The big secret: revealed

Gerardo se dispone a tener la primera gran aventura de su vida. Olvida la presencia de su mejor amigo, a quien le ha ocultado su homosexualidad por siempre, y el hecho de todo que ocurre en el apartamento de su primo.

El departamento de Tomás era todo lo que un hombre podría soñar. Lujoso, en un sector exclusivo de la ciudad, donde vivían los profesionales jóvenes a quienes el éxito les sonreía prontamente. Tomás vivía allí desde hace unos años, gracias a la jugosa herencia de sus abuelos que recibió antes de entrar a la universidad. Hoy es médico, soltero y joven, y vive el sueño del pibe.

Cuando Tomás decidió que era tiempo de tomarse las primeras vacaciones desde que trabajaba, su destino no fue cercano ni sus vacaciones cortas. Se tomó casi 4 semanas ya terminando el verano para pasarlas junto a dos amigos en un crucero. Fue entonces cuando pidió a su primo Gerardo que cuidara su apartamento. Gerardo estaba en su último año de escuela y, previa consulta a sus padres, se fue a quedar por todo ese mes al depa de Tomás, que además le quedaba mucho más cerca del colegio.

Gerardo dejó a su primo en el aeropuerto y volvió conduciendo hasta el apartamento. Era día martes. Cuando abrió la puerta y tiró las llaves sobre la mesa, sintió una libertad embriagadora. Eran casi las diez de la noche, y no tenía nada que hacer; la escuela recién comenzaba así que no tenía deberes, el verano aún no se iba y hacía un calor sofocante, a pesar de haber oscurecido hace ya una hora. Recibió una llamada de su madre, para asegurarse que todo estaba bien. Ella le recordó que nada de fiestas, nada de alcohol durante la semana. Justamente lo contrario a lo que recomendó Tomás. ‘Haz lo que quieras. El bar es tuyo y las fiestas con muchas chicas son siempre bien recibidas en mi depa’ dijo antes de despedirse.

Envalentonado por esa primera noche de semana libre de control paternal, fue a por una cerveza helada. Cuando se la terminó, aún no tenía sueño, y la TV satelital ofrecía programación de la mejor calidad. Especialmente en los canales para adulto. Como a todo adolescente, era lo único que le llamaba la atención cuando el reloj marcaba pasado media noche. Fue a prepararse un trago más fuerte. Tres medidas de ron, y una de coca cola, más hielo. Con la copa en la mano, y el control remoto en la otra, escogió entre los 6 canales para adultos que había, una buena porno. Pero la programación heterosexual no era del agrado de Gerardo. Él vivía en el closet desde hace tiempo.

Hurgó entre los videos de su primo; como esperaba, encontró una vasta colección de películas xxx. Buscó detalladamente en cada una, esperanzado en que su liberal primo tuviera algo de contenido gay. Pero no fue así. Cuando se dio por vencido, ya tenía sueño y el alcohol en su cerebro adolescente no le permitió pensar en internet. El sueño venció a la excitación y cayó dormido.

Despertó a mitad de la noche por el calor. No se había desvestido, y los shorts y la camiseta le molestaban. Sin mucha conciencia se desvistió totalmente, y se metió desnudo en la cama. Sin buscarlo, se encontró con una sorpresa debajo de la almohada. Junto a un par de bragas femeninas había un dildo. Su mente comenzó a fantasear instantáneamente. Pensó en su primo utilizando aquel pene de goma en una chica, penetrándola doblemente. Se puso cachondo de inmediato. Entonces mutó la fantasía. Ahora Tomás introducía el dildo en su propio ano. Pensó e su primo desnudo, con ese pecho y abdominales trabajados en el gimnasio, masturbándose con una mano y metiéndose el artefacto con la otra. Gerardo se estaba tocando el pecho con la mano derecha y sostenía el dildo con la izquierda, muy cerca de su orificio, jugueteando con él entre el ano y sus testículos. Se masajeaba ese pecho lampiño y delgado, ese estómago plano, apenas marcado por unos abdominales que jamás tuvo interés en trabajar, y que solo se notaban por la ausencia de grasa que el atletismo le había ofrecido. Introdujo lentamente el pene de goma en su recto. Metía y sacaba el objeto mientras se retorcía de placer. Su mente pasaba de fantasías a recuerdos, recuerdos de las dos veces en que había estado con hombres, en que había sido penetrado. Bajó con la otra mano hasta su pubis. Enmarañaba y jugaba con el frondoso arbusto de vellos negros que cubría la base de su pene, y se extendía un poco hacia el ombligo, mucho hacia su escroto. Mientras seguía penetrándose, se comenzó a pajear. Era como hacerse al amor a sí mismo. El gran pene de goma entraba cada vez más profundo en su ano, y su mano derecha aceleraba el ritmo de las pajas. En pocos minutos eyaculó fuertemente manchando de semen las sábanas y su pecho. Así se volvió a quedar dormido.

