Terremoto

Una inocente fantasia

Soy V, director de proyectos de una multinacional de consultoría. Estoy desplazado en la costa de Chile haciendo un proyecto para una importante conservera española que tiene allí una factoría. Después del terremoto del 2010, están remodelando parte de la factoría y para seguir trabajando han montado unas naves prefabricadas de manera provisional mientras finalizan las instalaciones definitivas.

Una de estas naves es la que han destinado como dependencia de Dirección. Y aquí es donde estoy trabajando. Resulta chocante ver unas paredes de baratas y  antiestéticas mamparas prefabricadas y estar sentado ante una enorme mesa maciza de nogal y raíces y en mullidos sillones de cuero negro con respaldo alto. Son la mesa y sillones de la sala de reuniones de la factoría original a la espera de que se finalice su ubicación definitiva.

Y no estoy solo.

En mi proyecto han asignado a M, una simpática compañera con la que ya he colaborado en algún otro proyecto. Es más baja que yo, delgada, pelirroja, pecosa, de piel blanca, con un culito precioso al que dan ganas de comer a besos. En el plano teórico, evidentemente. Soy un estricto cumplidor del refrán ‘donde tengas la olla, no metas la p …. ¿unta de la nariz?’ (no, no era eso).

Llevamos dos semanas trabajando a tope. Eso incluye sábados y domingos. Los que han vivido esta vida de proyectos con plazos de entrega delimitados y en los que encima estas desplazado, saben que no existe nada más que trabajo. Y más cuando has negociado trabajar a tope para cumplir plazos y poder regresar pronto a casa. Es triste, puedo decir que he estado 5 días en Oslo. Y no llegué a salir del hotel ubicado en el aeropuerto. No tuve ni que enseñar mi pasaporte.

Viernes tarde.

Todo el personal de la empresa se ha ido, incluyendo a los operarios de la planta. Al no estar plenamente productiva, se han reducido planes de pesca y turnos en la factoría para ahorrar costes. Y esto implica dejar de ganar dinero, con lo que los plazos urgen. Estamos los dos solos, revisando las nuevas especificaciones del área logística.

Empezó de repente.

Todo se puso a temblar, el suelo, las mamparas, nosotros. Y a la vez llegó el ruido, bronco, grave. Lo sientes antes por los pies que por los oídos. Tardé instantes en darme cuenta de lo que pasaba. Vi la cara de M, ya de por si pálida, totalmente blanca. En un acto reflejo, cogí a M y me metí con ella debajo de la mesa. Supongo que ver algunos documentales de Discovery Channel me indujeron a hacerlo.

Debajo de la mesa la abracé fuerte. El temblor y el ruido seguían. Era eterno, no paraba. La luz se fue. Luego vino el chirrido y el ‘bloooom’. Las estructuras laterales de la nave no aguantaron y la cubierta de deslizó, cayendo al suelo. El ruido y el temblor seguían, yo no podía respirar del miedo que sentía y la oscuridad lo hacía peor. ¡Qué largos se pueden hacer 55 segundos!

¡Bendita mesa de consejo! Al ser de material prefabricado, la techumbre era relativamente liviana. El tejado no se había roto del todo, se había dividido en tres secciones y solo había caído la central, que además no cayo a plomo sino deslizándose por una de las paredes. Todo esto lo supe más tarde.

Cesó casi de manera tan brusca como había empezado. Los ruidos que llegaban eran de restos de estructura cayendo.

Empecé a respirar por la boca.

M lloraba apretando los dientes. Soltaba una especie de chillido amortiguado. Creo que estaba al borde de un ataque de nervios.

No se lo que hubiera hecho de estar sólo. Pero ver a M, que estaba bastante peor que yo, me hizo olvidarme un poco de mi mismo y preocuparme por ella.

Empecé a susurrarle de manera suave, ‘ssshhhh, ya está, ya paso todo, tranquila’ como cuando quieres calmar a un bebe que está llorando. Le abrazaba con suavidad y le frotaba la mano por la espalda. Le daba besos en la frente. Besos y abrazos como los que le darías a tu hijo pequeño en un momento en que te inspirara ternura. Con paciencia y con cariño.

Poco a poco sus hipos se fueron espaciando.

Seguía agarrándome fuerte de la camisa. Froté mi mano contra las suyas y poco a poco fue relajando algo su presa, aunque sin soltarla del todo.

