Tiempo perdido (10)

Retomo mi historia más de 6 años después del último relato empezando por explicar el motivo de tan larga ausencia. No es un relato demasiado erótico...aunque algo si, claro está

TIEMPO PERDIDO X

Hace seis años dejé de escribir esta saga. Los motivos que imagino cada uno habrá supuesto para tan abrupto final serán de lo más variopintos. Habrá quien piense que simplemente me harté, habrá quien piense, dado el tema del capítulo ocho de esta saga, que mi madre me pidió que lo dejase. Como he dicho, cada uno pensará lo que quiera, pero al contrario que las opiniones, verdad sólo hay una y es la que pretendo contaros en este capítulo. Eso si, antes de empezar, os advierto desde ya que este capítulo de "Tiempo perdido" no es precisamente el más sexual de todos pero lo considero necesario para poder retomar esta saga con algo de credibilidad. Esta advertencia es, por tanto, para pajilleros ansiosos de orgasmo fácil. Lo siento, pero este no será vuestro relato.

Para comprender lo que sucedió tal vez convenga hacer un brevísimo resumen de cual era mi situación hace ahora seis años y medio.

Nací en mil novecientos setenta. Soy el menor de tres hermanos. Mi hermano Javier es seis años mayor que yo y mi hermana Montse, tres. A los diecinueve años comencé una intensa relación sexual con mi propia madre (podéis leerlo en los tres primeros episodios de esta saga). A los veinte tuve una breve pero intensa relación con mi tía Raquel, hermana de mi padre (leer "Tiempo perdido IV") y con mi prima Bárbara, su hija (leer "Tiempo perdido V"). A los veintitrés años conocí a Belén, la que más tarde se convertiría en mi esposa y madre de mis dos hijos. Durante unos meses, mantuve la relación con mi madre a escondidas de Belén, hasta que mi madre y yo decidimos poner fin a nuestra incestuosa relación. En el año dos mil dos, es decir, a los treinta y dos años, casado y con dos hijos, descubrí esta web y, empujado por el hastío que me producía la rutina de mi vida en pareja, me decidí a narrar mi experiencia en lo que preveía sería una larga saga. Así lo hice durante casi un año y nueve capítulos. Pero el primer punto de inflexión donde la historia dio un giro inesperado sucedió en aquel invierno del año dos mil tres. Mi madre descubrió también esta página y estos relatos y para aquellos que no hayáis leído (y no queráis hacerlo) el capítulo ocho de esta saga os contaré que después de descubrir estos relatos, mi madre me citó en un restaurante, me contó todo lo que sabía y me pidió, o más bien me propuso, que tuviésemos un nuevo y único encuentro, que volviésemos a follar juntos una vez más, esa misma tarde. Por supuesto no fue un único encuentro. Fue el principio de una nueva relación, ésta más sosegada y madura (mi madre ya tenía cincuenta y ocho años y yo treinta y tres) pero menos fogosa. Nos veíamos una vez a la semana, casi siempre en hoteles distintos, a veces en el piso de su amiga donde lo habíamos vuelto a hacer aquella tarde. Eran largas tardes de sexo y amor, sin duda, el mejor de mi vida, como siempre que me follé a mi madre.

Por supuesto tomábamos muchísimas precauciones para no ser descubiertos pero lo cierto es que poco a poco fui bajando la guardia y Belén comenzó a sospechar. Como esto no es un serial policiaco ni nada por el estilo, iré al grano. Mi mujer sospechaba que yo tenía una amante, imagino que no podía imaginar de quien se trataba pero que la tenía, de eso estaba segura. O casi. Y por eso contrató un detective. Una tarde de finales de abril, quedé con mi madre en casa de su amiga. No tenía mucho tiempo así que fuimos directos al grano. No llevábamos ni diez minutos follando cuando apareció Belén (ignoro como consiguió las llaves de aquella casa, supongo que el detective se las proporcionó vete a saber con que medios). Mi madre y yo estábamos desnudos, sobre la cama, yo me la estaba follando por el culo y los dos gritábamos de placer.

