Testigo de la hermosura (epílogo)

Oriol y Ray cuentan su visión del desenlace.

TESTIGO DE LA HERMOSURA (EPÍLOGO)

Una vez entrado en el valle del Llobregat, abrumado por la pena que la actitud inesperada de Ray había despertado en mi alma, procuré pensar en algo agradable. El ingrato proceder del amigo se me aparecía como una traición, más grave si cabe por los años de absoluta lealtad por mi parte, por lo que dirigir el pensamiento hacia algo optimista no fue fácil. Me salvó la nobleza de Jordi, al que hacía unas horas había perdido de vista, quizá para siempre. Antes de que se me cruzara otra visión desalentadora, me lo imaginé surcando las aguas de la piscina junto a Lalo, aquella tarde en que los dos competían en natación estilo mariposa cuando en realidad contendían en belleza. La dulzura de su rostro en los momentos más graves fue un bálsamo eficaz contra la depresión. También la imagen del pequeño Oriol se me apareció, sonriente y traviesa. No podía amarlo con la misma intensidad que a Jordi por diversos motivos, pero tampoco podía negar que me había quedado prendado de muchas de sus cualidades.

El teléfono sonó de forma inesperada al salir de una curva.

-¿Sí?

-¿No sabe usted que no se puede hablar por teléfono cuando se conduce? –era el enano.

-Claro que lo sé.

-Pues entonces ¿por qué responde?

Un jueguecito de los suyos.

-No me digas que ya has llegado a Barcelona.

-Pues claro. Te llamo desde el escondrijo secreto.

-El baño.

-Mi baño.

-¿Tienes un baño exclusivo para ti?

-Pues claro. Sólo falta perfumar convenientemente el baño de mi madre para que me recluyan en uno propio.

Me imaginé la escena y no pude evitar sonreír descaradamente. Ya echaba de menos sus locuras infantiles.

-Veo que no has tardado mucho en estrenar mi regalito.

-Es que ya no podía más… ¡No aguanto a mi vieja! ¡Ni al maromo con el que se quiere casar! Tienes que rescatarme.

-Ni hablar. Yo estoy de vacaciones y tú debes jugar el papel de buen hijo. Has estado muchas semanas cometiendo excesos que por teléfono no puedo nombrar.

-¡Pero te los estás imaginando!

-Claro que me los estoy imaginando. –Sonreí de nuevo, ahora con mucho más motivo-. Es como si recordara una película.

-Starring: Oriol Vidal. Ya lo sabes, Nacho Vidal es mi primo y yo tendré un pollón como él. Te gustará comérmela.

-Ya me gusta ahora. Pero oye, ¿tú tienes que contarme algo?

-¿Yo? No sé… ¿algo nuevo?

-¿Sabes? Cuando te despediste en La Seu te vi muy alegre. Demasiado alegre para una despedida que puede ser para siempre.

-¿Para siempre? ¡No, eso jamás! ¡Me cortaría las venas! ¡No podría resistir una vida sin tu polla!

-Deja de hacer comedia y respóndeme.

-No me gusta estar triste.

-No, tú estabas contento por otro motivo… Más que contento, estabas triunfante. ¿Qué habías ganado?

-No sé a qué te refieres.

-Ya. ¿Cómo fue el último tramo del viaje, con Ray?

-Ah, muy bien. Conduce que te cagas. Él dice que se ha moderado porque soy un niño, pero… ¡cómo le pisaba en las curvas!

-¿Y tú cómo lo sabes, si apenas has mirado la carretera?

Un breve silencio expectante se resolvió con una risita.

-No puedo hablar de eso. Prometí llevarme el secreto a la tumba.

-Tú quizá prometiste guardar el secreto, pero tu sonrisa te delató. Y a Ray… le faltó tiempo para largarlo.

-Tenemos que ir a las fiestas de Majadahonda.

-¿Para estar con Lalo?

-No. Bueno, sí. Pero también quiero terminar lo que comencé con Ray.

-Ah, ¿pero no lo acabaste?

-¿Qué te ha contado él?

Me estaba basando en suposiciones, pero si continuaba siendo ambiguo seguro que el enano me lo contaría todo con pelos y señales.

-Él no ha entrado mucho en detalles, pero bueno, tú eres más listo que el hambre, y por Lalo te enteraste que a Ray le gusta que se la coman cuando conduce… No tardaste ni cinco minutos en sobarle el paquete, y él terminó cediendo

-Eso es lo mejor.

-¿Qué?

-Las personas que dicen que no, cuando quieren decir que sí.

-¡Eres perverso!