No se cuanto tiempo tardó en tranquilizarse. Bueno, por lo menos en dejar de llorar y respirar con tranquilidad.

-           Tranquila. M, ya paso todo.

-           He pasado mucho miedo, creía que me iba a morir, el temblor y el ruido no paraban

-           Si, pero al final ha parado. ¿Te encuentras bien?

-           No, estoy asustada.

-           Me refiero a si te notas dolor en alguna parte del cuerpo, algún golpe, no se … Prueba a ir moviendo poco a poco los pies, las piernas, lo que puedas. Hazte una especie de autochequeo.

Noto como me va haciendo caso.

Yo hago lo mismo. Y estiro las manos, para comprobar cuanto espacio tenemos. La mesa ha aguantado bien. Apoyado de espaldas en el suelo, puedo estirar el brazo hacia arriba, aunque sin desplegarlo del todo. Muevo los brazos y las piernas hacia mi derecha y noto las patas de las sillas de ese lado de la mesa. Están caídas, y han entrado casi hasta la mitad de la mesa. Es por ese lado por el que ha deslizado el techo y al hacerlo a empujado las sillas dentro de la mesa.

-           ¿Cómo estás?

-           No tengo nada roto, pero ..

-           ¿Pero que, M?

-           ….

-           Dime, ¿Qué te pasa?

-           Me he meado

Según lo dice se separa un poco de mi. La abrazo y no dejo que lo haga

-           Es normal, con el miedo que hemos pasado.

Ha vuelto a llorar.

-           Eh, eh, tranquila, ya está. Lo importante es que estamos vivos. Piensa sólo en eso.

-           Vamos a morir aquí.

-           Eso es algo que no se. Lo que si se es que ahora estamos vivos y eso es lo importante.

-           Si, pero ¿qué vamos a hacer?

-           Veamos, los dos tenemos una mentalidad analítica y estamos acostumbrados a resolver problemas. Aprovechemos esa cualidad.

-           Esto no es un proyecto, estamos atrapados sin luz, sin aire, nos vamos a morir.

-           No seas derrotista. Primero, vamos a ver de que espacio disponemos. A mi derecha ya he visto que no tenemos mucho sitio. Las sillas están caídas y encajadas.

Me separo de ella para intentar ir en dirección a mi cabeza y a mis pies. De manera instintiva M me agarra la mano con fuerza.

-           No me sueltes.

-           Vale, no te suelto, pero déjame ver cuanto espacio tenemos en el sentido de las patas de la mesa.

-           No podemos ir ni hacia arriba ni hacia abajo, las patas son grandes y macizas. Han sujetado lo que nos ha caído encima, pero impiden el paso.

-           ¿Quieres salir de aquí?

-           Si. Vamos a ver, no. Lo que quiero es ver de cuanto volumen de aire disponemos, tantear un poco el hueco en que nos hemos quedado para hacerme una idea mejor de nuestra situación. Hacia arriba tenemos la altura de la mesa. Ahora voy a pasar por encima de ti para ver que palpo a ese lado.

Giro por encima de ella. En ningún momento me suelta y yo facilito el que mantenga el contacto. A mi también me tranquiliza. No puedo salir de la perpendicular al borde de la mesa. Las sillas están sujetas por la techumbre y parece que detrás de ellas la mampara se ha arrugado como un acordeón. Intento meter la mano entre las sillas, empujo una y se oye un ‘¡clang!’. M tira de mi con fuerza.

-           ¡V! - grita

-           Bien, sin ver nada, mejor no seguir tocando. De todos modos, no me parece que estemos cerrados en una estructura compacta. Las mamparas eran delgadas y supongo que es bastante lógico el pensar que el aire pueda circular por los huecos. Tampoco hay conexiones de gas cerca. Bueno, ni de gas ni de nada. Por si acaso, es mejor que intentemos hablar y movernos poco con el objetivo de consumir el menor oxígeno posible.

Se acurruca a mi lado apretando el cuerpo pero no las piernas sin decir nada. La abrazo, le acaricio la espalda y la beso en la frente. Nos quedamos quietos, cada uno con sus pensamientos. Hago respiraciones tranquilas, de relajación, para intentar quitarme los nervios de encima y poder pensar con claridad.

