era un güevo y para qué se usaba- continuó Paula -Y por eso me extrañó su actitud. Yo lo tocaba y a veces lo tenía duro, pero la mayoría de las veces no ¿me explico?-

-Perfectamente-

-Yo se lo atribuí a su timidez, a su educación, en fin a cualquier cosa y pensaba que poco a poco se le iría quitando. Efectivamente, un día lo invité a un paseo y me lo llevé a un hotel y literalmente me lo cogí-

-Muy bien-

-Y él respondió bien. Bueno, no con la… como decirlo… la emoción que esperaba, pero sí, hicimos el amor dos veces-

-¿Sólo dos veces?-

-¿Ves? Por eso te dije que no era la emoción que esperaba ¿Cuántas veces lo haces tú cuando vas con tus amigas con derecho?-

-Oh, depende. Pero cuando la cosa está muy loca 3 o 4 veces…-

-¿3 o 4 veces?-

-Bueno, 3 o 4 veces yo, ¡pero ellas han llegado a acabar 12 veces!-

-¡Wow!... Yo nunca he acabado 12 veces en un día. Tienes que enseñ… quiero decir, que eso era lo que yo esperaba, que Juan acabara 3 o 4 veces. Por eso te digo que dos veces…-

-¿Y qué hiciste entonces?-

-Nada. Seguí con mi noviazgo y al cabo del tiempo nos casamos. Yo pensaba que con el tiempo él mejoraría, pero… fue lo contrario-

-¿Disminuyó la frecuencia?- le pregunté alarmado.

-Absolutamente. Al principio de nuestro matrimonio lo hacíamos una vez a la semana. Luego fueron cada dos semanas…-

La mirada de Paula era triste y a cada momento se tomaba un nuevo sorbo de whisky.

-Luego salí embarazada de mi primera hija y nos alegramos mucho, porque por lo menos no éramos estériles. Pero eso también significó que no cogimos por, por los menos 8 meses. No más… bueno, un montón de tiempo-

-¿Ocho meses sin coger? Hermana, por favor...-

-Si. Fue horrible. Finalmente, cuando la niña nació y pasó el período de recuperación post-parto, volvimos a nuestro ritmo “normal” de cada dos meses, hasta que salí embarazada de la otra y otra vez…-

-¡Por Dios, qué ladilla!-

-¿Quieres otro whisky?-

-Si, claro- le dije dándole mi vaso -¿Y cómo es que no sabíamos nada?-

-¿No crees que es algo que no es para estar contandolo por ahí? “Oye, hace dos meses que mi marido no me coge”, jajaja- me respondió con regresando con los dos vasos repuestos.

-Entiendo, claro-

-En todas las demás cosas Juan es el esposo perfecto. Cuida a las niñas, me trata con el mayor respeto, me hace reír. Conversa conmigo. Me lleva a comer afuera todas las semanas. Vamos de vacaciones a buenos sitios… en fin ¡lo que sea... menos coger como esperaría de cualquier hombre normal-

-¿Y no lo has hablado con él?-

-Por supuesto. El dice que simplemente no siente deseos. Yo le pregunté si era sólo de mí o de ninguna mujer y él respondió que de ninguna mujer. Y sí, ya sé lo que estás pensando, tampoc tiene deseos de ningún hombre-

-Por un momento pensé que era gay-

-No, simplemente es asexual. Es decir, no tiene deseos sexuales o son muy débiles-

-¿Y qué hicieron?-

-Fuimos al médico y le midieron los niveles de testosterona y parece que está bien, pero es de ¿cómo fue que dijo el médico? ¿mala calidad?-

-¿Testosterona de mala calidad? ¿Qué es eso?-

-Yo pregunté lo mismo. Es una testosterona que no produce deseo sexual, aunque cumple con el resto de sus funciones. Es decir, él tiene vellos y voz masculina y esas cosas-

-¡Qué cosa tan rara!-

-Eso mismo dije yo. Yo no quiero separarme de él, pero el deseo sexual me está matando-

-¿Y no has usado juguetes?-

Paula me miró y se rió:

-Tengo la colección de juguetes sexuales más grande del país, jajaja-

-Jajaja- me reí con ella.