Entonces entró Belén.

-¡Dios! Es más asqueroso aún de lo que imaginaba –dicho esto tiró un sobre marrón sobre la cama y salió corriendo de aquella casa. A mi no me dio tiempo a reaccionar. Cuando lo quise hacer, Belén ya había cerrado de un portazo la puerta de la calle. Mi madre lloraba sobre la cama, desnuda y yo estaba anonadado. No entendía lo que había sucedido, y lo que es peor, era incapaz de imaginar lo que sucedería a raíz de aquello.

En el sobre había no menos de diez fotos de mi madre y mías follando en distintos lugares, en distintas posiciones. Todas actuales y sin lugar a equívocos. Éramos mi madre y yo. Sin duda.

Belén destrozó mi vida. Básicamente eso fue lo que hizo. Mandó copias de nuestras fotos a todos nuestros familiares y conocidos. A mis compañeros de trabajo. Pidió el divorcio y consiguió que me prohibieran ver a mis hijos. Mis padres se separaron y tanto mis hermanos como mi padre dejaron de hablarnos. Mi madre y yo nos convertimos en unos apestados y tuvimos que cambiar de vida. En un primer momento pensamos en irnos al otro extremo del mundo y vivir juntos como pareja en un lugar donde nadie nos conociese. Pero finalmente lo descartamos y pensamos que sería mejor empezar cada uno, de cero, en un lugar distinto.

Yo elegí Estados Unidos como lugar de destino y conseguí una plaza de profesor de español en un colegio de un pueblo cerca de Chicago. Mi madre se mudó a Francia, a Burdeos, y allí vive desde entonces. Seguimos en contacto por mail y nos vemos un par de veces al año. Y no, ya no hay sexo entre nosotros, bastantes trastornos nos provocó en su momento.

Ella tiene su pareja, un maduro hombre francés con el que, según me cuenta, folla cada tres meses pero que la quiere y la cuida como nadie lo ha hecho antes. Por mi parte, yo he tenido relaciones esporádicas con compañeras de trabajo y con la madre divorciada de una de mis alumnas. Pero nada consistente. Y sigo viviendo en Estados Unidos.

Y aquí estoy, al final del verano de dos mil nueve, veinte años después exactamente de aquel primer polvo con mi madre que cambió mi vida para siempre, dispuesto a reanudar esta saga. Sé que alguno de vosotros estará preguntándose el porque de esta decisión de retomar esta saga. Hasta ahora sólo he explicado porque dejé de escribirla. Ha llegado el momento de que sepáis porque he decidido volver a escribir.

Hace unos cinco meses recibí una carta de mi hermana Montse. Era el primer contacto con alguien de mi familia en seis años y lo que más me sorprendió de todo no fue que Montse me escribiera, si no que supiese donde localizarme. Sólo mi madre sabía donde buscarme y tenía bastante claro que ella no le había dicho nada.

La carta de Montse era larga, muy larga y eso ha sido lo que me ha disuadido de ponerla aquí tal cual y me ha hecho optar por resumirla.