Aunque la postura es cómoda, empiezo a notar hormigueo en la espalda. Señal de que ha pasado bastante rato.

-           Bien, creo que no vamos a tener problemas de aire.

-           ¿Cómo lo sabes?

-           No se la hora que es porque no veo el reloj. Pero por el hormigueo que siento, debemos de llevar bastante rato encerrados. ¿Tienes calor?

-           No. ¿Qué tiene que ver el calor con el aire?

-           Si estuviéramos en un sitio cerrado, el calor que despide nuestro cuerpo y el enrarecimiento del aire nos haría sentir sofoco. Y yo no noto más calor del habitual.

-           Pero tu cuerpo está caliente.

-           Ya casi siempre tengo calor. Pero no noto más calor ahora que antes. Y con mi asma, si el aire estuviera enrarecido, supongo que lo notaría al respirar.

No las tengo todas conmigo.

Al ser la estructura prefabricada de chapa y plástico, el derrumbe apenas ha levantado polvo, con lo que mis pulmones no se han visto muy afectados. Y el que la temperatura no suba puede deberse a que, al hacerse de noche, la misma fragilidad de las mamparas permita que el frío de la noche refresque el aire de dentro. Pero en determinadas ocasiones, te agarras a un clavo ardiendo.

-           V, ¿qué vamos a hacer ahora?

-           Prepararnos para pasar la noche lo mejor posible. Teniendo en cuenta la hora, no creo que nadie empiece labores de rescate antes de mañana. Y tampoco creo que seamos el primer sitio donde miraran.

-           ¿Por qué?

-           Porque no había gente en la planta cuando ha sucedido el terremoto. Si yo fuera el responsable del rescate, miraría antes en las poblaciones y sitios donde crea que puede haber mucha gente enterrada. Quizás nos debamos preparar para estar aquí bastantes horas.

-           …..

-           ¿Vamos a morir?

-           Rotundamente no. La estructura parece estable. Estamos vivos y sin lesiones graves. Saldremos de esta. Ahora, prepárate para descansar lo mejor posible.

-           No puedo. Estoy incomoda.

-           ¿Por?

-           Soy muy friolera y tengo el pantalón empapado.

No me acordaba que se había meado. No, no era el mejor modo de preparase para pasar unas cuantas horas encerrados.

-           M, vamos a hacer lo siguiente. Tú te vas a quitar los pantalones y las bragas. Intenta secarte con ellos lo mejor que puedas. Yo me quitaré los pantalones y te los dejaré para que no tengas frío. Los tuyos los pondremos en las patas de las sillas para ver si se secan. Cuando lo hagan, si tengo frío, volvemos a cambiar. No te pido tu opinión, es lo que vamos a hacer.

Se queda quieta, sin decir ni hacer nada. Empiezo yo. Me desabrocho el cinto, los botones y la cremallera y me quito el pantalón ayudándome con los pies. No perdemos el contacto en ningún momento.

-           Aquí tienes.

-           Vale. Pero no dejes de tocarme. Necesito estar tocándote.

-           Tranquila, no te soltaré.

Dejo mi pantalón sobre mi tripa. Paso una mano por detrás de su cabeza y la otra la apoyo en su costado. Solo entonces M me suelta y empieza a desabrocharse el pantalón. Noto como sube las caderas para sacarse el pantalón y oigo el frus frus de la tela. Se lo acerca con los pies, le da la vuelta y se seca (mas que secarse, se frota) con la parte baja de las perneras, más secas y limpias. Deja el pantalón a su derecha y, tras unos instantes, noto como vuelve a levantar las caderas para bajarse sus bragas. No se como son, no las veo. La oscuridad es absoluta. Tengo mi mano sobre sus costillas, a media altura entre su pecho y su cintura. De repente soy consciente de esta situación, esta medio desnuda a mi lado. Y sin poder evitarlo me viene a la mente el recuerdo de su culo, que ahora esta desnudo a mi lado. Vuelve a coger su pantalón y a frotarse.

Cojo el mío y lo deposito sobre su estómago. Lo recoge de entre mis manos, palpándolo identifica la cintura. Dobla las rodillas y se lo pone mientras sigue tumbada. Le debe quedar muy grande y por mucho que ate el cinturón, la cintura le quedará totalmente holgada.

Pasan unos instantes en que no se mueve. Yo intento quitar de mi cabeza la imagen de su culo.