-Sí. Imagínate. Venía una carretera estrecha y mala, con muchas curvas cerradas, así que no iba muy quemado. Yo le miraba el paquete, que lo tenía gordo. Él se ha dado cuenta y ha hecho un gesto con la cabeza, como diciendo: "ya sé por dónde vas, ni lo intentes". He esperado un rato y he dejado caer la mano sobre el brazo de su asiento. Yo miraba para el otro lado, pero sabía que él controlaba mis movimientos. He esperado un rato y he bajado la mano hacia mi muslo, como si me rascara. Y claro, por el camino la punta de mis dedos ha rozado su pierna musculosa. Luego he repetido la operación. ¡Lo estaba poniendo nervioso!

-¿Nervioso? Lo estabas calentando a marchas forzadas.

-Luego le he dicho: "¿Esto es todo lo que corre este trasto?". Y se ha cabreado, pero se ha contenido. "¿Me estás provocando?", me pregunta. "¿Yo?", le he respondido inocente. Pero la provocación ha hecho su efecto, y ha acelerado. Me ha dicho: "Sujétate, que te vas a cagar", y adelante.

-¿Adelante?

-Cuando no se lo esperaba le he puesto la mano en el paquete. "Quieto", me ha dicho, pero yo le he acariciado los huevos y se dejaba, sin apartar la vista de la carretera. Luego me he atrevido a bajarle la bragueta.

-¡Mentiroso! Llevaba unos pantalones sin bragueta, de cintura elástica.

-¡Es verdad! Bueno, pues le he metido la mano dentro del elástico. Estaba a punto de reventar. Ah, y no llevaba ropa interior.

-Eso es cierto. Sigue.

-Y ahí se ha terminado todo. Insert coin. Se me acaba la batería.

-Mira que bajo a Barcelona y te corto los huevos. Te he regalado el móvil con la batería cargada.

-¡Qué pena! Oye, ¿Por qué no te vienes de vacaciones a Córcega? Yo averiguo el nombre del hotel, tú te presentas ahí por casualidad y

-Continúa con el relato.

-Sólo si te haces una paja a mi salud.

Me di cuenta en ese momento de que mi sexo estaba en total expansión. Precisamente a pocos metros se hallaba un área de descanso y me desvié. Busqué una sombra aislada y me relajé.

-¿Por qué no respondes? –me interrumpió su voz infantil.

-Estaba aparcando. No puedo pajearme, sujetar el teléfono y conducir a la vez.

-¿Te la estás tocando? Yo también. Me llega hasta la puerta.

-Pues será que el baño es muy pequeño.

-Muy gracioso. Te vas a quedar sin saber cómo acaba todo. No, si aún no ha empezado

-O continúas o cuelgo. Ya me están cansando tus tonterías. Estamos hablando de algo muy serio.

Se quedó un rato pensativo. Estoy seguro de que no tenía conocimiento de la gravedad del tema. Era un niño despierto, pero inconsciente. Luego continuó como si no pasara nada.

-Bueno, pues le sobé la polla un rato. La tiene muy gorda, creo que más que tú. La puta goma de la cintura ponía obstáculos, así que usé las dos manos, pero en las curvas me desequilibraba. Hasta que he decidido quitarme el cinturón de seguridad y agacharme. Ha gemido como un puto cuando se la he chupado. Verás, la posición era incomodísima, pero yo tenía hambre. ¿Por qué será que me gustan tanto las pollas? Al cabo de un rato tenía la mano derecha, la que tiraba del elástico, completamente destrozada. El capullo lo ha notado y sin dejar de conducir se ha bajado el pantalón hasta los muslos. Ahora sí, era toda mía. Se la he chupado como un niño se toma un biberón. No podía con toda, pero yo creo que me he comido tres cuartos o más. Oye, no tiene frenillo, ¿lo sabes?. Claro que lo sabes, si llevas diez años chupándosela. Me gustaba mirarle los bíceps y los abdominales mientras le lamía el capullo. Está fuerte el cabrón. Y tiene una polla bien gustosa, ¿no? Respiraba muy profundo, como si jadeara, y yo que en las curvas perdía el equilibrio, pero si la curva era hacia la izquierda, el empuje me hacía tragar más y más… casi me ahogo. También le he chupado los huevos, pero no podía más que con uno. Los tiene muy grandes. Y luego me he bajado los pantalones y he comenzado a pajearme. El cabrón me ha ignorado todo el rato, ni media palabra. Sólo gemidos hasta que se ha corrido. Creí que nos íbamos a matar, porque mientras se corría ha pegado un acelerón que me ha obligado a tragar a fondo y casi me voy a los asientos de atrás. Me lo he tragado todo. Todo, todo, ni una gota desperdiciada. Yo ya estaba a punto, pero va el tipo y me agarra de la cabeza y me separa. "Basta". Y yo: "Una mierda. Tú te has corrido y yo quiero correrme". Parecía que la carretera se arreglaba, porque el coche no se movía tanto. "Hazte una paja". "Vale, pero con tu nabo en la boca". Lo ha aceptado con desgana. Yo le miraba y tenía la vista perdida. Intentaba evitar el mirarme a los ojos. ¿Tú crees que le caigo mal? Es muy raro, no me miraba a la cara.