Montse comenzaba pidiéndome perdón en su nombre. Decía no hablar en nombre de los demás porque no se sentía autorizada pero en su nombre, me pedía perdón. Y calificaba nuestra "expulsión de la familia" como "el mayor acto de hipocresía posible". Así lo citaba ella en su carta. Luego me decía que quería venir a verme, que había mucho de lo que hablar y que quería saber cosas y quería que yo supiese otras. Luego me desvelaba para asombro mío que ella supo que mi madre y yo teníamos relaciones sexuales incestuosas casi desde el principio y por cuando lo fechaba ella, lo cierto es que a los seis meses mi hermana ya sabía que me estaba follando a nuestra madre. Me hablaba de muchas más cosas. De que mi hermano Javier y su mujer se habían separado. Me hablaba de Esther, nuestra sobrina, una joven de veintidós años a quien mi hermana calificaba como la "más bella fiera que te puedas imaginar" sin ser muy capaz de saber a que se refería. Me hablaba de mis hijos, Irene y Daniel, que ya eran casi unos chavalitos de lo más agradables. Me hablaba de mi padre. Y aquí me decía "…está bien pero sobre papá es sobre una de las cosas que tenemos que hablar". Yo entonces no imaginé a que se refería mi hermana pero supuse que mi padre podía estar enfermo. De hecho, bastante enfermo y me parecía que encajaba con el hecho de que Montse hubiese hecho lo imposible por localizarme. Me hablaba finalmente de ella y de su vida y me insistía en la necesidad de vernos.

Y así fue, hace dos meses, Montse apareció en el aeropuerto de Chicago. Fui a recogerla y la llevé a mi casa. Y aquí ha pasado estos dos meses. Hace una semana voló de vuelta a España para incorporarse de nuevo a su puesto de profesora de instituto. Como su hermano pequeño.

Y por tercera vez en mi vida, todo ha dado un vuelco espectacular. Si el primer punto de inflexión de mi vida fue hace veinte años, cuando follé por vez primera con mi madre, y el segundo hace seis años, cuando mi madre y yo retomamos esa relación y posteriormente fuimos descubiertos. Este verano, el de dos mil nueve, supone un nuevo punto de partida para mi vida. Pero esta vez no soy yo el centro de los acontecimientos. Ha sido mi hermana Montse, con su visita y todo lo que ella ha acarreado, la que ha hecho que todo tome un cariz nuevo. Y he necesitado toda esta semana para ordenar mis ideas y ver que hago con mi vida. Escribir estos relatos es una de las primeras medidas que he adoptado de acuerdo con Montse.


Una de las primeras conversaciones que Montse y yo tuvimos fue sobre el hecho de que ella supiese que mi madre y yo follábamos juntos. Estábamos sentados en la mesa de la cocina de mi casa, después de una cena, apurando dos cafés tranquilamente.

Me contó que nos vio. Simplemente eso. Una mañana de tantas en que mi madre y yo echábamos fugaces y apasionados polvos en la cocina mientras mi hermana aparentemente dormía, ella se levantó y escuchó unos gemidos. Se levantó ligeramente asustada pues le parecían quejidos de dolor. Después de mirar en las habitaciones vacías, descubrió que los quejidos provenían de la cocina y allí se dirigió pero a medida que se acercaba iba teniendo más claro que eran quejidos de placer y no de dolor.

No podía creerlo, me contó. Allí estabais, mamá apoyada en el fregadero, con las bragas quitadas y la falda por la cintura y tú detrás, con los pantalones del pijama por el tobillo y me imagino que follándotela por el culo. Gemíais los dos como bestias. Me quedé petrificada y cuando te oí susurrarle "me corro, mamá, me voy a correr" desperté de mi aturdimiento y corrí a mi habitación. El corazón parecía que se me iba a salir por la boca pero lo que más me sorprendió en ese momento… fue que ni siquiera me sorprendió tanto. Era como si, de alguna manera, ya lo supiese. O imaginase algo así. Lo peor… o lo mejor, vino después, unos minutos más tarde. Cuando me quise dar cuenta, tenía la mano metida dentro del pijama y me acariciaba el coño con más excitación de la que nunca había sentido. Estaba ardiendo de deseo y en mi mente se dispararon miles de imágenes. Al final, mientras me corría, en mi cabeza sólo había una imagen: yo apoyada en el fregadero y tú follándome por el culo.

Aquella primera revelación me dejó desconcertado. Mi hermana Montse se dio cuenta y sonrió antes de seguir su narración.

