Tiempos modernos

Tiempos modernos suponen nuevos puntos de vista. Cada relato refleja una faceta del eterno problema, esta es una de ellas

TIEMPOS MODERNOS

Primeros días:

Durante los primeros días parecía casi que la conversación que habíamos tenido Ana y yo no había tenido lugar.  Por el día por lo menos, ya que las noches se habían convertido en un maratón de sexo. Eso si, siempre era ella la que se ponía encima y me cabalgaba durante largo tiempo hasta correrse.

La situación me turbaba notablemente, aun cuando tuviera ese efecto secundario. Años de rutina y cariño habían envenenado una relación convencional,  y la idea de abrir la pareja a las fantasías propias había resultado turbadora mente atractiva, aunque difícil de introducir, Finalmente todo se disparó cuando Ana por casualidad, vio el historial de mi navegador y las vergonzantes páginas salieron a la luz.

Durante unos días hizo como si no hubiera visto nada, pero al cabo del tiempo en una de nuestras sesiones de sexo, tras un polvo rutinario, tomó aire y mirándome fijamente a los ojos me dijo:

-Creo que es el momento de ser completamente sinceros. Hace varios años que el sexo que practicamos me parece monótono. Entiéndeme, te quiero, pero la chispa se ha perdido. Y creo, por lo que he visto de ti últimamente, que piensas lo mismo.

Mirándome fijamente a los ojos, siguió diciendo: -Es evidente que si no me equivoco, un aprendiz de sumiso como tú nunca va a proponer nada, Es por eso que quiero que me escuches sin decir nada.

Ana  expuso claramente sus ideas. Resultó que desde hace años tenía la fantasía de que otro hombre la dominara, Tenía un trabajo en el que ostentaba gran poder de decisión, y en sus más íntimas fantasías se veía obedeciendo a un hombre que no solo la ordenara cosas, sino que además la hiciera disfrutar.

Fue entonces cuando descubrí que mi mujer podría tener gustos complementarios a los míos. y el inicio de una larga charla en la que hablamos como no habíamos hecho desde años.

Sin embargo, como decía al principio,  a aquel vendaval de ideas y confesiones no habían seguido más que las mencionadas noches, que aunque atractivas, no significaban más que un retraso en la decadencia inevitable de la relación. Faltaba dar ese salto, y yo desde luego no me veía capaz.

Al cabo de unos pocos días, simplemente noté que mi chica empezaba a arreglarse más si cabe, y que un brillo especial se apreciaba en sus ojos cuando me miraba. Conociéndola, me dispuse ilusionado a esperar acontecimientos, y al cabo de algún día más, al acostarnos se mostró muy interesada en jugar a inmovilizarme las manos en el cabecero de madera labrada de nuestra cama.

Al sugerírmelo me brillaron los ojos. Por supuesto acepté encantado. Por fin las cosas empezaban a moverse.

Ya desnudos saco de un cajón dos pares de flamantes esposas, (¿cuando las habría comprado?)  y colocándomelas en ambas manos, las pasó por los barrotes de madera, mientras mi polla crecía anticipándose; y así, simplemente, quede sin poder hacer nada mas que admirar su cuerpo espectacular.

Se acercó de nuevo al cajón y sacó un condón que me puso sin ningún preámbulo. Inmediatamente pasó una pierna por cada lado de mi cuerpo y despacio se fue introduciendo mi palpitante miembro en su adorada rajita.

Pronto comenzó un suave giro de caderas, un lento bamboleo, sin prisas, pero intenso. Sus tetas acompasaban el movimiento de su cadera y sus ojos me miraban como intentando juzgar que sentía.

En un momento determinado se desencajó de mí y mientras mi miembro se bamboleaba huérfano y bamboleante, fue hasta la mesilla y trajo su móvil mientras me decía:

-Cariño, ya me conoces y no puedes haber pensado que nuestra conversación se me habría olvidado. Hoy, ya ves,  es el día en el que comienza nuestro entrenamiento.

Y mientras la miraba intrigado, comenzó a teclear en su móvil mientras volvía a apretar con las prietas paredes de su húmedo sexo mi temporalmente huérfano miembro

Se movía sensualmente pero ya no me miraba, sino que sonreía y tecleaba. Al cabo del tiempo ya se reía de vez en cuando, mientras yo, desesperado, intentaba moverme para acelerar sus hipnóticas y lentas pulsaciones.

Después de interminables minutos me dijo:

  • Estoy hablando con un nuevo amigo, me vuelve loca hablar con el mientras te follo. Es parte del entrenamiento – me dijo mientras me guiñaba el ojo

La situación se volvía morbosa, y se volvió aún más cuando continuo:

-Me ha dicho ahora que le apetecería verme sin ropa, y me ha dicho que a el le pasaba lo mismo. Me temo que follarte mientras le hablo ha hecho que la conversación con él suba de tono,  -pero me gusta. -confesó mientras observaba sus pezones completamente erguidos y su cuello sonrojado por el deseo.

