Teresa me convirtió en un canalla - 2º Encuentro

Tras meses sin tener noticias de Teresa, Recibo una llamanda y ya nada será igual.- Dedicado a todos los que dejan comentarios.

Tras varios meses sin tener noticias de Teresa, recibí una llamada inesperada. Aquella llamada me sorprendió. Sinceramente, no pensé que quisiera volver a verme.

-¿Teresa?

-Ya no te acuerdas de mi, cerdo?

-¡Ah... Teresa! - contesté en tono irónico. Dime, ¿que quieres? Teresa.

-Aún no me ha llegado el video. ¿Es que se te ha velado la cinta?

  • Dijo ella en el mismo tono irónico.

- Uuuuy.... que tonto... se me olvidó mandártela. Pero si estás tan interesada, mañana mismo te lo enviaré con un mensajero.

-No, no envíes nada a mi casa...

-Entonces, ¿porqué no vienes tu misma a recogerla?

Se produce una leve pausa que me parece eterna.

- Y... ¿donde quieres que lo recoja? - Pregunta ella en un tono manifiestamente dubitativo.

- Puedes... venir a mi casa.

-¿A tu casa? Pero si no se ni donde vives.

-Pues, pregunta a tu marido. Él conoce la dirección.

-¿Estás loco?, no puedo hacer eso.

-En ese caso remitiré la cinta certificada a nombre de tu marido, o de tu hijo, si lo prefieres

-Eres un maldito hijo de puta.

-Los siento cariño, pero eres tu la que has llamado preguntando por la cinta.

-Sabía que no podía fiarme de ti. Tenía que haberte denunciado, pero aún estoy a tiempo de hacerlo.

-No seas ingenua Teresa, sabes que no solo puedo hacer que tu marido vea la cinta, si no también que el resto de compañeros del trabajo se enteren de la clase de mujer que tiene su jefe. Te diré una cosa: tengo todas las copias listas para ser distribuidas, así que de ti depende.

-Eres un tipo despreciable...

-Te recuerdo, cariño, que soy producto de tu indiferencia.

-Volveré a llamarte cuando lo averigüe, cabronazo

. - Dijo ella en tono seco y despectivo.

Su llamada me dejó tremendamente excitado, y aquella noche visité algunos locales de copas junto con un par de amigos. Tuve la necesidad de desahogarme, Teresa es de ese tipo de mujeres que no deja indiferente a un hombre, y a mi me había atrapado.


Teresa dejó los últimos platos sobre la mesa y se sentó a comer entre su marido y su hijo. Su semblante era serio pero ninguno de ellos pareció darse cuenta.

- Ramón, ¿que ha sido de ese chico nuevo que llegó a la empresa hace unos meses? - Preguntó Teresa sin levantar la vista del plato mientras hurgaba la comida con el cubierto.

-¿Te refieres a Andrés?

- Si. Ese. Andrés. - Dijo ella haciéndose la despistada.

-¿Porqué lo preguntas?

  • Dijo su marido mirándola de soslayo.

-No, por nada. Se me acaba de ocurrir. No ha venido a las últimas reuniones. Siempre me pareció un chico raro ¿no crees?.

- ¿Raro? No, es un tipo simpático y jovial. Como está solo seguro que habrá estado de viaje o ha tenido algún compromiso.

-¿Es soltero?

-No, está casado, pero ha venido solo. Se marchará en cuanto acabe el trabajo que le ha encargado la empresa.

Teresa volvió a fijar la mirada en el plato y una especie de calambre recorrió su estomago. No supo definir el motivo de esta sensación, si por conocer su condición de casado o por el hecho de saber que tendría que marcharse.

- Y... ¿cuanto tiempo le queda? - No pudo reprimir la pregunta.

- Aún estará unos meses más. - Dijo su marido mientras seguía comiendo sin darle importancia a la curiosidad de su mujer.

El corazón de Teresa aumentó de ritmo pues no encontraba la manera de hacer la pregunta. Por alguna extraña razón sintió como si un cronómetro se pusiera en marcha.

