Teresa me convirió en un canalla

Dedicado especialmente a TERESA GARCIA, por la que siento un afecto especial, y esperando que sigua en contacto...

Nunca pensé que una mujer iba a despertar en mi los instintos más bajos y despreciables de un hombre cegado por la obsesión, pero esto fue lo que me ocurrió en una nueva etapa de mi vida, cuando conocí a Teresa.

Hacía ya algún tiempo que me había ido a vivir a un conocido barrio de una gran ciudad del centro de España. Allí me había hecho de un pequeño grupo de amigos, principalmente compañeros de mi nuevo trabajo, entre los que se encontraba, llamémosle Ramón, un hombre de unos cincuenta y cinco años que era el jefe de mi sección. Ramón era un buen jefe, y entablé con él una buena amistad, pese a que soy ocho años menor que él. Pero lo que realmente me interesaba de su amistad, no eran precisamente sus cualidades, que no eran malas, si no su mujer, Teresa. Desde que me la presentó en una cena de compañeros, no me la puedo quitar de la cabeza.

Teresa es una mujer de cincuenta y pocos años, pero que sigue tan atractiva que aparenta tener treinta y tantos. Alta, delgada, con unas piernas largas adornadas con unos muslos muy bien proporcionados y una piel que, pese a su edad, se mantiene firme y tersa. Sus tetas, generosas sin exceso, rompen por delante la rectitud de su talle, y su culo, uf. Qué decir de su culo, es tan tentador, que invita a ser castigado dándole unos buenos cachetes. Cuando la veo andar por la calle, me pone encendido su forma de caminar meneando sus caderas de manera rítmica y pausada. Además es una mujer con mucha clase, que sabe lucirse a la perfección con una ropa sexy y provocativamente elegante, que causa profunda admiración en los hombres que se cruzan con ella.

En unas cuantas ocasiones he intentado acercarme a ella, pero Teresa siempre se ha mostrado esquiva y distante, y esto a mi me irritaba muchísimo. Simplemente deseaba su amistad, pero su indiferencia me desesperaba, y mi mente comienzaba a delirar y a tener pensamientos perversos que me producían una cierta angustia.

Me pasaba horas espiándola a distancia. Conocía todos sus movimientos, cuando salía, cuando entraba, con quien se veía, pero casi siempre iba acompañada por alguien, y esto me ponía aún más nervioso. Cuando coincidíamos en alguna reunión de amigos, en los que ellos acudían con sus mujeres, yo no tenía ojos para otra cosa que no fuera observala. Ella llegó a darse cuenta, y por alguna extraña razón, acentuaba más su indiferencia, aunque procuraba, de una manera perversa, estar siempre al alcance de mis miradas lascivas, contoneando su cuerpo y poniendo, disimuladamente, posturas insinuantes y provocativas que me destrozaban el alma. Creo que, sin proponerselo, ella entró en un peligroso juego de provocación ambigua que traerían consecuencias. Esta actitud, hacía que mi calentura fuera en aumento pues no entendía los motivos de su comportamiento y confundía mis sentimientos hacia ella.

Una tarde de un caluroso verano, la vi salir de su casa con su hijo, como casi de costumbre. Iba vestida con una blusa y una falda corta por encima de las rodillas. Estaba preciosa, y la imaginé sin ropa interior. Yo permanecí apostado por los alrededores, tomando algunas copas en los bares de la zona, esperando volver a verla a su regreso. Durante este tiempo mi cabeza comenzó a idear algo que jamás pensé que sería capaz de hacer. Tomé la decisión de abordarla cuando volviera, si lo hacía sola. Pera ello, y tras idear un plan, entré en el portal de su casa, forcé la puerta del cuarto de contadores y permanecí allí acechando su llegada. Extrañamente apareció más tarde que de costumbre, serían las diez y media de la noche, y llegó sola.

Se me encogió el estómago cuando la vi entrar por la puerta. La vi más hermosa que nunca, y mi rabia por la frustración de su indiferencia, aumentaron mi excitación de forma incontrolable. Cerré los puños con fuerza y me dispuse a saltar sobre mi presa.