-No te preocupes, le caes muy bien. Sólo que te encuentra… digamos… muy joven.

-¿Tiene manías?

-Bueno, más o menos como el 97% de la población mundial

-Me ha gustado chupar con sabor a leche. Le he pegado una mamada sensacional. Yo creo que la chupo muy bien. ¿No te parece que podía dar clases de chuparla? ¿Te la estás tocando?

-Sigue.

-Ya veo que sí. Yo también, pero tengo el capullo un poco rojizo. Me va a costar correrme. Sigo. La carretera era mucho mejor, y me ha chocado que ya no tenía ganas de correr. Conducía suave. Ha abierto una ventanilla y mi pelo se movía con el viento. Me he esmerado para que la segunda chupada fuera mejor que la primera, y es que el coche no se movía tanto. Y he comenzado a hacer teatro. Me contorneaba y me metía el dedo en el culo. Él no miraba pero sé que de reojo me veía. Me he llevado parte de su leche hasta el culo y me he acariciado. Tenía el cuello retorcido, pero yo quería que el tipo me viera el culo abierto. Y de pronto ha parado. Se ha metido por un camino de cabras y se ha parado. La vegetación nos cubría casi por completo, y supongo que no había nadie por allí, porque me ha empezado a acariciar el cuello y la cabeza. Enredaba sus dedos entre mi pelo, y yo chupaba con más ahínco y le lamía la parte donde está el frenillo que no tiene, y ya estaba gimiendo otra vez. Yo estaba tan a gusto que no me quería correr todavía, y de repente se ha alzado y se ha arrodillado sobre el asiento. Yo estaba tirado por el suelo, y notaba sus brazos que me atrapaban la cabeza y me la metía entera o casi entera. Yo procuraba meterme los dedos en el agujero y que él lo viera, pero en esta posición no era posible.

-¿Por qué no se lo pedías directamente?

-No me daba la gana. Quería que me follara sin pedírselo. Quería que le vinieran las ganas y que lo hiciera por decisión propia.

-No entiendo muy bien por qué.

-Yo tampoco, pero no quería suplicarle. Así que me he pasado a los huevos. Le gusta mucho que se los chupen, pero no he podido meterme más que uno. Ray me ha ayudado a intentarlo, los separaba y quería meterlos uno a uno, pero no ha habido manera. Pero al chuparle los huevos yo he cambiado de posición, y me he echado sobre mi asiento, con el culo bien abierto ante sus narices. No ha tardado mucho en caer.

-Hablas como un seductor profesional.

-¿Lo dices por lo de caer? Si yo me lo propongo, todos caen. Y entonces va y me pega un tirón. Se estaba escupiendo en el capullo cuando me he sacado la crema del bolsillo. Tu crema. Sí, ya la puedes buscar en el coche. La tengo yo. Me ha puesto a cuatro patas y me la ha metido poco a poco, como si no quisiera lastimarme. Por cierto, en la raíz la tiene más gorda, ¿no? En esos momentos no sé si me miraba, pero me ha agarrado por la cintura y embestía como un toro. Dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera

-¡Vaaaale ya!

-Yo quería verle la cara, verle a él. ¿A ti no te pasa? ¿No te gusta mirarle a la cara al que te está follando? A mí, sí. He pensado: yo me doy la vuelta sin sacarla. Y no veas lo que he hecho. Cuando ha entendido mis intenciones me ha ayudado a girar sobre el eje de su polla. Y eso lo ha calentado una pasada. Se ha puesto a follar como si se hubiera vuelto loco, y cerraba los ojos. Bueno, si los abría un poco los tenía en blanco, así que creo que estaba disfrutando como nunca. Resoplaba y maldecía, y a mí me daba un poco de miedo que no me petara, si no fuera porque estaba disfrutando tanto como él… Me he metido tres dedos, pero no me viene. ¿Y tú?

-La tengo a reventar por tu culpa. Eres un pequeño vicioso. Con razón Ray tiene luego problemas de conciencia.