- Nooo..., no vive por aquí, verdad . - dijo por fin.

- No. vive a las afueras, en un barrio del sureste de la ciudad (omito el lugar y más detalles), justo en una placita que hay al lado de la iglesia.

- Ya... - Dijo ella dando por suficientes los datos que su marido le acabada de dar.

La comida familiar acabó, y como de costumbre su hijo se fue a su habitación y su marido se echó en su sillón favorito a echar una siesta. Teresa recogió la mesa y se internó en su cocina a ordenarla y lavar la vajilla. Luego tomó el teléfono.


- ¡Si!

-Ya se por donde vives...

-Vaya, vaya. Veo que no te ha costado mucho averiguarlo. ¿Que le has dado? ¿Una mamadita por la información, putilla?

-¡Eres un cerdo hijo de puta!

  • Dijo ella notoriamente indignada y ofendida. - ¿Donde y cuando, quieres que vaya a recogerla?

-No tan rápido preciosa, tomémonos nuestro tiempo. ¿No creerías que te iba a resultar tan fácil, eh?

-Y que es lo quieres que haga.

- Pues, de momento, mañana, a eso de las ocho de la tarde, quiero que te pasees por la placita donde vivo como si fueras una puta buscando clientes. Quiero que aparezcas con el pelo elegantemente enmarañado, de peluquería, los ojos pintados con una tonalidad azul, bien perfilados, con abundante rimel y los labios pintados de rojo fuerte. Las mejillas bien coloreadas y un discreto lunar bajo la comisura de los labios en el lado izquierdo, esto me pone. Ponte una blusa cruzada por delante, pero que deje ver insinuante el canalillo de tus tetas, atada a la espalda, y una falda, cinco dedos por encima de las rodillas. Medias negras y botas altas con tacón grande, y por supuesto un bolso a juego, como una buena profesional.

- Tu estás loco. No puedo salir de casa así... - Dijo ella muy sorprendida.

-¡Bueno, bueno, creía que eras una mujer con recursos. Vamos Teresa, tu sabrás dar una explicación a tu hombre, una explicación que seguro él comprenderá. ¿A que te gustan las fiestas de disfraces con las amigas, eh?

Hubo un largo silencio durante el que pude oír unos leves soplidos por el auricular del teléfono.

-No se que es lo que pretendes, pero eres la persona más despreciable que he conocido.

-Gracias a ti, muñeca.

  • Y corté la llamada.

- ¡Pero cari, no pensarás salir así vestida, hija de Dios. - Dijo Ramón visiblemente sorprendido.

-¡Joder mamá, no te digo lo que pareces porque me da vergüenza, pero ¿donde pretendes ir con esa pinta?

-¡Ehh....! ¡Chicos, no penséis mal, vale! solo voy a una reunión de... tapper sex organizada por una amiga, y nos ha pedido que vallamos sexys para animar la reunión, nada más.

  • Dijo Teresa nerviosa y notablemente ruborizada tras los coloretes de sus mejillas.

-Pues si que te has tomado en serio eso de ir animadita. ¿No habrá hombres, verdad mamá?

  • Dijo su hijo riendo.

- Pues claro que no, tonto, es solo para mujeres. - La broma de su hijo la ofendió un poquito.

- Sigo pensando que no deberías ir por hay de esa forma, te acercaré a casa de esa amiga en el coche. - Dijo Ramón en tono serio y decidido.

- No. No hace falta cariño, de verdad, cogeré un taxi. No se porqué os escandalizáis tanto, de todos modos no deja de ser una vestimenta inocente. - Dijo ella sin saber como salir del paso.

-Si, si, inocente. Si mis amigos se encontraran a una mujer así por la calle, seguro que le pedían la tarifa, ¡ya lo creo!

. - Dijo su hijo en tono divertido pero un tanto extrañado por la actitud de su madre.

-Bueno, ya vale. Lo estáis llevando a un extremo que empieza a molestarme. Esto no es más que un juego para pasar la tarde entre amigas, nada más. Así que dejar de montaros películas raras. Ya soy mayorcita para hacer lo que quiera, digo yo, ¿no?

