Tiempo inestable

Una mañana lluviosa y un encuentro casual en el parque dieron paso a que Silvia descubriese la sumisa que llevaba dentro.

Maldita lluvia de verano. Un día más llueve y mientras cruzo el parque camino de casa los zapatos amenazan naufragar en algún charco. Voy casi escondido debajo del paraguas cuando veo a una mujer que corre bajo la lluvia a refugiarse en la capilla prerománica que corona el parque. "Sin duda una turista" pienso mientras la veo llegar a la puerta de la capilla e intentar abrirla.

Miro mi reloj. "Son las dos. Está cerrado" pienso para mi mientras ella sigue desesperadamente forcejeando con la puerta.

Cuando cruzo ante ella esbozo mi mas comprensiva sonrisa mientras le digo: "No lo intente. es inútil. Está cerrado y para las visitas turísticas no abre hasta las cinco"

Lanza un profundo suspiro de desilusión, me suelta un lacónico "gracias" y mientras mira al cielo con resignación vuelve a caminar bajo la lluvia.

"Si quiere compartir un paraguas de caballero aquí cabemos dos" le digo mientras gentilmente le ofrezco un hueco bajo el paraguas.

Duda pero ya el agua empieza a correr por su cara y acaba por aceptar la invitación. Se acerca tímidamente, extiendo el paraguas en su dirección y seguimos caminando hacia la salida del parque.

En un alarde de imaginación le digo"¿Estás de visita no?". Ella mira al suelo para intentar esquivar los charcos y con su precioso acento contesta mi pregunta incluso antes de acabar de responder. "Si. Estoy pasando en Gijón unos días de vacaciones y hoy quería visitar los monumentos prerrománicos de Oviedo pero ya veo que va a ser imposible"

"Aquí el verde lo pagamos al contado en días de lluvia incluso en verano así que esto también forma parte de esta tierra que intentas conocer".

"Por cierto, aún no nos hemos presentado. Mi nombre es Alberto" Le tiendo mi mano libre y ella sin apenas girarse para no salirse del paraguas protector me devuelve la presentación. "El mio es Silvia, andaluza y de visita por estas tierras"

Avanzamos en animada charla y la tensión inicial va desapareciendo. De pronto nos encontramos con un enorme charco que cruza todo el paseo y nos detenemos ante el con cara de resignación. "no queda mas remedio que cruzarlo" le digo.

Miro para sus pies  y me doy cuenta de que sus sandalias de verano no son lo mas adecuado para este día lluvioso y ante sus dudas le ofrezco mi brazo y le digo: "Agárrate o me temo que acabaras nadando en el charco". Se agarra a él como un naufrago a su tabla de salvación y avanzamos entre el agua que a punto está de desbordar mis zapatos e irremisiblemente inunda sus sandalias.

Cuando llegamos al final del parque y ya pisamos suelo urbano ella se recompone y se suelta de mi brazo sin separase de mi lado. Caminamos unos metros más y al cruzar ante una cafetería me dice: "¿En agradecimiento aceptarías una invitación a un café"

"Por supuesto que la aceptaría, pero no creo que debas seguir mucho tiempo con esa ropa empapada pegada a ti o pillaras una pulmonía. ¿En que has venido desde Gijón?" Nos detenemos frente a la puerta y ella me cuenta que está en un hotel en Gijón, que ha venido por la mañana en Alsa y que para cambiarse tiene que ir hasta allí. Intenta restarle importancia a su mojadura pero yo insisto en que no debería seguir así y señalando unos metros mas adelante le digo: "Ese es el portal de mi casa. Si quieres y te fías de mí podemos subir, te quitas esa ropa y la secamos en la secadora.

Duda y me mira. Un hombre delgado, en el filo de los cincuenta, con aspecto de profesor y conversación cuidada no ofrece una imagen muy peligrosa  y ella acaba por aceptar la invitación.

"De acuerdo. No estoy en condiciones de rechazar una oferta así" me dice mientras separa los brazos del cuerpo dejando ver que está pingando.

Avanzamos unos metros mas y nos detenemos ante la puerta del portal. "Aquí es" le digo mientras entro en el soportal y cierro el paraguas. Ella se sacude como una perrita mojada intentando no dejar el portal hecho un charco. Entramos. Llamamos el ascensor y mientras llega el ascensor me fijo en que su vestido está completamente empapado. Se pega a ella como una segunda piel, marca todas sus curvas y a pesar de su ropa interior sus pezones se hacen evidentes bajo la ropa. Ella se da cuenta de que la miro y en un gesto vergonzoso adelanta su hombro intentando disimular lo evidente. Enseguida llega el ascensor en su ayuda y entramos apresuradamente.  Pulso el botón del ultimo piso y el ascensor arranca. "¿Vives en el ático?" me pregunta en una pregunta con respuesta obvia. "Por supuesto, pero me temo que hoy no podré ofrecerte la terraza para tomar ese café".

Cuando el ascensor se detiene, bajo nuestros pies hay un charco que ambos miramos con una sonrisa. Empujo la puerta del ascensor y con un gesto cortés la invito a salir al descansillo.

Abro la puerta y le digo" Espera un momento". Me descalzo, cojo los zapatos en la mano y entro rápidamente hacia la cocina. En un instante salgo ya sin zapatos, gabardina ni paraguas, entro en el baño y regreso con la alfombra de baño y una toalla en la mano. Echo la alfombra al suelo en la entrada. "Toda suya señorita" le digo ceremoniosamente.

Ella, que ya esperaba con sus sandalias en la mano, da un paso adelante y comienza a escurrir sus pies sobre la alfombra. Cierro la puerta mientras ella comienza a secarse.

"Vete secándote que yo voy a quitarme mi ropa húmeda y ya te traigo algo para que te cambies.

Entro en mi habitación, me pongo una ropa seca y cómoda para estar en casa y regreso a la entrada. Ella, enroscada en la toalla, mira con curiosidad las fotos que adornan la estancia.

"¿Son tu familia?" me pregunta cuando me ve llegar. "Por supuesto" le respondo mientras sin detenerme avanzo hasta la puerta del baño. Enciendo la luz y con un gesto la invito a pasar. "Ahí tienes colgado un albornoz que te valdrá mientras secamos la ropa. Así que si es Usted tan amable pase y traiga la ropa para la cocina y la pondremos a secar."

Desaparece dentro del baño y yo voy hacia la cocina. Abro la nevera y evalúo lo que puedo hacer con lo que está a la vista.

Cuando ella regresa aún estoy evaluando que hacer para comer. "¿Donde pongo la ropa mojada?" me dice mientras asoma por la puerta con un hatillo de ropa envuelto en la toalla que hace un rato la cubría a ella.

Mientras me acerco a cogerle la ropa me fijo en ella por primera vez. Cuarenta y tantos, pelo negro, largo, aún húmedo y pegado a su cabeza, piel morena, ojos castaño, de constitución menuda y hermosas piernas que conducen mi vista hasta unos pies descalzos sobre la baldosa.