En seguida me arrepentí del comentario que había salido de mis labios. Oriol no preguntó pero se quedó extrañado. Yo, que me estaba manoseando con lubricidad extrema y a punto de correrme me encontré invadido por el recelo. Vi de nuevo a Ray con su rostro amargo soltando improperios a traición. Sí, podía entender que alguien se sienta incómodo ante la reducida edad de su amante, pero ¿por qué lo descargó todo contra mí? No fue él, al fin y al cabo, quien cedió a las demandas diabólicas del muchacho? Se me fueron las ganas de masturbarme. Guardé la herramienta y las balas se quedaron en la recámara.

-¿Pasa algo? –se escuchó al otro lado del aparato.

-Cariño, no te corras. Debes dejar descansar a esa polla tan afanosa que tienes.

-Es que me excita haberme tirado a un supermacho como él. ¿Sabes?, he decidido comenzar una lista de los tipos que me follo. ¿Tú tienes una lista?

-De jovencito me hacía ilusión, como a ti. Pero luego lo dejé. Mantenerla al día costaba mucho trabajo.

-¡Fantasma! Seguro que… Ah, mira, tus trofeos de este verano: Jordi, Lalo, Ray, el de la boda… y un tío buenísimo que era el más sexy en el hotel… ¿Cómo se llamaba? Le llamaban el Jefe, pero ¿cómo se llamaba?

-El Gran Follador.

-El mismo. Tú me pusiste el nombre. Tú eres el responsable de mi destino.

Pensé que las palabras de Oriol, aunque aparentemente inocentes, contenían algo de verdad. Ray lo había deducido irreflexivamente, pero yo sabía que mi influencia sobre el enano era limitada. Su futuro era ser un gran follador, pero no podía hacerme responsable de ello.

-Oye, ¿y por qué decías que no habías terminado con Ray?

-Espera, que acabo. Se ha corrido dentro de mí con una furia brutal, gritando como si estuviera poseído. He buscado su boca, pero no he encontrado ni su mirada. Se ha quedado mirando al horizonte, es decir a unos arbustos que había por allí. Yo he escupido su leche por el culo y me he embadurnado el pecho y la barriga para que él lo viera. Lo ha visto, porque ha puesto cara de desprecio. Me da igual. Creo que apestaba a leche, porque me ha pedido que me lavara en un arroyo antes de salir. Ha vuelto a conducir como un loco, y no me dirigía la palabra. Después de un rato callado, me suelta: "Esto no ha pasado". Vaya tío más raro. Está buenísimo, pero que raro es. Y ha añadido: "Lo que ha pasado esta tarde no se lo debes contar a nadie. Jamás". Le he respondido: "¿Cómo puedo contar algo que no ha pasado?" pero no le ha hecho gracia. Estoy seguro de que, a pesar de la seriedad con que conducía, si le llego a tocar de nuevo la polla me lo follo otra vez. Pero me ha dado miedo.

-Mejor. ¿Y?

-Pues que yo quería follarlo. Tengo que metérsela. Sí, ya sé que una pollita como la mía es una birria para su culo musculado, pero tú la aceptas bien, y te hago disfrutar

-Yo te quiero, y no precisamente poco. Eso también ayuda. Ray no quiere a nadie. No ha aprendido todavía a amar a otra persona. Diría más: no quiere aprender. Considera que querer a alguien es una debilidad.

-Pero a ti te quiere, ¿no? Diez años son diez años.

-Sí, me tiene cariño, pero querer, amar… es otra cosa.

-Yo sí te quiero. Pero te querría más si te casases con mi madre. Aunque no soportaría que te la follaras. Bueno, sí. Después de follar con ella tendrías que pasar por la ducha antes de meterte en mi cama

-Deja ya de soñar y corta la comunicación. Y recuerda: si tu madre te pilla el móvil te lo has encontrado, ¿eh? Si eres listo podemos ser amigos y amantes mucho tiempo. Que no te pillen.

Más relajado, repasé la lista de agravios que tan mal había encajado una horas antes. Podía llegar a comprender una actitud tan insultante por parte de un amigo. Lo que no podía hacer era perdonarla. La seguridad obtenida por las últimas revelaciones de Oriol me había dejado cansado. No me apetecía demasiado continuar mi viaje hasta la Costa Brava. Después de un breve titubeo, decidí aprovechar la proximidad de la casa de un amigo de adolescencia como escenario reconfortante. Más si se tiene en cuenta que me quedaba pendiente un affaire con su hermano, ahora ya mayor de edad. Una llamada de teléfono confirmó su disponibilidad incondicional. La pesadumbre se había alejado y la perspectivas de ver a Genís me aportaron nuevas energías. Poco esperaba que me sorprenderían aventuras apasionantes durante mi estancia allí*, pero sin duda las agradecí por lo que tenían de distracción y esparcimiento.