Se entretuvo un momento en el buzón del correo y fue en ese momento cuando me lancé sobre ella. La rapidez de la acción la cogió por sorpresa y no tuvo tiempo de reaccionar. Con mi brazo izquierdo la rodeé por los hombros y con la mano derecha le tapé la boca ahogando el grito que de forma instintiva quiso dar. Teresa clavó sus uñas en mi brazo izquierdo, pero yo no sentí ningún dolor, más bien todo lo contrario, me excitó aún más notar como mi presa se resistía. La arrastré hasta mi cubil improvisado y cerré la puerta. Me eché sobre ella apoyándola en la pared, y bajo la tenue luz de una bombilla, retorcí uno de sus brazos haciendo que el dolor aplacase su resistencia. Le di la vuelta y el otro brazo se lo coloqué en la espalda y lo sujete entre su cuerpo y la pared. El dolor del brazo retorcido impedía que gritara con fuerza, aunque sus ligeros alaridos podían oírse desde el portal. Con mi mano derecha le tapé la boca, consiguiendo así tenerla completamente placada.

Ella me miraba con sus lindos y llorosos ojos tan abiertos, que transmitían una expresión de profundo terror. Yo no me conocía. Esta situación me excitaba extraordinariamente, pues ahora era yo el que dominaba la situación.

- ¿Sabes quien soy, puta? - Pregunté jadeante por el esfuerzo de dominar a semejante yegua salvaje.

Teresa movió la cabeza afirmativamente y gimoteando.

- ¡Si te portas bien, no pasará nada! - Dije mientras ella seguía gimoteando.

- ¡Me vuelves loco zorra, y no puedo soportar tu indiferencia! ¡Quiero follarte comos sea, me da igual todo! - Dije yo tremendamente excitado.

Ella seguía gimoteando y movía su cabeza negativamente. Esto me exacerbaba aún más. Le di una bofetada en la cara y la cogí fuertemente los carrillos de su cara con una mano apretando su boca.

- ¡Estate quieta puta, o será mucho peor! ¡o es que quieres acabar como una ramera en una cuneta! ¡Portate bien y verás como al final te gusta zorra!

Le solté la cara y se quedó sollozando aterrorizada. Bajé mi mano y la metí por debajo de su falda. Ella movió las caderas intentado evitar que le metiera mano. Alcancé su horno, aún frío, y me llevé una desilusión porque llevaba puesto lo que parecía un pequeño tanga. Esto me enfadó, y dando un fuerte tirón rompí el hilo y se las quité. Teresa intentó gritar, pero se lo impedí tapándole la boca con la mía. Conseguí que se callara, aún a costa de que cerrada los labios y no me dejara meter mi lengua. Pero no me importó. Seguí manoseando su chocho y pude percibir que tenía el pelo de su pubis muy bien recortadito. Me gustó. Metí mi mano entre las piernas, con la palma hacia arriba, y palpé los abultados labios mayores de su coño que acaricié ansioso de poseerlo.

Seguía intentado meter mi lengua en su boca, pero ella se resistía retorciéndose entre gimoteos. Pero cuando mi dedo corazón consiguió penetrar su raja, ella cerró los ojos y noté como apretó los dientes respirando profundamente. Al menos conseguía que no gritara. Comencé a mover mi dedo por el interior de su vagina, y aunque ella intentó cerrar las piernas para evitarlo, ya era tarde.

Mi dedo hurgaba en su interior como una culebra dentro de una cueva. Con sorpresa fui notando como su horno iba entrando en calor, lo delataba la humedad que iba surgiendo de su interior. Esto me animó a seguir y fui directamente a por su clítoris. Su botoncito, algo más pequeño que un garbanzo, estaba duro. Se lo froté con fuerza y al cabo de un ratito Teresa dejó de gimotear y entreabrió los labios de su boca. Separé mi cara ligeramente de ella y pude oír un ligero gemido. Luego volví a intentar besarla y, esta vez si. Teresa dejó que la punta de mi lengua franqueara sus labios y se introdujera ligeramente en su boca.

- ¡Te gusta esto, no, puta! - Dije yo frotando su clítoris fuertemente.

Teresa no dijo nada, solo gimió un poquito y separó sus pernas levemente.

- ¡Dime perra, te gusta lo que te hago, he! ¡Vamos, dime que te gusta zorra! - grité yo enrabietado y apretando los dientes.

- ¡Si, si... me gusta! - Dijo ella con grito ahogado visiblemente asustada.

- Así. ¿Ves que fácil es? Te dije que si te portabas como una buena chica todo sería distinto. - Dije yo con animo de tranquilizarla, si eso era posible.

Apreté mis caderas contra ella y la hice notar la dureza de mi polla en su vientre y le volví a besar en la boca. Teresa, que estaba muy tensa por la situación, dejó de ofrecer resistencia.

