Tiemblo... luego existo

Estoy en un hotel con un tipo al que he conocido por internet.

Tiemblo… luego existo

No paro de chillar. ¡¡Dios mío!! ¡¡¡Me está destrozando el culo!!! Cada vez que consigo abrir la boca solo puedo pedirle que pare.

-.¡¡¡Para!!!, ¡¡¡¡Para por favor!!!!

Me veo en la cama esa, tumbada de bruces, con el culito en pompa y el tío este encima de mí, dándome por el culo como un animal, y yo rebotando como si fuera una muñeca en una cama elástica.

Siento su peso encima de mi espalda y como en cada embestida penetra más adentro de mí. Le veo en los espejos. Su cara de sádico. Se le ve orgulloso, satisfecho con lo que está haciendo. Me está perforando el culo.

Lo dijo muy claro en el chat: “te voy a dejar el ojete como un puto charco de ranas”.

Grosero, zafio, basto, prepotente, chulo. Pero me hizo gracia.

Es terrible. Físicamente sé que me está destrozando el ano. Psicológicamente me tiene al borde de la locura. Jamás me habían poseído así. Cada vez que entra en mi, siento cómo su miembro me desgarra y se apodera de mi cuerpo. Me duele. Pero al mismo tiempo, me llena de un extraño y morboso placer.

No sé por qué en ese momento pienso en ti. Me está haciendo lo que tú nunca me has hecho.

No, no es darme por el culo, tú lo has hecho muchas veces. Es algo más. Me está haciendo suya. Me gusta que tome posesión de mi cuerpo así, como una bestia, a lo bruto.

Que placer más extraño. Me está haciendo gozar como nunca. Aunque me duela y me moleste.

“Toma rabo, puta”, me grita tirándome del pelo. Y la verdad, me hace sentir como una autentica puta.

Sí, me siento como una puta dejándose follar por su chulo en un motel. Ya ves, casada, madre de familia, inventándose un viaje de trabajo para estar con un tipejo al que ha conocido en un chat y dejándome hacer de todo, permitiéndole que use mi cuerpo como no se lo he permitido nunca a nadie.

No sé qué es lo que pudo conmigo. ¿Aburrimiento? ¿Morbo? ¿Deseo? O simplemente, que soy una puta. El caso es que aquí me tiene. Boca abajo, peinada como él me ordenó. Con la cola de caballo que ahora utiliza para tirarme del pelo y conseguir que mi espalda se arqueé mientras me la mete por detrás. Así me puede agarrar mejor las tetas dice.

Es terrible. Me está reventando entera y yo no paro de gritar.

Me veo en los espejos. Desnuda. Bueno, según él vestida, si así se le puede llamar. Solo tengo puesto el liguero que me hizo comprar. El resto de la ropa interior me la ha arrancado.

Se para. Menos mal… Madre mía. ¿Qué está haciendo? Carga todo su peso sobre mi espalda. Me ahoga, me aplasta. Se retira lentamente. Siento todo su pene salir de mi. Me parece que no tiene fin.

Mete las manos por debajo y agarra mis nalgas. Clava los dedos y tira de mis glúteos. Me les separa, me está abriendo el culo.

¡¡Dios mío!!. El empujón es terrible. Vuelve a hacerlo. Grito y grito. Más y más fuerte. “Toma rabo, puta”. A nada que tenso mi cuerpo por el dolor, me azota con la palma de la mano en la nalga. Con la otra me estruja un pecho.

Me duele, me está matando. Grito.

“Toma rabo, puta. ¿No querías un buen rabo? Pues aquí le tienes zorra…”

No puedo evitarlo. Es tremendo. Chillo.

“No grites, so guarra, que solo te estoy taladrando el culo”.

Mis dientes aprietan con fuerza la almohada silenciando mis gritos. Solo se me ocurre pensar en que ahora ya sé lo que significa eso que se dicen los tíos de que eres un “muerde almohadas”.

