The Friendships- Cap 3

Reconocimiento

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Espero que me llenen mi bandeja de entrada con dudas, comentarios y todo lo que ustedes quieran decir.

Ahora sin más los dejo con el 3er capitulo de mi historia. Espero sea de su agrado

Capítulo 3

-      Mierdaaaaaaa!.- Alex se levantó de un salto y brincó fuera de la cama como una persona loca.

-      Deos, que son esos gritos. Pareces enfermo.- me molestaba que me despertaran; y peor si era de esta manera.

-      Lo siento. No escuche la alarma. Y mira por Dios son las 9 am.

-      ¿Y?

-      Tengo grupo de estudio a las 8 am. O mejor dicho tenía.- Abrió su armario, agarró un pantalón, una camisa para cambiarse. - Mierda no puedo ni bañarme. ¿Te importaría salir mientras me cambio?

-      Ah, no te preocupes iré a tomar un baño extra extenso, así como de dos horas.

-      Gracias, que considerado de tu parte.- me fulmino con la mirada y me dio motivos suficientes para reírme mientras salía de la habitación.

Mientras espero a que salga de su cuarto decido recostarme en la sala de estar, aún tengo mucho sueño. Luego de 5 minutos como mucho sale de la alcoba todo agitado y apresurado, motivos para sacarlo de quicio.

-      Es tan cómodo este sofá, ahh y estos cojines son tan confortables. Creo que descansare aquí un momento más sino te molesta, claro.- me estire tome otro cojín y lo coloque debajo de mi cabeza.

-      Imbécil.- mientras maldecía entre dientes, utilizaba sus dedos para acomodar su cabello rebelde .

-      ¿Es tan importante el grupo de estudio?- Mire mi reloj .- Te has perdido, exactamente, 1 hora y 10 minutos de reunión.

-      Ash.- Busco entre todos los muebles desesperadamente su bolso, casualidad que lo estaba escondiendo debajo del sofá donde estaba .- ¿De casualidad no has visto mi bolso?

-      Ah te refieres a uno café, con correas doradas que estaba tirado desconsideradamente en algún rincón de esta sala?

-      Si exacto. Ese mismo.

-      Pues, no. No lo he visto.

-      Diego, por tu estúpida sonrisa sé que me estas mintiendo.

-      ¿Yo? ¿Mentir? Alexander que son esas blasfemias de mi persona.- hice la expresión de sorpresa más exagerada que se me ocurrió.

-      De verdad Diego es importante que me entregues mi bolso.

-      Buscalo.- y le di mi sonrisa más seductora.

-      No tengo tiempo.

-      Lástima.

-      Diego, entrégame mi bolso antes de que pierda la paciencia.

-      ¿En serio? Jajajaja perderás la paciencia. Amenaza o realidad?.- y le guiñe un ojo. A como conozco a Alex sé que está perdiendo el control.

-      Sabes que, muérete. Me iré sin mi bolso.- se dio la vuelta dispuesto a salir, pero antes de que cruzará la puerta lo tome del brazo. Este contacto hizo que una corriente eléctrica me atravesará.

-      No vas a ningún lado con esa manera de tratarme jovencito.

-      Suéltame Diego ya es tarde.- Acerque su cuerpo al mío, sin saber porque mi cuerpo estaba actuando de esa manera. Aunque la verdad me gustaba tener su cuerpo cerca, más cuando se pone nervioso ante mi presencia. Me acerque más a él hasta poder susurrar en su oído.

-      Sabes que yo lo tengo no eres tonto. Si me hubieses pedido por favor que te lo entregará, todo hubiese sido diferente.

En eso Tock Tock. Alguien golpeo la puerta que estaba entre abierta, y entro sin ninguna autorización.

-      ¿Qué está pasando aquí?- pregunto una muy asombrada Linda ante la escena que estaba presenciando.

-      Yo, Diego estem ….- Al ser evidente lo afectado que estaba Alex me dieron ganas de tirarme una carcajada; me vi obligado a tomar el control del asunto.

-      Nada querida Linda. Un abrazo de despedida entre Alex y Yo.- mientras los ojos de Linda viajaban entre Alex y Yo, decidí entregarle a este último su bolso. - Toma Alex tu bolso, buen día.

