Testigos de Jehová

Los caminos del Señor son inescrutables y las formas en que se manifiesta tan variadas que nunca podemos decir lo que nos espera al abrir la puerta a un trío de apóstoles.

El fin de semana siguiente, me llamó completamente excitado Edu, diciéndome que tenía una buena preparada para el día siguiente. Le pregunté que qué cojones pasaba y me explicó que ayer le habían picado en casa un par de testigos de Jehová, que querían anunciarle la buena nueva y toda la fanfarria habitual. Él les había comentado que estaba interesado, pero que en ese momento no podía atenderles, que prefería quedar el fin de semana. Le dijeron que de acuerdo y quedaron para el domingo. Sus padres estaban fuera, ya que se iban todos los fines de semana al chalet de la montaña, así que tenía la casa para montar lo que quisiera.

Decidimos evangelizar a nuestros evangelizadores y nada mejor para eso que montar una especie de misa negra en el comedor de su casa. Nos interesaban los temas esotéricos y ya habíamos hecho sesiones espiritistas y alguna invocación demoníaca. No nos lo acabábamos de creer, pero resultaba divertido y escandalizaba mucho, que era lo que nos apetecía. Por aquella época, yo solía llevar mi camiseta negra de Black Sabbath y una cruz invertida. No era nada habitual así que resultaba extremadamente provocador. Había visto santiguarse a más de uno al pasar a mi lado yendo yo de esa guisa. Preparamos la escena con sumo cuidado, persianas abajo, música adecuada, luces tenues y rojizas, una especie de pequeño altar de sacrificios y toda la parafernalia que se nos ocurrió. Además, Edu había conseguido e instalado muy bien oculta una videocámara de alta calidad, que nos permitiría grabar sus caras a pesar de la escasa iluminación. Cuando sonó el timbre, nos costaba aguantarnos la risa.

Pero cuando abrimos la puerta los sorprendidos fuimos nosotros. Edu me había avisado que vendrían dos loros cincuentones y que nuestra misión sería intentar conseguir que no se fueran pitando a los diez segundos, pero cuando vimos a aquellos tres bombones al otro lado de la puerta los sorprendidos fuimos nosotros. Eran tres chicas, ninguna llegaba a los veinticinco y estaban pero que muy buenas. Eso sí, vestidas muy modositas, casi de uniforme, con faldas oscuras por debajo de la rodilla, tacón bajo sin medias y blusas blancas, con su repertorio de literatura basura bajo el brazo y marcando unas formas que hacían empalmarse de sólo mirarlas.

Venían bien adoctrinadas, seguramente por los loros que habían visitado previamente a Edu, pero no esperaban encontrarse a dos colgados que aparentemente, acababan de realizar una misa negra. Las hicimos pasar, Edu me presentó como Sacerdote del Culto Sabático y las hizo sentar. Comenzaron a explicarnos su película, evidentemente incómodas por el ambiente a pesar de lo atentos que estábamos y las caras de buenos chicos que intentábamos poner, hasta que en un momento dado, una de ellas, Marta, que había llevado la voz cantante hasta entonces, no pudo aguantar la curiosidad y nos preguntó que de qué iba nuestra secta.

Muy solemnemente les expliqué que no era ninguna secta y me inventé un rollo filosófico - religioso impresionante. Llegamos a un punto en que tenía a los cuatro completamente embobados escuchándome, incluido mi amigo Edu, que sabía perfectamente que era todo inventado a salto de mata. Decidí jugármela y comencé a explicar determinados ritos, en los que se ofrece a una virgen, "vosotras lo sois, ¿verdad?" en un altar y realizando determinadas invocaciones se consigue el éxtasis y máxima pureza de la virgen y el gozo divino de los presentes. "¿queréis que lo probemos?". Ahora fui yo el que me quedé con la boca abierta, cuando escuché a Merche y Verónica, que no habían dicho esta boca es mía, decir casi a coro "sí, nos encantaría". Noté a Marta un poco reticente, así que me centré en ella a la hora de acabar de explicar todo el rito. Cuando la vi medio convencida, les propuse empezar la ceremonia y me respondieron las tres a coro que sí.

Pedí a Edu que creara la luz ceremonial (El colega ya se olía por dónde iban los tiros, así que rápidamente dejó la habitación en penumbra, con un punto de luz rojiza indirecta, medio escondida en un rincón. Además tuvo la buena idea de subir a tope la calefacción. Hice que las tres se descalzaran, se tumbaran en el suelo (por suerte había moqueta en la sala), con las cabezas juntas, pero sin tocarse, en el centro de la habitación y los pies de una orientados hacia el "sur-sudeste", de la otra hacia el "norte" y la tercera al "sur-sudoeste".

Bendije mi buena suerte, ya que en vez de estar asustando a dos cincuentonas puritanas, estaba en una habitación en penumbra, con tres bombones tumbados boca arriba y esperando alcanzar el éxtasis místico prometido por el Sumo Sacerdote, o sea, por mí. ¡Genial!

