Therese y Lucette II Parte
Therese relata en sus memorias, como fue emputecida en Marsella por su suegro. contiene, humillacion, y zoofilia
Therese y Lucette
II Parte
“La casa de mi suegro estaba en un barrio popular de Marsella, después de quedar viudo había dilapidado toda la fortuna de su mujer y vendido la casa principal y la finca y únicamente le quedaba esa casa y un bar de alterne en la misma zona que le daba para vivir modestamente.
La casa tenía tres habitaciones, dos en la primera planta y la tercera en el altillo, Ives me alojó en la primera planta y a Lucette en el altillo, la casa estaba casi en ruinas, por la falta de mantenimiento y la carencia de limpieza, pero teníamos techo y le estaba agradecida por darnos alojamiento, después me di cuenta de que nada venia regalado.
Esa primera noche, y una vez que habíamos cenado nos fuimos a nuestros aposentos, Ives me acompañó, y ni bien había entrado en mi habitación, me tomó en sus brazos y trató de besarme, yo me zafé por un momento, sin embargo no pude huir, o más bien no quise, cerró la puerta con llave y materialmente me arrojó a la cama, yo no pude resistir a sus empujes, pero la verdad estaba ansiosa de tener a hombre en mi lecho, así que respondí a sus caricias, y toda la repulsa y el asco que me daba aquel hombre, se transformó en atracción incontenible, en ese momento mi pudor desapareció y le dije.
--¡Tómeme, Ives, hágame suya¡, haga conmigo lo que quiera—y me entregué a él sin contemplaciones, pues llevaba una vigilia de años en donde mi único desahogo fueron mis dedos y el dildo que me había regalado, Este hombre, a pesar de su edad, tenía un vigor de un hombre de treinta, cuando vi sus genitales, materialmente me abalancé a ellos, tenía un miembro enorme y mi único deseo era apoderarme de ese trozo de carne, él se comportó como un cerdo conmigo, no me trató como a una mujer, me trató como un objeto, pero eso, lejos de herirme, me enardeció, me sentía como una perra en celo y lo único que pensaba era en follar. Sin ningún preámbulo ni consideración, me empujó a la cama y me penetró, todo fue muy rápido, pero gracias a mi deseo contenido, tuve un orgasmo como no lo había tenido en años, él, sin embargo, sin mencionar una palabra, me dio la espalda y se durmió, esa noche el cansancio pudo más y quedé dormida, no sé cuánto tiempo pasó pero desperté al sentir que me estaba atando las muñecas con una soga, espantada le pregunté qué hacía, y la única respuesta fue una risa sarcástica, empecé a gritar hasta que me calló con un bofetón y me empezó a insultar diciéndome que era una puta guarra y que si quería permanecer en su casa tenía que obedecer o de otra manera nos echaría a la calle a Lucette y a mí, yo, llorando me callé y me ordenó que me pusiera boca abajo y levantara el culo como si estuviera en una plegaria, entonces me ató las piernas a los brazos para mantenerme en esa posición y sacando una fusta me empezó a azotar, yo le imploré llorando que parara, pero esto parecía excitarle más, extrañamente también me empezó a excitar de tal manera que inclusive le pedí que siguiera, él se empezó a reír y me dijo que tenía razón que era una puta y como tal me iba a reventar el culo con su verga, yo entonces le imploré que sí, que quería su verga en mi culo, nunca lo hubiera pensado que podía estar pidiendo tal cosa, pues ni mi marido jamás me había hecho cosa semejante, pero en ese momento lo único que deseaba era tener ese trozo de carne en mi culo, cuando me empezó a penetrar sentí un dolor intenso y grité, pero lo único que logré fue que ese hombre malvado empujara más hasta meterme toda la verga hasta la empuñadura, estaba fuera de sí, gritándome las peores cosas, entonces, de repente, del dolor pasé al placer y empecé a gozar como una loca, entonces yo también le gritaba que no parara, estuvimos así un buen rato hasta que empujándome groseramente sacó su garrote y se puso delante de mí con el miembro a punto de explotar en frente de mi acercándolo a mi boca, el olor de esa verga y de mi propia mierda me encendió más y lo metí en mi boca con un deseo insano hasta que regó mi paladar con su esperma. Después de esto me dejo tirada en la cama y me dijo que no estaba mal para la primera vez, pero que en adelante tenía que ser más dócil.