Sonó insistente el timbre de mi móvil. No atinando dónde me encontraba, alargué el brazo hacia la mesilla, pero me golpeé la mano. El mueble, rústico pero discreto, era más alto de lo esperado. Alcancé el aparato aún desconcertado, como si llevara poco rato de descanso nocturno. Cuando vi lo que me anunciaba la pantalla me quedé pensativo. Eran más de las cinco. Debía responder?

-Dime.

Un silencio revelador. Luego, un suspiro lejano.

-¿No vas a decir nada? -me impacienté.

-¿Aún estás enfadado?

-¿A ti qué te parece?

-Que tienes motivos. Pero te llamo para disculparme.

-Me ha dolido un montón tu actitud. Disculpar parece fácil, pero te juro que no me apetece nada.

Era fácil olvidar que Ray tenía más de veinte años. Su voz no delataba que fuera un adulto. Más bien su actitud titubeante y el temor con que me hablaba recordaba otras conversaciones parecidas después de distintas actitudes adolescentes que reclamaban perdón. Sí, su actitud de la tarde anterior acusaba una absoluta inmadurez.

-Seguro que tú sabes comprenderme -insistió.

-No se trata de eso. No puedo estar toda la vida perdonando actitudes propias de un niño mal educado. Has echado por la borda diez años de mi vida. Me has amenazado, me has tirado a la cloaca. ¿Me lo merezco?

-Tú me abriste una puerta... y yo no sé si he sabido adaptarme...

-O sea que soy el culpable. Voy a colgar.

-No, espera, déjame explicarte... No es fácil... Hay momentos en que no te paras a reflexionar... y la cagas.

-¿A qué momentos te refieres? ¿A esos momentos en que te encuentras ante un culo dispuesto? ¿A esos momentos en que vendes a tus propios amigos?

Tardó un rato en responder.

-O sea que ya lo sabes. ¡Maldito niño!

-Maldito niño, ¿por qué? ¿Acaso él tiene la culpa de tu inmadurez?

-Soc, por favor, cálmate. Necesito recuperar al amigo comprensivo para aclararme las ideas.

-Ya no existe. Fue vapuleado y lanzado al estercolero.

-No dramatices. Deja que te diga que todo lo que te dije y la forma en que te lo dije fue una enorme estupidez. Te lo juro, me dejé llevar por una sensación rara, un remordimiento extraño...

-¿Remordimiento? Ya es raro en ti! Has sido capaz de salir con tres chicas a la vez sin siquiera ruborizarte, has utilizado descaradamente a personas que te amaban para tus fines caprichosos, has jugado con los sentimientos de personas que te querían verdaderamente...

-Ya te he pedido perdón.

-No, si no hablaba de mí, hablaba de otras historias que, afortunadamente, no me tenían como protagonista, pero que he tenido que vivir desde la primera fila...

-Pero yo he cambiado...

-Sí, ya me he dado cuenta esta tarde. Sólo te faltaba pegarme un tiro.

-¡Joder! Es que no podía entender cómo me había dejado arrastrar por un niño...

-Y has decidido que la culpa era mía.

-¿Por qué las cosas son tan complicadas?

-¿Por qué las complicas tanto?

-¡Parece que no lo entiendas! ¡Me he clavado a un crío!

-¡Tú siempre tan delicado! Lo que más me jode es que eres un jodido homófobo.

-¿Yo? ¿Acaso no he estado contigo... hasta las últimas consecuencias?

-No me hagas reír. Siempre has puesto trabas a nuestras relaciones. Yo diría que has accedido a pequeñas manifestaciones sexuales para no perder lo que venía en el mismo lote: una lealtad incondicional, una dedicación desinteresada... Solamente has cambiado este último verano. Por fin te despojaste de todos tus prejuicios y te lanzaste a la cama libremente... o por lo menos lo parecía.

-¿No olvidas que yo soy claramente heterosexual?

-Precisamente por eso digo que eres homófobo. ¿Acaso tuviste remordimientos cuando te petaste a la hija de tu asistenta? ¿No recuerdas las conversaciones insistentes acerca de las jovencitas? Jamás te planteaste si resultaba o no oportuno petarse -como dices tú- a la pobre chica. Tus consideraciones morales, que yo creo que son pura hipocresía, ¿se dan únicamente cuando el sujeto es de sexo masculino? ¿Debo recordarte que la chiquilla tenía tan solo un par de años más que Oriol?