Los siguientes días fueron horribles. Vivía entre la angustia por la culpa y la excitación. Revolvía vuestras cosas en busca de pruebas, me hacía feroces pajas, me metía de todo en el coño con tal de calmar mis ansias. Y luego me sentía basura. Por sentirme así y por no decir nada. A fin de cuentas, mamá le estaba poniendo los cuernos a papá… con su propio hijo. Era aberrante. Os volví a pillar un par de veces más. Me quedaba mirando y la segunda vez me masturbé mientras miraba. Fue una tarde de aquel verano que estuvimos en la costa. Después de comer en la playa, mamá y tú os ofrecisteis para subir a casa a preparar unos bocadillos para pasar la tarde allí también. Yo sabía que era una excusa y que os ibais a casa a echar uno de vuestros salvajes polvos. Así que os seguí. Entré en casa sigilosamente y me deslicé hasta la terraza que daba a la habitación de papá y mamá. Y allí estabais, no me equivocaba, mamá subida encima de ti, tú estrujándole las tetas, el culo… te cabalgaba con una pasión que hizo que chorrease sobre mi bañador. Me metí el dedo hasta donde pude y me hice una de las mejores pajas de mi vida mientras veía como te follabas a nuestra madre. Estaba enloqueciendo así que decidí volverme a Madrid. Pensaba que si seguía con vosotros iba a acabar cometiendo una locura. En mi mente me veía abalanzándome sobre ti a la menor oportunidad. Incluso, en mis más febriles calenturas llegué a imaginarme haciendo un trío con mamá y contigo. No sabes como me excitaba la idea de comerle el coño a mamá. Pero el hecho de que estuviese ardiendo de deseo, no quería decir que no supiese que aquello estaba mal. Y por eso me volví.

Fue el mayor error de mi vida. Que más puedo decir. En casa, sola, sin nada que hacer, no paraba de masturbarme. Estaba como loca. Para colmo encontré tus diarios, ¡qué locura! ¡Cómo pudiste! Era una imprudencia descomunal. Todo estaba ahí, no faltaba un detalle. Me hice decenas, cientos de pajas leyendo aquellas páginas. Y al final, cuando estaba totalmente desquiciada de placer y lujuria, empecé a fantasear a mi manera. Leí y releí tus observaciones sobre el incesto, lo que hablabas con mamá. Empecé entonces a imaginarme a mi misma en medio de aquella espiral. Follada por ti, por Javi, follando con mamá, todos juntos. Y finalmente, si, follada por papá. Y ahí fue donde me volví loca. En el momento que me imaginé follando con papá, todos desaparecisteis, sólo quería que me follara él, quería sentir su polla dentro de mí como mamá sentía la tuya. Ese goce vicioso y repugnante del incesto más antinatural, el de los padres con los hijos, me ardía en las entrañas. Empecé, como tú, a escribir relatos en los que papá me hacía suya. No hacía otra cosa. Escribir y masturbarme. Así durante días.

Dos días antes de que volvieseis a Madrid, llamé a Javi y le pedí que me dejase quedarme unos días en casa. No recuerdo cual fue la excusa, creo que algo de miedo y aburrimiento a estar sola y tranquilidad para estudiar. El caso es que me fui a casa de Javi por el único motivo de que temía cometer una locura con papá o contigo en cualquier momento. Y ese fue mi error. Irme a casa de Javi.

Javi siempre me quiso con locura. Siempre estaba pendiente de mí y me hizo sentir querida y cuidada. Era su hermanita pequeña y no quiso que jamás me faltase de nada. Y cuando me vio aparecer por su casa, le bastaron quince minutos de conversación para saber que le había mentido y que si había ido a parar a su casa, era por motivos completamente distintos a los expuestos. Me dijo que no hacía falta que se los dijese en ese momento pero que supiese que "estaba ahí para lo que necesites…sea lo que sea". Eso fue lo que me dijo. Pasó un día y a la noche siguiente, cuando Raquel y Esther se habían ido a dormir, Javi sacó unas cervezas y comenzamos a hablar sentados en el sofá. Bebimos y hablamos, bebimos y hablamos… y hablé y hablé. Creo que la mezcla de alcohol, cansancio y desesperación fue lo que me llevó a contarle todo. Y cuando digo todo, me refiero a TODO. Desde aquella mañana en que os pillé a mamá y a ti hasta los "oscuros" motivos que me habían llevado a su casa, no obvié ni un detalle, como estoy haciendo ahora mismo contigo.