Esa noche lloré como nunca, pensando en lo que me había convertido ese hombre, me sentía sucia, usada, pero al mismo tiempo satisfecha y esperando volver a ser usada de esa forma.
Todas las noches durante cinco días entraba en mi cuarto después de cenar y me poseía de todas formas, cuando no me azotaba yo se lo pedía, los azotes actuaban en mi como afrodisiacos, me hizo lamer su cuerpo sucio, no hubo resquicio de su viejo cuerpo que mi lengua no hubiera probado, buscaba con ansiedad sus excrecencias y eran para mí el más delicioso manjar, a veces llegaba descalzo después de quitarse los zapatos en la calle y pisar la suciedad para que yo con fervor limpiara sus pies llenos de porquería con mi lengua siempre dispuesta a complacerle y darle placer.
Por las mañanas, mis tareas consistían en asear la casa, preparar la comida, y después pasar al bar para hacer el aseo, allí conocí a Leonor, la encargada del bar y regentear a las putas que asistían, una mujer repugnante y sucia, desde el primer día me miró con envidia, pues representaba todo de lo que ella carecía, juventud y belleza sobre todo, así que se esforzaba en buscar las cosas mas denigrantes para mis tareas, como limpiar los retretes que habían dejado asquerosos los clientes, también estaba el cantinero, Marcel, un hombre gordo, viejo y vulgar que siempre me veía con lascivia, a mi me daba mucho asco.
Después de esos cinco o seis días, Ives dejó de visitarme en las noches, yo le pregunté si en algo le había faltado y la respuesta fue que las putas le llegaban a hartar, todas las noches esperaba su visita, hasta que un día llegó a mi cuarto, como siempre me ordenó desnudarme y echarme en la cama, mi sumisión era absoluta, me dijo que me tenía una sorpresa, y cuando estaba ya desnuda en la cama me ordenó que abriera mis piernas y que mostrara mi coño abriéndolo con las manos, así, estando en esa posición vulgar, Ives se acercó a la puerta y la abrió, diciendo “ Ya puedes pasar, la puta esta lista, ja, ja.”. No supe que hacer en ese momento, junté mis piernas para ocultar mis vergüenzas, y entró Marcel, yo me quería morir de la vergüenza, pero entonces, Ives se acercó y plantándome una bofetada, me dijo que esa vez él iba a gozar viéndome ser utilizada por Marcel como la puta que era. Aquel gordo asqueroso se quitó la ropa y se abalanzó como fiera sobre mí, pero entonces Ives lo detuvo y le dijo que para que me volviera mas servicial tenia que azotarme, y dándole la fusta me ordenó que me pusiera en cuatro patas y me empezó a azotar fuertemente las nalgas, Marcel parecía estar poseído dándome fuetazos , Ives le tuvo que decir que era suficiente, y me dijo que le tenia que dar las gracias a Marcel por haberme azotado, no sabia a que se refería, pero entonces le dijo que acercara su verga a mi boca, y yo supe lo que él quería que hiciese, su verga estaba sumamente sucia y olía fuertísimo a orines y a marisco podrido, producto de la falta de aseo y del tiempo que llevaba sin usarla, cuando la tenia cerca de la boca me ordenó Ives que la descapuchara, le subí el pellejo grande que le cubría el glande y el olor entonces ya era insoportable, y todo el glande cubierto por una capa sebosa y amarillenta, Ives se rio y le dijo a Marcel “ Eres un marrano, mira como tienes esa verga, ¿desde cuando no te la lavas?, que suerte que estas frente a la que hace limpieza de vergas, ¿verdad Therese?”. Yo le respondí que sí, y ya para entonces estaba excitada, así que tomé esa verga maloliente y la empecé a chupar como si fuera el manjar mas exquisito hasta dejarla reluciente, mientras, Marcel ya no aguantaba los deseos de descargar el esperma guardado durante semanas. Esa noche me folló el culo el coño y la boca. Al final, mientras se la mamaba, Ives me enculó y los dos se corrieron simultáneamente, a tal grado llegaba mi degradación que gocé intensamente y tuve varios orgasmos.
