Tía Laura

La hermana de mama se queda sola y me toca consolarla

Al principio cuando mi madre me pidió que fuera a verla de vez en cuando, me pareció una carga difícil de llevar. Laura era su hermana mayor y cuando su marido decidió romper el matrimonio ella se vino abajo y quedó sumida en una profunda depresión.

A mi, entonces con diecinueve años, me pareció un marrón de aúpa, pero sin darme cuenta tras solo unas cuantas semanas, cada vez la visitaba con más frecuencia y se podría decir que deseaba esos encuentros.

Mi tía rondaría ya los cincuenta, no me atrevería a decir que estaba gruesa, aunque si entradita en carnes, o tal vez fuera que yo la veía con buenos ojos, hasta diría que la encontraba macizorra.

Morena, con una mirada lánguida y tierna que hacía que sus ojos me parecieran algo muy especial.

Solíamos hablar de distintas cosas y acostumbraba a pasar con ella, ahora ya, un par de horas cada dos o tres días.

Tal como nos íbamos conociendo un poco más, me daba cuenta que sufría una barbaridad y que sobre todo sentía que a su edad difícilmente conseguiría rehacer su vida.

Una de esas tardes, hablé mal de su marido recordándole que en más de una ocasión había oído a mis padres comentar que sospechaban que la maltrataba.

Ella se alteró creo que en exceso y lo defendió de esas acusaciones. Después empezó a llorar otra vez desconsolada.

La dejé unos minutos tranquila mientras la abrazaba en el sofá. (Acto que me resultaba enormemente placentero y que me excitaba sobremanera.)

Ya más tranquila me dijo que eso no era cierto y que prefería contarme la verdad antes que siguiera teniendo ese concepto de él que ella todavía llamaba mi tío.

-¡Verás…! Se me hace difícil contarte la verdad, pero no quiero que tengas esa impresión de Juan y además confío en tu plena discreción y tu madurez. Ya sabes que en el sexo hay mucho por escribir y muchas las maneras en que nos podemos llegar a sentir satisfechos y plenos. Hay gente que les pondría muchos apellidos y la mayoría despectivos, yo simplemente pienso que para gustos los colores.

Yo ya empezaba a preguntarme donde terminaría aquello, pero me entusiasmaba el cambio que estaba cogiendo la conversación.

-Verás, yo siempre fui una muchacha traviesa….

Paró un momento y me miró fijamente a los ojos, un fuerte rubor se adueño de sus mejillas, cogió mis manos entre las suyas, me miró fijamente y volvió a llorar de nuevo.

-Tranquila tía tranquila, no has de contarme nada sino quieres…

Instantes después clavaba de nuevo su mirada en mis ojos y continuaba.

-¡Veras cariño.! Es difícil contarlo… Pero debes creerme, no era culpa de tu tío, él solo intentaba complacerme.

Y calló como hacía muchas veces, quedándose como en trance.

Poco después me marche de allí confundido y dándole vueltaS a la cabeza con lo que acababa de escuchar.

Mastiqué aquellas palabras durante bastantes días, buscando respuestas o pistas. Una idea se iba formando en mi interior pero me costaba aceptarla. Tampoco mi experiencia en sexo era nada del otro mundo, unas cuantas novietas, un par de polvos y unos cuantos magreos más. Pero eso si fotos y revistas había visto unas pocas, entonces no teníamos videos y mucho menos internet que lo hubiera facilitado todo,  y fue precisamente en una de esas sesiones onanistas en que texto y algunas imágenes me ofrecían el castigo que recibía una muchacha, que además parecía disfrutarlo bastante, en que asocié lo contado por la hermana de mama con ese tipo de placeres.

Me arriesgue e incluso me atreví a acudir a una librería de esas antiguas con libros de segunda mano y aun hombre mayor le pedí información sobre libros de sado y dominación, el anciano con sonrisa pícara me llevó a la trastienda donde había, entonces ya legales, un buen surtido de revistas picantes casi todas en idiomas que no eran el mío. No se paró allí y me condujo unos metros más allá, una estantería con unos treinta libros de distintas materias del sexo apilados de cualquier manera en un par de estantes. Me indicó que buscara allí.

Encontré un par que me podían interesar, pero su precio elevado, según me dijo por la gran demanda que había de ese material desde la apertura democrática.

En un principio me pareció de locos, pero al final me convencí que podía ser cierto. La sumisión que mostraba ante Juan, el deseo de satisfarcele siempre en todo, que hasta la hacía en más de una ocasión parecernos ridícula…

Poco a poco fui sufriendo un cambio y cada vez que la visitaba empezaba a mirarla con otros ojos, me excitaba sobre manera, la veía muy deseable y no podía quitarme de la cabeza la idea de poder ser su amante y si encima pudiera ser su Señor ya sería la leche.

