Terapia Sexual Intensiva (20) [FINAL].

Capítulo FINAL.

Capítulo 20 [Final].

¡Charly! Hoy me pasó algo muy gracioso.

Bueno, al menos yo me lo tomé con gracia. Otra persona en mi lugar estaría llorando. Quizás si esto me hubiera pasado hace unos meses, ahora estaría sumida en una profunda depresión. Pero mi vida cambió mucho en estos últimos días y ya no me tomo  las cosas de la misma manera.

¿Y qué fue lo que pasó?

Te lo cuento sin vueltas: me echaron del trabajo.

Sí, así como lo oís.

Y a pesar de que era mi única fuente de ingresos, sentí un inmenso alivio cuando me echaron, fue como quitarme una pesada mochila de la espalda. Te juro que llegué a mi casa riéndome. Abrí la puerta y dije: “Familia, soy libre”.

Mis padres y mi hermana se tomaron la noticia bastante bien, me dieron palabras de apoyo, me recordaron que nunca fui feliz en ese trabajo y que ésta era mi oportunidad para conseguir algo mejor.

Te estarás preguntando cómo fue que me echaron, si es que la última vez que escribí acá todo parecía de maravilla. Hasta me prometieron un aumento y un nuevo puesto de trabajo. Pero bueno, si lo analizo con detenimiento, tiene mucha lógica que me hayan echado.

El jefe de área y el encargado aprovecharon la situación. Se aprovecharon de la putita de Julieta. Se hicieron chupar la pija, la pasaron bien, se llenaron el teléfono de fotos porno mías y luego dijeron: “Nena, te vas de acá. Si te quedás nos traerías muchos problemas”. Me lo dijeron más o menos con esas palabras hoy a la mañana, cuando me presenté a trabajar.

No tuvieron que inventarse muchas excusas para echarme. Siempre fui una vendedora entre mediocre y mala. Más de una vez recibí llamados de atención: “Julieta, si la situación no mejora, vamos a tener que prescindir de tus servicios”... y no mejoró tanto como para que resulte significativo.

Mis jefes habrán pensado: “Esta mina vende poco y además sube porno a internet, y es muy puta… tan puta como para chuparle la pija a un cliente en el baño… o para chupársela a sus jefes. Julieta es sinónimo de problemas”. No me lo dijeron, pero así lo interpreto yo. Ellos fueron astutos, sacaron un beneficio de la situación y luego me echaron.

Podría estar muerta de rabia, o sentirme “usada”; pero la realidad es que yo también los usé a ellos… para demostrarme a mí misma lo que soy capaz de hacer, si me lo propongo. Fue una situación muy excitante y si algún día consigo una pareja a la que le tenga mucha confianza, le voy a contar de la vez que le chupé la pija a mis jefes, en una oficina del trabajo. Incluso se lo voy a contar a Germán, mi psicólogo. Dentro de poco tengo que verlo… mejor dicho: quiero verlo. Quiero tenerlo delante y decirle que es un cagón y un estúpido. Él tuvo la oportunidad de cogerme y no lo hizo, por sus “principios profesionales”. Ahora se viene a hacer el profesional…

En fin, Charly, a pesar de que me lo estoy tomando con humor, no sé qué voy a hacer con mi vida de ahora en adelante.

De momento eso es todo lo que tengo para contar. Si ocurre algo más de interés en mi vida, te lo cuento.


Charly, tengo algo sumamente importante que contarte: Hoy puse fin, definitivamente, a mis sesiones de terapia con Germán. Ya no voy a ir más, se lo dejé bien claro.

Basta de trabajo, basta de psicólogo. Desde hoy en adelante Julieta empieza una nueva vida.

Pero no te puedo dejar con la incertidumbre, tengo que contarte cómo fue mi última sesión con Germán, porque fue de lo más interesante.

La cosa fue así:

Estaba por salir de casa justo cuando me crucé con Gabriela en el comedor, ella estaba totalmente desnuda, con sus firmes tetas apuntando directamente hacia mí.

―¿No querés venir a la pieza conmigo un ratito? ―Me dijo con voz sensual.

―Uf, Gaby… me encantaría, sabés que sí. Pero ahora tengo que ir al psicólogo.

―¿Otra vez vas a hablar con ese pelotudo? ¿Después de lo que pasó la última vez?

―Sí, ya sé… no tendría que hablarlo nunca más; pero quiero ir a decirle en la cara que él tuvo la oportunidad de coger conmigo… y se lo perdió, por pelotudo. Además le quiero contar que ahora soy feliz, y no necesito de ningún psicólogo.

Gabriela sonrió.

―Si le vas a decir todo eso… ¿te puedo acompañar?

