Tía controla a su sobrino

Una mujer controla a su sobrino pervertido de la manera más divertida posible para ella.

Billy estaba pasando unos días en el chalet de su tía, su madre por motivos de trabajo estaba fuera dejando a su joven hijo de 18 años al cuidado de su hermana. Como todo chico en la flor de la vida, recientemente había descubierto la masturbación. Su erecto pene no alcanzaba un gran tamaño, era más bien normalita, pero sus huevos eran todavía más pequeños.

Su tía Karen había salido a comprar hace un buen rato y él estaba bañándose desnudo en la piscina, le encantaba ir en pelotas y sentir como el agua movía su vello púbico. Salió del agua duro como una piedra y al saber que estaba solo, se tumbó en la tumbona al estar ya seco una vez usada la toalla y se ajustó los cascos al teléfono. A continuación, con una mano sostenía el móvil y en la otra su pene, dio al play del vídeo y comenzó a masturbarse.

—Oh vamos, eyacula...diez...nueve...ocho...siete...seis...—la mujer del vídeo le indicaba cuando podía correrse.

Cuando llegó a cero, soltó un ligero gemido a la par que dejaba salir una gran cantidad de semen mientras se retorcía de placer. Se la sacudió unas cuantas veces asegurando que dejaba sus huevos bien vacíos.

—Joder...puff...que gusto...si...—dijo quitándose los cascos y recuperando aire por el orgasmo.

—¡Ejem!—dijo una voz cercana asustando a este, tanto que dio un salto—¿se puede saber que estabas haciendo?—su mirada fue directa a su flácido pene.

—Esto...yo...

Karen dio unos pasos hasta él y le acarició las pelotas, era la primera mujer que hacia algo así y de no haberse corrido hace nada, estaría empalmado. Su mano era suave y Billy sentía una sensación maravillosa.

—Eres un pervertido—le agarró fuerte las bolas desprotegidas haciendo que se retorciera de dolor y tuviera las piernas temblando—¿cómo te atreves a manchar el suelo?,¡limpia esto pero ya!—se las soltó para alivio de este que cayo al suelo uno segundos.

Después de limpiarlo en pelotas, su tía apareció y se sentó en la silla.

—Ven—ordenó.

Al estar cerca, vio que tenía algo en la mano. Ella agarró su pene encogido y le puso un aparato. Era un chastity de esos para evitar erecciones.

—Pero...¿por qué?—preguntó.

—Por precaución, no quiero que te andes corriendo por la casa—contestó—tienes suerte de que no hable con mi amiga para que no te corte las pelotas.

Este sintió un escalofrío por todo su cuerpo.

Para Billy, estar con eso puesto era un sufrimiento, solo podía quitárselo para mear o duchar. En una de esos baños, su tía salió unos momentos para hablar por teléfono.

—Es mi momento—pensó masturbándose rápido—vamos....vamos....

Se la hizo tan rápido que eyaculó a los pocos segundos de placer. Pero sintió algo, una mano se cerró sobre sus pelotas al mirar su entrepierna.

—He mentido para ponerte a prueba...veo que no aprendes...¿verdad?—el joven estaba asustado.

—Lo siento, de verdad...pero es que...—balbuceó.

—¿Es qué?...—preguntó ella.

—Tenía muchas ganas...por favor tía...no hagas nada con mis huevos—rogó.

—Esta bien...—los soltó—estás en esa edad...pero nada de masturbarse cuando venga gente a casa—dijo.

Se marchó para alivio de Billy quien sobretodo estaba preocupado por sus huevos. Se terminó de duchar y fue a tumbarse un rato. Al cabo de un rato, Karen apareció con una pistola extraña.

—¿Qué haces tía?—preguntó asustado al ver el arma.

—Tranquilo, es un arma especial—dijo.

Sin mediar más palabra, le disparó a su entrepierna. Este no sintió nada a pesar de haber escuchado el disparo. Enseguida se bajó los pantalones dejando su virilidad al descubierto. Seguía sin notar nada extraño.

—Tranquilo...solo estaba probando una cosa—dijo antes de irse.

Este suspiro aliviado, aunque le parecía muy extraño todo. Esa misma tarde, Karen salió a la piscina para darse un buen baño debido al calor que hacia. Tenía un cuerpo que nada debía envidiar a las modelos, llevaba un bikini de infarto que dejaba poco a la imaginación.

Su pelo corto y moreno, sus nalgas bien prietas y un buen par de tetas que harían derretirse una polla entre ellas. Billy no desaprovechó un rincón que era perfecto para espiar, se bajó el bañador y llevó su mano a su pene.