Silencio.

-¿No respondes? -insistí-. Me censuras porque me relaciono con jovencitos pero olvidas cuánto me necesitabas cuando tenías más o menos la misma edad. Debo desprender que me utilizabas, ¿no?

-Yo era un poco mayor. Y no era tan infantil.

-¿Te atreves a llamar infantil a Oriol? ¿Por qué? ¿Porque sabe lo que quiere? ¿Porque consigue lo que desea sin remordimientos? ¿Porque tiene una mentalidad abierta? Tú te morías de ganas de sexo conmigo pero estabas muerto de miedo, comido por los prejuicios burgueses. Vamos a dejarlo, no quiero recordar esos detalles macabros.

-Tienes razón, como siempre. Pero tú sabes que he evolucionado. Tú eres la única persona decente con quien me relaciono. Eres mi único verdadero amigo. Y tampoco es que seas muy normal.

-¿Y quién es normal? Todos tenemos nuestras cosillas. A mí me gustan los jovencitos. Mucha gente lo ve mal, pero yo estoy bien conmigo mismo. No tengo de qué avergonzarme. Debo esconderme, sí, pero es porque la sociedad se vuelve cada vez más conservadora. Pero si no fuera como soy, jamás hubieras disfrutado de la amistad verdadera, jamás hubieras despertado mi interés.

-Veo que ya no estás tan cabreado.

Guardé silencio. Siempre me encantó discutir con Ray, incluso echarle por la cara su comportamiento insensible y ególatra, pero invariablemente terminaba comprendiéndolo y justificando su comportamiento por la educación clasista recibida.

-¿Dónde estás? -dije al fin.

-En el coche, en la calle, en Andorra. ¿Y tú?

-En casa de un amigo. ¿Y qué has hecho desde que te dejé?

-Arrepentirme de todo lo que te he dicho. Pero ya sabes que soy un cobarde y me cuesta mucho pedir perdón. Me han enseñado a pasar por encima de los demás. Por la tarde me he ido de compras. He estado en las tiendas de tuning y... ¿recuerdas a aquella chica de la tienda?

-¿La rubia?

-Sí. Cuando ha salido del trabajo hemos ido a cenar y me la he llevado a mi hotel.

-¡Qué primitivo eres! ¿Tenías que demostrarte a ti mismo que continuabas siendo macho porque habías disfrutado del placer con un chiquillo?

-Si quieres entenderlo así... No es fácil asumir que...

-¿Mmm?

-Aún no lo he asumido. Tú sabes que he estado con montones de chicas... de todas las edades...

-Sí -afirmé, recodando las ocasiones en que Ray había follado incluso con las madres de sus amigos del cole.

-Pues bien... ¡Joder! ¡Tengo a más de trescientas en mi agenda!

-¡Que bruto eres! ¿Seguro?

-Seguro. Pero nunca... No sé... ¡El chaval me ha puesto a cien!

Me apetecía escuchar su parte de la historia, así que decidí animarlo.

-¿Qué te ha hecho?

-Ya lo sabes. Por lo visto ya es de dominio público lo de mi afición porque me la coman en plena conducción, así que ha atacado por ahí. El cabronazo sabe cómo tocar, cómo agarrar, cómo lamer, cómo chupar... Es un puto de primera. No creo que nadie pueda resistirse. Me ha chupado como si le fuera la vida. Y se recreaba con mi leche en la boca, se relamía, me provocaba... Yo no quería mirarle a la cara, pero de reojo veía su cara de satisfacción... Realmente le gustan las pollas. No es vicio, es amor.

-¿Cómo?

-Me refiero a que mamaba casi con adoración. Se la tragaba entera, el rubito. Notaba cómo resoplaba por las fosas nasales contra mi estómago. Creo me he bajado los pantalones. No hasta los tobillos, sólo hasta los muslos. Y él se ha abalanzado sobre el trofeo como si estuviera sediento, hambriento. Me la envolvía con la lengua, dejaba que el capullo entrara hasta rebasar su campanilla, abrazaba con los labios... Un masaje extraordinario... la... la...

-Dilo ya.

-La mejor mamada de mi vida. Lo siento, te ha desbancado. Ya hace tiempo que acepté que los hombres la comen mejor, pero ¡es que es un niño!

-Otra vez los prejuicios.

-Y luego ha comenzado con los huevos. No podía con los dos, pero no se ha cortado. Uno dentro de la boca, probando las maravillas de la depilación. El otro fuera, lo acariciaba con la manita, suavemente. Y después regresaba a la polla, me envolvía el capullo como si le fuera a hacer una funda a medida... hasta que me he corrido. Ya no podía más. Casi no veía la carretera. Venía una recta no muy larga, y he acelerado mientras le escupía en la boca toda la leche. Casi me desmayo, porque no ha dejado de envolverme el rabo en todo momento. ¿No dices nada?

