Tercera Parte de La Transformación
Voy por primera vez a la universidad con este nuevo cuerpo.
Un ruido me sobresaltó en medio del sueño. Abrí los ojos, de inmediato sentí el calor del cuerpo de Javi junto al mío. Extendí la mano hacía el reloj, intentando no perturbar su sueño, pero era tarde. Javi abrí los ojos y me miró, me sonrió. Apagué el despertador, y Javi se acomodó nuevamente junto a mí.
—¿Por qué pusiste el despertador?— Me preguntó Javi con una voz modorra y aterciopelada. —Voy a ir a la universidad—. Le dije como si fuera lo más normal del mundo.
—Así—, Javi ni siquiera me miró pero entendí a lo que se refería. —Es lo que intente decirte ayer, hable con mi papá y a mi papá no le extrañó en lo más mínimo mi voz. Me decía mi hijita, y cosas así. Creo que todos nos van a recordar así, o quizá no nos recuerden, pero no les va a extrañar vernos—. Javi seguía sin moverse solo me escuchaba.
Podría seguir acostada todo el día, pero tenía que moverme. Me levanté, caminé hacía el baño. Miré el cuerpo de Javi y seguía pensando que era muy hermosa. Pero yo me tenía que ir. Me desnudé, y me metí a bañar. El baño fue breve y mecánico. Salí, Javi aún estaba en la cama, no se había movido, parecía que se había vuelto a dormir. Empecé a vestirme, y acabe en un segundo. Tomé mi mochila y me pesaba un infierno. “¿Qué pasó?” pensé, es la mochila que he llevado todo el año. Siempre llevaba lo mismo, ¿Por qué se me hacía tan pesada? Entonces la respuesta me llegó de golpe, el cambio había afectado mis músculos. Nunca había sido un campeón levantador de pesas, ni nada por el estilo, pero al menos la mochila se me hacía una carga bastante tolerable, y ahora, de pronto no podía con ella. Es decir, podría levantarla y ponerla en el escritorio pero andar con ella todo el día… imposible.
Me acerque nuevamente a mi guardarropa y encontré varias bolsas. Tomé la primera que vi y me acerque a la mochila… “mmm ¿Qué llevaré? Sólo lo más importante para que no esté tan pesada”. Puse una libreta, y un libro, algunas plumas y ya. Así estaba mejor. Me miré en el espejo y algo no me gustó. No lo noté de inmediato. “¿Qué era?” “La bolsa” no combinaba con el resto de mi atuendo. Traía unos pantalones de mezclilla azul oscuro, que me quedaban exactos. Una camisa azul, aún más oscura, que marcaba mis senos y mi vientre plano, que llegaba apenas arriba de los jeans y si me movía dejaba ver mi vientre. Encima de todo un saco largo tejido color café. El sacó me llegaba hasta la parte de atrás de las rodillas, como un abrigo, pero al ser tejido se amoldaba a mi cuerpo dejando ver mi trasero. La bolsa era naranja y no combinaba para nada. Busque una, y encontré una azul perfecta. Cambie todo, y me miré nuevamente en el espejo. Otra vez había algo que me molestaba. “No estaba maquillada”. Aunque mi rostro era bastante lindo, necesitaba al menos un poco de labial, y un poco de rubor quizá. Empecé a maquillarme, nuevamente mis manos parecían saber lo que tenían que hacer, me puse también rímel, y me acomodé un poco el cabello en un chongo algo desordenado pero que a la vez me hacía lucir bien. Me miré nuevamente en el espejo y ahora si me gustó lo que vi.
Finalmente pude salir de la casa, Javi creo que por momentos se despertó pero no dijo nada. Tomé el auto y salí. También al igual que con la mochila, noté que algo había cambiado. Siempre me sentía seguro manejando, o era una habilidad en la que no pensaba dos veces, ahora, sentía el carro muy grande, y dudaba cada momento.
