Tibias hojas de eucalipto. 2da parte.
La experiencia continua hacia placeres insospechados...
El cuadro frente a mi empezaba a desaturarse, el vapor se hacía con mi visión y la esencia de eucalipto invadía mi olfato, pese a esto mi mente estaba encendida, mi piel caliente y mis manos nerviosas parecían tener vida propia recorriendo mi miembro en respuesta al libido que había generado ese trio junto al jacuzzi.
“El rey del pantano” en su camino hacia las duchas paso frente a mi puerta, su verga aún con cierta rigidez detenía el tiempo como en un hechizo de lujuria, su movimiento hipnotizante y pendular de un lado a otro con cada paso hacia de cada segundo infinito, el glande prominente y carnoso de coloración rosa oscuro me recordaba esas ciruelas maduras que hacen agua a la boca y que das por seguro que al morderla te llenara la boca de un dulce néctar, sus grandes y colgantes testículos se turnaban en aparecer como compitiendo al ritmo de sus piernas al avanzar y todo esto coronado por una abundante melena como si de una bestia se tratase, una negrura que se expandía hacia sus piernas y coronaba este monumento llegando hasta su ligeramente abultado vientre, un vientre adquirido con los años que no desentonaba del conjunto, un hombre peludo, un cavernícola civilizado una especie en extinción este “Rey del pantano”.
Mucho para ese par de chicos pensé, mientras veía como regresaban a sus labores sin quitarle la mirada a la verga del rey y por supuesto sin dejar de relamerse y tocarse.
- El viene todos los domingos…
Una voz desde uno de los rincones de la cámara hizo eco, el vapor no me había permitido comprobar que estaba acompañado, instintivamente cogí la toalla para cubrir la más que llamativa erección que estaba teniendo, pero inmediatamente pensé que si esta persona estuvo todo el tiempo ahí ya había visto como mis manos apretaron el tallo de mi verga y descubrieron mi glande un par de veces.
-Tranquilo, a mí también me encanta mirar, por eso vengo aquí…
Entre la bruma percibo el movimiento de una figura delgada que se levanta y se retira la toalla para exprimirla, era un hombre delgado, fibroso de unos 35 o 40 años, de poco bello y cabeza rapada, el tatuaje de el “Dark side of the moon” the Pink Floyd en el pecho me llamo la atención, su cuerpo húmedo y marcado dejaba deslizar las gotas hasta su muy bien afeitado sexo, circuncidado también, y camino a la erección, sus testículos contraídos creaban un soporte que hacía que su verga tomara una curvatura interesante, mientras absorbía la humedad de su cabeza con la toalla el movimiento provocaba que la polla se agitase hacia los lados generándole una gradual dureza, toda esta atmosfera sexual me tenía encandilado, ¿como no había conocido este sitio antes? o ¿porque no había escuchado de el?…
-Necesito más calor, ¿tu no?, pregunto mientras se dirigió al fondo de la cámara desapareciendo entre la niebla…
¿Es una invitación? Dije sin recibir respuesta, me dirigí hacia donde se suponía estaba el , disipe el vapor con las manos y lo que encontré fue una puerta, una puerta que no había notado tampoco que estaba en la cámara, esta daba a otra habitación un poco más caliente, eso me parecía genial, no era como en otros recintos donde debías regular la temperatura, aquí si requerías más calor, te ibas adentrando más, pese a la poca visibilidad el lugar era agradable, se sentía limpio, ordenado y acogedor, en esta recámara habían más personas, un par conversando en una esquina de manera más intima, otro hombre apoyado sobre sus rodillas en una posición penitente como queriendo sudar más y otro tipo que sin ninguna inhibición se masturbaba lentamente recostado, tomándose su tiempo en un ritmo infrecuente de movimientos lentos y pausados a cambios bruscos y rápidos, a su lado otra puerta, desde el vidrio se apreciaba una oscuridad aún mayor.
