Tercera confusión

Una inocente fiesta de pijamas traerá un amigo especial.

Julia parecía feliz, había conseguido una nueva amiga y se había hecho muy amiga del desconocido.

Lo que echaba de menos era el sexo, el desconocido al saber la verdad se sentia cohibido por mantener nuevas relaciones con Julia, pero de vez en cuando la pasión les devoraba, la ultima noche que estuvo con el se derritió de pasión.

-en la obra tenemos un negro que no para de quejarse, que quiere unos minutos libres para orar, que le pagamos poco por tanto trabajo, yo no soy racista, pero los negros están aquí para trabajar duro – decía el padre indignado.

El motivo de su enfado era distinto, hacia días que no dormía adecuadamente porque su esposa insistía en que se manifestase con ella ante el prostíbulo y la falta de sueño le alteraba un poco.

-cierto querido, son sucios y primitivos, no sirven para otra cosa.

Julia tenia compañeras de color en su clase y conocía a sus padres, no coincidía con sus papas y no entendía el motivo por el que hablaban tan mal de ellos.

-volveremos a manifestarnos contra ese prostíbulo, conseguiremos que lo cierren – dijo su madre con determinación.

-¿otra vez? Dios mío, cariño ¿no podríamos darnos un descanso de eso? – dijo su padre.

La mujer miró de forma agresiva a su marido, el cual calló de forma sumisa.

Julia pensó que si seguían así, podría organizar una fiesta de pijamas sin que se enterasen, ¿Por qué no?.

Al día siguiente organizó la fiesta de pijamas, invitó a sus compañeras de clase que agotadas por los exámenes, decidieron que seria una buena idea.

También invitó a la hija de su amante, era una joven pelirroja de grandes senos, se llamaba Irene.

Los padres de Julia salieron más temprano de lo normal.

La fiesta era una fiesta normal, casi infantil en un principio, comieron, vieron la tele, se contaron secretos.

Hasta que hablaron de chicos.

Ahí la fiesta empezó a perder la inocencia y contaban sus aventuras sexuales.

Irene empezó a hablar.

-yo estuve en un bar para poderme cambiarme el tampón, el problema es que era un bar de gente mmmm pintoresca.

  • define pintoresca – pregunto Patricia, una chica de rubia melena de aleonada.

-motoristas, macarras, cuando salí del baño habían puesto música y me dijeron que me invitaban a una cerveza si bailaba un rato.

-¿y que hiciste? – preguntó Fátima, una chica de color que llevaba un pañuelo en la cabeza.

-baile, baile por supuesto, uno de ellos se me puso detrás y rozaba el paquete con mi culo.

Todas escuchaban con atención.

-Pero luego, me agarraban los pechos mientras bailaba, me daba vergüenza, pero ese chico estaba como un queso.

-¿tenia suficientemente grandes las manos? Porque con esas tetas que gastas – decía riendo Carolina, una chica rubia de ojos azules.

Irene no hablaba, apartó la mirada con vergüenza.

-¡sigue coño! ¿Cómo acabaste? ¿te la metieron bien o huiste como una niña? – preguntó Carolina presa de la incertidumbre.

-ni una cosa ni la otra, nos metimos en el baño y se… se… se la pajeé con los pechos.

-¿no te comió el chocho ni nada? Que muermo de tío – se quejó Patricia.

-¿tu que hiciste Patri? – preguntó Irene sabiendo que la mejor defensa es un buen ataque.

Patricia se levantó la camisa del pijama y mostró unos piercings en sus pezones.

-¿no te duelen? – preguntó Julia.

-a mi novio le encantan – respondió Patricia.

-yo estuve en una iglesia – respondió Fátima.

-¿no eras musulmana? – preguntó tímidamente Julia.

-¡que importa que sea musulmana! ¿Qué coño tiene que ver una iglesia con lo que hablamos? Es como agua y aceite – se quejo Carolina.

-sentía curiosidad por ver como era, no es tan distinto de la mezquita, pero había unos confesionarios, sabia para que servían, pero me extrañó que una pareja se metiera en uno que no había cura.