-      Gra..Gracias Diego. Nos vemos Linda.- Viendo cómo se alejaba Alex notoriamente avergonzado me invadió una gran ternura acompañado de unas ganas inmensas de reírme.

-      Bueno Linda que tengas buen día, tengo un baño que concluir.

Sin esperar respuesta de esta última la conduje a la salida y cerré la puerta, entre a la casa del campus donde se queda Alex.

Regrese a dentro y termine mi baño, luego en la habitación de Alex me ataco mi consciencia. — Tú necesitas calmarte, Diego —me murmuré a mí mismo. Vi las sabanas revueltas y suspiré. ¿Qué mierda hacía? ¿Había algo realmente malo conmigo? Quizás Alex y sus amigas tenían razón. Me estremecí con el pensamiento de estar de acuerdo con Penélope, pero yo empezaba a preguntarme si no estaba jugando con fuego. Tal vez no era inteligente seguir compartiendo la cama con Alexander. Seguía siendo inocente y seguía disfrutando la comodidad de dormir juntos, pero empezaba a inquietarme de jugar con fuego. ¿Nos usábamos sólo para tener a alguien con quien salir?

Suspiré y me empezó a doler la cabeza. No quería pensar sobre esto en absoluto. Tomé mi teléfono de nuevo y llamé a Lily, una chica que conocí en mi clase de informática.

-      ¿Hola? — respondió con una voz sensual.

-      Oye Lily, es Diego. De informática — añadí en caso de que no recordará quien era, cosa que sabía que era muy improbable.

-      Oh, hola Diego — dijo tranquilamente, pero podía oír la emoción -en su voz.

-      ¿Quieres ir a desayunar?

-      Tengo clase en quince minutos. — Sonó triste —. Tal vez podamos almorzar.

-      La oferta es para desayunar. — Agarré mis pantalones y me los puse —. Si no puedes, está bien.

-      No, no. Yo puedo — hablo rápidamente, no queriendo perder su oportunidad de una cita conmigo .

-      ¿Nos encontramos en IHOP?

-      ¿IHOP? — repitió.

-      Sí, IHOP — dije despacio —. Estaré ahí en quince minutos.

-      Está bien — concordó —. Gracias, Diego. Estaré esperando a…

-      Nos vemos.

Colgué mientras hablaba y rodé los ojos mientras me ponía la camisa. Realmente no quería escuchar lo que tenía que decir. Espero que no piense que esto era el comienzo de una hermosa relación. Necesitaba a alguien para desayunar. Necesitaba a alguien para alejar mi mente de las preguntas alrededor de mi cerebro sobre mi amistad con Alex. Estaba seguro que no necesitaba a alguien tratando de hacerlo ver más de lo que era. Caminé hacia el baño de Alex y lavé mi cara rápidamente. Miré fijamente mi reflejo en el baño y estudié mis facciones. Mis ojos se veían más azules en la luz de la mañana. Le sonreí a mi reflejo y me di a mí mismo una sonrisa de Diego. Alex siempre se reía cuando intentaba usarla con él. Fruncí el ceño con el pensamiento.

¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Cogí su cepillo de dientes, lo enjuagué y lo usé. Sabía que estaría furioso si se daba cuenta que lo usaba, pero a mí no me daba asco usarlo. Me cepillé los dientes rápidamente y caminé por el apartamento apresuradamente. Llegué al IHOP en menos de diez minutos y vi a Lily esperándome al frente del restaurante.

-      Hola, Diego. — Sonrió ampliamente, sus ojos verdes encantados de verme.

-      ¿Cómo te va? — Sonreí y abrí la puerta para entrar en el restaurante.

-      Muy bien. — Se lamió los labios—. ¿Acabas de bañarte?

-      No. — Sacudí mi cabeza —. Pasé la noche en casa de un amigo, así que solo me lavé la cara y cepillé los dientes. Con su cepillo dental. — Miré fijamente sus ojos. Parecía desconcertada pero seguía sonriendo.

-      Oh. — Mordió el labio de abajo — ¿Qué tipo de relación tienes con ese tu amigo?

-      ¿Realmente importa? Simplemente lo quiero demasiado.

-      Oh. ¿Amigos con beneficios?

-      No me da ningún beneficio. — Puse mi brazo alrededor de su cintura, ansioso de llevar la conversación lejos de Alex, era normal que pensaran que me enrollo con tipos, debido a que varios de mis amigos más cercanos lo hacen y no se esfuerzan por ocultarlo. Aunque a mí nunca me ha gustado ese tipo de cosas—. Por eso es que te llamé.

