Tibias hojas de eucalipto.

Crónica de una experiencia fascinante llena de libido un domingo de verano.

Un domingo durante las vacaciones de verano, desperté con una autentica necesidad de retozar por horas dentro de una cámara de vapor, de disfrutar de esa sensación de sutil ahogo y de inquietante ceguera en un ambiente prácticamente gris y blanco donde la piel se expande y se contrae con cada cambio de temperatura.

Sauna, baño turco, tenga el nombre que tenga es un lugar que como concepto siempre ha atraído mi atención, un lugar donde vas sudar tensión, dignidad y porque no decirlo, deseo, en lugares como estos conviene siempre entrar en confianza, tener visitas previas y reconocer la calidad del local, esa mañana al ser un domingo, mi sauna habitual no abría sus puertas hasta después del almuerzo así que me vi obligado a buscar otro que estuviese dispuesto a recibir parroquianos que evitan la misa de las 9 de la mañana.

En mi letargo imaginaba desnudarme y dejarme caer sobre las losetas calientes de la cámara de vapor, pedir algún aperitivo y aventurarme bajo las manos de alguna kinesióloga o kinesiólogo que se tome su profesión de forma más ligera y disfrute tanto como su cliente de unos billetes más.

Esa mañana de resolana temprana me invito a andar ligero, una camiseta, unos pantalones cortos, zapatos deportivos y mi clásica gorra, ropa de rápido sacar, mi plan de ese día era estar más tiempo desnudo que vestido.

Encontré un lugar, extrañamente no reconocible para mí y eso que me jacto de ser observador “Adanes sin Evas” Sauna para caballeros, el nombre me sedujo de inmediato, de puertas elegantes muy cosmético y reservado, podrías imaginar estar en la entrada de un consultorio médico o clínica de no ser por las esculturas estilo griego que adornaban cada columna de un lobby circular, en el medio una sonrisa, un amable caballero me dio la bienvenida, registro mis datos, guardo mis pertenencias y me invito a entrar,

Al pasar las grandes puertas de vaivén me recibió un pequeño hombre, muy correcto, amable y con mucha confianza en si mismo, pese a su corta estatura, estaba muy bien formado, totalmente lampiño, el único pelo que tenía era el de la cabeza, lo sé porque solo utilizaba una zunga que marcaba perfectamente su ingle, dejaba fuera de sospechas los dotes de su virilidad.

Se apresuró a indicarme mi casillero y a darme una toalla, alzando la voz apresuro a su compañero, otro “pigmeo erótico” que para mi sorpresa era prácticamente igual al primero, serian gemelos, hermanos trabajando en el mismo lugar me imaginé o me lo quise imaginar, me ofrecieron una refrescante agua gasificada con limón y me indicaron donde estaban las cámaras de vapor, las secas y las duchas.

El lugar era hermoso , caídas de agua en las esquinas, mármol o una buena imitación de este cubría la mayoría del espacio, todo muy limpio y ordenado, me extraño la poca gente que había, un hombre en el jacuzzi, y otro en la cámara seca, era perfecto, el vapor se convertía en cómplice de la discreción ya que las puertas eran de vidrio con enchape de madera, a diferencia de la cámara seca que con una luz tenue hacia brillar el mobiliario de madera del interior, el olor característico del sauna, el eucalipto y la humedad frutal del ambiente eran la cereza del pastel, acompañada de un jazz muy a lo Dorothy Ashby.

Mientras caminaba por el lugar y curioseaba en sus recovecos no pude evitar notar la mirada lasciva y poco censurada de los empleados, me introduje en la cámara de vapor para iniciar con ese deseo incrustado en mi mente desde que desperté, me senté en los bancos interiores de la pieza y empecé a disfrutar del lugar, a sudar y a sentir, me despoje de la toalla y deje libre mi ser para que se entregue a la cálida bruma que me rodeaba, desde mi posición podía ver hacia el jacuzzi donde ya por varios minutos yacía un hombre maduro, corpulento y velludo, de aspecto relajado cabellos grises y bigote…

Era más que evidente los intentos de uno de los pequeños empleados por tratar de llamar su atención inclinándose sobre las poltronas en un falso ademan de estar acomodando las colchonetas, estirándose como desperezándose y apretando esas formadas y pequeñas nalgas que se lucían mientras se acomodaba la zunga jalándola desde atrás, con un sutil regocijo y un más que evidente mordisqueo de labios, el hombre desde su posición de rey del pantano lo miraba y se sonreía, alimentando su morbo, el de ellos y el mío, en un audaz movimiento del pequeño este se arrodillo curveándose al máximo poniendo en marquesinas esa cola claramente hambrienta mientras limpiaba uno de los bancos del bar, efusivamente recorría con sus manos las largas patas de madera de este y las “masturbaba” suavemente con una y dos manos, demostrando una desbordante lujuria, el tipo no le sacaba la mirada de encima, yo mismo estaba teniendo una erección con todo ese show, el hombre lo llamo para que se acerque y al hacerlo de entre las burbujas y el vapor del jacuzzi emergió como un misil una enorme y gruesa y dura verga circuncidada invocada por las insinuaciones de ese sexy empleado, las burbujas en el agua se entremezclaban con el bello púbico y dos abultados testículos emergían como islas a cada lado de esa majestuosa montaña.

El pequeño la miro y su expresión era la de un león frente a una gacela, le paso la voz a su “hermano” y ambos se acercaron a los bordes del jacuzzi mientras la verga gruesa, palpitante y colorada se erguía sobre el agua cual tótem deidad frente a la tribu que lo adora y lo mantiene fuerte.

El hombre se puso de pie, y lentamente salió del jacuzzi para dirigirse a las duchas, el deseo ya había alcanzado a esos “pigmeos eróticos”, sus apretadas zungas se estiraban a causa de sus para nada despreciables erecciones, sus manos rozaban sus glandes sobre la tela incitando a no desistir de su deseo, ese hombre los había vuelto locos cuando la intención de ellos era todo lo contrario.

Continuara…