THE LIST OF FUCKS (19) Núm.49. Aldo el del perrito

Me encantaba calar a los tíos machotes, sobre todo los casados cómo Aldo que querían probar mi culito, y los provocaba con miraditas, e insinuándome hasta que caían en mis redes, cómo pasó con él, y me follaban el ojete agusto y con mucho placer.

THE LIST OF FUCKS (19)

(Núm. 49. Aldo el del perrito)

Eloy: Mi historia la dejaré para otro día que quedemos para follar los cuatro, ahora os quiero volver a joder los culazos tan deliciosos que tenéis, así que poneros a cuatro patas que os voy a dar el placer de ver las estrellas y gozar de todas ellas, jejeje... Vamos a follar colegas.

Marcell: No venga tío, estamos de puta madre y súper agusto joder, aparte yo he contado lo mi sobrino y no me he cortado ni un pelo contándolo. Además tenemos tiempo para follar después y seguir pasándolo muy bien. Así que venga colega, cuéntale a los niñatos estos lo de Aldo.

Pablo: Si tío, cuéntanos lo de ese Aldo... ¡Uffff!... Y presiento colega, que va a ser súper cachonda y morbosa la historia, sabiendo ya cómo tú eres cabrón.

Eloy: Vale, vale chulitos de mierda, lo contaré, y os aseguro que os va a babear el cipote de pre-cum cómo nunca colegas.

Cuenta Eloy.

Esto que os voy a contar pasó hace ya varios años, y yo tenía por aquel entonces 18 años. Vivía en casa de mis padres y en aquella época teníamos un perro, un labrador precioso que se llamaba Sansón, y lo llevaba al parque de perros que había al lado del barrio y allí conocía a Aldo. Él tenía también un perro, un cachorro de pastor alemán muy bonito y gracioso, y mi Sansón y su perrito desde el primer momento se cayeron súper bien y jugaban mucho los dos. A esa edad yo era bastante rebelde y chulito, un macarrilla de barrio junto con mi amigo Marcell. ¿Eh? Pero además cómo a esa edad ya estábamos hartos de follar con tíos, mi amigo y yo, pero aparte yo era bastante promiscuo, pervertido, y muy calienta pollas. Me encantaba calar a los tíos machotes, sobre todo los casados cómo Aldo que querían probar mi culito, y los provocaba con miraditas, e insinuándome hasta que caían en mis redes, cómo pasó con él, y me follaban el ojete agusto y con mucho placer.

Aldo tenía por entonces 19 años, casado y con un niño. Era de venezolano, pero llevaba ya un par de años aquí en España con la mujer, que por cierto me acuerdo que la tía era gorda, pero gorda cómo un tonel la hija de puta, y tenía un culazo tremendo. Según me contó él se casaron muy jóvenes allá en Venezuela, un día follándosela la preñó y las familias al enterarse los casaron de bulla y corriendo, por aquello de la dignidad familiar, pero Aldo me dijo un día que si por él hubiera sido, no se habría casado con ella. Aldo era el típico pandillero sudamericano, las formas de vestir, de hablar y expresarse, esas formas que a mí me ponen cómo un puto verraco y súper caliente, y hace que me babee el pre-cum a chorros de la polla, uffff, tenía solo un pensamiento rondándome la cabeza. "Me lo tengo que follar cómo sea"

El tío o el niñato, porque realmente eso es lo que era Aldo, otro macarrilla cómo yo, era delgado de cuerpo musculoso, pero no exagerado, más bien fibroso y bien formado, con unos brazos súper potentes, y ya sabréis porque digo súper potentes, y unas piernas robustas. Su cara me daba un morbazo que te cagas, con esa boca extraordinaria y labios gruesos, los ojos grandes y marrones, el pelo casi rapado con su gorrilla siempre puesta, y barbita de varios días. La polla no la tenía muy larga, pero si muy, pero que muy gordota, de un diámetro considerable de unos 7 ó 8 centímetros, y circuncidada que dejaba a la vista un capullo monumental con una gran rajita de color granate. El culo lo tenía normalito y apetecible, pero por aquel entonces a mis 18 añitos, lo que más me gustaba era que me follaran a mí el mío.