-uuuuyyyyyy – dijeron todas.

-me metí en el confesionario, en el otro lado y vi como se lo montaban a pesar de que la ventana no se veía bien.

-eh aquí el origen del porno codificado – decía Ángela, una chica de largos cabellos negros.

-bueno, los veía tan apasionados, tan centrados en lo suyo que…. Me excite y me toqué.

-espero que no me espíes cuando tenga novio – dijo medio en broma Irene.

-pero no solo eso, eché un vistazo a la biblia y hay muchas cosas calientes en ella, no entiendo porque promueven el celibato – dijo Fátima.

-Bienvenida al club – respondió Carolina.

-¿y tu Carolina? – preguntó Fátima.

Carolina era la más atrevida de todas, pero inexplicablemente se mantenía virgen.

(nota del autor: leed la serie Carolina de textos de risa)

Carolina sacó de su bolso dos vibradores, uno de treinta centímetros y otro de veinte, el primero era muy grueso, el segundo más delgado.

Todas alucinaron con lo que veían, Julia no entendía bien que era eso y Carolina lo sabia.

-¿no sabes que es? ¿verdad? – decía Carolina mientras silenciaba a las otras chicas guiñándoles un ojo.

-n-no.

-quítate los pantalones y las bragas – dijo Carolina.

Julia se sorprendió al oír esas palabras, se resistió, pero las chicas la agarraron y Carolina la desnudó de cintura para abajo.

-vaya, estas afeitada, significa que hay un chico en tu mente – decía Carolina con una sonrisa.

-¡dejadme en paz! ¡no me hace gracia! – decía Julia.

-solo te lo meteré todo dentro de ti, ya verás como disfrutas, en cuanto lo encienda, enloquecerás – decía Carolina mientras untaba gel en su instrumento.

Julia entendió para que serbia esa cosa ¿se lo iba a meter todo? No podría evitarlo.

Lentamente, sentía como algo se metía dentro de ella, estaba demasiado asustada como para notarlo.

-¡joder! ¡chicas! ¡mirad esto! Parecía una mosquita muerta y se ve que traga con gusto.

Todas miraron con sorpresa , Julia abrió los ojos.

Tenia totalmente dentro de ella el vibrador de 30 centímetros, se quedó muda de sorpresa.

-bueno, ahora su culito – decía Carolina.

Julia quería negarse, pero Carolina encendió el vibrador y la joven anfitriona quedó paralizada por el estimulo.

La voltearon y abrieron sus nalgas.

-que bonito agujero, pero aún esta agrandado, eso junto a lo raro que caminabas esos días... – decía Carolina.

Julia estaba aterrada por lo que iba a decir su amiga.

-chicas, nuestra compañera no es virgen del culo.

Las reacciones fueron dispares, desde vítores hasta un oh de admiración y sorpresa, pero Julia solo se tapó la cara con sus manos y deseó desaparecer.

Carolina introdujo el lubricado vibrador por el ano de Julia que estaba paralizada de placer y vergüenza.

Carolina, con lentitud, introdujo completamente el vibrador dentro del ano de Julia.

-cielos, preciosa, pensaba que eras una mojigata, pero tus agujeros son insaciables – susurró Carolina al oído de Julia.

Pero el timbre del portero automático sonó interrumpiendo la sesión, Carolina, malhumorada, fue a ver quien es.

Al volver, Julia entre jadeos preguntó quien era.

-un hombre de color de veintitantos que preguntaba si era el prostíbulo de una tal madame Rosa.

-si, s-siempre p-pasa, ¿l-le dijiste q-que se había equivocado? – preguntó Julia entre jadeos.

-le dije que aquí era y le dejé entrar.

Julia dejó de sentir, se quedó pálida como un cadáver, ahora era oficial.

Odiaba a Carolina.

Todas las chicas miraron a Carolina asustadas, pero esta les dijo con una sonrisa.

-¡¿Qué?! ¡es un hermoso ejemplar! ¿podríamos divertirnos con el? ¿verdad chicas?.