—Oh dios...quien se pudiera follar ese coño—dijo al verla salir un momento y ver que la parte de abajo dejaba un poco a la vista una rosada vagina.

Iba a bañarse pero aquella vista incitaba a hacerse una buena paja. Comenzó a sacudirse la polla, estuvo unos segundos pero su polla no se empinaba, pero nada de nada.

—¿Qué le pasa?—se miraba el pene.

Intentó de nuevo y aunque la imagen le excitaba, aquello no se levantaba. Tras unos minutos intentando todo, se fue al baño y se la examinó en el espejo para ver si hallaba algo raro. Pero nada, estaba como siempre en aquel estado.

—Un momento...—cayó en la cuenta de que la pistola extraña tal vez había tenido algo que ver.

—Veo que ha funcionado—dijo su tía entrando en el baño con la toalla puesta.

—¿Qué le pasa a mi polla?—preguntó entre lágrimas.

Ella esbozó una sonrisa, luego le agarró el pene y dio toques para intentar ponerlo derecho.

—Oh sobrino, esa pistola lanza unas ondas que ''adormecen'' las células que hacen que se ponga tiesa...estamos probando esto para las cárceles, así se evita...''actos'' no deseados. Pero veo que funciona a las mil maravillas—dijo con su sonrisa en al cara.

—Quiero...volver a tener erecciones—dijo.

—¿Para qué?—le retirñó el prepucio dejando su glande al descubierto aunque al soltarlo volvió a esconderse—si la tienes muy...muy...muy pequeña—dijo en un tono de burla haciendo llorar a este.

Luego le agarró las pelotas.

—Y estás...son dos canicas—siguió con la humillación—¿a qué mujer puede interesarle esto?.

—Por favor...devuelve mi pene a su estado normal—se puso de rodillas.

—Con una condición—dijo.

—¡Lo que sea, haré lo que sea!—dijo enseguida.

A los pocos días, Karen estaba con una amiga tomando algo de beber en la mesa cercana a la piscina.

—Billy cariño, trae los aperitivos—ordenó ella.

El joven apareció desnudo, con un collar en su cuello como si fuera un perro. La amiga de Karen no pudo evitar reír al verlo de aquella guiña y con su pequeño pene al aire, era muy ridícula la imagen.

—Me duelen los pies de estar así—chasqueó los dedos y este se puso a sus pies—así me gusta—colocó los pies encima de este.

—¿Sabes?, mi sobrino es muy cerdo. Le he pillado muchas noches viendo porno y masturbándose...aunque tiene un buen falo el cabrón—dijo esta bebiendo de su vaso.

—Toma anda—dijo sacando un bote del bolso.

—¿Qué son?—preguntó examinando este.

—Se llama redupichol, sirven para hacer encoger el pene de un hombre de manera temporal. Funcionan, créeme, mi amiga lo hizo con su sobrino y...menudas risas—no podía evitar reír al ver las fotos que le pasaron.

—Les daré un buen uso...gracias—dijo guiñando un ojo.

Ambas se echaron a reír ante el joven que escuchaba todo y agradecía que su pene al menos pudiera ponerse duro. Y sintió lastima por el chaval.

—¡Joder, esta duro!—señalo esta.

—¡Levanta cerdo pervertido!—este se puso en pie enseguida ante la mirada de ambas—te dije...que nada de erecciones—tomó una taza de café que estaba esperando a que enfriase para tomarlo y se lo arrojó de lleno al escroto.

Billy gritó de dolor y como pudo, se tiró al agua fría para refrescarse.

—Jajaja, huevos fritos, como a mi me gustan—dijo ella.

—Pues que se vaya preparando, no he hecho más que empezar. Debo enseñarle modales ya que mi hermana es muy blanda con él—dijo enojada Karen.

El chico salió lentamente del agua, su escroto estaba rojo y este apenas pudo, se puso de rodillas llevando sus manos a su entrepierna.

—En fin, unos días más de castigo—sacó la pistola y le apuntó.

—¡No, por favor no!—rogó.

Pero fue en vano, su pene volvió a perder esa capacidad de ponerse derecho. Y lo peor estaba por llegar ya que su tía, tenía nuevos inventos guardados con los que quería probar. Billy deseaba marcharse de allí pero su madre le dijo que tendría que pasar todo el verano con Karen ya que los negocios la tenían ocupada.

El infierno de Billy, no había hecho más que comenzar.

Continuara...