Me mira sonriente mientras recojo la ropa y la poso en un balde frente a la secadora.

"Te buscare algo para que no andes descalza" le digo mientras salgo al pasillo para regresar un segundo después con unas chanclas poco femeninas pero confortables. Las acepta sin rechistar y luego me sigue hacia el interior de la cocina.

Retomo la ropa, abro la secadora, la introduzco y la pongo en marcha."Ahora toca esperar. Por cierto. Te sienta muy bien el albornoz. Mucho mejor que a mi sin duda" le digo mientras me giro con mi mejor sonrisa.

"En premio a tu osadía aceptando mi invitación. ¿Aceptarías que te invitase a comer en mi casa?"

Su sonrisa la delató antes incluso de que contestase primero con un "Sería abusar demasiado de tu hospitalidad" y luego con un "No, no, no" que era un "Vale , vale, vale" para acabar aceptando con un

"De acuerdo pero cualquier cosa valdrá, no estés

ahí

cocinando una hora"

La acompañé al

salón

, encendí la televisión y ofreciéndole mi biblioteca y el sofá, regresé a la cocina.

Cuando al cabo de unos minutos regresé al salón ella estaba en pié ante la biblioteca hojeando un libro. Posé sobre la mesa unos aperitivos que llevaba en las manos y saque del mueble dos copas. "¿Un vino blanco te va bien para abrir boca?" Ella asintió con un gesto pero siguió absorta en el libro que llevaba en las manos. Cuando al fin levantó la vista, las copas ya estaban llenas y mi mano le ofrecía una para brindar.

Ella la tomó delicadamente entre sus manos y cuando las copas chocan dejo un brindis en el aire "Por la lluvia".

Ella sonríe y se sienta. "Bonita y cuidada biblioteca" me dice mientras retoma en sus manos el libro que había posado para coger la copa.

"Es el producto de tres generaciones de lectores empedernidos. Pero sigue viva y esperemos que con buena salud."

"¿Cual me recomendarías para leer mientras te espero?" Su voz entre curiosa y desafiante despertó en mi el deseo de sorprenderla.

"¿Te gusta la poesía?" le pregunté mientras me acercaba a la estantería.

"Por supuesto" me contestó mientras recogía sus piernas sobre el sofá en un gesto coqueto y alegre.

Busqué durante unos instantes en los estantes y puse en sus manos mi elección.

"Radiografía del sentimiento" de Alberto Fralero dijo leyendo en voz alta la portada del libro. "No conozco al autor pero me fiaré de tu gusto" me dijo mientras abría el libro .

"Si quieres puedes leerlos en voz alta y así los compartimos mientras acabo de preparar la comida"

Ella comenzó a desgranar los primeros poemas y yo la seguía mientras iba aderezando una ensalada. Lentamente fue avanzando en el libro y su voz iba tomando el ritmo de los versos que poco a poco se adueñaban de la estancia.

Al abrir una de las páginas del libro una hoja manuscrita salió volando y fue a posarse sobre la alfombra. Ella se agachó, la tomó en sus manos y se quedó en silencio leyéndola. Yo, absorto en mis preparativos en la cocina, tardé en darme cuenta de que se había quedado en silencio. Cuando me asomé tras la barra y vi que tenía un papel en sus manos no sabía que era.

"¿Ya no lees?" le pregunté mientras miraba indagando.

Ella levantó la vista y mirándome fijamente me contestó "¿Cual de las dos versiones del poema debo leer? ¿La del libro o la manuscrita?"

Con cara de incredulidad me acerqué a ella y miré la hoja que tenía en sus manos. Hasta que no la tuve a la vista no supe de que me hablaba. Entonces sonreí y volviendo hacia lo cocina le respondí. "¿Por qué no las dos? Seguro que ambas caben en el sentimiento de su autor."

Retomó el libro y leyó el poema en voz alta

"No  quiero amante débil

que llore su impotencia

y se defienda con sus miedos

mientras se precipita al abismo

de la noche inmensa de los condenados.

Quiero amante fuerte, inventando su vida

poniéndole argumento a la inconsistencia de los azares,

La que vive contra el tiempo,

preserva los instintos sencillos

y ríe, duda, niega, llora y se afirma.

No  quiero amante callada, busco  a la fuerte,

que sueña, que imagina."

Cuando terminó de leerlo, puso el papel sobre el libro y tomándose un tiempo comenzó a leer la versión manuscrita de aquel mismo poema.

"No  quiero sumisa débil

que llore su impotencia

y se defienda con sus miedos

mientras se precipita al abismo

de la noche inmensa de los condenados.

Quiero sumisa fuerte, inventando su vida

poniéndole argumento a la inconsistencia de los azares,

La que vive contra el tiempo,

preserva los instintos sencillos

y ríe, duda, niega, llora y se afirma.

No  quiero sumisa callada, busco  a la fuerte,

que sueña, que imagina."

Según terminó de leer el manuscrito cerró parsimoniosamente el libro y se quedó absorta mirando la portada. Yo había dejado de trajinar en la cocina y la miraba. Levantó la vista y mirándome fijamente a los ojos me preguntó "¿El manuscrito y el libro son del mismo autor?"

Yo le hice un gesto afirmativo con la cabeza mientras no dejaba de mirarla fijamente.

"¿Tu eres el Alberto Fralero que firma el libro?" "¿Tu que crees?" le contesté devolviendole la pregunta. mientras esbozaba una sonrisa cómplice cargada de intención.

"Pues hasta que no leí el papel no lo sospechaba, pero ahora tengo casi la certeza de que la respuesta es si"

"Lamento haberme descubierto de esta manera pero no recordaba la existencia de ese papel dentro del libro" le dije en un tono entre divertido y apesadumbrado mientras regresaba hacia la cocina.

Al cabo de unos minutos en que ella permaneció en silencio, regresé a poner la mesa y ella retomó la conversación justo donde la habíamos dejado.

"¿Por qué las dos versiones del poema?"

"Por preservar la intimidad de unos versos que fueron escritos para una persona en concreto y que no deseaba hacer públicos en esa forma. Sin embargo cuando edité el libro quise incluir ese poema y de ahí vinieron esos cambios que acabas de conocer."

"¿Nos sentamos a la mesa?" le dije mientras apartaba galantemente una silla invitándola a sentarse. Ella no se hizo esperar y ocupó su lugar mientras yo ya traía la ensalada y una dorada recién hecha a la plancha.

Me senté ante ella y comencé a servirle ensalada. Ella seguía en silencio como absorta en lo que acababa de decirle. Cogió el tenedor en su mano y cuando se llevaba el primer bocado a la boca se detuvo en el aire y me preguntó

"¿Eres amo?" Se quedó mirándome expectante mientras yo acababa de comer lo que tenía en la boca antes de contestarle.