- ¡Sigue..., sigue y no pares ahora hijo de puta! - Dijo sorprendentemente, llevando la mano que hasta ahora estaba tras su espalda, hasta agarrar la mía y ayudarme así a que fuera más intensa la masturbación, separando aún más sus piernas.

Gimió con fuerza en el momento que un orgasmo estremeció su cuerpo. Yo la solté y aproveché para bajarme rápidamente mis pantalones liberando así mi polla. Cuando Teresa se quiso dar cuenta tenía mi polla intentando abrirse paso entre su raja.

- ¡No, eso no, por hay no, por favor, por hay no, cerdo! - Suplicó.

No hice caso, y de un solo golpe se la metí toda en el coño. Teresa gritó, y no fue precisamente para pedir ayuda, pues rápidamente el grito dio paso a una series de gemidos que se iban haciendo más y más intensos a medida que yo la iba follando con más rabia. Por fin era mía. Aquella mujer tan esquiva, tan segura de si misma, que creyó que podía jugar conmigo con su ambigua indiferencia, se retorcía gimiendo clavada en mi polla.

De pronto oímos la puerta de la calle que se abría. Con mi polla metida en aquel caliente y húmedo horno, me detuve y tapé su boca con mi mano. Alguien entró ablando por teléfono. La obligué a permanecer quieta y en silencio, pese a que ella intentó zafarse en un par de ocasiones sin conseguirlo.

- Estoy en el portal, ahora subo.

  • ....

- No, mamá no viene conmigo ¿Es que no allegado aún?

  • ....

- Pues yo la dejé donde de costumbre, con sus amigas. Seguro que no tardará.

Y oímos cerrarse la puerta del ascensor. Ambos conocimos su voz. Era su hijo. Teresa me miró con los ojos llenos de lágrimas con una expresión de súplica en su semblante.

- ¡Sssssss.....! ¡Esto está yendo bien preciosa, no lo estropees ahora! - Dije mientras comenzaba a bombear de nuevo.

Le quité la mano de la boca.

- ¡Basta ya, por favor. Tengo que marcharme a casa! - Suplicó ella gimoteando.

- ¿Quieres marcharte a casa, zorra? De ti depende el tiempo que tarde en dártelo todo. - Dije yo follándola lentamente.

- ¿Que quieres?¿Que te la chupe? - Balbuceó ella.

- Si. Pero cuando yo te diga puta.

Y continué follándola, pero esta vez con más ímpetu. Ella, cerrando los ojos, volvió a gemir, pero esta vez me cogió por las caderas y clavándome las uñas me ayudó en las embestida. Estuve a punto de correrme, pero un nuevo orgasmo de Teresa hizo que me contuviera. Luego hice que se arrodillara.

- ¡Ahora perra. Chúpame la polla ahora!.

Teresa obedeció sin oponer resistencia, pero cuando llegó el momento de metersela en la boca dudó.

- ¡Que pasa puta, tienes miedo de que te muerda! ¡Vamos guarra, metete la polla en la boca, a que esperas! - Le dije expeditivo

Teresa me miró a los ojos, y cogiendo mi polla con una de sus manos comenzó a meneármela rápidamente.

- ¡Para perra! ¡Que quieres, que me corra en seguida y te manche la ropa!, ¿que le dirías luego a tu marido puta? Venga, chúpamela.

Ella sacó su lengua y tras darle un par de lametones al glande se lo metió en la boca. Ahora sí me lo hacía con lentitud, recreándose en la mamada. Yo hice que se colocara de una mejor manera, para que saliera bien en “la foto". Teresa me estaba chupando la polla a conciencia, eso se notaba en la forma en que movía su lengua al rededor del nabo. Me lo levantó y lo sujetó sobre mi ombligo y, durante un ratito, comenzó a lamer y chuparme los huevos, llegando a meterslos en la boca. De cuando en cuando succionaba el glande con fuerza y yo tenia que sacársela de la boca para no correrme.

Como vi las ganas que tenía de que aquello acabara, y yo quería seguir disfrutando de aquel momento, decidí cambiar de agujero. Así que hice que se incorporara y la obligué a darse la vuelta con violencia. Le alcé la falda y separé sus nalgas.

- ¡Que vas ha hacer cabrón! - Refunfuñó ella.

- ¡Espera, aún no te he dado por el culo zorra. Quiero comprobar si to tienes tan caliente como tu coño!