En este punto volví a quedarme anonadado. Si unos minutos antes mi hermana Montse me revelaba que sabía que mi madre y yo habíamos sido amantes desde unos pocos meses de empezar a serlo, ahora descubría que tan solo un poco más tarde mi hermano Javi también lo supo siempre. Ella parecía disfrutar de todo aquello. Se levantó y se sirvió algo más de café. Luego salió al salón y volvió con un pequeño paquete. Lo abrió y extrajo un viejo cuaderno, muy parecido a mis diarios antiguos, aunque no era uno de ellos.

Toma, quiero que leas algo. Es mi diario. Creo que es justo ya que yo me sé los tuyos de memoria. Lee. A partir de aquí.

Montse me tendió el cuaderno y me señaló con el dedo por donde debía empezar. Y eso hice, empezar a leer. (Aviso: lo que vais a leer a continuación es una reproducción exacta del diario de mi hermana, autorizado por ella misma).

Javi dejó el botellín en la mesa y se sentó a mi lado. El aliento le olía levemente a cerveza.

-¿Por qué me cuentas todo esto, Montse? –me dijo con algo de resignación en su voz.

-Lo necesitaba. Creo… creo que me voy a volver loca. No puedo dejar de pensar en papá. Es una locura pero sólo deseo quedarme sola y masturbarme pensando en él. Creo que soy una enferma, una perturbada.

-Para nada, mi niña, para nada –me dijo cogiéndome la mano -… pero tienes que olvidarte. Lo de mamá y José… bueno, eso es otra historia porque ellos verán, pero tú… tú no. No lo hagas. No sé… queda con chicos. Mira, no me creo lo que te voy a decir pero… fóllate a quien sea, a cualquiera. Pero no lo hagas con papá o joderás tu vida.

-¿A quién sea? ¿Qué clase de consejo de hermano mayor es ese? Fóllate a quien sea. Joder, Javi.

-Entiéndeme. Un chico de nuestra edad, cualquiera no, pero no hace falta que sea tu príncipe azul –yo me quedé pensativa y luego me giré para Javi.

-¿Sabes lo que he llegado a pensar?

-A ver, sorpréndeme.

-Que si me follo a Jose, lo mismo deja de follarse a mamá. No es por nada, pero entre una cuarentona y una chica de veintipocos, como yo… -Javi me miró atónito, con los ojos muy abiertos.

-Estás fatal. En serio, necesitas hacer algo.

-Si, necesito un buen polvo. Un polvazo, de hecho.

-Y creo que has bebido demasiado.

-Si, es posible –contesté mirando a Javi a los ojos. Y entonces me volví loca.

-Dime hermanito, ¿crees que estoy más buena que mamá?

-¡Joder, Montse! ¡Para ya, vale!

-No, en serio, es algo…inocente. Mamá y yo somos mujeres, a ti te gustan las mujeres, tú sabrás quien de las dos te parece que está mejor.

-Estás loca, Montse. Sois mi madre y mi hermana. Para mi… no estáis buenas. Simplemente no estáis.

-Una mierda –entonces me puse en pie y me dejé caer el camisón. Debajo sólo llevaba unas diminutas braguitas y las tetas al aire –¿me vas a decir que ves esto y no sientes nada? –Javi se quedó a cuadros, me miraba desnuda y en sus ojos empecé a ver destellos de deseo. Estaba segura de que si no fuese porque era su hermana, me estaría follando en ese mismo momento. Era evidente que necesitaba un pequeño empujón más.