"Soy amo y ese poema se lo escribí a la que en ese tiempo iniciaba su camino para ser mi sumisa. Luego vendrían otros muchos de los que acabas de leer en ese libro pero este fue el primero. Quise que fuese como una declaración de intenciones y por eso le guardo un especial cariño y decidí incluirlo en el libro pero no tenía sentido hacerlo tal y como lo acabas de leer en el papel. Todos tenemos nuestra parte publica y nuestra parte privada y esos cambios marcan ese limite que involuntariamente acabas de descubrir. Así que te pido disculpas por haberte puesto ese libro en las manos y espero eso no estropee esta comida"

"En absoluto" contestó ella retomando la marcha del tenedor y comenzando a comer.

"Hace unos meses sentí curiosidad por el tema tras leer "Cincuenta sombras de Grey" pero nunca había conocido a nadie que reconociese abiertamente su condición de amo. Y eso me intriga y me inquieta a partes iguales. Si no es comprometedor me gustaría preguntarte algunas cosas sobre el tema"

"Puedes hacerlo cuando y como gustes pero ahora no es conveniente dejar enfriar el pescado y me temo que esa conversación puede prolongarse mas de lo que el pescado esta dispuesto a esperar por nosotros sin enfriarse"

Ambos seguimos comiendo mientras la charla iba de un tema a otro sin centrarse en ninguno.

Fue

mas tarde, con los dos sentados en el sofá y los cafés ya servidos sobre la mesa baja, cuando ella retomó el tema.

- Antes me dijiste que podía preguntarte sobre tu condición de amo.

- Si

-¿Imagino que habrás tenido sumisa?

- Imaginas bien.

- ¿Como supiste que eras amo?

- Es algo que siempre ha estado conmigo. Fui poniéndole nombre poco a poco pero el sentimiento vive en mi desde que conozco el sexo.

- Yo solo sé lo que he leído primero en el libro y luego lo que ido buscando en Internet y, la verdad, he visto cosas que me gustan y otras que me asustan un poco.

Esbocé la mejor de mis sonrisas intentando tranquilizarla ante sus temores y luego proseguí con la conversación.

- No te creas casi nada de lo que veas en vídeos ni de lo que leas en las conversaciones de los chats. Los vídeos son pornografía dirigida a los hombres en su inmensa mayoría y en los chats hay muchos advenedizos y mucho amo de manual. Si lo que buscas en ti es el sentimiento que provoca todo esto entonces deberás de buscarlo por ti misma.

- Difícil me lo pones.

Silvia se quedó unos instantes en silencio. Bajó la mirada a la mesa y tomo la taza de café entre sus manos. Mientras apuraba el último sorbo me fijé en su rostro.

Tenía una expresión entre inquieta y expectante. Se adivinaba en sus ojos un cierto velo de nerviosismo provocado por las confesiones intimas que estaba trayéndonos la conversación.

- Hay cosas que solo tu puedes saber. Solo tu tienes la llave del cuarto de tus deseos. Ábrela y explóralos. Ese es mi consejo. Deja que sean ellos los que te guíen en esa búsqueda en ti misma. Si en ti está ese sentimiento de sumisión ellos lo encontraran y se lo llevaran en bandeja al que haya de ser tu amo.

No te niegues nada de antemano y busca. Si te das cuenta de que solo era un espejismo sigue tu camino en otra dirección. Si por el contrario lo encuentras, síguelo y te llevará por caminos de placer hasta ahora inexplorados por ti. Y no voy a seguir con este rollo que me sale la vena de profe y acabaré aburriéndote.

- ¡No por favor! Me encanta escucharte. Nunca imaginé que tendría esta conversación con nadie. No se como me he atrevido a seguirte hasta aquí y mucho menos a tener esta conversación contigo.

Me levanté de la mesa, fui hasta el segundo estante de la biblioteca y cogí un libro. Volví hacia la mesa mientras hojeaba el libro buscando un capitulo concreto. Cuando llegué al sofá le alargue el libro abierto por el capitulo escogido.

- Lee mientras recojo las tazas del café y friego los cacharros. Quizás te ayude a ir encontrando caminos. Cuando regrese hablamos de lo que hayas leído y seguimos la conversación.

Silvia tomó el libro abierto en sus manos y leyó el titulo. Sin cerrarlo del todo miró el titulo en la portada. "Irene" El nombre del autor le era desconocido pero algo la impulsó a preguntar

-¿El autor del libro es el mismo que el del libro de poemas?

- Como habrás visto los nombres no coinciden pero...siempre cabe la figura del seudónimo. Así que tendrás que intentar averiguarlo mientras lees. Mientras decía esto me alejaba dejando tras de mi la mejor y mas enigmática de mis sonrisas.

Silvia miró el libro con curiosidad y se enfrascó en la lectura del capitulo seleccionado por Alberto.

Anoche tuve un sueño

Estaba  en la puerta del hotel en el que tú me habías citado. “Mañana comparecerás ante tu Amo en el hotel Asturias. Ponte tu top rojo y tu pantalón vaquero bien ajustado. Píntate los labios. Bajo la ropa llevaras nada más que tu tanga de cuentas puesto. Quiero que la costura del pantalón clave esas perlas en tu coño hasta que la humedad se haga latente en tu pantalón. Cuando llegues a la habitación encontraras algo para ti. Colócatelo. Luego espera a tu Amo”.

La puerta del hotel se abrió al acercarme y me dirigí directamente a recepción. Le pregunté a la recepcionista por una habitación a mi nombre y ella amablemente me alargó la llave.

Subí en el ascensor hasta la segunda planta. Busque maquinalmente la habitación 206 y metí la llave en la cerradura. Ante mi se abría una habitación amplia, luminosa aún a media luz, con una decoración bicolor minimalista combinando el blanco y el negro. Tan solo  una orquídea de color malva situada en un arcón cerca del balcón, rompía el tono bicolor de la estancia.

Entré y al mirar sobre la cama vi  una tira de felpa negra y elástica. Sin duda a eso debía referirse mi Amo cuando me dijo que debía colocarme algo que encontraría en la habitación. Nada más aparece a la vista, así que la cojo, la toco y me la coloco en la muñeca.

Frente a la cama se encuentra el baño. Al entrar me doy cuenta que es adaptado. Tiene una ducha que se confunde con el suelo y una barra de acero a todo lo largo de la pared facilita los movimientos.

Me miro en el espejo y me retoco los labios. Estoy inquieta y ansiosa. Me dirijo a los pies de la cama, me siento y me coloco la tira de  felpa rodeándome la cabeza y cubriéndome los ojos. La recoloco hasta comprobar que no veo nada. Quedo completamente cegada y quieta. Espero. El tiempo se alarga  y siento latir mis sienes. Al cabo de unos minutos siento que se abre la puerta.

Escucho el ruido de la puerta al cerrarse, pero no puedo oír nada más. El suelo de moqueta ahoga los pasos pero  intuyo tu presencia. Puedo sentirla cercana, tanto que siento su aliento frete a mi.

Me susurras al oído: “Buenas tardes”.

Me acaricias el mentón y rozas mis labios con los tuyos. Yo me acelero, me inquieto e incluso me sonrojo pero no quiero que se me note.