Me quedé boquiabierta, nunca se me había cruzado por la cabeza que Gabriela me acompañase al psicólogo.

―Espero que no te moleste ―dijo―. Al fin y al cabo me permitiste leer tu diario íntimo, y ahí contás todo de tu vida. No creo que tengas algún secreto para contarle al psicólogo que yo no sepa.

―La verdad es que no… todas las cosas importantes de mi vida están en ese diario.

Sí, Charly, podés sentirte un privilegiado, nunca antes le había contado tanto sobre mi a alguien.

―Entonces te acompaño ―dijo Gaby―. Quiero ver la cara de tu psicólogo cuando le digas todo lo que tenés que decirle.

―Está bien… pero estaría bueno que llevaras algo de ropa puesta.

―Me voy a vestir… pero a mi manera. Y vos deberías ponerte linda, no podés ir con esa ropa.

―¿Qué tiene de malo esta ropa?

―Nada, y ese es el problema. Estás vestida como si fueras a trabajar. ¿No tenías algo más soso para ponerte?

―Es que… la última vez que me vestí de forma provocativa… la cosa no terminó bien.

―No importa, Julieta. Esta vez estás conmigo… y te quiero ver linda.

Me dio un dulce beso en la boca y eso fue todo lo que necesitó para convencerme.

Las dos nos vestimos como si fuéramos prostitutas baratas. Yo me puse una minifalda super cortita, y Gaby usó una blusa muy escotada y un pantalón de licra negra que parecía pintura pegada a su cuerpo. Por suerte fuimos en taxi, porque si alguien nos hubiera visto vestidas de esta manera en la calle, hubiéramos terminado con el culo roto.

Para Germán fue una gran sorpresa vernos entrar en su consultorio. No sé qué le sorprendió más… ver que mi hermana me acompañaba, o la ropa que teníamos puesta. El psicólogo hizo un gran esfuerzo por evitar que sus ojos se quedaran pegados a las tetas o al culo de mi hermana, pero no lo consiguió. Para colmo Gaby empezó a recorrer todo el consultorio, como si fuera un museo, dándole la oportunidad a Germán a mirarla desde atrás. Esas nalgas me quitan el aire, y yo estoy acostumbrarla a verlas. Para Germán debió ser un gran impacto tener a Gabriela meneando el orto de acá para allá.

―No sabía que venías con tu hermana ―me dijo.

―¿Hay algún problema?

―No, para nada. Es solo que… hubiera agradecido que avisaras antes. Por una cuestión de cortesía.

―Claro, a vos se te da demasiado bien eso de la cortesía ―le respondí, enojada―. De todas formas no pensamos quedarnos durante mucho tiempo, vine para decirte que ya no voy a volver.

―Me lo imaginaba.

―¿Ah, sí?

―Sí, después de tu actitud de la última vez, me imaginé que estarías enojada conmigo.

―Estoy enojada con vos… pero no por el tema que te imaginás.

―¿Y qué tema me imagino?

―¿Ves? Siempre hacés lo mismo, me respondés con más preguntas y mucho aire de superioridad. Es irritante. Sos una persona irritante. Por eso no vengo más.

―¿Te dijo tu hermana que dejes de venir a terapia?

Esta pregunta me tomó por sorpresa, y al parecer a Gaby también, ella se dio vuelta y fulminó al psicólogo con la mirada.

―Che, te voy a pedir que no hables de mí como si yo no estuviera acá.

―Solo era una pregunta.

―No, era una insinuación ―dijo Gabriela―. Y para que te quede bien claro, Julieta decidió por sí misma que ya no quiere venir más.

―Me resulta difícil de creer.

―¿Y por qué? ―Gaby estaba realmente enojada.

―Porque, según lo que me contó Julieta, vos sos una persona sumamente manipuladora. ―En ese momento se hizo evidente que había iniciado un duelo entre estos dos―. Tomen asiento ―dijo Germán, con su habitual parsimonia―. Hablemos de esto como corresponde.

Nos sentamos solo porque supimos que esto tomaría un poco más de tiempo de lo previsto. Mi hermana se sentó muy cerca de mí y me tomó de las manos… como si fuera mi novia. Fue un gesto muy bonito.

―Quizás sea manipuladora ―dijo Gaby, que había recuperado la sonrisa―. Pero todo lo que hice por mi hermana fue para que se sintiera mejor. Yo hice más por ella que vos.

―¿Así lo creés vos, Julieta?

―Sí, totalmente. Si hay una persona a la que le debo mi felicidad actual, es a Gabriela. Es cierto que en el pasado tuvimos nuestras diferencias, pero ya nos entendemos muy bien. El único buen consejo que me diste fue el de usar un diario íntimo, eso sí me gustó y me sirvió. Todo lo demás fue gracias a Gaby. Pero algo me dice que vos no lo ves de la misma forma.