-Pero me falta algo… ¿me entiendes?- continuó Paula -No me basta con un dildo gigante, ni un vibrador con orejas o todas las otras variantes que tengo-

-¿Y qué vas a hacer?-

Debo reconocer que pensar en Paula acostada con un dildo metido hasta fondo me hizo excitar un poco más. La conversación me estaba empezando a afectar.

-Empecé a pensar en un amante-

-¡No me digas eso!-

-Así es, no es la mejor solución pues no quiero complicaciones. No quiero un tipo que se vaya a enamorar de mi y después quiera que me divorcie ¿sabes?-

-Entiendo…-

-Entonces, anoche oí una historia interesante- dijo Paula acercándose un poco a mi y poniéndo una mano en mi pierna.

-¿Anoche?- dije sin entender.

-Si, anoche un tipo me habló de los amigos con derechos-

-¿Amigo con derechos?- pregunté como un bobo, dándome cuenta de pronto que ella hablaba de mi.

-Además, ese amigo sería perfecto. No podría nunca entrometerse en mi vida, no podría pedirme que me divorciara para casarme con él. Además que estaba de un bueno…-

-Paula…- dije con voz temblorosa, al sentir que su mano subía por mi muslo, acercándose a mi güevo, que estaba ya bastante duro.

-Y mientras bailaba con el tipo, pude darme cuenta que no sólo somos compatibles, sino que era sexualmente muy atractivo y que sería capaz de darme un sexo inolvidable… y después alejarse y dejarme mi espacio-

-Paula, por favor…- su mano se había posado sobre mi güevo y me lo acariciaba por encima del pantalón.

-Pensé que podríamos convertirnos en “amigos con derechos” o mejor dicho en ”hermanos con derechos” y coger como locos por una mañana o una tarde y luego, si alguien nos viera juntos, simplemente diría: ahí van los dos hermanos…-

Paula había dejado su vaso de whisky en la mesa al lado del sofá y estaba completamente volteada hacia mí. Y mientras me seguía acariciando con la mano, empezó a desabotonarse la blusa con la otra.

-¿Y qué diría Juan?- alcancé a preguntar en el límite de mi resistencia.

-El está de acuerdo con que yo busque “alguna solución”. La única condición que pone es que yo sea discreta-

-¿O sea que él está de acuerdo?-

Paula no me respondió, sino que me quitó el vaso de la mano y lo colocó también en la mesa. Luego puso una rodilla a cada lado mío y se sentó en mis piernas, de frente. Me pasó sus dos brazos por el cuello y con la boca tan cerca que podía oler su aliento me dijo:

-¿Qué te parece mi idea?-

-Me… parece… bien…- alcancé a responder.

No había terminado de pronunciar la palabra “bien” cuando sus labios se posaron sobre los míos y comenzamos a besarnos.

Por supuesto que ella y yo nunca nos habíamos besado en la boca y me sorprendió lo cómodo que me sentí. Parecía que sabíamos lo que quería el otro en cada momento. Unas veces ella me introducía su lengua y al cabo de un rato me tocaba a mi. Otras veces sólo nos mordisqueábamos los labios y otras más simplemente deslizábamos las lenguas una contra la otra.

Mientras nos besábamos, ella había movido sus caderas hacia adelante hasta quedar pegada a la mía. Así su vulva quedó contra mi güevo. Después comenzó a moverse, como cuando bailábamos, restregándose contra mi.

Así pasamos un montón de tiempo, besándonos y acariciándonos mutuamente, hasta que ella finalmente separó su boca para tomar aire y me dijo jadeante:

-Ay Dios, esto es mejor de lo que me imaginaba-

A lo que le respondí:

-Hacía tiempo no me daba unos besos tan ricos-

-Tienes razón, creo que lo hacemos muy bien, pero antes de seguir, me parece que tenemos mucha ropa encima- y entonces ella se terminó de quitar la camisa y el sostén.