-Me ha dicho que tu me hagas una foto con el móvil. – Y enseguida me pasó el aparato.

Dudé si estaría hablando en serio o sería una broma para provocar mi deseo. La veía hermosa, femenina, sus tetas bien proporcionadas y de punta, con su pezón rosado, su pecho congestionado de pasión.  La hice sin querer una foto y enseguida ella me arrebató el móvil.

-Muy bien, - me dijo-  mientras volvía a teclear.

Enseguida me dijo:  -Dice que te felicite por la mujer que tienes-  Pero que ahora quiere una foto de mi sexo.

-¡Ni hablar! - Pensé, -aunque no hizo falta que dijera nada pues ella, muy segura de  si misma empezó a moverse cada vez más deprisa. -¡Si, por fin me podría correr!  -Me dije.

Ella guiñándome un ojo me dijo:

-No estaría bien que te viera en la foto. Sobre todo porque... te conoce,

Eso hizo que primero la sorpresa y luego la excitación subiera como la espuma, acercando mi orgasmo cada vez más y más, tensando mi polla.  Ella siguió:

-Así que en honor a él, inauguro un nuevo modo de pensar; en el que tu polla estará al servicio mío, pero sobre todo...

Una pausa en sus palabras, pero no en sus ahora cada vez mas intensos movimientos me llevaba al éxtasis....

Ana prosiguió: - Sobre todo estará subordinada a todos mis amantes, siempre presta a dejar que otros ocupen el lugar que antes era el tuyo, ¿Eso era lo que en el fondo querías no?

En ese momento empezó a gemir fuertemente y a moverse muy deprisa hasta que en un espasmo total, su pelvis se elevó y mi sexo salió como un resorte de dentro de ella, babeante, ansioso, anhelante en su fina funda de látex.

Con un gesto aún algo desencajado, acercó su móvil a ella y rápidamente sacó una foto de su coño aún palpitante, foto que enseguida cruzó el espacio virtual hasta el teléfono de su amigo, una foto sin mi polla. Un sexo triunfante, femenino, satisfecho.

Enseguida bajó su pelvis de nuevo, pero sin dejar que mi estaca la penetrara. Aplastando mi polla y dejando que resbalara por el canal de sus labios, despacio, de adelante a detrás. En un momento solo se veía mi glande cerca de su clítoris, en el siguiente retrocedía y sus labios llegaban a mis cojones, par nuevamente avanzar rozándome intensamente. Empujando al condón hacia mi glande,  mientras me decía:

-Esto es lo que tendrás a partir de ahora, ¿quieres saber quien será el que riegue el interior de mi coño? – porque lo haré sin condón, claro.

Una exclamación casi sale de mi boca, al oír tamaña barbaridad, pero  la sensación inminente de mi orgasmo que ya veía inminente, me refrenaba a negarle nada a esa Diosa que estaba sobre mi acercándome cada vez más al placer.

La maléfica de Ana, conocedora de su poder siguió moviéndose frenéticamente girando al mismo tiempo su móvil y enseñándomelo, mientras su sexo se restregaba contra el mío, haciendo que el condón se saliera completamente.

La pantalla de su móvil me mostraba sin tapujos la foto que su futuro amante le había mandado. En ella se veía una polla muy morena, sorprendentemente larga y erguida. Era la polla que sin duda ocuparía mi lugar. Detrás de esa columna se adivinaba una cara que sonreía, pero no me podía creer lo que veía. era Daniel, mi odiado jefe.

No pude más y el primer disparo me cayó en mi propia cara, mientras ella sin hacerme caso, seguía moviéndose de vez en cuando, provocando mi total vaciado de semen y la completa perdida de voluntad para negarme. Y acabando la conversación con su amigo, me sonrió y me dijo:

-Si tenía alguna duda, me la acabas de quitar al sentir como se te ponía de dura en cuanto has visto lo que me voy a follar a pelo. No temas, elegiré un día que no sea fértil. o igual tomo algo – Me dijo mientras me guiñaba un ojo.

Me quedé anonadado. Ciertamente tenía razón. Y mientras ella me desataba y me limpiaba cariñosamente con una toalla, la noche acabó con muchos besos y caricias suaves, masajes interminables sobre su piel,  hasta que los dos nos quedamos dormidos.

Comienza el entrenamiento:

Desde esa primera noche las cosas por fin parecieron cambiar, más bien acelerarse.

En el trabajo mi jefe parecía igual de indiferente y capullo que siempre, sin ni siquiera una mirada o comentario mas que las consabidas broncas y sobrecargas de tareas.

Alguna mirada escrutadora, cuando pensaba que no me veía, no consiguió sacarme de dudas. ¿Realmente se habría atrevido Ana a hablar con Daniel? ¿Realmente había visto bien y el maromo de la gigantesca polla era mi jefe?