-           ¿Más cómoda?

-           Si

-           Bueno, pues ahora a intentar descansar.

-           Vas a pasar frío.

-           Más que frío, con las pintas que tengo, si me vieras, lo que iba a pasar es vergüenza. En calzoncillos, con calcetines y zapatos. Estoy hecho un Don Juan

No se porqué me ha salido este comentario. Pero el caso es que ella se ha echado a reír. Y yo también. Una risa con la que hemos dejado escapar nervios. Me he sentido feliz por hacerla reír en esta situación.

-           Con un poco que alargues el brazo, podrás apoyar  el pantalón y las bragas en las patas de las sillas para que se sequen.

-           Vale, pero no me sueltes.

Se gira apoyándose en su codo derecho y cuelga el pantalón y las bragas. Al incorporarse y con el giro, de modo natural, mi mano izquierda ha bajado de sus costillas hasta su cintura. Cuando vuelve a tumbarse, se desliza hasta su tripa, justo debajo de su estomago. El pantalón le queda grande y mis dedos meñique y anular quedan por debajo de la cinturilla del pantalón.

Nos quedamos quietos.

-           Don Juan, vas a pasar frío esta noche.

-           No te preocupes.

-           Si me preocupo

-           Pues venga, achúchate contra mi y así me das calor.

Sin decir nada, coge mi mano izquierda a la vez que se gira contra mi. Me aprieta, se acurruca y pasa su pierna derecha por encima de las mías en un intento de taparme algo las piernas con la suya. Pone mi mano izquierda en su espalda y me pide que le apriete el pantalón para que no le entre frío por la espalda.

Estamos abrazados, le rodeo toda la cintura con mi brazo. Su cara está apoyada en mi cuello, la parte interior de su muslo sobre mi entrepierna.

Intento no excitarme. Pero es imposible no notar su cuerpo, el calor que despide al respirar. M no dice nada ni cambia de postura. Pienso en hacer algo que me distraiga. Y me quito el reloj. Dejo de abrazarla por la cintura con el brazo izquierdo y lo hago con el derecho. Con el izquierdo, golpeo la pata metálica de una silla.

-           ¿Qué haces?

-           Señales de humo

-           ¿Qué?

-           Golpeo algo metálico con la parte metálica de mi reloj. El sonido es agudo y se propagará bien. Si se lanza un equipo de rescate con perros o similar, les servirá de guía para encontrarnos.

-           ¿Pero no decías que no empezarían el rescate tan pronto?

-           Y no creo que lo hagan. Sólo estaba probando si se oía bien. Y me parece que si.

Es una mentira piadosa.

-           V, ¿qué posibilidades tenemos?

-           Todas, ¿por qué lo preguntas?

-           No, en serio.

-           Veamos, si hay una replica del terremoto, no creo que se nos vaya a caer nada mas encima. Así que por ahí, no veo más problema. Aire parece que tenemos. El cuerpo humano aguanta mucho más tiempo del que la gente se cree sin comer

-           Tengo sed (me interrumpe)

Me callo, ese es el mayor riesgo que veo en estos momentos. No se cuanto tiempo tardarán en rescatarnos, estamos en las ruinas de una nave industrial en el culo del mundo en la que se supone, además, que no había nadie.

-           ¿Vamos a morir de sed?

-           No.

-           ¿Cuanto tiempo se puede estar sin beber?

-           No lo se. Menos que sin comer.

-           Tengo entendido que son muy pocos días.

-           ¡No vamos a estar tanto tiempo aquí!

-           No piensas eso. Y lo sabes.

Tras pensarlo un poco le contesto:

-           Tenemos líquido.

-           ¿Qué? ¿Dónde?

-           En nosotros mismos.

-           ¿Nos vamos a chupar la sangre?

Sonrío.

Está bien mantener el sentido del humor.

-           ¿Has oído hablar de la orinoterapia?

-           No.

-           Es gente que cree que la orina tiene propiedades curativas. Básicamente, siguen una dieta estricta en la que lo que hacen es no comer nada y beberse su propia orina.

-           Hay gente para todo.

-           Y dicen que en la Segunda Guerra Mundial, a los pilotos americanos que iban en misión en el Pacifico, les daban una recomendación no escrita. Si eran derribados en el mar, en vez de beber agua marina, que se bebieran su propia orina.