Y otra vez a repetirme lo de toma rabo, puta. No para. Me destroza. Me perfora. Se retira casi hasta el final y empuja. Le siento entrar en mí. Profundamente. Todo. El capullo. Su largo y fuerte tronco. Me traspasa. Siento sus cojones golpear en mis nalgas. Dios mío, qué placer más intenso.

Me tiene completamente entregada.

Para un instante y acerca su cara la mía. Susurrando al oído me dice algo así como “Vamos, puta, hazte unos deditos”.

No le entendí, no sabía qué tenía que hacer y se lo dije.

Paró en seco. Se retiró bruscamente de mí. Fue tanto o más doloroso que cuando me penetraba. Me desconcertó. No tuve tiempo de más. Una lluvia de azotes en el culo.

¡¡¡Puta!!!, ¡¡¡Puta, te he dicho que te toques el coño, guarra!!!, Joder. ¿eres idiota o qué cojones te pasa? ¡¡¡Que te hagas una paja, so zorra!!!.

Le obedezco. Me siento ridícula pero le obedezco. Llevo mi mano a mi entrepierna. Me da vergüenza que me vea tocarme pero ni rechisto.

“Eso es, así me gusta. ¿Sabes? Cuando os corréis tensáis el culito… Muy bien, sigue tocándote guarra… Mueve esos dedos. No, si con putas como tú no hay nada como unas buenas hostias… así se os puede joder mejor”...

Vuelve a colocarse encima de mí. Ya sé lo que me va a hacer. Me vuelve a separar las nalgas y vuelve a colocar la cabezota de su pene en la entrada de mi ano. Un poco, otro poco. Y en cuanto le tiene colocado empuja otra vez con fuerza. Otro grito. Tres o cuatro dolorosísimos empujones hasta que su rabo de acopla del todo y vuelve otra vez a follarme el culo como antes.

Pero ahora es distinto. Ya no solo grito por sus empujones. De vez en cuando algún jadeo se me escapa. Y sin que sea consciente de cuando he empezado a hacerlo, mis caderas se mueven al compás de sus empujones.

El también se ha dado cuenta de mis movimientos. Y riéndose burlón me lo dice al oído: “Pero serás puta… ¿te estás corriendo mientras te taladran el ojete? “

Ni contesto, me limito a cerrar los ojos y a pensarlo. Es cierto, soy una puta, una guarra, una zorra, una cerda. Todo lo que él quiera llamarme. No puedo ser otra cosa. Una mujer casada, con un pollón en el culo, y encima masturbándose para que el chulo que se la está calzando goce más todavía. Increíble. Pero lo peor del caso es que estoy notando unas sensaciones extraordinarias.

Y este hijo de puta, no para de darme empujones. Mujer casada sodomizada maravillosamente por semental barriobajero. Si fuese una película porno… Uf, ya solo el titulo es tremendo, pero es así. Y me encanta.

Ahora el orgasmo creo que está dentro de mi cabeza. Sí, ha subido desde mi sexo y se ha metido dentro de mi cabeza. Mi cuerpo ya no puede sentir más, pero sí mi cabeza. Uf. No paro. Mi mente se sigue llenando de sensaciones nuevas, distintas, brutales. Me encanta.

Y este cerdo no para. Ni de follarme ni de insultarme. Y cuanto más me insulta, más morbo me da. Y creo que a él también, porque cada vez la noto más dura.

Su pene se hincha. Cada vez está más gordo. Sé lo que significa. Jadea en mi oído. Es excitante oírle. Repugnante pero excitante.

Le siento resoplar encima de mí. Unas cosquillas. Mi coñito se está volviendo loco. Y en cuestión de segundos esas cosquillitas se  convierten en una descarga eléctrica. Es tremendo. ¡Qué orgasmo!. No puedo parar de tocarme. Alucinante. Me corro mientras este chulo me perfora el culito.