―No, por supuesto que no. Durante mis años de experiencia me crucé con varios casos como éste, de parientes cercanos que tienen interacciones sexuales, y todos se caracterizan por algo: una de las personas siempre manipula y controla a la otra. Aunque lo haga de forma sutil.

―No hace falta que haya interacciones sexuales para que eso ocurra en una familia ―aseguró Gabriela―. ¿Cuántas personas tienen padres autoritarios a los que deben obedecer a rajatabla? Yo no obligo a Julieta a que haga lo que yo digo. Solo le sugiero.

―Y a veces esas sugerencias llegan de forma indirecta ―dije―. Como la vez pasada, que salí enojada de acá. Caminé unas cuadras, me encontré con tres amigos de Gabriela, y después de un poco de charla, me terminaron garchando… entre los tres.

Germán abrió mucho los ojos. Desde que hago terapia con él, ésta fue una de las pocas veces que dejó ver sus emociones.

―¿Con los tres a la vez?

―Sí ―dije, encogiéndome de hombros―. Ya te dije que ando más puta que nunca, era cuestión de tiempo terminar garchada por tres tipos a la vez. Y sé que los mandó Gabriela, aunque ella diga que no ―mi hermana mostró una sonrisa picarona―. Y se lo agradezco un montón, fue una de las experiencias más liberadoras de mi vida. Además lo necesitaba, después de cómo me trataste.

―Te traté como lo habría hecho cualquier psicólogo en mi lugar.

―¿Siempre sos tan estructurado? ―Preguntó Gabriela―. ¿Me vas a decir que nunca te calentaste con una paciente y te la garchaste?

―No corresponde…

―¿Y por qué no? Al fin y al cabo sos dos adultos que están de acuerdo en tener sexo, creo que no se necesita nada más.

―Porque con el psicólogo ocurre lo mismo que con un miembro de la familia: se está una situación de poder sobre la otra persona y…

―Según lo que leí en el diario íntimo de mi hermana, porque ella me dio permiso para leerlo, la que estuvo en poder durante todas las sesiones fue ella. Julieta quería garchar con vos. Y me resultó obvio que vos te morías de ganas de garchar con ella.

―Te recuerdo que a ese diario lo escribió tu hermana, desde su punto de vista.

―Y es el único punto de vista que necesito para entender lo que ocurrió. Julieta no es mentirosa.

―No dije que estuviera mintiendo, solo que quizás ella malinterpretó algunas cosas…

―Lo que yo pienso es que a vos te encanta jugar al psicólogo profesional, pero cuando conociste a Julieta ella te hizo notar tus falencias. Aunque ella sea tu paciente, te morís de ganas de cogerla. Se nota por cómo la mirás… y te aseguro que sé mucho de eso. Vi a muchos hombres mirándome de la misma forma en que vos mirás a Julieta.

―Eso es curioso ―dije―, porque desde que entramos acá me dio la impresión de que Germán te desnuda con la mirada. Quizás se pudo resistir a mí; pero dudo mucho que pueda hacer lo mismo con vos.

―Eso me da una buena idea ―dijo Gaby, soltando una risita―. Me alegra que hayas venido con minifalda, eso facilita mucho las cosas.

Sin darle tiempo al psicólogo a que emitiera una queja, Gabriela se puso de rodillas frente a mí. Entendí perfectamente lo que ella tenía en mente. Separé las piernas e hice mi tanga a un lado. Gabriela demostró su enorme talento para el sexo lanzándose de una contra mi concha. La cara de Germán ya era una careta deforme. El pobre tipo no sabía cómo procesar lo que estaba viendo. Al fin y al cabo esta debió ser la primera vez que presenció a dos hermanas chupándose las conchas. Para colmo el culo envuelto en licra de Gaby quedó apuntando directamente hacia él, y mi hermana lo sabía. Por eso no tardó en desprenderlo y bajarlo. Al principio se dejó la tanga puesta, eso debió darle a Germán una imagen muy sugerente… pero después de unas cuantas lamidas a mi concha, Gaby se quitó la tanga, pasando de ser sugerente a provocativa. Toda su concha quedó expuesta y abierta, para quien quisiera cogérsela.

Gaby giró su cabeza hacia el psicólogo y le dijo:

―No hace falta que pongas ninguna excusa. Acá estamos. Cuando vos quieras sumarte, podés hacerlo.

Separé más las piernas para que Germán pudiera ver perfectamente cómo la lengua de mi hermana recorría cada rincón de mi concha.

Yo lo estaba disfrutando un montón, la situación era morbosa a más no poder, tenía a mi propia hermana chupándome la concha frente a otra persona que no era de mi familia. Sé que Gaby está loca, pero amo su locura.