Con muchos nervios llegué a la universidad. Me estacioné donde siempre y fui caminando a mi facultad. La universidad en la que estaba era grande, con muchas facultades, y el estacionamiento siempre estaba lleno y me estacionaba algo lejos. Así que caminé hacía la facu. En el camino, pude notar como los chicos me miraban. Algunos incluso iban con sus novias y de todas formas me miraba. Al llegar al salón me senté donde siempre y Diego se me acercó. Diego y yo, platicábamos bastante, no éramos súper amigos pero era con quien mejor me llevaba de la clase. Aceró su rostro, y me besó en la mejilla, por un momento estuve tentada a empujarlo, luego entendí que probablemente en su mente el recuerda que siempre me saluda así. Se sentó en el banco junto al mío y empezó a hablar no recuerdo de que. Empecé a mirar alrededor, recordaba a todos, y ninguno me miraba de forma extraña. Algunos chicos me miraban pero no era como si no me recordaran, era como si estuviesen complacidos de mirarme. Yo también los miraba, y me descubrí fijándome en algo extraño. Jamás lo había hecho y ahora miraba sus bultos entre las piernas. Pude ver, o quería adivinar de que tamaño serían los miembros de mis compañeros. Luego miré a Diego, en realidad parecía engañoso. El maestro entró y comenzó la clase.
Me concentré en la clase, pero Diego empezó a molestarme. Me hablaba y me tocaba el brazo para llamar mi atención. No recordaba que fuera así de molesto; probablemente no lo era con Gabriel, pero si con Gaby. Tratar de concentrarme en clase con Diego molestando me empezó a cansar y me comenzó a doler la cabeza. Terminó la clase y me levanté sin esperar a Diego. Fui a la cafetería y pedí un café, me senté en una mesa desocupada y probé el café. Wuacala, ya no me gustaba el café tampoco. En eso entró Diego. —¿Por qué te fuiste?—, no tenía ganas de hablar. —Me siento mal, me duele la cabeza—. Diego mi miró como pensando que hacer. —Además este café ya no me gustó—, me sorprendió escuchar mi propia voz, lastimosa y como un quejido. —Bueno ¿qué quieres?— me preguntó Diego. —No sé, algo dulce—. Diego se dio la vuelta y fui al mostrador. Yo me puse a ver a la gente, miraba a los chicos y empecé a pensar, ese la tiene grande, ese la tiene chica. Ese la tiene grande pero no la sabe mover.
—Te compré una nieve—. Me dijo Diego y casi me asustó. Extiendo la mano y tomó el vaso que me ofrece. La pruebo… está deliciosa, sonrió y eso parece encantar a Diego. Empieza a hablar sobre la clase, “ahhh ahora si quieres hablar de la clase, pero hace un momento no me dejabas escuchar” pues no. Cuando terminó de hablar no dije nada, ni una sola palabra. Se quedó en silencio unos minutos. Yo seguía muy entretenida con mi nieve, me preguntó por mi familia, que como estaban y eso me dio un poco más de gusto y comencé a contarle. De pronto me tomó de la mano y me dijo que ya era hora de la siguiente clase. Me deje guiar, más porque no iba a pelear que porque me gustara su mando.
Entramo a clase, pero esta clase era una de esas clases que se llevan en toda la universidad, se supone que para que todos tengan un mínimo de conocimiento común. Esta clase se llevaba en el auditorio. Diego me guió hasta un asiento y se sentó junto a mí. Esta clase era todavía peor que las demás, aburrida a más no poder y los maestros mismos sabían prácticamente que ningún alumno los tomaba en serio. El maestro comenzó a hablar, algo sobre ética y Diego cuchichiaba en mi odio cosas sobre algunos compañeros. Empezó a decirme que una estaba gorda, y la cara de otra y de otro más. Esas cosas nunca me habían importado y ahora de verdad me daban risa. Y él seguía, me tocaba la piernas y el hombro y yo lo dejaba. Me gustaba su tacto, el calor en mi vientre volvió. Diego no era especialmente guapo pero era agradable y era bueno. Creo que notó que me dejaba que me tocara y comenzó a tocarme más. Primero como dándome un masaje en los hombros y el cuello. —Para que se te pasé el malestar—. No le dije nada, pero eso era igual a un permiso supongo.
Empezó a tocarme las piernas por encima del pantalón, sus manos cada vez llegan más arriba, hasta que le puse un alto. No lo deje que llegara mucho, más por miedo que porque no quisiera. Me susurro que si luego de la escuela íbamos al cine. Le dije solo moviendo la cabeza que sí. Me sopló en el oído y me lo mordió un poco. Con esa acción casi me vengo instantemente, la conchita se me llenó de humedad y no pude estar tranquila el resto de la clase.