Después de esa noche, muchas veces, al cerrar el bar, Ives invitaba a cuatro rufianes como él, a jugar cartas, yo les servía las bebidas, iba vestida únicamente con un delantal que cubría mi desnudez, así que, cada vez que pasaba las copas, aquellos hombres se engolosinaban tocándome el culo y diciéndome toda clase de improperios, después de servirles, Ives me obligaba a pasar a gatas debajo de la mesa y mamarles la verga por turnos, había veces que llegaba a beber la leche de cada uno dos veces, también cuando alguno de ellos iba al servicio a orinar, yo tenia que acompañarle y limpiarle la verga después para que no mojaran el pantalón, obviamente que lo tenia que hacer con la lengua.
Después de un tiempo, yo me estaba volviendo más dependiente de las perversidades de Iván, esperaba las noches con ansiedad para ver que se le ocurría a mi amo (así me obligó a llamarle). Por otro lado, Lucette cada vez se veía mas adaptada a su nueva vida y parecía muy contenta, cada día Ives iba por ella al colegio y a veces tardaban hasta dos horas en regresar, pero ella siempre regresaba contenta y con alguna golosina, con el tiempo también la llevaba a pasear a diferentes lugares los sábados por la tarde y regresaban hasta el domingo, ella significaba para mí toda la pureza que había perdido, su cara era la de un ángel, pero me empecé a preocupar por las evasivas de Lucette cuando le pedía que me contara lo que habían hecho.
Por otra parte, a Ives lo notaba cada vez mas huraño, y ya no le interesaban tanto sus desfogues sexuales conmigo, sin embargo, a veces se le ocurrían cosas que lo mantenían interesado, por ejemplo, una noche, en lugar de llevar a sus amigos me ordenó desnudarme y que me acostara en el piso, luego me ató las muñecas a las patas de cama y los pies a una cómoda, de tal manera que estaba en el suelo con los brazos y piernas extendidos. Me dijo que quería verme humillada por dos mujeres y que más me valía hacer todo lo que pidieran, salió dejándome en esa posición casi una hora hasta que regresó con Leonor y una puta que trabajaba en el bar, se sentó en un sillón y les dijo que hicieran conmigo lo que quisieran, pero antes que me azotaran para que yo supiera que esa noche eran mis amas. Nunca había estado con alguna mujer en plan sexual y la idea no me disgustaba del todo, pero Leonor era de esas mujeres que causaban repulsa a cualquiera y la otra puta tenía fama en el bar de que nunca se lavaba el coño después de tener relaciones con alguien y esto se notaba por el olor tan fuerte que despedía.
Esa noche me azotaron con el fuete, hasta que Ives le dijo ¡Basta!
Después cada una se sentaba encima de mi boca para que les lamiera el coño, las dos eran unas guarras, pero la puta tenia las corridas de quien sabe cuantos clientes y que tuve que tragar, cansadas de tanto tenerme lamiendo sus coños, se entretuvieron metiéndome velas y pepinos en el culo, que me lastimaron muchísimo pero que no osaba gritar para no alimentar sus deseos sádicos, terminaron meándose en mi boca y obligándome a tragarlos íntegros y las gotas que caían al suelo después me obligaron a lamerlas. Durante esto, Ives se masturbaba en el sillón deleitándose con todas las perversidades que me hacían. Terminé gozando tanto como ellas y repetimos la escena en varias ocasiones con algunas variantes.