-      Oh. — Se sonrojó y me sonrió.

-      Sentémonos. — Nos sentamos en una mesa, yo al lado de ella —. ¿Tienes hambre?

-      Sí. — Asintió y sus ojos se agrandaron mientras mi mano se movía por su pierna. Usaba pantalones cortos así que deje mi palma descansar en su muslo.

-      Yo también. — Moví mi mano más lejos, así me encontraba cerca de su zona íntima. Supuse que se mojaba mientras nos sentamos ahí.

-      Yo, eh… — Me miró con ojos llenos de lujuria —. Tienes lindos ojos. ¿Te lo han dicho antes?

-      No. — Mentí —. Gracias. — Moví mi mano de sus piernas y abrí el menú— . Creo que comeré panqueques y café. — Cerré el menú y miré alrededor del restaurante para luego voltear hacia ella—. Entonces, ¿qué quieres hacer después de que comamos?

-      Bueno, tengo otra clase — habló entre dientes y se movió en su silla.

-      Tú en serio no quieres ir a clase, ¿cierto? — Levanté una ceja hacia ella.

-      Bueno, depende de que trata tu oferta. — Sonrió y baje la mirada hacia mis pantalones. Le sonreí. Me gustaban las mujeres que iban directo al asunto —. Depende de lo que quieras que sea. — Guiñé el ojo y me llevé los dedos al cabello —. Estoy listo para lo que sea.

-      Bien.

Miró rápidamente alrededor del restaurante y luego sentí sus dedos en mi entrepierna. Bajó mi cremallera velozmente y empujó su mano dentro de mi pantalón y agarró mi pene a través del bóxer. Movió sus dedos de un lado para otro rápidamente y yo me moví en el asiento, sin sentirme caliente para nada.

-      Hmm. — Frunció el ceño mientras jugaba conmigo, pero no me sentí duro.

-      ¿Qué? — murmuré molesto, sin entender porque no me excitaba .

-      Yo sólo… —Suspiró —. Espera.

Dejó caer su servilleta en el suelo y se puso bajo la mesa. La observé con asombro. Y no porque iba a hacerme sexo oral debajo de la mesa, sino porque iba a hacerme sexo oral debajo de una mesa sin mantel. La sentí tirando mi pene fuera de mis pantalones y luego sentí el calor de su boca mientras me tomaba dentro de ella y movía de abajo hacia arriba. Sentí su lengua lamiendo mientras chupaba la punta de mi pene, y yo seguía sin estar excitado. Suspiré, cerré los ojos y traté de concentrarme. No había manera de que esto me estuviera pasando a mí.

Inmediatamente mi mente voló hacia Alex y la noche anterior cuando salió de la cama para ir a apagar la luz mientras estábamos en su cama. No estoy seguro de por qué esa imagen se alojaba en mi cabeza, mayormente concentrándose en su trasero. Él había hecho lo mismo muchas veces, pero nunca antes había puesto atención. Gemí y me moví como si finalmente estuviera excitado. Sabía que Lily se encontraba satisfecha porque aumento sus acciones y empezó a mordisquear la punta de mi pene.

Me sentí menos excitado cuando pensé en Lily. Fruncí el ceño. No estaba seguro de porque no sentía a Lily y su chupada. Era caliente, de una manera indescriptible. Nada de eso me había preocupado antes. No salía con todas esas chicas porque quería algo de ellas. Todo lo que me importaba era pasar un buen rato y esto lo conseguía con sexo oral o en la cama. Yo no era como Alex. No creía en el amor verdadero. En las almas gemelas. Él era un tonto por creer esa mierda.