. - Dijo Teresa algo nerviosa e indignada.

- Vale, vale, hallá tu, pero no me hace gracia que te pasees así por la calle. - Le recriminó su marido.

- Tranquilo, no iré así por la calle, tomaré un taxi. Ya os llamaré.

Teresa dio un beso a cada uno de sus hombres y salió a la calle. Llamó un taxi y le indicó al chófer a donde quería ir.


La noche ya había caído y empezaba a hacer frío. Estábamos a últimos de otoño y los días eran notablemente más cortos. Yo me encontraba apostado en uno de los muros de la iglesia, oculto tras la tenue luz de una de las farolas que alumbraban lánguidamente la plaza, cuando vi las luces de un vehículo que se acercaba. Era un taxi y de él vi salir a una hermosa mujer. La reconocí enseguida. Era Teresa y venía vestida de la manera que yo le había indicado. Pagó el taxi y una vez que este se había marchado se quedó en el mismo  sitio como esperando a que pasara algo. Tomé mi teléfono y marqué su número.

-¿Si?

  • Contestó ella sabiendo que se trataba de mi.

- ¿No estarás esperándome..., por casualidad? - Dije yo irónico.

- ¿A quién, si no, iba a esperar?

- Date una vueltecita por la plaza, cariño. Quiero ver si hay potenciales clientes por aquí.

- Esto es demasiado. No estoy dispuesta a seguir con este juego. Dame la cinta y acabemos con esto de una puta vez.

-¡Ah ah! ¡Veo que tienes ganas de ver lo puta que puedes llegar a ser, eh!

- Dame la cinta, cerdo.

- Ahora mando yo. Haz lo que te he dicho y podrás conseguir lo que quieres. - Dije yo de forma expeditiva, y colgué el teléfono.

Teresa comenzó a caminar despacio dirigiéndose al centro de la plaza. A su lado pasaron algunos coches y varias personas a pie que simplemente la miraron con curiosidad. Ella se sintió algo ruborizada por aquellas miradas, jamás habría pensado verse en una situación semejante. Yo me sentía muy excitado de verla así, expuesta a las miradas reprobadoras y obscenas de los transeúntes, y no pude evitar sacarme la polla y acariciarmela suavemente contemplando a Teresa exhibiéndose como una puta por mi.

Al cabo de un rato deambulando sin rumbo al rededor de la plaza se le acercó un hombre, pero hablaron poco tiempo, ella lo despachó pronto. Debió venderse cara.

Continuó paseándose nerviosa por la plaza hasta que el azar hizo que se acercara a donde yo estaba, oculto por la sombra que proyectaba la iglesia y justo detrás de una de las farolas. En el momento en que quedó de espaldas a mi salté sobre ella como un tigre sobre un tierno cervatillo. Dio un ligero grito que quedó ahogado cuando le tapé la boca con mi mano. La arrastré hasta donde me ocultaba y la sujeté contra la pared cogiéndola por las muñecas. Mi polla rozaba su falda a la altura de su pubis. Ella la notaba.

-¡Hola preciosa! Sabía que vendrías.

  • Dije yo con algo de socarronería.

- Eres un maldito hijo de puta y no te perdonaré nunca lo que me estás haciendo. - Dijo ella con rabia.

- Perdona, pero has sido tu la que te has puesto en contacto conmigo. Yo no he vuelto a molestarte desde aquel... día.

- Si, he sido yo la que te ha buscado, pero no hacía falta que me humillaras de esta manera.

- Sabes, desde que te conocí no he dejado de pensar en ti. He intentado hacerme amigo tuyo, y tu me has rechazado y despreciado sin motivo. Y además has jugado con tanta sutileza con mis sentimientos, como jamás lo ha hecho ninguna otra mujer. Me he convertido en un canalla despreciable, lo se, pero has sido tu la que ha provocado esta situación, y ahora necesito cobrarme este despecho, si no, me pudriría por dentro.