-No. Se me está poniendo dura.

-Y a mí. Y me jode.

-No empieces de nuevo. Debes considerarte afortunado.

-Puede ser. Después de la recta venía una curva cerrada y casi nos matamos. Pero el cabrón no la ha soltado. Yo estaba entre admirado por el placer que había sentido y arrepentido por la edad el chaval. He intentado liberarme pero no me ha dejado. Él también quería correrse, y ¡vaya si se ha corrido! Se la ha zampado de nuevo como si fuera su primer caramelo. Y se ha comenzado a tocar. Yo no me había fijado que se había bajado los pantalones. Su polla estaba tremendamente dura y se pajeaba mientras me la chupaba. Tenía los labios llenos de leche espesa. He decidido moderarme y conducir suavemente. Mi polla se mantenía firme, deseosa de continuar. Y va el tipo y se da la vuelta sin dejar de mamar y me enseña su culo, abierto de par en par. Se ha metido un par de dedos sin parar de chupar, trabajando sobre todo la punta... Me estaba encendiendo de nuevo. La carretera había mejorado, así que, en cuanto vi un camino lateral, me metí. No había tenido tiempo de echar el freno de mano que ya tenía su culo ofreciéndose desvergonzadamente. No he podido más.

-Vaya.

-Se la he metido. Y no me costó nada, no lo lastimé ni le hice sufrir. Todo por tu culpa.

-No soy el único que ha contribuido a la elasticidad de ese agujero. ¿Y qué opinas?

-Lo más dulce y tierno que he follado en mi vida. Sí, ahora que lo he aceptado puedo reconocerlo. Es la cosa más tierna del mundo.

-Pues...

-Escúchame bien, porque no lo voy a repetir: es una cosa que no se puede describir con palabras. Es una carne... no sé... maciza pero tierna a la vez, es el paraíso de la dulzura, es pura suavidad... Y ahora que lo he dicho... no lo voy a repetir jamás.

-¿Qué?

-Es muy fuerte. Puede ser peligroso. Me da miedo. Te puedes enganchar. Y no quiero convertirme en un drogata de nidos infantiles. Es demasiado... como para resistirlo sin volverse loco. No lo voy a repetir.

-No hay que ser tan radical.

-Lo digo en serio. No quiero volver a ver a Oriol. Me da miedo. Es capaz de conseguir que cambie todos mis gustos. Seguro que se me pone delante y antes de diez segundos ya me lo estoy petando. Y no quiero.

-No seas ridículo... No tienes que cambiar nada. Debes aceptar las cosas como vienen. Has tenido una oportunidad y la has aprovechado. Nada más. Es muy difícil que vuelvas a encontrarte con un chiquillo tan seductor.

-Estando cerca de ti, lo dudo.

-No te pases. Oriol, se cruzó en mi camino como se cruzó en el tuyo. Yo no lo busqué. Me costó bastante lanzarme, porque tú ya sabes que prefiero la adolescencia. No le guardes rencor porque te ha hecho disfrutar mucho más de lo que hubieras imaginado jamás. No seria justo. Nada sucede si uno no quiere. Yo lo veo así.

-Claro, pero es que tú lo quieres.

-¿Y qué hay de malo en ello? Te aseguro que a veces me das lástima.

-¿Por qué?

-Porque eres una máquina sexual, pero sólo una máquina. No puedes percibir el placer completo.

-Ya. De eso me vas a enseñar a mi...

-Escúchame. Tú has visto a Oriol como un pedazo de carne,. como un agujero que te ha acogido cálidamente y te ha proporcionado un placer extremo. Es como ves a las chicas, como agujeros accesorios que te ofrecen calidez. Si supieras ver a tus amantes como personas... No sé... Creo que a mí, este verano, me has tratado en la cama como a un amigo, no como a un accesorio sexual. Si fueras capaz de entenderlo y practicarlo...

-Ya. Tengo que amar a Oriol. ¡No te jode!

-Pues sí. Es, antes que nada, una persona. Y un encanto. Es ocurrente, inteligente, sensible, pícaro... Y tierno. Un montón. Y si se sabe combinar sabiamente esa ternura con el sexo, mezclarlo todo con el cariño... lo que puedes llegar a sentir no es de este mundo. El sexo es el mejor invento de la humanidad, sin duda. Pero el sexo con amor...