En casa se multiplicaron las veladas en las que ella empezó a asumir un papel más dominante. Dejándome a mí como un mero actor secundario en el sexo. Siempre con masajes interminables, en los que ella se quedaba invariablemente dormida tras haber sido acariciada insistentemente, dejándome también invariablemente con la polla más tiesa que la mojama, Ya que me decía que su amigo la había ordenado que yo ya no la penetrara ni me corriera hasta que él quisiera. Lo cual por una parte me excitaba, pero por otra me frustraba notablemente.

Una tarde Ana me sorprendió bajando del dormitorio completamente arreglada.

-Me voy a tomar un café con quien ya sabes, por fin conoceré a tu jefe, pero como ya te conozco a ti y se de que pie cojeas, antes te voy a hacer un trabajito, para que no me molestes ni me llames mientras estoy fuera.

Y antes de que pudiera decir que no, me encontré con mi polla fuera del pantalón  y su experta mano aplicada sobre mi, subiendo y bajando.

Me dejé llevar; algo había oído sobre que a las mujeres dominadoras les gustaba dejar a su chico con las ganas mientras ellas estaban zorreando, algo así como que la necesidad de eyacular les hacía más solícitos y entregados. Me dispuse a esperar acontecimientos, en el fondo me daba cuenta de lo bien que me había comprendido mi chica.

Acelerando el movimiento me siguió diciendo:

  • Ya te has dado cuenta que aunque te quiero, soy una verdadera zorra, y desde que tuvimos la conversación he decidido que mi placer va siempre delante del tuyo.

-Como te conozco, se que sabes las reglas de este juego, pero pronto te darás cuenta que soy muy buena jugadora y que las reglas no van conmigo. Hoy te voy a ordeñar, y conseguiré quitarte la emoción de imaginarte que estoy con tu jefe, y que hacemos. Es una manera de hacerte ver quien manda...

Y empezó a acelerar la mano mientras yo intentaba retrasar el momento.

De pronto sonó su móvil, y ella con la otra mano lo descolgó mientras continuaba su tarea conmigo.

  • Hola Daniel. - Si, ya estoy casi lista. Puedes recogerme en 5 minutos

Mientras hablaba seguía insistiendo con la mano con una habilidad demoníaca,  que hizo que notara ya los primeros síntomas irrefrenables de mi orgasmo. Cuando empecé a notar que me corría. ella sin inmutarse, dejo de moverse  y como quien castiga a un perrito malo,  me dio una palmada displicente e incluso algo asqueada en el dorso de la polla que hizo que soltara toda mi carga, pero sin darme ningún placer, mecánicamente. frustrándome completamente entre bufidos.

Ella dejó por un momento el teléfono y me dijo casi en un susurro:  -Shhh, cállate, es una orden.

Obedecí al instante, pues cuando juego me gusta seguir las reglas.

  • Así me gusta cielo, ahora relájate y en un rato tu chica estará en casa.

Y volviendo al teléfono  se fue para la entrada de la casa siguiendo con su conversación con mi jefe, quien sabe si al tanto de lo que me había sucedido o no.

El portazo me dejó perplejo, pero inexplicablemente relajado, tranquilo pero a la vez excitado.  Realmente me di cuenta que Ana estaba aprendiendo mucho.

-¡Menuda zorra!- pensé mientras volvía a la cocina a prepararme una  cerveza.

Pasaron varias horas, en las cuales estuve extrañamente tranquilo, hasta que volví a oír la puerta.

-¡Hola cielin!  - me dijo Ana, mientras me daba un calido beso.  Se la notaba exultante, con un brillo especial en la mirada.

Mirándola no podría decir si me había engañado con otro o no, eso si, no había duda de que se lo había pasado muy bien.

Sin embargo ni una palabra de explicación salió de su boca.

Yo, por no parecer ansioso, ni dar mi brazo a torcer, tampoco dije nada y así pasamos varios días, entre miradas de reojo por mi parte, olisqueos nada inocentes de su ropa para adivinar algo, ofrecimiento de masajes que por supuesto fueron aceptados sin soltar prenda,  sonrisas de superioridad por su parte, y un ambiente muy cargado de sexualidad.

Una noche me confirmó que las clases seguirían al  atarme al cabecero de nuevo.

Se desnudó lentamente. Sus brazos descansando sobre el cabecero, sus pezones tiesos rozándolo, sus piernas a ambos lados de mi cara. Su sexo, húmedo, se apretó fuertemente sobre mi cara; su raja rozando mi nariz, mi boca.

Comprendí sin palabras lo que quería y empecé a acariciarla con mi lengua mientras ella empezaba a gemir.

-Me encanta esta posición, - , me dijo- porque así puedo hablar sin que me molestes con tus preguntas.

-Si, he estado con tu jefe, y lamento decirte que ha habido sexo, sexo oral. -imaginaba que sonreía mientras lo decía porque su entrepierna me tenia atrapado y no veía mas que su carnoso coño).