Alcanzo a susurrar: “Buenas tardes señor”

Siento como te alejas y me quedo de nuevo hundida en mi oscuridad. Siento que me estas mirando y me siento intimidada. Al cabo de unos minutos empieza a sonar una canción de Otis Redding.: “My girls”. El corazón me da un vuelco.

Seguidamente te sientas en un butacón frente a mí. Se que estas ahí porque me ordenas que me acaricie los hombros y los brazos con suavidad.

Comienzo dudosa, sudorosa y temblorosa. Cierro los ojos dentro de la felpa para hacerlo mas intimo y comienzo a acariciarme.

“Ahora- me dices- desátate el top pero no te lo bajes. Acaríciate las tetas, hazlo

poco a poco”. Luego sigues dándome ordenes hasta dejarme desnuda  frente a ti. Así,

solo con los labios pintados y el tanga de cuentas siguen sucediéndome cosas increíbles.

Te siento colocarte a mi lado. Tu presencia me rodea por detrás y de nuevo me siento observada, mirada hasta hacerme sonrojar.

“Veo que has sido obediente y no te has depilado”. Sus palabras estallaron en mi mente. Él me había encargado que no me depilase, que le gustaría hacerlo él mismo en persona, pero ya no lo recordaba. Y en ese instante, al evocarlo él, algo se revolvió en mi interior.

Siento que sus manos me cogen por las axilas y me impulsan a levantarme. Sigo con los ojos vendados y me siento desvaída en sus manos. Él me guía en mis pasos hasta que noto el borde de la ducha bajo mis pies.  “Entra en la ducha”, me dices mientras dejas tu mano firme para que me sirva de apoyo. Entro y me coloco en pie esperando.

Colocas un  taburete en la bañera, me sientas, abres mis brazos, los separas hasta que quedan extendidos y me atas las muñecas a la barra de acero que rodea la bañera.

Me ordenas que abra las piernas  y te alejas. Quedo allí desnuda y expuesta y de nuevo se apodera de mí el nerviosismo. Tu presencia y el saber que me miras me incomoda al mismo tiempo que me excita. El silencio reina en la estancia. No escucho nada hasta que una nueva canción rompe el silencio. En ese momento escucho como se abre una cremallera.

Imagino que es una bolsa de aseo. Lo siguiente que siento en mi piel es una cuchilla de afeitar. Me asusto tanto que doy un repullo y mi cara se transforma. De la intriga inicial solo se asoma miedo.

Tu, divertido, te ríes sin que yo lo pueda ver. Solo escucho el leve susurro de tu sonrisa contenida. Cuando estoy a punto de echarme atrás y decirte que lo dejes, me besas tierna y sabrosamente. Te detienes en mis labios, en mi lengua, bebes de mi saliva y seguidamente te acercas y me susurras al oído con tono divertido: “Tranquila, voy a rasurar tu monte de Venus para que se muestre esplendoroso y ansioso para tu amo”

Sin más comienzas a enjabonarme. Te recreas en mis labios y en el pubis. Juegas con la brocha y la espuma antes de cortar y rasurar. Acaricias los labios, los abres, busca mi perla, la rodeas, la pellizcas y continúas hasta mi morada. Después la atrapas con toda la palma de la mano y te acercas para decirme al oído en un tono de seguridad y firmeza: “Es para mi A partir de ahora yo soy su dueño”.

Yo me encojo porque jamás alguien me había llevado a esta situación. Estoy excitada, temerosa, ansiosa, inquieta, deseosa. Se mezclan tantas emociones dentro de mi que solo puedo dejarme llevar porque en lo mas profundo de mi ser lo deseo.

Siento que la cuchilla me recorre. Se mezclan la inquietud por sufrir un corte y la excitación de sentir tus manos por mi piel. El ronroneo de la cuchilla me hace estar tensa y esa tensión me excita.

Una vez que has terminado de rasurar y jugar con mi coño me desatas, me ordenas ponerme en pie y me das la vuelta. Quedo ante ti dándote la espalda, inclinada hacia delante para sujetarme a la barra y con mi culo ofrecido.

Me ordenas que me agarre a la barra, hunda mis caderas y abra mucho las piernas. Te sientas detrás de mí en el taburete y  comienzas a jugar con mi culo. Lo enjabonas  mientras lo masajeas y lo aprietas entre tus manos. Siento algo duro abriéndose paso en mi culo. No puedo saber lo que es pero poco a poco se abre paso hasta acomodarse dentro de mi culo. Intento saber de que se trata cuando siento que algo liquido se desliza dentro de mí. Ahora ya se que mi Amo ha decidido ponerme un enema. El líquido comienza a abrirse paso en mi vientre mientras él termina de rasurarme.

Así te vas recreando en mis muslos y en mi culo. Mi pubis siente el rozar de la cuchilla que repasa los últimos restos de mi vello púbico. Mi culo, a un tiempo, se dilata, y absorbe todo lo que el enema vierte en mí. Cuando el enema ha dejado de gotear en mí, siento como me retiras la cánula y las ultimas gotas se deslizan por el ojete del culo. Apenas puedo aguantar dentro el líquido mientras acabas de rasurarme y limpias concienzudamente hasta el último pelo de mi coño.

Una vez has terminado, me dejas dispuesta en la bañera. Te sales. Sacas el taburete de la bañera y de nuevo el silencio me dice que estas allí, quieto mirándome. Así, en pie, desnuda, con mis piernas húmedas, atada y con mi culo ofrecido, espero tu voz Amo. Cuando ya el liquido comienza a salir por si mismo abres la ducha con toda su fuerza. Al golpear el agua contra mi piel me relajo un instante y mi intestino se derrama. Siento como si me vaciase y tú diriges el chorro de agua por mi cuerpo: Te detienes en mis tetas, luego en el coño recién depilado y acabas instalándote en el culo. El agua me penetra por donde hace unos instantes salía de dentro de mí el líquido del enema. Me vacío. Siento que me vacío en todos los sentidos. Estoy agotada. Rendida y desconcertada...

Luego cierras la ducha. Siento que me envuelves en la toalla y que su calidez me reconforta. Estoy perdida en un mundo de nuevas sensaciones que jamás había sospechado.  Me sientas en el taburete y acabas de secarme. Me retiras la venda de mis ojos y por fin puedo verte  Luego me dejas allí sentada envuelta en la toalla mientras te veo alejarte hacia la habitación. Te sientas de nuevo en el sillón. Llevas solo puesto un bóxer negro. Estas excitado. Tu polla se anuncia dura a través de la tela. Te acaricias mientras me miras sonriendo.

“Kika, perrita, ven a mis pies”. Dudo un instante. Luego todo me  sale como un acto reflejo. Salgo a cuatro patas del aseo. Esbelta, con mis hombros y mi culo alzados  mientras mi lomo se curva. Muy despacio voy avanzando hacia tu encuentro. Sigilosamente me acerco y por fin toco tus pies. Coloco mi cabeza en tu rodilla  y te huelo, te siento y te oigo excitado.