Una imagen de él acostado en una cama, desnudo y esperando a que su primer novio tomara su virginidad llenó mi mente y sentí una especie de celos en mi estómago. Luego recordé sus piernas envueltas entre las mías, tan suaves. Mierda, era sexy. Me permití imaginar que era Alexander que me chupaba sólo por un breve segundo. Me sentí excitado otra vez, pero esta vez, pude sentir el calor de mi cuerpo aumentando. Recordé la imagen de Alex y agarré el pelo de Lily, imaginando que tiraba los sedosos mechones de Alex. ¡Mierda! Me recosté contra la silla e intenté reprimir un gemido. Me iba a venir. Sentí los labios de Lily moviéndose furiosamente de un lado para otro e imaginé a Alex mirándome con sus ojos mientras chupaba mi pene. No lo pude resistir más. Exploté en la boca de Lily y jalé duro su cabello. Abrí los ojos lentamente, sintiéndome culpable y avergonzado de mí mismo. No podía creer que pensé en Alex para tener que venirme. Me encontraba enojado y rápidamente cerré mi cremallera mientras Lily se movía apresuradamente debajo de la mesa hacia la silla.

-      El desayuno ha sido bueno hasta ahora. — Lamió sus labios y alcanzó mi brazo. La miré con desagrado y me alejé de ella. Mirar su cara disminuía mi excitación. No se dio cuenta que yo había estado pensando en alguien más mientras se encontraba debajo de la mesa.

-      Creo que voy a pedir un omelette para el segundo plato. —Se movió en su silla —. Entonces, quizás podamos ir a tu casa y puedas tener el postre. — Agarró mi mano y la puso entre sus piernas— . Estoy lista para ver si tu lengua pueda trabajar tan duro como la mía.

-      Sí, sobre eso. — Sonreí y me puse de pie. Saqué unos cuantos billetes de veinte de mi bolsillo y los dejé en la mesa —. Acabo de recordar algo. Me tengo que ir, pero dejé dinero para la comida. Te llamaré. — Miré su expresión herida y le di otra sonrisa rápida —. Nos vemos.

Me apresuré rápidamente fuera del restaurante y me precipité hacia mi auto, sintiéndome ligeramente disgustado.

—Recobra la compostura, Diego —gruñí y prendí el motor del Mustang, saliendo del estacionamiento. Estaba perdiendo seriamente mi mente y no sabía qué hacer. Decidí ir a la casa en la que Erick se hospedaba y ver qué pasaba con los chicos. Sabía que necesitaba ocupar mi mente. No quería pensar en lo que está loca mañana significaba.


Esa noche me fui a la cama e intenté dormir temprano. No quería ir a ninguna cita y no quería hablar con nadie. Temprano me metí en una pelea en la casa de Erick cuando uno de los chicos habló de Alexander y de cómo le gustaría follar con él en la fiesta. Erick tuvo que contenerme mientras agarraba el cuello de la camisa del chico, sabía que me estaba volviendo loco pero no sabía por qué. No ayudó el hecho de que Lily me envió un mensaje de texto preguntándome si me encontraba enojado con ella. No estaba seguro de que quería que le dijera. Quería preguntarle si tenía respeto hacia ella misma pero no me interesaba tener una conversación larga. Es decir, ¿en qué pensaba? Suspiré y tomé mi teléfono mientras me daba cuenta que no me iba a dormir pronto. Automáticamente llamé a Alex para saber qué hacía, pero no contestó. Esperé unos cuantos segundos para que me devolviera la llamada pero cuando no lo hizo le envié un mensaje.

¿Qué estás haciendo?

Intentando dormir.

Me respondió de inmediato.

Intenté llamarte.

Estoy en la cama.

Así que, ¿no puedes hablar?

¿Qué quieres, Diego?

:(

No va a funcionar.

:´(

Eso es patético. Jaja

¿Te estás riendo del hecho de que estoy llorando?

Diego, no estás llorando.

Llámame.

Mañana :)

¿Quieres ir a desayunar?

No.

¿Qué significa “no”?

Fruncí el ceño. Alexander nunca le decía no al desayuno .

Estoy a dieta. :)

¿Qué? ¿Por qué?

Tengo una cita la próxima semana.

Dejé caer el teléfono en mi cama por el asombro.

¿Alexander Wilson tenía una cita? No le creía. ¿Bromeaba? ¿Con quién podría tener una cita? No había tenido una en años. El sonido del teléfono me distrajo de mis pensamientos. Lo agarré esperando ver la palabra “broma” pero en vez de eso estaba:

¿Te sorprendí?

¿Con quién es la cita? ¿Lo conozco?

Esperé por lo que pareció una eternidad hasta que respondió.

No lo conoces.

¿Cómo lo conociste?

Mis dedos golpeaban el teléfono mientras esperaba su respuesta.

¿Y por qué no me dijiste sobre la cita la anoche?