Noté que el bulto de Germán crecía cada vez más. Por más que sea un psicólogo profesional, también es hombre… y se nota que le gustan las mujeres. Su mirada pasaba de mi concha a la de Gaby, como si estuviera mirando un partido de tenis.

Aguantó tanto como pudo, quizás imaginó que nosotras íbamos a desistir, pero Gaby se mantuvo firme y usó su lengua como una experta. Además se masturbó frente a los ojos de Germán.

Cuando el tipo ya no pudo aguantar más, se puso de pie. Su verga parecía un garrote encerrado en un pantalón. Se acercó a mi hermana, ella miró hacia atrás y preguntó:

―¿Lo vas a hacer? ―Germán no dijo nada, pero demostró que estaba dispuesto a hacerlo bajando su pantalón y exponiendo toda su verga erecta―. Dale, ¿qué esperás?

Gaby meneó su culo y lo abrió con ambas manos. Germán reaccionó como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Dio un saltito y enseguida se arrodilló detrás de mi hermana. Ya estaba dispuesto a todo, y yo también, justo cuando Gabriela se puso de pie y se subió el pantalón.

―Muy bien, Julieta. Ya demostramos nuestro punto, podemos irnos ―me quedé mirándola con la boca abierta―. Y no te preocupes, nena, que lo empezamos acá lo vamos a terminar solitas en casa ―me guiñó un ojo. Terminó de acomodar su pantalón, ante la mirada incrédula de Germán, luego lo miró, como rebajándolo, y le dijo―. ¿Ves? Si hubieras sido menos estructurado, hoy podrías estar cogiendo con nosotras. Cogeríamos todo el día, hasta nos podrías meter la verga por el culo y ver cómo nos chupamos las conchas entre nosotras. La hubieras pasado de maravilla, solo si supieras soltarte un poco y no ser tan estructurado. Eso es lo que le enseñé a mi hermana: a disfrutar un poco de la vida, sin mortificarse tanto. Por eso ahora es feliz. ¿No es cierto, Julieta?

―Muy cierto ―dije, con una amplia sonrisa.

Nos retiramos del consultorio dejando a Germán con las ganas. Si hubieras visto la cara del tipo, Charly, hubieras entendido todo. Gaby nunca tuvo la intención de hacer un trío con él, solo quería castigarlo por la forma en la que me rechazó. Al fin y al cabo ella es mi hermana, y me cuida.

¿Cómo no amarla?


Charly, esta es la última vez que escribo en tus páginas. Perdón por decirlo de esta manera tan fría, pero supuse que ibas a preferir recibir la noticia sin vueltas.

¿Y por qué te vas, Julieta? Te estarás preguntando, o al menos así espero que sea, si es que de verdad me vas a extrañar un poquito.

Me voy porque yo no necesito volcar mis pensamientos y vivencias en las páginas de un diario. No te lo tomes como una ofensa, durante estos meses me ayudaste mucho. Me hizo bien tener tu compañía. Sin embargo, mi situación cambió. Ahora tengo a una persona en la que puedo confiar para contarle todo: mi hermana.

Sé que si la Julieta de hace unos meses hubiera leído esa frase, no hubiera entendido nada. Pero con Gaby viví cosas muy intensas y las dos aprendimos a confiar la una en la otra.

No soy buena con las despedidas, así que no quiero extenderme demasiado.

Simplemente quiero darte las gracias por haber estado ahí siempre que lo necesité. Quizás algún día, dentro de muchos años, nos volvamos a encontrar.

Hasta siempre, Charly. Te quiero mucho.


¡Charly! Soy yo, Julieta. ¿Todavía te acordás de mí? Espero que sí.

No pasó tanto tiempo desde la última vez que escribí acá, solo unos… em… cuatro meses, creo. No más que eso.

Te hago un resumen rápido de lo que fue mi vida durante esos días, y después paso a narrar lo que vine a contar.

La relación entre mi hermana y yo va cada vez mejor. Encontramos un punto medio entre una relación de hermanas y una de pareja. No estamos todo el tiempo juntas; pero de vez en cuando dormimos juntas… y ahí pasa de todo. El sexo es duro, apasionado y sin inhibiciones. A veces, si nuestros padres nos escuchan, también se suman. Ya  hasta me acostumbre a tener a mi papá dándome por el culo mientras le chupo la concha a mi mamá. Es una sensación morbosa y maravillosa.

El cambio más grande en estos últimos meses vino en lo laboral. Rubén… ¿te acordás de Rubén? El tipo que nos cogió en la casaquinta. Bueno, nos invitó a coger otra vez, en esta ocasión nadie lo acompañó, así que tuvo nuestros culos para él solo… y como es un tipo de mente abierta, le gustó ver cómo entre mi hermana y yo nos chupábamos todas. La verdad es que la pasamos de maravilla.