Varios meses después, Lucette ya era una jovencita bastante desarrollada para su edad, era verano, y todos los sábados, el bar de Ives se convertía hacia la media noche en un local clandestino en donde se hacían espectáculos prohibidos de sexo en vivo, yo había oído los comentarios de Marcel acerca de una jovencita preciosa, muy viciosa, que, hacia un espectáculo de sexo con un perro, para después subastarla para pasar la noche con uno o varios de los clientes. Yo desde que leía las revistas que me daba Ives cuando mi esposo estaba enfermo, me llamó la atención y me excitaba la idea del sexo con animales, así que le dije a Ives si podía atender a los clientes en sábado por la noche durante el show. Ives se me quedó mirando pensativo y me dijo con una sonrisa maliciosa que sí, me preguntó si ya sabía de qué iba el show, le dije que había oído de una jovencita que tenia sexo con un perro, el se rio maliciosamente y me dijo que efectivamente, que era una jovencita casi niña pero que era la puta más guarra que jamás había visto, y que si quería participar, podría hacerla de mamporrera, ya que el tipo que hacia esa labor estaba enfermo, me preguntó si sabía cómo hacerlo, yo le respondí que había visto a los mamporreros trabajar en una granja ayudando a aparearse a los caballos y que un perro sería una tarea más sencilla, Ives se rio, y me dijo que me preparara para la noche. No me imaginaba la sorpresa que iba a tener, me puse la vestimenta que me dio Ives, consistente en un negligé negro muy sexi que transparentaba mi cuerpo, a eso de la media noche, el local se llenó y cerró sus puertas, había cerca de treinta personas, todos eran hombres de mediana edad con ciertos recursos, pues tomaban champagne y wiski, las mesas se acomodaron formando un semicírculo alrededor de una tarima improvisada, la cocina servía de vestidor, cuando el local estaba lleno salió Ives a dar la bienvenida y les dijo que iban a ver un espectáculo único en Francia, una jovencita amante de los perros, iba a ser apareada por un mastín hasta quedar enganchada culo con culo, la joven saldrá con un antifaz para no ser reconocida por alguno de sus profesores y soltó una carcajada secundada por la audiencia, siguió diciendo que al final de su actuación esta jovencita seria subastada y el ganador pasaría el resto de la noche con ella y podría pedirle que hiciera todo lo que quisiera. El publico aplaudió y entonces me presentó como la mamporrera, al salir a escena el público me aplaudió y me empezaron a decir de cosas que me ruborizaron, entonces se apagaron algunas luces y entró la jovencita completamente desnuda, me pareció muy semejante a Lucette y me dio ternura lo frágil y pequeña que parecía, tenia un cuerpecito muy bien formado, perfecto y sin defecto alguno, con una leve vellosidad dorada en el pubis, cubierta con una especie de capirote con aberturas en los ojos, que no dejaban ver su rostro, todas las personas emitieron una exhalación de admiración al contemplar el cuerpo desnudo de la joven y quedaron mudos por un momento, entonces entró un hombre con perro enorme atado por una correa, era un mastín negro, que por su color, lo hacia ver mas imponente, la joven se agachó y empezó a acariciarle, el perro parecía conocerla bien, pues empezó a moverle la cola y tratar de montarla, ella se levantó ligeramente el gorro para que le lamiera la boca, entonces se volteó hacia mi y se quedó estupefacta un momento pero enseguida me hizo un gesto con la mano de que me acercara, mientras ella se ponía en cuatro como perrita, yo tomé al perro del collar y le llevé por detrás para que se le montara, el perro estaba completamente empitonado, así que le agarré la verga que estaba echando chorros de líquido y con ellos le embarre el coño a la joven que se retorcía de deseo, el perro, que estaba muy bien adiestrado, enseguida se montó encima de la joven haciendo los movimientos copulatorios y yo arrodillada tomé el enorme miembro canino y le guie a la penetración, el perro con un movimiento la empitonó completamente, la joven dio un grito de dolor, pero enseguida facilitó la penetración, estuvieron copulando un rato, el silencio reinaba en la sala dejando oír únicamente los gemidos de placer de la niña y el jadeo del perro, mientras, la audiencia se regocijaba con el bestial espectáculo, en eso, el perro alzó la pata y se dio la vuelta quedando culo con culo sin desabotonarse, el espectáculo era bestial, morboso, perverso, la joven no se podía separar pues la bola del perro se había metido completamente en su vagina, en eso al agacharse la joven, se le cayó su capirote y cual fue mi sorpresa al ver que era Lucette, tenia la cara desencajada por el placer y gemía mientras daba movimientos a su cadera, ella me vio de reojo pero no se inmutó, yo no aguantaba las ganas de llorar al ver como el canalla de Ives había emputecida a mi hija, a su nieta de esa manera, tuve que soportar un buen rato hasta que el perro se desabotonó y soltó a Lucette, ella enseguida se dio la vuelta y todavía a gatas tomo la verga del animal que chorreaba esperma y la empezó a chupar mientras el publico aplaudía, cuando hubo terminado, subió Ives al estrado y empezó la subasta, después de varias pujas, un individuo de mediana edad ganó la subasta y subió al estrado, y tomándola en brazos la subió no sin antes llamar al perro, a una habitación que estaba arriba al fondo ex profeso para esto.