Mierda, Alexander. Respiré hondo y lo llamé de nuevo. —Contesta maldito teléfono —gruñí mientras el teléfono seguía sonando.

-      ¿Por qué me vuelves a llamar? — contestó medio dormido y yo exhalé.

-      ¿Por qué no contestabas el teléfono? — Me acosté en la cama, finalmente relajado.

-      Porque estoy por irme a dormir. Necesito ocho horas de sueño, tú sabes.

-      Antes no necesitabas ocho horas.

-      Es parte de mi nuevo régimen de belleza.

-      No necesitas un régimen. — Suspiré, empezando a sentirme agitado de nuevo —. ¿Quién es el idiota con el que vas a ir a la cita, por cierto? —Suspiró y esperé impacientemente a que me respondiera —. ¿Alexander Wilson?

-      Un chico que conocí por internet.

-      ¿En qué página? — Fruncí el ceño.

-      En una de citas — susurró .

-      ¿Una página de citas? — exclamé sorprendido —. ¿Por qué estás en una página de citas? — Estaba enojado de que no me hubiera contado que pensaba en unirse a una página de citas. ¿Por qué mierda estaba en una página de citas?

-      Para conocer a un chico, dah — dijo sarcásticamente y medio sonreí por su voz. Sabía que le estaba haciendo una mueca al teléfono

-      ¿Por qué estas intentando conocer a un chico por internet? - pregunté de nuevo, mostrándole mi molestia. No me había dado cuenta que él en serio se interesaba en tener citas. Pensé que sólo preocupaba por sus estudios.

-      Porque en la vida real no conozco ganadores.

-      Cierto. Yo soy el único que conoces — bromeé.

-      Muy modesto, Diego.

-      ¿Qué? — Me reí —. Es la verdad.

-      Como sea, ahora mismo necesito irme a dormir, así mañana puedo verme fresco para mi cita.

-      ¿Tienes tu cita por la mañana? — No quería colgar, no ahora que finalmente la tenía en el teléfono. Y quería saber más de las citas online. ¿Había conocido a alguien? ¿Qué era lo que buscaba exactamente?

-      No.

-      Así que, eh, ¿qué importa a qué horas te vas a dormir? —dije, sintiéndome irritado.

-      Porque tengo mucho que hacer. —Sonó molesto, muy molesto mientras me puse de lado en la cama.

-      ¿Cómo qué?

-      Cómo conseguir ropa nueva y un nuevo corte de cabello.

-      ¿Corte de cabello? — Fruncí el ceño mientras me imaginaba su cabello cortado —. No puedes cortarte el cabello.

-      En realidad, creo que puedo.

-      Déjame ir contigo mañana. Te ayudare a elegir la ropa, además quiero ver tu corte.

-      Tú, ¿ayudarme a comprar?

-      Quiero ayudar a mi mejor amigo. ¿No puedo hacer eso?

-      Solo quieres ser un fastidio — gimió.

-      No, no quiero. Déjame ir.

-      ¿No tienes que trabajar?

-      Eso es lo bueno de ser el hijo del jefe. Puedo irme cuando hay una emergencia.

-      No hay una emergencia.

-      La habrá, Alex.

-      Oh, ¡muchas gracias Señor Zapata! — exclamó con voz cantarina —. Estoy tan agradecido con tu ayuda.

-      Deberías estarlo. — Me reí—. Y quién sabe, tal vez te lleve a cenar mañana por la noche.

-      Te lo dije, tengo una cita.

-      Bueno, quizás vuelves a ser sensato.

-      Me puedo permitir tener citas, Diego.

-      Sé eso, pero, ¿un perdedor que conociste en internet? — Hice una mueca —. ¿Lo sabe Nanna?

-      Claro que no. —Suspiró—. Nadie en mi familia sabe.

-      Bien — dije simplemente. Nanna era la abuela de Alex, pero los dos le decíamos Nanna. Se sentía como mi verdadera abuela y siempre me trató como su nieto desde que la había conocido cuando era un niño.

-      Por cierto, Nanna me preguntó si podías venir a la barbacoa en dos semanas.

-      Bueno. — Me reí.

-      Dijo que también te dijera que puedes llevar a tu novia.

-      ¿Qué novia? — gemí —. Alex tú sabes que no tengo novias. No quiero una relación.