Mientras charlaba con él le comenté que ya no tenía trabajo… y Rubén es un tipo que no tiene problemas económicos, y por lo bien que coge con nosotras, nos quiso ayudar. Nos dio el financiamiento necesario para que Gabriela y yo pongamos un negocio. Decidimos abrir una regalería, a dos cuadras de mi casa. Nos está yendo muy bien. Yo atiendo por la mañana, y mi hermana lo hace por la tarde… porque a Gabriela no la hacés madrugar ni por un millón de dólares. Mi mamá también nos ayuda de vez en cuando. Si nuestros clientes supieran lo que hacemos en casa, creo que no nos comprarían nada… y quizás nos denunciarían a la policía. Pero en la regalería mi hermana y yo somos dos santas. Solo hacemos chanchadas de la puerta para adentro. Aunque Gaby sigue subiendo fotos porno a Twitter y a veces me da la impresión de que algún cliente viene solo a mirarla un rato. No los culpo, yo también pagaría por ver a Gabriela.

Una cosa más, con respecto a la regalería. Quizás estés pensando: “¿Por qué Julieta se pondría un local, siendo tan mala vendedora?”. Y sí, sé que no soy la mejor vendedora del mundo. ¿Pero sabés qué? Descubrí que soy mucho mejor de lo que imaginaba. Porque no es lo mismo vender cosas para que la ganancia se vaya al bolsillo de tipos llenos de plata, que venderlas para quedarte con esa ganancia. A nivel psicólogico la diferencia es muy grande. Cuando entra un nuevo cliente a mi local lo atiendo con genuina alegría, porque sé que podría ser una próxima venta.

Y ahora sí, llegamos al comienzo de la historia que vine a contarte. Cuando pasó, lo primero que pensé fue: Charly tiene que enterarse de esto, se lo merece.

Como en la regalería nos está yendo muy bien, e incluso significa una ganancia para Rubén, nuestro principal inversor, él quiso celebrarlo. Nos invitó a pasar un par de días a su casaquinta, no solo a Gaby y a mí, sino también a nuestros padres. Cuando llegamos al lugar, me alegré al reencontrarme con Claudio, el amigo de Rubén que nos cogió a Gaby y a mí aquella vez que ya te conté. Sin embargo había dos tipos más a los que no conocía. Rubén los presentó como dos buenos amigos suyos a los que llevaba tiempo sin ver. La presencia de estos dos tipos me llevó a pensar que no tendríamos ni un minuto de intimidad. Ya sabés a lo que me refiero, Charly.

Pero no fue tan así. Mientras Rubén preparaba el asado, yo me pegué una escapadita con Claudio a una de las piezas, aprovechando que todos estaban distraídos mirándole el orto a Gaby, que estaba luciendo una de sus microbikinis más pornográficas.

Solo fueron unos minutos, pero me alcanzó para darle una buena chupada de pija a Claudio, y para que él me diera de tomar la lechita. Me sentí orgullosa de mí misma, porque esa situación la provoqué yo, sin la intervención directa de mi hermana. Tuve ganas de chuparle la pija a Claudio y lo hice… sin mortificarme demasiado por las consecuencias, o por lo que vaya a pensar él de mí… si al fin y al cabo ya sabe que soy bastante puta.

Unos minutos antes de servir el asado Gabriela dijo: “Están por venir unos amigos, espero que no molesten”. A mí sí me molestó un poco, porque me pareció un atrevimiento que Gabriela invite gente a una casa que no es la suya. Sin embargo a Rubén pareció gustarle mucho la idea: “Buenísimo, mientras más seamos, mejor. Hay asado de sobra”.

Me llevé una gran sorpresa al enterarme que los amigos de Gabriela eran tres viejos conocidos: Mateo, Nicolás y Dante. Sé que te acordás de ellos, Charly. Son los tres pibes que me cogieron en la obra en construcción.

Ellos entraron en confianza enseguida, y para demostrarlo, no perdieron cada oportunidad que tuvieron para tocarle el culo a mi hermana. Incluso llegaron a acariciarle un poco la concha por encima de la bikini.

Le dije a mi madre: “¿Vas a permitir que toqueteen así a tu hija enfrente tuyo?”

―Me parece que alguien se puso celosa ―me respondió.

Y sí, no lo voy a negar. Desde que Gaby y yo empezamos a andar juntas, las únicas personas con las que ella tuvo sexo fuimos mis padres y yo. Sé muy bien de qué son capaces estos pibes, y a pesar de que me caen bien, también tengo muy presentes que ellos se cogieron a Gaby más de una vez. Además, con tanto manoseo, el ambiente se empezó a acalorar mucho. Los amigos de Rubén tenían los ojos desencajados. Alguna que otra vez me miraban a mi… o a mi mamá, pero nosotras teníamos bikinis bastante discretos. Lo de Gaby eran pequeñas tiritas que hacían poco por cubrir su voluptuosa anatomía.