Me acaricias el pelo y me dices: “Lámeme como solo sabe hacerlo una perra”.

Me pongo de rodillas y me agacho hacia tus pies. Entre mis manos coloco los dedos de tus pies y me los llevo a la boca. Comienzo a jugar con cada uno de ellos. Mordisqueo el dedo gordo, lo chupo, lo amaso con mi lengua y por ultimo lo llevo hasta mi coño y hago como si me lo follara. Así con todos y cada uno de los dedos. Me excito al ver como mi Amo se encoge de placer. Luego voy recorriendo todas y cada una de las fibras musculares de su pierna. Primero una y después la otra. Me recreo en ello porque él esta en silencio, sudoroso, emocionado y excitado.

Poco a poco me voy incorporando y me voy acercando a su entrepierna. Ya lo huelo, lo siento, casi lo veo porque se me muestra en mi boca vigorosa, radiante, y morada. Acaricio su polla con mi lengua. Me invade el placer mientras con los dientes la voy marcando suavemente para definirla, sentirla y provocarla más de lo que está. Mi lengua se desliza por entre la piel y el tejido, bordeando todo el contorno hasta que ya no puedes más y tu mismo te incorporas, te bajas el bóxer, me la hundes en la garganta y comienzas a follarme la boca.

Primero con movimientos muy suaves y sutiles queriendo recrearte en ese movimiento para sentirme y hacer que te sienta. Luego con firmeza  para que sienta su poder mientras me penetras hasta la garganta. La dejas quieta unos segundos para hacérmela sentir

y comienzas un mete saca rítmico que va aumentando en ritmo y en intensidad.

Me siento muy excitada y húmeda  cuando de nuevo me follas la boca hasta el fondo de mi garganta con tantas ganas y pasión que casi me siento ahogar. Pero aun no has acabado y por un segundo me tapas la nariz hasta que yo me suelto buscando aire. Entonces me tomas por el pelo, me haces poner de pie, separas mis piernas, me agarras y me sientas encima de ti.

Y siento como te clavas dentro de mí. Me pruebas, me catas, bailas en círculos. Allí, sentada sobre tu regazo, empalada por tu polla siento que estoy a punto de estallar. Tú lo presientes y te detienes. “Aún no es tu hora perrita Kika”. Me detienes en el aire y retiras tu polla hasta casi sacarla totalmente. Hago un gesto buscándola y un azote restalla en mi culo. “Quieta- me dice con voz firme- quieta o serás castigada. Ponte en pie así como estás”.

Me coloco de puntillas sobre la moqueta del suelo intentando que su polla quede donde está sin que se salga del todo. Así, sentado sobre la silla, con sus piernas juntas entre las mías, mi Amo comienza a tocarme las tetas, el coño, el culo mientras intento mantener el equilibrio por todos los medios. Siento que me agoto, que las fuerzas me abandonan y que acabaré derrumbándome sobre su regazo, sobre su polla dura que entreabre mi coño. Y lucho por serle obediente pero poco a poco siento que mis piernas flaquean y que cada vez su polla se hunde más en mi coño. De pronto él se detiene, me mira fijamente y me ordena: “Gírate y ofrezme tu culo. Agáchate, une tus manos con tus pies y ofrezme  tu culo limpio y reluciente”

En esta posición, incomoda para mí y espectacular para ti, comienzas a explorarme.

Primero lo haces con tus dedos hasta abrirme en dos. Luego con tu lengua juegas en mi clítoris y con mi ano. Me recorres de principio a fin. Siento que no aguanto más. Me tiemblan las piernas de placer y por momentos siento que me voy a caer de bruces sobre la moqueta. Los brazos ya se niegan a sujetarme en esta posición y tiemblan entre el agotamiento y el deseo.

Tú lo sabes y te excita ver como me debato entre mantenerme en la obediencia y rendirme o tumbarme. Sigo así hasta perder la noción del tiempo. No se cuanto llevo así cuando te pones en pie, me agarras con fuerza y sin previo aviso y me la clavas hasta el fondo.

Te quedas quieto y me dices que me quede quieta. Me susurras al oído: “Solo te correrás cuando yo te lo diga”. Me echo a temblar porque creo que no voy a poder. Se que no aguantaré. Estoy a las puertas del paraíso pero aún así alcanzo a decir si con un movimiento de cabeza. Intento acomodarme a tu polla sin apenas moverme pero tú sabes que ese movimiento de nada me servirá. En ese momento me dices: “Muévete perrita” y con tus manos en mi cintura haces que me mueva al ritmo que deseas.

Y ya no puedo más y te suplico que pares porque no aguanto más. Pero tú sabiendo esto aun me lo pones más difícil. Me estás probando. Acaricias mis tetas, me las amasas con tus manos, pellizcas mis pezones y al mismo tiempo que yo me muevo comienzas a frotarme el clítoris con la otra mano.

Aquí me debato hasta que ya no puedo más y comienzo a jadear y jadear. Y ya no soy mujer soy agua. Me derrumbo sobre tu mano mientras tú me embistes y sujetas a un tiempo. Me corro hasta caer rendida. No caigo al suelo porque tus férreas manos me sostienen en el aire. Cuando recupero el aliento, aún estoy en esa postura de perra entregada,

Te pido disculpas por haberme corrido sin tu permiso. Tú te sonríes, tiras de mi cuerpo hacia arriba, llevas mis manos a mi espalda, las sujetas juntas y me obligas a estar erguida. Contigo pegado a mi espalda  me dices al oído: “No me has obedecido y esto se merece un castigo”

Yo esbozo un intento de protesta porque sé que lo has hecho a sabiendas. Pero al mismo tiempo no puedo moverme. Estoy indefensa. Mi cuerpo no me responde .Entonces me susurras al oído muy detalladamente cual será mi castigo. Protesto de nuevo y esta vez me giro para mirarte y suplicarte. Prometo que la próxima vez me autocontrolaré mejor pero tu mirada inflexible se clava en la mía pero con autoridad y parcamente me dices: “Así aprenderás”.

Veo como te alejas de mí, te inclinas sobre tus pantalones doblados, sacas el cinturón de las trabillas y vienes hacia mí con el cinturón colgando de tus manos. Seguidamente me agarras, rodeas mis tetas con tu cinturón y lo vas tensando aprisionándolas. Cuando se tensan me ordenas que me pongas a cuatro patas sobre la cama dejando los pies al borde de la misma.

“Vas a se azotada por tu desobediencia”

Yo me preparo para recibirlos. Me siento vulnerable. En esta posición me encuentro expuesta a su voluntad. Completamente ofrecida a mi Amo y esperando a recibir unos azotes que no se como serán ni que intensidad tendrán. Y espero.

