Teresa proyecta reformas en mi ex-piso

Mi ama Teresa ya tiene decidido reformar todo su piso (el que hasta hace poco era el mío). Así que tengo que acabar de sacar todas las cosas masculinas que había. Durante la comida es cuando nos explica (a mi tía Carmen y a mi) el alcance de las reformas.

Teresa proyecta reformas en mi ex-piso

-- Prologo

En el el primer relato, Conociendo a Teresa , explicaba en una breve introducción mis inicios y mi vida con mi tía Carmen, así como mi primer contacto con mi ama Teresa.

En el siguiente, Mi primer día con Teresa - Mi castidad , mi ama - mami como quiere que la llame - pasaba a controlar mi vida sexual encargando un cinturón de castidad, y entre que llegaba, poniéndome un tubo de castidad.

En el ultimo Mi primer día con Teresa - Se apodera de mi piso. , después de mirar todas las habitaciones me relega a la de niña, decidiendo que se quería deshacer de todo lo que había en mi habitación masculina , empezando por los pantalones y camisas. Ella tenia la intención ocupar la habitación de matrimonio, pero después de hacerla arreglar: pintar y muebles nuevos.

-- Empiezo un nuevo día.

No conseguí conciliar el sueño hasta tarde. Los nervios por un lado, y el tubo de castidad que me apretaba por otro con contribuían a esto. Noté que el tubo era efectivo, pues a pesar de sentir en algunos momentos una cierta excitación no me podía tocar.

Por la mañana sonó el despertador a las siete y yo me hice el remolón; cinco minutos más me dije. Pero de repente oigo que la puerta del piso se abre y entra alguien. Era mi tía, que venía a ver si ya me había levantado. Fue oírlo y levantarme como un muelle, pues sabía que si no me levantaba a la hora, me castigaría. Justo a tiempo, pues mi tía abría la puerta de mi habitación, la única que ahora tengo, la de niña.

Cogiendo con los dedos la falda de mi camisón; era un camisón de color rosa de largo hasta la rodilla y adornado con unas jaretas en el pecho; hice una reverencia al tiempo que decía:

  • Buenos días, tía Carmen.

  • Buenos días nena – contestó ella – veo que ya estás levantada, ¡así me gusta!. ¡Venga!,¡ arréglate!.

Yo, como cada día, empiezo por depilarme las piernas, aunque realmente no lo necesitaría hacer cada día, pero así estaban más suaves. Una vez depilado, me quito el camisón, me pongo el albornoz (eso de ir desnudo al lavabo como cuando estaba sólo ya se había acabado) y me dirijo hacia el lavabo para ducharme y depilarme el resto del cuerpo; no sin antes pasar por la cocina para tomarme las dos pastillas de feminización: los antiandrógenos y los ostrógenos, bajo la atenta mirada de mi tía. Después voy al lavabo para ducharme y depilarme. Una vez he acabado, mi tía entra con los dos tarros de crema. Uno me lo aplico en los pezones para que se vayan viendo mas grandes; y una vez he acabado con estos, me aplico la otra crema en las tetas, para que se vayan desarrollando. En ambos casos froto lentamente sobre la piel hasta que ésta absorbe toda la crema y queda la piel prácticamente seca.

A continuación me vuelvo a mi habitación y para vestirme y ponerme lo que me manda mi tía. Esta vez, después de ponerme las braguitas y el sujetador, me pongo una camisa blanca, y una falda plisada de cuadros de lineas azules sobre un fondo gris, larga hasta cubrir la rodilla. Tampoco me pongo el mismo delantal que ayer, pues aquel se pondrá a lavar. Me pongo uno de finas rayas grises sobre fondo blanco. Este delantal se abrocha por detrás, y lleva un cuello blanco. Es bastante mas corto que el que llevaba días pasados: llega justo a la rodilla y no me llega a cubrir la falda. Me pongo la misma peluca rizada que llevaba ayer, así como una diadema sobre la misma, y los mismos pendientes.

Una vez vestido me presento ante mi tía y, sumiso, hago una reverencia. Ella me hace dar una vuelta sobre mi mismo, observándome con ojo crítico.

  • Bien, nena - me dice – esta mañana te dedicarás a acabar de recoger todas las cosas de tu antigua habitación, y arreglar el piso, en especial la habitación de matrimonio, que ya me ha dicho tu mami que esta semana vendrán a pintar.

  • Si tía Carmen – respondí

  • Pero primero desayunaremos. Venga -dijo – vamos a la cocina.

Yo seguí a mi tía hacia la cocina de su piso y siguiendo sus instrucciones me dediqué a preparar el desayuno; para ella y para mi. Preparé café y tostadas. Yo sólo tomé leche con cacao pues el café, así como cualquier bebida alcohólica lo tenia prohibido terminantemente. La serví y luego me senté con ella. Mientras desayunábamos me dijo

  • Tu mami quiere decorar el piso a su gusto (el que fuera mi piso), ocupará la habitación grande, que una vez pintada decorará a su gusto. Una vez decorada vendrá a instalarse definitivamente y, poco a poco irá decorando el resto del piso.