Comenté cuales eran mis intenciones a Edu para que me siguiera el rollo y, dejando para el final a Marta, no fuera que se cortara y nos desmotara el invento, nos centramos en Merche y Verónica.

Inicié una lenta letanía, y con voz susurrante y melosa les dejé caer a cada una sendos pañuelos de seda encima de la cara, pidiéndoles que cerraran los ojos, mientras una música suave y relajante sonaba de fondo. Me arrodillé al lado de Merche, y comencé a desabotonarle la blusa "para alcanzar la pureza hay que despojarse de toda cobertura exterior" recité con el mismo tono de voz meloso y profundo. Cuando quedaron al alcance de mi vista aquel par de melones inmensos cubiertos sólo por el sostén, me tembló hasta la voz. Seguí recitando, ahora la letra en inglés de una canción de mi grupo favorito, Black Sabbath, mientras le bajaba la falda y la despojaba de toda ropa interior. Embelesado con el bello cuerpo que se me mostraba y con la polla completamente tiesa me sorprendí de lo bien que estaba yendo todo. Edu había ido repitiendo todos mis pasos con Verónica, mientras que Marta, parecía más confiada, un poco ida, como concentrada en la música y mi voz.

"Ahora os será transmitido el poder sabático a través de la imposición de manos, suave caricia al principio, profundo conocimiento al final". Y acto seguido, comencé a acariciar a Merche, empezando por los pies, rozándola levemente con las yemas de los dedos, subiendo por las pantorrillas, llegando a los muslos, bordeando el vello púbico y subiendo por su estomago... aquí, Verónica, no pudo aguantar las cosquillas y comenzó a reírse y encogerse, por lo que subiendo el tono de voz la recriminé, exigiendo concentración porque si no el ritual no funcionaria correctamente. A la vez, por gestos le indiqué a Edu que evitara hacerle cosquillas, no fuera a jodernos la marrana. Continué mis caricias, llegando a los senos, coronados por unos pezones completamente enhiestos y duros, y no de frío precisamente.

Cuando las hubimos acariciado a gusto, notamos cierta humedad en la parte más sensible de ellas, parte que habíamos evitado expresamente hasta ahora. "Ahora viene cuando las elegidas por el divino poder notaran como les es insuflado el aliento del éxtasis, que os llevará a la pureza". En ese momento, con suma delicadeza abrí los labios vaginales de Merche e introduciendo mi cabeza entre sus piernas, soplé suavemente, para dedicarme a continuación a lamerle el coño, pasando de profundos lametones en la vagina a rápidos juegos de lengua en el clítoris. Edu, lógicamente, me siguió el rollo y en cuestión de segundos teníamos a las dos gimiendo y retorciéndose de placer. Al cabo de un par de minutos, notando muy próximo el orgasmo de Merche, noté un golpecito en el hombro. No dispuesto a interrumpir tan bello trabajo, introduje un par de dedos en su vagina a la vez que levantaba la cabeza, para ver lo que ocurría. Desde el momento en que empecé a comérselo, había dejado de controlar a Marta que, al oír lo que estaba pasando se había levantado y completamente excitada por lo que estaba viendo, se había desabotonado la blusa y bajado la falda y, la muy puñetera, había llamado mi atención sin romper "el encantamiento" de sus dos afortunadas compañeras. Me di cuenta que estaba de vuelta de todo el rollo que les había metido y que lo que quería era follar, así que por señas la hice ocupar mi lugar frente al coño de su amiga Merche. Me quedé un poco sorprendido al ver con qué ganas se arrodillaba y comenzaba a comérselo, para ser una Testigo de Jehová virginal se comportaba como un buen zorrón.

Me puse detrás de ella y para avisar a Edu, con el mismo tono de iluminado místico dije en voz alta "y después del aliento divino..." Edu, que también tenía a punto a Verónica levantó la cabeza y siguió haciéndole unos dedos a su partenaire, mientras esperaba instrucciones "... Profundizaremos en el cuerpo para que la comunión sea completa". A la vez que decía esto, desde detrás le introduje de golpe mi polla a Marta, que había pasado de lamer a introducir dos dedos de cada mano a la vez en la vagina de Merche. Edu, con una sonrisa de oreja a oreja, se dejó caer con suavidad encima de Verónica e introdujo lentamente su rabo lo más profundo que pudo.