Total que esas semanas me harte de masturbarme a todas horas, hasta que decidí poner fin a ese martirio y jugármelo el todo por el todo. Llevaba ya unos días que en lugar de pedirle las cosas, por favor, como solía hacer siempre, lo iba convirtiendo en imperativo y ella jamás protestó por mis caprichos, muy al contrario los realizaba con prontitud y complacida.

(- Tía quiero un refresco. Ese canal de tv es un asco. Tengo hambre tía.) Tonterías pero que me parecieron confirmaban mis sospechas.)

Una de aquellas tardes, escogí un sábado por si salía bien disponer de más tiempo y poder quedarme a dormir con ella, seguro con el consentimiento de mis padres. Sentados en el sofá como de costumbre, busque él tema de las parejas y no tardó en ponerse melancólica y triste.

La abracé y besé sus mejillas como ya acostumbraba a hacer, me atreví con sus lágrimas y también las besaba una a una. Esta vez abrió sus dulces ojos y me miró con ternura.

Di un paso más y acerque mis labios a los suyos, depositando un tímido y corto beso junto a ellos.

Mi tía se incorporó de golpe, me miraba fijamente, parecía querer reprochármelo y a su vez parecía no encontrar las palabras adecuadas.

-Cariño. ¿Qué estás haciendo.? ¡Dios mío…!   Y de nuevo tapándose los ojos se dejó caer en el sofá y rompió a llorar.

-¡No puede ser… te estás confundiendo mi niño.!

Algo en mi se disparó y me convirtió en uno de aquellos hombres y mujeres que tanto había visto en mi monitor el último mes.

La cogí por la barbilla y giré su rostro hacia mí. Clavé en sus ojos los míos unos segundos y acerque mis labios otra vez a los suyos depositando otro casto beso.

Cuando fue a hablar, con mirada seria y poniendo mi dedo sobre sus labios la hice callar.

-No te lo estoy pidiendo Laura, voy a ser tu Señor. Me necesitas y yo a ti… Otra vez quiso interrumpirme y de nuevo lo impedí, pero esta vez la presión que mi índice hacía en sus labios empezó a ser mayor.

-Laura serás mía y espero no quieras impedirlo.

Las lágrimas ahora corrían por sus mejillas y parecía desesperarse por momentos, pero el hecho que siguiera sentada y no me hubiera dado una bofetada indicaba que mis sospechas eran ciertas y la hermana de mama gozaba y obtenía placer de sentirse dominada, ahora quedaba conseguir que eso revirtiera en mi persona y yo pudiera ser ese Amo que tanto necesitaba.

Intente actuar con rapidez e impedir que pudiera pensar en lo que estaba sucediendo.

Quiso levantarse y cogiéndola de la muñeca con brusquedad la senté otra vez y ésta habiendo estirado un poco ya junto a mi.

-¡No, no es imposible.!

-No eres tu quien debe decidirlo.

Mis labios se unieron a los suyos y mi lengua intentó penetrar en ella. Pude apartarlos pero sus dientes se convirtieron en una barrera infranqueable.

No podía rendirme a esas alturas y no tenía ni idea de que hacer. Retorcí la muñeca que todavía mantenía aferrada y poco a poco ante la torsión ejercida y sin quejarse accedió a mi intromisión.

El beso se prolongo durante minutos, al principio sin respuesta por su parte, pero yo ya intuí que tenía la partida ganada si conseguía doblegarla en esos momentos.

Cuando miró mis ojos, debió encontrar una mirada desconocida para ella estaba intentando transmitirle pasión, determinación y autoridad…

Ella seguía pasiva y valorándome, mostré una nueva mirada esta vez  amorosa y de suplica para transformala en no más de un par de segundos en la anterior dura y despiadada, a la que intente añadir un poco de enfado.

Con el tiempo sabría que había hecho el pardillo a base de bien, pero Laura quedó seducida ante la idea de formar ella misma a su Señor.

Forcé un poco más los ligamentos que unían su mano al brazo y retirando mi lengua empecé a besar el contorno rojo de sus labios, continué con sus mejillas y después otra vez sus ojos.  Volvieron a llenarse de lágrimas e intente recogerlas todas, mis besos empezaron a volverse apasionados y no tarde en regresar a su boca, esta vez cerró sus parpados y su lengua se unió a la mía. Dio comienzo una sesión que no olvidaré en todos los años de mi vida.

Una pasión desconocida se apoderaba de mi. La deseaba con todo mi ser, anhelaba hacerla mía, poseerla. No sabía bien que me sucedía pero desde luego me sentía otro, las dudas aparecieron al pensar que debía seguir adelante.