Antes os recalqué lo de los brazos potentes de Aldo por que él fue el que me inició en el tema del fisting, cosa que me apasion, me vuelve loco y disfruto cómo un puto cerdo de ello. Él era de esa clase de tíos sádicos que gozaba metiéndome cosas por el ojete, cómo el brazo hasta el codo, dildos enormes, e incluso una vez me penetró el ano entero con una botella de coca cola de dos litros el cabrón, wau, que cabronazo era, pero joder cómo lo disfruté colega.

Un día en el parque de perros mi Sansón le estaba lamiendo la pija a su pastor alemán, y Aldo se rio comentándome que le hacía gracia ver a un perro macho chupándole la verga a otro perro macho, a lo cual le contesté, qué aún que no lo creyese había muchos machos que les gustaba saborear la verga de otro macho, y que no lo decía solo por los animales.

Aldo: Eso sí que es verdad brother, y conozco a más de uno que va de ese palo. ¿Tú era uno de esos chavales?

Eloy: Jejeje, yo soy lo que tú quieras que sea y del palo que tú vayas tío.

Aldo: ¡Joder con el vecino!... ¡Uffff, vas directo y sin frenos brother, jejeje.

Eloy: Tú preguntaste y te dije la verdad, vecino, pero veo por la reacción de tú entrepierna y lo que escondes ahí abajo, que no te ha disgustado mi respuesta para nada... ¿O sí?

Aldo: Para nada brother, además me has puesto cómo tú dices, muy, pero que muy contento chaval, y tengo ahora mismito unas tremendas ganas de culear contigo vecinito, uffff, jejeje.

A partir de ahí, ya vino todo rodado y pasó lo que los dos queríamos que pasara, y sobre todo yo, que era muy puto. Cómo en su casa no podíamos follar porque estaba la gorda de su mujer, Aldo alquilaba en esos hoteles que se paga por horas una habitación, y allí follábamos. La primera vez que quedamos para follar y entramos en la habitación, lo primero que hizo el cabrón fue bajarme el pantalón del chándal junto con los calzoncillos del tirón hasta los muslos, se sacó el cipote empalmado y me lo clavó sin crema ni saliva alguna dentro de mi ano, y no un poco, no colega, la metió del tirón hasta el fondo, mientras me decía jadeando.

Aldo: Ya tienes lo que quieres putito, cómete todo mi verga, entera, así, cómo tú querías marica, que eres un maricón calienta vergas... ¡Asiiii!... ¡Toma puto de mierda!... Te voy a partir el ojete Culicagado... ¡Waoo!

Y me folló el cabronazo y no se detuvo hasta que se despachó dentro de mi culito, rellenándomelo de rico esperma súper caliente y viscoso todo el recto. Después me dio la vuelta y me puso el cipote en la cara, dándome unos buenos azotes en el rostro para terminar ordenándome cómo un puto chulo, que abriera la boquita y me la metiera dentro para limpiársela a tope, cosa que hice gustosamente. La segunda vez que nos vimos para joder en el hotel, Aldo ya venía más preparado y provisto de juguetitos para hacer realidad conmigo sus más perversas intenciones, y hacerme gozar cómo hasta ese día nunca había hecho.

Esta vez el macarra me hizo chuparle la verga a fondo, pero con mucho morbo, porque se dejó los calzoncillos puestos y se sacó el cipote por un lateral de la tela, con la polla pegada al muslo, y me mandó ordenándome con voz chulesca que se la mamara así, y de rodillas en suelo cómo si fuera mi perro lamiendo un hueso. Percibía el olor de sus calzoncillos con la nariz pegada a la tela mientras le chupaba el cipote, era un aroma súper excitante a sudor de joven macho folla coños, a orina suave de haber meado y quedarse alguna gota pegada a la tela, y un fuerte perfume a pre-cum cremoso que además había humedecido la tela de algodón por completo. Empecé a chupar su polla con un egoísmo tremendo, la había deseado tanto tenerla en la boca que estaba en ese instante en la puta gloria degustando el sabor del cipote del puto chulo. Era una sensación tan deliciosa y riquísima la que me regalaba en el paladar que me tenía loco de placer, mientras pasaba los labios y la lengua verga abajo y verga arriba.