El timbre de su teléfono lo despertó a las siete de la mañana. A penas podía abrir los ojos; le dolía la cabeza y tenía sueño. La cerveza y el ron de la noche anterior le pasaban la cuenta a su inexperto estómago en materias etílicas. En el teléfono estaba su madre, despertándolo para que no se quedara dormido y no fuera a faltar a la escuela. No tuvo más remedio que levantarse. Entró a la ducha para quitarse la resaca. Usó agua fría, que en algo ayudó. Se vistió y salió del depa hacia la escuela. Estaba a una cuadra.

Era apenas el segundo día de clases. No había mucho que hacer. Además los estudiantes de último año siempre eran tratados con mayor preferencia. Por eso, la cara de sueño pasó inadvertida. Le contó a uno de sus mejores amigos, Benji, que estaba solo en el depa de su primo. Benjamín de inmediato pensó en ir a quedarse con él una noche. Quedaron para el viernes, para poder salir en la noche, y quizás llevar a unas chicas. Obviamente, Benji no sabía que Gerardo era gay; Gerardo no pretendía aclarárselo tampoco. Si debía ligar con una chica para mantener su secreto, así lo haría.

El viernes, Gerardo y Benji se fueron de la escuela al depa. En la tarde jugaron playstation y bebieron unas cervezas. El calor era casi insoportable; por eso no era raro que los chicos estuvieran en shorts todo el tiempo. Benji no tardó en quitarse la camiseta. Era un poco más bajo que Gerardo, pero tenía cuerpo más desarrollado. Tenía espalda más ancha y varios vellos en el pecho. Se notaba que iba al gimnasio, si bien no era tan musculoso. Gerardo tenía el aire acondicionado apagado, a propósito. Sabía que a su amigo le daría calor, y no dejaría pasar la oportunidad de ver su torso desnudo. Gerardo también se despojó de su camiseta; además se despojó de sus pantaloncillos. Quedó solo en boxers, sin pensar en que podría tener una notoria erección. Al ver que Gerardo quedaba en paños menores, Benji le imitó, tomando confianza. Benji usaba, a diferencia de Gerardo, unos boxers apretados, que marcaban su paquete de forma descomunal. Gerardo sabía que pronto tendría una erección, así que rápidamente ideó una forma de disimular la causa. Sugirió apagar los videojuegos y ver un poco de TV, para pasar las horas antes de salir a parrandear en la noche. Sin hacer otro comentario, sintonizó un canal de adultos. La famosa cadena de las conejitas mostraba a dos chicas en las duchas, acariciándose. Sus voluptuosos cuerpos húmedos y brillantes llenaban la pantalla gigante. Pero Gerardo realmente miraba de reojo el cuerpo de su amigo. No era la primera vez que lo veía así. Desde pequeños tenían clases de gimnasia juntos, y en las duchas de hombres nadie se tapaba mucho. Así que Gerardo sabía perfectamente qué había debajo de esos boxers, que lentamente comenzaban a estirarse, denotando una fuerte erección de Benji.

Cuando Gerardo puso el canal xxx, Benji dio una expresión de alegría. Típico de los hombres, hacía un par de comentarios soeces sobre los senos femeninos, y la depilación completa de las conejitas en pantalla. Gerardo seguía la corriente, pero su excitación se debía más a la cercanía de Benji, a su semi desnudez y a la situación en general. Gerardo estaba totalmente empalmado.

-        Que ganas de hacerme una paja – dijo Benji, sin tapujos.

-        Ahí esta el baño – rió Gerardo.