Me acerqué y me senté sobre él a horcajadas. Sentí el bulto de su polla bajo el pijama, presionando mi coño. Me humedecí pensando que mi hermano estaba empalmado sólo con verme desnuda.

-Vamos, hermanito, me vas a decir que ves "esto" y no quieres comértelo –empecé a restregarle un pezón por la boca. Javi estaba paralizado. Entonces bajé mi mano y sin dejar de pasarle las tetas por la boca, agarré su polla por encima del pantalón y empecé a sobársela.

-Pues mira, creo que si que te gusta lo que ves ¿a qué si? –metí la mano dentro del pantalón y empecé a acariciarle la polla a mi querido hermano mayor.

-Vamos Javi, no seas idiota, sabes que vamos a follar… y sabes que va a ser un polvazo –le susurré al oído. Luego le mordí en el cuello…y ahí fue cuando Javi reaccionó. Como una fiera. Bruscamente y en un solo movimiento, me tumbó boca arriba en el sofá y se quedó encima de mí. Me sacó las bragas y luego se sacó la polla del pijama y me la metió. En menos de diez segundos desde que le había mordido en el cuello, tenía el rabo de mi hermano dentro de mi coño.

-Esto es lo que querías ¿eh? zorrita, querías que te follase.

-Si, cabronazo, quiero que me eches el mejor polvo de tu vida. Oooooooh, si, siiiiiii –gemí al sentir la gorda polla de mi hermano dentro. Javi me tapó la boca con la mano sin dejar de follarme.

-Calla, cállate, no hagas ruido. Te voy a joder, Montse, te voy a follar como nunca te han follado, zorra –me ponía a mil ver a mi hermano tan salido, parecía otra persona. Le puse las manos en las nalgas, quería sentir como me la clavaba hasta dentro, hasta lo más profundo de mi ser. Me quitó la mano de la boca y se incorporó, me agarró de los tobillos y me colocó la planta de los pies sobre su pecho de forma que su gorda polla entraba a placer en mi ardiente chocho.

-Joder, Javi, joder, que bien, que bieeeeen, oooooh, siiiiiii –gemía yo intentando no elevar el tono de mi voz. Pero era demasiado, sentía el orgasmo inmediato, mis entrañas ardían de placer y la polla de mi hermano cada vez me parecía más gorda y que llegaba más profundo. Me puso las manos en las tetas y me las estrujó. Noté los pezones clavarse en la palma de sus manos.

-Te gusta, verdad, te gusta, zorra, te gusta que te folle tu hermano ¿eh? –me decía él mordiéndose el labio. De golpe sacó su polla de mi coño y agarrándome de un tobillo me hizo que me pusiese a cuatro patas sobre el sofá. Entonces me clavó nuevamente su rabo en el coño. Me agarró de la cintura y me empezó a follar con mayor violencia aún.

-Oooooh, dios mío, oooooh, dios, Javi, dios, como me gusta, joder, como me gustaaaaa –ya no podía más. Me corrí, me corrí mientras Javi seguía follándome por detrás. Sentía su polla más gorda que ninguna otra que me hubiese penetrado jamás, la sentía llenarme. Y quise que se corriese. Quise sentir sus lecharazos calientes en mis entrañas. Correrme y que se corriese. Javi me estrujaba las nalgas mientras sus huevos golpeaban contra mi pelvis violentamente. Estaba poseído y su polla entraba y salía de mi coño a tal velocidad que sentí otro orgasmo inminente, tal vez la continuación del primero.

-Joder, hermanita, joder, que buena estás, dios, como me gusta joderte –me palmeaba las nalgas y me agarró del pelo tirando de mi cabeza hacia atrás. Éramos dos bestias ardientes de deseo. Y cuando creía que no iba a parar hasta correrse, Javi sacó su polla de mi coño y me hizo darme la vuelta. Sentada sobre el sofá, Javi de pie, directamente me la metió en la boca.