-Eres un romántico. Tú a lo mejor puedes amar, pero yo...

-Tengo la esperanza de que algún día me sorprendas. Que vengas y me digas: Soc, estoy loco por tal o cual. Y te juro que ahora sí que he descubierto el verdadero placer.

-No sueñes más.

-Bueno, pues prepárate,porque Lalo nos invitó a las fiestas de Majadahonda. Yo voy a ir. Y si Jordi y Oriol quieren, vamos los tres. Supongo que me podrás acoger en tu casa, ¿no?

-¿A ti? Claro. Y a Jordi, si quieres. En la habitación de invitados hay cama de matrimonio. La Suite Nupcial, para vosotros. Pero el pequeñajo, que duerma con Lalo.

-¡No seas inhumano! Piensa en la ternura de sus carnes...

-No me lo recuerdes, que aún la tengo tiesa. Me he estado pajeando mientras te lo contaba.

-Yo también. Es que no me lo quito de la cabeza. Allí en el bosque, el coche camuflado entre los matorrales... Oriol, agazapado, luciendo su constitución atlética y esa piel, prodigio de la suavidad... Tú con tu rabo enorme ensartando esas fibras extremamente firmes, a la vez que tiernas... Entras y sales, mientras observas sus anchos hombros, sus omóplatos bien marcados, acaricias su cuello, ese pelo tan rubio y liso que sirve de telón a la belleza penetrante del azul de sus ojos... Notas cómo la metes entera, cómo traspasas sus entrañas acogedoras, cómo se cierra para que el roce sea imparable, cómo te agasaja con sus caricias internas, cómo se entrega para que sientas el mayor placer que existe en el mundo... Y ladea la cabeza, buscando tu mirada. La encuentra y te da a entender que quiere mirarte, adorar tu cuerpo musculado, lamer con la mirada tus pectorales, esas fibras tan trabajadas y tan armoniosas... Y lo agarras por la cintura... delicadamente le das la vuelta... sin salir de su interior... Y te encuentras con esa provocación absoluta que es su belleza, ese rostro aniñado pero perfecto, esa nariz algo respingona, esos labios hambrientos que han saboreado largamente tu polla, esa lengua que ha lamido con entrega absoluta el contorno de tu glande, que se ha parado donde el frenillo, pero no hay frenillo... Mejor, más sensibilidad, tanta sensibilidad que con la mamada te ha vuelto loco... Y lo recuerdas mientras te clavas en sus entrañas, saboreando con el tacto el mejor camino hacia el cielo... No puedes dejar de mirar su boca, sus dientes tan simétricos, su lengua seductora. Te clava la mirada en tus ojos. El mar y la miel, el mar contra la miel. Es como si vieras las profundidades marinas en el fondo de sus ojos, el porqué de las cosas, el origen del hombre. Es un azul intenso, abismal, inalcanzable. Tu mirada se refleja en el azul absoluto. Eres un barco dispuesto a naufragar en su inmensidad azulada... Y deseas decírselo, deseas decirle cuán bello es, cuán exclusivo. Deseas comunicarle por lo menos la mitad del placer que él te ofrece, y buscas su boca y se lo dices, no con palabras, sino con la sutileza de un beso acalorado y profundo, con el roce de la lengua, con el lenguaje de la piel, le dices que es un encanto, que te está proporcionando un torbellino de sensaciones que casi te marea, que te está haciendo dudar de tu integridad, tan entregado te sientes a perforar sus adentros y a absorber sus esencias... Lo besas y lo cabalgas, y tu mente repite un mensaje que es puro agradecimiento... Y te abrazas como si no quisieras perder su presencia aturdidora, como si quisieras conservarlo para siempre, como si quisieras permanecer para siempre rodeado por sus fieles carnes que te dan el mayor placer que existe... y tu mente repite: te quiero, muchacho extraño, provocador nato, belleza sublime, perfume envolvente; te quiero, atleta prematuro, amigo ingobernable, trasero prodigioso, sonrisa impecable; te quiero, duende travieso, amante devoto, ladrón impune, tesoro indescriptible... Y mientras se acentúa el abrazo para poder captar más y mejor la intensidad del poema, unidas las carnes por tantos puntos entregados, le arrojas al interior la semilla del amor, el testimonio de la consagrada contienda, mientras enloqueces de cordura por culpa del paroxismo de sensaciones que tu castigado cuerpo experimenta...

-¡Aaaaah, cabrón, cómo te pasas! ¡Me muero!

-Nos vemos en Majadahonda.

-¡No me cuelgues, cabrón, no me cuelgues!

-Debo dormir.

  • V・ase El h・roe inconsciente 1.