  • No es lo que crees, tontorrón,  es peor para ti. O mejor.  Oral en este caso es eso, oral,  hablar. Simplemente hemos hablado de sexo, no ha sido cosa de empezar así, pero me sentía tan bien hablando con él...que una cosa ha llevado a la otra y me he abierto a él al final, le he contado todos mis/nuestros deseos especiales, mis anhelos y lo que me gusta en la cama. Nuestro deseo de sumisión.   Él por supuesto desde la primera conversación ya se había dado cuenta. Le he notado atractivamente posesivo.  Tiene instinto dominador, y de alguna manera me encanta que así sea.

Cada vez gemía mas fuerte mientras seguía hablando- Ha sido una velada  muy interesante, y el estaba muy intrigado en saber quien eras, que pensabas tu de todo esto,

Empezó a moverse deprisa mientras yo notaba como me presionaba cada vez más fuerte hasta impedir cualquier movimiento por mi parte. Sus gemidos se hicieron más fuerte mientras decía:

  • ¡Le he dicho quien era yo y quien era mi chico!

Su orgasmo fue largo, e intenso, mientras yo luchaba por seguir respirando. Mi cabeza era un torbellino de dudas,  vergüenza, temor a ser descubierto por mis compañeros de trabajo, y deseo. Notaba mi polla  extrañamente cada vez mas dura.

Al acabar, Ana se puso a mi lado y empezó a acariciarme mi recalentada polla mientras me susurraba:

-Al principio se extrañó un poco, al conocer esa faceta nueva tuya, pero pronto empezó a hacerme pregunta tras pregunta y fui notando que realmente tenía muchas tablas, me di cuanta además como le gustaba esa sensación de poder.

Al despedirnos, me dio un beso, profundo y apasionado, y en ese momento supe que follaría con el en cuanto me lo pidiera.

Al oír eso, sentimientos contradictorios me rondaron, por un lado la vergüenza, el honor quebrantado, mis ánimos masculinos, el enfado anta las palabras de Ana. Por el otro, una sensación de placentera humillación ante los hechos consumados hacia que los rítmicos e hipnóticos movimientos de la mano de Ana introdujeran sus palabras dentro de mi mente; sobrecargando mi, hasta ahora solo avistado brevemente, sentimiento masoquista.

Ana estimulaba esa faceta mía, susurrándome palabras de dominación y sumisión. Con una mano me agarró de las pelotas, sopesándolas y   confirmando la idea de que estaba domando a un toro para convertirlo en cabestro. Amasando la fuente de mi masculinidad, dominándola y consiguiendo un oscuro brillo de poder en sus ojos, ordenó:

-A partir de ahora solo te correrás cuando yo quiera- me dijo en susurros turbadoramente autoritarios.

Cada vez me acercaba más al orgasmo, y todas y cada una de las veces que se acercaba el momento, ella paraba. Consiguiendo que solo una idea dominara mi mente. Doblegando mis dudas, hasta obligarme a decir lo que por otro lado ya veía como inevitable, la nueva posición a la que me vería arrinconado por Ana y su nuevo amigo.

-¿Sabes? - , me dijo- Ahora vas a decirme lo que quiero  oír

Sin dudarlo ya, no pude por menos que gritar:

-¡Si, quiero que te acuestes con Daniel!

Ella parando de mover su mano me dijo:

  • No te has enterado de nada, no se trata solo de sexo.

Volviendo a moverla despacio continuó:

-Si fuera así ya me habría follado a Daniel.  Se trata de sumisión, de posesión, de fantasías cumplidas. Y no hablo solo de las mías, hablo de las tuyas. Y aprovechar las de Daniel. Aprovechar esa necesidad primaria que tienes de que esto pase, de sentirte humillado, de esa faceta de sumisión que ocultabas y que al final saldrá a la luz.

-Para rubricar todo esto, no es suficiente que se te ponga dura al contártelo, tendrás que pasar la siguiente prueba.- Y girándose, volvió a coger el móvil, como el otro día. Mientras marcaba, seguía con su hipnótica charla y su dulce tormento manual:

-¿Sabes?, Quiero que sepas que mi cambio de actitud, mis juegos contigo son ordenes de tu jefe.  Le pone mucho saber que se va a tirar a la mujer de un empleado mientras este lo sabe y lo consiente. – dijo mientras me pasaba el teléfono y me decía:

  • ¡Dile a Dani lo que puede hacer!

Yo, sin poder ya contenerme y presa de un estado de excitación muy intenso, suma de sensación de dulce derrota, anhelos ocultos y una gigantesca presión en mi polla susurré al móvil:

  • Daniel, ¿estás ahí? que si, que puedes acostarte con mi mujer.

Enseguida oí la voz de mi mujer que me corregía: -Llámale jefe. Es lo que es: de tu trabajo y también de tus opciones de sexo conmigo.