-           ¿Sólo a los pilotos del Pacifico?

-           Si

-           ¿Por qué?

-           Porque las aguas del Atlántico donde realizaban las misiones son más frías. Y si eran derribados y se salvaban, antes que de sed se morían congelados.

-           ¿Y a los

del Pacifico les sirvió?

-           No lo se. Creo que se los comían antes los tiburones.

Oigo una mezcla de risa – sonrisa. Me hace sentirme contento.

-           O sea, que la alternativa es hacer caso a unos locos

-           Vamos a ver, pensando en el metabolismo humano, la orina nos produce más repulsión de lo que realmente debiera. Básicamente contiene hormonas y sales minerales. Es sangre filtrada y, a no ser que tengas algún tipo de infección renal, aséptica.

-           Vale, vale, me has convencido. Pero sigo teniendo un problema.

-           ¿Cuál?

-           Tengo sed. Y no tengo ganar de orinar. Creo que me he vaciado de agua en el terremoto, al mearme y al llorar.

Un instante de silencio. Hablar de esto ha hecho que baje mi excitación. Pero no estoy muy seguro de que con lo que voy a decir, no vuelva.

-           Yo si tengo ganas de mear.

-           Me parece muy bien, pero tu orina es tuya.

-           No lo tengo tan claro.

-           ¿No?

-           ¿Te parece que soy contorsionista?

-           No

-           Pues ya me dirás como la voy a beber. No tenemos nada para recogerla y no me llego. Dicen que si los hombres nos llegáramos, habría muchos más solteros en el mundo.

-           Perdona, no se porque he dicho esto último.

-           No importa, yo también lo había oído.

El hecho de haber dicho una tontería fuera de lugar ha cortado mi excitación de cuajo.

Pasa un rato, no se si grande o pequeño. Mis ganas de mear empiezan a ser muy fuertes y tengo que hacer fuerza y cruzar las piernas, como hacen los niños pequeños.

-           ¿Qué te pasa?

-           Que me meo y no aguanto más.

-           ¿Y por qué no meas?

-           Porque es el único liquido que tenemos y no quiero desperdiciarlo.

Pasan unos momentos.

-           De acuerdo

-           ¿Qué?

-           Voy a beberlo

-           ¿Segura?

-           ¿Tú eres tonto o qué? Tengo la lengua pegada al paladar y tú no haces más que moverte. Sé que no te vas a aguantar más y en estos momentos, no puedo pensar que tu orina sea algo asqueroso. Sólo pienso que es un liquido que me puede mantener viva. No dejes de tocarme (esto último me lo dice con un tono enfadado)

Separa su pierna de mi y con sus manos me baja el calzoncillo. Algunas gotas de orina se escapan de mi pene. Mueve su cuerpo y su cabeza pegados al mío. Me coge el miembro con delicadeza y lo introduce en su boca. Apenas lo hace y suelto un pequeño chorro de orina. Muy pequeño, aunque lo suficiente para aliviar parte de la presión de mi vejiga. Y entonces soy consciente de la situación. M tiene mi pene en su  boca, ha bebido un poco y esta chupando. No es una felación ortodoxa. Es como si estuviera bebiendo a morro de un porrón.

La excitación viene de golpe. Tres latidos del corazón, tres golpes de sangre han bastado para ponerme firme. Muy firme. Y al empalmarme, la orina ha dejado de fluir. Un hombre en plena excitación no puede mear.

M esta quieta, con el pene en la boca, sin moverse ni chupar.

-           Lo siento. Me he excitado y no puedo mear.

-           ¿No  puedes mear excitado?

-           Ningún hombre puede

-           ¡Pero has meado muy poco!

-           Lo se

-           Casi no he bebido nada.

-           Lo se. Y no creas, no es una sensación agradable notar la vegija llena y no poder mear. Es potencialmente peligroso.

-           ¿Por qué?

-           En casos extremos podría morir por insuficiencia renal. El riñón deja de filtrar la sangre y esta se envenena. Mueres auto envenenado.

-           ¿Por qué te has excitado?

-           ¡M!

-           ¿Por qué?