Cuando acabamos de desayunar recogí los platos, y me fui a la pica para lavar la vajilla, después hice una limpieza general de la cocina. Cuando acabé, mi tía hizo una comprobación general de como lo había hecho i me dijo:

-Vamos, Alicia, que tienes trabajo en arreglar el piso de tu mami

– dijo con una media sonrisa.

Yo la seguí, entramos en el piso y me fui a lo que fue mi habitación masculina

. Durante un buen rato me dediqué a acabar de recoger todos los efectos que tenía. Muchas cosas las metía en bolsas, y las trasladaba a la habitación mas pequeña; donde estaba el pupitre. Mi ropa masculina,

pantalones, camisas, ropa interior, etc., ya lo había metido en bolsas ayer mismo y dejado en una habitación de casa de mi tía. Cada cosa que metía en las bolsas me hacía sentir que entraba en un mundo nuevo y dejaba el antiguo, cosa que me excitaba; pero llevando colocado el tubo de castidad, poca cosa más podía hacer.

Ya había pasado media mañana cuando había acabado con esta habitación. Casi no la reconocía. Sólo estaban los muebles desnudos sin nada más. Cuando mi tía Carmen dio su aprobación me envió a la habitación grande, la de matrimonio, que también debía dejar libre. No habían demasiadas cosas, pero les pocas que habían me las hizo trasladar a la habitación más pequeña.

Era ya mediodía, la hora de preparar la comida, cuando finalicé el trabajo. Las habitaciones, excepto la más pequeña, estaban vacías o sólo con los muebles. Todo había sido acumulado en bolsas o trasladado a la habitación más pequeña.

Nos fuimos a casa de mi tía a preparar la comida. Mi tía me dijo.

  • Nena, cuando venga tu mami debes saludarla haciendo una reverencia, le das un besito en la mejilla; i, sobre todo, sonríe

.

  • ¿No lo hago bien, tía Carmen ? - respondí sorprendido.

  • Debes hacerlo mejor – me respondió – primero, tu te mueves algo desgarbada, los chicos caminan así, las mariquitas no ; y tu eres una mariquita . Así que procura moverte de una manera más femenina, incluso exagerándolo. Por otra parte debes sonreir más para demostrar lo contenta que estás de ser la mariquita de tu mami y mía. Por último debes ser muy servicial , debes estar pendiente de las cosas que podamos necesitar y actuar casi sin que te lo digamos. En fin – continuó – poco a poco te iremos puliendo.

  • Si tía Carmen – dije con voz afeminada y sumisa – procuraré ser una mariquita dócil y servicial.

  • ¡Bien! - me dijo sonriendo, y para darme ánimos añadió – A pesar de nuestro tono severo quiero decirte que te estás portando bien; y estoy contenta porque veo que te esfuerza en asumir tu nueva condición. -Y continuó – En el fondo es lo que querías, y estoy segura que serás más feliz a partir de ahora, aunque en ocasiones te sientas confundida o nerviosa.

  • Gracias tía Carmen – respondí sonriendo -.

  • Venga, vamos a preparar la comida, primero pon la mesa y después me ayudas en la cocina.

Obediente, fui a poner la mesa. Saqué el mantel, los platos, los cubiertos, y procuré ponerlos correctamente. Después volví a la cocina a ayudar a mi tía con la comida. En realidad yo no cociné nada – no se fiaban de mis habilidades en este tema – pero querían que aprendiera haciendo de pinche con trabajos sencillos: pelar patatas, etc. Mi tía Carmen echó una ojeada a mi trabajo: cómo había puesto la mesa, etc.; me corrigió algunos detalles y me felicitó, dándome ánimos para continuar mejorando.

Al mediodía vino mi mami. Yo fui a la puerta y cogiéndome la falda por cada lado, sólo con los dedos índice y pulgar tal cómo me habían enseñado, la levanté ligeramente tirando de ella un poco hacia adelante; al tiempo que doblando la rodilla izquierda, ponía el pie derecho por detrás – había estado practicando un buen rato bajo la mirada atenta de mi tía –; y con la mejor sonrisa de la que fui capaz saludé a mi mami diciendo.

  • Buenas tardes mami , ¿has tenido una buena mañana?

Ella se me quedó mirando sonriendo mientras yo permanecía inclinado ante ella, y con tono de aprobación respondió

  • Si, Alicia, gracias.

Yo me incorporé y permanecí con las manos juntas delante, los ojos bajos, y manteniendo una poco la sonrisa. Mi ama Teresa se dirigió entonces a mi tía Carmen diciendo.

  • Hola Carmen, veo que has pulido un poco los modales de nuestra mariquita.

  • Si. Hemos estado practicando un rato - dijo mi tía -. Tengo que decir que la nena pone buena voluntad en mejorar.

  • Me alegra oírlo – respondió mi mami ; y dirigiéndose a mi dijo – Da un par de vueltas sobre ti misma, nena, quiero ver bien el delantal que llevas hoy.