En ese momento intenté besarla, pero ella apartó su cara. Insistí y se resistió, pero cuando alcancé sus labios ella los entreabrió y dejó que mi lengua entrara en su boca y buscara la suya. Fue un beso largo, apasionado y... correspondido. Nuestras salivas se mezclaron profusamente y la erección de mi polla alcanzó tal magnitud que sin proponermelo la sentí aprisionada contra su vientre.

Solté una de sus manos y agarrándola de los pelos hice que se agachara. Creo que Teresa deseaba que se produjera aquel momento, pues agarró mi polla con fuerza y tras lamer la punta varias veces se la metió en la boca y comenzó a chupar con ansia. Chupó y lamió durante un rato, en el que me llevó a tocar el cielo de placer. Lo chupó con tal maestría, y fue tanto el gusto que me hizo sentir que no pude evitar correrme en su boca. Ella recibió mi leche gustosamente, pues la tragó sin dejar escapar una gota.

La tomé por los brazos he hice que se incorporara.

- Dame la cinta ya. - Me exigió mirándome a los ojos.

- Eres muy ingenua cuando quieres Tersa, ¿de verdad creías que tenía la cinta aquí, y que te la iba a dar así, sin más?

- ¿Que más quieres cabrón, te la he mamado, ¿no es lo que querías? ¿que te la chupara una puta en la calle? - Dijo ella a modo de reproche.

- Ven, subamos a mi casa. Hace frío. - Dije yo, obviando su comentario, mientras guardaba mi polla morcillona dentro de los pantalones.

- No. Tengo que marcharme. Se hace tarde, baja la cinta al portal.

- He dicho que subamos a mi casa. No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando, puta . - Dije cogiéndola fuertemente del brazo y tirando de ella.

- Suéltame hijo de puta, tengo que marcharme a casa, déjame en paz. - Exclamó  intentando zafarse de mi.

No respondí, simplemente tiré de ella con más fuerza y la llevé casi a rastras hasta el portal donde la metí de forma violenta. Teresa intentaba resistirse, pero a decir verdad, tampoco notaba yo mucha determinación. Subimos hasta el primer piso y entramos en mi apartamento. La llevé directamente a la habitación y la tiré violentamente sobre cama donde rebotó sobre el colchón. En una de las mesillas tenía dos grandes pañuelos de seda blanca que utilicé rápidamente para atar sus muñecas al cabezal de la cama. Ella intentó resistirse, esta vez algo más resuelta, pues pareció asustada, pero sin resultado. Cuando quiso darse cuenta estaba fuertemente atada a mi cama.

- ¡Que haces cabrón! ¡Suéltame, suéltame cerdo! - Gritó mientras se retorcía en la cama visiblemente alterada.

- ¡Callate zorra! Quiero disfrutar de ti sin temor a que te escapes. Portate bien Teresa, portate bien si no quieres que tenga que arrepentirme de haberte conocido. - Le pedí, tremendamente excitado.

Con mi presa asegurada mi dispuse a consumar mi propósito con la tranquilidad de estar en mi terreno. Me coloqué a horcajadas sobre ella y desabroché su blusa. Sus tetas se mostraron esplendidas ante mi. Me sorprendió que no llevara sujetador y me gustó el detalle. Las acaricié suavemente, disfrutando del contacto con su piel caliente, tersa y suave. Sus pezones ya estaban duros, así que me entretuve jugando con ellos como si de bones del volumen de una radio se trataran. Teresa respiraba intensamente y podía oír unos ligeros gemidos cuando se los apretaba ligeramente y tiraba de ellos. La miré a los ojos y pude percibir como su rostro comenzaba a relajarse. Entonces me acerqué y la besé. Esta vez no me evitó y nuestras bocas se volvieron a unir en un beso tierno y suave, en el que nuestros labios y nuestras lenguas se rozaron suavemente.