-           Vaya, ahora la tonta eres tú. Eres una mujer preciosa, tienes un culo de ensueño, hemos sufrido un terremoto lo que hace que la gente este siempre muy tranquila, estoy encerrado y abrazado a ti desde hace un montón de rato, te has quitado el pantalón y las bragas mientras yo te tocaba, has estado abrazada y acurrucada contra mi, oliéndote, con tu cara contra mi cuello….. ehh …., me dejo algo, ¡Ah!, ¡Si! Y ahora te has metido mi polla en tu boca y has chupado como un recién nacido chuparía la teta de su madre. La verdad es que no tengo ni idea de porque me he excitado.

En el silencio que sigue a esta declaración, M no se mueve.

-           Perdona mi ironía.

-           Me gusta tu ironía. Y me gusta lo que has querido decir con tu ironía.

Vuelve a bajar su cabeza hacia mi pene. Pero esta vez no bebe. Sus labios apenas si rozan la piel desde la base del glande hacia mis testículos. Roces y pequeños piquitos con la lengua mientras sigue bajando. Con delicadeza, chupa mis testículos mientras con su mano empieza a masturbarme. Sigue bajando y su lengua juega con mi perineo. Nunca me habían hecho algo así. Su boca es delicada y su mano enérgica. La mezcla es explosiva. Me voy a correr enseguida.

M lo nota. Y de golpe se introduce el glande en su boca. La sensación es maravillosa y soy incapaz de aguantar más.

No se si el mejor.

Supongo que podría haber sido uno de los mejores orgasmos de mi vida. Si no fuera porque, justo con el primer espasmo, no pude controlar mi cuerpo y me arquee de manera violenta, incorporándome.

La hostia que me di en la cabeza con la mesa si que fue de las mejores de mi vida. No llegue a perder el conocimiento, pero si me quede un poco grogi.

-           V, V, ¿estás bien?

-           Ufff, si, no, buuff. Mi cabeza

Mis últimos chorros han salido desmanejados, sin que M les hiciera mucho caso. Esta más preocupada por mi. Su mano derecha sigue sujetando mi pene mientras con la izquierda me acaricia la cabeza. Y se empieza a reir, a tronchar de risa.

Yo me rio algo menos, por el dolor. No me molesta que se ría, al revés, a mi también me hace gracia la situación. Pero el dolor de cabeza es muy fuerte.

-           Deja de reírte que te vas a atragantar. Ahora si que no aguanto las ganas de mear.

M no dice nada más y se aplica a beber con ansia. La sensación al notar como bebe de mi es agradable. Pero entre el medio orgasmo que acabo de tener y el dolor de cabeza doble, consigo mear sin volver a excitarme. Y no es porque M no se lo mereciera.

La meada es larga. Intento que salga poco a poco, controlando, para evitar que se atragante y pueda hacerlo lo más cómodamente posible. Cuando acabo, M le da dos chupetones más y, con delicadeza, me sube los calzoncillos. Se acurruca a mi lado volviendo a poner su pierna sobre la mía. Esta vez con su mano derecha me masajea suavemente la parte de la frente donde he tenido el golpe.

-           ¿Te sigue doliendo?

-           Si, bastante.

-           ¿Notas alivio si te acaricio el golpe?

-           Si.

-           Intenta descansar.

Cierro los ojos.

El dolor va desapareciendo poco a poco. Es agradable notarla a mi lado. Aunque lo mitiga, al estar tan cerca noto que ha eructado.

-           Que aproveche.

-           Perdona.

-           No hay nada que perdonar, es un acto fisiológico natural. ¿Has saciado la sed? ¿Te ha resultado difícil hacerlo?

-           Si he saciado la sed. Tengo la sensación de que he bebido mucho. Y me ha costado más al principio abrir el grifo, que beber a morro.

-           Si no me doliera tanto la cabeza, creo que hasta me reiría.

-           Descansa.

Caigo en un estado de sopor que se va haciendo más profundo. No se cuanto tiempo estoy dormido. Despierto poco a poco. Tengo un ligero dolor de cabeza, la boca terriblemente pastosa. Sed.

Soy consciente de que M está a mi lado, moviéndose inquieta.

Giro la cabeza.

-           ¿Qué tal estás?

-           Me duele un poco la cabeza y tengo sed, por lo demás bien. ¿Cuánto tiempo he dormido?

-           No lo se, creo que ha sido mucho rato.

-           ¿Tú no has dormido?

-           No, te estaba cuidando.