Las chicas se miraron, estaban sorprendidas por la acción de Carolina, pero les pareció al final una buena idea.

Julia parecía que le faltaba la respiración, es cierto que el ultimo hombre que confundió el lugar fue un acierto, a veces se veía con el aprovechando que daba clases a su hija, pero fue suerte.

¿y si ese hombre les hacia daño.

Carolina ordenó a las chicas que solo quedasen en ropa interior, todas lo hicieron salvo Julia, que ya había pasado bastante vergüenza.

-¡venga! Luego se lo contaras a tus nietos con una sonrisa.

Julia no quería, pero Carolina era una fuente de carisma, obedeció con mala gana y de paso se sacó los vibradores que casi le arrancan un orgasmo.

El hombre entró en la casa y al ver a las chicas, pensó que eran Huríes que lo saludaban desde el más allá.

-bienvenido señor – dijeron todas con una sonrisa.

-vaya, sois todas muy hermosas, no se a quien escoger – dijo el hombre de color.

-no hace falta, es el primer cliente de la noche, nuestro cliente especial y por eso todas le atenderemos – dijo Carolina guiñándole un ojo.

-vaya, pero solo vine a hablar, a desahogarme.

Julia suspiró de alivio, pero Carolina no pudo ocultar su decepción.

-¿Qué pasa? ¿no somos lo suficientemente bonitas para el señorito? – dijo Carolina.

-¡no! ¡no! ¡no!, no dije eso, pero he tenido un mal día con el jefe del sitio donde trabajo y me gustaría desahogarme.

Las chicas escuchaban como era siendo explotado por el padre de Julia, esta, oía con vergüenza y pena la historia.

-¿y que harías si tu jefe tuviese una hija? – preguntó Carolina de forma picara.

-¡seguro que no es más que una pija engreída que se pasa todo el tiempo en tiendas y en un colegio de estrechas! ¡si la tuviera en mis manos la dejaría bien preñada! ¡así sabría lo que es un negro de verdad! – dijo el hombre de color enfurecido.

-chicas, asead a nuestro invitado mientras yo preparo "su fantasía" – decía Carolina con una sonrisa.

Se llevó a Julia a su habitación, cuando estuvieron a solas, la anfitriona preguntó.

-¿Qué planeas hacer?

-¿Qué te parece sentir carne negra dentro de ti? Seguro que la tiene más grande que el vibrador que te metí – respondió Carolina.

Eso aterró a Julia ¿tan grande podía ser? Le suplicó que no le hiciera eso.

-vamos, seguro que lo disfrutas, además, tienes que compensarle por lo que le hizo tu padre ¿no?.

Julia bajó su mirada, después de escuchar la historia del "invitado" no podía evitar tener que hacer algo para compensarlo, Carolina al verla, se sintió un poco culpable.

-oye, no tienes que hacer eso si no quieres.

-no, quiero hacerlo, ¿Qué debo hacer? – preguntó Julia.

El hombre de color se sentía feliz, estaba en la bañera con tres hermosas chicas desnudas enjabonándolo con sus pechos.

Irene enjabonaba su pecho.

Patricia las piernas.

Fátima su trasero.

No tardó en manifestarse una enorme erección, una erección tal que las chicas se asustaron.

-¿queréis chupármela? Preciosas.

Las tres, sonrojadas, dejaron de frotarlo, Patricia lamia los testículos, Fátima el tallo y Irene masajeaba el glande con los pechos, aquella cosa tan larga, cálida y palpitante las excitaba.

Pero les daba miedo.

-chicas, la fantasía de nuestro invitado está preparada, si me puede acompañar, señor – decía Carolina.

El hombre de color acompañó a Carolina hasta la habitación de Julia, ella estaba vestida con el uniforme escolar.

-aquí tiene a la hija de su jefe, que la disfrute.

Después de dejarlos solos, el hombre de color contempló a Julia, reconocía el uniforme, por un momento quiso arrancárselo, penetrarla sin piedad sin importarle el daño que pudiera hacerle.