Un brusco empujón. Un estertor. Se queda quieto. Un espasmo en su pene. Primer chorro de líquido caliente. Se retira. Y de nuevo se vuelve a repetir todo. Un grito.

Ahora gritamos los dos. Se está corriendo dentro de mí. Noto perfectamente cada golpe de semen. El dolor se mezcla con el morboso placer.

Es la locura. Grita mientras se corre y vacía sus huevos en mí. Yo también grito. Creí que había tocado techo. Me equivoqué.

Pensé que no tenía fin. No sé ni cuánto tiempo ha durado. Pero, no tengo ninguna duda, ha sido el orgasmo más largo de mi vida. Me he sentido morir. Me faltaba el aire. Me ahogaba. Menudos chillidos.

Jadeo como si hubiera corrido el maratón. Me cuesta respirar. Ni me muevo. Estoy agotada. Todo mi cuerpo tiembla aun. Me duele el culo, las tetas.

Bruscamente se retira de mí. No me besa como haces tú cuando has terminado y te sales de mí. Simplemente saca su polla del agujero.- Ya está, ya se ha calzado a otra más.

Mi mano sigue aun bajo mi cuerpo, entre las piernas. Estoy calada. Mis flujos llegan hasta mis dedos. Me acaricio suavemente, muy suavemente. El clítoris está enorme. Los labios hinchados. Hacía años que no se me ponía así el coñito. ¿Las primeras veces que me tocaba mi novio? Ni me acuerdo. Cada caricia es un pequeño escalofrío. Cierro los ojos.

Estoy perdiendo el sentido. Se me va la cabeza. Me dejo llevar… ya no me da vergüenza que vea como me masturbo.

Esto parece no tener fin. No es tan intenso, pero es continuo. Tiemblo. Me convulsiono. Jadeo.

Abro los ojos y le veo mirándome con una copa de champán en la mano.

Veo su rabo fofo, colgando. Eso es lo que me acaba de meter. No me parece ya tan grande, tan poderoso. Le miro de la cabeza a los pies. Por primera vez le veo todo el cuerpo desnudo. Lo que si me parecen enormes son sus cojones.

“Puta”…

Justo lo que necesitaba oír. Otra vez mi cuerpo se estremece. El orgasmo me agota.

Me quedo como traspuesta.

Cuando vuelvo a abrir los ojos está allí, medio tumbado en el sofá hablando por el móvil.

…” si estoy en el hotel…. No… qué va… si… me acabo de follar a una puta…. No… no la conoces… es una zorra que conocí por internet…. “

El muy cabrón está vaciando mi bolso y me está quitando el dinero. Con todo el descaro. No me importa. Lo guarda en su cartera y se acerca a mi.

Me abre las nalgas y me mira. Le veo por el espejo como mira satisfecho. ¿Duele? Más que doler, me sigue molestando, le respondo. ¿De verdad solo te le habían follado una vez? Aunque es mentira asiento con la cabeza. A todos los efectos, creo que esta noche es la primera vez en mi vida que me dan por el culo como mandan los cánones. Hoy se puede decir que me le han taladrado o roto, o cómo coños digan esos chulos.

“Pues te has portado muy bien”, me dice. Un azote en las nalgas. Como si fuera la recompensa.

Vuelve a sonar el móvil. La conversación es rápida. Mientras habla con su amigo mete dos dedos en mi sexo haciéndome gemir.

“Vale, espera un segundo”

Tapa el auricular apoyando el teléfono contra su pecho. “Oye zorra, es mi colega, ¿le digo que venga?

Ni contesto. No sé qué hacer. ¿De perdidos al rio? Solo con imaginar en qué se puede convertir esta locura… Mi sexo arde. Mis caderas se mueven solas buscando sus dedos.

Quien calla otorga. Ya ni atiendo a lo que dice por teléfono.

Se va a la ducha. Perezosa ni me muevo.

perverseangel@hotmail.com & undia_esundia