Decidí ir mas adentro aún, me sentía un explorador en los valles del deseo, esa puerta extrañamente llevaba a un salón donde ya no habían bancas de azulejos construidas como parte de los muros, ahí habían muebles, reposeras, sillas amplias para recostarse, la temperatura era aún más caliente y no sólo por el vapor, ahí había movimiento, había sonidos, suspiros, gemidos, la cámara estaba diseñada para mantener y condensar el vapor a un nivel que era imposible ver de la cintura para abajo, pero todos podíamos vernos los rostros, por lo menos todos los que estaban a la altura adecuada para hacerlo y no estuvieran arrodillando mamando una polla o siendo penetrados en un delicioso “doggy style”.
Admito que ese ambiente invitaba a la entrega, al desprenderse de los miedos y lanzarse al placer, no había restricciones, me rodeaban lenguas recorriendo rígidas vergas que temblaban y se estremecían, siluetas cabalgando frenéticamente sobre penes inflamados de tanto coger, el rasurado “Pink Floyd” que me hablo en la primera cámara ya había puesto manos a la obra y de pie con una pierna elevada sobre uno de los sillones apretaba los hermosos glúteos que tenia mientras dejaba a otro ebrio del deseo engullir su pene ahora si expandido al máximo de tanta succión, su benefactor a la vez era atendido fervientemente por otro “comensal” que tomándolo de los glúteos estiraba la piel para ampliar la zona de su ano y convertir su lengua en un falo violador que lo haga pedir más y más.
Todo era una danza macabra, un ballet de fluidos y contorsiones, a cada paso mi polla se hinchaba más y más, dudo que alguien pudiese resistir el probar esta libertad, deseo, deseo puro que va envenenándote, triste ambrosia que en el fondo sabes que no es eterna.
Al fondo de la recámara, entre las bocas abiertas y los ojos cerrados yacía una voluminosa silueta quieta, un observador que al parecer recibía más placer al mirar que al sentir, era un hombre grande, obeso, pesista seguramente en sus mejores épocas pero ahora un poderoso ser que mantenía una erección muy firme desde su lugar, era el señor del recinto, el oso de la cueva y a su alrededor sus ninfas y faunos se entregaban a sus caprichos, me miró fijamente y me invito a sentarme.
Avance aproximadamente un metro y de la bruma surgió una mano que agarro mi polla dura para empezar a remangar la capa de piel que encela mi rosado glande lentamente hasta llevarlo al exterior, sentí que una lengua se paseaba por mis huevos y un dedo hacia pequeños círculos entre mis nalgas húmedas, tocando con la punta la entrada de mi ano, no lo detuve pero seguí avanzando, quería llegar donde “el gran oso” quería saber quién era y que era este lugar, no quería coger, no quería venirme y derramar mi placer tan rápido, quería que esto dure más y más.
Camine hasta estar frente a el, me invito a sentarme a su lado y presiono un botón en la pared…
La situación no me era ajena, en un nivel menor claro, he tenido experiencias más que interesantes pero estaba prendado, la escena completa era fascinante, mi robusto amigo y yo sentados lado a lado, ambos con las vergas descubiertas, hinchadas, coloradas y palpitantes, rodeados de una orgia que mutaba sin cesar, el calor de los cuerpos que explotaban en placer, el semen y la saliva que salpicaba a la dignidad, ya estaba dispuesto a hacer lo que se me pida, me sentía embriagado, en trance, pese a que en el pasado he tenido mis restricciones y he sido egoísta con mi placer, esa vez estaba tan excitado que quería todo.
Frente a nosotros se abrió la puerta e ingreso uno de los pequeños gemelos con un gran atado de eucalipto, asumí que era para refrescar el vapor, “el gran oso” lo llamo con un gesto de la mano, el pequeño, haciéndose paso entre los cuerpos llego hasta nosotros…
Su atlético cuerpecito estaba húmedo, sus pezones rozagantes y la zunga seguía estirada por su miembro, no se si por “el rey del pantano” o por lo que lo rodeaba en ese momento…
- Te he dicho que en esta recámara tienes que entrar desnudo… dijo “el gran oso”…
Continuará…