-      ¿Nunca has querido casarte o tener hijos?

-      Hijos, ugh. ¿Y casarme? ¿Por qué?

-      ¿Por amor verdadero? ¿Por compañía?

-      No creo en el amor verdadero y te tengo a ti por compañía.

-      Pero, ¿qué pasa con las otras cosas? — Su voz sonaba incomoda.

-      ¿Te refieres al sexo? — Reí —. ¿Ahora vamos a hablar de sexo? — Mi voz era calmada pero estaba incómodo. Una parte de mi quería decirle lo que había pasado por la mañana pero sabía que no había manera de que él entendiera. Ni yo lo entendía.

-      Lo que sea, Di. — Suspiró —. Ten sexo con mujeres que ni sabes su nombre y solo continua siendo un mujeriego.

-      Gracias, lo haré — contesté rápidamente.

-      ¿Por qué me llamaste, Diego? —Sonaba molesto.

-      Quería hablar. ¿O no quieres porque ahora estas teniendo citas online?

-      Es media noche.

-      ¿Te importaría si digo que esta es una llamada caliente? — pregunté, medio bromeando .

-      ¡DIEGO!

-      ¿Qué? — Me eché a reír.

-      Me voy a dormir, ahora.

-      ¿Sin sexo telefónico?

-      Eres asqueroso.

-      Ahora mismo me estoy tocando — murmuré al teléfono .

-      ¡DIEGOOOO! — Se quedó sin aliento —. Te lo advierto.

-      Estoy bromeando. — Me reí—. Te veré mañana.

-      Bueno, adiós. — Colgó y cerré mis ojos .

Mis manos fueron a mis bóxers y empecé a masturbarme. Me imaginé en un club oscuro follando a una chica sin nombre en la pista de baile. Podía sentirme más y más excitado y mientras me vine me llegó la cara de Alexander a mi cabeza. Agarré la toalla pequeña al lado de la cama y limpié. Me acosté y fruncí el ceño. No quería pensar que había imaginado a Alex como la chica del club. Necesitaba pensar sobre algo más. Suspiré al pensar sobre él yendo a una cita. Me preocupaba Alex. Era un chico muy bueno, demasiado bueno para estar teniendo citas por internet. Esos chicos se lo iban a comer. Me iba a asegurar de que no fuera abusado. Solo tenía que averiguar cómo.


Me desperté la mañana siguiente sintiéndome molesto y no sabía por qué. Fui a la ducha y luego recogí a Alex. Toqué la bocina en vez de ir a la puerta y esperé.

¡Qué mierda! — Me quejé cuando me di cuenta que había estado esperando por lo menos quince minutos. Presioné mi mano contra el volante y toqué la bocina de nuevo. Mi teléfono sonó y vi un texto de Alex.

¿Sí, Diego?

Si sabes que estoy afuera, ¿por qué no mueves tu culo?

Estoy esperando que vengas a mi puerta como un caballero.

Envió un mensaje de vuelta y miré el teléfono. Juro que en ocasiones me sacaba de quicio con estos juegos, él piensa que aun vivíamos en los años cincuenta o en el siglo XVII cuando los hombres tienen que comportarse como un caballero. Cosa que en nuestros tiempos no existe.

¿Realmente esperas que vaya a la puerta?

Si esto fuera una cita, ¿no darías tu mejor comportamiento?

Tenía razón, por supuesto.

Los dos habíamos ido a clases de etiqueta. Sabíamos lo que se esperaba de buenos jóvenes, pero yo simplemente no me encontraba de humor.

Esto no es una cita.

Voy a estar esperando adentro hasta que muestres tus modales.

Respondió él, y yo podía ver en mi cabeza la presumida sonrisa en su cara. Alexander Wilson amaba cada segundo de esta conversación.

—Juro que voy a dejar a este chico y voy a tener un nuevo mejor amigo. —Suspiré mientras salía de mi Mustang negro.

-      ¡ALEXANDER! — grité cuando llamé a la puerta principal .

-      Oh, hola, Di. — Abrió la puerta lentamente y me sonrió —. Imaginé verte aquí.

-      He estado esperando en el auto durante los últimos treinta minutos. — Lo miré y se rió.

-      No exageres. — Salió fuera —. Vamos a comer. Estoy muriendo de hambre.