Ya me encontraba nuevamente excitado, así que me separé de ella y me desnudé. Teresa miró mi polla y luego me miró a los ojos pero no dijo nada. Me acerqué de nuevo a ella y recostándome a su lado comencé a acariciar nuevamente sus pechos. Luego le quité la falda. La sorpresa fue excitante, pues tampoco llevaba puesto su " tanga especial ". Contemple su sexo durante unos instantes y luego acerque mi cara hasta sentir el vello de su pubis acariciar mis mejillas y mis labios. Respiré hondo por la nariz y sentí el agradable aroma de una hembra excitada y comencé a besar su vientre tiernamente. Teresa gemía ligeramente al sentir mis caricias en sus muslos mientras mi lengua hurgaba en su ombligo. Bajé lentamente besándola centímetro a centímetro hasta que alcancé el inicio de su vulva y lamí ligeramente su raja.

Teresa separó sus piernas ofreciéndome libremente el objeto que yo tanto ansiaba, pero antes de saborearlo me entretuve unos instantes en lamer, morder y besar la parte interna de sus muslos provocando que se le erizara el vello de su piel. Atada como estaba, lo único que podía hacer era menearse ligeramente sobre la cama y gemir. Cuando lo creí oportuno coloqué un cojín bajo su espalda haciendo que sus caderas se elevasen. Me coloqué de la mejor manera y comencé a lamer su raja de abajo arriba como si de un dulce cremoso se tratara. Podía percibir la humedad que rezumaba de su interior y me aplique recoger con mi lengua su jugo delicioso que saboreé con tremendo placer. Con mis dedos separé los labios de su coño y metí lo más que pude mi lengua dentro de su vagina, y comencé la lamer y a chupar todo lo que se me ofrecía durante un buen rato. Su chocho era delicioso.

Teresa gemía y se contoneaba de placer, hasta que mi lengua se topó con su clítoris hinchado y se pegó a él como un imán. Se lo lamí intensamente, haciendo que sus gemidos fueran en aumento, pero cuando tomé su botoncito entre mis labios y comencé a succionarlo como un bebé succiona el pezón de su madre, Teresa comenzó a agitarse y a gritar hasta que un maravilloso orgasmo embargó su ser haciéndola temblar de gusto.

Casi no le di tiempo a recuperarse cuando me alcé y, colocándome sobre ella, le comencé a meter mi polla en el coño lentamente.

- ¡Fóllame cabrón! - Murmuró.

Su chocho estaba extremadamente lubricado, así que mi polla resbaló en su interior sin esfuerzo alguno. Yo quería sentir el calor de su vagina envolviendo mi polla, y por eso la comencé a follar lentamente mientras miraba su cara enrojecida. Me gustó verla con los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior. Al cabo de unos instantes noté como ella alzaba sus caderas hacia arriba, con la clara intención de notar más en profundidad la penetración. Entonces comencé a follarla con violencia, haciendo que notara en lo más profundo de su ser la potencia de mi polla. Teresa gritaba de placer mientras intentaba soltarse de sus ataduras sin conseguirlo. No paré de follarla de esta manera hasta que conseguí que se corriera otra vez, y luego volví a meter mi cara entre sus muslos y chupé los jugos que habían brotado de su interior profusamente.

" Pero había un lugar que especialmente Teresa tenía reservado para mi ". Y por eso me entretuve un buen rato en hurgar con mi lengua en su ano. Lamí y chupé su culo con devoción, sabedor del placer que sentía Teresa en esa zona especial de su anatomía. Yo sabía que no necesitaba muchos preparativos, que solo con ensalivar bien la zona la tenía lista para darle por el culo. Para ello decidí liberarla de sus ataduras, cosa que agradeció.

Sin tener que indicarselo, ella adoptó la postura de una perrita en celo, y me ofreció su orificio anal.

- ¡Fóllame el culo Andrés! ¡Rómpemelo! - Me pidió ansiosa.

Yo separé sus nalgas y, tras escupir sobre su agujero, coloqué la punta de mi polla en la entrada. Empujé despacio y la oí gemir mientras la iba penetrando. Una vez la tuve empalada comencé a follarla despacio, pues quería sentir la presión de su esfinter sobre mi polla, pero no pude estar mucho tiempo así.

- ¡Más fuerte, follame más fuerte cabrón! - Me susurró Teresa mientras apretaba su culo contra mi.