De todas maneras, al haber tanta gente, especialmente mis padres y dos desconocidos, estaba segura de que la cosa no llegaría a mayores. Quizás, en algún momento, Gaby hiciera algún pete, escondida en una pieza, tal y como lo hice yo; pero no mucho más.

Sin embargo unas tres horas después del asado llegó el momento de darle uso a la pileta. Los amigos de mi hermana se tiraron de bomba y empezaron a joderse entre ellos. Pensé que Rubén los echaría a patadas… pero me quedó claro que Rubén es un pendeviejo. A él le gustó la actitud de los pibes y no tardó en sumarse, junto con varias latas de cerveza bien fría. Cuando Gaby se tiró a la pileta, empezaron a molestar a ella. Casi al instante pude ver cómo Mateo le agarraba las tetas y antes de que pudiera decir algo, los pechos de mi hermana quedaron a  la vista de todos.

―Tiene usted hijas muy hermosas ―le dijo a mi madre uno de los amigos de Rubén.

―Muchas gracias ―respondió mi mamá, con el pecho inflado de orgullo―. Y no se crea que Gaby es la única a la que le gusta andar en paños menores… a Juli solo hay que darle un par de tiempo… y algunas cervezas, y estoy segura de que se anima.

Miré a mi madre con la boca abierta hasta el piso. ¿Me estaba vendiendo a ese tipo por unas latas de cerveza? Yo me hubiera animado a sacarme el bikini si esos tipos no estuvieran allí. Al fin y al cabo todos los demás ya me habían visto desnuda, incluso Claudio.

Pero mi hermana tenía otros planes. Al parecer su noción de festejo es muy distinta a la mía. Fui a buscar una cerveza a la heladera y cuando volví casi se me cae al piso.

Dante estaba sentado en el borde de la pileta, y Gaby estaba en el agua, parada frente a él… con toda la pija metida en la boca. Detrás de mi hermana estaba Rubén, moviéndose mucho. Entendí que se la estaba cogiendo. La muy puta no aguantó ni diez minutos, se dejó garchar frente a todos, sin ningún tipo de tapujos.

Los demás no decían nada, solo admiraban la escena con media sonrisa en los labios, incluso mis padres parecían encantados con lo que veían.

―Mami, ¿no te parece que esto es un poquito demasiado? ―Le dije al oído.

―Ay, nena… vinimos a festejar, a pasarla lindo. Vos ya sabés cómo es tu hermana. A ella le mostrás una buena verga, y no le hace asco.

En ese momento Nicolás se acercó a nosotras, pensé que el pibe venía a buscarme a mí; pero no fue así.

―Zulema, ¿querés venir a nadar un rato? ―Le preguntó a mi mamá, tendiendole la mano―. Si es que a tu marido no le molesta, claro.

―No le molesta ―respondió mi madre, soltando una risita juvenil. De pronto parecía tener quince años menos.

Mientras mi madre se dirigía hacia la pileta, de la mano de Nicolás, vi a una persona parada detrás de la reja de entrada. Me puse de pie de un salto, porque lo reconocí de inmediato. Se trataba de mi amigo, Roberto… el viejo bigotón al que le chupé la pija en el baño de mi trabajo.

Desde la vez que me cogió a mí y a mi mamá, compartimos varias experiencias juntos. Fui a visitarlo unas cuantas veces a su casa, donde me cogió bien cogida. Sin embargo no volvimos a compartir la cama con alguna mujer de mi familia, ni siquiera con Gaby. No es porque yo no quisiera, simplemente no habíamos tenido la oportunidad de hacerlo.

Me acerqué rápidamente al portón y lo abrí.

―¡Roberto! ¿Qué hacés acá?

―Hola, Juli ―me saludó con una simpática sonrisa―. Tu mamá me invitó. Tardé en llegar porque tenía cosas que hacer… espero no molestar.

―Em… no, no creo que molestes a nadie. La política del dueño de la casa es que mientras más seamos, mejor.

―Ah… y por lo visto la estás pasando muy bien ―dijo, mientras nos acercábamos a la pileta.

―Este… em… sí… yo estoy tan sorprendida como vos.

En ese momento pude ver cómo Nicolás le quitaba de un tirón la parte baja de la tanga a mi mamá, ella estaba de pie al borde de la pileta. Nico se arrodilló detrás de ella, y sin pedirle permiso, empezó a chuparle la concha.