-      ¿Qué pasa con bajar de peso para impresionar a ese chico? — Lo miré durante unos segundos mientras caminábamos hacia el auto —. Pensé que no querías ir a la cita pareciendo un gordo nalgón.

-      ¿Estás diciendo que el desayuno me va a hacer un gordo nalgón? — Se detuvo y me miró .

-      Si vas a pedir panqueques, huevos, tocino, salchichas, tostadas y papas fritas como lo haces, entonces sí. — Le guiñe un ojo y se echó a reír.

-      Eres tan grosero, Diego.

-      Es por eso que no tengo novia. — Sonreí cuando llegamos al auto.

-      Sí, por eso. — Me dio un codazo en las costillas —. Tú no eres todo piel y huesos.

-      Oye, podemos estar gorditos juntos.

-      Eres un idiota. — Me dio la espalda y miró por la ventana .

-      No estás enojado en serio conmigo, ¿verdad? — Suspiré mientras miraba un lado de su cara —. Bromeaba.

-      Ajá — replicó y me quedé helado, sin saber qué decir. Alexander  era tan sensible en estos días. Era como que si hubiera perdido su sentido del humor sobre ciertas cosas.

-      Realmente no creo que seas un gordo culón, Alex.

-      Ajá. —Seguía sin mirarme.

-      Sólo bromeaba con la cantidad de alimentos que comes. — Extendí la mano y toqué el hombro—. No te enojes.

-      Estoy tan enojado —dijo y luego me miró con los labios apretados—. Voy a... —empezó a hablar pero comenzó a reírse.

-      ¿Qué? — Fruncí el ceño mientras la veía reír .

-      Caíste. — Me hizo una mueca y siguió riendo.

-      No hagas eso, Alex — gemí —. Pensé que te encontrabas realmente molesto.

-      Eso es lo que te pasa por ser un idiota.

-      Oye, no me importa que tengas un poco de peso extra. — Guiñe un ojo —. Y tampoco lo harán los otros chicos. Es sólo más un asiento acojinado para empujar.

-      Diego. — Negó con la cabeza mientras se abrochó el cinturón de seguridad —. Eres estúpido.

-      Soy un hombre, bebé. Confía en mí. Un poco de carne extra es mucho mejor que la piel y los huesos.

-      Entonces, ¿por qué todas tus citas son flacas como modelos? - Frunció los labios ante mí.

-      No, no lo son.

-      Sí lo son. No he visto un kilo adicional en cualquiera de ellas.

-      Bueno, tal vez es ese el por qué nunca ha funcionado antes. Tengo que conseguirme una chica de huesos grandes. — Reí al ver la expresión de Alex.

-      Vamos a hablar de otra cosa. — Rodó los ojos y supe que se encontraba un poco molesto.

-      No estás molesto de verdad, ¿cierto?

-      ¿Cuándo me he enojado contigo, Diego Zapata? — Arqueó una ceja —. No importa qué tan desagradable te pones, siempre te perdono.

-      ¿Desagradable? ¿Yo? — bromeé y ambos nos reímos —. Háblame de este chico misterioso.

-      Te voy a enseñar su perfil — exclamó emocionado —. Bueno, tal vez te lo mostraré cuando lleguemos al restaurante. — Se echó a reír.

-      Está bien... — Hice una pausa y la miré rápidamente —. Así que, cuál es su nombre? ¿Qué edad tiene?, etc.

-      Su nombre es Elliott y tiene 5 años más que tú.

-      Así que tiene 26.

-      ¿Quién es?, ¿una especie de perdedor? — Hice una mueca —. ¿Por qué un hombre de 26 años busca a una cita en internet?

-      Creo que es un perdedor como yo, entonces — dijo con aspereza, y sentí mi cara cada vez más caliente. De nuevo la estoy cagando.

-      Mi error, Alex. Eso no es lo que quise decir. — Hice una mueca —Dime más acerca de este idiota.

-      Su nombre es Elliott.

-      Sí, sí.

-      A él le gusta observar aves.

-      Aburrido. — Bostecé.

-      Podría ser divertido. — Salió en su defensa —. Además eso significa que le gusta la naturaleza y el silencio.

-      Alex, chateas a mil por hora y no eres realmente un chico de la naturaleza.

-      Me gusta acampar — protestó.