Comienzas a acariciar la nalga derecha. Te recreas. Dejas que tus dedos recorran todo el contorno del coño, acariciando los labios rasurados, dejando que la yema de los dedos dibuje su contorno, mientras marcas el territorio donde irán cayendo los azotes

Luego la izquierda. Te detienes en cada punto como señalándome el lugar donde voy a recibir el castigo.

Y de repente, ¡Zas!

Los azotes comienzan a caer sobre mi culo abierto y desprotegido. Primero son lentos, cadenciosos. Entre azote y azote te demoras dejando un espacio en el que tus dedos juegan con la piel caliente que acaba de abandonar la palma de la mano.

Luego le siguen otros azotes. Y otros. Y otros.

Nunca antes me habías azotado Amo. Ni tú ni nadie. Y soy la primer sorprendida de sentir como me encienden tus azotes. Como mis muslos arden de calor. Pero también arde mi coño y mis jugos fluyen por mi entrepierna. Y se que te estás dando cuenta de ello y me avergüenzo al tiempo que me excito aún más.

Zas

Zas

Zaaaaaaaaaaaas

Así hasta veinte azotes en cada nalga.

Entre una tanda y otra me has acariciado el clítoris y el pubis y aquí me has arreado otros diez más. Mi coño recién depilado se ha puesto rojo, hinchado sensible. Te desea con fuerza mientras recibo los otros veinte azotes en la otra nalga.

Según tu mano me da el último azote y sin previo aviso, me clavas tu polla hasta el fondo

para lubricarla. Cuando la polla esta brillante de mis humedades siento que la diriges a mi culo. Lo abres lentamente. Siento como se dilata para ti Amo. Como  sometes mi culo a tu disciplina. Cuando tus huevos golpean contra mis nalgas te detienes Te quedas quieto por unos segundos hasta que con tus dedos te apoderas de mi clítoris amasándolo. Siento que me llevas a la locura cuando retomas la danza en mi culo.

De pronto te  paras y me ordenas que me quite el cinturón y me lo coloque en el cuello como si fuese un collar. Lo aflojo apresuradamente empujada por el deseo de que no te detengas. Cuando libero mis tetas de la presión estas se balancean ante mi amo que las toma entre sus dedos por unos instantes, justo lo que tardo en rodear mi cuello con el cinturón y dejar el sobrante sobre mi espalda para que tú dispongas de mi, Amo.

Tomas el cinturón en tu mano y lo vas cerrando hasta ceñirlo bien a mi garganta.

“Soy tu perra Amo. Quiero que me sometas. Encúlame. Fóllame”. Todo esto lo digo sin abrir la boca. Lo digo para mí. Es mi deseo pero no me atrevo a decírtelo. Solo espero.

Vuelves a penetrarme por los dos agujeros. En mi culo sigue acomodada tu polla y ahora son tus dedos los que abren mi coño. Haces conmigo lo que se te antoja... Me zarandeas en un vaivén que me enloquece. Agarras la tira del cinturón y tiras de mi cuello hacia ti provocando tensión en mi garganta. Te mueves con ritmo ahora. Mientras yo me debato al borde del orgasmo. Intento retenerlo, dejarlo a tus pies mi Amo. Pero no se cuanto podré resistir sin caer de nuevo en la desobediencia.

“Me tienes muy cachondo perra quiero que te muevas, que me folles con tu culo, solo con tu culo. Olvídate de tu coño, de tus tetas. Folla con tu culo de perra”

Sueltas el cinturón, me agarras el culo y lo aprietas contra ti.

En ese instante noto como  vuelvo a estar a las puertas de otro orgasmo y cuando comienzo a abandonarme siento como me ordenas: “Córrete para mi perra. Vamos, córrete para tu Amo que te llenará tu culo de leche”

Siento como te  hierve la cabeza y tu polla empieza a bombear semen en mi culo. Empujas sobre mi culo ofrecido mientras mi culo te busca con ansia y me corro. Casi sin aliento siento como te vacías en mí, como me llenas de ti, Amo.

Caemos al suelo. Te recuestas sobre mí y yo rendida bajo tu cuerpo extiendo mi último orgasmo mientras siento  tus últimos gemidos. Llenos de sudor, con la respiración aun alterada nos quedamos inmóviles, tendidos en el suelo. La  respiración entrecortada, el sudor que nos empapa y el latir de las sienes al unísono nos dejan tendidos el uno junto al otro enmudecidos por lo sucedido.

Y eso, Amo, todo eso, aún continúa…

Mientras fregaba  asomé por dos veces la cabeza por la puerta del salón y allí seguía Silvia leyendo. Lo hice con discreción para no ser visto y así darle un tiempo de intimidad y lectura sin interrupciones. Pronto la cocina estuvo lista. Había pasado una media hora y yo calculaba que era tiempo suficiente para acabar el capitulo. Abrí la secadora y comprobé que la ropa estaba ya bien seca. El vestido no se había arrugado en exceso y el foulard y la ropa interior tampoco. Lo cogí todo en mis manos y me dirigí al salón. Cuando entré ella seguía leyendo. Al sentir mis pasos levantó la cabeza del libro y me regaló una hermosa sonrisa.

- Ya he leído el capitulo pero me gustaría leer el libro entero. ¿Donde puedo comprarlo?

- No necesitas comprarlo. Considéralo un regalo de cortesía,  le contesté mientras posaba sobre una silla la ropa que traía en mis manos.

- Pero ahora cuéntame. ¿Que te ha parecido el capitulo? le dije mientras me sentaba a su lado.

- Inquietante. Como mínimo te diría que inquietante y excitante.

- ¿Te ves protagonizando una historia como esa?

- No se si me atrevería pero desde luego lo que no puedo negar es que todo lo que en él sucede me atrae poderosamente.

- ¿Quieres hacer una prueba?

Ella se quedó muda. Sorprendida y perpleja por lo que acababa de decirle no era capaz de contestar. Para darle tiempo y sosiego continué hablando.

- Si quieres podemos explorar en ti esos sentimientos que te llevan a pensar que eres sumisa. Tu misma. La decisión es tuya. Lo que contestes no cambiará nada. Además ya ha pasado la tormenta y el sol no tardará en lucir de nuevo. Si lo prefieres podemos volver al parque y retomar la visita en el lugar que la dejaste esta mañana.

Ella siguió pensativa. Bajó la vista y se mostró pensativa mientra perdía la mirada en la alfombra.

Cuando levantó de nuevo la cabeza de sus labios salió un tímido  "Quiero probar"

- Muy bien. Déjate guiar y si en algún momento las cosas van por donde no deseas solo tienes que decir "Basta" y dejaremos todo en suspenso. ¿De acuerdo?.

- Si. Contestó lacónicamente.

- A partir de ahora contestarás con un "Si señor" o "Si amo". Eso te recordará que estas ante tu amo y que le debes sumisión y obediencia. ¿Entendido?

- Si...perdón, si señor, contestó con apenas un hilo de voz.