Totalmente derrotado solté al mismo tiempo, La frase que me condenaba y la corrida intensa que salpicó por completo la cara de Ana:

-Jefe, por favor, te ofrezco a mi mujer para lo que quieras.

En el mismo momento una carcajada triunfal se oyó tras escuchar nítidamente la frase -¡Acepto! al otro lado. Enseguida un zumbido del final de llamada. La suerte estaba echada.

Ana recorrió mi cuerpo besándolo despacio, desatándome y dándome calor con su cuerpo, que ahora veía tan lejano pero tan familiar.

Fin de semana

Al día siguiente me tocaba ir a trabajar,  de alguna manera temía ese momento, pero me daba cuenta de la inutilidad de retrasarlo.

Cuando el jefe entró en la oficina, creí ver un brillo en su mirada. En un rato estaba compareciendo en su despacho

-Carlos- me dijo- me he llevado una agradable impresión contigo, y créeme, nos lo vamos a pasar muy bien.

Yo no sabía a donde mirar, aunque tuve tiempo de decirle cuatro obviedades que el displicente descartó  mientras continuaba:

  • Voy a pasármelo muy bien con tu chica, y también contigo, entiéndeme, no soy gay pero me encanta la dominación. Por eso conocí a Ana en una web de gente inquieta por estos temas. La verdad es que Ana está impresionante, y aunque hace tiempo que no me metía en estas historias, la verdad es que la situación se esta poniendo cada vez mas interesante. De todos modos no soy un desalmado y no por nada conozco mucho de la vida. Entre lo que me ha contado Ana y mis experiencias me hago una idea de lo que sientes y creo que podemos conjuntar nuestras fantasías perfectamente. Con ello no te digo que vayamos a ser coleguitas, pero creo que de alguna manera la cosa acabará bien.  Por lo menos para mí. Y estoy seguro que para un aspirante a cornudo como tu también.

-Por cierto, Lo se todo de ti. Por ejemplo: Sé que Ana te ha contado que cuando hablamos solo tuvimos sexo “oral”.  Lamento desengañarte pero esa tarde lo de oral fue en todo el término de la palabra.

Yo le miraba anonadado, totalmente atento a cada una de las frases que pronunciaba.  Solo podía decir – ¡No es posible!

-Comprenderás que tener a mi lado un bollito como Ana merecía eso y más. Enseguida me di cuenta de su necesidad de sumisión y aventura. Pocos minutos me bastaron para ordenarle que me siguiera a los baños y que se pusiera de rodillas. Me encantó abrirle la boquita con mi polla, y lo mejor fue ordenarle que se tragara todo.

Para consumar mi derrota en sus manos, me enseñó una foto del móvil donde se veía a Ana chupando una gigantesca polla que reconocí como la que me había enseñado el otro día en su móvil

-Por supuesto le ordene que no te contara más que lo que oíste, me pareció graciosa la broma del sexo “oral”  y una buena manera de hacerte saber que ahora mando yo y que por fin tus fantasías de sumiso cornudo cobran sentido. Creo que Puedes irte. Ya nos veremos.

No sabiendo  si su frase era una sentencia o una promesa vital,  me fui avergonzado sin apenas decir nada más.  Pero antes de irme me soltó:

  • Tambien le ordené que nada más llegar a tu casa te diera un beso en la boca.

¡Tómatelo como un premio!

El resto de la semana fue una vorágine de trabajo que apenas pude realizar correctamente, tal era la confusión de mi mente. Creía ver en las sonrisas de la secretaria de mi jefe alguna pista. Pero no, no podía ser.

En los corrillos de la hora del café alguna señal en mis compañeros, pero no podía asegurar nada. Era una sensación humillante,  pero a la vez placentera. En el fondo sabía que eran fantasías mías.

El fin de semana se fue acercando y con el la sensación agridulce de saber que lo inevitable se avecinaba.

El viernes tocó sesión de calentamiento, donde Ana se dejó acariciar y mimar por mí, por supuesto nada de correrme. Y el sábado acabó llegando antes de lo previsto.

La mañana acabó en un montón de tareas domesticas pendientes,  mientras ella estaba en la peluquería poniéndose guapa

Apareció por la tarde exultante, guapísima y perfectamente maquillada.

Mientras se acababa de arreglar preparar la cena tomándome alguna copa de vino fue el modo perfecto de eliminar tensión.

Enseguida se oyó el timbre. Abrí a mi jefe, que enseguida fue saludado por Ana que bajó rápidamente del dormitorio. Lucía como una diosa con un traje negro que no mostraba nada pero insinuaba todo. La verdad es que tenia unas curvas de infarto, ¡y ese olor! me volvía loco. Sus pezones casi atravesaban la tela, pero nada en ella era vulgar o demasiado directo.