—Vamos—, me dijo Diego al salir. —¿Mi carro?— le pregunté. —Aquí déjalo, mañana te traigo yo a la escuela— —Ok— le dije y lo acompañé. Me tomó de la mano como quien toma a su novia, pero me dejo un paso detrás de él. Él me guiaba, yo no sabía dónde estaba su carro. Llegamos al carro, me abrió la puerta y dejó que me sentará, pero antes me dio una nalgada. Yo me sorprendí y todo lo que pude hacer, fue mirarlo. El sonrió y dio la vuelta al coche y subió en el asiento del conductor. —¿Por qué me nalgueas?— le reclamé. —Ayyy ya, no la hagas de pedo—. Me dijo, me quedé impactada, que podía decir. No dije nada. Llegamos al cine, me baje del auto y él me abrazó por la cintura. Yo estaba completamente indefensa, no podía hacer nada por alguna razón. Llegamos al cine, el eligió la película y pagó.
Me llevó hasta nuestros asientos y nos sentamos. Estuvimos platicando de esto y lo otro mientras esperábamos que la película empezara. No podía quitarme sus manos de encima, y en la sala había otras personas, pero en cuanto se apago la luz todo cambio. Me empezó a meter mano por todas partes. Al principio intente evitarlo pero luego simplemente lo deje hacer. Metió su mano bajo mi blusa, y bajo mi brasier, sus manos eran cálidas, empezó a jugar con mis pezones. Aunque era un poco rudo y comenzó a pellizcarlos, —auu me duele— le decía bajito para que no escucharan las personas que teníamos cerca. Pero él seguía, nos besábamos, y su lengua recorría mi boca. Abrió mi pantalón y metió su mano bajo mi panty.
Ya estaba muy húmeda y de inmediato sentí uno de sus dedos explorar mi raja. Ya que su dedo estuvo bien mojadito en mi jugo, empezó a jugar con mi clítoris y fue cuando no pude más. Me deje caer en el sillón y su mano siguió dentro de mi piel. Al poco tiempo un orgasmo super intenso recorrió mi cuerpo. Intenté hacer el menor ruido posible, pero estoy segura de que algunos gemidos se me escaparon un poco más altos de lo que debería. Dejó que me relajará un poco y me dijo que me arreglara la ropa. Así lo hice. Cuando acabé, me tomo nuevamente de la mano y me sacó del cine. Me llevó a su auto. Se bajó los pantalones y lo encendió. —Mama— me ordenó. Ya tenía parada la verga era un tronco de buen tamaño, sin circuncidar, moreno. Extendí la mano, él fue sacando su coche del estacionamiento. Empecé a masturbarlo, llegamos a la caceta de cobro del estacionamiento y el hombre que iba a cobrar me miró a los ojos y no dijo nada; Diego pagó y salió de ahí. Era obvio que el tipo había visto como lo masturbaba pero no tuve tiempo; ni él de decir nada.
—Chupale— me dijo. Tomó mi cabeza y la bajo hasta su miembro. Yo empecé a besar la cabecita. Luego a lamer. Me lo metí a la boca. Diego empujo mi cabeza contra su verga y empezó a bombear. Yo no podía respirar. Pero eso no le importó. Creo que orillo el auto en algún lugar y uso las dos manos para bombear mi cabeza. Ya estaba al 100, porque no aguanto mucho. De pronto sentí como su miembro temblaba y me llenó la boca de leche. Pero no me soltaba, yo podía sin poder respirar y ahora el semen daba una nueva complicación. Tuve que tragar e hice fuerza para sacarme su polla de la boca. Al hacerlo pude respirar. Lagrimas escurrían por mi boca. —Ufff que buena— dijo Diego con relajación. —Me estaba ahogando— protesté. —Bueno bájate— me dijo. No entendí lo que dijo —¿Qué?— pero al mirar fuera del auto, noté que estábamos frente a mi casa. Había un vecino mirando el auto. Miré la casa y Javi también me miraba. Me bajé lo mejor que pude. Lloraba de vergüenza y de coraje. Corrí a la casa, entre sin hablar con Javi, me encerré en mi cuarto… “Pero que estúpida pensé”.