-Quiero correrme en tu boca, puta, quiero que te tragues mi leche –me dijo empezando a follarme por la boca. Ni siquiera se la estaba chupando, simplemente mantenía la boca abierta mientras mi hermano me follaba por la boca. Sentía que iba a vomitar si dejase que eso siguiese así de modo que con una mano intenté agarrar la polla de mi hermano y empecé a chupársela a mi ritmo. Javi se apoyó en la pared mientras yo le pajeaba y le comía la polla a la vez. La idea de sentir su orgasmo en mi boca me pareció tan excitante que comencé a masturbarme con la mano que tenía libre. Me metí la mano en el coño, tres dedos hasta donde me daba.

-Joder, Montse, joder, que bien, oooooh, siiiiiii, siiiiiii, hermanita, oooooh dios, Montse, me corro, me corro –susurró Javi. Yo aceleré el ritmo de mi mamada, solté la mano de la polla y me la tragué entera. Me la tragué hasta la base, hasta sentirla en la garganta. Entonces Javi se corrió.

-Oooooh, siiiiiii, siiiiiii, siiiiiii, jodeeeeer, siiiiiii -gimió lanzando dos enormes chorros de esperma dentro de mi boca. Luego se desplomó junto a mí. Yo me había tragado todo el semen con el que mi hermano me había llenado la boca pero unas gotas rezumaban por mi boca. Javi me miró y con ternura me las retiró de la cara.

Ahí estábamos los dos. Desnudos, sobre el sofá de su casa, a unos escasos metros de donde dormían su mujer y su hija, después de haber echado el polvo más salvaje que era capaz de recordar.

-¿Sabes? Sabía que esto terminaría pasando. Un día u otro pero tenía que pasar –me dijo Javi dejándome helada.

-¿Perdona? ¿por qué dices que lo sabías?

-Lo sabía, Montse, lo sabía. Siempre… siempre te he visto como algo más que mi hermana pequeña. Siempre… siempre he querido que esto pasase –entonces Javi me besó en la boca al tiempo que me ponía la mano en el coño y comenzaba a masturbarme. Ahora la sorprendida era yo. Pero pronto me olvidé nuevamente de todo, cuando sentí los dedos de mi hermano adentrarse dentro de mi rajita

Iba a pasar de página cuando Montse me arrancó el diario de las manos y lo cerró dejándolo sobre la mesa. Estaba totalmente desconcertado. Mi vida, tal y como la conocía hasta ese momento, había dejado de existir. Era una mentira. Había vivido años pensando que mi madre y yo habíamos mantenido en secreto nuestra relación incestuosa cuando lo cierto era que mis dos hermanos lo supieron casi desde el principio. Había vivido muchos más años pensando que mi madre y yo habíamos sido los más depravados de mi familia incluso pagando una dura pena por ello y acababa de descubrir que mi hermano mayor se había follado a mi hermana al menos una vez.

Miré a Montse atónito. Ella ya no sonreía.

-¿Por qué me cuentas todo esto, Montse? ¿Qué quieres?

-Te lo dije por carta y te lo he dicho en persona. Quiero disculparme. No éramos mejores que mamá y tú pero por esconderlo, os juzgamos y os echamos a los perros. Pero era lo único que podíamos hacer para salvarnos.

-Vale. Ya te dije que te perdonaba. No tenías porque

-Jose, hay algo más.

-¿A qué te refieres?

-A un secreto, algo que nunca supiste y que es justo que sepas.

-Dios, no sé si podré… -estaba totalmente desbordado. Miré a mi hermana y ella agachó la vista antes de soltarme su particular "notición".

-Tú no fuiste al único de sus hijos que mamá se folló

.CONTINUARÁ.

Como llevo años sin enviar relatos a esta página, he decidido abrirme una nueva cuenta de correo (pierregarrel69@gmail.com), donde podréis localizarme aquellos que lo deseéis. Por eso a partir de este relato..