Sin casi ni hablarme pasaron al comedor donde empezó una, curiosamente para mi, divertida conversación donde se mezclaron anécdotas, risas y algún piropo en la cual pude participar poco. Mi jefe a veces miraba intensamente a Ana mientras ella se quedaba callada y se sonrojaba,

Al acabar, Ana me dijo con una voz entre excitada y autoritaria:

-Cariño, recoge la mesa y cuando acabes, sube al dormitorio,  pero no tengas excesiva prisa.

Casi sin palabras, contesté con un –Como quieras amor-  mientras ellos subían las escaleras al dormitorio.

Por supuesto no hice caso y en cinco minutos recogí todo como un rayo, y subí silencioso mientras intentaba oír algún sonido de lo que sin duda pasaba arriba.

Abrí silencioso la puerta y me encontré a Ana, desnuda de cintura para arriba, con las tetas erguidas, besando a mi jefe, el cual estaba completamente desnudo. Este se giró y por fin pude ver en directo el descomunal miembro que lucía mi jefe.

Como un testigo mudo pude observar como Daniel iba retirando todas las prendas que le sobraban a mi chica, hasta dejarla también totalmente desnuda.

Enseguida ella se senté en el borde de la cama y echó la espalda hacia detrás tumbándose la cama, con las piernas colgando hacia el suelo. Él, dirigiendo su cabeza hasta el coño de Ana,  comenzó a soplar con cuidado sobre su sexo... lo cual provoco gemidos por parte de mi chica.

No he hablado antes del sexo de mi chica.  Es espectacular; bonito, con unos labios menores grandes sin ser excesivos, que avanzan delicadamente y se insinúan hasta detrás.

Cada soplido de mi jefe movía levemente  los labios del coño, y lo iba humedeciendo despacio. Enseguida comenzó a chuparlos y deslizar su lengua por todo el sexo,  Golpes pequeños se alternaban con extensas lamidas, provocando gemidos y ronroneos de mi chica.

En ese momento, y tras quitarme rápidamente la ropa, me acerqué a Ana y poniéndome a su lado la miré a la cara. Ella me miró y empezamos a besarnos.

Era una de mis fantasías, besarla mientras disfrutaba con otro hombre.

Los besos eran intensos, como dopados por el deseo que se prendía mas abajo. A veces hasta salvajes mordiscos que de alguna manera me transmitían lo que sentía con los labios de mi jefe.

Al cabo de un rato, ella le hizo un gesto para que él se acercara, y yo retirándome pude ver como acercaba primero su boca a la de ella y posteriormente su tranca, que ella empezó igualmente a besar.

Enseguida estaba dentro de ella una buena cantidad de la polla de mi jefe, saliendo y entrando, ayudado por la lengua de Ana, que no paraba de acariciarla y humedecerla.

Enseguida mi jefe ordenó: - Carlos, cómete un poco el coño de mi hembra, para que no se me enfríe.

Yo me bajé hasta su coño sin rechistar, y continué con la labor.

El coño estaba delicioso, húmedo y muy receptivo a mis caricias, palpitante y totalmente dispuesto a la penetración, pero no sería yo el que esta vez lo disfrutara. Mirando a mi chica, ni me atreví a hablar de condones ni días fértiles, esperaba que mi chica fuera sensata. De alguna manera tenía una insana obsesión con este punto.

Daniel se apartó de la boca de mi chica, me apartó con la mirada y poniéndose entre sus piernas me dijo.  – ¡Ábrelo para mi!  Y yo, debo confesarlo, totalmente excitado, y sin complejos, abrí los delicados labios de mi chica para que el monstruoso príapo se hiciera camino dentro de ella.

Era una polla grande, ancha, sierpe descomunal, rígida como un bate de béisbol. No era especialmente experto en catalogar pollas, pero sin duda esta era digna de mención.

Daniel la acercó al sexo de mi chica, mientras yo apartaba sus labios menores. Ya he dicho que tenía un sexo perfecto, pero aún abriendo sus carnosos y amplios labios, no daba para siquiera abrazar ni a la mitad de esa polla colosal.

Un gemido se oyó al otro lado de la cama al sentir Ana una presión en parte tan intima.

Noté una mano que me agarraba la polla y desmañadamente me la agitaba.

Noté que  Ana me decía con este gesto que me incluía en sus juegos, aunque como mero espectador.

Mi jefe inició un bamboleo, facilitado por la absoluta receptividad de ese coño; rozando por fuera el sexo de mi chica,  mientras yo me giraba para admirar el espectáculo.

MI chica estaba con los ojos cerrados, gimiendo. Mi jefe de vez en cuando le pellizcaba los pezones que parecían tener vida propia de lo erguidos que estaban.  Ana gemía, gozando de las sensaciones de una piel sin látex.  La polla avanzaba y retrocedía sin decidirse a entrar por ahora, Daniel miraba, ora a mi chica, ora a su coño, ora a mí. Me daba cuenta en sus ojos de como, el saber que era mi mujer y que yo estaba allí viéndolo, le excitaba intensamente.