La escena era impresionante: Edu follandose con todas sus ganas a Verónica, que no paraba de gemir mientras que éste la agarraba de las tetas (como si se le fuese a escapar) y la besaba con pasión incontrolada a través del pañuelo de seda, que todavía tapaba su cara. Al lado, Merche completamente espatarrada, miraba cómo Marta le comía el conejo y cogiéndola por la cabeza le decía en pleno arranque místico "sí, sigue así, dame el placer divino, no pares". Marta, que no paraba, estaba en cuatro, conmigo detrás que le follaba desesperado, sacando toda la energía contenida desde que se abrió la puerta y vimos a aquellas tres bellezas, tan modositas en un principio. Al cabo de pocos minutos me corrí descargando toda mi leche en las nalgas de Marta (con estas puritanas, es mejor no jugar a papás), y sentándome con las piernas estiradas y con la espalda contra la pared cercana llame a Merche diciéndole "Ven y lame el cetro del placer, para que vuelva a llenarse y pueda darte a ti también la comunión divina y tu Marta, haz que Edu te llene con su cetro, que veo que Verónica esta satisfecha". Mientras Merche obedecía mis instrucciones al pie de la letra (para que luego digan que son una reprimidas) Edu se salió de Verónica, agotada por los innumerables orgasmos que le había hecho alcanzar Edu (buen chico). Este se tumbó boca arriba y Marta se sentó encima suyo comenzando a cabalgarlo salvajemente, alcanzando el orgasmo que había estado rondándole desde que se la metí por primera vez.. Merche había conseguido levantármela con sus trabajos bucales, inexpertos pero bien intencionados, seguro que aprendería pronto. La hice sentarse encima mío y que me cabalgara, agarrándola de las tetas con una mano y buscándole el clítoris con la otra, haciendo que se corriera varias veces en cuestión de minutos, cayendo al final derrotada encima mio. Me la quité de encima, y les pedí a ella y Verónica para que hicieran un sesenta y nueve. Aunque me obedecieron, se las veía bastante más tranquilas y relajadas que minutos antes. Me dirigí a donde estaban Edu y Marta e hice que esta se dejara caer encima de él. Acto seguido procedí a lubricarle el ano a base de saliva y cuando comprobé que estaba a punto (entraban y salían dos dedos a la vez sin ningún problema) apoyé mi rabo en su culo y la fui penetrando por el ano, acoplándome al ritmo de la follada con Edu. A la que tuvo las dos pollas alojadas completamente en su interior, Marta comenzó a moverse y gritar como una loca mientras nos pedía que no paráramos, que estaba viendo la luz.

Tras bastantes minutos en esta situación se quedó completamente envarada, como atravesada por una corriente eléctrica, hasta que se derrumbó a un lado deshaciéndose de nosotros y completamente agotada. Realmente había alcanzado el éxtasis divino.

Mientras tanto, Merche y Verónica le habían encontrado el gusto a lo de lamerse el chumino, por que estaban de lo más entretenidas, gimiendo sin parar. Nos colocamos uno detrás de cada una y se las metimos, de forma que cada una era follada por una polla, a la vez que comía la otra y lamía el conejo de su compañera. Estuvimos así un rato, hasta que no pudimos aguantarnos más y sacando la polla de sus respectivos agujeros, las introdujimos en la boca de la otra, para corrernos con todas nuestras ganas en su interior y haciendo que las lamieran hasta que quedaran brillantes. Ya que teníamos tanta sumisión a nuestra disposición ¿por qué no aprovecharla?

Vueltos a la realidad y más relajados, sentados todos desnudos y entremezclados en el sofá y los sillones, Verónica comentó que estaba hasta las narices de la represión que se vivía en los Testigos y que prefería seguir en nuestra secta. Merche dijo que estaba de acuerdo y mientras Edu y yo nos mirábamos con cara de circunstancias y me preparaba para empezar a explicarles la verdad, oímos como Marta, muy autoritaria decía: "Tenéis razón. Hoy he visto la luz y esto es la religión del amor verdadero" y mirándome a mí directamente, continuó "el sumo sacerdote me ha dicho que debo continuar su labor, evangelizando con vuestra ayuda a todos los pobres de espíritu que no son capaces de reconocer la verdad, ¿no es así?". Aproveché el capote que me lanzaba con más morro que espalda la zorra de Marta y afirmé solemnemente "Él y yo hemos sido solamente el vehículo divino que ha servido para que la verdad sea revelada a la autentica Sacerdotisa Suprema del Gozo Divino, a partir de ahora, sois vosotras tres, capitaneadas por Marta, las que tenéis que conseguir que la verdad sea difundida y los ritos practicados. Nosotros pasamos a ser simples mortales que esperamos seguir gozando de los favores del grupo como vehículo iluminador y nada más"

"Que así sea" dijo solemnemente Marta. "que así sea" respondieron a coro Marta y Verónica. "Y ahora tenemos que irnos. Seguidme mis fieles sacerdotisas" , dijo de nuevo Marta, que guiñándome un ojo, las hizo vestir y se marcharon.

Edu y yo nos quedamos con cara de alucinados "no me lo puedo creer", dijo Edu. "Pues créetelo, hemos creado un monstruo, una nueva secta".

Al día siguiente se lo comentamos a Cristóbal, que partiéndose de risa nos dijo "no pretenderéis que me crea eso, ¿Verdad?. Me parece cojonudo que os hayáis pasado toda la tarde matándoos a pajas mientras imaginabais tías en pelotas. Pero eso se lo cree nadie". Me limite a dejarle una copia de la cinta que habíamos grabado encima de la mesa para que la viera.

Al cabo de un par de años, en una de nuestras correrías nocturnas, nos encontramos un cartel en la puerta de un local del casco antiguo de la ciudad. Hablaba de una reunión de "Los seguidores del Gozo Divino", con ritual de iniciación incluido. Por supuesto, fuimos a la reunión, pero esto ya es otra historia.

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