Estiré mi brazo y recogí el foulard que acababa de traer de la secadora. Lo estiré parsimoniosamente ante sus cara y luego rodee con él su cabeza tapándole los ojos. Lo tensé y lo até en su nuca dejando caer los extremos. Ella se dejó hacer con total sometimiento. Seguía sentada en el sofá a mi lado y mis manos comenzaron a recorrerle la cara. Dibuje con el dedo indice el contorno de sus narices antes de recorrer sus labios entreabiertos. Cuando ella abrió la boca para suspirar, un "Quieta" resonó en el salón.

- Quieta. Solo te moverás cuando yo te lo ordene. Entreabre tus labios y déjalos blandos y ofrecidos.

Ella obedeció rápidamente y mi dedo prosiguió su camino. Primero recorrí sus labios una y otra vez humedeciéndolos. Luego sus orejas, su cuello y su barbilla. Ella respiraba alteradamente y las primeras gotas de sudor le corrieron por el cuello camino del escote. Tenía los brazos lánguidos y las manos recogídas en su regazo. Inmóvil seguía perdida en mis leves caricias.

Le tome las manos entre las mías y se las coloqué en sus costados. Luego desanudé el cordón del albornoz y tiré de él. Poco a poco fui tomándolo en mis manos hasta tenerlo completamente. Al liberarlo de la atadura el albornoz se abrió ligeramente dejando entrever sus generosas formas de mujer. Tomé de nuevo sus manos entre las mías y comencé a a atarlas con el cinturón del albornoz.

Una vuelta, dos, tres y cuatro antes de cruzarlo por entre las dos manos juntas y anudarlo.Ella se dejaba hacer. Parecía pedida dentro de si misma. Con los ojos vendados y ahora con las manos atadas estaba totalmente entregada a cuanto le sucedía.

Cogí sus manos atadas y las llevé por encima de su cabeza hasta su nuca.

-Déjalas ahí, le ordené mientras se las soltaba.

Al levantar los brazos el albornoz acabó de abrirse. Irene bajó la cabeza y esperó. Tardé, premeditadamente unos segundos en tocarla de nuevo. Su respiración alterada indicaba que su corazón estaba a mas de cien  pulsaciones. Roce sus mejillas con el dorso de mis manos y desde ahí empecé a recorrerla buscando su escote. Mis manos descendían lentas provocando en cada roce, buscando su deseo en cada caricia. Cuando llegué a sus tetas quité las manos y dejé de tocarla. de pronto rocé sus dos pezones al unisono. Fue un roce leve y provocador. Fue como si la sacudiese un calambre. Se agitó mientras dejaba escapar los primeros gemidos. Después de unos segundos volví a ellos pero esta vez pinzándolos entre mis dedos. Apreté progresivamente hasta tenerlos firmemente agarrados. Luego fui haciéndolos subir hasta que el peso de las tetas quedó pendiente de ellos.

-Quieta perra. Mi voz cortó de raíz su intento de liberar los pezones de de la presión de los dedos.

Gemía. Se mostraba inquieta pero excitada.

- Quieta o me veré obligado a castigarte. ¿Es eso lo que deseas?

- No, contestó con un hilo de voz.

- ¿No que...perra? ¿Así es como te enseñó tu amo a contestarle?, le contesté mientras apretaba más sus pezones y tiraba de ellos hacia arriba hasta casi hacerla levantarse del sofá.

- Perdón señor. Debí contestarle "No señor" que fue lo que Usted me enseñó.

-Muy bien perrita. Así me gusta. Que seas educada con tu amo. Solté sus pezones y dejé que el dorso de mis dedos recorriese en cascada sus pezones hasta abandonarlos.

Me quedé inmóvil unos momentos. Ella estaba agitada. Cuando mis manos retomaron sus tetas rodeándolas

ella se abandonó al placer definitivamente.

Sus manos en la nuca la dejaban totalmente disponible para mis manos y la recorrí una y otra vez. Amase, tensé, estiré y mordí sus tetas hasta la saciedad. Luego seguí el camino hacia su coño.  Cuando llegué a su pubis detuve mi mano.

-Abre las piernas perra. Ella comenzó a separarlas tímidamente.

-¡Más abiertas perra! le ordené mientras con mis manos separaba sus rodillas hasta que sus piernas chocaron con el borde del sofá.

- ¡Más! le ordené de nuevo aún a sabiendas de que no podría abrirlas más.

- No puedo abrirlas más amo. Estoy totalmente abierta para usted.

Me sorprendió lo rápido que ella había asumido su papel de sumisa y como su entrega era ya total.

- Muy bien zorrita Así me gusta. Abierta y disponible para tu amo que hará contigo lo que desee. ¿No es así perra?

- Si mi amo.

Empujé la mesa del salón alejándola del sofá y me levanté. Por unos instantes abandoné el salón y cuando regresé traía en la mano un potente vibrador que delicadamente para no hacer ruido posé sobre la mesa de centro. Me arrodille ante ella. Me acerqué entre sus piernas abiertas y mi lengua empezó a jugar en sus muslos abiertos. Desde las rodillas fui avanzando hasta su coño abierto. Mucho antes de que mi lengua llegase  a él, de su coño ya salían abundantes jugos. Al verlos me retiré un instante. Recorrí los labios de su coño con la yema de mi dedo indice recogiendo esos jugos y se los llevé a la boca.

-Abre tu boca perra. Ella obedeció de inmediato y yo hundí mi dedo en ella.

-Chupa tus jugos de perra cachonda. ¡Chupa! Así sabrás lo zorra que eres.

Silvia se apresuró a chupar el dedo con avidez mientras mi otra mano buscaba su coño y se hundía en él.

Gimió, se retorció sobre mi mano pero siguió chupando hasta casi ahogarse.

Cuando abandoné su boca la saliva se derramaba por los labios abiertos. La recogí y la esparcí por sus tetas amasándolas.

De pronto Silvia empezó a mover sus caderas buscando el dedo que acariciaba su coño. Un azote en el centro de su coño la detuvo en seco.

-¡Quieta zorra! ¡Quieta o tendré que castigarte! le ordené mientras mis dedos retomaban su coño abriéndoselo.

Silvia apenas podía mantenerse quieta. En mis dedos sentía que la excitación se le desbordaba y luchaba por no  moverse. Pero hubo un instante en que ya no pudo contenerse y a pesar de mis requerimientos no se detuvo. Retiré mis dedos y deje de amasarle las tetas.

-Quieta te he dicho zorra. Te lo he dicho y has desobedecido gravemente a tu amo zorra. Ahora deberás ser castigada por ello.

Me levanté del suelo. Cogí sus manos atadas y tiré de ellas con fuerza hacia arriba. Ella se levantó del impulso y con fuerza la atraje hacia mi.

Me senté de nuevo en el sofá y sin soltar sus manos atadas le ordené:

- Túmbate boca abajo sobre el sofá. Cegada como estaba, se fue moviendo torpemente guiada por mis manos. Fui tirando de ella hasta que su cabeza quedó apoyada en mi regazo y ella estirada sobre el sofá boca abajo.