¿Que debía hacer, cual sería su respuesta.?

Decidí continuar como si de otra muchacha se tratara. Acaricié sus pechos y tras la ropa que vestía los noté más generosos de lo que pensaba aunque quizás no tan firmes.

Ella se dejaba hacer, continuaba besándome pero me pareció que su ardor descendía.

Empecé a sentirla distante, perdida tal vez en sus recuerdos. Tenía que acerarla otra vez a mí o la perdería.

No sabía que hacer…. Me separé de su rostro, cogí de nuevo su barbilla y la giré hacia mí. Ella abrió sus ojos y me miró desafiante. Pero había deseo en ellos, tal vez me exigía algo más.

-¡Ya eres mía Laura.! Y solo deseo hacer…  (me lo pensé mejor.)  que me hagas feliz. Pare unos segundos en que procuré hacerle ver mi decisión y mi seguridad. Tu me enseñarás ha hacer feliz a una mujer. Bésame.

Parecía resistirse y empecé a enfadarme.

-Laura no se muy bien como funciona todo esto, pero lo aprenderé y será contigo, de momento no me lo pongas muy difícil, no se hasta donde debo llegar y no querría lastimarte, pero si me obligas pondré toda la carne en el asador y seguro que no te gustara.

-No me mires a los ojos si no te lo mando.   -Bueno por lo menos tenía alguna frase aprendida que podía ayudarme. Me sentía poderoso, muy poderoso y a la vez bailando en una cuerda suspendida sobre un precipicio. En esos momentos sentía unas ganas de vomitar terribles y me parecía que mis dudas se debían hasta oler, pensaba estar sudando a raudales y estar temblando, pero miré mis manos y estaban secas y firmes.

Mi tía continuaba con su mirada fija en mi. Lancé una bofetada que paré a poca distancia de su cara mientras ella la giraba y levantaba sus manos para protegerse.

Cogí ahora sus dos muñecas y las lleve a su espalda. Atrayendo su cuerpo hasta dejarlo pegado al mío.

-Laura… Volví a besarla buscando la magia anterior. Tuve que lastimar sus manos otra vez y poco a poco sentí como se doblegaba de nuevo.

-¡Desnúdate.! Escupí más que decirle.

Bajo su cabeza y empezó a desabotonar la blusa. Dios mío lo estoy consiguiendo pensé y me sentí el amo del mundo. Cuando iba por el tercer botón, detuve sus manos.

-Espera la primera vez deseo hacerlo yo. Dejó sus brazos colgando junto a sus piernas

-¡Levanta.!  Tras solo un par de segundos empezó a incorporarse. Vi el rubor en sus mejillas y subí junto a ella. Cogí  sus mejillas con mis manos y bese todo su rostro y sus ojos y sus lágrimas una y otra vez. Por dios que placer me proporcionaban únicamente esas sencillas acciones, mi erección era escandalosa y empezaba a ser insufrible.

-Tía ahora serás ya siempre Laura para mí, ahora te quiero además como mujer y estoy deseando que me hagas y también hacerte feliz. ¿Me ayudaras.?

-¡No deberíamos…! Gimoteo.

-¡Es mi deseo Laura.!

Solté el siguiente botón, el último y abrí la camisa, miré sus pechos que rebosaban el sujetador y acaricié con mis yemas la piel que quedaba desprotegida. Sentí un estremecimiento que me pareció más de pudor que de deseo. Pero no movió sus brazos para intentar taparse. Volví a besar su rostro y esta vez introduje una mano dentro buscando su pezón, lo acaricié pero no conseguí que se erizara.

Solté los botones de los puños y retiré la prenda.

Vi de nuevo el rubor en sus mejillas. Quizás por saber que sus carnes no eran todo lo firmes que un joven acostumbraba a tener.

Acaricié la piel de su estómago y las carnes de su costado las cogí con fuerza, y otra vez la bese…

-Me gustas, estas macizota.

Le quité los zapatos y después apoyando mis nalgas sobre mis talones, (un amo no debería estar jamás de rodillas ante su protegida.) baje la cremallera del pantalón, solté el botón y comencé a bajarlos… Otra vez la sentí estremecerse, apoye mi rostro en sus braguitas mientras la abrazaba y cogía su trasero y deposité otro beso en la braguita.

¡Dios.! Mi bragueta parecía que no podría contener la erección que tenía. ¡Joder.! En mida me había sentido así. Me hubiera gustado dejarme ir, empezar a besarla, acariciarla entera, penetrarla… y sinembargo algo en mi interior me obligaba a mantener el tipo, a hacerle creer que era dueño de la situación.

El peso de una lágrima al caer en mi pelo me hizo regresar junto a ella.