Me fui a la casa completamente fuera de mí, pensando que por mi culpa, por no prestarle la atención debida a mi hija, había caído en las garras de ese degenerado de Ives, la esperé en mi cuarto, no pude dormir hasta no oírla entrar ya de madrugada, le salí al encuentro y la metí en mi cuarto, le dije que ese mismo día nos iríamos de allí, que no soportaba lo que le había hecho su abuelo, ella me miró interrogante y me dijo que no quería irse, que ella era feliz haciendo lo que hacía, y que le estaba agradecida a su abuelo por haberla enseñado a ser como es.
No podía entenderlo, una niña con su belleza que podría conseguir a cualquier hombre que la amara, y que dijera tal cosa, pero estaba tan segura de si misma que no tuve otro remedio que aceptar las cosas como eran, así que, a partir de aquel día fuimos compañeras en todo, actué de mamporrera todos los sábados, e incluso en una ocasión, yo fui la perra y ella la mamporrera, Lucette era tan guarra que cuando estaba yo empitonada por el perro, ella se puso detrás para lamerle el culo y excitarlo más, a partir de entonces la subasta incluía a las dos y los precios subieron, así que Ives ganó mas dinero y nos trataba mejor, uno o dos días a la semana, nos hacia hacer distintas cosas para satisfacer su perversidad, las cosas más abyectas, cosas que también nos satisfacían y que a veces eran cosas realmente asquerosas pero estábamos siempre dispuestas y gozábamos con ello.
Había veces que llevaba uno o dos mendigos que encontraba en la calle y él se sentaba en el sillón para observar como hacíamos las perversidades que nos ordenaba y como gozábamos cumpliendo sus sucios deseos.
Pero a pesar de todo, vivíamos bien, incluso a veces, Lucette le decía algún deseo morboso y sucio que había imaginado, lo que hacía que Ives se excitara con las cosas estrafalarias y sucias que la niña le decía y procuraba hacerlo realidad también para su gozo.
Hicimos de todo, yo creo que no había alguna aberración que no hubiéramos hecho, lo mas bizarro era nuestro placer.
Las funciones de los sábados cada vez eran mas productivas monetariamente, tanto, que empezaron a despertar la codicia de Leonor y Marcel, y una tarde, en que el bar estaba cerrado, yo llegué a hacer la limpieza cuando escuche ruidos en el despacho de Ives, me asomé y vi a los dos sacando dinero de la caja, yo me escondí para que no me vieran para después avisarle a Ives, pero en eso oí abrirse la puerta, era Ives que había regresado a sacar algo de la caja y cuando los sorprendió les empezó a gritar que eran unos ladrones, entonces Marcel se le fue encima y lo asesinó clavándole un puñal en el pecho, al ver esto, hice un ruido y me descubrieron, entonces Leonor me empezó a gritar ¡asesina, asesina!, y me di cuenta que su plan era denunciarme como la autora del asesinato que ellos habían cometido, así que corrí y tomando algunas cosas salimos Lucette y yo y tomamos el tren a Paris, después supimos que habían ido a la policía a denunciarnos del crimen.”
Aquí paré la lectura, había una pagina en blanco y seguían otros folios con el titulo “Paris”. Descansé unos momentos y decidí abrir la libreta de Lucette para tener también la visión de la hija.
Continuará….