Por un cambio en su mirada lo supe. Por eso y por un cambio en los gemidos de mi esposa.  Y porque dejó de agitar mi polla en su mano y me agarró los cojones suavemente

Inmediatamente miré su anhelante coño. Sus labios abrazaban ya no su glande, sino un tercio de su rabo,  se deslizaban por el mientras salía casi por completo, dejando un reguero de babas y luego se replegaban abrazándolo mientras la polla recuperaba la posición perdida.

Hipnóticamente se sucedían las penetraciones ligeras, entre gemidos  ahogados de Ana.

Volví a mirar a los ojos de Daniel. Enseguida me di cuenta que eso era lo que él esperaba. Un mínimo gesto en ellos me indicó que empezaba a penetrarla sin piedad. Ana exhalo de golpe cuando mi jefe llegó al fondo de ella. Un grito ahogado salió de su boca.

Volví la cara de nuevo a su coño. La polla todavía tenía una buena porción sin meter. Su glande desnudo golpeando su cuello uterino. Daniel me miro, miro mi polla, que se balanceaba empujada por la mano de Ana sobre mis cojones. Mi polla aunque de buen tamaño no tenía comparación con la suya,  y supe lo que pensaba; aunque aun me quedaba la pena añadida de oírlo directamente de sus labios:

  • Ahora te voy a enseñar a usar de verdad el coño de Ana, a poseerlo por completo

Me di cuenta que con esa frase también gozaba. El hecho de pronunciarla le excitaba y potenciaba sus sensaciones. Placer sexual, dominio, todo se juntaba en sus acciones.

Inmediatamente empezó un lento mete y saca profundo.  A cada empujón avanzaba  un poco más, dilatando hasta el límite ese coño; había oído de la flexibilidad de un coño, pero verlo me seguía pareciendo alucinante

Me sentía como un patán con un deportivo que solo lo usaba para ir a comprar el pan, mientras que su mecánico conduciéndolo al limite le hacia ganar las 500  millas de Indianápolis.

En unos minutos ya  había sucedido lo impensable.  Mi chica albergaba ese tronco hasta la empuñadura. Las penetraciones eran lentas, intensas, profundas. La polla salía hasta casi por completo y volvía a entrar, posesiva, dominante. El deportivo demostraba hasta donde podía correr, y era magnifico verlos.

Los gemidos de mi chica eran ya  bien audibles, mis huevos seguían agarrados por su mano, Más bien realizando un papel de riendas o bridas que demostrando cariño, ejerciendo más de reposamanos que de objeto sexual.

El mete y saca  cobraba velocidad y potencia, el la agarraba por sus muslos que estaban lánguidamente entregados.

Miré a los ojos a Ana. Me miró como ida, mientras solo podía repetir ¡Dios Dios! sintiendo como cada centímetro de piel desnuda de Daniel la rozaba por dentro, haciéndola vibrar.

Volví los ojos a Daniel y vi triunfo en su mirada,  su pelvis chocaba contra la de mi chica. En ese momento estuve seguro que los dos pensábamos lo mismo: instintos atávicos nos dominaban. La hembra acababa de cambiar de dueño. Los tres lo sabíamos.  Había pasado.

El polvo seguía intenso a veces, lento otras. Incansable siempre.  Al cabo de un rato mi chica empezó a gemir primero y luego gritar, -¡me corro, Carlos, me corro! – Me apretaba los huevos dirigiendo mi pensamiento hacia ella y asegurándose innecesariamente mi sumisión.

Nunca la había visto tan excitada, de repente en el momento de retroceso de la polla pude observar un pequeño chorrito  de líquido saliendo de su coño y chocando contra la pelvis de Daniel. Nunca conmigo se había corrido así.  Mi mirada asombrada fue recogida por mi jefe, que selló mi oprobio diciendo -¿Nunca habías hecho correrse a tu chica así? ¿Verdad?.

No tuve que negarlo, mi mirada asombrada lo decía todo, eso y la cara desencajada de mi chica. Que desmadejada me soltó de golpe.

Cuando ella acabo de correrse, Mi jefe paró y me pidió una cerveza.  Fui a buscarla mientras mi chica estaba sonriendo como ida.

Cuando volví me la encontré a cuatro patas,  el la tenía agarrada por detrás. Su gigantesco rabo se balanceaba de un lado para otro chocando con sus nalgas. Sus manos estrujando sus tetas.

Con una frase sentenció mi futuro inmediato:

  • ¡Ponte debajo de ella haciendo un 69!

Sin plantearme siquiera la posibilidad de hacer otra cosa, le di un beso rápido a Ana y me situé bajo ella arrastrándome. Enseguida Ana, quizás para compensarme, empezó a chuparme delicadamente la polla.

Tenía una vista inmejorable de su coño, se le veía hinchado, tumefacto pero aún precioso.

Me permití un rápido lengüetazo en su clítoris, que aparecía hinchado, mientras Ana gemía un poquito.