-        Que va! – Respondió Benji – que mal ir a hacerse una paja al baño, sin poder mirar la TV – rio mientras hacía un gesto señalando su pene que se asomaba por debajo de la pretina de los calzoncillos.

-        Entonces háztela aquí mismo – respondió Gerardo.

-        Y tu? – preguntó Benji – no te dan ganas?

Gerardo se puso un poco nervioso. No sabía qué responder para que no se entreviera sus ansias de que ambos se masturbaran uno junto al otro, a escasos centímetros de distancia.

-        No será raro que dos tíos se la hagan al mismo tiempo? – preguntó, pensando que era la mejor forma de disimular.

-        Para nada! – dijo Benji de inmediato – con mis hermanos nunca tenemos problemas, así aprovechamos el internet viendo el mismo porno – y continuó – y tu eres como mi hermano.

Gerardo asintió, y sin pensarlo mucho dejó salir su pene erecto. Benji sonrió, y se bajó los boxers hasta los tobillos. Benji tenía un pene grueso, pero no tan largo. Gerardo lo tenía probablemente igual de grueso, pero varios centímetros más largo, por lo que se veía delgado. Ninguno de los dos hizo comentarios respecto al pene del otro, si bien ambos se dieron cuenta de las diferencias. Solo Gerardo continuó mirando de reojo a su amigo, que había comenzado a menearse la nutria suavemente. así también lo hizo Gerardo. Una de las chicas en la TV estaba lamiéndole el coñito a la otra, mientras el agua todavía caía sobre sus cuerpos. La música tan típica de la pornografía, sumada a los gemidos que emitían las chicas, hicieron que Benji se excitara más, y aumentara el ritmo de sus meneadas. Gerardo, que en verdad no miraba la pantalla, seguía lento y pausado. Pasados un par de minutos, Benji eyaculó. Dirigió los chorros de semen sobre su propio cuerpo, evitando manchar otro lugar de aquella casa ajena.

-        Guau! – dijo Benji en tono de normalidad – estaba bastante acumulado.

-        Asi parece – dijo Gerardo que continuaba masturbándose – te has corrido rápido. Que bien que no te ocurrió con las chicas que traeremos esta noche – y continuó corriéndose la paja.

Benji se levantó al baño a limpiarse. Dejó los boxers que tenía en los tobillos en el suelo y caminó rápido hasta el baño, para no desparramar su semen. Gerardo, por su parte, se fue al baño de la habitación de su primo, para cascársela rápidamente y sin manchar nada. Terminó pensando en su amigo, y en la escena que acababa de protagonizar, y se vino con tres grandes chorros de leche, que depositó directamente en el escusado. En cuanto se le pasó la erección, volvió a la sala, donde estaba Benji, ya con los calzoncillos puestos y sin erección, pero aún viendo la porno.

Pasó el resto de la tarde entre bromas y un par de cervezas más. Al caer la noche, los chicos se dispusieron a salir. Se fueron de bar en bar, pero en todos les pedían identificación, que no iban a mostrar por ser menores de edad. Caminaron varias cuadras, hasta llegar a uno en que los dejaron entrar y comprar sin más. El problema, es que había pocas mujeres, y todas mayores. No era probable que quisieran ligar con dos chiquillos como esos. Un poco desilusionado, Benji se pidió un whiskey. Gerardo una cerveza.

-        Whiskey? – preguntó Gerardo a su amigo.

-        Si – se limitó a contestar.

-        Lo bebes frecuentemente? – insistió Gerardo.

-        A veces – respondió Benji  - tengo raíces escocesas.

Ambos rieron. Pasaron un par de horas, más que nada conversando y viendo soccer en la TV de la barra, con la esperanza de que apareciera alguna chica, u ocurriera algo más entretenido en el bar. Benji iba por su tercer vaso de escocés, mientras Gerardo empezaba su segunda cerveza. Aparecían unos tíos mayores de vez en cuando, echaban un par de bromas con los chicos. Gerardo en verdad pasaba un buen rato. Benji pensaba, sin decirlo, que era mejor beber en casa, viendo playboy; así al menos vería unas chicas en la pantalla gigante de la sala.