―A mi mamá ya la conocés ―le dije a Roberto. Zulema lo saludó con la mano, se la veía muy feliz con ese pendejo practicándole sexo oral―. Y esa que está comiendo pija es mi hermana, Gabriela. Tan puta como siempre.

Gaby también lo saludó con la mano, sin siquiera sacarse la verga de la boca.

―Nadie me dijo que vendría a esta clase de fiesta ―dijo Roberto.

―A mí tampoco. Pensé que esto sería una reunión familiar común y corriente, para celebrar que nos está yendo bien con la regalería. Pero cuando me di cuenta, la puta de mi hermana ya estaba degustando porongas.

―¿Y vos, Juli? ―Preguntó mi mamá―. ¿Pensás quedarte sin probar nada?

Miré a mi alrededor. Yo era la única mujer que no estaba teniendo sexo con nadie, me puse a contar: tres mujeres, contra… uno, dos… tres.. cinco… siete… nueve. ¡Nueve! Teníamos tres pijas para cada una, como mínimo. El clítoris me tembló de solo pensarlo. Sabía que si yo empezaba a hacer algo, ya no habría forma de detenerlo. Empecé a sospechar que mi mamá y mi hermana prepararon todo esto a propósito. ¡Qué putas! Quieren montar tremenda orgía para ellas… y para mí.

¿Voy a participar en una orgía?, me pregunté, con el pecho muy acelerado.

Porque una cosa es tener sexo con tres o cuatro personas. Pero esto ya es una orgía declarada, y las mujeres vamos a estar ampliamente superadas en pijas. No tenía idea de cómo haríamos para tratar con todo eso, pero a esta altura del partido solo me quedaba aplicar la filosofía de Gabriela una vez más: no pensar tanto, y disfrutar más.

―¿Querés que empiece con vos? ―Le pregunté a Roberto.

―Por mí está bien… ―al viejo bigotón pareció encantarle la idea.

Yo también sonreí, a pesar de que estaba nerviosa. Por mi mente pasó mil veces la pregunta “Julieta ¿qué estás haciendo?” Pero ya era tarde para arrepentirse.

Me puse de rodillas delante de Roberto y él se sacó el pantalón, ni siquiera había traído un short de baño, para usar en la pileta. De todas formas no lo iba a necesitar. En cuanto yo agarré su ancha verga, pude ver que Claudio comenzaba a desvestirse y que esos dos tipos que no conocía hacían lo mismo. Que hubiera dos desconocidos me provocaba más morbo, no sabía cómo iba a mirarlos a la cara. Para colmo uno de esos tipos entendió que yo estaba dispuesta a todo y apenas le pasé la lengua a la verga de Roberto, se acercó y me ofreció la suya, que ya estaba bien erecta… seguramente de tanto mirar a Gabriela.

Junté todo mi coraje y me mandé, le di un buen chupón a la verga de Roberto y después otro a la pija de ese tipo.

“Ya está, Julieta… estás metida en una orgía”, me dije a mí misma.

Y así fue como empezó el descontrol.

No sabría cómo contarte todo lo que ocurrió, y en qué orden, porque te estoy narrando esto unos días después, y entre tantas pijas y latas de cerveza me quedó todo bastante nublado. Ni siquiera sé en qué orden pasaron ciertas cosas. Pero hay varias que sí las tengo muy presentes.

Como la parte en la que vi a mi mamá montando una pija que se le clavaba directamente en el orto, mientras se comía otras dos. El que le daba por el culo era el propio Nicolás… Zulema tuvo una especie de “crush” con ese pibe. Fue la pija que más se comió. Al parecer a mi mami le calientan los pendejos, porque tampoco le hizo asco a ninguno de los amigos de Gabriela.

Por el contrario, Gaby le prestó más atención a los más veteranos… los más experimentados. Roberto ya sabía lo que era coger conmigo y con mi mamá… seguramente el tipo se moría de ganas por probar a Gabriela, y así lo hizo. Fue el primero en darle por el culo a mi hermana, y lo hizo con ella en cuatro patas al borde de la pileta. Esa parte sí la recuerdo, porque al mismo tiempo yo tenía a Claudio metiéndome la pija por la concha y a uno de los tipos desconocidos dándome por el orto. ¡Ay! ¡Lo que fue esa doble penetración! Una de las experiencias más lindas de mi vida, y me dio un morbo tremendo entregarle el culo a un tipo que ni siquiera conocía… ¡y frente a toda mi familia!

Con respecto a mi papá… a nadie pareció importarle en lo más mínimo cuando él se acercó a Gabriela y le ofreció la pija para chuparla. Sí, miraron atentamente la secuencia; pero nadie dijo nada. Ahí los prejuicios no tenían cabida.