Pero miró sus ojos.

-agradezco vuestros servicios, pero, no pasarías por su hija.

Julia no lo entendía, le preguntó por que.

-tus ojos, tienen algo de soledad, tristeza, en cambio los ojos de la verdadera hija estarían llenos de aires de superioridad.

-entonces, no le molestaré más – dijo Julia incorporándose.

Pero el hombre de color la agarró y la mantuvo en la cama.

-no preciosa, tus amigas me han dejado mi "rifle" bien cargado, así que te toca a ti descargarlo.

Las manos del hombre de color acariciaron bruscamente los pechos de Julia por encima de su ropa, luego, con fuerza abrió su camisa, saltando sus botones y mostrando su sujetador que fue inmediatamente arrancado.

-pequeños, pero hermosos, demasiado hermosos para un sujetador con ositos – dijo el hombre de color.

La boca del hombre succionaba con fuerza los senos de Julia, la cual, sentía como esa boca le estaba arrancando unos jadeos.

Inconscientemente sus brazos abrazaron la cabeza que le chupaba como un recién nacido, una boca que succionaba, tocaba y lamia hábilmente sus símbolos de mujer.

Una habilidad que le arrancó un orgasmo.

El lo notó, acercó el glande a los labios de Julia, la cual, le dio besitos con suavidad para después lamerlo con sensualidad.

Pero era demasiado grueso como para entrar en su boca, acarició ese largo falo con sus manos y sus sedosos pechos y empezó a masturbarlo mientras su lengua recorría la cabeza del miembro viril.

Aquella paja de cuerpo entero excitaba al hombre de color que no tardó en eyacular abundantemente en la cara de Julia.

-cielos, hace dos años que no lo hacia – dijo el hombre de color.

-¿esta satisfecho? Mi señor – preguntó Julia de forma tímida.

-no – dijo el hombre de color mientras metía la mano bajo la falda.

Julia sentía vergüenza, se tapó la cara mientras aquel hombre la tocaba por encima de sus bragas, unas bragas que no tardaron en ser arrancadas para que los oscuros dedos de su amante exploraran su interior.

-n-no, mi señor, así no – decía Julia muerta de vergüenza.

-si, estas bien mojada – dijo el hombre de color apuntando su pene en la concha de Julia.

Julia estaba aterrada, la iba a penetrar con un falo enorme, sentía como ese falo se abría camino por su interior, pensaba que iba a dolerle.

Pero no le dolía, el hombre de color bombeaba con suavidad, con dulzura.

-cielos, eres tan cálida, tan suave, me encantaría comprarte y hacerte mi mujer.

Julia recibía amorosamente esas palabras, quiso agradecerlo usando sus músculos vaginales, pero aún no los dominaba del todo.

Lo que veían sus ojos era un hombre de color que se movía encima suya en un ritmo de adelante y atrás, un ritmo que aumentaba conforme ella sentía más y más placer.

-joder, creo que voy a llenarte, ahhh – decía el hombre de color mientras llenaba el útero de Julia con sus semillas.

Julia también había llegado al orgasmo, un orgasmo tan intenso que la agotó y se sumió en un profundo sueño.

El hombre de color iba a vestirse, pero vio al resto de las chicas salvo Carolina que lo miraban.

-señor ¿no se ocupa de nosotras también? – decían las chicas mientras abrían sus labios vaginales.

Después de que el cliente se fuera satisfecho, las chicas tomaron la píldora antibaby que Carolina les facilitó.

-veo que tu no has querido catarlo – decía Patricia con burla.

-os dije que me reservo para uno, además, hago mis ejercicios – decía Carolina mientras bajaba sus pantalones.

Vieron las chicas como con sus músculos vaginales sacaba y metía su vibrador que estaba metido.

-bueno ¿Dónde dormimos? – preguntó Fátima.

  • en la cama de Julia, es bastante grande y cuando despierte nos repartiremos el dinero y… también podríamos jugar entre nosotras – dijo Carolina guiñándoles un ojo.