Cuando Benji se terminó su cuarto vaso de whiskey, estaba completamente borracho. No había comido nada desde el almuerzo y, evidentemente, no estaba acostumbrado a beber whiskey. Gerardo estaba mejor, aunque después de varias cervezas también se le tambaleaba un poco el piso. No era muy tarde, pero había pocas personas en el bar. Gerardo hace rato conversaba con un hombre que estaba sentado a su lado en la barra. No se había dado cuenta que su amigo había apoyado la cabeza en el mesón, y se había quedado dormido. El hombre le señaló la situación a Gerardo, y ambos rieron a costa de Benji.

Gerardo se levantó, como para irse y llevar a Benji consigo, pero no pudo levantarlo de la barra. El hombre con el que había estado conversando le ofreció ayuda de inmediato. Entre los dos, llevaron a Benji afuera. Estaba bien oscuro, y Gerardo no estaba en condiciones de caminar con el peso de Benji asta el depa. El hombre, entonces, ofreció llevarlos en automóvil. Gerardo accedió sin pensarlo dos veces.

Al llegar al edificio, Gerardo y el hombre llevaron a Benji hasta el depa. Lo recostaron en un sillón. Benji se despertaba a veces, pero no articulaba palabras inteligibles. En el sillón se quedó dormido profundamente.

-        No sé como agradecértelo – dijo Gerardo al hombre.

-        Podrías decirme tu nombre – respondió éste riendo, y haciendo ver que no se habían presentado, a pesar de haber intercambiado bromas durante todo el tiempo que estuvieron en el bar.

-        Gerardo – dijo extendiendo la mano.

-        Andrés – respondió el hombre estrechándosela de vuelta.

Gerardo recobró sus modales, y ofreció algo de beber a Andrés. Éste aceptó. Gerardo sirvió dos vasos de ron con coca cola. Se sentaron en la sala, mientras Benji dormía en otro sillón.  Andrés preguntó a Gerardo qué edad tenía. Éste mintió sin pensarlo.

-        20 – dijo descaradamente.

-        OK – rió Andrés – ahora dime tu verdadera edad. ¿16 ó 17?

Gerardo rió y confesó ser menor de edad. Andrés le contó que él tenía 27 años, que trabajaba en una empresa de telecomunicaciones, que era soltero. Gerardo se dio cuenta de que en verdad Andrés lucía bastante más joven de lo que le pareció en un primer momento.

-        Y ¿eres abiertamente gay, o aún en el closet? – preguntó de pronto Andrés a Gerardo.

Gerardo quedó impávido, no sabía qué responder exactamente

-        Co-co- como lo has sabido? – preguntó nervioso.

-        Mi ‘ gaydar’ nunca falla – dijo Andrés. – Yo soy abiertamente homosexual.

Andrés preguntó entonces si Benji y Gerardo eran pareja. Gerardo negó con la cabeza, explicando que nadie cercano sabía que era gay. Andrés le aseguró que su secreto estaba seguro con él.

Andrés y Gerardo continuaron conversando. Gerardo le contó como ese departamento era de su primo, que no estaba por las siguientes 3 semanas; Andrés le contó un poco de su vida.

-        Y has estado con un hombre, alguna vez? – preguntó Andrés.

-        uhm… - titubeó Gerardo – no soy virgen, si a eso te refieres.

-        Y eres activo o pasivo?

-        Ambas, creo – respondió Gerardo, ya absolutamente desinhibido – nunca me ha tocado ser activo, en verdad.

Andrés se acercó a Gerardo. Sus intenciones, que probablemente habían estado latentes desde que vio a Gerardo en el bar, ya no estaban ocultas. Andrés le acarició el rostro con una mano, y pasó la otra por la pierna de Gerardo, suavemente, hasta llegar a la ingle. Acercó su rostro, y miró intensamente en los ojos pardos de Gerardo, quien se perdió en la mirada azul de Andrés. Acercaron sus bocas, juntaron sus labios en un primer instante, y luego los abrieron espontáneamente, para besarse más propiamente. Sus lenguas se encontraron, tímidamente al principio. Andrés rozaba son su lengua los labios de Gerardo, y éste se dejaba invadir, mientras acariciaba el rostro de Andrés, sentía la barba de dos días que éste se dejaba, tocaba su rostro angulado, su mandibula firme. Gerardo sentía cómo la otra mano de Andrés recorría sus piernas, apretando gentilmente al llegar a la entrepierna. No tardó en tener una erección completa.