Esta vez Teresa no dijo nada, sino más bien todo lo contrario, sacó hacia fuera su culo para facilitarme la labor. Entonces le metí dos dedos en la boca e hice que los ensalivara bien. Luego comencé a manipular su ano. Me sorprendió la facilidad conque mis dedos entraban en su culo, así que no estuve mucho tiempo preparándola, se notaba que tampoco era virgen por hay.

Me coloqué en posición, me unté el glande con algo de mi saliva y apunté a su agujero. Solo la oí susurrar: " despacio ". Comencé a empujar y sin mucho esfuerzo se la colé dentro. Ella chilló un poco y luego acompañó la enculada que le estaba dando con gemidos y ligeros movimientos que delataban, que al menos no le desagradaba.

Mientras se la metía por el culo, vi como Teresa se llevaba una de sus manos bajo su entrepierna y comenzaba a jugar con su coño. Esto me gustó y me excitó aún más. Agarrándola por las caderas continué follándola cuando, de repente, sonó su teléfono en el bolso. Nos sorprendió a los dos y nos paramos. Yo alcancé el bolso y rebuscando encontré el móvil. En la pantalla ponía , y con la polla aún metida en su culo, se lo acerqué.

- Toma, es tu marido, haber que le dices, esto podría acabar muy mal si lo estropeas al final . - dije yo a forma de amenaza.

- ¡Ramón, hola cariño! - Balbuceó ella.

  • ....

- No, no no pasa nada, solo que me he entretenido con... unas amigas, ya voy para casa.

  • ....

- Si cariño, lo siento, tenía que haberte llamado, lo sé.

  • ...

- Bien, acuéstate, llegaré enseguida, chao. - Y colgó.

- Buena chica, si señor. - Dije yo.

- ¡Vamos hijo de puta, acaba ya, por lo que más quieras cabrón! - Dijo ella entono exigente.

Realmente yo estaba muy excitado y tras permanecer unos instantes bombeandole el culo haciéndola gemir de gusto, noté que había llegado la hora. Le saque la polla del culo, pese a su negativa, e hice que se arrodillara.

- Arrodillate y abre la boca puta, quiero correrme en tu boca.

No se por que extraña razón lo hizo, pero se arrodilló rápidamente y se metió la polla en la boca justo en el momento en que comencé a soltar tal cantidad de semen que, Teresa, pese a intentarlo, me consta, no pudo tragarlo todo, y un pequeño hilo de leche escapó por la comisura de sus labios. Teresa siguió chupándome la polla hasta que se aseguró que no quedaba ni una gota. Luego se incorporó, buscó un pañuelo en su bolso y se limpió la boca.

- ¡Pienso denunciarte hijo de puta. Pagarás por esto! - Dijo Teresa llena de ira.

- No creo que te atrevas, pero por si acaso, mira allí. - y le señalé uno de los contadores.

Durante la espera había colocado una pequeña cámara de video estratégicamente colocada y lo había gravado todo.

- ¡Cerdo hijo de puta! ¡No te servirá de nada hay saldrá como me has forzado!

- Cariño, con una pequeña edición del video, puedo quitar las imágenes que no me interesen. Sabes que ha habido momentos en que para nada te estaba obligando. Te mandaré una copia debidamente editada.

- ¡Eres un cerdo cabrón. No quiero verte núnca más cerca de mi! - Dijo ella mientras se recomponía la ropa.

- No digas eso, preciosa. En esta vida, nunca se sabe. Toma, por si cambias de opinión. - Y le di una nota que saqué del bolsillo de mi pantalón con mi número de teléfono.

Ella lo cogió, lo arrugó y me lo tiró a los pies.

- ¡Metete lo donde te quepa, hijo de puta!

Me agaché lentamente y cuando me alcé le solté dos bofetadas que la dejaron sin palabras.

- No vuelvas a hacer eso nunca más puta. No vuelvas a despreciarme de esta forma, tu no sabes de lo que soy capaz. - Dije yo en tono amenazante, al tiempo que metía la nota en su bolso.

Cogí la cámara de video y salí del portal tranquilamente, orgulloso de haberme cobrado una de mis piezas más difíciles. Ella se quedó en el cuarto de contadores llorando. Me dirigí a un bar y me tomé una copa.

Pasaron dos o tres meses y no supe nada de Teresa, tampoco noté ninguna actitud extraña en mi trato profesional con Ramón. Todo iba transcurriendo con total normalidad, hasta que un día me sonó el teléfono.

- Diga...

-¿Andrés...?

-Si.

-Hola. Soy...Teresa...

  • Fin -