Yo empecé a dar vueltas sobre mi mismo, manteniendo la media sonrisa, mientra mi mami comentaba a mi tía Carmen:

  • Me gusta el delantal que lleva, ésto de que se abroche por detrás me gusta, y que se vea el borde de la falda también. - y continuó diciéndome – Pon las manos encima de la cabeza Alicia, quiero verte mejor.

Yo obedecí, ampliando mi sonrisa un momento, y continué dando vueltas.

  • Bien – dijo después de haber dado yo unas cuantas vueltas -, ya puedes parar, nena.

Yo paré y volví a juntar mis manos delante de mi.

  • Mi tía continuó – Hemos dejado tu piso

– refiriéndose al ex-mio como el suyo – lo más limpio posible. Tenemos bastantes bolsas con cosas para dar o tirar, y otras en la habitación pequeña.

  • Me gustaría hacer una miradita al piso antes de comer– dijo mi ama Teresa – Mientras comemos os explicaré unas cosillas mas.

Mi ama Teresa estuvo una media hora mirando cada habitación, y cuando quedó satisfecha, nos fuimos a comer. Si bien yo me senté con ellos a comer, me dediqué principalmente a traer las cosas de la cocina que mi tía me mandaba, recoger los platos y llevarlos a la cocina. Durante la comida, mi ama y mi tía bebieron un poco de vino y yo sólo agua pues tengo terminantemente prohibido beber alcohol de cualquier tipo; y en cuanto a los refrescos sin alcohol (colas, etc.) sólo con permiso. En cuanto al comer, ellas no comieron demasiado, y yo sólo lo justo pues mi mami me dijo que quería verme como una nena esbelta, y que para eso tenía que mantener la linea.

Entonces mi ama comentó que había decidido hacer unas reformas en el piso. Había decidido que antes de instalarse quería hacer pintar todo el piso y decorarlo según su gusto. La habitación de matrimonio la ocuparía ella, como ya sabíamos; mi antigua habitación, la median, la que había vaciado de mis antiguas cosas masculinas , la convertiría en una habitación de invitados, más que nada estaba pensando en que su hermano Juan la utilizara cuando viniera a la ciudad – yo me ruboricé al pensar que su hermano pudiera verme de esta guisa -; la mía, la de niñita se limitaría a pintar de un tono más femenino, de un tomo más azul celeste, conservando los muebles, pero añadiendo algún detalle que hiciera el conjunto de mi habitación mas acorde con lo mariquita que debía ser. Pensaba reformar los lavabos; el que estaba junto a su habitación, formando parte de la de matrimonio, y que sería el que ella utilizaría, lo haría nuevo; el otro también lo arreglaría, pero más sencillamente. Sería el que yo utilizaría, así como los invitados (y su hermano cuando viniera). En cuanto al comedor, lo reharía todo; quería hacer un comedor más acorde a su gusto. La cocina, tres cuartos de lo mismo. En lo que se refiere a la más pequeña de las habitaciones: vaciarla y pintarla, después ya se vería.

Una vez finalizada la comida, yo me disponía a recoger la mesa, pero mi mami dijo

  • Carmen, hoy tengo un poco de prisa, me llevaré algunas de las bolsas con ropa para dar (mis pantalones y camisas) – y dirigiéndose a mi – ¡quítate el delantal!, me ayudarás a bajar las bolsas.

Yo me puse colorado al oírlo, ¿bajar al aparcamiento?, pensé, ¿así?, ¿llevando falda y peluca, como una mariquita?. Pero mi ama, al ver mi rostro dijo

  • No te preocupes Alicia, no creo que nos crucemos con nadie a estas horas. Además, si ya casi todos los vecinos saben lo que eres. Tu lo que tienes que hacer, en cualquier caso, es actuar según tu papel, ¿vale?. Si nos cruzáramos con alguien, tu les haces una reverencia tan bien hecha como me has hecho antes y les muestras tu mejor sonrisa; y ya verás cómo no pasa nada. De todas manera un día u otro te tendrán que ver.

Así que me quité el delantal, fuimos a una de las habitaciones y cogí la bolsa que me indicaron, y con mi mami delante, y mi tía detrás cogimos el ascensor y bajamos al aparcamiento. Nos dirigimos a su coche y cargamos las bolsas en él. Yo no podía más de nervios por si aparecía alguien. Sin embargo nadie apareció. Mi mami se fue con el coche, y mi tía y yo volvimos al piso. Cuando llegamos al rellano, abrió su puerta, y me faltó tiempo para escurrirme dentro, más aún cuando que oía voces acercándose al rellano.

Mi tía, saludó a quienes pasaban y entró riendo, y me dijo:

  • ¡Ala!, mariquita, ponte el delantal y acaba de recoger la mesa; después friega los platos y limpia la cocina. Quiero verla como un espejo

  • Si tía Carmen - respondí yo doblando un poco las rodillas como en una pequeña reverencia-.

Me puse de nuevo el delantal, y me dirigí a hacer lo que me habían mandado, suspirando de alivio pero haber escapado a la vista de mis vecinos, aunque sabiendo que esto no duraría para siempre.

--- Continuará --