Cuando le vi las tetas quedé impresionado. Después de tener dos hijos, me imaginaba que las tetas las tendría algo caídas, pero nada que ver. Se mantenían altas en el pecho. Eso sí, con unas aureolas un poco más grandes que las de mis amigas ¡y los pezones! Parecía que iban a explotar.

Luego de deleitarme un largo rato mirándoselas, agaché mi cara y busqué su teta izquierda. Ella levantó un poco el cuerpo para ayudarme y así comencé a chupársela.

-Mmmm… siii... mmm- gimió ella sujetándome la cabeza y dirigiendo mis movimientos.

Después de unos segundos, me apartó y me dirigió a su otra teta, diciéndome.

-Oye, ésta también necesita un poco de cariño-

Sus caderas no habían dejado de pajearme ni un momento, pero yo ya estaba empezando a sentir molesto con tanta tela de por medio, así que metí mis manos entre los dos y empecé a desabrocharle el pantalón.

El problema era que una cosa y la otra, no podía desabrochar nada, así que ella interrumpió todo y dijo:

-Espera, espera, vamos a desvestirnos de una vez, porque ya no aguanto más…-

Entonces, se levantó del sofá, terminó de aflojarse el pantalón y de quitárselo de un sólo tirón, pantaletas incluidas.

Mientras, yo también me desvestía, pero un poco más lento distraído por la visión del cuerpo desnudo de Paula.

Sus tetas eran, como dije, preciosas. El color claro de la piel, nunca bronceada por el sol, contrastaba con el resto del cuerpo. Obviamente no tomaba el sol topless. Cuando se quitó el pantalón, pude ver también la marca del bikini, pero sobre todo me impresionó su vulva lisa y blanca completamente afeitada. No me la imaginaba haciéndose una depilación allá abajo.

-¿Vas a quedarte ahí viéndome como un bobo? Jajaja-

-No, no, ya voy- le respondí terminando de desvestirme.

Cuando me bajé los interiores, mi güevo saltó frente a ella, que seguía sentada en el sofá.

-¡Wow!... es… es… magnífico, mejor de lo que me lo imaginaba- me dijo mirándolo con deseo contenido.

Entonces me lo agarró y empezó a pajearme despacio mientras yo me quitaba la camisa.

Cuando finalmente terminé de desvestirme, traté de agacharme para comerle la concha.

-No, no… - dijo ella deteniéndome -A diferencia tuya, yo no me masturbé anoche y tengo demasiadas ganas de tenerte adentro. Ya tendremos tiempo para eso después. Ahora ven y siéntate-

-Ok- dije obedeciendo y volviendo a sentarme en el sofá.

Ella de nuevo se arrodilló sobre mí, como estábamos antes y luego de sentarse en mis piernas, se fue acercando poco a poco. Cuando estuvo bien cerca, me agarró el güevo con la mano y lo deslizó a todo lo largo de su vulva, que estaba completamente mojada.

-Mmmm…. esto…. va… a… ser… muy… bueno- dijo jadeando.

Cada vez que la cabeza del güevo rozaba su clítoris, ella se estremecía, pero volvía a recorrer el camino, mojándome todo con sus jugos.

-Si sigues así me vas a hacer acabar, hermanita- le dije.

-Oh, no… mmm... ni se te ocurra. Es más... si acabas... antes que yo... vas a tener que... pagar penitencia-

Así pues, para evitar errores, se colocó el güevo en la entrada de la vagina y se fue empotrando poco a poco.

-Ay… hermanito… queee… rico….-

-Mmmm… siii- me tocó gemir a mi sintiendo como su vulva me envolvía.

Finalmente ella quedó sentada sobre mí, con el güevo clavado hasta el fondo.