Mientras Andrés sentía cómo despertaba el miembro de Gerardo, recorría con la otra mano su espalda, tocando con firmeza los omóplatos del delgado muchacho. Gerardo, por su parte, jugueteaba entretenido con los botones de la camisa de Andrés, desabrochándolos coquetamente de uno en uno. Se fundían en un largo beso apasionado tras otro. Andrés mudaba su boca hacia el cuello de Gerardo, que se tensaba con cada lamida, con cada suave succión, con cada beso cerca de la oreja.

Andrés quitó la camiseta de Gerardo, y descubrió su pecho juvenil, delgado, sin rastro de vellos. Pasó su lengua por todo el torso de Gerardo, deteniéndose en las tetillas, que se endurecían al contacto de su lengua. Se quitó la camisa y Gerardo disfrutó de aquel abdomen, intermedio entre el trabajo muscular y una vida de escritorio; Andrés era muy delgado, apenas un poco más ancho que Gerardo; probablemente a su edad, lucía muy parecido. Gerardo desabrochó el pantalón de Andrés, y rápidamente buscó su pene. Andrés también estaba empalmado.

Antes de quitarse los pantalones, se dirigieron a la habitación de Tomás, donde estaba instalado Gerardo. Una vez dentro, sin molestarse en cerrar la puerta, se desnudaron completamente. Para sorpresa de Gerardo, Andrés llevaba el pubis bien recortado. Eso hacía lucir su circuncidado pene increíblemente más largo. Andrés tocó el miembro de Gerardo, y jugueteó con los vellos del pubis de aquél, único signo en el cuerpo de Gerardo que lo hacía parecer un hombre, no un niño. Se tumbaron en la cama, mientras continuaban besándose y lamiéndose sus respectivos cuellos. Gerardo tomó la iniciativa, y fue descendiendo con sus besos por el cuerpo de Andrés. Besó los pectorales, los abdominales, hasta llegar con su lengua al miembro erigido cual obelisco. Recorrió el falo duro como una piedra con la punta de su lengua, desde la base hasta el glande. Ahí jugueteó pícaramente con la cabeza descubierta de ese pico. Volvió a pasar la lengua, ahora más consistentemente por todo el largo de aquel pene, para luego introducírselo de a poco en su boca. La fellatio comenzó con un ritmo constante, subiendo y bajando sus labios apretados, mientras masajeaba con la lengua. Muy de a poco, Gerardo iba introduciendo más el pico de Andrés en su cavidad bucal, pero no conseguía meterlo entero. Aceleró el ritmo, ayudándose con las manos, hasta ir sintiendo la respiración de Andrés más agitada. Sin previo aviso, Gerardo sacó el miembro erecto de su boca, y se dirigió nuevamente por todo el pecho de Andrés hasta su cara. Lo besó chocando sus lenguas salvajemente, y Andrés tocaba el trasero de Gerardo, apretándolo con fuerza. Mientras continuaba el beso prolongado, Andrés iba acercándose a la entrada rectal de Gerardo con sus manos. Apretaba los muslos y glúteos de el chico, e introducia brevemente su índice en Gerardo.

Gerardo le susurró al oído a Andrés, preguntándole por condones. Éste se separó de Gerardo suavemente, y buscó en los bolsillos de sus pantalones, que yacían en el suelo. Sacó una tira de preservativos y sonriendo, besó nuevamente a Gerardo.

Andrés se puso un condón, y Gerardo lo lubricó con saliva; luego se tumbó en la cama boca abajo y miró por sobre el hombro a Andrés, guiñando un ojo. Andrés se tumbó sobre él, mientras le acariciaba y besaba la espalda, y se acomodaba para penetrarlo. Posicionó su miembro erguido entre los glúteos de Gerardo, y lo fue pasando de a poco. Llegó a la entrada, y siempre masajeando la espalda del chico, Andrés empujó para hacer entrar el pene en el recto. Con la mayor suavidad posible, fue introduciendo el pene en el ano.