-      Alex, la última vez que fuimos a acampar con Jake, te quejabas todo el tiempo de los insectos y tenías miedo de que un oso viniera por nosotros.

-      Sólo bromeaba. — Me hizo una mueca —. De todos modos, puedo hacer que me guste.

-      Dime más sobre el Señor de campo.

-      Él no es el Señor de campo, Don pueblerino Diego —gimió.

-      Vivió en Carolina del Sur y le gusta observar aves.

-      Confía en mí, es campesino. ¿También caza caimanes? — Miré su cara roja y empecé a reír —. Oh, Dios mío, lo hace, ¿no? También atrapa cocodrilos. ¿Monta a caballo?

-      Nosotros también montamos, Diego — Me miró —. Y lo último que sé es que ambos visitamos en Carolina del Sur. De hecho, recuerdo ver unas botas de vaquero en tu armario.

-      Eso es de un campesino genial. — Me encogí de hombros —. Es un pueblerino.

-      Eres un engreído.

-      Sólo estoy siendo honesto. — Me lamí los labios mientras nos estacionábamos.

-      Alguien tiene que hacerte las preguntas adecuadas.

-      No me has preguntado nada adecuado. Me hiciste algunas preguntas básicas, hiciste algunas suposiciones y ahora pareces un idiota.

-      Bueno, supongo que prefieres sentarte en silencio y esperar a que los osos se acerquen a ti y vivas en un remolque.

-      Elliott no vive en un remolque. — Se detuvo y bajó del carro —. Es en realidad de Filadelfia. Aunque vino aquí porque la universidad de Filadelfia le otorgó una beca de especialización para estudiar en la Universidad de Barcelona y vive en el campus.

-      Guau, chico grande y no puede encontrar a una chica en el campus. — Le di mi mirada de asombro —. Que perdedor.

-      Diego, eres un idiota.

-      Sólo estoy preocupado por ti. No quiero que salgas con un asesino en serie.

-      Creo que estoy bien.

-      ¿Quieres que vaya contigo? — Sonreí —. Puedo ir al restaurante y sentarme en otra mesa y mirar todo de incógnito. Voy a usar mis Ray Ban y la gorra de John Deere para cubrir mi cara.

-      No, gracias. ¿Y por qué necesitas un disfraz? Él no sabe cómo te ves.

-      Tal vez me acechó en Facebook.

-      ¿Por qué haría eso?

-      Cuando le hablaste de mí, tal vez estaba curioso de cómo me veo, por lo que me acechó en Facebook.

-      Diego, no tiene idea de cómo eres. — Se echó a reír —. Yo no le he dicho.

-      ¿Qué? — Fruncí el ceño mientras nos sentamos —. ¿Cómo es eso posible?

-      ¿Por qué lo dices? — Me dio una mirada extraña .

-      Cuando él te preguntó acerca de tus amigos o tú mejor amigo. — hice una pausa.

-      No me preguntó acerca de mis amigos y yo no lo dije. Así que no te preocupes, él no te ha acechado en Facebook.

-      Bueno, será mejor que me menciones pronto.

Abrí el menú y miré las opciones para el desayuno. Empezaba a sentirme molesto y no sabía por qué. Quería decirle a Alexander que cancelará su cita con Elliott. Sonaba como un perdedor y no quería que perdiera el tiempo con él, pero, ¿qué sabía yo? Levante la mirada y me quedé observando a Alex mientras estudiaba el menú y hacía los pequeños ruiditos de siempre cuando decidía que comer. Sonreí para mis adentros mientras sus ojos miraban cada lista cuidadosamente.

-      ¿Qué vas a pedir? — le pregunté después de un minuto.

-      Ni idea — gimió —. No sé si debo pedir el desayuno o el almuerzo.

-      Decisión difícil. — Asentí. Nunca sabía qué pedir cuando venía aquí, pero sabía que a Alex le encantaban las galletas.

-      Tal vez pida la salsa de pollo frito y unas galletas a los lados. — Sonrió.

-      Claro, gordo. — Guiñé un ojo y me miró. Me reí mientras la miraba a la cara. Sentí que mi corazón se detenía mientras la miraba fijamente. Todo sobre Alex me era familiar. Estar con él era tan natural. Estaba asustado de que fuera a conocer a alguien más y de que todo iba a cambiar. No quería que nada cambiara. Quería que todo siguiera exactamente como era.