" Yo sabía como le gustaba a ella ", así que comencé a empujar con fuerza. Mi polla comenzó a entrar y salir de su culo como un pistón dentro de un cilindro. Teresa comenzó a gemir mientras arqueaba la espalda para sentir más profundamente la enculada. Me eché ligeramente sobre su espalda y la abracé. Con mi mano izquierda busqué en su entrepierna hasta encontrar su clítoris y comencé a frotarlo enérgicamente. Mi presa comenzó a gritar y gemir con fuerza y durante el rato que permanecimos así no paró de menear sus caderas. Se corrió de nuevo como una perra y pude notar en mi mano como de su coño volvía a manar su esencia.

Luego hice que se tumbara de nuevo de espaldas. Le coloqué otra vez el cojín bajo sus riñones, y antes volver a encularla volví a saborearla a placer lamiendo como un perro el flujo emanado de su coño. Por supuesto que no me olvidé de su culo, que como lo tenía bien dilatado no me fue difícil introducir mi lengua y sentir " el sabor indescriptiblemente delicioso de su recto ". Después volví a penetrarla. Teresa se retorcía de placer bajo mis impetuosas embestidas. Tubo la intención de masturbarse ella misma, pero no lo pude permitir. Con mi dedo pulgar volví a estimular su clítoris y a penetrar ligeramente su vagina. Ella gritaba y gemía como enloquecida, y cuando comenzó a experimentar una nueva descarga de extremo placer, me corrí llenando de leche sus intestinos mientras bramaba como una bestia.

Permanecí unos instantes clavado en su culo, jadeante de placer, hasta que comencé a notar que mi polla perdía potencia. Se la saqué lentamente y un pequeño borbotón de leche de un ligero color crema salió tras ella manchando mis sabanas. Me tumbé a su lado para disfrutar del momento vivido, y entonces, Teresa, apoyó su cabeza sobre mi vientre y comenzó lamer despacio mi polla semi flácida, limpiando con su lengua los restos de la corrida. Cuando terminó también se tumbó junto a mi.

Estuvimos así un buen rato, con los ojos cerrados y sin decir nada, hasta que decidí cumplir con mi palabra dada. Me levanté despacio y, desnudo como estaba, me dirigí a mi despacho a coger lo ella había vendo a buscar.

Cuando regresé a la habitación, Teresa se estaba vistiendo. Me acerqué a ella, que en ese momento estaba abrochandose la falta, y tomándola por la barbilla hice que me mirara.

- Toma, esta es tu copia... - Dije intentando dar un toque solemne a la acción. - y esta es... mi original. Ya no hay más. Vuelvo a estar en tus manos.

Teresa cogió despacio las dos cintas y, tras mirarlas unos segundos, me miró a los ojos. Su mirada se clavó en mi como una daga candente, y noté que se me encogía el estomago.

- ¿Cuando puedo volver a verte? - Dijo ella sin quitarme la vista de encima. La pregunta me sorprendió.

-Tendré que marcharme pronto.

- Lo sé. Te espera tu... familia. - Dijo ella en un tono algo triste. Yo, asentí con la cabeza.

- Aún estaré unos meses. Tienes mi teléfono. Llamame cuando quieras.

Ella bajó la cabeza y guardó las cintas en su bolso.

- Tengo que marcharme. - Dijo en tono suave.

-Espera, llamaré un taxi. Hace frío.

  • Dije tomando el teléfono.

La espera fue breve y silenciosa, melancólica diría yo. El taxi llegó pronto. Y cuando ella cogió el pomo de la puerta para abrir, el subconsciente me traicionó y no pude reprimir pronunciar su nombre en voz alta.

-¡Teresa...!

  • Dije a modo de llamada.

Ella se giró rápidamente y tras mirarnos durante un segundo, nos fundimos en un abrazo apasionado que fue sellado con un largo beso en la boca que, " me supo a amarga despedida ". Luego, sin más, salió rápidamente de mi casa cerrando la puerta tras de sí.

Fin.