La miré y otra vez lloraba. Esta vez no tuve lástima, no le regalé más besos, le hice levantar un pie y extraje una de las perneras, el otro y terminé de retirar la prenda.

Cogí sus muslos con mis manos, los acaricie los apreté y le dije que era muy hermosa.

La hice girar con mis manos y teniéndola de espaldas me aparte un par de pasos para admirarla entera, le exigí que se girara y obedeció manteniéndola mirada baja.

Quede en silencio y ella levanto su rostro.

-Eres hermosa Laura, muy hermosa. Pero no me mires sino te lo digo.

Tardó un par de segundos en obedecer pero hizo lo que esperaba.

Volví a acercarme y esta vez le pedí que fuera ella la que se desprendiera del sujetador. Yo admiraba su cuerpo y pensaba en como evitar eyacular antes de poseerla, lo veía imposible, ya no podía más y el mero hecho de verla desprenderse de esa prenda se convertía en un suplicio.

Ahí estaban sus pechos, algo caídos pero muy hermosos todavía, en esos momentos los mejores que había tenido para mi.

¡Diooos.! Me iba a correr sin poder evitarlo. Bueno pensé si he llegado hasta aquí.

-¡Arrodillate.! No me disculparé, me has puesto a cien y necesito correrme ya. Me acerque y cuando llevaba mis manos para liberar mi pene, las de ella empezaron a bajar la cremallera, soltaron el botón y lo extrajeron de su prisión.

En aquel momento exploté… No puedo decir que fuera tremendo pues casi no pude ni disfrutarlo, solo liberarme de aquella insufrible presión. Me sentía avergonzado, precoz, sentía no haber estado a la altura… Me sentía frustrado, mal…

Ella se abrazó a mis piernas y sentí como me las mojaba al restregar su rostro contra ellas. Después como si de un ritual se tratara con su lengua retiraba los restos, otra vez su rostro se pasó por mis ingles y volvió a besarlas.

Mi pene seguía erecto y ella sin usar las manos lo introdujo en su boca. ¡Dios mío.! Otra vez me sentía subir, no usaba sus manos para nada, sentía su lengua en mi prepucio y tan tremendo placer me hacía sentir la necesidad de volver a explotar. ¡Joder.! Ella me había sacado del apuro de sentirme muy veloz y ahora me metía en otro… Pero ahora mientras albergaba mi verga en su boca, mientras me la acariciaba con su rostro, mientras me la besaba, la sentía gemir como si ella misma estuviera próxima al orgasmo.

Y no me equivocaba, enseguida empezó a convulsionarse sin dejar la faena que se traía entre labios, sus estremecimientos y jadeos volvieron a romper mis defensas y esta vez descargue entre sus labios. Sentí como si se rompiera, perdió fuerzas y se venció a mis pies. Yo por mi parte no deseaba otra cosa que dejarme caer en el sofá y dejar pasar unos minutos. Pero no lo veía oportuno con ella abrazada a mis pies.

La deje descansar unos instantes.

¡Madre mía.! Esto estaba siendo bestial. Y a pesar de no sentirme satisfecho de mi actuación ella yacía como una gatita a mis pies y ahora parecía ronronear.  Me agache y cogiéndola por los hombros la hice levantarse.

-¡Mirame.!   Y sus ojos brillaban como no los había visto hacía muchos meses.

-¡Besame.!  Sus brazos rodearon mi cuello, se puso de puntillas y empezó un beso tierno, agradecido y profundo, donde esta vez su lengua no dejó lugar en mi boca por explorar.

-¡Mierda.! Que coño me estaba pasando, otra vez sentía ese hormigueo en mi pene que no barrunataba nada bueno.

-Tengo mucho que aprender, pero tu me enseñaras. Ella bajo la mirada otra vez. ¡Desnudame y ves a ponerme un cubata.!

Quise hacerla sentirse bien y mientras sacaba mis pantalones le agradecí.

-¡Eres muy hermosa Laura, muy hermosa.! Y me has hecho sentir el hombre más afortunado de este mundo.

Me miro y yo la reprendí ladeando mi rostro y frunciendo el ceño, pero sin decir una palabra. Me dedico una sonrisa de agradecimiento y bajando el rostro continuó con lo encomendado.

Como había pensado, pasé la noche con ella, tras decirle a mama que estaba muy melancólica y prefería no dejarla sola esa noche.

Fue el mejor fin de semana de mi vida, lo hicimos mil veces más, me explico como lo llevaba con mi tío, algunas normas las dejé así pero otras muchas las cambié ya desde el principio.

Me costó mucha concentración conseguir parar la eyaculación y hacerla gozar con él dentro, pero tampoco podía cuando yo quería (esa técnica me costaría algo más dominar, aunque aún hoy en día muchos años después hay veces que me sigue costando.)