Aldo estaba disfrutando el cabrón con mi mamada, sentía cómo se le llenaba de sangre y le palpitaba la polla dentro de mi boca, cómo se le hinchaba aún más el glande pegando sacudidas y me regaba el hocico con su abundante líquido pre seminal. Le ensalivaba la verga a lengüetazo limpio sin descanso, en un vaivén de subidas y bajadas, a la vez que él gemía poniéndome las manos en la cabeza y follarme la boquita a saco, mientras yo le introducía la lengua en la rajita del capullo, y atrapaba las gotas cremosas que se le escapaba por ella.

Aldo: Para cabrón, para que vas a hacer que me corra... ¡Uffff, que boca joder!... ¡Cómo la comes de bien maricón!... No quiero correrme todavía, hoy quiero jugar contigo y darte un placer que jamás olvidarás en tu vida chaval.

Eloy: ¿A que juego quieres jugar conmigo, chulito?

Aldo: ¿Conoces el fisting, haz oído hablar de el?

Eloy: Si, sé lo que es tío. ¿A ti te gusta el fisting, meterle a los tíos el puño por el culo y otras cosas?

Aldo: ¡Uffff, brother me encanta!... Yo sé hacerlo muy bien y quiero hacertelo y que lo pruebes conmigo, ya verás chaval, te va a encantar y vas a pedirme vicio gustoso sin parar.

Aldo ya había traído un bote de crema dilatadora para untármela en el ano, aparte de otros dildos enormes y súper monstruosos. Me situó a cuatro patas en el borde a los pies de la cama, y él se colocó encuclillas detrás de mi culito y comenzó a rellenármelo de abundante y súper cuantiosa crema, metiéndomela con la mano cómo si fuera una gran pala, hasta notarla hasta el fondo de mis entrañas. Al principio fue despacio, metía los dedos de dos en dos, de tres en tres, hasta que empezó a empotrarme la mano hasta la muñeca, y ahí la mantenía un par de minutos mientras la movía poco a poco, de adentro a afuera y yo cada vez la notaba más profunda dentro de mí. La verdad sea dicha, el chulo se trabajaba de maravilla mi ano, a lo primero fue tranquilo y muy delicado porque casi sin darme cuenta ya tenía su puño dentro hasta el antebrazo, presionándome el recto cómo una tuneladora mientras el cabrón lo sacaba entero de mi boquete ya súper abierto y espacioso, lo llenaba otra vez de crema y me lo volvía a introducir hasta donde podía llegar.

Aldo: ¿Te gusta chavalote, disfrutas con mi jueguesito de placer?... ¡Mmmm!... ¡Wauuu, que culito más tragón tiene usted vecino!... Dime que te gusta chaval, dímelo y hazme gozar escuchándote decírmelo... ¡Uffff!

Eloy: ¡Wauuu!... ¡Mmmm!... Me encanta chulo de mierda, que gozada de brazo y que gustazo más grande me haces sentir cabrón... ¡Uffff!... Sigue así, tío.

Aldo: Mírate en el espejo cabrón, y ya verás hasta donde se está tragando tu culito mi brazo, putito de mierda, come pollas, el puño entero y hasta el codo... ¡Joder, cómo traga!... ¿Sabes niño? Después cuando tu culito ya esté bien abierto y espaciado, y te quepa los dos brazos, porque te los voy a meter los dos juntos chavalín, te voy a empotrar un regalito que he traído, y ahí vas a flipar cabrón... Míralo, mira lo que te vas a tragar ahora en unos minutos.