-           Gracias

-           No las des, era un poco egoísta por mi parte. Si te pasara algo y me quedara aquí sola, creo que me volvería loca.

-           Gracias de todos modos. ¿Por qué crees que ha sido mucho rato?

-           Porque la que se mea mucho ahora soy yo.

-           Tu te meas y yo tengo sed. Creo que podemos llegar a un acuerdo.

-           Estoy segura.

-           No tengo muy claro como ponernos.

-           Ya lo he pensado. Como yo no tengo pitorro del que puedas chupar, creo que es mejor que yo este encima. Nos ponemos como si fuéramos a hacer un 69 estando yo encima. ¿Qué opinas?

Estábamos planificando como iba a beber su orina directamente de ella con la mayor naturalidad del mundo. Va a ser cierto eso que dicen de que el hombre y las ratas son los animales que mejor se adaptan a las situaciones extremas.

-           De acuerdo.

M se quitó el pantalón. No le hizo falta desabrocharlo, simplemente se lo bajo. Giró sobre mi pasando su pierna con cuidado por encima de mi cabeza. Se veía que no quería darme en el golpe. Puse mis manos en sus caderas y la fui acercando hacia mi boca.

-           M, ¿las chicas podéis mear estando excitadas?

-           No lo se. Nunca lo he intentado. ¿Quién te ha dicho que ahora estoy excitada?

-           No me refería a ahora. Era curiosidad en general.

Entonces, de golpe, pose mi boca completamente abierta sobre su sexo. Dio un respingo. Mi lengua estaba justo encima de su clítoris. Por su textura pensé que si estaba excitada.

Despacio, muy despacio, di un lametón de abajo arriba. Como si quisiera sacar brillo de cada rincón de su vagina, introduciendo la lengua en su rincón más íntimo. Y cuando acabé, otro. Y otro, Y otro …..

M estaba tensa. Supongo que la mezcla de excitación y ganas de orinar le producían sensaciones encontradas. Decidí ir más allá. Metí mi mano derecha por debajo de su camisa buscando su pezón y empecé a jugar con el. Y con mi mano izquierda, empecé a jugar con la entrada de su esfínter. Simplemente a rozarle y a jugar con el.

Alcanzar el orgasmo y orinar fue todo la misma cosa. Me espabilé para que no se perdiera ni una gota. M fue más lista que yo y en vez de levantar la cabeza se dejó caer sobre mi.

Había acabado de orinar, pero yo seguía lamiendo con glotonería.

-           Para, por favor, para.

-           ¿No te gusta?

-           Me ha gustado mucho, pero ahora déjame recuperar el resuello.

-           De acuerdo, ven aquí.

Obediente, volvió a girar sobre mi y a acurrucarse a mi lado. Nos besamos con ternura.

-           V, ¿cada vez que tengamos sed y ganas de orinar vamos a hacer esto?

-           Creo que si. El que ha bebido ahora he sido yo. Así que supongo que el próximo en tener ganas de mear, también seré yo.

-           ¿Y no vamos a hacer nada más?

-           No.

-           ¿Por qué?

-           Con lo atractiva que eres, si empezamos a hacer ‘algo más’, te aseguro que yo no voy a para con sólo un ‘algo más’. Y si tenemos en cuenta que haciendo ‘algo más’ bien hecho, yo por lo menos sudo bastante y eso es menos liquido en el cuerpo, propongo que dejemos el ‘algo más’ para cuando nos saquen de aquí y que por ahora nos contentemos con beber cada vez que uno de los dos tenga ganas de orinar. ¿Te he convencido?

-           Si. Aunque más te vale que nos saquen de aquí.

Las llamadas a la embajada de los familiares y de nuestra empresa facilitaron el que se acabara buscándonos en los restos de la factoría.

En total, estuvimos 67 horas sepultados.

Los médicos que nos examinaron cuando nos rescataron sólo identificaron un pequeño entumecimiento de los músculos debido a lo estrecho del habitáculo y una ligerísima deshidratación. Estaban asombrados de que nuestro estado físico fuera tan bueno dadas las circunstancia. Simplemente les llamó la atención el que uno de los dos tenía la tensión arterial alta y el otro baja.

No les contamos que uno había acabado de orinar justo antes de que nos rescataran.

Y el resto es otra historia.

(el 99% de este relato es ficticio. Y el 100% es un regalo)