Gerardo se semi incorporó, quedando de rodillas y apoyado en sus manos. Andrés quedó de rodillas, y comenzó un gentil vaivén penetrando suavemente a Gerardo. Con una mano se afirmaba de las caderas de Gerardo, con la otra buscaba a tientas el pene, aun erecto y firme del chico. Comenzó a masturbarlo, tratando de imitar el ritmo que llevaba con su cadera. A pesar de que aquello no resultó de la mejor manera, Gerardo ya daba gemidos entrecortados, manifestación sonora del placer que sentía. Así también se agitaba la respiración de Andrés.

El ritmo se aceleraba, y Andrés embestía más fuertemente a Gerardo. Intentaba no sacar completamente el pico del ano, para no volver a introducirlo con fuerza, lo que sabía podía resultar incómodo o doloroso. Pero Gerardo no sentía dolor. Solo placer.

Cuando, después de unos buenos minutos, el ritmo de penetración era animalesco, Andrés sujetó con fuerza las caderas y glúteos de Gerardo, y en una exclamación de puro placer, eyaculó. Fue disminuyendo el movimiento, hasta detenerse por completo.

Sacó el pene, que iba perdiendo dureza, de adentro de Gerardo, quien a su vez se acostó boca arriba en la cama, aun con una erección del tamaño de un mástil. Andrés se quitó el condón y, anudándolo, lo dejó a un lado. Se recostó junto a Gerardo, acariciándole el pecho suavemente. Se dio cuenta, entonces, de que su compañero aún estaba caliente. Sin dudarlo, se abalanzó sobre Gerardo, y de un golpe y sin aviso le introdujo todo el pene en su boca. A pesar de que era bastante grande, Andrés pudo retenerlo en su boca, y el blowjob recorría la buena herramienta de Gerardo desde la base hasta la punta. Andrés no disminuyó el paso, y siguió comiéndole la polla succionando, lamiendo y masajeando con la lengua. A ese ritmo, Gerardo no aguantaría mucho, pensó Andrés. Y así fue. Poco tiempo después, Gerardo avisó a Andrés que se venía. Andrés no se detuvo, ni aminoró el ritmo. Continuó chupando la verga del muchacho, incluso cuando sintió el primer chorro de semen, que golpeó con fuerza  su paladar. Siguió chupando, y sintió un segundo chorro, un tercero y apenas un cuarto. Y aún no se detuvo. Gerardo emitía sonidos de placer sin miramiento, y su cuerpo entero se estremecía. Andrés no paraba, y apenas se tomaba un segundo para tragarse la leche del muchacho, que seguía saliendo, ahora con menor fuerza. Andrés no se detuvo, sino cuando sintió que el pene de Gerardo perdía dureza. Solo ahí disminuyó las succionadas feroces, que le dieron al chico el orgasmo mas fuerte que sintió en mucho tiempo. Andrés pasaba con delicadeza ahora la lengua por el pene que se iba poniendo flácido.

Gerardo quedó casi desmayado en la cama, y Andrés se acostó a su lado. Al poco rato, Gerardo se quedó profundamente dormido. En ese instante, Andrés se puso los pantalones, dispuesto a recoger el resto de su ropa en la sala. Ni él ni Gerardo habían recordado la presencia, yacente, de Benji en el apartamento. Por eso no se dieron cuenta que a la mitad de su fogosa sesión de sexo, Benji había despertado, y había presenciado todo desde el umbral de la puerta. Ahí mismo donde se lo encontró Andrés cuando se disponía a buscar su camisa en la sala. Ahí se lo encontró, con la cara sin expresión. Benji sostuvo la mirada de Andrés sin decir nada. Andrés tampoco dijo palabra alguna. Se limitó a salir del cuarto sin volverse a mirar a Gerardo, y sintiendo en la nuca la mirada de Benji.

Andrés recogió su ropa, se vistió rápidamente y salió del apartamento.

Y ahí quedó Benji, mirando a su amigo. Esperando a que despertara. Gerardo tendría que explicarlo todo. Pero Benji no parecía apurado. Y en verdad no sabía qué era lo que le molestaba de la situación: si la homosexualidad oculta de su amigo, si el hecho de que no se lo hubiera contado, o si el hecho de que no lo hubiera tomado en cuenta todos estos años, mientras Benji lo deseaba en secreto.

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