Enseguida me aparté al tiempo de ver el glande de mi jefe colocarse entre los entreabiertos y colgantes labios de mi chica.  Esta vez tenía una visión perfecta del sexo de Ana siendo penetrado por otro tío.

Esta vez Daniel no lo dudó, y de un golpe enterró su polla en el ya acostumbrado coño de mi chica.  Entró como cuchillo en mantequilla y continuó el metesaca.

Al sentirse penetrada mi chica ahogó un gemido y me apretó fuerte la polla con los labios.

Por mi parte, veía como entraba cada centímetro de polla en mi chica, y como salía completamente bañado en jugos.

Al llegar al fondo de ella la iba empujando hacia adelante y notaba ese vaivén en mi propia polla, rodeada por los labios de Ana.

Cada vez mi jefe se movía más rápido. Sus huevos se bamboleaban hacia adelante y atrás, llegando en alguna ocasión a chocar con mi frente. Por mi parte con un dedo tocaba delicadamente el sexo de mi chica, intentando no coincidir con la columna que la perforaba.

En esa situación estuvimos por un tiempo que no podría calcular. Finalmente mi chica dejó de chuparme la polla mientras empezaba a gemir fuerte. ¡Se estaba corriendo otra vez! , conmigo, excepcionalmente se corría varias veces.

Los gemidos de ella aceleraron el vaivén del jefe, que se puso también a gemir.

MI chica exhaló un débil -¡No No! hazlo fuera- Que a mi me parecieron más un guiño al ego de él, y una ofrenda a mi nueva condición masoquista, que una verdadera negación.

Me di cuenta que por fin iba a pasar. Mi jefe iba a descargar en el, hasta ahora virgen de leche, coño de mi mujer.  Una sensación calida de humillación me hizo no soltar ni media palabra de advertencia  o apoyo a mi chica; que en todo caso estaba tan entregada que no puso ninguna resistencia. Mas al contrario, supongo que siguiendo un instinto atávico de hembra, demostró que le quería dentro, cerrando sus piernas entrelazándole y empujándole hacia su interior, profundizando las penetraciones, si eso era posible ya.

Aceptando la derrota me puse a contemplar en primera fila como inseminaban a mi chica.

Con un gran gemido el jefe se enterró hasta el  fondo de Ana,  y volvió a salir y entrar lentamente. Pude contemplar como, a lo largo del borde inferior de  todo el tallo de esa polla, se notaban los espasmos que anunciaban el paso de su semen. Con un curioso efecto ese espasmo intenso ocasionaba que los cojones se bambolearan colgados de ella, dándome la sensación de que directamente bombeaban su interior en mi chica.

Durante un buen rato Daniel siguió metiendo y sacando  la polla. Pude comprobar como salía bañada de un líquido blanquecino, mezcla de su leche y los jugos de mi chica. Para volver a entrar inmediatamente dejando un reguero que apenas podía sortear, dado que mi chica hacia tiempo que se había desplomado sobre mí.

Al cabo de un rato se quedó quieto en su interior, y enseguida Al reducirse su tamaño ese monstruo salió de mi chica, dejando un hueco por donde salía parte del semen derramado.

Mi jefe se tumbó al lado de ella durante un rato, besándola profundamente, mientras ella le pasaba los dedos por su cabello.

Despues de un largo rato de aterrizaje , él se levantó y tras guiñarme un ojo me dijo:

-Carlos, tienes una hembra de tomo y lomo, cuídamela que volveré pronto.No olvides todo lo que hoy has descubierto sobre ti, y sobre tu chica.

Y dando un beso a mi chica se fue silbando sin decir nada más.

Enseguida me levante de debajo de ella y sin mediar palabra empecé a besarla. Ella  mirándome con esos ojitos me dijo:

  • Se que te ha gustado tanto como a mi. Ven, ponte aquí.

Se situó sobre mi y situó la polla en la entrada viscosa de su coño; estaba muy húmedo y el semen de Daniel al caer me manchaba la tripa.

Mirándome a la cara me dijo...

-Para que veas lo zorra que soy, y para castigar el hecho de que no hayas impedido que se corran en tu chica, voy a hacerte correr en mi interior. No creo que me haya quedado embarazada porque no estoy en días fértiles, pero nunca se sabe y si me quedo embarazada quiero que tengas la duda de saber si el hijo es tuyo o de tu jefe.

Y tras decir esto ambos observamos como mi menguada polla crecía ostensiblemente.

La mirada de triunfo de Ana me confirmó sus palabras, y bajando su pelvis se clavó mi polla, iniciando un suave vaivén; haciéndome correr en pocos minutos aunque casi no sentía su coño de lo suave que estaba.

Y sé positivamente que ella no se corrió esta vez.

Mi semen se mezclaba con el de mi jefe.

Esa noche dormimos abrazados.

¿Que pasaría a partir de ahora?