-Mmmm… es taaan… rico… como pensaba anoche… mmmm… nooo… es mejor… porque...-

Después, sin terminar de decir lo que pensaba, se elevó otra vez, hasta que solo le quedó la punta adentro y se volvió a bajar.

-Anoche pensaba... en cómo… lo tendrías…. y ahora… veo que… es mejor… que lo que pensé…-

Y volvió a subir y a bajar. Esta vez, sin embargo, abrí más mis piernas y su culo no encontró apoyo sino que bajó más y el güevo le llegó más adentro.

-Uuuffff…me llegó… ufff…- gimió, subiéndose un poco -No vayas... a... acabar... todavía-

-Está bien- le respondí, empezando a utilizar todos los trucos que sabía para retrasar mi orgasmo.

De pronto, en esa posición baja y con el güevo hasta el fondo, ella empezó a empujar con las caderas hacia adelante y hacia atrás. El güevo no salía o entraba mucho, pero se le doblaba dentro.

-Mmmmmgggrrr…- gimió abrazándose más duro contra mí y apretando las tetas contra mi pecho.

Yo le agarré el culo y se lo apreté, jalándola más hacia mí y haciendo que el güevo entrara más adentro.

Eso pareció ser el switch y estremeciéndose comenzó a gritar:

-AAAAHHHHHH…. SIIIIIII….. AAAAHHHHH…-

Su cuerpo se estremecía incontrolablemente y su vientre hacía unos espasmos que me comprimían el güevo de tal forma que me hicieron explotar a mi también.

-MMMMFFFFGGGGRRRRR…-

Y chorro tras chorro de semen empezaron a entrar a su vientre.

-SIIIIII…. AAAAAHHHHH… oootraaa veeez- volvió a gritar ella, restregando todo su cuerpo contra mi.

Un montón de fluidos, míos y de ella mezclados, bajaban de su vientre y caían sobre mis bolas y sobre el sofá.

Sus espasmos se fueron calmando poco a poco y nuestras respiraciones iban bajando su ritmo.

-Coooñoooo… no sabes… cuánto… tiempo… aaaahhhh… no tenía un orgasmo así...- gimió ella echando su cuerpo hacia atrás. Todavía unida a mi por el vientre, pero separando un poco el cuerpo para verme la cara.

Ella tenía la cara muy roja y un poco mojada de sudor, pero increíblemente bella.

-¿Te gustó?- le pregunté.

-Más que eso…- respondió mientras le volvía el aliento al cuerpo -estoy… encantada… no tenía un orgasmo así desde… ¿nunca? Es más, creo que fueron dos orgasmos juntos-

-Jajaja-

-Eso, creo que nunca había gozado tanto-

-¡Qué honor!-

-Y qué compromiso. La próxima vez va a tener que ser mejor, pero ahora vamos a almorzar, me muero de hambre y después vamos a coger otra vez. ¿Te acuerdas eso que querias hacer antes?-

-¿Cuando no me dejaste comerte el coño?-

-Hmjú… bueno, vamos a ver qué tan bueno eres haciendo eso. Jajaja-

Después de comernos los espaguetis, en realidad no comimos mucho, porque todavía teníamos muchas ganas de coger, así que sólo nos servimos poca comida y nos fuimos corriendo a la cama.

-¿En tu cuarto hermana?- le pregunté dudoso.

-No te preocupes, Juan duerme en otro cuarto casi siempre, así que aquí estaremos bien-

-Ok-

Ella se acostó boca arriba en la cama y yo me coloqué entre sus piernas, preparado para comérmela con toda la paciencia del mundo, pero primero me quedé viendo su vulva. Estaba mojada otra vez, a lo mejor nunca dejó de estarlo y también se veía que estaba lista para tener sexo. Los labios mayores inflamados y abiertos y los labios menores sobresaliendo. El clítoris no se veía, pero estaba seguro que también estaba listo.

-¿Vas a quedarte viéndome?- me dijo ella impaciente.