Me miré primero en el espejo que había junto a la cama, viendo entusiasmado y con cara de incredulidad lo que ese tío bestia podía hacer con mi pobre culito, y que gustazo me estaba proporcionando y luego observé el consolador que blandía cómo un terrible espadón en su mano izquierda, joder colega, no era monstruoso, era algo aberrante y desmesurado, y solo podía pensar. ¿Será posible que eso me cupiera en el ano? Aldo seguía enfrascado metiéndome ya los dos brazos por el culo, y no despacio que digamos, ya era a un ritmo loco y acelerado. Al cabo de un rato grande me cambió de postura, y él se tumbó boca arriba en la cama subiéndome a mí encima de él y poniéndome el culito a la altura de su pecho, mientras me indicaba con la mano que me metiera su cipote en la boca y comenzara a mamar cómo buen chupa pollas que soy. Al mismo tiempo que yo comenzaba a chupar aquella vergota gorda y súper mojada de baboso pre-cum, Aldo empezó a penetrarme por el boquetón de mi culo el grotesco dildo embadurnado con mucha crema dilatadora, porque si ya de por sí su brazo era gordo y largo, el consolador se quedaba corto al lado de él.

La duda que antes tenía en mi mente se disipó al instante, en el justo momento que lo sentí el consolador entero dentro perforándome el ano indiscriminadamente y sin piedad alguna porque el cabronazo lo metía hasta la empuñadura sin importarle una mierda si me dolía o no. Que gustazo tan tremendo y grandísimo colega, estaba alucinando de puro gozo, cómo en mi puta vida había sentido jamás, revolcándome de vicioso placer encima del chulazo restregándome por su cuerpo caliente y fogoso, del buenísimo trabajo que me estaba haciendo en el culito, y encima para más disfrute aún, el cipote del cabrón hijoputa que me rellenaba el hocico y me la follaba cómo un bestia, me estaba encharcando toda la puta boca de rica lefa. ¡Qué corrida más grande, joder!

Aldo: ¡Ya me viene!… ¡Yaaaaa!... ¡Siiiii!… ¡Cabrón me corrooooo!… Toma leche, toma leche, toma lecheeee... Puto maricón… ¡Ahhhhh!

Mientras me anegaba la puta boca con su ardiente semen, y yo no podía hacer otra cosa que tragármelo, muy agusto por cierto, el sádico arremetía con fuerza y crueldad una y otra vez, y cada vez más adentro de mi ano el puto dildo, hasta tal punto de llevarme a un éxtasis y una situación límite de placer insospechada antes por mí, que concluyó con una tremenda corrida por parte de mi pollón por culpa del restregueo y del masaje que me hacía con su morboso cuerpo. Sin sacarme el consolador del culo me volteó poniéndome encima de él, y acercando su boca a la mía comenzó a comérmela metiéndome su lengua hasta la garganta, y paladeando conmigo el saborcito de su pringosa lefa, mientras nos pasábamos el líquido baboso de boca a boca.

Eloy: Ha sido, uffff, bestial tío, algo increíble y súper delicioso, wauuu, y cómo me dijiste, me ha encantado chulo... ¡Uffff!

Aldo: Me alegro chaval, porque yo he disfrutado cómo nunca contigo, no pensaba que podrías ser tan putón colega y que me pondrías tan vicioso... ¡Joder, que gustazo!... Esto habrá que repetirlo más veces, jejeje.

Eloy: ¿Y esto que has hecho conmigo se lo haces a tu mujer tío?

Aldo: ¡Que va tío! Jajaja, ni de coña. A esa choncha puta cuando me la tengo que follar colega, lo hago con la luz apagada y casi siempre me corro follándole el culazo, imaginándome un culito cómo el tuyo, y más desde que te vi en parque con el perro, uffff, chaval, que ganitas tenía ya de pillarte este culito que tienes tan sabroso. Además, a la gorda de mi esposa me la follo cómo mucho una vez a la semana, y ya te digo tío, que la follada dura lo que tardo en correrme en su puto ojete.

De vuelta al local.

Eloy: Y de ahí viene mi afición y mi vicio por meterme cosas tremendas y grandísimas por el culo. Me encantan niñatos, y me flipa follarme dos y tres pollas a la vez, jajaja.

Fran: Pues vamos cabrón y no te hagamos esperar, que aquí tienes tres buenos pollones pedazo de putón... A follar colegas.