-¡Separa las piernas todo lo que te permita el sofá! le ordené mientras con mi mano derecha le subía el albornoz y le separaba los muslos.

La miré durante unos momentos. Estaba tumbada boca abajo a lo largo del sofá. Sus piernas entreabiertas y su culo al aire. El albornoz recogido sobre sus caderas y su cabeza reposando sobre mi regazo mientras la sujetaba con una mano por las manos atadas y dejaba la otra reposar sobre su culo.

Tiré de la atadura hasta que sus brazos quedaron bien estirados y sin levantarme me bajé los pantalones hasta las rodillas. Su cara reposaba ahora sobre mi calzoncillo que apenas acertaba a contener la erección de mi polla. Cogí su cabeza entre mis manos. La giré hasta dejar su boca frente a mi polla y la apreté contra ella.

- Baja los calzoncillos con tu boca y hunde mi polla en tu garganta zorra.

- Si amo, apenas acertó a decir con su boca ya apretada contra mis calzoncillos. Una y otra vez intentó bajármelos tirando de ellos con sus dientes. Se ahogaba mientras hundía su cara en mis calzoncillos y yo la dejaba buscar,

pero hasta que yo no levanté un poco mi culo del sofá no consiguió bajarlos. Cuando lo hizo mi polla buscó el fondo de su garganta casi hasta ahogarla.

- Muy bien zorra. Ahora quieta. No quiero que chupes. No quiero que muevas tu boca de perra cachonda. Mi polla será tan solo tu mordaza mientras castigo tu desobediencia. ¿Entendido?

Contestó con un  gesto afirmativo de su cabeza. La polla le impedía hablar y la saliva comenzaba a correr por la comisura de sus labios.

Entonces busqué el vibrador sobre la mesa. Lo tomé con mi mano derecha y lo coloqué bien apretado entre su coño y el sofá. Lo puse en marcha en la velocidad mas lenta y lo dejé alli atrapado.

Mi mano izquierda sobre su cabeza sujetándosela hundida en mi polla. La derecha sobre sus nalgas y el vibrador haciendo su trabajo bajo su coño.

- Voy  darte veinte azotes. Diez en cada nalga. Quizás así aprendas a no desobedecer mis ordenes. ¡Saca ese culo bien arriba perra!

Silvia recogió un poco sus rodillas y su culo quedó en pompa esperando mis azotes.

Mi mano se demoraba en sus nalgas marcando el territorio donde mas tarde caerían los azotes. Cuando cayó el primero sobre su nalga derecha ya había amagado varios y ella contraía sus músculos esperándolo. Luego fueron cayendo uno tras otro con parsimonia, marcando el lugar del siguiente con una caricia prolongada. Uno, dos tres...diez. Mi polla navegaba en su boca entre saliva y sus propios jugos.

- Límpiame esa polla zorra. Cómetela hasta que esté bien limpia y házmelo saber.

Separó un poco su boca de la polla y empezó a lamerla y tragar. Lo hizo demorándose y relamiéndola. La dejé sorber durante unos instantes hasta que decidí cortarla

- Ya está bien perra. Te ordené limpiarla no que te la comas con glotonería.

- Perdón amo. Su polla está limpia y lista para regresar a mi garganta cuando usted desee.

Para poder contestar tuvo que levantar su cabeza y pude verle bien el rostro. Aún con sus ojos vendados denotaba una gran excitación y eso me animó a hundirle de nuevo la polla en su garganta y continuar con el castigo

- Ahora la otra nalga. ¡Ofrézsela a tu amo perra! Tiró de sus caderas y me ofreció su culo bien alto. De nuevo los azotes y cuando estalló el décimo sobre su nalga izquierda mi mano buscó su entrepierna. Sus muslos mojados adelantaban lo que estaba pasando.

El vibrador seguía allí colocado y cuando mis dedos abrieron su coño supe que estaba a punto de correrse.

-¡Ni se te ocurra correrte sin permiso de tu amo zorra!. ¡Entendido!

Asintió con la cabeza mientras mi polla seguía hundida en su garganta. Las vibraciones de sus gemidos tenían mi polla a punto de derramarse pero quise seguir poniendo aprueba su obediencia y entrega.

Aceleré la velocidad del vibrador y cuando ella se debatía por no moverse fue mi dedo indice el que busco un hueco entre sus nalgas. Intentó liberarse huyendo hacia adelante pero allí se encontró con el vibrador que laceraba su clítoris. Atrapada contra el vibrador y el sofá sintió como su culo se abría primero y se apretaba después rodeando el dedo.

Sentí que ninguno de los dos podría aguantar mucho más tiempo y aceleré el ritmo del dedo embistiendo su culo. Al hacerlo la apretaba contra el vibrador y todo se aceleraba.

Ella seguía dejándose zarandear sin moverse por si misma y fue entonces cuando le di la orden de correrse.

-¡Córrete perra!. ¡Córrete y chupa mi polla!. ¡Haz que se vacíe en tu boca de mamona!

¡Vamos!

Fue como si la hubiese liberado de pronto. Se agitó en una contracción sobre si misma y comenzó a correrse. Al gemir con mas fuerza, mi polla ya no se contuvo más y estalló en su boca inundándola.

Los siguientes segundos o quizás minutos fueron de un frenesí desbordante. Mi dedo ahormando su culo, su boca tragando mi corrida, su lengua lamiendo y su coño corriéndose una y otra vez

. Y de pronto la calma. Los dos quietos y rendidos sobre el sofá. Ni ella acertaba a quitar su boca de mi polla ni yo a sacar mi dedo de su culo.

Poco  a poco fui retirando el dedo de su culo y apagué el vibrador. Ella seguía lamiendo lánguidamente mi polla y yo acariciaba su cabeza hundiendo mis dedos entre su pelo. Un silencio cómplice nos acompañó en los siguientes minutos.

-Muy bien perrita, limpia bien la polla de tu amo y devuélvela al calzoncillo.

Silvia me miró sonriente y con un gesto de complicidad lamió la polla y la guardó dentro del calzoncillo. Entonces me levanté del sofá, recogí el vibrador y volví a sentarme junto a ella.

- Voy a la ducha. Si quieres que esta experiencia termine aquí  espérame vestida y cuando regrese te acompañaré hasta tu autobús. Si por el contrario quieres seguir adelante con tu condición de sumisa entonces espérame desnuda, con tus manos en la nuca y yo sabré donde dirigir tus pasos y tus deseos.

Salí del salón sin darle tiempo a contestarme y no regresé hasta pasado un cuarto de hora. Cuando regresé ella estaba sentada en el sofá. Sus manos puestas en la nuca y su desnudez indicaban claramente cual había sido su decisión. Me acerqué a ella, acaricié su cara y sin mediar palabra alguna la tomé por debajo de los brazos y la hice levantarse del sofá.

-Sígueme, le dije

Cuando salimos del salón todo un mundo nuevo de sensaciones se abría ante nosotros. ¿Hasta donde llegaran?.

Dejemos que la vida escriba el siguiente capitulo.