-¿Estás preocupada? Sólo estaba disfrutando del espectáculo. Tienes una concha preciosa y voy a comerte tan rico que después no vas a poder caminar derecho-

-Yo pensé que eso de no poder caminar derecho era cuando te cogen por el culo-

-Jajaja. No, cuando te coja por el culo ¡no vas a poder caminar de ninguna forma!-

-Jajaja- reímos los dos.

Finalmente acerqué mi boca y empecé a comérmela. Meticulosamente repasé todos los puntos claves, averiguando cuánto le gustaba que le lamiera los labios mayores y menores, cuánto en el clítoris, si le gustaba que se lo chupase o sólo pasarle la lengua. Cuánto le gustaba que le metiera la lengua en la vagina o en el culito.

En cada operación yo registraba su respuesta o le preguntaba cada vez y ella me iba diciendo: -Eso si, eso no o eso no sé…-

Así fui aprendiendo a conocer su cuerpo y en especialmente a comérmela. Al final, ella ya estaba a punto.

-Coño hermano, si no terminas... de hacerme acabar... ahora mismo, me voy... a buscar uno de esos dildos... y lo voy a hacer yo mismo...- me dijo jadeando.

Así pues, empecé a presionar su punto G al mismo tiempo que le chupaba el clítoris y en pocos segundos alcanzó un orgasmo espectacular.

-AAAAHHHHHH…. SIIIIIII….. AAAAHHHHH…-

Y entonces, mientras todavía estaba teniendo espasmos, me puse sobre ella y le metí el güevo hasta el fondo, lo que la hizo explotar otra vez.

-AAAAHHHHHH… OOOTRAAA VEEEZ... AAAAHHHHH…-

Y todavía, mientras me la cogía, tuvo tres orgasmos más.

Cuando finalmente acabé dentro de ella, unos buenos 10 minutos más tarde, ella estaba completamente destruída, en el buen sentido de la palabra, después de haber tenido 5 orgasmos uno detrás de otro.

Después de eso, no quiso que la tocara otra vez.

-Estás loco- me dijo -Estoy agotada. ¡He tenido más orgasmos contigo en estas dos horas que en los últimos tres años juntos!!!-

-Jajaja. Me alegra-

-¡A mí también! Pero ahora no puedo más… así que… mmm…- me dijo acariciándome lascivamente -¿Qué te parece si la semana que viene yo voy a tu casa?-

-¿La semana que viene? ¿Qué día y a qué hora?-

-No sé. ¿Te parece otra vez al mediodía? O mejor en la mañana. Las niñas están en el cole y Juan en el trabajo-

-La mañana me parece muy bien. ¿El miércoles?-

-Perfecto, el miércoles de 9 a 1-

Así pues, me convertí en el “amigo con derechos” de mi hermana; aunque a decir verdad, era un poco más que eso, porque lo hacíamos todas las semanas y a veces inclusive pasábamos un fin de semana completo, cuando Juan se llevaba a las niñas a casa de los abuelos.

El sexo era espectacular, pues resultó que nos gustaban las mismas cosas y saltábamos de una posición “preferida” a otra. No hubo lo que no probáramos, 69, sexo anal, de pié, de espalda, perrito. Inclusive, de vez en cuando sacábamos algunos de los juguetes de Paula y le dábamos buen uso.

Un día, estaba cogiéndome a Paula en un cómodo “misionero”. Ese día teníamos una competencia: el que acabara primero perdía, así que mientras cogíamos, nos mirábamos a la cara atentamente buscando signos de placer a ver cómo iba la cosa. Y así de pronto me dijo:

-¡Coño, tienes que cogerte a mamá!-

-¿Qué, qué?- le pregunté extrañado, tanto que dejé de moverme.

-Eso, que tienes que cogerte a mamá-

-No entiendo- le dije mientras volvía a moverme. Otra de las cosas extraordinarias de nuestros juegos sexuales, era que podíamos conversar de cualquier cosa, mientras seguíamos tirando.

-¿Por qué dices que tengo que cogerme a mamá?- le pregunté.