Tampoco les molestó cuando mi mamá y yo decidimos hacer un 69 junto a la pileta… mientras entre dos nos rompían el orto. ¿Podés creer Charly que ni siquiera recuerdo quién me dio por el orto a mí? O sea, tenía la concha de mi mamá contra la cara… ni siquiera vi quién me metió la verga… y no me importó. Porque todo el día fue así… recibí pijas a montones y no me importó de quién eran. Y sé que las probé todas y por varios agujeros. Es más, creo que los hombres hicieron una especie de pacto en la que todos probarían cada uno de los agujeros femeninos disponibles, sin excepciones. Se fueron turnando para darnos a todas. Hubo momentos en los que vi a Gabriela tirada en el piso recibiendo seis pijas a la vez, claro, no todas la penetraron al mismo tiempo: una por el culo, otra por la concha y las demás iban turnándose para entrar a su boca. La dejaron bien bañadita en leche… y eso lo recuerdo muy bien, porque a mí me tocó la tarea de limpiarla toda, con la lengua… y lo hice mientras mi papá me cogía por la concha.

Mi mamá también tuvo su gran momento de gloria, cuando los tres pendejos la agarraron a la vez y empezaron a darle duro por todos los agujeros. ¡Cómo gritó esa puta! Fue hermoso ver cómo su culo se sacudía mientras le enterraban la pija. Sé que mi mamá también tuvo su proceso de liberación, la Zulema que yo conocía jamás se hubiera animado a una cosa así; pero Gabriela transformó esta familia para siempre. Ahora tengo una madre a la que le encanta participar en orgías. Y digo que le encanta porque se cansó de decir: “Esto tenemos que hacerlo al menos una vez al mes”. La muy puta no había terminado de recibir todas las pijas, que ya estaba pensando en cuándo sería la próxima vez que se la iban a enfiestar.

Chupé vergas, conchas, tragué leche, entregué el orto… todo… hice todo lo que podía hacer, y lo hice hasta que el cuerpo no me respondió más. La que más recibió, sin dudas, fue Gabriela. La pobrecita terminó destruida. Por más diosa sexual que sea, por más experiencia que tenga… la cantidad de pijas que le metieron fue demasiado grande. Le quedó el orto abierto como una “O” y todo el cuerpo bañado en semen. Yo también terminé algo así… y mi mamá también; pero lo de Gaby fue peor.

El momento más lindo de la orgía fue cuando Gabriela, Zulema y yo nos pusimos en cuatro sobre el césped, junto a la pileta, mientras los hombres se sentaron a tomar cerveza. Uno a uno se fueron turnando para darnos por el culo, nos tenían ahí, con las nalgas en pompa, una al lado de la otra. Solo debían elegir qué culo penetrar, y ¡Zaz! adentro. Y siempre por el orto. Esa era la consigna: “Vamos a dejarles los culos bien abiertos”, y sí que lo hicieron. No te puedo describir lo que sentí, porque ya parece mucho que te metan tres pijas por el orto, pero cuando te das cuenta que ya vas por el quinto o el sexo, ya te sentís como la mina más puta del mundo… y ver a mi mamá recibiendo todas esas pijas me dio un morbo tremendo. Porque estoy segura de que Gaby ya vivió situaciones como estas, con seis o siete pijas para ella solita; pero mi madre y yo lo estábamos viviendo por primera vez.

A la noche quedamos destruidas, el cansancio fue tanto que nos dormimos ahí mismo, en el patio, sobre el césped.

Zulema tiene razón en algo: Esto tenemos que repetirlo… y si es al menos una vez al mes… mejor.

¿Y quién sabe? Quizás en el futuro Gabriela y yo podamos convencer a Beatriz, nuestra vecina, para que se sume a las orgías. No va a ser fácil, pero tampoco es imposible. No pierdo las esperanzas.

Lo que pasó esa tarde en la casaquinta de Rubén fue la prueba definitiva de que mi hermana nos cambió para siempre. También dejé demostrado que, sexualmente, soy completamente libre. Y para dejarlo más en claro, publiqué varias de las fotos de la orgía en mi Twitter, Gaby hizo lo mismo, aunque procuramos que no saliéramos juntas en esas fotos, o que no se viera la cara de mi mamá, ni la de mi papá. Quizás algún día un cliente me diga: “Te vi en Twitter, comiendo pijas”... y posiblemente me reiré, porque no me va a importar en lo más mínimo, y si el cliente está bueno, puede que lo invite al cuartito del fondo del local.

Ahora sí, Charly. Hasta siempre. Si me extrañás mucho, tenés mi historia escrita en tus páginas.

Cuando estés mal, cuando estés solo, cuando ya estés cansado de llorar, no te olvides de mí… porque sé que te puedo estimular.

Fin.