Tercer@ en discordia
una hitoria que escribí hace un par de meses y la guarde secretamente. Hoy quiero compartirla con ustedes, y espeero que sea mejor que mis relatos anteriores, no me molestan sus criticas, al contrario, son para mi muy constructivas y me ayudan a crecer. Gracias Pollito! espero que este relato lesguste y los enriede en una historia, de amor, odios,desconfianza, celos y luchas hormonales!
Ella sabia que no sería fácil, pero jamás imaginó que algo que comenzó a crearse de manera tan hermosa y con tantas ilusones, se acabaría trasformando en lo que irremediablemente fué.
Cintya amaba con locura a esa persona por la cual había deja todo en el vida: su familia, su carrera de picología, sus amigos... Tal vez amar demasiado fué la única razón para que se mantuviera a su lado por tanto tiempo.
Con el cepillo de cerda que había pertenecido a su abuela, peinaba una y otra vez su larga y oscura cabellera, como si no hubiese otra cosa más importante que hacer en este mundo de locos. Miraba telenovelas y hacía ricas tortas que rellenaba con mermeladas caseras.
Esa tarde en especial, no tubo ganas de quedarse en su casa, porque particularmente los lunes, la soledad la hacía sentir mas infelíz de lo que en realidad era.
La tarde de enero en esa ciudad convulcionada, era un poco mas terrible que las temperaturas tropicales y un poco menos agoviate que el máldito infierno, y aunque nunca estube ahí, imagino que debe ser desesperante.
Los autos ivan y venían por aquella avenida enorme que seguramente tenía nombre de prócer y era tal la manera en que el sol calentaba el pavimento que los noticieros afirmaban que podría freirse un huevo.
La ropa de oficina se le pegaba en su esculpido cuerpo de años de gimnasio, y la camisa abotonada hasta el último botón, imposibilitaba aún más el paso de oxígeno a sus contaminados pulmones. Saca un cigarillo de tabaco negro, y con la mirada perdida, casi mecánicamente, lo prende y le da la primer pitada. El humo espeso invade todo el ambiente de nicotina y a dudas penas se puede vislumbrar el contorno perfecto de su rostro.
A cinco escritorios más a la izquierda, Silvia lo mira hipnotizada, No cabían dudas que Esteban era un seductr nato, de esos que no se los puede encarcelar con una alianza de matrimonio. Silvia lo deseaba desde el primer momento que se encontraron, lo levantó como único protagonista de sus fantasias mas íntimas y como el héroe de su sueño mas erótico; y desde el día en lo cambiaron de sección e instaló su escritorio a pocos metros del de ella, ya nada volvió a ser lo mismo; ni para Esteban, ni para Silvia, ni tampoco para Cintya.
Cintya caminó feliz por la calle principal de la gran ciudad, miró vidriedas de ropa costosa, compró zapatos y camisones de satén y hasta un enorme ramo de flores para llevar a la oficina donde sabía; le estaban arrebatando al ser que mas amaba en el mundo.
Compró claveles blancos y algo en su intuición de mujer le avisó que esa mañana iba a cambiar un poco el rumbo de la historia. ¡Y de que manera!
Silvia continuaba obsevandolo desde su escritorio, con la minifalda cada vez mas levantada y con miradas tan insinuntes que hubieses encendido a cualquiera. Con su metro seteta y tres y sus caderas perfectamente torneadas, se levantó de su escritorio y se dirigió a la cocina de la empresa donde Esteban acostumbraba a esa hora, tomar una taza de café.
Cintya se sintió feliz y hundió su nariz repignada en la docena de claveles perfumados con los que sorprendería a su pareja. Literalmente hablando.
Caminó lento hacía la empresa de seguros, y sin vacilarlo y con una enorme sonrisa en sus labios, entró. Apretó el botón para que el ascensor baje a planta baja y esperó.
En el noveno piso, Silvia y Esteban intercambiaban miradas fugaces, intensas, eróticas. No era la primera vez que iva a ocurrir; las citas clandestinas en la cocina del trabajo era una constante de los dos oficinistas. La diminuta pollera azul marino fue fugazmente levatada hasta la altura del ombligo y fué en ese preciso instante donde comenzó la peor anécdota que luego, todos recordarían.
Finalmente el ascensor llegó, y junto con otras tres personas que según denotaba el uniforme, trabajaban en la empresa, subió hasta el piso nueve. Ya eran las diez de la mañana por lo que dedujo que la persona que estaba buscando estaría desayunando en la cocina.
Al llegar, frenó en el pasillo y se miró al espejo. Sí, no cabian dudas, estaba divina. Con su cabellera larga y recién cepillada, y metida en ese vestido blanco con flores rosas que tanto amaba. Miró sus guillereminas blancas y tambien las vió relucientes, puso un poco de brillo saborizado en sus labios, respiró hono y entró.
Alli estaban los dos, besandose descaradamente apoyados sobre la mesada. No podía creer que Silvia le estubiese hacieno eso. Esteban la miró horrorizado, y un lágrima salada cayó por la mejilla izquierda de Cintya; se sintió sucia, traicionada, usada. De proto un sentimiento desconocido la invadió por completo.
Y la odió con todas sus fuerzas, como nunca antes había odiado a otra persona. Vió su blusa desabrochada, su pollera azul levantada, su maquillaje corrido, sus mejillas encendidas. Cintya se sintó idiotamente engañada, y tenía razones; parada frente a ellos dos, con la docena de claveles blancos comprados con el único fin, de contentarla.
Sí, la odió... la odió tanto como la amó.