Ella dejó pasar unos momentos, disfrutando mientras mi güevo entraba y salía. Yo aproveché para retorcerlo un poco, mientras lo tenía bien adentro, eso hacía que la base se restregara contra su clítoris, un truco que usaba a veces para hacerla acabar.

-Mmmm…- gimió -No me vas a hacer acabar con eso-

Y entonces ella empezó a acariciarme el culo con sus dedos para hacer que fuera yo el que acabara primero, sin dejar de hablarme.

-Mamá dejó el sexo cuando papá nos abandonó. Que yo sepa, nunca más tuvo pareja y eso es lo que la tiene amargada-

-Mmmm… saca el dedo de ahí- le dije protestando sin mucho convencimiento -¿Cuánto hace de eso?-

-Yo tenía… mmm… estás moviéndote muy rico… - ella sabía que me encantaba que me dijera cosas -yo tenía 8 años y tú 4… mmm… otra vez…-

Volví a mecerme y a acariciarle el clítoris, pero su dedo seguía moviéndose y me costaba concentrarme.

-De eso hace 20 años… mmm…- conté.

-Siii… 20 años…. mmm… sin… tirar... eso es lo que… la tiene amargada…-

-Mmm… no me vas… a… joder…- dije moviéndome más contra su clítoris.

-Si logramos que vuelva a tirar… todos vamos a estar… mejor-

Y entonces yo exploté y empecé a acabar.

-MMMMFFFFGGGGRRRRR… coooño… ganasteeee...-

-Jajajaja… te ganeeeé… aaahhh… -

Ella estaba también muy cerca y al sentir el calor de mi semen inundándola, se dejó ir.

-AAAAAAHHHHHH…-

Un rato después, mientras descansábamos desnudos, acariciándonos mutuamente con tranquilidad, me preguntó ella:

-¿Entonces? ¿Qué te parece mi idea?-

-La idea me parece bien, pero no sé cómo voy a ejecutarla. Es difícil ¿no crees?- le respondí.

-Si, claro. Pero primero que nada, vamos a hacerlo entre los dos. Así será más fácil. Además, ella lla confía en nosotros. Nosotros podemos garantizarle que nunca la vamos a abandonar, como hizo el carajo aquel-

-¿Tú sabes qué pasó?-

-Me lo contó la tía Julia. El tipo empezó a montarle cachos. Ella lo descubrió y se lo reclamó. Él le prometió que se corregiría, pero nunca lo hizo. Finalmente, a la tercera vez, ella lo mandó muy largo al carajo y decidió que nunca más confiaría en un hombre, ni siquiera dejaría que uno se le acercara-

-Wow. O sea que no fué que él nos abandonó, fué que ella lo botó-

-Bueno, sí. Pero después se fué del país y más nunca supimos de él-

-¡Qué mala onda. Pero bueno, volviendo a nuestro problema, insisto en que me parece que será muy difícil convencerla-

-Puede ser, pero hay algo a nuestro favor: por lo que contó la tía, mamá era muy… activa sexualmente-

-¿Qué significa eso?-

-Que de joven tuvo muchas parejas y mucho sexo. Sólo se tranquilizó cuando se casó con papá. Eso significa que le gustaba coger-

-¿Tu crees?-

-Una vez que uno conoce lo que ésto es capaz de hacer- dijo Paula y me agarró duro el güevo -el placer que te da aquí -y se pasó la mano por su concha -no lo olvidas más nunca-

-En otras palabras, tu opinas que lo que hay que hacer es recordarle a mamá lo bueno que es tirar-

-Exacto-

-¿Y cómo podemos hacer?-

-Eso es lo que vamos a pensar, pero esta conversación me está dando ganas otra vez ¿tendrás otra bala en esta pistola?- me dijo acariciándome el güevo.

-No sé ¿Porqué no te lo metes en la boca un poco, a ver si con el calorcito lo revive?-

Fin de la primera parte

Orlando

Noviembre, 2021